jueves, 28 de noviembre de 2013

Una búsqueda inutil


Cuánto me gustaría, a la hora de elegir la noticia sobre la que escribo a diario, que pasara algún día sin encontrar en el panorama informativo español, un solo caso de corrupción protagonizado a mayor o menor escala, por elementos siempre relacionados con la Política, que aprovechan su posición de mayor o menor poder, para saquear las arcas que nos pertenecen a todos, contribuyendo grandemente al general empobrecimiento.
Cuánto me gustaría, no tener que hacer referencia a ninguno de estos ladrones de guante blanco, para los que Arsenio Lupín era un aprendiz en ciernes, a juzgar por los subterfugios que cada cual se busca para defraudar y hacerlo en total impunidad, con la tranquilidad que les da la ligereza de nuestras leyes con los delitos fiscales y el afán de aplicarlas siempre a favor de los encausados, que están demostrando con sus sentencias, ciertos jueces.
Pedro es que sólo en esta semana, se ha hablado de la  financiación ilegal del PP, por boca del juez Ruz, el presunto desvío de fondos destinados a Cursos de Formación para desempleados, por parte de UGT, la condena de cuatro años que le ha caído a Fabra, el del aeropuerto fantasma de Castellón y hasta el intento de un Alcalde de triplicarse el sueldo, además de nuevas informaciones sobre el caso Urdangarín o el de Bárcenas.
¿Cómo se puede entonces, ignorar todas estas informaciones y hurtar a los lectores su derecho a conocer una actualidad tan candente y tan relacionada con su paulatino empobrecimiento, en pleno transcurso de la crisis?
A una le parece que si decide escribir sobre otras cuestiones, ha de ser necesariamente, para despertar el interés de quienes se dignan a seguir estos artículos de opinión con cierta regularidad y que siempre merecen la consideración de que lo que leen se encuentre en ese momento en el candelero informativo, por lo que la búsqueda de temas que superen la curiosidad que despiertan las corruptelas políticas, es de una inutilidad, rigurosamente manifiesta.
Y no es que quién escribe no esté absolutamente aburrida de tener que recurrir casi a diario al mismo tipo de noticias, sino que  a pesar de estarlo, se ve en la obligación de seguir el rastro que dejan tras de sí estos impresentables y reclamar, a través de estas letras, al menos, un poco de justicia.
Palabra de honor que me encantaría, el próximo Lunes, poder dirigirme a ustedes con la buena nueva de que en el panorama político español ha sucedido algo verdaderamente bueno para las mayorías a las que todos nosotros pertenecemos, pero mucho me temo y ojalá me equivoque, que los próximos días serán igual que estos, poco propicios para poder convencernos de que algo está cambiando para mejor, en esta Sociedad nuestra y que la actualidad que vendrá, incluirá otra vez, nuevas historias de nuevos corruptos que han hecho de la política un vehículo para su propio enriquecimiento, a costa de nuestras aportaciones fiscales y sin que nadie afee su postura o condene su delito.
Esperar lo contrario, sería vivir en otra España distinta a la que ahora mismo habitamos y contar con representantes institucionales y dirigentes empresariales, de una moralidad y honradez que ahora mismo, qué quieren que les diga, están brillando por su ausencia.
No sé que habremos hecho para merecer esta plaga incombatible, pero de verdad que uno tiene la impresión de que de repente hubieran sido puestos en libertad miles de ladrones y todos hubieran sido además colocados, obviando sus pecados anteriores, en el mundo de la política. 


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Una traición imperdonable


No existe mayor mezquindad que la que han demostrado aquellos que, declarándose defensores de los derechos de la clase trabajadora, han estado estafando al Erario público en beneficio propio, mientras el país se hallaba sumido en la mayor crisis de cuántas hemos conocido y las personas eran despojadas sin compasión de sus salarios, sus viviendas y sus derechos.
La UGT andaluza, presuntamente implicada no sólo en el asunto de los ERE, sino también en un despilfarro desmedido de partidas económicas destinadas a sufragar cursos de formación para la multitud de desempleados  que ha dejado la mala gestión del gobierno Rajoy y la desgana que han puesto los Sindicatos en defender los convenios, se coinvierte en uno de esos ejemplos imperdonables, que no merece otra cosa más que el desprecio más absoluto por parte de la clase obrera y un abandono en masa de todos los afiliados con que pudieran contar, a los que han estafado vilmente, con actitudes  incalificables que retratan abiertamente la inmoralidad de sus dirigentes.
Nada hay peor que traicionar a los de tu propia clase, con un tipo de corrupción directamente relacionada con el disfrute de una vida de lujo, mientras los pobres de esta tierra nuestra, se debaten entre la angustia de no poder encontrar un puesto de trabajo y la vergüenza de tener que vivir de un subsidio o de la caridad familiar, sin poder esperar de las Centrales Sindicales, siquiera, un mínimo de honradez que garantice los principios para los que fueron creadas.
Ser sindicalista lleva consigo, intrínsecamente, el compromiso ineludible de la lucha. Para eso los trabajadores decidieron organizarse hace un par de siglos y esa es la única función que no ha perdido un ápice de su vigencia en la actualidad, fundamentalmente ahora que tanta falta hace la unidad, para enfrentarse a los fantasmas del hambre y el miedo que nos han impuesto los que detentan el poder desde las grandes esferas.
Ser sindicalista es imposible, sin haber abrazado antes una ideología, en la que los humildes sean defendidos con la valentía que se necesita para llegar a las últimas consecuencias, en demanda de los derechos que a diario nos son hurtados por los gobiernos de este mundo globalizado y capitalista, para el que somos mera mercancía, al servicio de sus exigencias.
Mofarse de los graves problemas que nos afligen y abandonar a la clase trabajadora, a cambio de unos privilegios reservados a los que pertenecen a un estatus social supuestamente superior, por meras cuestiones crematísticas, supone un traición injustificable, que debe ser castigada a la mayor prontitud, con toda la dureza de la ley y con la crudeza precisa, para que no se olvide jamás la magnitud de la culpa.
Que dimita Cándido Méndez o no, es una nimiedad, si se tiene en cuenta la degradación que ha sufrido su imagen a los ojos de un pueblo, que no entiende que permanezca enrocado en una posición de subvencionado poder, habiendo aceptado cuestiones como la implantación de la Reforma Laboral de Rajoy, la desaparición de los Convenios en las empresas o la paulatina privatización de la Sanidad y la Educación, teniendo aún la desfachatez, de llamarse líder de  sindicalistas.
Su pasividad, junto a la de su compañero de Comisiones Obreras, ya había logrado convencer a los ciudadanos de la inutilidad actual de las Entidades que presiden, habiéndose generalizado la opinión de que Touxo y Méndez, más bien se han convertido en directivos de dos grandes empresas, que en defensores a ultranza de los derechos robados a unos trabajadores que confiaban en ellos.
Hace años, cuando ser líder sindical era ilegal y algunos de ellos se exponían continuamente a la virulenta represión de la dictadura, los principios ideológicos y la propia conciencia, bastaban para continuar en la lucha, aún a riesgo de sufrir lesiones físicas de gravedad o incluso, perder la vida en el intento.
Estos hechos, que nuestros jóvenes no han conocido por razones obvias de edad, trajeron sin embargo, las mejoras laborales que disfrutábamos hasta que la crisis  las barrió del mapa, colocándonos a las puertas de la más oscura miseria.
Aquellos hombres íntegros, que nos enseñaron con su ejemplo cuál era el camino a seguir, son hoy vilipendiados y despreciados por las actitudes corruptas de los que les siguieron.
Vergüenza debería darles manchar así el recuerdo de su memoria y más vergüenza aún, arrastrar por el lodo a la clase obrera, dejándola en total indefensión, simplemente por dinero.
Nunca podremos perdonarles ni olvidaremos que cuando más les necesitábamos, pudo más para ellos el afán de riqueza, que mantener la limpieza en sus actos, en beneficio de quienes más lo merecen.



