jueves, 31 de marzo de 2011

Comienza el espectáculo

Preparados en la recta de salida, perfectamente alineados y acicalados con sus mejores galas, nuestros políticos esperan el pistoletazo para empezar la campaña electoral que les traerá el premio de ocupar las alcaldías de los pueblos y ciudades de nuestro país y alguna que otra presidencia autonómica, nada desdeñable para quienes tienen realmente hambre de poder. Han debido esmerarse en preparar esta anticipación de las nacionales, porque de los resultados obtenidos en este ensayo general en el que el pastel se distribuye a trozos pequeños, podría depender la creación del futuro que gobierne nuestro porvenir, si es que nos queda alguno cuando se vaya aproximando el momento, sin que hayamos superado la crisis. Ahora es el momento de colgarse medallas, de afear la conducta del oponente con cuantos pecados hayamos podido encontrar en su currículo y de poner caras sonrientes al futuro elector, que no es otro, que el ciudadano de a pie y que se encuentra, por cierto, más cabreado que un mono con las noticias que le llegan a diario sobre el comportamiento de los que aspiran a ser sus representantes, a costa de lo que sea. Vale en este periodo, cualquier subterfugio capaz de idiotizar al dueño de un voto hasta el punto de convencerle de la buena voluntad del candidato, que naturalmente, será capaz de jurar por su propia madre su honradez, aunque se halle encausado por corrupción en cualquiera de los muchos procesos judiciales abiertos en cualquiera de los juzgados de nuestro vasto territorio. Si el votante es joven, se le promete un puesto de trabajo, un piso de protección oficial y cualquier ayuda de estudios de esas que luego pueden anularse por falta de presupuesto. Si es viejo, se orienta el tema hacia el aumento de las pensiones, la reducción de las listas de espera en la seguridad social o hacia un aumento de las ayudas sociales que puedan hacerle más llevaderos los tristes años de la vejez con viajes baratos o billetes de autobús gratuitos. Si es mujer, ahora se lleva mucho recurrir a la igualdad de los sexos, a nuevas medidas que controlen un poco la terrible plaga de maltratadotes domésticos y hablar de conciliación entre la vida laboral y familiar, en un intento de captar la atención de las féminas, siempre tan preocupadas por estos temas que realmente, nadie se afana en resolver jamás. Punto y a parte es captar la atención de los que se encuentran en ese arco de edad intermedia que sufre en sus carnes toda la crudeza de esta crisis eterna, porque sería demasiado pretencioso hacer ostentación de poder resolverla en dos días, aunque todo se intentará, no me cabe la menor duda. Para ello, basta con adquirir el aspecto propio de una arrabalera sobre las tarimas de los mítines, gritar mas que el vecino, sacar a relucir los garrafales errores que efectivamente se han cometido en los últimos tiempos, tirar del manido tema del terrorismo y procurar que las acusaciones vertidas por el orador de turno, salpiquen al contrario de una buena dosis de porquería, difícil de lavar en sólo unas sesiones de contra ataque, que a veces, han de ser preparadas sobre la marcha. Sin embargo, algo debe fallar en este espectáculo circense perfectamente orquestado, porque al ser el hombre por naturaleza dado a la equivocación reiterativa, jamás se oye en ellos a nadie reconocer sus faltas ni se adivina propósito de enmienda que pueda remediar los desmanes de quien erró. De aquí, nadie se marcha por voluntad propia. Ha de ser a través de sentencias judiciales o culpas escandalosamente manifiestas, para que alguno se decida a dejar el poder. Y si se ve obligado a hacerlo, seguro que intentará con esmero mover desde las sombras los hilos necesarios para no dejar de medrar en este mundillo que debe ser adictivo, como la peor de las drogas en circulación, aunque no se prohíba su consumo, ni nadie hable de los efectos nocivos que tiene sobre nuestra ya maltrecha salud psicológica.

miércoles, 30 de marzo de 2011

El arma del terror

Desde que comenzó la transición democrática, el problema vasco viene siendo una constante en el cruce de improperios que emiten los partidos políticos contra sus contrincantes, a la vez que un arma poderosa capaz de derribar gobiernos e inclinar la balanza electoral como castigo a los que cometieron el error de caer en su bien planteado juego. Se le vino encima a Gonzalez el problema del Gal como una pesada losa que acabó por aplastarle, condenando su largo periodo gubernativo a un olvido propiciado por el entonces principiante Aznar que, no obstante, tampoco dudó en negociar con ETA, deseando ávidamente encontrar una salida que lo encumbrara como el mejor presidente español conocido hasta el momento. No pudo ser entonces, ni tampoco cuando el atentado de Barajas puso fin al intento de Zapatero que, sin embargo, podrá al menos presumir de que durante su mandato, las acciones delictivas cometidas por el terrorismo se han reducido considerablemente. Ahora acusa el Partido Popular al ministro Rubalcaba de filtrar información a ciertos comandos activos de la banda y de haber continuado las negociaciones después de haber informado en el Congreso que la tregua quedaba rota. Llaman a esto “alta traición” y piden la cabeza del superministro, argumentando que su actuación se ha basado en mentiras y recordándole sus propias palabras tras los asesinatos islamistas de Madrid, cuy autoría se encargaron de negar hasta el último momento. Se empecinan sus representantes en cargar sobre un peligroso enemigo político que suena cada vez mas como sucesor de Zapatero, tratando desesperadamente de que ni siquiera tenga la oportunidad de presentarse a unas elecciones que pensaban ganar por goleada, debido a los errores económicos cometidos en esta última legislatura. Además, si el problema del terrorismo llegara a solucionarse bajo el mandato socialista, quizá los resultados de los comicios no caerían con tanta facilidad del lado de los populares, ya que se habría resuelto uno de los asuntos que mas preocupan a la nación desde que se instaló entre nosotros un sistema que nos da la oportunidad de decidir sobre nuestros futuros gobernantes. Sería bastante perjudicial para la derecha española perder ahora la oportunidad de poder utilizar el terrorismo contra sus más cercanos contrincantes y desde luego, si eso sucediera, ya no podrían colgarse la medalla de haber reducido a cenizas los restos de la banda terrorista y perderían el prestigio que tal acción otorgaría a quien resolviera el conflicto. Todos los presidentes, sin excepción, han negociado con ETA de una u otra manera, todos lo hicieron, pienso, con la voluntad de llegar a un acuerdo y utilizaron, seguramente, ardides que nunca sabremos para llegar a un fin de las hostilidades. Todos cometieron errores garrafales en las negociaciones y todos, finalmente y hasta ahora, fracasaron en los intentos. El mismo Aznar, acercó a los presos al país vasco, sólo unos días después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, al que se negó a canjear sin ceder a las exigencias terroristas que pretendían obtener esa proximidad de los suyos a cárceles de su territorio. No sé si finalmente podrá probarse la implicación de Rubalcaba en las filtraciones a las que se refiere la oposición, pero, francamente, a veces el fin justifica los medios. Así lo entiende el pueblo y así lo entenderán, sobre todo, los amenazados que han de convivir a diario con sus propios verdugos y que desean con vehemencia que su situación cambie para siempre. Pero el asunto traerá cola, sobre todo si los populares ven la oportunidad de deshacerse del ministro y acabar a la vez con su gestión en materia de terrorismo para retrasar un desenlace que se imagina cercano, pero que quisieran por todos los medios, protagonizar en la cúspide del estrellato político. Más valdría a los seguidores de Rajoy ofrecer alternativas creíbles sobre la creación rápida de puestos de trabajo y dejar de utilizar el terror como arma, en un juego vilmente desconsiderado, sobre todo para los familiares de las víctimas.

martes, 29 de marzo de 2011

El ejemplo japonés

Tocados por una más que probable contaminación nuclear y habiendo perdido hasta ahora, a treinta mil personas por los efectos del terremoto y el tsunami sufridos, el pueblo nipón asombra al resto del mundo por su capacidad para asumir la tragedia, sin abandonar en ningún momento la compostura, a pesar de que sus tragedias personales traspasan, en mucho, los límites de la comprensión humana en situaciones como éstas. Como resignados a la crueldad de un destino que acaba de cebarse con ellos, arrasando poblaciones enteras de su territorio y contaminando con terribles efectos de consecuencias imprevisibles productos básicos para su alimentación y desarrollo, caminan por los senderos del horror haciendo gala de una entereza envidiable que en cierto modo, suaviza la magnitud de lo acaecido dando al exterior una imagen de que todo se halla bajo control, a pesar de estar conviviendo con el desastre. Hombres, mujeres y niños de todas las edades, conviven ordenadamente en improvisados campamentos, guardan colas para obtener agua, para hablar por teléfono, en los supermercados o en las gasolineras como si hubieran vivido siempre bajo un régimen de racionamiento que nada tiene que ver con las comodidades que disfrutaban hasta hace unos días, como potencia económica mundial que son y sin que se les note cansados o deprimidos. Sólo ponerse en su lugar despierta en cualquiera de nosotros un sentimiento de tristeza e imaginar su desesperación interna, que no muestran abiertamente a los ojos ajenos, desestabiliza la idea que teníamos de cómo comportarse en estos casos y nos obliga a una admiración enorme, a la vez que a un asombro del que no se consigue escapar. Estamos asistiendo a situaciones que rozan los límites establecidos sin que se produzcan hecatombes emocionales y esas imágenes que nos llegan desde diversos lugares del mundo, que nada tienen que ver unos con otros ni en cultura ni en educación, no hacen otra cosa que demostrarnos que ciertos valores del hombre permanecen inalterables, a pesar del paso de los siglos y de la reiterativa actitud de sus congéneres por hacerlos desaparecer. Son piedras preciosas que surgen en un mar de tinieblas, que iluminan el camino a seguir, orientando los pasos de los que nos hallamos perdidos con su colosal actitud de infinita paciencia. Y mientras en otras latitudes, otros personas libran batallas cruentas por conseguir un mínimo de dignidad y se debaten entre el sueño de llegar a conseguirlo y los rigores de un combate cuerpo a cuerpo con sus propios conciudadanos, esas multitudes silenciosas que acaban de cambiar la riqueza por la nada, permanecen a la espera de saber si su devenir se verá o no truncado por el azar que les colocó un día aciago en manos de una fatalidad ineludible. No debemos dejar pasar la ocasión de admirar el temple con que se enfrentan al futuro ni ignorar su desgracia ante la ausencia de signos externos que demuestren su verdadero sufrimiento. A la espera de que su situación mejore, debemos estar dispuestos a colaborar con este pueblo que nos demuestra a diario que hasta en la más cruel de las supervivencias, se puede conservar la dignidad, ser solidario con los otros y administrar la libertad sin traspasar los límites que marca la línea en que empieza la de nuestros semejantes.

