lunes, 30 de diciembre de 2013

Quid pro quo


Terminamos el 2013 teniendo que soportar el triunfalismo afectado de nuestro Presidente Rajoy, que pronostica un año venidero cargado de profusos brotes verdes renaciendo de las cenizas de la crisis, a pesar de que los españoles no creemos una sola palabra de sus buenos augurios y continuamos sumidos en la profunda tristeza que nos produce la cruda realidad que nos rodea y que no tiene visos de mejorar, a no ser que sucediera un milagro in extremis que trajera el único regalo de Reyes capaz de convencernos de la llegada de un cambio: trabajo para todos.
Vamos a tomarnos las uvas pensando en empezar el año nuevo manifestando alto y claro nuestra más contundente protesta por la última medida con que nos ha obsequiado Gallardón, con esta reforma de la Ley del aborto que hiere especialmente la sensibilidad de las mujeres y que no estamos dispuestas a tolerar, por considerar que nos coloca en una situación que ya creíamos superada y que nos roba de un plumazo el derecho y la inteligencia para tomar nuestras propias decisiones sobre si queremos o no traer más hijos a esta negra España que nos está dejando Rajoy como herencia y que no augura a los niños y jóvenes otro futuro, más que el de ser esclavos del vil capital, con la aquiescencia de nuestros actuales gobernantes.
Entre protesta y protesta y ante el cinismo de nuestros políticos, culminamos este periodo de doce meses angustiosos, con un comunicado de los presos de ETA, en el que por primera vez manifiestan estar arrepentidos de sus actos, incluso llegando a asumir la validez de las leyes españolas, como si de pronto hubieran comprendido la inutilidad de toda la violencia practicada y suplicaran clemencia colectiva, para cerrar de una vez, las muchas heridas que aún permanecen abiertas.
Pero esta noticia, que coincide sospechosamente en el tiempo con la salida de los etarras afectados por la sentencia de Bruselas sobre la Doctrina Parot, no puede por menos que hacernos recapacitar sobre lo que ya en su día apuntábamos como la posibilidad de que se está produciendo una negociación encubierta y sonarnos a que este nuevo gesto espera nuevas concesiones por parte del gobierno y así, hasta que se llegue a la resolución total del conflicto.
Algunas asociaciones de víctimas, que en este caso parecen adolecer de una ceguera incurable, cometen el gravísimo error de seguir apostando por que Rajoy no cejará en su lucha contra el terrorismo, hasta que se produzca la entrega de las armas.
Pero este último paso, que llegará, ni saldrá gratis a quienes perdieron a sus familiares, ni, por supuesto, será un triunfo del Gobierno. Al menos, no de la manera en que le gustaría al PP presentarlo ante la sociedad española, contándole la derrota total de ETA como un éxito absoluto de su manera de hacer política y relegando a los abertzales a una posición de vencidos, que de ningún modo satisfará a los representantes de estas formaciones vascas.
El quid pro quo que parece haberse establecido tácitamente entre el Estado español y los etarras, aún tiene por delante duras etapas que andar y grandes asperezas que limar hasta que se alcance un acuerdo y aunque a los españoles nos gustaría en este y en todos los casos, saber la verdad de lo que se cuece en las profundidades de Moncloa, mucho nos tememos que como suele suceder desde que Rajoy aterrizó en el poder, de poco o nada nos enteraremos, hasta que unos y otros den con la solución que contente a ambas partes, guste o no, a las víctimas, que como siempre, volverán a ser moneda de cambio para mejor gloria de nuestros gobernantes.
Ambas partes negarán por activa y por pasiva la existencia de las negociaciones, pero los ciudadanos, que no somos imbéciles, a pesar de la contundencia en creerlo que demuestran todos y cada uno se nuestros políticos, sabemos que en la inmensa mayoría de los casos, los problemas se resuelven por medio del diálogo y por hacer concesiones impensables que siempre dejan en uno y otro lado el regusto amargo de haber perdido una parte importante de cosas que creíamos inamovibles, cuando las mirábamos desde la indignación más absoluta, convencidos de estar en posesión de la verdad y seguros de poder mantener la fortaleza para siempre, sin llegar jamás a rendirnos.
Y porque lo comprendemos quizá, no merecemos que se nos oculte lo que está sucediendo, aunque el tiempo, al final, se encargue indefectiblemente de demostrar que lo que imaginábamos que ocurría estaba efectivamente pasando y que nuestro atrevimiento al decirlo, no eran delirios ni distorsiones creadas por nuestras mentes por perversidad, sino verdades y certezas que intuíamos, más por haber vivido mucho, que por la necesidad de sospecharlas.





jueves, 26 de diciembre de 2013

A favor ¿de qué vida?


No se puede entender que el Partido Popular se atreva, a estas alturas, a cumplir uno solo de los puntos de su programa electoral y que ese punto sea, precisamente, el de redactar una nueva ley del aborto, que coloca el derecho de las mujeres a decidir sobre si quieren o no llevar a término sus embarazos, en una posición cercana a la que se tenía durante los años de la dictadura  y que las obligaba a abortar, en caso de quererlo, en las trastiendas de los mercados de las ciudades, en operaciones practicadas por curanderas, sin ninguna garantía higiénica ni sanitaria y que costaba anualmente cientos de vidas, por complicaciones surgidas después de las intervenciones.
Esta Ley, que pone a bien a Gallardón con el ala más recalcitrante de su partido y con la curia más retrógrada de una Iglesia Católica, que no parece la misma que predica ahora el Papa Francisco, viene apoyada por una serie de voces que continuamente se han venido manifestando, según ellos, únicamente a favor de la vida.
Pero una simple mirada a la realidad actual, a la que sufrimos millones de españoles, a los que la crisis ha colocado en situaciones sinceramente agónicas, basta para entender que ese derecho a la vida que estos manifestantes ultramontanos defienden no es, en ningún caso igual, cuando se trata de defender la existencia de los que hace ya tiempo que nacimos y que constituimos, en términos literalmente cristianos, sus propios semejantes.
Jamás les hemos visto organizar ningún tipo de manifestación en contra del paro que azota a las familias, ni pelear por conservar para todos derechos como la Sanidad y la Educación públicas o pelear en las puertas de las familias que son desahuciadas, a favor de esa vida de la que se les llena la boca, cuando se trata de defender a los nonatos, incluso a aquellos a quienes malformaciones físicas o psíquicas impidan un desarrollo normal y del que después, ellos se despreocupan, dejando en manos de las sufridas madres  el sacrificio de sacarlos adelante y ahora, además, sin el apoyo que representaba la imperfecta ley de dependencia.
 Tener o no en contra a la inmensa mayoría de los españoles y a las mujeres en particular, como siempre, poco o nada importa a un Ministro Gallardón demasiado preocupado por hacerse querer por aquellos que durante años han criticado con dureza su posición en el Partido Popular y que ahora no tendrán otro remedio que agradecer eternamente su empeño en sacar adelante esta Ley y demostrarlo brindándole apoyo, si en el futuro decidiera presentarse a cargos de mayor importancia o quizá aspirar a la Presidencia de Gobierno.
Harían mucho mejor Gallardón y todos sus compañeros, en preocuparse del bienestar del pueblo español al que han venido agrediendo de manera continuada desde que llegaron al poder y poner todo el empeño que están demostrando en sacar a la luz esta Ley regresiva, en devolver a los ciudadanos los derechos robados durante los dos años más negros de toda la Democracia, si es que quieren tener la más mínima opción en la próxima legislatura, para no caer estrepitosamente en un fracaso general, del que les costará Dios y ayuda volver a levantarse.
 Y es que estas agresiones que parece que no son nada, van minando el pensamiento de las personas de bien y elevando el nivel de indignación de toda la Sociedad, creando una barrera insalvable entre el pensamiento de la ciudadanía y el que representa un Partido popular absolutamente ajeno a la gravedad de los verdaderos problemas y ocupado en exceso en unificar la opinión de las diferentes corrientes que pululan en el interior de su formación, para no perder cohesión, de cara al futuro que viene.
Pero no todos los que votaron al PP militan en él y el incumplimiento demostrado de todos los demás puntos de su programa electoral se ha encargado de convencer plenamente a esta gente de que Rajoy y los suyos no eran en realidad, merecedores de su confianza.
Por lo que de seguir así, la debacle estará asegurada para todas las sectas conservadoras y ni Esperanza Aguirre, ni Aznar, ni Gallardón, ni el propio Rajoy, podrán impedir que el pueblo español manifieste en las urnas su decidida voluntad de deshacerse de ellos cuanto antes y a ser posible, que no vuelvan jamás.
Puede que esta ley del aborto termine convirtiéndose en la gota que colma el vaso de la paciencia de los españoles y sobre todo, de las mujeres, que no perdonarán nunca el atrevimiento de  este PP, que se toma la licencia de decidir por ellas, algo que solo a cada una en su intimidad corresponde y a lo que tiene derecho, ya que su decisión no convierte en obligatorio tener que abortar, por mucho que otros pretendan convencernos de que sí.