martes, 26 de noviembre de 2013

El camino de la adopción


El asesinato de la niña Asunta, en Santiago, en el que el juez señala como culpables a sus propios padres, mueve a reflexionar seriamente sobre si en el mundo de la adopción, los organismos estatales encargados de otorgar finalmente la idoneidad a los progenitores, cumplen a rajatabla los criterios de valoración ofrecidos por los excelentes profesionales que se dedica a este campo, o si por el contrario, incluso con la oposición manifiesta de psicólogos y trabajadores sociales, se termina por conceder niños a determinadas familias, única y exclusivamente por cuestiones meramente crematísticas.
Los hijos de adopción, que portan siempre una mochila de graves problemas, bien por motivos de desamparo y abandono familiar, o por todo tipo de abusos y maltrato  cometidos en la mayoría de los casos bajo el techo de que provienen, precisan contar con que los que se convertirán en sus padres gocen de una perfecta armonía mental y una preparación exhaustiva para afrontar la multitud de contingencias que les sobrevienen, desde el momento en que los pequeños son instalados en el hogar y pasan a convertirse en parte del mismo, para el resto de sus vidas.
La entrevistas previas a la llegada del hijo, ponen en muchas ocasiones de manifiesto que no todos cumplimos el perfil necesario para ser la clase de guía que estos niños precisan y que incluso podríamos sucumbir al terror de la historia que traen consigo los pequeños, incapaces de ofrecerles las respuestas que nos irán pidiendo, a medida que vayan enfrentándose a la cotidianidad que les rodea y siendo conscientes de su propio pasado ,que a todos inquietará, al no entender por qué fueron abandonados a su propia suerte.
Estas carencias, fáciles de identificar para los equipos encargados de llevar el proceso, desde el mismo momento en que alguien decide solicitar un hijo de adopción, conducen en muchas ocasiones a una negativa tajante de idoneidad, que suele producir en los solicitantes reacciones de rechazo, al no ser agradable que se ponga en duda la validez que uno pueda tener como padre, aunque sólo sea por motivos de vanidad, o bien, por un deseo incontrolable de alcanzar la plenitud vital que todos ansiamos.
Y sin embargo, las Instituciones encargadas de conceder finalmente las adopciones, suelen cribar las opiniones de los profesionales, una vez recibidos los informes pertinentes y en muchos casos, terminan otorgando la paternidad, en contra de los criterios expuestos, a veces motivados por la idea de que un menor ha de ser, necesariamente feliz, si es llevado al seno de una familia bien situada que pueda cubrir con creces cuántas necesidades pueda tener, aún cuando no haya sido considerada, por la razón que fuere, válida para jugar emocionalmente el papel que en estos casos se reclama de ella.
Hace unos años, por ejemplo, se puso de moda entre la gente bien adoptar una niña china procedente de los espantosos orfanatos que todos pudimos ver a través de la televisión, simplemente por motivos de caridad, o por ofrecer una imagen de falso progresismo, a un entorno que siempre veía con buenos ojos, sacar del terror a una inocente.
Pero el mito de la familia feliz duraba sólo hasta que la menor empezaba a mostrar sus carencias emocionales con episodios de terrores nocturnos o llantos incomprensiblemente largos, provenientes de los traumas sufridos durante su estancia en los Centros y los recién estrenados padres se veían limitados en su cómoda forma de vivir, por la impertinencia de tener que soportar un cambio en sus costumbres, con el que no habían contado para nada, mientras construían su castillo en el aire.
Los profesionales que habían advertido el problema y negaron a este tipo de gente la idoneidad, se vieron entonces desbordados por una serie de denuncias que ponían en duda su criterio y que en muchas ocasiones, fueron ganadas por los denunciantes, aunque después el tiempo viniera a dar la razón a quienes desde el principio la tenían y muchos menores fueran devueltos, a la primera de cambio, al no poder las familias soportar, el duro camino que suponía mantenerlos en el hogar, sin estar preparados para ello.
Quizá el caso de Asunta haya sido uno de éstos. Desde luego, la historia de esta niña, de momento desconocida para todos nosotros y los motivos que llevaron a estos padres a su adopción, algo habrán tenido que ver en el desarrollo de los acontecimientos.
El estatus social de la familia y el entorno en el que, al parecer se movía, hacen presagiar que con toda probabilidad, la adopción de Asunta se produjo en uno  de esos momentos en que la moda marcaba la “obligación” de hacer algo, por estas chinitas procedentes de los sórdidos hospicios antes mencionados.
Y puede que después, la niña reclamara mucha más atención de la prevista, convirtiéndose en una rémora para quienes desde nunca, habían estado realmente preparados para recibirla y lo ocurrido, que resulta algo incomprensible para cualquier persona normal, probablemente, no haya sido más que una consecuencia de un insufrible hartazgo, provocado por una falta de vinculación emocional que nunca llegó a producirse.
La trágica muerte de la pequeña, vuelve a traer a colación la necesidad de esos exámenes contundentes que los profesionales llevan mil años reclamando y la urgencia en que lleguen a ser ellos y no las Instituciones, quienes determinen el paso final que llevará a un menor a ser instalado en una familia, absolutamente preparada para educarlo y amarlo incondicionalmente.
La dureza del camino de la adopción trae consigo demasiados sacrificios y al emprenderlo se ha de pensar, no solo en la necesidad personal de realizar uno de los sueños más grandes de la vida, sino también en poder cumplir todas las expectativas que de nosotros espera el menor, que como si se tratara de un hijo biológico, también tiene derecho a la felicidad y a la comprensión a la que todos aspiramos, sea cual sea nuestra historia y procedencia.