lunes, 28 de marzo de 2011

Sueños de faraones

Vienen las elecciones municipales urgiendo la terminación de las obras pendientes en las ciudades y pueblos del país, apretando las agendas de trabajo de los políticos, que van de inauguración en inauguración, con tal de dar por cerrado un ejercicio que a ser posible, no les apee de los sillones de mando que ocuparon en un periodo caracterizado por la crisis, el paro y los cambios categóricos de posiciones que defendieron a capa y espada, cuando aún había diferencias notables entre la izquierda y la derecha. Cree todo aquel que en su momento fue elegido como representante de una comunidad, por pequeña que sea, que el pueblo que le otorgó su confianza le dio a la vez su venia para hacer y deshacer con los dineros públicos, cuántos caprichos le vinieran en gana y es curiosa costumbre en nuestra época, observar el afán desmedido que corre por las venas de todo presidente, alcalde o concejal que se precie, por edificar obras de tamaño monumental que diferencie a su comunidad, provincia o pueblo de los demás, otorgando a su propia persona un lugar de reconocimiento en los anales que lleguen a escribirse en un futuro mas o menos inmediato. Se nutren, creo, del mismo espíritu que alimentaba las almas de los antiguos faraones de Egipto cuando acometían la construcción de sus mausoleos, con la idea de mostrarlos al mundo como exponentes de sus riquezas para asombrar a quién los viere, con una grandiosidad que en muchos casos, tapaba la podredumbre de su periodo de reinado, cambiando la ira acumulada por sus súbditos por la admiración por el arte que luego los colocaría en un privilegiado lugar de la historia, olvidando las antiguas penurias con que tuvieron que convivir quienes coincidieron con ellos en el tiempo. Si no fueran penosas, estas últimas carreras para cortar las cintas conmemorativas de la terminación de las obras, podrían considerarse un intento de hacer tragar al pueblo soberano la incomible mentira de una entrega absoluta al deber durante el mandato de estos corredores de fondo que van de flor en flor con la sonrisa puesta, orgullosos del legado que dejan en herencia a los que bajo su gobierno tienen la mala suerte de hallarse. El maravilloso paisaje de flamantes construcciones, alineadas a lo largo y ancho del territorio nacional, trata desesperadamente de borrar los múltiples episodios de corrupción que suele ocultar cada piedra de estas interminables obras de desmesurado y a veces inútil presupuesto. Puede que ellos lo intenten, pero las maravillosas fotografías en las que aparecen ,tijera en mano, en sus múltiples inauguraciones millonarias, no dejan de reflejar exactamente la imagen que recordaremos de ellos, a la hora de introducir el voto en la urna y que no es otra, que la de una pandilla de dudoso pelaje que no ha hecho otra cosa mas que orientar el gasto público hacia su propio beneficio en forma de trajes, falsas jubilaciones o llamadas a teléfonos eróticos, viajes exóticos y comidas suculentas. Son exactamente los mismos entrando en campaña electoral y por lo tanto, vendiendo descaradamente sus virtudes a manos llenas por los mercados, los mítines e incluso los asilos de ancianos a los que pagan el bocadillo para que vayan a ovacionarles mientras exponen esos programas que después nunca cumplirán. Se levanta el telón, comienza la función, el papel está estudiado hasta la última coma y es mucha en este caso la enjundia que los personajes intentarán vender al espectador. Ya han comenzado los insultos, las descalificaciones y hasta se intuyen los posibles ganadores de este espectáculo circense cargado de payasos tristes que ya a nadie hacen reír. Sinceramente, a los trabajadores, les importa un carajo si en su pueblo se inauguró una fuente, un carril bici, un aeropuerto en el que sólo aterriza un avión a la semana, una biblioteca municipal o un hospital escaso de equipo, cuya altura supera a todos los demás de la comarca. Al trabajador lo que verdaderamente le importa es eso, poder trabajar y llevar una vida digna, tristemente, al margen de toda esta parafernalia de despilfarro que montan sus gobernantes todos los días, para vergüenza de los que contemplan la escena sin tener la esperanza de encontrar un empleo con el que poder sobrevivir.

domingo, 27 de marzo de 2011

El dulce encanto de los banqueros

Recibidos el sábado en Moncloa, la flor y nata de los banqueros y empresarios más poderosos del país, encabezados por el señor Botín, se han mostrado encantados con el resultado de la entrevista, según se deduce de sus declaraciones posteriores a la prensa. Parece ser que han rogado encarecidamente al Presidente que no contemple bajo ningún concepto la posibilidad de un adelanto de elecciones, ni entretenga al país con cuestiones sucesorias que pongan el peligro el buen funcionamiento de las recién implantadas reformas laborales, que tanto agradan a esta élite vigorosa que tiene en sus manos el destino de esta y otras naciones, ya que en ellos está la decisión de otorgar o no, el crédito necesario que todos precisamos para ir capeando la crisis. Nunca antes se había dado el caso de un amor tan desmesurado por parte de los capitalistas hacia un líder político que, teóricamente, representa a una ideología de corte socialista, cuyos principios fundamentales han estado siempre directamente relacionados con mejorar las condiciones de los trabajadores frente a las exigencias interesadas de la patronal. El dulce encanto que la banca demuestra con Zapatero, sólo tiene una explicación que resulte lógica a los ojos de cualquier observador de inteligencia media y es que, contrariando los fundamentos que mueven su doctrina, lo está haciendo rematadamente mal y se ha colocado en un ángulo diametralmente opuesto al que debiera, deteriorando gravemente los derechos de la clase obrera y protagonizado un incomprensible idilio con los que se empeñan en volver a situaciones propias de un par de siglos atrás, cuando a los asalariados no les quedó otro remedio que organizarse para terminar con la tiranía de la opresión que soportaban, por parte de las clases poderosas. Claramente, si la banca y la patronal aman a Zapatero, Zapatero no es socialista. Si no quieren que Zapatero se marche, es porque están obteniendo beneficios considerables de su gestión y probablemente, dudan que puedan encontrar a otro que prolongue la bonanza con que han sido tratados en esta legislatura, mientras los ciudadanos han visto cada vez mas mermado su poder adquisitivo, llegando incluso a contemplar en algunos casos, como el fruto de su sudor, su sueldo, se ha rebajado para socorrer de urgencia a quienes, a final de año, no han hecho otra cosa que presumir de los jugosos réditos que les proporcionaron sus empresas. Tal y como recibe el presidente a los banqueros en su casa, tal vez le convendría plantearse recibir también a unos cuantos representantes de las personas que formamos parte del país que gobierna. Pero endiosado en la vanidad de codearse con los líderes más importantes de Europa, reniega a diario de sus orígenes doctrinales y relega la voz de los humildes a un plano de silencio, doblegando su situación hasta límites extremos que hacen insoportable la vida de quienes le llevaron, con su voto, al poder. Debiera ser motivo de vergüenza para cualquier líder de izquierdas esta adulación empalagosa recibida de parte del capitalismo y el rechazo contundente de sus propios correligionarios, que reniegan de su comportamiento, rogándole encarecidamente que abandone el poder. Nada hay peor que corromperse por engreimiento, renunciando a los principios que a uno le movieron y perdiendo la dignidad, hasta el punto de no poder reconocerse en el espejo que la sociedad te coloca delante y que refleja una esperpéntica imagen de servilismo febril. Quizá debería preguntarse el señor presidente en qué momento dejó de ser quien era y se convirtió en este absolutista que tenemos enfrente, en contra, y al que tanto engrandecen aquellos de los que siempre abominó. Puede que entonces entendiera el amor desmesurado que ahora le demuestran los únicos que quieren mantenerlo en el sillón de mando y que le asegurarán un puesto en el consejo de administración de cualquier multinacional, en pago seguro a los servicios prestados durante su vergonzoso gobierno.

jueves, 24 de marzo de 2011

El menor silencioso

Acaba de ser leída la sentencia contra el menor implicado en el caso Marta del Castillo, al que la fiscalía acusaba de los delitos de violación, asesinato y encubrimiento, saldándose finalmente con una condena de tres años de reclusión, creando un escándalo mediático provocado por las circunstancias especiales que rodean a este crimen y la actitud, digna de estudio, que han demostrado todos los implicados en él.
Cuesta creer que un chico de sólo quince años, haya sido capaz de mantener en secreto el lugar en que se encuentra el cadáver, con una frialdad propia de la madurez de un asesino a sueldo o de un criminal con un largo historial delictivo a la espalda.
Este menor silencioso, limpio de cuentas con la justicia hasta el momento de la desaparición de la niña, dispuesto a mantener el pacto que sin duda debió firmar en su día, con el resto de personajes que le rodearon aquella noche aciaga, sale por fin airoso del rocambolesco montaje urdido a lo largo del tiempo y, aproximadamente en dos años, se hallará de nuevo dispuesto a mezclarse con el resto de la sociedad.
La sentencia ha debido ser un jarro de agua fría para los familiares de Marta, que han visto como el tiempo corría en su contra sin que el cadáver de su hija apareciera y cómo unos chicos de barrio sin ningún tipo de formación en temes legales, se mofaban de todo el sistema judicial aderezando con pistas falsas de costo incalculable, la cruda realidad de sus actos inadmisibles.
Probablemente, en aplicación estricta de las leyes, el juez en no ha podido hacer más y tememos, que en el caso de los demás acusados, cuyo juicio comenzará en breve, la vaguedad de los argumentos con que cuenta la fiscalía, acabe en resultado similar al que hoy hemos conocido.
Es obvio pensar que la familia de Marta no volverá a creer en la justicia y hasta puede que pase por su dolida imaginación la sórdida idea de tener que hacer algo de lo que luego podrían arrepentirse, pero este código penal que no ha considerado en este caso la continuada obstrucción a la justicia llevada a cabo por los implicados, sin el menor atisbo de arrepentimiento, tendría que ser, no digo ya sometido a revisión, sino quemado directamente en la hoguera, como si de un libro maldito se tratara, para ser redactado en unos términos mucho más contundentes para delitos que atentan directamente contra los valores de la humanidad.
No cabe ya entrar en discusiones sobre la postura del juez, ni sobre si la policía infravaloró en su momento la postura de los acusados creyendo la primera versión que les dieron. Quizá el mayor error cometido ha sido el de atribuir a estos chicos una mentalidad propia de su edad y no la de una pandilla de psicópatas convencidos de que su silencio daría los frutos que ahora acaban de empezar a recoger.
Causa escalofríos pensar que podemos estar conviviendo con gente así y que una parte de la juventud pueda, incluso, admirar como héroes a estas personas y alabarlos en las redes sociales animándolos a continuar en su conspiración de silencio.
Puestos en los zapatos de la familia de Marta, aún queda mucho camino por recorrer. Ojala y la suerte quisiera que el cuerpo de la niña, por un azar de esos que suelen darse con cierta frecuencia, apareciese de repente para recomponer lo que pasó verdaderamente aquella tarde y que toda la insidia prevista por estos adonis barriobajeros sin ninguna valía personal, se fuera por la borda dejándoles allí donde deben estar, recluidos con la única compañía de su enorme silencio.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Establecer prioridades

