A las cinco y cuarto de esta tarde del 31 del Mayo de 2018 y mientras el representante
del PNV, Aitor Estaban, interviene en la tribuna del Congreso, anunciando su
apoyo a la Moción de censura presentada por Pedro Sánchez., Mariano Rajoy, que
esta mañana ha tratado desesperadamente de rebatir a un líder socialista,
tocado en esta ocasión por una especie de halo de moderado acierto, ha tenido
que enfrentarse, en todos sus turnos de réplica, a la contundencia incontestable
de unos argumentos que manejados hábilmente y con ponderación, en el tono y en las
formas, por el Candidato a la Presidencia, le ha ido sumiendo poco a poco, no
sólo en una espantosa soledad, sino que aún antes de que empezaran las
intervenciones de los primeros representantes de otros grupos parlamentarios,
ya preludiaban, inexorablemente, su hundimiento.
La estrategia del catastrofismo y del miedo, que tan bien había
funcionado otras veces y la negación de las evidencias demostradas en la
sentencia judicial de la Gurtel, que son por su contundencia, incontestables, han
ido, una a una, empeorando, más si cabe, la situación en que se encuentra en
estos momentos el PP y desgastando, ante la mirada de los ciudadanos que
seguían el debate con expectación, la imagen de un Presidente agónico, cuya
recuperación política resulta ya imposible de creer y al que sólo le quedaría,
para intentar conservar una brizna de dignidad, presentar una dimisión
irrevocable, aunque eso no le libraría del deshonor que supone tener que abandonar el cargo que ha
venido ocupando hasta ahora, por la puerta de atrás y por motivos tan
deshonrosos como los que se le atribuyen.
Crecido por la deriva que iban tomando los acontecimientos y
encontrándose enfrente a un Rajoy, armado únicamente con el recurso de la
descalificación y el desprecio, Sánchez, por una vez en su vida y seguramente
habiendo aprendido a fuego la lección que le ofrecieron los acontecimientos
ocurridos dentro de su propio Partido, no ha dado un paso atrás, procurando en
todo momento, no sólo responder con exquisita minuciosidad a su oponente, sino
a también, gestionando adecuadamente los gestos tácitos dirigidos específicamente
a las Fuerzas nacionalistas, imprescindibles para que el triunfo de la Moción
de censura, fuera, a lo largo de la mañana, tomando cuerpo.
Comedido en el lenguaje, pero aparentemente convencido de la
necesidad de hacer patente la excepcionalidad del momento, el líder socialista,
aunque sólo ha apuntado unas pocas propuestas de lo que pudiera ser su Programa
de Gobierno, ha dado la impresión de haber crecido desmesuradamente en el transcurso
de sólo unas horas, adquiriendo, a base de una instrucción forzosa e imperativa,
a mostrarse ante el Hemiciclo como una persona que pudiera ser capaz de
gestionar los terribles problemas que sacuden al país, incluido el conflicto de
Catalunya.
Sin que a estas horas de la tarde hayan comparecido aún los representantes
de los Partidos fuertes, sin que hayamos podido oír todavía lo que tiene que
decir Albert Rivera, que ha sido hasta ahora el único socio leal que ha seguido
apoyando a Rajoy, en casi todas sus propuestas, el triunfo de la Moción de censura
es ya seguro y poco o nada importa si
Ciudadanos vota en contra o se abstiene
en la votación. Mariano Rajoy está fuera, tanto si se llega al momento de
apretar los botones situados en los escañaos, como si se ve obligado a dimitir,
para evitar ser políticamente asesinado, por una mayoría rotunda en el
Parlamento.
Su ausencia en el Hemiciclo, sugiere que pudiera estar planteándose
seriamente la segunda opción, con la intención de que su Partido pueda permanecer
un poco más en el poder, con otra persona, que podría ser Soraya Sáinz de Santamaría
al frente y para evitar que el que siempre ha considerado como su peor enemigo,
Pedro Sánchez, pueda arrebatarle su posición de privilegio en Moncloa, que ha
defendido titánicamente, hasta el último aliento.
Pero la crudeza de lo ocurrido, la cohesión a la hora de
opinar sobre esta Moción de Partidos de ideario tan distintos y el apoyo
incuestionable de una gran mayoría de la población, manifestado en las
encuestas realizadas ayer mismo por algunos medios, pase lo que pase de aquí a
mañana, quedará escrito en las páginas de la Historia, tal como ha sido y nada
nadie podrá borrar jamás el motivo por el que Mariano Rajoy tuvo que abandonar
el poder, ni tampoco quiénes se atrevieron, como es el caso de Ciudadanos, a
permanecer a su lado, hasta el último momento.
Como decíamos ayer, hoy sólo se trataba de elegir entre dos opciones
claramente definidas y no había lugar
para soluciones intermedias.
Aún no sabemos qué pasará, pero si Rajoy finalmente dimite,
se marchará robándonos también la oportunidad y el placer infinito de haber podido
administrarle, a través de nuestros representantes parlamentarios, exactamente,
el trato que merece.
Nunca olvidaremos lo que se atrevió a hacer con esta sociedad,
ni los sacrificios que nos exigió, a golpe de inapelables Decretos, mientras en
su feudo político se tejía una corrupción institucional, que como apunta la
justicia, iba exclusivamente dirigida a cebar la insaciable ambición de unos líderes, a los
que nada importaba la naturaleza terrible del sufrimiento de su pueblo.
El paso tiempo, que
tanto juego ha dado a Rajoy, durante sus años de mandato, ha terminado por
alcanzarle de lleno, colocándole en la espalda el calificativo que por sus acciones obtiene. Ha sido, el
peor Presidente de nuestra Historia y ponemos en duda que cualquiera que le
suceda en adelante, pueda hacerlo peor.
Al fin, vemos en el horizonte, un poco de justicia que palia,
en parte, nuestros años de desconsuelo.