lunes, 25 de noviembre de 2013

Negando la mayor


Ni siquiera el hallazgo de indicios sobre una financiación ilegal del PP, por parte del juez Ruz, ha conseguido que los que hoy gobiernan nuestro país admitan la evidencia.
Y eso que las acusaciones ya no provienen exclusivamente del denostado Bárcenas, sino que tras una exhausta investigación judicial,   no parecen quedar dudas sobre este turbio asunto y la opinión de los ciudadanos no puede ser más unánime, en cuanto a la creencia de que en la sede de los populares en Génova, se recogían jugosos donativos por parte de empresarios que después esperaban prebendas y que el montante  era destinado después, no solo a cubrir las necesidades del Partido como Institución, sino también a los ya famosos sobresueldos a los que hace alusión el ex tesorero, en los papeles que fueron anteriormente publicados por la prensa.
Marie Dolores de Cospedal y otros dirigentes, cuyos nombres aparecen por cierto en los mencionados papeles, se afanan sin embargo en seguir negando la mayor y se escoran en una postura de honradez, bastante difícil de aceptar, por cualquier persona medianamente inteligente.
El tiempo que se está tardando en desenredar la enrevesada maraña que constituye el mayor caso de corrupción, de los muchos que se han conocido en los últimos tiempos y la férrea unión de los miembros de la cúpula del PP ante la enorme lista de indicios que señalan directamente su implicación en el asunto, están actuando en contra de que llegue a conseguirse esclarecer lo que verdaderamente pasó y tratando de alejar el fantasma del peso de la justicia, de todos aquellos que en principio, podrían llegar a ser imputados por su participación en toda una suerte de ilegalidades, que en cualquier país del mundo, ya hubieran costado el puesto al Presidente y a todo su gobierno.
La parsimonia con que Ruz se está tomando lo que trae entre manos, no favorece en absoluto una pronta acción de la justicia y propicia además que una gran parte de los delitos cometidos queden prescritos, cuando por fin se decida a juzgar este escándalo y a sentar en el banquillo a quién considere presunto culpable de las penas que se le acusa.
Acostumbrada a que los delitos fiscales sean cometidos en España con total impunidad, la ciudadanía ya no espera una resolución satisfactoria del caso y de acuerdo con la opinión de cierta prensa, aguarda que cualquier día se declare el sobreseimiento, sin que se le ofrezca una explicación plausible que lo determine, ni satisfaga las ansias de justicia que recorre la médula espinal de los españoles, en los últimos tiempos.
Nunca se conoció sin embargo, una desfachatez mayor que la que ahora protagonizan los dirigentes populares, cuando a pesar de tener la espada de Damocles pendulando sobre sus cabezas, son capaces de proseguir con la rutina estereotipada que les impone la formación a la que pertenecen, poniendo en duda la capacidad de discernir de todo un pueblo y burlando en total impunidad, la contundencia de las leyes.
Y a pesar de que el caso apunta a que el propio Presidente del Gobierno recibió sobresueldos, mientras exigía a los ciudadanos una imposible austeridad, con sus políticas de recortes, la vida fluye para él y los suyos, como si nada de esto hubiera existido y sólo la mayestática maldad de un ex tesorero resentido, hubiera inventado esta macabra historia, después de evadir un dineral de dudosa procedencia a los Bancos suizos y sin que quienes se movían entonces en las habitaciones que rodeaban su despacho, se enteraran absolutamente de nada.
Si sabremos o no alguna vez de dónde llegaron los cincuenta millones de Euros y si  en las cuentas bancarias rezaba algún otro titular, aparte de Bárcenas, es una incógnita que, de momento, ninguno de nosotros puede resolver.
Pero sí que podemos hacernos la sencilla pregunta de si el puesto de tesorero, en cualquiera de los partidos del arco político, da para conseguir tanto ahorro.
Y si es así ¿cuánto habrán llegado a ahorrar todos aquellos que ocupaban un cargo, por encima de Bárcenas?
Y sobre todo ¿dónde estarán ahora, los frutos de tales ahorros?.  



domingo, 24 de noviembre de 2013

El pretendido cambio del PSOE


Habiendo desandado todo el camino de su historia y colocado ahora por sus errores, en una situación desastrosa en el campo de la política, el PSOE adopta la estrategia de lanzar a la lideresa andaluza, Susana Díaz, como símbolo de una renovación generacional, que el electorado no percibe, recordando aún lo acontecido en la última etapa del gobierno de Zapatero y viendo en Rubalcaba, la continuación de un camino socialdemócrata, más cercano a la ideología de las derechas que a lo que siempre se tuvo por los principios del Socialismo que preconizara Pablo Iglesias.
 El desgaste que sobre el PSOE ha ejercido la crisis y la falta de determinación de Zapatero, cuando decidió obedecer los mandatos que se le imponían desde Europa, pesan como una losa sobre el Partido centenario e impiden al ciudadano confiar en las buenas intenciones de unos dirigentes, más identificados con la típica imagen del poder, que con las necesidades primarias de su pueblo.
Sobran congresos y reuniones y el intento de renacer de las cenizas, queda eclipsado por la memoria que del PSOE actual guardan los votantes, que no encuentran en él, ni la oposición contundente que merece la política del PP, ni el liderazgo necesario para dar una réplica eficaz a las propuestas europeas, que consiga frenar la caída del desempleo en el país, creando los puestos de trabajo que reclaman los ciudadanos para recuperar la dignidad que les han robado los recortes.
Cualquier intento de convencer a la opinión pública de que para renovar un Partido, basta con poner al frente del mismo una cara joven y nueva, ha de fracasar necesariamente, cuando se está traicionando flagrantemente los principios ideológicos que motivaron su creación y la distancia que se tiene con el pueblo es exactamente igual a la que protagoniza el grupo conservador que nos gobierna.
Hace mucho que el PSOE dejó de ser un Partido de izquierdas y de aglutinar al sector menos radical del panorama electoral, que en principio, se negaba a votar a Izquierda Unida, por considerar que representaba a un comunismo obsoleto.
Desde el momento en que se empezaron a rebajar las prestaciones sociales y se decidió recortar los sueldos del funcionariado, abriendo la puerta de todo lo que ha venido después, cualquier parecido con el Socialismo quedó atrás, mientras se entraba a formar parte de los círculos capitalistas que detentaban el poder, actuando en su favor y no en el de lo que exigía el pueblo soberano.
Todo el mundo sabe que la decadencia del PSOE ha sido fraguada minuciosamente por él mismo y que la pérdida de confianza del electorado ha sido ganada, a pulso, desde los despachos de una Moncloa, que entonces habitaba Zapatero.
Costará años que vuelva a recuperarse y para conseguirlo, sus líderes deberían empezar por hacer examen de conciencia, preguntándose a sí mismos, si de verdad son socialistas convencidos y si serían capaces de aceptar todos y cada uno de los principios que caracterizan este pensamiento.
De hacerlo, tendrían que renunciar a muchos de los privilegios que durante años han ido acumulando, cada cual de la manera que ha podido, desde su posición de poder y empezar a entender que cuando se es socialista de verdad, compartir con el más necesitado es una máxima que no admite discusión, por tratarse de la primera regla de obligado cumplimiento.
Dada la situación del país, sería fácil ponerlo en práctica. Y así, cuando los ciudadanos comprueben en carne propia que se predica con el ejemplo, tal vez sea posible empezar a olvidar el pasado de traición que protagonizaron Zapatero y los suyos, llevando a su formación hasta dónde hoy está y a dónde estará mucho tiempo, a pesar del lavado de cara que hacen, dudando de que la Sociedad es inteligente.



