Aunque han pasado ya varios días desde que se conocieran los
resultados de las elecciones y a este País le urge, según los entendidos en
política, que se nombre un nuevo Gobierno, Mariano Rajoy, haciendo gala de su
flema habitual, ni siquiera se ha puesto en contacto con los principales
líderes de la oposición y sólo ha descolgado el teléfono para llamar al
representante de Nueva Canarias, que sin
quererlo, se ha convertido en imprescindible para que le salgan las cuentas, al Presidente en
funciones.
Esta actitud, a la que los ciudadanos ya estamos
acostumbrados, por haberla visto muchas veces, durante los cuatro años
anteriores, ha encendido todas las alarmas, aunque no deja de tener cierta
lógica, si se tiene en cuenta que si el canario no accede a lo que espera el
PP, resultaría inútil lo que pudiera acordarse con los demás, al producirse un
empate técnico.
Pero el hecho de que las elecciones hayan tenido que
repetirse, justamente por la falta de entendimiento y la remota posibilidad de
que este fenómeno pudiera repetirse de nuevo, si fracasaran las conversaciones
entre estos políticos nuestros, produce una cierta desazón, que parecería menor
si al menos, se viera una voluntad de dialogar, de la que Rajoy carece.
Ya sabemos que la primera opción barajada por el PP es la del
tan traído y llevado Gobierno de coalición, con un PSOE que no estaría
dispuesto, al menos hasta ahora, a dar el paso y que a Rivera, que sería la
opción más cercana al PP, por cuestiones meramente ideológicas, se le nota
especialmente reticente estos días, quizá porque prefiere que sean los
socialistas, quiénes se arriesguen a ser los primeros en ceder, para evitar así
un desgaste mayor del que ya ha sufrido Ciudadanos, en los pasados comicios.
Pero asumir el riesgo que conllevaría una alianza con los
conservadores sería para el PSOE una apuesta excesivamente arriesgada y sólo
una parte de los barones, capitaneados, cómo no podría ser de otra manera, por
Susana Díaz, estaría a favor de facilitar la formación de Gobierno a Rajoy,
aunque fuera con una abstención mínima.
Entretanto, en Podemos, se ha abierto un frente crítico en el
que varios sectores han entrado en conflicto, por el fracaso de las
expectativas electorales y de momento, han pasado de ser una amenaza para los
Partidos tradicionales, que están deseando que las confluencias se rompan, lo
que restaría fuerza a Iglesias, en el Parlamento.
Así que continuamos igual que estábamos, a pesar de haber
vuelto a pasar por las urnas y lo único que nos está quedando claro a todos es
que nuestros representantes políticos son absolutamente incapaces de entenderse
y que aunque finalmente lo consiguieran, los cimientos de este entendimiento,
serían, a todas luces, bastante inestables.
Esto podría dar una idea, de lo difícil que es para todos, perder
y también de cuánto queda por aprender a esta clase política nuestra, que tanto
presume de poner en práctica una Democracia, que visto lo visto, ni siquiera
entiende.
Harían bien en aprender, por ejemplo, de lo sucedido estos
días atrás en Inglaterra, dónde no sólo se ha convocado un Referendum
inmensamente incómodo para los que detentan el poder, sino que además, todo un
primer Ministro ha tardado sólo unas horas, en retirarse de un escena política
que le viene grande, dejando paso, por propia decisión, a cualquier otro que lo
pueda hacer mejor, en beneficio de su País.
Impecable.