  

domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento para esta Navidad. En busca de la dignidad


Como todos los años, mi manera de felicitar a mis lectores llega en forma de Cuento. Deseo para todos nosotros que seamos capaces de seguir adelante, sin que la visión del mundo que nos rodea sea capaz de contaminar nuestras conciencias y que sepamos encontrar un poco de felicidad en las cosas pequeñas que nos arropan todos los días, sin que a veces sepamos apreciarlas.


En busca de la dignidad

A Manuel G., España le propinó una sonora patada en el culo a mediados de 2012. Había terminado la carrera hacía más de tres años y a pesar de contar con un Máster de alto nivel y dominar dos idiomas, el trabajo tardaba en llegar y la situación de sus padres, que le habían mantenido hasta entonces, había cambiado considerablemente  cuando la Fábrica que desde siempre sustentaba a la familia, había puesto en la calle a todos los mayores de cincuenta años, con la excusa de no poder asumir el montante de sus salarios.
El que hasta entonces había sido un hogar sin estrecheces, empezó a convertirse en una especie de ratonera en la que cualquier gasto que no se considerara imprescindible hubo de ser necesariamente, un lujo a eliminar, mientras el colchón con el que se contaba para los imprevistos, desaparecía en manos de un banco, al haber sido invertido en participaciones preferentes.
Manuel G, que había disfrutado, como otros muchos jóvenes de una infancia y una adolescencia feliz, comenzó a notar que las miradas hasta entonces comprensivas y amables de los suyos, adquirían con el paso de los meses un tinte de amargura y desazón, entendiendo que el hecho de tener que asumir los gastos de su estancia en la casa, se estaban haciendo inasumibles.
Y a pesar de que todas las mañanas recorría la ciudad intentando encontrar un sitio en cualquier tipo de empresa, los días iban enlazándose unos con otros sin que nadie ofreciera siquiera una respuesta que le permitiera aportar aunque fuera, una cantidad simbólica que mitigara las carencias que se hacían evidentes con el desempleo del progenitor.
Las conversaciones nunca eran nimias y siempre terminaban convergiendo en el mismo punto, trataran de lo que trataran en origen, y las rutinas seguidas durante muchísimos años, tuvieron que cambiarse por necesidad, al no poder sufragarse de ninguna manera, a pesar de múltiples intentos.
Variaron los menús, hubo que olvidarse de las salidas y la ropa de marca se convirtió en un recuerdo anclado a otro tiempo que ya parecía estar muy lejano en el mundo de los recuerdos.
La actividad frenética que se había mantenido en la casa como algo natural, dio paso a una tensa tranquilidad de la que en el fondo manaba una profunda tristeza.
Llegó un momento en que todos olvidaron que poseían la facultad de reír y se transformaron en largas sombras que recorrían las habitaciones sin apenas dirigirse la palabra, como si de repente los lazos familiares hubieran desaparecido arrastrados por un viento desolador y aquel piso estuviera habitado por una serie de extraños que nada tenían en común, más que su miedo a la miseria.
Así que a Manuel G. no le quedó otro remedio que arriesgarse a tomar una decisión trascendente y reunir el valor suficiente para salir de la que había sido desde siempre su tierra, pero que ahora le negaba con una contundencia infinita cualquier oportunidad de desarrollarse como persona y de asumir el futuro con dignidad, como siempre había imaginado que lo haría.
No fue la suya una rendición voluntaria, sino que sucumbió a la obligatoriedad de desaparecer del País que le imponían sus gobernantes, como otros tantos miles de universitarios de nivel, que deambulaban sin que se les diera una sola esperanza.
Nunca se había implicado en política. Ni siquiera poseía una ideología definida y se había limitado a aceptar, con alguna que otra protesta de carácter leve, a los Partidos que habían ido ganando las elecciones en los últimos tiempos, pero la magnitud de la crisis y la de su propia impotencia personal, le habían empujado a las calles con el único deseo de reclamar lo que siempre había considerado como suyo y que ahora se le negaba una y otra vez, sin que su voz llegara jamás a ser oída, como la de los demás, por los dirigentes.
Cuando tomó el avión hacia Berlín, no pudo menos que ponerse por primera vez, en el lugar de la gente que cruzaba el estrecho en las pateras y sentir en lo más profundo del corazón, exactamente la misma esperanza que ellos sintieron mientras estaban seguros de que se acercaban al paraíso.
Tampoco él llevaba contrato de trabajo y el único lazo que le unía con Alemania era, en ese momento, una dirección arrugada que le había proporcionado un amigo, cuya hermana también había tenido que emigrar, acuciada por las deudas de una hipoteca.
Aunque no hablaba alemán, supuso que su dominio del Inglés le abriría muchas puertas y a pesar de no contar más que con una pequeña cantidad de dinero, que sus padres habían podido reunir para financiar el principio de su aventura, era más poderosa la ilusión de dejar atrás el erial en que se había convertido España, que el increíble tamaño de su propia tragedia.
Se equivocó al pensar que encontraría trabajo de inmediato y también al pensar que la hermana de su amigo le recibiría con los brazos abiertos. Muy al contrario, la chica impuso condiciones económicas nada más verle, frustrada al tener que admitir que el pequeño sueldo de camarera que percibía mensualmente, no daba para muchos dispendios.
Sin embargo, el sentimiento de patriotismo que asalta a los españoles cuando se alejan de la tierra, la obligó a ofrecer cobijo al recién llegado en un piso compartido en el que ya sobraban algunos e incluso tuvo por ello, una acalorada discusión con varios inquilinos que se negaban a compartir el espacio con nadie más, viniera de donde viniera.
Finalmente, Laura D. habilitó un colchón en su cuarto y estableció una serie de normas elementales de convivencia, haciendo el impagable esfuerzo de compartir su intimidad nocturna con un desconocido del que nunca había oído hablar hasta entonces.
Ambos se esforzaron los siguientes días en buscar una ocupación para Manuel y ambos regresaron a casa sin que su búsqueda hubiera dado resultado una noche tras otra. Demasiada gente para tan poco puestos.
Al cabo de dos meses, Laura D. oyó en la oscuridad de la noche cómo Manuel lloraba amargamente, probablemente añorando el calor del hogar, asustado por tener que volver con las manos vacías, si su situación no hallaba pronto un remedio.
Pero no se movió. Ella ya había pasado por lo mismo y decidió que el mejor consuelo que podía ofrecerle era el de respetar la intimidad de su llanto, para no herir aún más sus devastados sentimientos.
Finalmente consiguió que un turco que chapurreaba el inglés le admitiera como repartidor de periódicos en una empresa de dudosa legalidad, a cambio de cuatrocientos euros y hubo de acostumbrarse a salir de madrugada y a dormir cuando los quioscos  abrían, perdiendo la posibilidad de poder buscar otro empleo, en horario razonable.
Los cuatrocientos euros no daban para mucho y en seguida empezó a deber dinero, prácticamente desde el mismo momento en que percibía su salario y sólo gracias a la generosidad de Laura y de algún otro compañero de piso, pudo alimentarse mínimamente y no sucumbir a la tentación de regresar a España, que todos los días se planteaba como un opción que terminaba por desechar, fundamentalmente por vergüenza.
Y así fueron pasando varios meses, hasta que una de las noches en que se dirigía al trabajo, tropezó con los reflejos efervescentes de las luces que adornaban las calles y se dio cuenta de que estaba llegando la Navidad.
Aminoró el paso al sentirse invadido por una profunda tristeza, comprendiendo  que la separación de los suyos no era solo una lejanía kilométrica, sino que se encontraba en un punto en el que ni siquiera conservaba la categoría de persona. Su nombre había dejado de existir a todos los efectos y ya no pertenecía a ninguna parte, abandonado como estaba a su suerte maldita, en un país extranjero donde su formación nada valía y su misión consistía únicamente en dejarse explotar como mano de obra barata, como un paria salido de la nada, por quien nadie sentía el menor aprecio.
Un músico cantaba en la calle y el viento helado convertía su canción en una nube blanca, nada más salir de su boca, al tiempo que algunos transeúntes depositaban céntimos de euro en una gorra que reposaba sobre el suelo.
Le envidió comprendiendo que al menos conservaba su libertad de tocar en una u otra esquina y envidió la dulzura de la voz que le permitía conservarla, sin tener que venderse a otro, por un puñado aún menor de monedas.
Por primera vez, su navidad no sería alrededor de la mesa del hogar familiar y ni siquiera había recibido la ristra interminable de mensajes que los amigos acostumbraban a enviarle todos los años. Todos habían olvidado a Manuel. Unos porque permanecían anclados al trágico presente español y otros, porque como él, vivían en otros mundos lejanos, la misma situación  de desconsuelo que les helaba el alma.
Quiso borrar de la mente la sensación descorazonadora que le producía el abatimiento  e ignoró voluntariamente todos los signos externos que recordaban los días venideros, en un ejercicio de férrea voluntad que le supuso ponerse una venda en los ojos y otra en el corazón, para no ser asaltado por los recuerdos y continuó su rutina sin mirar al de al lado, sin oír, sin pensar, escribiendo un capítulo de su historia, carente de hechos y palabras que pudieran crear algún vínculo con cualquiera que le rodeara, con los miles de personas desconocidas que se cruzaban con él.
Evitó llamar por teléfono y los breves encuentros con sus compañeros de piso, e incluso procuraba ir a la cama cuando Laura ya estaba dormida, retrasando la hora de levantarse, hasta que ella ya había abandonado la casa.
Y así, el veinticuatro se le echó encima, sentado en una isla desierta en la que no cabía nadie más.
Deambuló todo el día de barrio en barrio, de calle en calle y  por los parques nevados  a los que los niños no habían acudido por la importancia de la fecha. Con los ojos clavados en el pavimento, claudicó a la desesperación y se quedó escondido hasta que le invadió la oscuridad de la noche y comprendió que no quedaba nadie en la calle. No le quedó otro remedio que volver a casa.
Abrió la puerta y se dirigió a su habitación en silencio, pero la voz de Laura le paró. Estaba de pie junto a la puerta del salón, con un vestido negro ajustado  y una pequeña flor roja en el pelo.
-¿Qué pasa?- dijo- ¿tú no sabes que es Nochebuena?
No supo que argumentar. Un silencio eterno se instaló entre los dos, mientras a Manuel se le escapaba una lágrima.
-Anda pasa- añadió ella. Sólo faltabas tú, que para mí, eres el más importante.
Una mesa adornada para la ocasión se presentó como el mejor banquete para sus ojos y la mano de su compañera apretó la suya  recordándole cuántas cosas tenían en común aquella y todas las demás noches que pasaban el uno con el otro.
Una tímida sonrisa se dibujó en los labios de ambos, poniendo en medio de la desolación un punto de fuerza para poder continuar, a pesar de la estrechez del camino y la consciencia de haber tocado fondo, de formar parte  de los muchos apátridas que España había lanzado lejos de su cobijo bastó para entender que de un par de pequeñas raíces, también puede nacer un árbol nuevo.
Sus compañeros de piso, cada cuál de un lugar, cada cuál de una raza, fueron la evidencia de que en aquella Navidad, el mundo entero estaba en una habitación de Berlín en la que nadie se había dejado vencer por el miedo.