jueves, 21 de noviembre de 2013

Cristales contra el hambre


No sé si al gobierno de Mariano Rajoy se le ha ocurrido pensar qué pasaría, si todos los españoles que están emprendiendo actualmente el camino de la emigración, fueran rechazados brutalmente por los países a los que llegan, encontrando en cada una de las fronteras que atraviesan, como recibimiento, altas alambradas de espino que les impidieran el paso, teniendo que jugarse la vida, en el caso de querer proseguir con la odisea personal que los alejó de su patria.
En esta Europa de ricos y pobres, hablamos de civilización presuponiendo que sólo a nosotros nos pertenece y que todos aquellos que se ven obligados a malvivir lejos de nuestros territorios, siguen siendo unos bárbaros que no han evolucionado nada desde que terminaron con el Imperio Romano, muy al principio de nuestra historia.
Este debe ser el error que empuja a nuestros gobernantes a tratar a los que se atreven a intentar instalarse en alguna parte del viejo continente, siempre por razones de desesperación, en gran medida por causa del abandono en que les dejamos cuando dimos fin a la explotación de las llamadas colonias, como si se trataran de mercancía de segunda mano y sin los sentimientos naturales que son comunes a todos los integrantes de la raza humana.
El refuerzo de las alambradas en Ceuta y Melilla, ordenado en los últimos días por nuestro gobierno, para evitar los saltos masivos que se producen a diario, con la esperanza de poder huir de la más terrible de las miserias, demuestra fehacientemente que no queda en nuestros políticos ni una brizna de humanidad, para comprender la terrible situación que deben estar atravesando quienes se arriesgan a saltar, por no ser capaces de subsistir en su propia tierra.
Más allá de otras muchísimas connotaciones, la causa principal de la huída masiva de ciudadanos marroquís y subsaharianos, no es otra que el fantasma  terrible del hambre, que es la más grave de las enfermedades que pueden afectar a los hombres y cuyas consecuencias son capaces de llevarles a asumir con resignación cualquier tipo de riesgo, con tal de escapar de la miseria que acarrea no tener qué llevarse a la boca, ninguno de todos los días.
Sembrar los caminos de alambradas, de afilados cristales capaces de cercenar de raíz, el ilusorio espejismo de los sueños, no es la mejor manera de combatir un fenómeno que se ha extendido indiscriminadamente por casi toda África, condenando a sus habitantes a una muerte segura, en condiciones que ni siquiera nuestros animales padecen, en esta España de crisis que  estamos sufriendo.
¿Dónde queda la caridad que preconizan a golpe de religiosidad, los conservadores que nos gobiernan?
¿Dónde está el cristianismo que asumen como creencia los miembros del PP, codeándose con los miembros más relevantes de la Curia romana y acudiendo junto a ellos a manifestaciones a favor de una vida, que luego niegan a los demás, acorazando la entrada a nuestra casa, para remediar en lo posible, su terrible pobreza?
¿Dónde está la voz de Rouco Varela, a favor de estas gentes que su primer vicario defendió, según dice su Catecismo, hasta el punto de convertirse, dejando todos sus viernes, en uno de ellos?
¿Dónde la solidaridad que merece quién más lo necesita, aunque sólo sea para convencerse de que este paraíso con que soñaba, no era el lugar de innumerables riquezas que le parecía ver desde su país, mientras le enajenaban con imágenes de una sociedad de consumo, sólo al alcance de unos pocos?
Tampoco en esta decisión estamos los españoles de acuerdo con el Presidente. Nuca las alambradas lograron, al final, detener la resolución de quienes nada tenían qué perder, por muy altas que fueran.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