La gravedad de los acontecimientos ocurridos en Japón y Libia, han ocupado los últimos días las páginas de este blog, pudiendo dar una sensación de apatía sobre los temas nacionales, como si hubiera dejado de tener importancia aquello que nos tocan de cerca.
No es verdad. A veces es prácticamente imposible decantarse por una sola noticia y en mi caso, he de reconocer que me decido por la que ataca en mayor grado mi sensibilidad, ya que confieso abiertamente que antepongo las vísceras al frío raciocinio del cerebro.
Sé que andan en el Partido Socialista dirimiendo la cuestión sucesoria, entre Carme Chacón y Rubalcaba, y que ya ambos cuentan con declarados adeptos a sus respectivas candidaturas, aunque creo francamente, que la tendencia todavía machista del país acabará eligiendo al caballero, en detrimento de la actual ministra de defensa.
También aguardamos con expectación la resolución judicial sobre la legalización de Sortu, mientras que en Francia siguen deteniendo a miembros de Eta, que no dan para nada sensación de estar por la labor de abandonar las armas.
Hay nuevamente manifestaciones a favor del Juez Garzón, en un intento de que su inhabilitación no se convierta en eterna, respaldadas por familiares de víctimas del franquismo, que con tanta oposición conservadora, no son capaces de cerrar sus heridas y sienten que al final, desaparecerán sin haber encontrado el rastro de sus seres queridos, ni una explicación que satisfaga su sed de justicia en este asunto.
La oposición que ayer mismo apoyaba la intervención de España en la guerra de Libia, hoy ha vuelto a la carga contra la gestión económica del gobierno y contra el ministro del interior, acusándole de filtraciones de información, que ya se verá si son finalmente ciertas.
Siguen muriendo mujeres a manos de sus parejas sin que las medidas adoptadas hasta ahora sean, para nada, suficientes y sin que encontremos una vía de entendimiento entre los sexos para poder vivir en armonía, sin tener que pagar con la vida nuestra negativa a un sometimiento servil.
Pero a pesar de todo, no puedo apartar los ojos ni de Japón, ni de Libia y he, necesariamente, de regresar a ambos escenarios, con inmensa preocupación por lo que acontece en ellos y la esperanza puesta en que se solucionen los problemas, a la mayor brevedad posible.
Mientras, los que mandan siguen enzarzados en discusiones absurdas sobre cuestiones sin importancia para los pueblos, como la que concierne al mando aliado, o la retirada inexplicable de Estados Unidos, que se niega a prolongar más allá de unos días su intervención en el problema.
En otras naciones, continúan las revueltas por la libertad y los tiranos aferrados a sus cetros de poder, no dudan en pasar por las armas a sus propios conciudadanos, demostrando que los despotismos son crueles, sangrientos y sin conciencia por naturaleza, sin que ninguno haya actuado jamás en beneficio de los más débiles.
El pueblo japonés, llora su enorme tragedia mirando de reojo y en silencio la evolución de los daños de sus centrales nucleares. No se quejan siquiera de la falta de suministros básicos ligada a la terrible contaminación sufrida, ni de la desolación que circunda su vida cotidiana. Realmente admirable.

martes, 22 de marzo de 2011

El corazón partido

Personalmente, la guerra contra Libia me produce una extraña división de sentimientos. Por una parte, el grito desesperado de los valientes levantados en armas contra el tirano, consigue sacar de mí oscuros pensamientos de venganza, similares a los que podrían tener las familias que han sufrido en sus carnes, delitos con resultado de muerte. Pero por otra, mi declarado pacifismo me hace detestar cualquier acción armada, de la índole que sea y me causa un terrible dilema del que no sé muy bien cómo salir.
No soy docta en cuestiones de diplomacia y tampoco estoy segura de que se hayan agotado todas las vías posibles antes de pasar al ataque, aunque quizá debieron intentarse con mayor esmero, sin tener que llegar al punto en el que ahora nos encontramos, es decir, envueltos hasta la médula en un episodio bélico de incalculables consecuencias.
Sin embargo, no tengo una idea clara de qué otra cosa podría haberse hecho, porque mantener más conversaciones hubiera acarreado una dilatación en el tiempo, factor de vital importancia para los resistentes masacrados por los abusos de Gadafi.
Hay opiniones para todos los gustos. En la comparecencia del Presidente en el Congreso, todos los grupos, menos dos, se han adherido a la decisión adoptada junto a las Naciones Unidas. En la calle, la gente va desde los vítores a los abucheos, según con quién se hable y los libios parecen agradecer como si de agua de Mayo se tratara, la ayuda que se les presta en esta guerra que el dictador ha augurado como larga y cruenta.
Si se pudiera estar seguro de que este socorro es altruista, se podría asumir, con gran sentimiento, que a veces no queda otro camino más que el de las armas para la resolución de los conflictos. Pero la realidad es que la intervención será, con toda probabilidad, interesada y que el precio a pagar por ella está aún por establecer, aunque de seguro satisfará plenamente al tiránico capitalismo que nos gobierna, en forma de combustible barato.
Aunque tampoco se puede, en conciencia, abandonar a los débiles a su suerte mirando desde lejos como sucumben en una tragedia sin límites y aunque los métodos nos repugnen, por lo que tienen que ver con los intereses económicos, es obligación de la gente de bien tratar de remediar este genocidio salvaje.
Puede que de la duda saquemos al fin alguna conclusión que nos tranquilice el espíritu, pero de momento, reconozco que me supera la dificultad del problema y que me faltan datos para inclinarme totalmente en uno u otro sentido, sin que me agobien ciertos remordimientos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Ojos de poeta

Rescato la mirada
limpia, inocente y pura
de cuando todavía creía en el hombre.
La reanimo inyectándole
savia
sobre la opacidad de su espíritu.
Un soplo de ilusión efímera
traída de la profundidad del silencio.
Busco en la soledad del gentío
un punto azul dónde fijarla,
como si el horizonte se extendiera
más allá de la duda eterna.
Alrededor
se palpa desesperadamente la tarde.
Y me roza un instante
evadiéndose entre los dedos
volátil,
ensueño vago de un diario,
mágica gota adolescente
resbalando con lentitud
por la espalda.
Dejo los párpados abiertos,
abiertas las ventanas
que se asoman al interior
de la casa.
Por si quisiera
permanecer conmigo
y recordarme
que una vez
tuve ojos de poeta.


En conmemoración del día mundial de la poesía.

domingo, 20 de marzo de 2011

La comparación inmediata

Ni dos minutos ha tardado la derecha española en comparar el apoyo de Zapatero a la guerra de Libia con la foto de las Azores y en elaborar el argumento de que tan necesaria es esta intervención como lo era la de Irak, dado que la tiranía de Gadafi es calcada a la que Sadam Husein practicaba, en el momento en que Bush decidió tomar cartas en el asunto.
Era de esperar que su prisa electoral los traicionase en este sentido y los hiciese caer en el gravísimo error de recordar un pasado que, vista la desmemoria de los votantes, probablemente era ya un cadáver enterrado y olvidado por la inmensa mayoría.
Pero quieren llegar con honores a la victoria y aún siguen removiendo feos asuntos como la autoría de los atentados de Madrid y ahora éste, sin alcanzar a ver que si la gente pone a funcionar sus recuerdos, el efecto rebote de las continuos anzuelos lanzados, puede volverse en su contra a modo de abstención o de voto a “esos partidillos”, a los que no les dan la menor importancia.
Es seguro que recibirán todas las explicaciones que precisen cuando Zapatero intervenga en el congreso, pero yo, que a pesar de la edad conservo nítida mis capacidades memorísticas, podría hacer una serie de precisiones que desmontaría de un plumazo este afán comparativo que corroe las venas populares impidiéndoles controlar la lengua.
Para empezar, la intervención de Irak se inició cimentándose en una gran mentira: la de las armas de destrucción masiva que se inventaron Bush y Blair, quizá en uno de esos encuentros rancheros en que se ponían los pies sobre la mesa, y a la que enseguida se adhirió Aznar, corroído por los celos de no formar parte de los invitados de Texas y atraído por el glamour del protagonismo de los reportajes fotográficos que colocaban a estos nefastos personajes en todas las rotativas del mundo.
Después siguieron los encuentros, los apretones de manos, las familiaridades y la adquisición de deleznables acentos lingüísticos que todos recordaremos, sólo con echar la vista atrás, los ruegos de las Naciones Unidas para que retrasaran la intervención armada, las multitudinarias manifestaciones del pueblo español en contra de la guerra y la cerrazón en banda del ex presidente a perder los nuevos amigos que había adquirido, pagando por ello más tarde el altísimo precio de los atentados de Madrid, la ocultación consciente de la información que sobre ellos barajaba y la pérdida de unas elecciones que habría ganado sin esfuerzo.
Esto de ahora, aclaro sin entrar en valoraciones personales, es una resolución adoptada legalmente por el organismo internacional, basada en la terrible visión de los acontecimientos que se están produciendo en Libia y que están costando las vidas de unos civiles cuyo único delito ha sido el de manifestarse en exigencia de derechos fundamentales que por ser personas, les corresponden. Nadie ha hablado aquí de armas ocultas, sino de bombardeos visibles, de víctimas reales, de genocidio y otras atrocidades que han podido ser comprobadas in situ por testigos directos de los hechos acaecidos en territorio libio.
Huelgan pues, las odiosas y maledicientes comparaciones populares, que vuelven a presumir equívocamente la ignorancia de un pueblo, el nuestro, que afortunadamente se haya a años luz de la supina ignorancia que tan grata resulta a las derechas, para poder alcanzar sus fines sin que nadie pueda replicarles.
Puede que mucha gente haya perdido la oportunidad que se le brinda de adquirir educación, pero otra la aprovecha, se preocupa de lo que ocurre alrededor y almacena en el recuerdo cuanto acontece en su entorno, sobre todo para poder rebatir las mentiras que tratan de colarle los unos y los otros, en un intento descarado de manipular su libertad de elección en las urnas.
No vendría mal a los populares un poquito de recato y silencio porque si la aireada foto de las Azores vuelve a las páginas de la prensa, a lo mejor las encuestas empiezan a serles un poco menos favorables.


