Si cada español hiciera el ejercicio de escribir una carta a
Rajoy, en la que detallara incluso sin extenderse, los problemas que sufren las
personas que forman su entorno, para construir entre todos el inmenso puzzle que
constituye la realidad del país en el que vivimos, las perspectivas que los
Ministros del gobierno se atreven a ofrecer ante los medios sobre la supuesta
salida de la crisis, quedarían inmediatamente contestadas por la contundencia
de los gravísimos casos personales que nos vemos obligados a soportar y que sin
embargo, se obvian.
Si esos millones de cartas inundaran de pronto los espacios
de la Moncloa y constituyeran un rio incesante de protesta y una manera de
transmitir a quien maneja nuestros destinos que ninguna de las alternativas que
ha presentado hasta hoy, ha mejorado en nada nuestro modo de vida, puede que no
quedara más remedio que oír lo que tenemos que decir y que por imposibilidad
material de acercarnos físicamente a nuestros políticos, nos vemos obligados a
mantener en el más injusto de los silencios.
Si esas cartas
consiguieran romper el muro inexpugnable que salvaguarda de un contacto real
con la vida de los ciudadanos a Rajoy y a los miembros de su gobierno y no
quedara otro remedio que considerar el contenido que cada una de ellas esconde,
no pudiendo escapar de su lectura y conociendo de primera mano los problemas
que cada uno de nosotros tiene, la frialdad con que se nos trata, como si
fuéramos una masa sin sentimientos, a la
que manejar desde las estancias doradas e insonorizadas en las que se asienta
el poder, quizá desaparecería para dar paso a una manera de gobernar un poco
más de acuerdo con lo que las necesidades del pueblo exigen y menos ocupada en
divagar sobre una macroeconomía global, que en nada soluciona lo verdaderamente
importante para la gente.
Si esas caratas, que no requieren otro sacrificio que el de
sentarse durante un rato a escribir lo que nos ocurre a cada uno, fueran
además, enviadas masivamente a los medios, para dejar constancia de que han sido
dirigidas a nuestro ocupadísimo Presidente y esos medios se hicieran eco del
contenido de las mismas, dedicándoles espacio diario y apoyando que fueran
tenidas en cuenta por Rajoy y los suyos, el impacto mundial que podría tener
esta sencilla iniciativa bien podría animar a gentes de otras latitudes a
seguir el ejemplo y constituir una forma de contestación, hasta ahora
desconocida y por tanto, de incalculables consecuencias .
Y solo bastaría con la voluntad de cada uno, para llevar a
cabo una acción, que hasta podría ayudar a soportar mejor nuestra tristeza, en
cuanto la terapia de escribir, libera al hombre del peso de sus problema e
incluso le ofrece la posibilidad de sopesar, al verlos plasmados en el papel,
si verdaderamente son tan angustiosos, como en un principio parecían.
Yo daría algo por ver la cara de Rajoy, si esto ocurriera.