A medio camino


Hace bien Mariano Rajoy en dar las gracias a los españoles, cuando se cumplen dos años de su mandato.
Hace bien y no solo por cortesía, sino porque las hemos merecido de verdad, al soportar  sin recurrir a la violencia, todas las injusticias que sobre nosotros ha perpetrado, desde que aterrizó en el poder con un montón de promesas electorales bajo el brazo, de las que no ha cumplido ninguna.
Ningún periodo de la joven Democracia española ha sido tan nefasto, ni nunca se habían cometido en tan corto espacio de tiempo, tantos atentados contra los derechos de los ciudadanos, como los que se ha encargado de traer a nuestras vidas, este Presidente.
A medio camino de su legislatura, Mariano Rajoy gobierna hoy un país muchísimo más pobre que el que encontró a su llegada y acarrea tras de sí una especie de indignación general, hasta ahora desconocida, al afectar a ciudadanos de toda tendencia y pensamiento.
Prometió terminar con la crisis y a pesar de la vana presunción de haberlo conseguido, en la calle no se percibe otra cosa que un mayor empobrecimiento. Juró por activa y pasiva, por toda la geografía española, que emprendería un camino que conseguiría paliar las cifras del desempleo, que ya entonces empezaban a ser alarmantes y en veinticuatro meses, en nuestras calles hay un millón doscientos mil parados más, que deben a su Reforma Laboral, el desamparo en que han quedado sus familias y las paupérrimas condiciones de futuro que la Ley Wert ha preparado para sus hijos.
Prometió luchar contra la corrupción y él mismo ha resultado sospechoso de estar implicado en uno de los casos más graves descubiertos hasta el momento y que afecta a toda la cúpula de su Partido, señalada en los papeles de Bárcenas de haber estado cobrando suculentos sobresueldos, mientras se nos exigían a los demás toda una suerte de insufribles sacrificios y se perdonaba a los evasores de grandes capitales sus pecados, por medio de una Amnistía fiscal, que ni siquiera ha devuelto a las arcas una mínima parte de lo sustraído.
Prometió respetar las pensiones y se ha sacado de la manga un sortilegio, por el que el poder adquisitivo de nuestros mayores ya ha empezado a mermar, sin que ni siquiera se haya tenido en cuenta que en incontables casos, se han convertido en el sostén de los núcleos familiares a los que el fantasma del paro ha dejado sin sustento y la avaricia de la banca sin vivienda, por causa de los malditos desahucios.
Prometió no tocar Sanidad y Educación, pero ha establecido el copago de los medicamentos y entregado a la privatización unos cuantos hospitales, además de haber despedido a una multitud de interinos, absolutamente necesarios para el buen funcionamiento de los servicios y subido las tasas universitarias y recortado las becas, hasta lograr que muchos de nuestro jóvenes se vean en la imposibilidad de continuar con sus estudios, al carecer sus familias de medios para sufragarlos.
Ha demolido los convenios colectivos e incrementado la represión ejercida sobre la multitud de manifestantes que han intentado ejercer su libertad de expresión en las calles, clamando contra las políticas de su gobierno.
Ha enterrado los excesos de los equipos directivos de la Banca, empleando un rescate millonario que ahora pesa sobre la espalda de la ciudadanía, en sanear las cuentas de entidades en bancarrota, que a su vez habían estado estafando a los españoles con el asunto de las preferentes y ha puesto por encima los intereses de personajes cuya gestión ha sido un fracaso, al de toda una sociedad, a la que ni siquiera se le ha correspondido, concediendo algún tipo de crédito.
Ha hundido a la pequeña y mediana empresa, favoreciendo a  los grandes emporios, consintiendo que los mismos rebajaran las condiciones laborales de los trabajadores hasta niveles del siglo pasado y defendido a capa y espada los mandatos de una Europa implacable, sin que se haya notado en ningún momento la “españolidad” de la que presume, ni el patriotismo que solo emplea, en aburridos enfrentamientos con Cataluña, que a nadie fuera de allí, interesan.
 Se ha escondido de la prensa, inventando intervenciones televisadas en las que no se permiten preguntas y  se ha negado reiteradamente a acudir a los llamamientos de los parlamentarios en el Congreso, probablemente acorralado por las sospechas que le persiguen, desde que su ex tesorero Bárcenas fue encarcelado y salieron a la luz los papeles que todos conocemos y que dejan en muy mal lugar a él y a su Partido.
Ha puesto en tela de juicio la inteligencia de los españoles, mintiendo sistemáticamente en todas sus intervenciones, inventando conceptos absurdos para definir todas y cada una de las partidas de recortes y atribuyendo a la mayoría silenciosa un apoyo para su gestión, del todo incierta,  tratando de pulverizar cualquier atisbo de oposición, desoyendo impasible, el clamor de los innumerables colectivos que se han estado manifestando en las calles de todas nuestras ciudades, prácticamente desde su llegada al poder , sin que en ningún momento haya decrecido el tono de las protestas.
Y ha conseguido como nadie, entristecer a un país, hasta el punto de hacerle entrar en un permanente estado de shock, afectado por la política de terror que se ha encargado de ir instalando entre nosotros, día a día, con el catastrofismo y la oscuridad, por bandera.
Así que lo mínimo que podía hacer en este momento, es agradecernos encarecidamente que no haya habido un estallido social que le haya apeado del cargo y la paciencia infinita que ha demostrado este pueblo ante una gestión que  no la merece.
El agradecimiento es recibido hoy por una protesta estudiantil que deja claro lo que la Sociedad contestaría, si se le diera la oportunidad de hacerlo.
No podía haberlo hecho peor…y aún le quedan otros dos años para dejarlo. A ver qué dice cuando le indiquemos el camino hacia la salida. Porque nosotros, no tenemos nada que agradecerle  ni a él, ni a su gobierno.






martes, 19 de noviembre de 2013

Por favor, no molesten


En muchos países civilizados, contactar con los representantes políticos cara a cara, para transmitirles las quejas que sobre su gestión puedan tener los ciudadanos, es algo que se da todos los días, con una naturalidad imposible de imaginar en España.
Porque aquí, los políticos se han convertido en una casta privilegiada que vive en una burbuja alejada de la población y cualquier intento de hacerles llegar una queja, solo o en compañía de otros, está resultando de una dificultad extrema, al negarse absolutamente nuestros representantes a la posibilidad de ser abordados por los electores, a pesar de depender directamente de sus votos, para continuar con su labor en el Parlamento.
Nada debe perturbar la tranquilidad de sus señorías y mucho menos, si la protesta sube de tono, a causa de la indignación generalizada que se han encargado de provocar en todos nosotros desde que se recrudeció la crisis, dando lugar a la necesidad de hacer llegar por el medio que sea la oposición popular, al tipo de política que se practica.
De hecho, hasta ahora, manifestarse legalmente en las cercanías del Congreso, se le ha denegado una y otras vez a la ciudadanía y las escasas veces que se ha conseguido llegar hasta allí, eludiendo los severos controles policiales que se han venido estableciendo en la zona, los políticos se han encargado de calificar de escrache, lo que simplemente era una protesta general, por alguna de las injustas decisiones que últimamente se están poniendo en marcha, a golpe de decreto.
Inquietos por tener que oír el clamor ciudadano que les exige un cambio inmediato de dirección  en las medidas de recortes y agazapados en sus lugares de privilegio, capitaneados por un inaccesible Rajoy que ni siquiera consiente en atender a la prensa, parece que están pensando en aprobar un proyecto de Ley que establezca multas de seiscientos mil euros, para todos aquellos que participen en manifestaciones en las cercanías del Congreso y también para los que  colaboren en lo que ellos llaman escraches, blindando de esta manera una integridad personal, que en ningún momento ha sufrido más estragos, que algún otro grito amenazador, que jamás ha pasado a mayores.