jueves, 19 de diciembre de 2013

Renuncias forzosas


Finalmente, el recibo de la luz se encarece en un 11% y vuelve a dejar al descubierto la poca confianza que se puede tener en todas las predicciones del PP, que negó sistemáticamente durante todo el mes pasado que fuera a producirse esta subida, como ha venido haciendo con regularidad desde que comenzara su mandato, cada vez que se trata de algún asunto que afecte gravemente al bienestar de los españoles.
El Ministro Montoro, que podría ser la imagen de esta campaña de negativas que luego terminan siendo realidades incómodas para todos nosotros y que ha hecho de su discurso una continua presunción de lo que podría calificarse como la “realidad del mundo Rajoy”, aún se ha atrevido a agradecernos todas las renuncias que hemos hecho y hacemos, supuestamente en solidaridad con ésta y muchas otras medidas que el gobierno se ha visto “obligado” a tomar y que según él, están contribuyendo a la aparición de esa luz al final del túnel, que por ahora, sólo es visible si se milita en el Partido Popular y con mucha más nitidez, si se ocupa algún ministerio.
Yo quisiera aclararle a Montoro, en nombre de todos los españoles, que esas renuncias a las que tan alegremente alude son en realidad, un robo descarado de derechos que nos han sido hurtados por supuesto, sin nuestro beneplácito y que la voluntad de los ciudadanos no es en estos momentos, la de solidarizarse en modo alguna con las desastrosas políticas que practica un partido conservador que está convirtiendo su mandato en un continuo abuso de poder y siempre en nuestro prejuicio.
Es verdad que llegaron a donde están por medio de las urnas, pero la mayoría absoluta que obtuvieron tuvo, literalmente, que ver con la presentación de un programa, que una vez ocupada la Presidencia de la Nación, se ha venido incumpliendo sistemáticamente, mientras se aplicaban otras medidas que no solo no estaban contempladas en el escrito, sino que en la mayoría de los casos, han contradicho diametralmente lo que se prometió a los ciudadanos, viniendo a agravar la situación de las mayorías de manera alarmante.
Nadie hay renunciado aquí voluntariamente a la sanidad pública, ni ha pedido un  copago en el precio de las medicinas, teniendo en muchos casos que abandonar los tratamientos, por no poder costearlos, ni ha aplaudido la subida de las tasas universitarias, ni va a pasar el invierno sin encender la calefacción por amor al señor Rajoy y su Gobierno.
Los españoles no han sugerido a sus Empresas que les rebajen los sueldos, ni le ha suplicado al Presidente que apruebe una Reforma Laboral que los ha dejado en la calle, ni que fuera al rescate de los bancos, endeudándonos a todos de por vida, mientras las pequeñas y medianas empresas se ven obligadas a cerrar, por falta de crédito.
La verdad es que los españoles estamos empezando a no poder soportar  el tipo de política que aplica el PP y nuestra indignación está llegando a tal punto, que no sería de extrañar que se produjera en breve un estallido social de incalculables consecuencias, que muestre a Rajoy la clase de amor que le tiene su pueblo y el ánimo de solidarizarnos con él que nos mueve.
Quizá por eso, el PP se apremia a aprobar la nueva ley de seguridad ciudadana, que no es más que una pretensión encubierta de amordazar la voz popular, para poder continuar ejerciendo la tiranía del poder, dejando en absoluta indefensión a quienes se atrevan a oponerse a sus incomprensibles mandatos.
Esto, que simplemente, podría terrorismo de Estado, es la manera que tiene Rajoy de entender la política y durará, como mucho, hasta que se nos vuelva a preguntar en las urnas.  

     

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Incomprensible


Para el estreno del próximo año, el PP nos regala una nueva subida de las tarifas eléctricas, que sumada a las que ya hemos sufrido en los últimos doce meses, encarece el precio de la electricidad y el gas en más de un setenta por ciento.
Esto supondrá para miles de familias con escasez de recursos, tener que soportar la crudeza del invierno, sin poder permitirse utilizar la calefacción, teniendo que racionar, además, el agua caliente, por no poder hacer frente a las enormes facturas que se nos avecinan.
Lo habían negado por activa y por pasiva, pero finalmente el Ministro Soria ha tenido que admitir que no han funcionado las negociaciones que se estaban llevando a cabo y que los bolsillos de los españoles estarán, a partir de Enero, un poco más vacios, si cabe, de lo que ya estaban a causa de los efectos de esta crisis.
A propuesta de Izquierda Unida y con el apoyo de otras fuerzas políticas, se intentó ayer en el Parlamento que al menos se respetara que las personas con menos recursos pudieran dejar de abonar la factura de la luz durante el invierno, sin que se les cortara el suministro, pero la mayoría absoluta del PP volvió a impedir que esta medida de carácter social se aprobara, con la negativa de sus votos.
Lo peor es que justificaron esta incomprensible iniciativa, queriendo vender el argumento de que la formación conservadora está más preocupada que ninguna otra por las medidas sociales y se atrevieron a mencionar la Reforma Laboral como ejemplo del tipo de soluciones que Rajoy ha tomado para remediar las carencias que todos estamos sufriendo, volviendo a poner en tela de juicio la inteligencia de los ciudadanos y más aún, la de todos aquellos a quienes precisamente esta medida ha colocado en las filas del desempleo, que no podemos olvidar afecta ya a cerca de seis millones de españoles.
  Sin querer hacer declaraciones, el Presidente Rajoy pasó después entre los numerosos periodistas que le aguardaban en la salida, como siempre, sin querer hacer declaraciones, a pesar de la insistencia de los profesionales en conocer el motivo por el que su partido negaba una ayuda tan necesaria a los más humildes del país.
Pero los españoles ya estamos acostumbrados a que Rajoy gobierne en contra de nuestras opiniones y no puede extrañarnos su silencio y aunque todos pensemos que como ciudadanos mereceríamos de vez en cuando que se nos diera alguna explicación, nos vemos ante la imposibilidad de forzar a quien taxativamente se niega a hacerlo, aunque nuestro deseo, cada vez que esto pasa, sería poder acogernos a recursos legales que le apearan inmediatamente del poder, en lugar de tener que soportar otros dos años de su nefasto mandato.
Sin embargo, nos resulta difícil comprender que un partido que proviene directamente de las filas del catolicismo ignore las desgracias de los más pobres y se niegue a prestarles ayuda en algo tan básico como puede ser la necesidad de alguna fuente de calor en la intimidad de sus hogares, abandonando a estas personas a su suerte, como si hubieran necesariamente de quedar socialmente excluidos por razones meramente económicas y sin que a nadie muevan motivos de conciencia para romper una disciplina de voto, que choca frontalmente con los principios de humanidad por los que todos debiéramos regirnos.
Las consecuencias que traerá esta negativa, no tardarán en aparecer y aún tendremos que soportar los españoles la aparición de alguna noticia que nos cuente que alguien ha muerto de frio, en esta España del siglo XXI, que cada vez se parece más a la del periodo de la posguerra.