Estado de guerra

Por mucho que los políticos traten de suavizar los términos con los que se dirigen a los interlocutores de sus diferentes países, las, actualmente, llamadas intervenciones militares, son, a todas luces, guerras puras y duras, encubiertas.
Decíamos ayer, que han tardado demasiado en decidirse a tomar cartas en el asunto de Libia y tolerado con laxitud extrema la matanza de civiles llevada a cabo por los adeptos y contratados de Gadafi, parece que sin intentar siquiera, por medios exclusivamente diplomáticos, hallar una solución tajante que terminara con el sacrificio de las incontables víctimas que ha producido esta revolución de los humildes.
Ahora, de prisa y corriendo, Francia se apresta a bombardear Bengasi y el resto de los llamados aliados, concentran sus tropas en Italia, a la espera de poder sumarse, si Gadafi no rectifica su postura, a un ataque que le persuada de su empecinada actitud de quedarse al frente de una nación, que ha manifestado con toda claridad su deseo de deshacerse del yugo de su tiránico mando.
Esto de las guerras a distancia, sin que tu territorio sea siquiera rozado por el terror y la catástrofe de la destrucción, se está convirtiendo en una forma bélica que dista mucho de una confrontación a la antigua, con bajas y desolación en ambos bandos, ganaran o perdiesen la última batalla del conflicto en cuestión.
Es de suponer, que el apoyo prestado por occidente a los opositores, que soportaban una situación agónica en su heroica resistencia, habrá supuesto un suspiro de alivio y una nueva esperanza de cambio en el sinuoso camino de este pueblo hacia la consecución de una paz igualitaria para todos, que mejore sus condiciones vitales y sus inexistentes libertades de expresión y pensamiento.
Pero, aunque la balanza acabe inclinándose del lado de los justos, si el dictador no se aviene a entrar en razón y dispone del suficiente montante económico para mantener los enfrentamientos, el precio a pagar será elevado y las consecuencias de la guerra, como siempre, diezmará los recursos de los débiles hasta dejarlos a merced de las migajas que les quiera repartir quien, en un momento dado, le prestó socorro.
Nadie habla de qué exigirá occidente a cambio de su auxilio, aunque tratándose de un territorio petrolífero, resulta fácil sacar conclusiones del camino que seguirán si es que consiguen una clara victoria sobre la anterior tiranía.
Debe tener muy claro el pueblo libio, que la globalización capitalista en que nos movemos, no regala nada gratuitamente y que pasa facturas con elevadísimos intereses a quienes solicitan su apoyo. Y además, la tendencia al proteccionismo que caracteriza al principal promotor de esta alianza, léase, los Estados Unidos de América, suele acabar con un afán desmedido de dominación encubierta, que coloca a políticos- marioneta al frente de las naciones, a los que poder manipular a su antojo, para obtener sin traba alguna, los objetivos previstos.
De momento, nos vemos envueltos en una guerra, siendo, como somos, de natural pacifistas y aún tenemos que estar agradecidos porque, finalmente, alguien haya decidido tomar cartas en un asunto que se acercaba cada vez más a un genocidio, de los que hacen historia. Nadie nos aclarará nunca, si había otra manera de solucionarlo. Es lo que tiene ser gente corriente.


sábado, 19 de marzo de 2011

Tarde y mal

Con Gadafi en las puertas de Bengasi, la comunidad internacional se decide por fin a intervenir en Libia, cuando las pérdidas humanas son incalculables y el tirano sortea las dificultades acusándoles de injerencia y simulando un alto el fuego inexistente, que mantiene a los desheredados del país en un compás de espera insostenible, aguardando una ayuda que no llega.
La madrastra alemana se opone a la intervención, sin que sepamos las auténticas razones de fondo que la impulsan a ello, y los demás se entretienen en preparativos que dilatan la intervención, mientras la realidad del pueblo libio se desarrolla en un clima de guerra abierta, en una desigualdad abismal de condiciones.
La supremacía de Gadafi, tolerada por occidente hasta extremos que escapan a la razón de la gente honesta, le ha permitido atesorar tan enorme riqueza, que es una nimiedad el gasto que le ocasiona la contratación de mercenarios o la utilización de armamento de última generación en una cruzada de resistencia que masacra a su propio pueblo.
Habría que ver qué grado de implicación arrastra cada gobierno occidental en este despropósito y hasta qué punto están, realmente, concienciados con el problema que sacude la columna vertebral de los cimientos de esta nación. Para la mentalidad colonial-paternalista de los poderosos, lo normal es proteger al débil fomentando una invasión tácita de su territorio y una explotación total de los recursos naturales a favor de sus intereses globalizadores, que no mejora, en nada, la situación agónica de los que se levantaron contra la dictadura.
Ni siquiera consiguen unanimidad en la decisión y se pierden en votos y vetos, en sus multitudinarias asambleas, restado importancia al auténtico problema de fondo, como si los seres humanos no fueran otra cosa, que cifras que reflejar en una página que constata los fallecimientos.
No será fácil terminar con el problema, si es que la intervención llega a producirse y mucho nos tememos, que Libia pueda llegar a convertirse en un segundo Irak y el capital del dictador a invertirse en una nueva ola de atentados en los territorios de sus nuevos enemigos, dado el oscuro pasado terrorista que le acompaña.
Entretanto, Japón sigue luchando con abnegación contra el desastre nuclear de Fukushima, dando ejemplo al resto del mundo, de un civismo estremecedor que hiela la sangre de los que entendemos, desde el corazón, su enorme tragedia.
No se sabe bien hacia qué dirección dirigir la mirada, pero está claro que ambas situaciones precisan con urgencia, soluciones categóricas, a ser posible, con finales felices. A ver nuestros políticos son capaces, siquiera, de establecer prioridades a la hora de decidir qué hacer en cada caso. Pero no pensando en la economía, sino en los hombres.


jueves, 17 de marzo de 2011

Parece que fue ayer

Hace hoy justamente un año, en una de esas ideas repentinas que cruzan mi loco pensamiento, tomé la iniciativa de escribir un artículo diario y me decidí a crear este blog, por el que me asomo a esos mundos desconocidos desde un humilde rincón de mi propia casa.
Yo decía entonces que estaba tratando de cumplir un sueño y , aunque parece que fue ayer, detrás de esta ventana abierta al azar y sin ninguna pretensión crematística, hay ya doscientos cincuenta y dos artículos y un número de lectores que no hubiera podido llegar a tener, ni en mis previsiones más optimistas.
Nos han pasado muchas cosas juntos. Hemos asistido a tremendos desastres naturales, como los de Haiti y Japón, soportado la casi intolerable carga que sobre nuestros hombros han ido dejando los políticos, rescatado a unos mineros de las entrañas de la tierra, admirado la valentía de los primeros manifestantes de los países árabes luchando denodadamente contra los tiranos, criticado y alabado a quienes hemos pensado que lo merecían, hablado de los amigos del alma, casado a una hija, y hasta ganado un mundial de fútbol, al que no hemos podido acudir porque nos han rebajado los salarios.
Hemos establecido unos contactos impensables, si el medio en el que publico no tuviera la difusión que tiene y comprobado con orgullo, que cómo ya pensábamos, no hay fronteras capaces de separar a los hombres de buena voluntad, cuando se ofrece algo que les conmueve.
Quiero hoy dar las gracias a muchísima gente. A mis amigos, que me leen incondicionalmente y me animan a continuar en cuántas ocasiones coincidimos y a través de las líneas de comunicación que tenemos, a los que entraron por azar y se quedaron para siempre, a mis lectores del otro lado del charco, de Estados Unidos, Canadá, México, Chile o Argentina, a quienes probablemente nunca conoceré, pero cuyas historias me interesan, a los de la Unión Europea, a los recientemente incorporados, suecos y a tantos otros que hicieron el favor de dedicar un rato a mis opiniones, e incluso repitieron el intento.
No podría olvidar a la familia, que soporta con resignación los ataques de bohemia y locura que mueven las almas de los escritores, la indecisión que a veces nos lleva a dudar del interés de lo que hacemos y todo lo adereza con amor, que al final, es la esencia que debería mover el mundo.
Me tomo la licencia, de acariciar un poco la felicidad y renunciar a la diaria práctica de hablaros de lo que se cuece alrededor, aunque las perspectivas no son demasiado halagüeñas y me corroe la conciencia cuando me quedo al margen de las noticias de interés.
Pero como decía Escarlata O,Hara, en aquella vieja película que todos hemos visto alguna vez, hoy no quiero pensarlo, mañana será otro día.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Buscando un camino de esperanza

Quisiera poder atribuir a la edad la angustia vital que me embarga últimamente cuando me siento a escribir estas opiniones diarias, pero me basta una mirada alrededor para comprobar que estamos asistiendo a un desmoronamiento paulatino de una forma de vida, unas veces empujados por la iniquidad de los hombres y otras por los desastres naturales, que parecen haberse conjurado para sembrar desolación y muerte en toda la superficie del planeta.
Ya he reconocido abiertamente en muchas ocasiones, que soy alguien difícil de rendir, que suele buscar matices positivos hasta en el sufrimiento, tratando de enderezar cuanto se tuerce alrededor con pinceladas que puedan aliviar las dificultades, en la medida de lo posible.
Me cansa el ánimo contemplar la desastrosa situación del género humano, viéndolo incidir una y otra vez en los mismos errores, sin poder interpretar otro papel que el de sujeto pasivo o, a lo sumo, el de narrador que clama en el desierto sin ser oída por la mayoría de mis semejantes.
Hace tiempo que decidí que las afiliaciones que llevaran implícitas disciplinas capaces de condicionar mi conciencia, mataban la objetividad perseguida por mi espíritu libre, por lo que me resulta incómodo pertenecer a colectivo alguno y, aunque apoyo posturas determinadas en momentos puntuales, no soy capaz de canalizar a través de ninguno mis ansias de colaboración con la especie a la que pertenezco.
Pero a la vez, quisiera construir un camino de esperanza para los que me seguirán en el futuro y me siento responsable del mundo que heredarán, bastante perjudicado por los malos hábitos y condición de cuántos les antecedimos, que no dejamos de ser un ejemplo nefasto de insolidaridad y egoísmo.
No sé con qué autoridad moral pretendemos impartir lecciones de conducta a las nuevas generaciones, ni con qué argumentos tratamos de convencerles de que siguen existiendo entre nosotros valores como la ética o la fraternidad mientras nos debatimos entre una rendición incondicional a los valores materiales, aquejados de una vanidad ilimitada en la que nuestra propia codicia, no conoce límites ni respeto al sufrimiento ajeno.
Los roles están tan arraigados en la sociedad que hemos ido creando para ellos, que hasta resulta normal que no sean capaces de discernir entre el bien y el mal, e incluso se expongan voluntariamente al perjuicio de sustancias nocivas, con tal de escapar a la espantosa realidad que los amenaza con un futuro tan incierto.
Sólo quedan ciertas alegrías individuales capaces de otorgarnos un cauce hacia una felicidad presente en las cosas más pequeñas. La satisfacción de cumplir el deber, la constancia sacrificada y silenciosa de los amigos del alma, la abnegación sin aspavientos de la gente que arrima el hombro sin peticiones extraordinarias o la sencillez con que los más desfavorecidos afrontan su parte de la tragedia.
Son esas partículas apenas perceptibles, diamantes ocultos entre la vorágine de oscuridad que invade nuestro tiempo, disfrazado de brillante tecnología, de innovaciones multimillonarias y de engañosos oropeles causantes de espejismos sólo visibles durante un instante para mostrar un segundo después, su cruda e inaceptable voracidad.
Por nuestro bien, deberemos cuidar con mimo esas pequeñeces que muchas veces ignoramos y recordarlas y anclarlas al corazón para que no se nos escapen, proyectando su luz esperanzadora sobre las negras tinieblas que ciegan nuestro universo.