Esta medida, que no hará otra cosa que venir a restar otra parcela de libertad a cualquier miembro de la sociedad que desee manifestar su protesta, con la intención de hacerla llegar hasta el lugar donde se reúnen los parlamentarios, se añadiría a otras muchas ya tomadas por  Rajoy y que no han hecho otra cosa que aumentar la dureza de la represión política y policial, desde el mismo momento en que se hizo con el poder y comenzó a obedecer los dictados de Bruselas, a pies juntillas, y siempre en contra de la opinión sistemáticamente desoída de las mayorías.
Qué recurso le queda al ciudadano para establecer un contacto con sus políticos parece ser una incógnita de difícil resolución, si llegara a aplicarse esta ley y tampoco pudiera ejercer su derecho a manifestarse en según qué lugares.
Pero es evidente que este tipo de recursos que el PP califica como mejora de una serie de leyes vigentes, va indefectiblemente, mermando uno a uno los derechos de los ciudadanos, colocándolos en total indefensión, ante las decisiones tomadas desde una posición de abuso de poder, por quienes ahora nos gobiernan.
Sin embargo, parecen olvidar que aún quedamos en este país gente acostumbrada a luchar en la clandestinidad durante los años del franquismo y que ante las imposiciones de silencio que los populares propugnan, siempre existe la posibilidad de volver a ciertas prácticas que ya dieron buenos resultados en aquellos años de oscuridad, consiguiendo finalmente que se alcanzara la Democracia.

Los miembros del gobierno que nada saben seguramente de la lucha durante la dictadura, subestiman en este caso el poder de esta sociedad y ponen en la represión de sus derechos demasiadas esperanzas, teniendo en cuenta que dentro de dos años, seremos nosotros, los encargados de decidir en las urnas, qué clase de futuro aguardará a los que ahora tiranizan la política machacando a los ciudadanos.  

lunes, 18 de noviembre de 2013

Saber perder


El triunfo de los trabajadores , tras la huelga de los servicios de limpieza de Madrid, pone directamente en entredicho la solución por la que apostaba el PP, capitaneado por la Alcaldesa Ana Botella y deja claro que la insumisión de los huelguistas, negándose a aceptar las condiciones impuestas por la patronal, duele y mucho, a los dirigentes del partido conservador, que ya creía haber doblegado por medio de una política de terror, las aspiraciones laborales y de derechos de todos los españoles.
La frustración de comprender que lejos de acatar con obediencia sus designios, aún queda en nosotros el espíritu de lucha necesario para defender todo aquello que consideramos justo, ha llevado directamente al discurso de que la Ley de Huelga debe ser revisada, dando a entender que en breve, se endurecerán legalmente las condiciones para que se puedan iniciar paros libremente, cuando se considere que los puntos exigidos por los dueños de las Empresas resultan inaceptables para los asalariados y que las negociaciones han llegado a un  punto muerto, sin que se alcance la resolución de un conflicto.
Este endurecimiento que se propone y que atenta directamente contra los principios democráticos que establecen el derecho libre a la huelga, no hará sino sumarse a otra serie de condicionamientos que el PP está procurando establecer, en su denodada lucha para que los trabajadores de este país sean despojados paulatinamente de todo aquello que estando establecido por ley, pudiera beneficiarles en la consecución de mejoras, en su relación con las empresas.
El descrédito que los Sindicatos se han labrado con su nefasta actitud, en los últimos tiempos, ha contribuido de manera clara y contundente para que el gobierno Rajoy piense que los asalariados se encuentran en este momento en la indefensión necesaria para que no les quede otro remedio que aceptar todo aquello que su Reforma Laboral y sus políticas de recortes establezcan, al no poder contar con el apoyo que hasta hace poco representaba la fuerza sindical, en cada uno de los trances en que era imposible un acuerdo.
Craso error, porque a su vez, los trabajadores de hoy , al ser plenamente conscientes de su soledad y de que han sido abandonados a su suerte por las Centrales Sindicales, demasiado apegadas a las subvenciones recibidas por parte de los gobiernos, han empezado a afrontar el nacimiento de una nueva era, en la que únicamente con su unión y sin responder a las consignas de ningunas siglas, tendrán que combatir por sus derechos económicos y sociales, de una forma mucho más dura de lo que se les aconseja desde los sindicatos, si quieren obtener algún tipo de éxito.
Los problemas laborales han dejado de ser un enfrentamiento entre centrales mayoritarias y patronal, para convertirse directamente en una lucha encarnizada entre la sociedad a secas y los dueños de las Empresas, sean privadas o públicas, e independientemente de quienes sean los que propugnan ciertas decisiones que nos colocarían al borde de una quiebra personal, inadmisible y virulenta.
No crea Rajoy que endureciendo el derecho a la huelga terminará con las manifestaciones que están invadiendo la vida cotidiana del país, ni que conseguirá acallar la voz de los ciudadanos, absolutamente hartos del camino de las reformas que ha emprendido, con tanta dureza.
Muy al contrario, las prohibiciones y la represión nunca lograron el principal propósito que con ellas se pretendió, en principio. Más bien, hicieron que quienes ni siquiera se habían planteado una participación activa en determinados actos, se replantearan su postura de silencio, considerando que se vulneraba con esas imposiciones su libertad y decidiendo sumarse a todos aquellos que ya se encontraban al frente de la lucha, al considerar que se les estaba hurtando una gran parte de sus derechos.
La ira contenida que demuestra hoy Ana Botella, en sus declaraciones sobre la resolución de la huelga y su intento fallido por atribuir el éxito de la misma a la reforma Laboral de Rajoy, la convierten en un personaje esperpéntico que no sabe perder.
No señora Botella, no. No es Rajoy quien ha conseguido con su política que no haya habido despidos en este conflicto. Es la perseverancia de los trabajadores, que en ningún momento aceptaron lo que usted proponía y soportaron estoicamente trece largos días de inactividad, la que ha forzado a la patronal a reconsiderar los puntos del acuerdo.