martes, 17 de diciembre de 2013

Una delgada línea de esperanza


Que Ángela Merkel no pueda seguir gobernado a solas y necesite de una coalición con los socialdemócratas para regir los destinos de Alemania, abre en los países del sur de Europa, mayormente afectados por los rigores de la crisis, una delgada línea de esperanza, al pensar que las medidas que puedan propiciarse a partir de ahora, contemplen un poco más las mejoras sociales, en Detrimento de los dictados que nos venía imponiendo la marcha de la Macroeconomía.
Sin que se puedan echar las campanas al vuelo y conscientes de que la Socialdemocracia alemana se halla adscrita al sistema capitalista que conduce las riendas del mundo, nos queda la ilusión de que los que militan en ella puedan conservar, al menos, un poco más de corazón ante las carencias que afectan a los pobres y un mínimo del valor necesario para luchar por su causa, ahora que han conseguido ser necesarios para formar gobierno en el país más poderoso del viejo continente.
Queriéndonos aferrar a esa ilusión, los ojos de los españoles se vuelven hacia la nueva etapa alemana, deseando creer que la férrea política que ha practicado hasta ahora la Canciller, tal vez podría suavizarse en beneficio de las naciones más necesitadas de la Comunidad, apostando por que el futuro de todos nosotros está en conseguir terminar con el desempleo y en apostar por la creación de nuevos puestos de trabajo.
No le viene bien al gigante europeo que la germanofobia siga creciendo, colocando a su propio país en una incómoda situación frente a los demás socios de la comunidad, que no miran con buenos ojos las cifras de su progreso, mientras ellos se ven obligados a soportar gravísimas situaciones de miseria, que potencian enormemente un odio cerval contra quienes  consideran artífices de todas sus desgracias.
Un baño de humildad ayudará a Merkel a entender que no sólo de economía vive el hombre y que los seres humanos, procedan de Alemania o no, necesitan estar seguros además, de la comprensión y el apoyo moral de sus semejantes.
 Puede que este pequeño detalle no parezca tener importancia cuando se está al frente de un gobierno, pero la realidad cotidiana que todos nos vemos obligados a vivir, demuestra fehacientemente que todo marcha mucho mejor entre nosotros, cuando no hay rencores de fondo que contribuyan al aislamiento de los que habitan una nación, como tantas veces nos ha demostrado la historia.
Ser excluido por los demás, aunque solo sea por envidias motivadas por una superioridad en cualquier campo, acarrea siempre graves consecuencias de las que es prácticamente imposible zafarse, sobre todo cuando las diferencias se van agrandando con el paso del tiempo, sin que se ponga empeño en reducirlas, para evitar conflictos más graves.
No sé si al ciudadano alemán le merece realmente la pena ser sistemáticamente rechazado por los demás europeos, aunque las arcas de su Estado estén llenas a rebosar y su país sea considerado como líder absoluto de esta Comunidad que es de todos, pero la sensación de que desde las otras naciones se les mira culpabilizándoles de la situación desastrosa en que nos encontramos, no debe ser, en principio, agradable, ni aportar ningún tipo de orgullo, cada vez que se vean obligados a cruzar sus fronteras.
A  veces, en la vida, es mucho mejor renunciar a ciertos privilegios, en aras de conseguir otras mejoras que nada tienen que ver con lo crematístico y mucho con la complicación que conforma las mentes humanas, las únicas capaces de convertir el odio en una bandera que enarbolar,  a favor de la violencia. 
Quizá al nuevo gobierno alemán convendría tener en cuenta algunas de estas renuncias y no solo por hacer el favor de aliviar la pesada carga que arrastramos en el Sur, sino también por evitar que la imagen del pueblo que les respalda, pueda recuperar la simpatía perdida en estos años, gracias a la dureza de Merkel.
Únicamente queda esperar y creer que los milagros existen, incluso cuando ya todo parecía perdido y sin solución para todos nosotros. Tal vez con la cercanía de la Navidad, se produzca lo que creíamos imposible.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Adiós, casino, adiós


Mientras Esperanza Aguirre y sus adeptos tratan de recuperarse del berrinche que les ha costado el fracaso del proyecto Eurovegas, todos los que pensábamos que la fantasía de los doscientos mil puestos de trabajo que prometían no dejaba de ser un espejismo y que el gran casino no traería a Madrid más que una troupe de personajes directamente relacionados con las mafias estadounidenses, respiramos agradeciendo a la suerte que las expectativas que tanto defendía el gobierno madrileño no se hayan cumplido por fin y que los terrenos que ya se habían destinado a la macro construcción prometida, puedan  ser ahora para otros menesteres menos sospechosos, en beneficio de una comunidad, que no acababa de creer el sorprendente final de esta historia.
Basta mirar las cara de los más implicados en el asunto, los mismos que estaban dispuestos a retirar la ley del tabaco y a ceder a cuántas peticiones hiciera el magnate estadounidense, para comprender que la magnitud de su fracaso ha supuesto para ellos, una nueva prueba de que su ineptitud a la hora de embarcarse en propósitos de la clase que sean, es clara y manifiesta.
Después de haber vuelto sin las Olimpiadas, tener que decir adiós a Eurovegas no puede venderse como un triunfo, alegando ahora que se les exigía una especie de aval que garantizara la inversión, porque la cruda realidad es que incluso a eso habrían cedido, con tal de demostrar a los madrileños que a la hora de gestionar proyectos faraónicos, el PP no tiene competencia, sobre todo cuando se trata de asociarse con cualquiera que provenga de su admirada Norteamérica, cueste lo que cueste.
Las cosas se habrán torcido por otras razones que nunca sabremos, probablemente relacionadas con intereses ocultos de unos cuantos, que esperaban hacer el negocio de sus vidas con esta ciudad del juego. Seguramente el magnate se ha negado en redondo a compartir su porcentaje de supuestos beneficios y al no tener ningún tipo de vínculo ni deudas con nuestros políticos, ha decidido dar un sonoro portazo y partir en aras de nuevos horizontes, donde la corrupción sea menor, o al menos la corrupción de otros que no sean de su estricta confianza, como es el caso de estos españoles con demasiadas ganas de enriquecerse en poco tiempo.
La huída apresurada del norteamericano, acaba de colocar al gobierno de Madrid en una tesitura de dificultad, con la que no contaban, ahora que están en horas bajas, gracias a las continuas meteduras de pata de su alcaldesa y va a potenciar un poco más que el ánimo de los votantes fijos que constituían un granero de votos indiscutibles para el PP, vaya por otros derroteros, planteándose la posibilidad de mirar a otros partidos en las próximas elecciones.
La izquierda debe ahora aprovechar el momento, si no quiere quedar descolgada de la encarnizada batalla que se va a librar para conseguir Madrid, en cuanto sus habitantes sean llamados a consulta. Destronar al PP en esta Comunidad capitalina, parece que va a ser posible y lo será además, no por la valía de los que aspiren a ocupar su sitio, sino por la naturaleza de sus propios fracasos.

Entretanto, el mundo del cine pierde a dos grandes actores, de los que han hecho historia en la pantalla. Mueren Peter Otool y Joan Fontaine. Ninguno de nosotros podremos jamás olvidar ni  Lawerens de Arabia, ni  Rebeca. Quizá por eso sentimos mucho más su pérdida, que la de Eurovegas. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