martes, 15 de marzo de 2011

La nube que se eleva

Sin que seamos informados con precisión del alcance real de los accidentes de las centrales nucleares de Japón, una ola de pánico sacude a un mundo que ha ido aparcando el debate sobre este tipo de energía, hasta que una catástrofe ha venido repentinamente a recordarle los peligros que entrañan estas fortalezas, diseminadas por todo el planeta.
Como si de un mal sueño se tratara, todos hemos visualizado la vieja imagen de la gran nube de la bomba de Hiroshima, elevándose en forma de enorme seta de humo negro, acabando con cuanta vida encontraba a su paso.
Hasta ahora, hemos convivido de una manera natural con las centrales, muchos de nosotros en pequeñas ciudades ubicadas dentro de sus límites y hasta nos hemos enzarzado en discusiones por conseguir su emplazamiento en nuestras localidades de origen, sólo porque proporcionaban puestos de trabajo muy bien pagados y, consecuentemente, un enriquecimiento del lugar al que terminaban perteneciendo.
Pero la cara oculta de este cuento que nos han vendido como maravilloso, se escapa a veces por las grietas que se abren en sus muros, provocando situaciones como las de Chernobyl, que aún no ha dejado de producir terribles secuelas, en quienes tuvieron la mala suerte de estar en el periplo de la radiactividad emitida.
Lo de Japón es infinitamente más grave y no ha hecho más que comenzar una carrera que, de no ser detenida- si es que se puede de algún modo- podría terminar afectando a una masa de población tan extensa, como dicten los vientos que se encarguen de esparcir el veneno, sin que nadie nos de una idea aproximada de hasta dónde puede llegar la tragedia.
Ya es inútil decir que esto debiera haberse previsto antes. Incluso, a nivel informativo, ha perdido interés el maremoto, el tsunami y las víctimas que hayan podido causar en su alocado paso por la isla porque, comparados con un desastre nuclear de magnitud impredecible, ambas cosas se convertirían en una especie de pequeños accidentes domésticos sin importancia.
En Europa, que sigue pensando aún si intervenir en Libia, mientras Gadafi recupera poblaciones causando muertos por doquier con sus escuadrones de mercenarios, se han aprestado a revisar con urgencia el funcionamiento de sus centrales nucleares y no niegan una enorme preocupación por el tema, aunque si su celeridad es la misma con la que afrontan cualquier problema que se les presente, los resultados serán obviamente desastrosos y todo quedará en la misma situación que se encuentra.
Pero al menos, debieran ofrecer una explicación de lo que acontece, de lo que puede suceder en un futuro inmediato, de las probabilidades de peligro que pudieran afectarnos y, en resumen, de la verdad, que suele brillar por su ausencia en las informaciones de estos malos políticos de turno.
Consternados aún por la visión de lo ocurrido en los últimos días, habrá que armarse de paciencia para esperar a ver si algo inevitable acaba sucediéndonos o si, por el contrario, con un poco de suerte, son capaces de solucionar, por una vez al menos, el problema y toman nota de cómo canalizar esto de la energía, intentando ir a fuentes menos letales y virulentas.


lunes, 14 de marzo de 2011

El idioma de los jueces

Nunca he entendido que el uso del lenguaje se valore mejor cuánto más se aleje de la comprensión de la mayoría de los receptores, pero reiterativamente esto ha sido así para intelectuales, escritores, reconocidos representantes de las vanguardias y todos aquellos que, vanagloriándose de sus conocimientos, han querido establecer una línea divisoria entre una élite intelectualmente superior, y el resto de los mortales que, en la mayoría de los casos, no tuvieron la suerte de poder acceder a una educación que les permita la comprensión de determinados términos.
El primer premio de este grupo de privilegio, habría que adjudicárselo, sin duda, a los juristas, cuya jerga corporativista, aún compuesta por demasiados vocablos decimonónicos, sujetos además a la interpretación personal de quien los maneja, se reflejan en mamotretos ininteligibles para el vulgo, que se almacenan en los juzgados, eternizando la resolución de los casos y provocando graves incidentes que cada vez separan más a los encargados de administrar justicia, de los ciudadanos a los que, teóricamente, sirven, como garantes del cumplimiento estricto de las leyes.
Hoy nos crispa sobremanera la decisión de un juez, que rebaja la pena a un maltratador (que acabó asesinando a su pareja), de diecisiete a doce años, no considerando ensañamiento las treinta y siete puñaladas que le asestó. Interpreta su señoría que no entraba en la mente del asesino la intención de hacer daño a la víctima, sino sólo la de matarla.
No cabe razonamiento menos lógico, si se tiene en cuenta, que el peor daño que puede infringirse a un se humano es el de arrebatarle la vida, ni cabe mayor despropósito que considerar cómo una especie de eximente el resultado de muerte para quien, no satisfecho con su deleznable acto, prosigue un ritual sangriento después del fallecimiento, hasta descargar sobre la víctima todo el desprecio que le corroía las entrañas cuando se decidió a cometer tal aberración.
Seguramente, los argumentos de tan avispado jurista, ocuparan un cierto número de páginas, en las que tratará de hacer discernir a quienes concierna el documento, qué le mueve a delimitar, como si de Dios se tratara, el punto exacto en que comienza la saña, cuando de un delito sangriento se trata.
El asesino, sin duda, agradecerá eternamente esta aclaración que le beneficia sobremanera y las cientos de hojas que reflejen esta sentencia, terminarán almacenadas en cualquier despacho con humedad, de los muchos que salpican los juzgados de España, en espera de ser revisado, si se solicita alegación, por instancias superiores que, cuando tengan tiempo, tal vez coloquen las cosas en su sitio.
Naturalmente, los familiares de la víctima y los ciudadanos en general, opinamos de forma muy distinta. No sólo el código penal necesita revisiones urgentes. El lenguaje de los juristas, precisa también una renovación que lo sitúe en la época histórica a la que pertenece. Necesita meridiana claridad en cada término, concisión en la extensión desmesurada de los asuntos tratados, modernización inmediata de conceptos que, sobre todo en los casos concernientes al género, han quedado explícitamente obsoletos y apertura hacia la comprensión de los ciudadanos que se ven obligados a lidiar con esta saga intocable de nefasta infalibilidad de criterios.
También estas medidas supondrían un gran ahorro económico para el país y, sobre todo, una humanización de los protagonistas de estas historias, que en lugar de cumplir con la obligación de socorrer a los débiles, con estos fallos garrafales que por cuestiones meramente lingüísticas, no hacen otra cosa que favorecer la corrupción y la delincuencia.



domingo, 13 de marzo de 2011

Sobrevivir a la tragedia

¿Qué marca la suerte de determinadas personas que sin tener características especiales, logran sobrevivir a las tragedias?
Podría pensarse que fuera un potente instinto de conservación lo que les permitiera no sucumbir a la furia de los elementos, permanecer días enterrados bajo los escombros, escapar de un alud, a pesar de las terribles condiciones atmosféricas o ser encontradas tras recorrer un largo camino a través del desierto, sin agua o alimento, pero vivas.
Los creyentes siempre atribuyen estas cosas a lo que ellos llaman milagros, atribuyendo connotaciones religiosas a los designios de un azar, que posa su mano arbitraria sobre personas anónimas, dándoles una nueva oportunidad de empezar a vivir, cuando ya todo lo daban por perdido.
Hoy nos llega la noticia de un hombre que, tras ser arrastrado durante quince kilómetros por la fuerza del tsunami japonés, aún se encuentra, inexplicablemente, entre nosotros, sin que haya trascendido la gravedad de sus lesiones que, desde luego, habrán sido múltiples, pero que no han conseguido vencerle.
El gran dilema que debe quedar dentro de estos seres humanos de suerte prodigiosa, ha de ser difícil de afrontar a la hora de reencontrarse con el mundo. Muchas veces, todos los de su alrededor han fallecido y han de hacer frente a la terrible orfandad que les queda, al silencio circundante, en el que sólo su voz es audible. Otras, hubieran preferido perecer, en el lugar de una mayoría que apenas había empezado a recorrer el camino y siempre les quedará la duda incontestable de por qué les tocó ese papel, como en una ruleta que hubiera detenido su flecha sobre su cabeza, en el momento en que se sorteó la tragedia.
Las secuelas psicológicas de algo así, seguramente acompañarán a sus protagonistas durante toda la vida.
Pero hoy estamos atentos a lo que puede llegar a pasar si los escapes de las centrales nucleares acaban siendo tan graves como parecen anunciar los primeros cálculos hechos sobre el terreno. Ya son demasiado espantosas las imágenes que van llegando, en las que contemplamos la fuerza arrasadora de las aguas asolando cuánto encuentran a su paso y las nubes negras provocadas por los incendios expandiéndose por encima de la desolación mayúscula de la tierra, asfixiando a los que vagan por las calles como ausentes, sin posibilidad de llegar a un destino cierto.
Hay comentarios que igualan la dantesca visión que se cierne ante sus ojos, con las que aún recuerdan de Hiroshima y Nagasaky, durante la segunda guerra mundial. Esta vez, el enemigo no ha sido humano, ni la catástrofe preconcebida como medida de presión para ganar una batalla, pero también habrán de pasar muchos años para que se mitiguen los recuerdos, sin que muchos de los que han sobrevivido consigan olvidarlo jamás.
Quería yo, transmitir el aliento a los que sufren, para que agradezcan la inmensa suerte de poder contarlo, para llorar con ellos a sus muertos, para infundirles un poco del calor humano que puedan aportar las palabras de una humilde escribiente al otro lado de la tierra. Y propiciar, desde esa humildad, que su mirada se dirija ahora hacia adelante, porque a pesar de todo, la vida sigue siendo maravillosa.

sábado, 12 de marzo de 2011

Tensa espera en Japón

Es imposible aún conocer los efectos de la terrible tragedia ocurrida ayer en Japón, pero a la preocupación por el número de víctimas, que sigue creciendo por momentos, se añade hoy el deterioro de una de las centrales nucleares del país, que podría convertir a la zona circundante en una nueva Chernobil.
Seguimos con expectación las noticias que tratan de esclarecer a la mayor prontitud, la magnitud real de lo sucedido, pero las informaciones que nos llegan a través de la red, hablan sin tapujos de posibles escapes radiactivos, sin que las autoridades japonesas confirmen ni desmientan nada, probablemente desbordadas por la catástrofe que se ha cebado con la tercera potencia del mundo, demostrando que las fuerzas de la naturaleza, cuando se desatan, no establecen diferencias entre pobres y ricos.
Las consecuencias de un escape radiactivo, en medio del espantoso caos que sacude la isla japonesa y sumado a otras posibles eventualidades aún por descubrir, cuando las cosas empiecen a tranquilizarse, pone en el punto de vida a los habitantes de esta parte del mundo, ahora necesitada de cuánta ayuda pueda prestársele, aunque su situación siempre sea menos desesperada que la de países que, como Haiti, no disponían a priori de medios económicos con los que afrontar un desastre sobrevenido inesperadamente.
La solidaridad mundial, tampoco ahora se ha hecho esperar, al menos oralmente, ya que, después de un año, miles de haitianos aún permanecen hacinados en improvisados campamentos de miseria, sin que la ayuda prestada haya sido capaz de mejorar sus condiciones de miseria.
Parece, al menos, que la fuerza del tsunami ha ido amainando antes de tomar contacto con otras partes que permanecían en alerta, por lo que a esta hora, no hay que lamentar otras víctimas, mas que las identificadas hasta el momento en Japón , que superan ya el millar, y continúan apareciendo.
Habrá en cambio que investigar a fondo el accidente nuclear y estudiar las consecuencias que puedan tener los escapes producidos y en esta tensa espera, aguardamos que se vayan restableciendo las comunicaciones, para poder seguir informando.