Esta es la verdad y como tal debe ser aclarada, para que ni usted se llame a error, ni a nosotros nos quede la más mínima duda del camino a seguir, en otros casos similares a éste.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Por fin, una victoria


La prueba de que la lucha de los trabajadores por impedir que les sean robados sus derechos y de que su triunfo consiste precisamente, en comprender la auténtica medida de su fuerza, acaba de  hacerse patente en Madrid, donde los empleados del servicio de limpieza, tras mantener varios días de huelga, han conseguido que la patronal abandone su idea de rebajar los sueldos un cuarenta por ciento y que, a cambio de una congelación  salarial, se siga conservando la totalidad de la plantilla.
A pesar de las presiones que la Alcaldesa, Ana Botella, ha venido ejerciendo durante todo el tiempo que ha durado la huelga, de su actitud amenazante para con los sindicatos convocantes, de las acusaciones que afirmaban que ciertos piquetes se dedicaban a esparcir las basuras por las calles de la Capital y del ultimátum que lanzaba contra los participantes en el paro, la postura de los trabajadores, negándose a aceptar las durísimas condiciones que se les imponían ha dado sus frutos y ha puesto de manifiesto que los conflictos no siempre se resuelven dando la razón a los poderosos y que resistir es el camino para frenar la locura que se ha apoderado del mundo laboral español, llevándonos a niveles cercanos a los que se tenían a principios del siglo XX.
La obediencia ciega que los españoles han demostrado en los últimos años, acatando con actitud fatalista lo que nos ha venido aconteciendo sin luchar, como si la rebeldía no hubiera servido para nada en toda la Historia, ha sido sin duda, una de las causas que nos ha acercado peligrosamente al borde de la miseria y que nos ha ido convirtiendo prácticamente en esclavos de la patronal, que por supuesto, ha aprovechado bien nuestro miedo, para obtener en esta batalla, un modo de aumentar sus beneficios.
Pero la lucha obrera no es una ficción que hayan inventado los mayores, a pesar de que haya permanecido dormida durante los años de bonanza, en los que todos nos acostumbramos a vivir en un buen clima laboral, mientras disfrutábamos plenamente de todos nuestros derechos. Si poseíamos esos derechos era precisamente porque con anterioridad, los trabajadores los habían ido consiguiendo con enorme esfuerzo a lo largo de la historia y porque muchos hombres y mujeres antepusieron en un momento crucial de sus vidas, el bien de una mayoría, al suyo propio, combatiendo hasta las últimas consecuencias en las fábricas y en muchos casos, dejándose en ellas la vida.
Si cuando los derechos eran una certeza,  nos acomodamos  acostumbrándonos a conseguirlo todo sin esfuerzo, cometimos un grave error, cuyas consecuencias estamos pagando al forzar la otra parte, como dueña del capital, esta crisis hasta  provocar un colapso internacional, con la única intención de lograr una sumisión generalizada, que haga posible la explotación de los trabajadores, una vez que han llegado al borde de la angustia y ya no ven otra salida.
Pero entre el comienzo de un conflicto y el punto en el que el miedo ha conseguido alienar a las personas, llevándolas prácticamente a la esclavitud, hay un camino intermedio en el que todavía es posible que el milagro de la rebeldía y una organización en las fábricas, pueda cambiar el curso de las cosas, haciendo que la pelota caiga en el campo de los más débiles, si no se cede y se mantiene la resistencia.
Nuestros jóvenes no están acostumbrados a los largos periodos de huelga que mantuvieron, por ejemplo, los mineros en el siglo pasado, hasta que consiguieron que las condiciones de trabajo que se daban hasta entonces en la mina cambiaran radicalmente, para bien de todos los que ejercían esta profesión en el mundo. Permanecer unidos y asumir que la prolongación de las huelgas en el tiempo, eran la única clave que tocaba el férreo corazón de los patronos, al comprobar que los brazos caídos pronto dejaban de producir apetecibles beneficios, fue esencial para conseguir entonces el éxito y las premisas, salvando las distancias, continúan hoy, siendo las mismas.
En el paro de Madrid, estaba claro que si las basuras permanecían en las calles sine die, el agravamiento de la situación habría concluido produciendo una insoportable falta de higiene, activando incluso una alerta sanitaria, al empezar a sufrir la población infecciones y enfermedades derivadas de la falta de limpieza.
Entender que todo esto podía ocurrir y estar dispuesto a continuar en huelga, ha sido básico para que los trabajadores hayan conseguido el acuerdo y ni la soberbia amenazadora de Ana Botella, ni los esfuerzos de la patronal por manejar la opinión de las asambleas, han conseguido amedrentar la resolución con que se ha abordado el conflicto.
Esta es, la única manera de salir de la crisis. Y si el estado de supuesto bienestar de que disfrutábamos, había hecho que olvidáramos que nadie regala a nadie el destino, las circunstancias actuales obligan a poner en funcionamiento la memoria  para recordar que las actitudes que otros tuvieron en trances como éstos, pueden y deben recuperarse a la mayor brevedad, si queremos conservar la dignidad de ser personas que luchan para asegurarse un futuro.
Uno duerme mucho mejor cuando ve que es posible.


jueves, 14 de noviembre de 2013

El fiscal defensor


Cuando el juez Castro acariciaba con la mano la decisión de imputar a la Infanta Cristina, dado el aluvión de indicios que apuntan a que conocía perfectamente la marcha de las empresas de su marido, el fiscal encargado del caso, convertido en el mayor defensor de la hija del Rey, se adelanta diciendo que no encuentra motivos para su imputación, desacreditando aún más de lo que ya lo había hecho, la autoridad de uno de los pocos jueces en que confían los españoles, dado el interés demostrado en la aclaración, hasta el final, de los hechos que nos ocupan.
Nadie ha hablado aún de las tendencias políticas de este fiscal, que bien podría ser, si se tienen en cuenta sus actos, un defensor a ultranza de la Institución de una Monarquía, a la que este caso y otros muchos acontecimientos ocurridos en los últimos tiempos, colocan ahora en sus más bajos índices de popularidad, en la opinión de unos españoles cansados del oscurantismo que rodea al Rey y su familia.
Sin poder afirmar con rotundidad las tendencias monárquicas del fiscal en cuestión, su empeño en desembarazar a la Infanta de las innumerables sospechas que la sitúan en la primera línea de fuego en las empresas de Urdangarín, no parece siquiera propio de su oficio y por ello genera en la ciudadanía, serias dudas sobre la profesionalidad de este hombre, que desde un principio no ha hecho otra cosa que poner palos en las ruedas a Castro, en un claro ejercicio de funciones más propias de un abogado defensor, que del puesto que ocupa, para penuria nuestra.
¿Está el fiscal recibiendo también presiones externas que le obligan a anticiparse a las decisiones del juez, impidiendo el total esclarecimiento de los hechos?     
Aunque no estamos en posición de afirmarlo, podemos intuir que sí, ya que si el propio magistrado se atreve a denunciar que se siente acosado desde que llegó a sus manos esta historia, es fácil imaginar que si la acusación no pone sobre la mesa las pruebas necesarias para la imputación, todo podría llegar a diluirse, para beneficio de la Infanta.
Lo peor es que los españoles nos sentimos absolutamente estafados por la marcha de la Justicia y en este caso, no podemos culpar al Juez de desinterés o desidia, sino que todas las consideraciones que nos impiden conocer toda la verdad, apuntan directamente a la figura del fiscal y a su denodado empeño por salvar la honorabilidad de la Princesa.
El favor que hace a la Casa Real, influye negativamente en la opinión de los españoles, que empiezan a pensar que la gravedad de los hechos ha de ser de dimensiones mucho mayores de lo que se les dice, cuando se demuestra tanto interés en tapar qué fue lo que pasó, quiénes son los culpables del delito y a cuánto asciende el montante defraudado por estas empresas fantasmas de tan rancio abolengo.
El empeño en distraer la atención, apartando a la Infanta de la acción judicial, no hace más que confirmar todas las sospechas que hablan de su implicación en los sucios negocios que manejaba su marido, mientras se dedicaba a gastar a manos llenas los pingues beneficios que reportaban, procurando hurtar las cantidades, a los ojos de Hacienda.
Este sufrido pueblo nunca creyó que Cristina fuera tonta. Sin pretenderlo, este fiscal se ha propuesto en demostrar que sí, que lo era de capirote.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Borrando las huellas del Prestige