El año del hambre


Incluso en el caso hipotético de que el PP creyera sinceramente que lo peor de la crisis ha pasado, la vida cotidiana de los ciudadanos de este país se encarga de recordarle, con la crudeza de su verdad, lo lejos que están sus apreciaciones de ser reales y de señalar detalladamente hasta dónde ha llegado la tragedia que ha colocado a miles de españoles en el umbral de la pobreza, gracias a las medidas de recortes que se han hecho para contentar a una Europa, cuya única prioridad es la de cobrar lo que se nos prestó, sin que importen en absoluto los caminos seguidos para ello.
Una familia sevillana acaba de perder la vida por una intoxicación alimentaria producida a través de comida caducada recogida de los contenedores de basura de los que se nutrían, desde que el fantasma del paro dejó al padre fuera del mercado laboral y el tiempo de las prestaciones sociales se acabó, sin que llegaran a percibir ningún tipo de ingresos.
No era esta familia de las consideradas en riesgo de exclusión, sino una más de las miles que forman el panorama de los pueblos y ciudades de España, a las que esta crisis de mierda ha robado sin ningún tipo de contemplación la vía de sustento que hasta ahora era considerada como ejemplo de honradez y que no es otra, que la del derecha al trabajo.
Cualquiera de nosotros ha estado expuesto en este último año a caer en el mismo pozo sin fondo que ellos cayeron, ante la mirada impasible de los que nos gobiernan y cualquiera de nosotros somos aún firmes candidatos a seguir un camino marcado por las grandes fortunas que conduce indefectiblemente a los brazos de la miseria.
Marche o no bien la macroeconomía que tanto contenta a Rajoy y los suyos y que puede dar lugar al espejismo de que lo peor ha pasado para regocijo de troikas fantasmas y banqueros rescatados, en esta España a punto de entrar en el año 2014, la gente vuelve a tener hambre y su situación personal en nada se diferencia de la que sufrieron sus antepasados, allá por el año cuarenta, al final de una desgraciada guerra civil que obligó a implantar, igual que ahora, numerosos comedores sociales y cartillas de racionamiento.
La diferencia es que en este momento, ni ha habido bombardeos, ni ha corrido la sangre de los ciudadanos a causa de las armas, ni se ha producido una hecatombe que haya podido dar lugar a los padecimientos que soportamos… al menos aparentemente.
A nuestro alrededor siguen luciendo toda una exagerada profusión de luces navideñas y las grandes superficies se afanan por mantenernos enganchados a la misma sociedad de consumo de hace varios años, aunque nuestras posibilidades de obedecer a su llamada hayan quedado reducidas a polvo, al igual que la posibilidad de volver a incorporarnos a un mercado laboral que, en caso de acogernos, lo haría con una condiciones más propias de los países asiáticos, que de un socio de la Comunidad Económica Europea que se proclama adalid del desarrollo.
Esta familia ahora desaparecida, no es la única que se ha visto obligada a arremolinarse alrededor de los contenedores de basura para poder subsistir ni la última que seguramente, padecerá las consecuencias del hambre.
Arrastrados hasta la desesperación, a muchos españoles no se les brinda otra oportunidad que la de rebuscar los alimentos que los otros desechan al estar próxima su descomposición o a militar en las largas filas que acuden a los comedores de las organizaciones no gubernamentales, en esas procesiones interminables que se están convirtiendo en una imagen habitual en nuestras calles.
Naturalmente, ni Rajoy ni los suyos acudirán hoy al entierro de esta niña de sólo catorce años y sus padres. La presunción de estar actuando como los salvadores de la Patria y otros problemas como la guerra que está dando Cataluña con su independencia, les tienen demasiado entretenidos, como para prestar atención a estas “minucias”.
Con toda seguridad, seguirán negando la gravedad de los hechos y hoy mismo se atreverán a presumir, desde alguna tribuna, de haber hecho lo que tenían que hacer, aupados en la peana de su supuesto patriotismo.
Un patriotismo que es capaz de volver la cara a la necesidad de los pobres, propiciando medidas que en lugar de remediar sus carencias, les empujen aún más si cabe, hasta el abismo de una miseria, que no merece su honradez, ni la simpleza de seguir creyendo que el orgullo de trabajar es el único modo de mantener la dignidad y la decencia, en este mundo de locos que nos ha tocado vivir.
Un patriotismo capaz de ignorar lo que grita la totalidad de este pueblo y de inventar fórmulas engañosas que ayuden a privatizar el inmenso tesoro de una medicina y una educación igual para todos, que suprimen las diferencias entre los hombres que conformamos esta nación, en su vertiente económica.
Un patriotismo vano que habla de una marca España allende nuestras fronteras, sin reconocer que dentro de ellas, el único signo que nos identifica es el de haber perdido cuánto teníamos, ayudados por la indiferencia de un gobierno totalitario capaz de gobernar en soledad, al margen de los deseos de su pueblo.
Y estos ejemplos, los suicidios por los desahucios, los abuelos que no pueden hacer frente al recibo de la luz, los niños que sólo hacen una comida al día porque se la proporcionan en los colegios o la muerte de esta familia a la que el paro había llevado a la indigencia, no parecen ser suficientes para que Rajoy vuelva su impávida mirada hacia la realidad que padecemos, dando un paso adelante en reconocer sus errores y haciendo el propósito de enmienda que tanto se necesitaría, en estos precisos momentos.
Todos nos preguntamos si el Presidente podrá sentarse tranquilo ante su suculenta cena de Navidad, sabiendo que sus conciudadanos buscan al mismo tiempo algo que llevarse a la boca, entre los desechos de los supermercados repartidos por todo el país y si lo hace, ¿qué clase de moral es la suya y qué nos espera bajo el mando de un hombre como éste?




jueves, 12 de diciembre de 2013

Una fecha lejana


La paranoia política de Artur Mas, que potencia un nacionalismo cada vez más cercano a la radicalidad, incitando tácitamente al odio con iniciativas como el Simposio “España contra Cataluña”, está empezando a cansar ostensiblemente a la gente de a pie del estado español que, en su inmensa mayoría, ni se considera anticatalanista, ni mucho menos, ha hecho jamás nada para reprimir la idiosincrasia que caracteriza este territorio y que por lo tanto, no entiende las esperpénticas teorías del líder de Convergencia y Unió, que demoniza continuamente la condición de ser español, como si se tratara de una plaga de la que hay que deshacerse, a la mayor brevedad.
Recordando con cada una de sus intervenciones  a ese nacionalismo exacerbado  que hizo caer a Alemania en el periodo más negro de toda su historia y aún en el caso hipotético de que su lucha vaya dirigida exclusivamente contra las teorías expresadas por el PP, cae Mas en el error de colocar a todos los españoles en una misma línea de pensamiento contrario por naturaleza a los intereses de Cataluña, olvidando que afortunadamente, hace ya muchos años que vivimos en Democracia y que cada uno de los habitantes de esta nación tiene la libertad de poder elegir su ideología, que en la mayoría de los casos, nada tiene que ver con la de Rajoy y su Partido.
Propiciar continuos enfrentamientos sin hacer distinciones entre nosotros, sólo puede reportar a Artur Mas problemas no deseados de los que con toda probabilidad le será difícil escapar, si finalmente su enardecimiento consigue crear una oposición a sus doctrinas, que en principio es inexistente, pero que podría surgir si continúa acercando la mecha a un material que se está transformando en inflamable.
Los españoles no deseamos una guerra abierta contra los catalanes y de hecho, con los problemas que nos acucian en la actualidad, nos importa un carajo cómo organicen sus vidas o si hablan o no el idioma de sus ancestros.
La preocupación que ahora mismo absorbe toda nuestra energía es, para tranquilidad de Artur Mas, salir a la mayor brevedad de las abultadísimimas listas del INEM y recuperar cuanto antes las prestaciones sociales que nos ha robado el Gobierno Rajoy, con sus políticas de recortes , aprobadas a golpe de Decreto.
En realidad, los españoles pensamos que en esto coincidimos plenamente con el sentir de los catalanes, que al igual que nosotros se han visto afectados también por las mismas carencias, en su caso traídas por la manera de gobernar de un Artur Mas, demasiado parecido en su línea, al Presidente español  del que tanto abomina.
Nosotros esperamos con impaciencia la oportunidad electoral de “agradecer” a Rajoy sus años de mandato e imaginamos que los catalanes ansían del mismo modo que llegue el momento de retirar a Mas la confianza que le otorgaron, independientemente o no, de si desean la independencia.
Por tanto y considerando que la inteligencia de los catalanes está necesariamente, muy por encima de las soflamas políticas de quiénes les gobiernan, en esta parte de la península se piensa que difícilmente permitirán que la oleada independentista inflada por Mas, nuble la mente de los ciudadanos haciéndoles olvidar la manera que ha tenido su Presidente de afrontar problemas cotidianos como la Sanidad o la Educación, allá dónde viven.
Teniendo en cuenta que Mas ha incurrido en los mismos errores que el gobierno central, en todo aquello que al estar transferido es sólo de su competencia, es lícito pensar que la Consulta Soberanista no paliará en nada los resultados de su pésima gestión y habrá de ser, por tanto, considerada como algo que en nada incide sobre la vida diaria de los catalanes.
Habría que plantearse seriamente qué pasaría al día siguiente de conseguir la tan reclamada independencia y si el estado de malestar en que también Cataluña se encuentra sumida y no precisamente por culpa de los ciudadanos españoles, cambiaría para mejor, bajo la batuta de la derecha burguesa a la que representa Mas, una vez que pudiera reinar en solitario, sobre su tan amado País.
Anunciar a bombo y platillo la fecha de convocatoria puede valer como intento de presionar a Rajoy para conseguir a cambio una serie de beneficios. Lograr que se lleve a cabo legalmente, queda lejos de la realidad y Mas lo sabe, como lo sabía un Ibarretxe al que ya ni siquiera nadie recuerda.