viernes, 11 de marzo de 2011

La cólera de la naturaleza

Mientras nos asaltaban los recuerdos del terrible atentado de los trenes de Madrid, como siempre nos ocurre cuando llega el once de Marzo cada año, los elementos incontrolables de esta madre Naturaleza, que a veces se desatan en una coincidencia aciaga contra el afán dominador de los hombres, producían en Japón uno de los maremotos de mayor intensidad de la historia, provocando un tsunami, de consecuencias aún incalculables.
La fuerza del fenómeno es tal, que sigue una trayectoria imparable, mantiene ahora mismo en alerta a países geográficamente lejanos del epicentro de la tragedia, pero que podrían verse igualmente desolados por los efectos de estas gigantescas olas, que anegan y destruyen cuánto encuentran a su paso, sin que toda la tecnología de última generación, pueda atajar la cólera incontrolable del fenómeno.
A pesar de ser uno de los territorios arquitectónicamente mejor preparados contra los movimientos sísmicos, las imágenes que nos llegan, a través de los medios de comunicación, son dantescas y resulta difícil prever qué podría ocurrir en naciones económicamente desfavorecidas, si, como dicen, el devenir de estas gigantescas olas se va haciendo mayor a medida que se van desplazando hacia la tierra.
Coge por sorpresa a la comunidad mundial la magnitud del acontecimiento y habrá que esperar a ver si se cumplen las crudas expectativas que los entendidos en la materia predicen. Sin embargo, es momento de solidaridad inmediata con los afectados y de previsión de los males mayores que pudieran venir, ofreciendo toda la ayuda posible para evitar una situación de caos, que podría superar en mucho a la ocurrida hace tan solo un año, en Haiti.
Parece que empiezan a evacuarse poblaciones completas, antes de la llegada del Tsunami, pero la última hora cuenta que ha tocado las costas de Haway, sin producir daños.
Mantengo esta línea abierta, por si se produjeran novedades, en un sentido o en otro. Quiero esperar que la Naturaleza se serene.

jueves, 10 de marzo de 2011

En ríos revueltos

En todas las épocas históricas en que la humanidad ha atravesado situaciones de extrema dificultad, ha sido una constante la proliferación de salvadores iluminados que, con hábiles promesas de restitución de valores aparentemente perdidos, han conseguido obnubilar a las masas arrastrándolas a lo que, después, serían catástrofes vergonzantes de aciago recuerdo, apelando al sufrimiento generalizado para alimentar el motor de una locura individual, ávida de poder territorial en el que asentar el integrismo de sus paranoicos sueños.
Nuestro tiempo no es, desde luego, la excepción que confirme la regla y la avaricia desmedida del capitalismo global que nos gobierna, estaba tardando en generar el caldo de cultivo que propiciara la aparición del fanatismo, en contraposición total con la cordura que debiera predominar para hacer frente a esta crisis eterna.
Curiosamente, ha sido en Francia, siempre considerada cuna de la libertad, dónde nos ha sorprendido la noticia de que si hoy se celebraran elecciones, el partido ultra conservador, anteriormente liderado por Le Penn, y ahora por su hija, conseguiría un número de votos muy superior al del presidente Sarkozy, que ya se encuentra a la derecha del arco político, como bien demuestran sus medidas en detrimento de la clase obrera, tan protestadas por los sindicatos de allí.
Las ideas del señor Le Penn no son un secreto para nadie. Declarado racista de radicalismo feroz, cercano al fascismo más recalcitrante, ha sido asiduo visitante de los mítines ofrecidos por los franquistas españoles y enfervorizado defensor de teorías similares a las del nazismo hitleriano, sin preocuparse de reprimir su lengua, considerando el holocausto judío como “un detalle sin importancia de la historia”.
Sin esconder su nacionalismo totalitario, en su programa se contempla la inmediata expulsión de todos los emigrantes que no procedan de Europa, por considerarlos razas inferiores, la restauración de la pena de muerte y el aislamiento de los enfermos de sida, por el altísimo índice de contagio que atribuye a la enfermedad. Incluso propone la cancelación de los contratos de los jugadores de color que militan en equipos franceses y considera la homosexualidad como una enfermedad a extinguir.
La implantación de tales argumentos en el corazón de Europa, con el consentimiento de las urnas francesas, podría convertirse en un gravísimo problema, si sus efectos propagadores llegaran a traspasar las fronteras del país, inundando con su inmundicia la mente de las masas descontentas.
Resulta inaudito que pueda siquiera contemplarse como solución a la crisis, el enaltecimiento de doctrinas directamente relacionadas con la deshumanización, contrarias a la multi raciali dad de los pueblos y defensoras de un pensamiento único excluyente de personas, por cuestiones de raza o sexo, que podría terminar silenciando la libertad de expresión de cuántos somos diametralmente opuestos a sus absurdos planteamientos.
No se entiende cómo los tribunales internacionales aún no se han decidido a prohibir para siempre la propagación de estas ideas y a ilegalizar a los partidos que las abanderan, de manera inmediata.
Las experiencias del pasado hablan por sí mismas y constituyen una vergüenza imperdonable para cualquier ser humano que se precie y una atrocidad sin paliativos, que no puede volver a repetirse jamás.
Tomen nota los dirigentes europeos de adonde pueden terminar la economización del sistema político que proponen y cuáles pueden ser las consecuencias del hastío que producen en los que han convertido en víctimas de su crisis mundial.
El horror que podría llegar de la mano de este tipo de fanáticos, sería indescriptible. Produce escalofrío solo pensarlo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Intra muros

Sabido es, que los conventos siempre guardaron tesoros ocultos que, bajo las rígidas reglas de la clausura, permanecen ignorados para el resto de los mortales, cuya única comunicación con los habitantes de estas instituciones, suele ser una hermana tornera, de quien oye la voz, detrás de una celosía, que oculta escrupulosamente su rostro.
Hasta ahora teníamos entendido que estos tesoros tenían siempre que ver con el patrimonio cultural, ya que se trataba de alguna obra pictórica donada en la antigüedad por algún noble a la congregación, o, a lo sumo, colecciones de imágenes del niño Jesús, de diversas épocas, vestidos por las primorosas manos de las novicias y expuestos en alguna conmemoración de importancia para su orden, si la ocasión lo requería.
Algo se habían modernizado últimamente, dedicando su tiempo a cocinar manjares exquisitos, que se podían adquirir casi siempre en los días previos a la Navidad, a través de los obispados de las provincia, o in situ, previo pago de su importe, aunque sin otra oportunidad que la de situarse en una especie de zaguán y a través del ya mencionado torno giratorio, por el que se recoge la mercancía.
Lo que no sabíamos, desde luego, es que el negocio de los dulces reportara tan altos beneficios.
Ayer, nos sorprendía la noticia de que uno de estos conventos había presentado denuncia por el robo de un millón y medio de euros, perpetrado en su interior, seguramente por algún descreído sin conciencia, y que las pobres hermanitas almacenaban guardados en bolsas de plástico, en el interior de una alacena, quizá emulando las andanzas de Julián Muñoz cuando aún era el alcalde de Marbella.
Supongo que los pasteleros del país, se han quedado de piedra al conocer los hechos, porque hasta el momento, no se conoce a ninguno que con el esfuerzo diario de su trabajo, haya sido capaz de acumular tamaña cantidad de dinero, ni que haya sacado de su labor diaria otra cosa, mas que una lidia permanente con unos horarios imposibles y un salario digno con el que alimentar a sus familias, sin grandes dispendios.
Y eso que ninguno de ellos tiene la obligación de cumplir el voto de pobreza, implícito en las reglas de estas congregaciones, ni tiene que repartir con los pobres el montante de sus ganancias, aunque sí la obligación de arreglar cuentas con Hacienda y, seguramente, la precaución de guardar en algún banco, las pocas ganancias que les quedan, tras pagar a los proveedores e intermediarios de que se nutren.
Tal vez, en el caso de las monjitas, al tener línea directa con lo divino, se haya producido un nuevo milagro parecido al de la multiplicación de los panes y los peces, sólo que ahora el producto de la multiplicación han sido billetes de quinientos euros, en recompensa a sus desvelos y dedicación a la vida contemplativa que practican.
Lo que no acaba de cuadrar en esta noticia, es el destino previsto para la cantidad sustraída, porque es mucho para gastarlo en harina, azúcar, miel y huevos, dado que todos ellos son productos perecederos que resultaría inútil almacenar con vistas a un futuro, y poco para establecer una multinacional del ramo, aunque las previsiones de mercado fueran absolutamente favorables a la salida de los productos elaborados por estas mujeres, totalmente apartadas de los vaivenes económicos que sacuden el mundo.
Quizá, esa desconexión en que se encuentran, les impide saber cuánta necesidad hay en la tierra y las carencias que sufren los humildes que ni siquiera cuentan con un sitio en el que cobijarse. De otro modo, no se comprende este almacenamiento desmesurado de riqueza en un lugar de austeridad y recogimiento, ligado por doctrina a socorrer a los desfavorecidos, allá donde se encuentren. O puede, que la historia que nos llevan vendiendo, junto a los dulces, durante toda nuestra vida, no sea más que una gran mentira y dentro de cada ancianita vestida con hábito, habite un corredor de bolsa que ambiciona multiplicar dividendos con los que asegurar una cómoda vida al pequeño estado que regenta el máximo representante de su católica Iglesia.
Así que no sé si desear que el dinero sea recuperado, porque puede que ayude mucho más a las necesidades ajenas donde quiera que esté en este momento, que oculto en un armario con olor a manzanas, tan añejas como sus dueñas.
Eso si, no pienso comprar un dulce más a estas señoras, aunque tenga que estar toda la Navidad comiendo galletas industriales, que al menos aseguran puestos de trabajo a los padres de familia que ahora se encuentran al borde de la calle.

