Después de una tarde convulsa, en la que miles de personas se
manifestaron en Barcelona, exhibiendo caretas
con el rostro de Puigdemont y llegando hasta las puertas mismas del Parlament, reclamando
una Investidura imposible, Tele5 hace
pública esta mañana una conversación mantenida, a través del móvil, entre el ex
Conseller Comín y el propio Puigdeemont, en la que el segundo dice literalmente
que “otra vez se ha terminado la República catalana” y que “esto se acabó”
haciendo alusión a que la estrategia del PP los ha derrotado y que dedicará, a
partir de ahora, su vida a gestionar su propia defensa, cayendo en un
victimismo exagerado, mientras presume abiertamente de haber hecho un gran
sacrificio.
Los mensajes, que deben haber sido captados por alguno de los
periodistas de Tele 5, presente en un acto que se celebraba ayer tarde en
Bélgica, hablan también de la posibilidad de canjear la marcha del ex
President, por la libertad de los encarcelados, mostrando un cierto tono de
enojo tácito, con la decisión de suspender el pleno de ayer, tomada por
Torrens, a primera hora de la mañana.
Con ciertos signos de abatimiento, Puigdemont se duele de que
su supuesto sacrificio y el de sus compañeros en Bélgica, no haya servido para
coronarle en olor de multitudes, como President de la Generalitat, de manera
telemática, como seguramente esperaba y
sugiere, una especie de rendición por parte de Esquerra Republicana, acusándola
en cierto modo, de haber perdido una batalla, que sólo para él mismo y sus
partidarios, podía tener alguna posibilidad de ser ganada.
Comín, que no ha certificado en ningún momento la veracidad
de los mensajes, pero que ha decidido denunciar a la Cadena que los ha hecho
públicos, esta misma mañana, apenas habla en esta conversación compartida,
abrumado quizá por la naturaleza de las palabras que en ese momento estaba
recibiendo a través de su móvil.
A más de uno le gustaría pensar que Puigdemont ha puesto por
fin los pies en el suelo, pero la lectura entre líneas de estos mensajes
enviados, un rato después de que todos
sus planes se frustraran son la suspensión del pleno en el que esperaba ser
investido, son más, una rendición forzada por unas determinadas circunstancias,
que una decisión personal para allanar el camino del futuro que espera a esa Catalunya,
a la que tanto dice defender. Es el suyo, un lamento salido de las entrañas, al
verse superado por una realidad que había estado queriendo ignorar durante su estancia
en Bélgica y que ha llegado, como una apisonadora, a desbaratar el sueño de ser
coronado como mártir, de la que ha sido
su causa.
“Esto se ha terminado”, dice, y en sus palabras se adivina
una cierta nostalgia de los tiempos de popularidad vividos durante los últimos
meses, como si la decisión tomada ayer por Roger Torrens y suponemos que
apoyada por su Partido indefectiblemente, le hubiera robado toda esperanza y
arrancado de cuajo las ganas de continuar en una lucha, que fuera de su
círculo, todos consideraban ya estéril, desde hace mucho tiempo.
Ahora, cabe esperar que en los próximos días, o quizá horas,
una vez que los mensajes han salido a la luz, Puigdemont tenga la valentía de
reconocer ante los suyos, su amarga derrota y que los catalanes, puedan recuperar
, a la mayor brevedad posible, el Gobierno de sus Instituciones, bajo el mando
de cualquier otro candidato que se dedique a restañar las heridas abiertas,
durante el transcurso de este proceso.
Poco o nada, importa su nombre. La labor que tiene por
delante quién sea elegido como nuevo President de la Generalitat, es un reto difícil
de asumir y un camino tortuoso, que habrá de andarse bajo la estrecha
vigilancia del Gobierno español, con Rajoy a la cabeza.
La unidad del movimiento independentista está rota y resulta embarazoso
imaginar que pueda volver a recomponerse, ahora que las posiciones de cada
cual, han puesto en evidencia un claro desencuentro.
Desde la cárcel de Extremera, uno de los más perjudicados por
esta historia, Oriol Junqueras, debe
estar esperando ansiosamente que Puigdemont se decida a echarse a un lado, a
ver si de este modo consigue convencer a los jueces de que pueden concederle la
libertad, una vez sofocado el foco de mayor peligro.
Los Partidos Constitucionalistas y también Podemos, han
recibido con incuestionable incredulidad la publicación de estos mensajes
intercambiados en el día de ayer y no dan crédito a que las aguas puedan volver
a su cauce sin haber tenido que tensar más una situación, que la verdad, ya
resultaba imposible de mantener, por mucho más tiempo.
La gente de a pie, acostumbrada a que los políticos cambien
de opinión, en cuestión de segundos, necesitamos pruebas fehacientes de esta
reacción de Puigdemont, para dar por zanjado el asunto de Catalunya. Nada nos
gustaría más que poder recuperar nuestras vidas, sin tener que soportar esta
angustia que nos ha mantenido en tensión durante más de un año y que ha
impedido, por su dificultad, que se haya prestado la atención necesaria a otros
problemas mucho más importantes, que todos, catalanes y españoles, por
desgracia, aún tenemos.