miércoles, 11 de diciembre de 2013

Médicos por contrato


Continuando con su política de privatización de la Sanidad, el gobierno de la Comunidad de Madrid propone ahora que los médicos dejen de ser funcionarios, para convertirse en meros contratados de la administración, probablemente con la intención de que esos contratos se rijan por el modelo único que el PP tiene en mente oficializar en breve, para todas las empresas del país.
Poco o nada importan al sucesor de Esperanza Aguirre y a la Alcaldesa Ana Botella, los miles de manifestaciones que han protagonizado el personal sanitario y los ciudadanos de la capital, en contra de los recortes, el despido de interinos y la venta a empresas privadas de unos cuantos hospitales y no  conformes con las reformas ya aplicadas, mantienen su intención de continuar trabajando en la misma línea que ha provocado hasta ahora una demora infinitamente mayor en las listas de espera y una desatención patente a los ciudadanos que siguen confiando en la Pública y en los buenos profesionales que trabajan en ella.
Inmerso en una vorágine nada favorable para su imagen, el PP de Madrid, salpicado casi en su totalidad por el caso Gurtel y dividido en sus propias filas entre los que son favorables a Rajoy y los aznaristas, se atreve a sugerir nuevas medidas, como esta de la contratación de los médicos, que el gobierno central no parece contemplar, al menos de momento, en el resto de la geografía española y da un paso adelante en una derechización mayor aún que la de la generalidad del partido al que pertenece.
Nada importan las graves sospechas de corrupción que se ciernen sobre el Presidente madrileño, ni las deudas millonarias que dejó en la comunidad Gallardón, a causa de sus construcciones faraónicas. Impávidos ante su propia realidad o tal vez como una vía alternativa para escapar de ella, los conservadores madrileños parecen haber constituido una isla con estatuto propio, que camina por libre haciendo oídos sordos de los mandatos de su Jefe supremo, Mariano Rajoy, para más señas.
Jugando con la falsa creencia de que Madrid será eternamente fiel a lo que proponga el PP y apoyados en las victorias conseguidas en las urnas durante los últimos años, patinan sobre un terreno peligroso, sin tener en cuenta que las circunstancias de los votantes han variado considerablemente y que también los habitantes de la Capital han sufrido en carne propia todas y cada una de las reformas aplicadas, desde que en Noviembre de 2011, el PP ganara las elecciones.
A juzgar por la participación ciudadana en la infinidad de protestas que se han convocado en Madrid en estos dos años, habría que cuestionar seriamente que los resultados de los populares en próximos comicios sean, ni medianamente buenos, sobre todo teniendo en cuenta que el Partido de Rosa Diez ofrece una alternativa que parece haber sido hecha para satisfacción de una gran mayoría de votantes madrileños y sobre todo para aquellos que se consideran de centro, aunque votaron a la derecha, al no existir en el arco político ninguna formación entre PP y PSOE.
La líder de UPD lo sabe y no desaprovecha ninguna ocasión para colocarse al lado de cualquier iniciativa ciudadana de las que se producen en Madrid, erosionando poco a poco la imagen de los populares y más aún los de los afines a Esperanza Aguirre y Aznar, mucho más radicales en su ideología, que Rajoy y los suyos.
Así que si finalmente el gobierno de Madrid se atreviera con los contratos de los médicos, no sería de extrañar que la aplicación de esta medida constituyera el detonante que aniquilara la mayoría de la que ha disfrutado hasta ahora, aupando a Diez a labores de mayor responsabilidad, si es capaz de jugar bien sus cartas.
Como venimos diciendo casi a diario, todos los errores tienen un precio que acaba pagándose en política, casi siempre, con una pérdida de confianza que se hace patente a través de las urnas, las únicas capaces de hacer bajar del pedestal, hasta al más importante de los mandatarios.

Afortunadamente las lealtades de los pueblos duran, exactamente, lo que se tarda en sopesar si la política de quien gobierna ha sido beneficiosa o no para las mayorías y suele tener mucho que ver con si las necesidades primarias son cubiertas con holgura todos y cada uno de los meses del año.

martes, 10 de diciembre de 2013

En busca de la mansedumbre



Los despidos y dimisiones ocurridos en días pasados en la Agencia Tributaria y las posteriores declaraciones del Ministro Montoro, haciendo referencia a que Hacienda era, literalmente, “un nido de socialistas”, dejan claros los motivos del gobierno para los cambios efectuados en el Ente y no explican para nada las razones de los que se han ido por voluntad propia, aunque existe la sospecha de que se debe a la manipulación política que se pretende llevar a cabo sobre los trabajadores para que no se aclaren determinados casos de fraude fiscal y muy concretamente, las cuentas relacionadas con la Infanta.
 Y aunque el Juez Castro no se da por vencido, exigiendo a las partes que se pronuncien sobre una imputación que, por su parte, está más que justificada, las presiones desde todos los frentes adeptos a la corona son incesantes, haciendo presagiar que dicha imputación nunca llegará a producirse, a pesar de que las sospechas señalan con toda claridad el papel de la hija del Rey, en toda la trama del caso Noos.
Esta especie de purga estalinista que se acaba de hacer en Hacienda, sin que inmediatamente se reclame la dimisión de un Montoro  lo suficientemente descarado para reconocerla delante de la prensa, habla por sí misma de la manera que tiene el PP de afrontar los problemas que le van surgiendo a lo largo de su mandato y de su intolerancia hacia la diversidad de pensamiento que constituye la base esencial de la Democracia.
Si está en su mano, este PP se deshará de cualquiera que represente oposición para su desafortunada política y lo hará, sin pararse siquiera a encubrir la dureza de sus métodos represivos. Interviniendo sin tener por qué hacerlo en la supuesta filiación política de los trabajadores del Estado, su innegable fobia hacia las siglas de todos los partidos situados a su izquierda, queda patente en el momento en que los sustituye por otros, probablemente afines a su línea de pensamiento, sin que en ningún momento se tenga en cuenta si cumplían o no a la perfección con las funciones propias de sus cargos, con la limpieza necesaria para frenar el creciente fraude fiscal que se está produciendo en el país, sin que a primera vista, al gobierno le interese demasiado hacer pública la identidad de los defraudadores.
Lo único importante parece ser que nadie cuestione la línea que siguen Rajoy y los suyos y que nombres de conocidos políticos, empresarios y realeza, queden salvaguardados de la acción de la Justicia, aunque los delitos cometidos hayan contribuido grandemente a la ruina de todos los españoles, habiéndose trasladado a paraísos fiscales, una importante cantidad de dinero público, en beneficio de estos delincuentes.
Todos los esfuerzos actuales están encaminados a lo mismo. La ley de seguridad ciudadana, con sus multas millonarias, sólo trata de sacar a los españoles de las calles, convirtiéndolos en sumisos corderos que acaten con resignación las medidas impuestas desde Moncloa. La revisión de la Ley de Huelga, procurará terminar con la protesta de los trabajadores y los despidos de funcionarios ubicados en cargos de responsabilidad, con la libertad de filiación que hasta ahora, era una cuestión personal de cada cual, ocupase el puesto que ocupase en las entidades del Estado.
El asunto no puede ser más grave, una vez que pulveriza los derechos de la ciudadanía, en pos de un grado de mansedumbre por el que todos nosotros nos veamos obligados a aceptar con resignación los designios de un Rajoy, borracho del poder absoluto que le otorga contar con una mayoría  en el Parlamento.
Díganme si no es para estar preocupados y piensen, en conciencia, a qué años nos devuelven las prácticas tiránicas que son habituales en este gobierno que encima, se atreve a presumir de españolidad y patriotismo.