martes, 8 de marzo de 2011

Una reiteración necesaria

Con el cariz que están tomando los asuntos de Libia, hay, necesariamente, que hacer referencia a ellos a diario, aún a riesgo de hastiar a los lectores con acontecimientos que, de haber sucedido de otro modo, podrían perfectamente pasar por una de las muchas guerras civiles que se producen en nuestro mundo, sin que se les conceda, en los medios, la menor importancia informativa.
Pero los precedentes sentados por Túnez y Egipto, que han supuesto las primeras revueltas de países árabes en la reivindicación de sus derechos fundamentales, confieren al tema perspectivas históricas inauditas, que sin duda, merecen una página aparte, hasta el punto de poder cambiar el curso de la humanidad.
No es nada nuevo, la represión que los tiranos son capaces de ejercer contra sus pueblos, Nosotros mismos, hemos tenido cuarenta largos años para comprobarlo y de ahí, tal vez, nuestra empatía con el pueblo libio, al que comprendemos en profundidad, aunque, afortunadamente, todo lo que ellos ahora sufren, se haya convertido aquí, únicamente en un mal recuerdo de otra época.
Claro que hay en nuestro propio territorio problemas graves de los que preocuparse, pero comparados con la magnitud de los sucesos que protagonizan Gadafi y sus secuaces, son agua de borrajas, aunque, en nuestro lógico egoísmo individualista, consideremos lo que nos atañe personalmente, como lo más importante de nuestras vidas.
Hoy nos hemos enterado que ETA tenía previsto el asesinato de Patxi López, utilizando un franco tirador que lo abatiera en uno de los actos públicos a los que asiste. No sabemos si pensaban hacerlo antes o después de que quede resuelta la solicitud de legalización de Sortu, pero cuando se trata de muertes, poco importan en realidad, minucias administrativas como estas.
En el fondo, aquí y en Libia, igual que en el resto del mundo, el respeto a la integridad física de los individuos es prioritario y como tal debe entenderse, antes de adoptar decisiones que acaben en resultado de muerte. No importa si los caídos tienen nombre conocido, o son seres anónimos sin derecho a una tumba dónde reposar, tirados en las calles sin asfaltar de cualquier nación menos favorecida que la nuestra. No importa su filiación política o religiosa, ni tampoco su edad o su sexo, ni su aceptación del riesgo cuando asumen un cargo o, simplemente, alzan su voz contra la injusticia social que les rodea.
Unos y otros forman parte de una humanidad que, desgraciadamente, incluso ha dejado de conmoverse ante los horrores que les son servidos en bandeja de plata, por las pantallas de las televisiones, con una normalidad que hiela la sangre, sólo de pensarla.
Nos hemos acostumbrado a vivir contemplando en directo la muerte. Su imagen se cuela en nuestras casas a la hora de la comida, mientras hablamos, sin inmutarnos, de cómo nos ha ido el día o de los proyectos de fin de semana, sin detenernos a pensar que lo que ocurre ante nuestros ojos, si el azar fuera otro, podría estar pasando en la esquina de nuestra calle y ser nosotros quienes se desplomaran inertes ante las balas de cualquier enemigo.
Es esta irreverencia la que obliga a la conciencia de quien escribe, a incidir una y otra vez sobre la obligación de asumir que también estas historias son las nuestras y hacer una llamada de atención, para que no olvidemos nuestra suerte y deseemos, para los que no la comparten, que también para ellos salga el sol que tenemos la dicha de contemplar desde la ventana, en lugar de los ríos de sangre que encharcan su entorno, sin que su pobreza sea capaz de mover a compasión el pétreo corazón del resto de sus hermanos de especie.

lunes, 7 de marzo de 2011

La hora de la venganza




Sentar a Baltasar Garzón en el banquillo de los acusados, ha constituido, sin duda, uno de los objetivos a conseguir, para la derecha española. Así que se podría decir, sin temor a equivocarse, que, probablemente, su felicidad se habrá sido colmada esta mañana, cuando hayan visto avanzar al juez hacia su inevitable cita con la justicia y que, seguramente, hasta utilizarán su línea directa con los santos, para rogar que el caso siga adelante y que la sentencia acabe siendo implacable, para con quién levantó la liebre del caso Gurtel, que tantos quebraderos de cabeza está trayendo a una parte bastante señalada de sus “ilustres” militantes.
Alega la parte acusadora, que se vulnera la intimidad con las cintas que el juez mandó grabar y en las que, parece ser, que se hablaba sin recato, del montante económico que constituye el meollo de este episodio de corrupción y que, naturalmente, señala abiertamente con el dedo a los participantes en el asunto, si es que, finalmente, son admitidas como prueba, en alguno de estos tribunales, tan escrupulosos en la aplicación de las leyes, cuando los supuestos delitos son cometidos por personas doctrinalmente afines a la ideología soterrada en que militan quienes los dirigen y cuya manga suele ensancharse, si los acusados pertenecen a grupos diametralmente opuestos a sus creencias, siempre hablando de casos similares en contenido.
No seré yo quien se declare a favor de la vulneración de las leyes, pero, ciertamente, las investigaciones habrán de valerse de ciertos mecanismos con los que poder esclarecer los hechos que permitan una obtención de pruebas necesarias, para poder instruir una causa, y aclarar quienes se hayan implicados en ella, sin que una continua obstrucción, impida que se avance hacia la verdad, salpique a quien salpique, para acabar ofreciendo una impunidad, sobre todo en delitos de corrupción, de la que ya hemos visto beneficiarse a demasiados individuos, fundamentalmente relacionados con la clase política.
No es de extrañar que las arcas del país se hallen en la deplorable situación que atraviesan en nuestros días, si se toma como lícito, que cualquiera que ocupe un cargo, se considere con derecho a saquearlas, en propio beneficio, o acepte ser sobornado de manera escandalosa por terceros, en pago de concesiones arbitrarias a favor de determinadas empresas, en un aprovechamiento ruin de la posición que ocupan y a sabiendas de que, si son denunciados, su caso corresponderá a jueces correligionarios, que ni siquiera admitirán a trámite, lo que, teóricamente, debiera ser considerado como delito flagrante, en cualquier estado de derecho.
Es pues, para el ciudadano, lícito, que si en algún momento el juez Garzón albergó la sospecha de que con las escuchas conseguiría averiguar el paradero de los dineros de la trama Gurtel y los nombres de los implicados en este farragoso asunto, decretara sin demora su ejecución para evitar que, como estamos viendo, todo acabara diluyéndose en el paso del tiempo y que, inclusive, uno de sus mas relevantes imputados, tuviera la oportunidad de encabezar las listas de su partido en las próximas elecciones municipales, amparado por la aquiescencia de los que, en un acto de clarísima venganza contra el que fue encargado de la causa, le sientan hoy en el banquillo con acusaciones inauditas de haber prevaricado, sólo por cumplir con su deber.
En otro tiempo, un alto cargo del partido popular, el señor Zaplana, ya ilustró con una frase lapidaria su paso por la política admitiendo que había entrado en ella, textualmente, para enriquecerse. Probablemente, esta confesión abierta de sus intenciones, llevó la luz a muchos de sus militantes que, demostrando la gran admiración que por él sentían, siguieron después su ejemplo, sin que hasta ahora nadie haya puesto coto a sus desmanes, ni se sepa que hayan restituido lo que nos robaron, ayudando sobremanera a que la situación del país haya llegado a extremos impensables, hace sólo unos pocos años.
Pero hay que tener cuidado con los precedentes que sientan ciertas sentencias. Y si Garzón es finalmente, condenado por lo de las escuchas, de poco servirán en ocasiones futuras similares, la utilización de los mismos mecanismos, aunque los corruptos militen en formaciones opuestas al PP y los jueces instructores pertenezcan a la llamada ideología progresista o, incluso, proclamen una, casi imposible, independencia, en el ejercicio de sus funciones.
Si las escuchas ahora no son admitidas, no podrán serlo jamás. Y si Garzón es inmolado y apartado para siempre de su cargo, no quepa la menor duda que se habrá abierto una brecha difícil de cerrar en la judicatura y una espiral que podría volverse en contra de los que ahora se proclaman líderes de la aplicación de las leyes.
En esta vida, casi siempre, el tiempo generoso, acaba por poner a cada uno en su sitio.

domingo, 6 de marzo de 2011

Este desconocido y yo





Hay veces, en que no paro de maldecir este pequeño invento y añoro mi vieja máquina Olivetti de color rojo, que durante tantos años me acompañó en esta aventura de escribir, que fue una vocación temprana de las que duran toda la vida.
Reconozco la utilidad de este medio y las infinitas oportunidades que ofrece. Es innegable que ha acercado los espacios y que ha abierto un universo de conocimiento, antes inasequible, a millones de personas, asentadas en lugares muy diversos, pero convendrán conmigo, en que también puede convertirse en algo bastante engorroso, si, como en mi caso, los conocimientos que sobre el se tienen, se limitan al hecho de abrir algunas ventanas y pulsar algún que otro botón, para poder llegar a una función determinada, de las muchas que ofrece, a otros súper entendidos en la materia, capaces de deslizarse por los múltiples recodos que se ocultan bajo un teclado de apariencia simple, que, en ocasiones, parece rebelarse y hacer exactamente, lo que le da la real gana.
Ayer, por ejemplo, debí tocar en algún sitio que no podría precisar, y, de pronto, vi reducido el tamaño de mi pantalla a una mínima y ridícula expresión, en la que ni siquiera era capaz de distinguir las letras que escribía, y que me costó toda la tarde arreglar, dado el desconocimiento supino que sobre la informática tengo y que aún no sé bien cómo resolví, para poder sacar adelante este artículo, que hoy llega a vosotros, como si nada hubiera pasado.
En estas situaciones, bastante habituales, dada mi torpeza en la materia, mi lenguaje usual, bastante comedido, suele transformarse en una jerga infernal de improperios fuera de lógica y de elevación tonal perceptible desde la lejanía, logrando de mi una especie de lado oscuro capaz de asustar a quien se encuentra a mi lado y que demuestra de forma impepinable, la poca empatía que me une a este compañero de viaje, que se ha convertido en imprescindible, en el mundo que me ha tocado vivir.
Demuestro entonces, una suerte de odio ancestral hacia cualquier posibilidad de entendimiento y hasta creo que soy correspondida por este pequeño tirano, que, probablemente abrumado por mi urgencia, se niega a obedecer mis órdenes y da la impresión de tener vida propia para instalar y desinstalar en sus tripas, funciones de nombre irrepetible, que, no sólo no solucionan aquello que intento, sino que agravan aún mas mis cuitas, degenerando en un desencuentro total entre nosotros.
Con mi vieja máquina de escribir, una cinta nueva y un bote de tipex, resolvían cualquier error cometido y podía continuar escribiendo, pero desde que decidí jubilarla y dar el paso a la modernidad que reclamaban los que me rodean, como imprescindible para cualquier escritor que se precie, estos enfrentamientos narrados, se han convertido en parte de mi vida y me reportan con bastante frecuencia, cabreos antológicos de los que sólo consigo salir, cuando, sin entender cómo, las cosas vuelven a la normalidad y puedo seguir avanzando.
No pregunten dónde he tocado para que este artículo haya podido, al fin, escribirse, porque no lo sé.
Empiezo a creer que cuando las cosas se ponen demasiado feas, este desconocido siente lástima de mi ignorancia y acaba por decidir devolverme a la normalidad que deseo, acabando con esta odisea de navegación cibernética, que termina cuando regreso a la dulce Itaca de mi simplicidad, no sin antes, exhalar un hondo suspiro de alivio.