lunes, 9 de diciembre de 2013

El precio de los errores


La actitud de los miembros más destacados del PP, nada tiene que ver en estos momentos, con la que lucían al principio de haber ganado las elecciones, cuando cargados de soberbia se dirigían a los españoles defendiendo la validez de unas reformas que contradecían absolutamente lo prometido en su programa electoral, desde la posición de poder que les otorgaba una mayoría absoluta, que ellos pensaban que podía ser eterna.
Tras dos años de haber abusado reiterativamente de ese poder, desoyendo el clamor popular que les reclamaba desde la calle un cambio en la línea de recortes que han estado aplicando a golpe de Decreto, seguramente habrán podido entender con toda claridad que perpetuar los resultados obtenidos en Noviembre de 2011, no dependía como en un primer momento podía creerse, del escaso nivel de comprensión que se atribuía a los ciudadanos desde Génova, sino de que el camino seguido por este PP absolutamente ufano de su victoria, incidiera en la vida personal de los que formamos la sociedad, solucionando o no, nuestros más acuciantes problemas.
La mendacidad continuada con que se han afrontado las informaciones que se nos han ido dando con cuentagotas, muchas veces a través de televisiones de plasma y no de un contacto directo con la prensa, ha calado hondamente en el pensamiento de la inmensa mayoría de nosotros, dejándonos muy claro, al menos, quiénes no queremos que nos vuelvan a gobernar, incluso sin saber aún,  a qué Partido votaremos en los próximos comicios.
A pesar de que los resultados de las encuestas apuntan a que el PP volvería a vencer, si se celebraran elecciones ahora, el nerviosismo de sus líderes y la prisa por tratar de convencernos de que todo mejorará en 2014, denota claramente que para nada existe la posibilidad de una nueva victoria y que urge un giro de ciento ochenta grados en la forma de hacer política, si no se quiere que la debacle electoral sea de tal magnitud, que coloque al partido conservador al borde de la desaparición, como pago de sus errores.
Durante los dos primeros años de esta legislatura, la infalibilidad era considerada por los integrantes del gobierno de Mariano Rajoy, como algo inherente a su política y la indiferencia demostrada por la pérdida de derechos y prestaciones que los ciudadanos hemos sufrido a diario, a causa de cada una de las medidas que se han ido tomando, empieza ahora a dar los frutos que ha producido la siembra, resultando difícil encontrar una sola persona que esté de acuerdo con la gestión del PP, provenga de la izquierda o de la derecha.
Si a esto sumamos la suerte de acontecimientos relacionados con la corrupción que se han venido sucediendo, salpicando de fundadísimas sospechas a los nombres más relevantes del Partido conservador y muy especialmente al Presidente del Gobierno, no es de extrañar que la intención de voto de los españoles haya ido derivando hacia otros horizontes, menos afectados por la impopularidad que sacude a las dos fuerzas mayoritarias, a las que se considera directamente responsables de la ruina que soportamos y principalmente, de las terribles cifras de paro que padecemos.
Si Rajoy estaba convencido de que seguir al pie de la letra las intenciones de Europa, le iba a coronar como una especie de Emperador vitalicio entre nosotros, se equivocaba y de qué modo. La macroeconomía importa poco o nada a los ciudadanos, sobre todo cuando se han de enfrentar al miedo de malvivir sin ninguna esperanza de volver al mercado laboral en breve, mientras se ven obligados a soportar que las primeras páginas de los periódicos se vean ocupadas a diario por noticias de políticos que han estado saqueando las arcas del Estado para su propio enriquecimiento, sin que ninguno de ellos devuelva el montante de lo robado, ni pague con cárcel la magnitud de su delito.
Quizá por eso, hay prisa en frenar los bajos índices de popularidad con que el PP se ha topado de bruces, justo en el Ecuador de su mandato y un nerviosismo visible se refleja claramente en los rostros de militantes y simpatizantes, muchas veces, llegando a manifestar una oposición contundente a la marcha que están tomando los acontecimientos, como por ejemplo, en el caso de una Ana Botella crítica y mordaz, que con toda probabilidad ponía en su boca la opinión que el ex Presidente Aznar tiene hoy de la gestión que hace quien él eligió, a dedo, como su sucesor más brillante.
Puede que esté a punto de producirse un golpe de timón que cambie las caras visibles de este gobierno, si no por las buenas, a base de presiones capitaneadas por algún medio de comunicación, que estando en contacto con la corriente aznarista, bien podría tener acceso a algún tipo de información que derrocara de una vez al pusilánime Rajoy, colocando en su puesto, por ejemplo, a una Esperanza Aguirre, que se muere por ser candidata a la Presidencia de Gobierno.
Lo cierto y verdad es que en los últimos días, ni siquiera los más fervientes defensores de Rajoy se atreven a quedarse al margen del cúmulo de críticas que están recibiendo sus iniciativas y hasta algunos miembros de la prensa absolutamente leales al PP, se ven en la imposibilidad de continuar defendiendo lo indefendible,  cada vez más acosados por otros medios de distinta ideología, que se encargan de poner en claro a diario las continuas contradicciones en que incurren Ministros y militantes de importancia, ante las cámaras o en la prensa escrita.
Propuestas como el anteproyecto de Ley de seguridad ciudadana o el de regulación del derecho de huelga, no ayudan precisamente a un crecimiento de las perspectivas electorales populares, desde el mismo momento en que los españoles empiezan a temer que encubren la intención de acabar con la libertad de expresión y reunión, en un intento de terminar represivamente con cualquier forma de oposición que proyecte en Europa una imagen de estallido social, nada conveniente a los propósitos del Presidente.
Pero el precio de los errores siempre se paga y Rajoy no ha de ser la excepción que confirme una regla tan vieja como el Universo.
Digan lo que digan las encuestas, la inteligencia de los ciudadanos dará a los populares exactamente lo que merecen, es decir, una sonora bofetada en las urnas, de la que les costará trabajo recuperarse, si es que llegan a conseguirlo alguna vez.




domingo, 8 de diciembre de 2013

Un hombre para la eternidad


Muere Nelson Mandela dejando al mundo huérfano de ejemplo y a la espera de la remotísima posibilidad de que vuelva a nacer un líder con su carisma.
Muere en un momento convulso, en el que los valores que le sirvieron de guía parecen haber sido sepultados por un tsunami de avaricia que arrasa cuánto encuentra a su paso, trayendo la más absoluta desolación a los que a duras penas, vamos sobreviviendo sin atisbar una sola esperanza de futuro.
Se marcha la voz que representó la rebeldía necesaria para combatir todas y cada una de las injusticias que los hombres cometen con sus semejantes, muchas veces por absurdas razones étnicas y otras, por simples discrepancias que bien podrían ser resueltas con voluntad de dialogar, en lugar de ir abriendo zanjas entre las opiniones, convirtiendo las distancias en insalvables, para solventar al final los problemas, a golpes secos de violencia.
La unanimidad en reconocer su valía, no deja dudas sobre la influencia que ejerció sobre todos nosotros y la grandeza de su liderazgo establece unos parámetros que difieren y mucho, de lo que normalmente se entiende como lo que sería un hombre de Estado y de la forma en que hoy se tratan los asuntos políticos, tan alejada de las auténticas dificultades que acucian a los seres humanos  y tan cercana a una suerte de intereses claramente discriminatorios, que nos colocan en un nuevo apartheid, que nada tiene que ver con el color de nuestras pieles.
Y sin embargo, resulta imposible que por muchos años que pasen, su figura caiga en olvido o que la fuerza de su razón quede anulada por la deshonestidad que acompaña a los gobernantes actuales, simplemente porque las causas nacidas de la verdad, no admiten argumentos que  anule la razón de la fuerza.
Nos deja Mandela, un legado del más puro amor, escrito en largas batallas cruentas e incruentas, cimentadas por una fe en la humanidad, que nunca conoció fisuras que pudieran fragmentar la solidez de unas raíces que se aferraron para siempre a lo más profundo de la tierra.
Esta tierra que hoy despide al padre africano en medio de un clima de desconcierto, pero segura de que el futuro, igual que el ayer, dependerá siempre de la voluntad y el buen hacer de los hombres que la habitan.
Descanse en paz Mandela, en su pequeña aldea, que con toda probabilidad será desde ahora, un lugar de peregrinación, seguro de que los que quedamos aquí, haremos lo imposible para que su pensamiento permanezca vivo entre nosotros.
No podría ser de otra manera, mientras haya una causa que discrimine a una parte de la humanidad, intentando robar la libertad que nos pertenece a todos por nacimiento y subyugando por medio del terror a los débiles, que nada tienen que perder y mucho que ganar, si se deciden a rebelarse contra la tiranía de unos pocos, que instalados en el poder, se consideran los dueños del universo.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Sanar la Constitución


Aquella Carta Magna que los españoles recibimos con los brazos abiertos y celebramos con emoción contenida, como si fuera el tesoro más grande que hubiéramos visto en la vida, felicitándonos unos a otros por estar empezando a salir de una oscuridad que había nublado nuestros corazones durante más de cuarenta años, ha ido sufriendo enfermedades sobrevenidas por el paso del tiempo y hoy precisa de un tratamiento de urgencia, que le devuelva la brillantez con que fue presentada en sociedad, por los padres que la redactaron.
Claro que los ciudadanos de entonces, nos conformábamos con poco y nos bastaba con ver alejarse el fantasma de la Dictadura, mientras embarcábamos sin ningún tipo de equipaje en un barco de novísima construcción, capitaneado por una serie de líderes, que al haber combatido en la clandestinidad por cuestiones sencillamente ideológicas, se presuponían de una honradez indiscutible y posesores de la suficiente ilusión para ser capaces de cambiar el rumbo oxidado de la vieja España, por uno nuevo que nos trajera a todos los derechos y la dignidad que se nos había arrebatado, tras la victoria de los fascistas en la guerra civil.
La izquierda fue entonces mucho más generosa que la derecha, renunciando a poner en claro los episodios más oscuros de nuestro pasado, a cambio de que la transición pudiera hacerse, por fin, en buena armonía entre todos los españoles, independientemente de sus creencias y de cómo hubieran actuado durante la Dictadura, en uno u otro sentido.
Se consintió que los muertos continuaran en las cunetas y se desistió de encontrar a los niños robados a las presas políticas en las cárceles de los años cuarenta. Se admitió que se instaurara una monarquía, como forma de gobierno y hasta se silenciaron los ataques permanentemente sufridos, a manos de la extrema derecha, durante la redacción del Documento y se guardaron en un cajón las protestas de las familias de los que fueran militantes de izquierdas, que durante los años de oscuridad, habían sido permanentemente señaladas y maltratadas por los ganadores de la contienda, sin que nunca llegara para ellas ni el perdón, ni la misericordia, mientras el dictador vivió manejando de forma tiránica nuestros destinos.
Era tal la importancia que dábamos entonces a que el proceso de transición pudiera ser un éxito, que dimos por bueno un texto que adolecía de carencias imperdonables, con tal de resurgir de las cenizas de la desolación, para alumbrar un destino que pudiera acercarnos a la libertad y al progreso.
Creíamos, que la corrupción era únicamente un feudo de quienes nos habían gobernado durante demasiado tiempo y no éramos siquiera capaces de dudar de la honestidad de aquellos hombres y mujeres que por primera vez, ocuparon sus escaños en un Parlamento, al fin, elegido por sufragio universal, en paz y en concordia entre todas las fuerzas políticas que acudieron a las urnas, representando cada una, la esencia de su pensamiento.
Pero han pasado los años y todos hemos envejecido y en este camino recorrido han ido pasando demasiadas cosas que se han ido encargando de herir en lo más profundo de su condición a la vieja Constitución que entonces votamos, creyendo firmemente que nadie se atrevería jamás a vulnerar aquellos capítulos que nos aseguraban a todos una convivencia plena de equidad y que sentaban para siempre, nuestros bien ganados derechos.
Sin embargo y particularmente en los últimos años, el texto ha sido reiterativamente pisoteado con la aquiescencia de nuestros gobernantes y los españoles hemos sido vilmente despojados, a saber, de nuestros trabajos, de nuestras viviendas, de nuestros sueldos y de nuestras necesidades sociales, contradiciendo gravemente la letra que aún permanece escrita en nuestra Constitución, sin que por ello ninguno de nuestros representantes se haya atrevido a denunciar ante la justicia tal atropello, permitiendo que el texto haya ido languideciendo y siendo olvidado, en su totalidad, quedando muy necesitado de una intervención de urgencia que suture las gravas lesiones sufridas, a manos de los que traicionan su espíritu, con cada una de las sórdidas medidas que adoptan, para desesperación de los españoles.
Y hemos llegado a un punto, en el que se prevé un futuro, en el que ni siquiera se nos permita, bajo amenaza de multa contundente, hacer uso de nuestra libertad de expresión y de reunión, considerando quienes nos gobiernan que ponemos en riesgo con la fuerza de nuestras voces, su integridad personal, por el mero hecho de acercarnos físicamente a ellos, como si la oposición volviera a ser delito, como lo fue en un pasado que creíamos enterrado, por la fuerza de la razón y no por la razón de la fuerza.
Se cuestiona que podamos acudir a la huelga, que podamos reunirnos ante las puertas del Parlamento, e incluso que podamos alzar la voz para manifestar nuestro descontento con las políticas seguidas por los que manejan el poder.
Y con el argumento de una inexistente violencia, se quebrantan una y otra vez las garantías que nos ofrece la Constitución, sin que en justicia, podamos responder exigiendo un cambio inmediato en el texto, que asegure para nosotros la honestidad de nuestros impresentables políticos.
Naturalmente, aquella ilusión con que recibimos la carta Magna, se ha ido transformando en una indignación sin límites, al comprobar en carne propia que se incumplen a diario todos y cada uno de sus preceptos.