jueves, 3 de marzo de 2011

Sin que llegue el final

La dependencia petrolífera que padece nuestro mundo, obliga, al fin, a ciertos organismos internacionales a tomar decisiones con respecto al conflicto de Libia, cuando ya resultan irrecuperables las vidas perdidas en ese territorio y mientras continúan los enfrentamientos encarnizados y el éxodo masivo de los que huyen de la violencia, haciendo insostenible la situación para países que, como Túnez, acaban de vivir, con mejor suerte, otra revuelta popular de la que apenas están empezando a recuperarse.
Se ofrece Chávez, como mediador del problema y Gadafi lo acepta, sólo unos días después de que circulara el rumor de que Venezuela estaba dispuesta a ofrecerle asilo, si por fin decidía abandonar el poder, por lo que los opositores, dudan, lógicamente, de que su mediación favorezca sus intereses, dada su declarada amistad con el tirano que los gobierna desde hace mas de cuarenta años.
El derecho internacional quiere juzgar por genocidio a este siniestro personaje, que utilizando en su favor la hambruna que sacude ciertos países africanos, se dedica a contratar mercenarios capaces de cargar contra su propio pueblo, mientras interviene periódicamente en espacios televisivos, amenazando proféticamente con interminables guerras civiles, a quienes se atrevan a desafiar su mandato e intentando colocar el cartel de instigador de la revuelta a un terrorismo islámico que poco tiene que ver con la miseria que sacude a, sus, hasta ahora, sacrificados súbditos, y privando de la libre circulación a cualquiera que intente ofrecer una imagen objetiva del conflicto a un mundo asombrado por lo que es capaz de hacer un solo hombre para no renunciar al privilegio del poder.
Parece que la OTAN se prepara para una posible intervención militar en la zona, suponemos que con el beneplácito de Naciones Unidas, y que se ha comenzado a negociar con los rebeldes las cuestiones de combustible, que son, en el fondo, lo que interesa verdaderamente solucionar, para que podamos continuar con nuestras cómodas vidas burguesas, sin ser incordiados por actos tan desagradables como los que suceden ante nuestros ojos y que tan lejos quedan de Occidente, de no ser por la relación financiera que con ellos mantenemos.
No es creíble que nada se pueda hacer para terminar con este horror que martiriza diariamente a miles de seres humanos. Son tan potentes los medios que poseen los países del primer mundo, que cuesta creer que un lunático pueda permanecer en su fortaleza de oro, impune a las medidas de presión de los que tienen la sartén por el mango y enrocado en su loca obstinación de seguir masacrando inocentes, sin posible solución.
Qué curioso, que la larga mano de la justicia partidista de los que gobiernan el mundo, haya sido capaz, tantas veces, de poner fin a la vida de auténticos hombres de buena voluntad, utilizando subterfugios múltiples de dudosa procedencia, y ahora, dejen pasar el tiempo, sin atender la llamada universal que les pide que acaben con esta espiral de violencia, que se ceba con los inocentes, en número incontable.
Algo huele a podrido en estas relaciones que se mantienen con el tirano libio. Tal vez no interesa un cambio de poder en esta tierra, por si cambian las condiciones políticas y económicas de la zona. de un modo que perjudique a los gigantes que gobiernan las grandes empresas y comience un ascenso, más que merecido, de una nueva élite que desequilibre el orden establecido por el sistema capitalista.
Ya veremos. Por cierto, Israel mantiene un sospechoso silencio. Es extraño que estando tan cerca, no tenga mucho que decir.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Promesas de aire

Nos ha traído Febrero, un nuevo aumento del paro de casi setenta mil personas, demostrando que, al menos de momento, la tan traída y llevada reforma laboral, que ha destrozado toda la lógica prevista para un gobierno socialista, no sólo nos niega los apetecidos frutos que auguraban sus promotores, sino que incide en nuestras ya maltrechas perspectivas, dejando en la calle a muchas mas personas de las que, probablemente, hubieran permitido las antiguas leyes por las que nos regíamos, antes de que se desatara esta locura reformista.
Mientras, en Libia, se libran duros combates entre los partidarios y mercenarios contratados por Gadafi y los rebeldes revolucionarios, a los que les está costando demasiada sangre, la conquista y rendición de Trípoli.
Sin dejar de lado la preocupación por la gente de los países árabes, ni la inquietud que produce la obstinación imperdonable de los tiranos por conservar el poder, a costa siempre del sacrificio de otros, el mal momento que estamos atravesando aquí, no puede ser tampoco motivo de olvido, aunque nuestros políticos se empeñen en disfrazar todo lo que sucede alrededor con los colores de una paleta preparada para que estos casos, no acaben por desequilibrar la balanza que les favorece, agitando los ánimos de las masas como para empezar a seguir el ejemplo de ir tomando las calles, para recuperar nuestros sustraídos derechos.
Las promesas de nuestro presidente, cada vez se dilatan mas en el tiempo y los puestos de trabajo que iban a empezar a crearse en el segundo semestre del 2010, posponen ahora su llegada hasta el verano del año en curso, evidenciando que las palabras con que tratan de transmitirnos cierta esperanza, son sólo aire, que se difumina confundido con la nube de contaminación atmosférica que cubre nuestros cielos, sin dejarnos ver siquiera, un mísero rayo de luz que nos caliente.
Aprovechando la coyuntura, el líder de la oposición no hace otra cosa que proclamar a los cuatro vientos todos los errores, más que sabidos, del gobierno, compadecerse de los males que nos afligen, en una inusitada posición de cercanía con las doctrinas de una izquierda que siempre desdeñó, y sumar puntos a su favor en las encuestas, sin ver el momento de llegar al poder, pero sin que de su boca salga una sola propuesta que ilustre cuál es su plan, para que los cinco millones de desempleados, puedan recuperar su sitio en un mundo laboral que acabará hecho trizas, si no salimos, de algún modo, del sistema capitalista que nos ahoga.
Huelga decir, que las opiniones de otros grupos políticos, seguramente, existirán, pero nos son, permanentemente escamoteadas, por unos medios de comunicación, claramente partidistas, en uno u otro sentido, de manera que nunca llegan a los oídos de los ciudadanos, que han terminado por considerar cómo uno de sus problemas más importantes, la amoralidad de la clase política, con lo que eso conlleva de desesperación, en la rutina diaria que estamos obligados a soportar.
Será difícil que pueda producirse una regeneración inmediata de la imagen que tenemos de nuestros representantes, y mucho más difícil aún, que pueda producirse un milagro que reduzca la profunda depresión en que se mueven nuestros desocupados, consiguiendo mermar su número, hasta unas cifras que entren dentro de la normalidad.
No sirve darse prisa en buscar mercados en el extranjero para nuestros productos, ni estrechar manos en Europa con la meta de no ser reprendidos por quienes ya empezaron a salir del abismo. No tenemos tiempo, ni ganas, de volver a esperar por si se cumplen las etéreas promesas de nuestros impresentables oradores de pacotilla. Nos han mentido tanto y con tanta asiduidad, que se ha cubierto el cupo de oportunidades para mostrar la verdadera cara del problema.
Soplan vientos de cambio en esta vieja tierra nuestra. A ver si comos capaces de saber cómo encauzarlos y hacia adonde dirigirlos.

martes, 1 de marzo de 2011

Anclados a los rigores del infierno

Sé que a mis amigos Marta y Jóse, les encantará saber que Rouco Varela ha sido reelegido, de nuevo, como representante de la Iglesia Católica española, ya que los que tienen derecho a voto y veto, en esto de las labores celestiales del país, se empeñan, pertinazmente, en poner sus asuntos en las manos sin callos, de este curioso personaje, garante de los valores más retrógrados de la institución que representa y perejil de todas las salsas que se precien de cierto lustre, como demuestran sus enfervorizadas intervenciones en eventos reales y otras epopeyas análogas.
El cargo le viene como un guante para poder pasear por los foros de alcurnia sus modelitos de alta costura eclesiástica, arremeter con su voz aterciopelada contra los descreídos defensores del estado laico y convocar multitudinarias manifestaciones de familias numerosas, a ser posible encabezadas por miembros física o psíquicamente disminuidos de las mismas, donde reclamar junto a la derecha recalcitrante, en contra de las leyes del aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo, o a favor de las clases de religión impuestas en los colegios públicos, pagados con los impuestos de todos los españoles, sean o no, congéneres de la ideología religiosa que representa.
No pierde ocasión de hacer patria, en el sentido más conservador de la palabra, a favor de una doctrina que huele desde lejos a obsoleta, ni de cerrar parroquias implicadas en la regeneración de drogadictos, protección a la emigración o todo aquello que tenga que ver con la auténtica caridad cristiana, que dice defender, con argumentos vanos, como el de que los sacerdotes repartan la comunión vestidos con vaqueros, o que su vocabulario y aspecto físico se acerque más al de cualquier trabajador de barrio, que al de la pasarela mediática en que el mismo se mueve, con el consiguiente dispendio económico necesario, para tener un fondo de armario, como el que le permitió cambiarse ocho veces de atuendo, en la boda de los príncipes.
Será que los pobres no están a la altura de su eminencia, y que la jerga de los desheredados, no cuadra con la fina expresión y galanura con que se desenvuelve, en las altas esferas a las que pertenece. O será que es más proclive a recibir que a dar, porque, entre las muchas lindezas que han salido de su exquisito lenguaje, jamás se le oyó mencionar las necesidades de los pobres como prioritarias, ni se le vio acercarse a las chabolas que habitan, ofreciéndose remediar su espantosa situación de miseria física y espiritual, como seguidor declarado de la doctrina de Cristo.
Tampoco ahora, en su celebrada reelección, ha hecho mención siquiera, a la situación desesperada que viven los pueblos árabes, ni ha criticado los métodos de los tiranos, ni puesto el poder de su cargo, a disposición de una mediación pacífica que resuelva, a mayor brevedad, el sufrimiento de los débiles.
Repite también, acicalado como un galán de cine en la alfombra roja de Hollywood, su segundo de a bordo, en una comunión perfecta con el pensamiento de su jefe, e igualmente, al margen de todo aquello que no tenga que ver, directamente, con la pérdida de alguno de los poderes, que durante años detentaron, bajo los palios de la dictadura.
Así que, queridos Marta y Jóse, nada nuevo esperamos bajo el sol de la curia cardenalicia reincidente, que aún nos amenaza con los rigores del infierno, desde los púlpitos de las lujosas iglesias que regentan, sin darnos oportunidad para defender nuestro derecho al laicismo, aunque sólo sea como tabla de salvación, frente a su carpetovetónica visión del mundo y de las gentes que lo habitan.
No deben haberse enterado de la desaparición del limbo, porque permanecen en él, flotando en la supina ignorancia de la realidad, aunque convencidos de ser los únicos libres de cualquier pecado que pueda siquiera rozar su condición de superhombres.