Puede que haya llegado el momento de que el Documento pase a formar parte de los libros de historia expuestos en los museos y de que se piense en redactar uno nuevo, mucho más acorde con lo que exige la Sociedad aquí y ahora, sin que esta vez, se nos pida tanta benevolencia. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El belén de la crisis


El cura de Momán, un pequeño pueblo de Burgos, ha montado este año un curioso Belén, que refleja en toda su extensión, sin abandonar el tema bíblico, la crudeza de la crisis y otorga a cada una de las figuras pertenecientes a esta historia, justo el papel que tendrían, si el nacimiento de Jesús se produjera aquí y ahora.
Para empezar, el portal de Belén se encuentra vacío al haber sido María y José desahuciados por falta de pago y ambos, con su hijo recién nacido, se manifiestan en la puerta del palacio de Herodes, protagonizando un escrache, en contra de la política que este personaje está practicando en Judea.
También los Reyes Magos se han visto afectados por la realidad en que vivimos, ya que al no tener Baltasar los papeles exigidos por la ley, no se le ha permitido la entrada en el país y le encontramos intentando saltar una valla fronteriza coronada de alambre espinoso, exactamente igual que la que el gobierno Rajoy ha colocado en Melilla.
No se corta el párroco de Momán, al exponer lo que piensa del papel que está jugando la Iglesia oficial española en este momento, ni en manifestar su total oposición al camino que sigue la curia, en relación con los problemas que ha traído la crisis.
Y dice, con toda la razón, que de vivir Jesús en estos momentos, no le cabe la menor duda que estaría en la calle al lado de los afectados y no en los palacios arzobispales, vistiendo ropa de Armani y negociando concordatos, siempre en busca de fondos para sufragar una vida de lujo que perpetúe la grandeza económica de la Iglesia.
No sabemos qué pensarán sus superiores de la postura adoptada por este humilde cura de pueblo o si decidirán, como puede pensarse, sancionar de alguna manera el atrevimiento de haber montado este Belén, que tantas correspondencias tiene con la cotidianidad que vivimos.
Tampoco parece que al protagonista de esta historia le importe en demasía, ni que le cause ninguna preocupación que disentir de las directrices que propugna su Iglesia y  manifiesta abiertamente su intención de seguir al pie de la letra lo que le marca su doctrina, aunque esto suponga un enfrentamiento permanente con sus superiores, que incluso pudieran apartarle de su labor pastoral, simplemente por estos hechos.
En realidad, los curas que comparten estos pensamientos, que los hay, están bastante acostumbrados a que las jerarquías eclesiásticas procuren acallar un mensaje, que bien podía haber salido de los labios de Cristo y prefieren convivir entre aquellos que nada tienen, en lugar de en lujosas mansiones que nada les aportan a nivel personal, al estar vacías de los verdaderos valores que deben mover las relaciones entre los hombres.

La valentía de montar este Belén dice mucho de la categoría personal y humana de este sacerdote y deja en nosotros el gusto dulce de saber que en el mundo quedan aún personas dispuestas a prestar su ayuda desinteresadamente y por vocación, precisamente a aquellos que más lo necesitan y que están siendo las verdaderas víctimas de esta crisis interminable y asesina.

martes, 3 de diciembre de 2013

Hacienda no somos todos


Conozco a un ciudadano al que Hacienda negó la confirmación de su borrador de la Declaración de la Renta, al haber aumentado su patrimonio en 0,80céntimos, procedentes de la venta de unas acciones regaladas por una Empresa de seguros, que no quiso conservar.
Fue llamado a una inspección para revisar sus papeles y sólo después de entrevistarse con el funcionario e incluir en su declaración la “sustanciosa” cantidad que faltaba, el tramite que en este caso era de Devolución, siguió su curso, pudiendo al fin, después de varios meses, quedar en paz con la entidad recaudatoria, hasta el siguiente año.
Esta misma Entidad, que hace apenas dos meses encontraba claros indicios de fraude fiscal en las cuentas de la Infanta, relacionadas con el caso Aizón, se desmarca ahora de lo dicho y abre la puerta de escape que permite a la hija del Rey eludir la acción de la justicia, a pesar de que las cantidades que se han estado manejando son, éstas sí, bastante suculentas.
Atendiendo a ambos casos ecuánimemente, como marcaría el principio Constitucional que preconiza la igualdad entre todos los españoles, la reacción del Organismo encargado de procurar la recaudación de los impuestos en este país, no parece entender de la misma manera el hurto de información a la hora de presentar la Declaración de la Renta, en el primero que en el segundo y para que aún resulte más fácil de entender, baste con decir que ni siquiera ha llegado a nosotros la información de que la Infanta haya sido llamada por los inspectores para que aclarase lo ocurrido con sus ingresos, a pesar de estar en el punto de mira de la Justicia y su propio marido imputado en un asunto de corrupción, que a su vez afecta directamente, al pecunio de todos los españoles.
Esta vulneración del principio de igualdad desdice incluso, el discurso emitido por el regio padre de Cristina, a través de la televisión, en el que reclamaba una paridad incuestionable a la hora de juzgar los actos de todos los ciudadanos, siendo éste como es, al menos teóricamente, un país democrático en el que lo natural sería vivir, con la tranquilidad de ser juzgados con criterios idénticos, cuando hay equivalencia de delitos.
  Sin embargo, mientras la Infanta se ve arropada por toda una multitud de defensores de su imagen, que la protegen procurando que no tenga que verse en la obligación de sentarse en un banquillo, el ciudadano anónimo al que aludíamos en el primer párrafo de este escrito, por ochenta céntimos, ha de acudir ante la inspección, desglosar ante ella todos sus movimientos bancarios, demostrar que sus ingresos y sus gastos se corresponden en buena lid y pagarse los desplazamientos que acarrea tener que moverse de acá para allá, para solucionar un problema tan nimio.
Hace tiempo que solemos afirmar, sin el menor temor a equivocarnos, que la justicia en España no es igual para todos. Ahora además, habría que añadir que Hacienda tampoco lo es y que los apellidos, también en este segundo Organismo, cuentan y ayudan sobremanera a conseguir un trato de favor para quienes los poseen, dejando a los Pérez, García o Fernández de esta tierra nuestra, en un plano de indefensión total, si es que llegara a ocurrírseles, conscientemente o por error, no mencionar  algún ingreso que hayan podido percibir, aunque provenga de operaciones legales, constatadas por el pagador fehacientemente.
El slogan que hace unos años se puso de moda “Hacienda somos todos”, debía referirse a todos los que nada tengamos que ver ni con la política, ni con la Empresa, ni con la realeza.