Mientras Bruselas reprende seriamente al ministro Wert, por su mentira sobre las subvenciones para las becas Erasmus, los responsables de la terrible catástrofe ecológica del Prestige son absueltos por la justicia, como si la contaminación de las costas gallegas nunca hubiera existido y el lema del Nunca mais hubiera sido una invención de los miles de desinteresados ciudadanos que colaboraron en las labores de limpieza.
El tiempo transcurrido y la flaca memoria que se tiene en España de los acontecimientos, han debido jugar en contra del esclarecimiento de este caso, del que se considera ahora que no hubo culpables, considerando supuestamente, que lo ocurrido entonces se debió a toda una suerte de catastróficas desdichas y que nadie debe pagar la enorme responsabilidad de haber acabado con la vida de las especies que habitaban la mar gallega, ni la consiguiente ruina económica que generó el suceso para los habitantes de esta parte de España.
Una vez más, la Justicia se pone de parte de los poderosos, mofándose del enorme esfuerzo que hizo entonces la Sociedad, al implicarse hasta las cejas en una historia que no aportaba ninguna compensación económica, a ninguno de los voluntarios que abandonaron sus vidas para instalarse en la Costa da morte, hundiéndose en océanos de chapapote, hasta conseguir que el mar y las arenas quedaran limpios de contaminación y cuyo esfuerzo nunca terminó de ser suficientemente reconocido, ni por el entonces Ministro  Rajoy, ni por el gobierno de Aznar, empeñado como tantas veces, en restar importancia a tan terrible suceso.
Hace unos años, tuve la suerte de admirar en La Coruña una exposición fotográfica que plasmaba en imágenes todo el esfuerzo que se empleó en aquella ingrata tarea y que ponía cara a los desconocidos que acudieron en ayuda de los ciudadanos de Galicia, quedando absolutamente horrorizada por la magnitud de lo que allí se veía, dando gracias porque a alguien se le hubiera ocurrido dejar testimonio de lo ocurrido, al margen de las Instituciones políticas.
Quedaba allí meridianamente claro que los “hilillos de plastilina” a los que hacía referencia quien hoy es nuestro Presidente de Gobierno eran en realidad, una ingente cantidad de combustible que ennegrecía las aguas del mar, provocando con su paso letal, la agonía de las aves y los peces que habían tenido la desgracia de encontrarse en la zona, cuando se produjo la catástrofe.
También la suerte de los pescadores gallegos cambió de manera radical entonces y han hecho falta diez años para volver a mirar al futuro con cierta esperanza.
Pero por lo visto, para el juez encargado del caso, nada de esto ha sido suficiente, o bien, por intereses ocultos, la acusación no ha sido bien planteada, mostrando la crudísima realidad de lo que originó el Prestige, o no ha convenido ahora, por alguna razón, establecer responsabilidades sobre la tragedia.
 Sin embargo, el caso Prestige está grabado a fuego en la memoria de los españoles y todos esperábamos al fin, que los culpables pagaran su delito, que no dejó de ser un atentado contra la totalidad de la sociedad, al haber atacado directamente un entorno natural que pertenece a todos, haciéndolo inhabitable durante una década.
Y aunque últimamente estamos bastante acostumbrados a sufrir la injusticia de casi todas las sentencias, este nuevo error judicial toca la esencia personal de todos nosotros, al dejar impune un delito de tales dimensiones, aunque haya transcurrido tanto tiempo.
El Prestige no fue un barco fantasma que naufragó en las costas gallegas. Lo sabemos nosotros y lo saben a ciencia cierta, todos los que se equivocaron entonces en gestionar  lo ocurrido. Claro que ahora, el Ministro responsable gobierna el País y eso supone una dificultad añadida para propiciar un esclarecimiento total de los hechos. Por si acaso le roza el escándalo, dañando aún más la mala imagen que ya tiene.






martes, 12 de noviembre de 2013

Luto en Filipinas


Vuelven las fuerzas de la Naturaleza a cebarse con los más pobres, dejando una imagen terrible del paso de un tifón en Filipinas, que muestra al mundo un panorama desolador que recuerda de cerca  lo ocurrido en Haití, mientras en esta vieja Europa nos seguimos preocupando fundamentalmente, por la marcha de los mercados y por la posición que ocupamos en la lista de los más ricos, que nosotros en particular, hace tiempo que abandonamos, pudiendo entender por ello mejor, la angustia que trae consigo la pobreza.
La muerte y la desolación atrapan a los filipinos entre sus garras, dejándoles solos frente a la adversidad, sin la protección que supone, al menos, tener las más primarias necesidades cubiertas y les coloca de repente en el ranking de una pobreza sobrevenida, esperando que la solidaridad mundial se apiade de su situación y palíe su desesperación con algunas migajas de ayuda, en forma de medicinas y alimentos.
No se puede saber qué es peor, si la desgracia de haber muerto al paso del tifón o la suerte de haber sobrevivido quedando en condiciones tan pésimas y teniendo que soportar la incertidumbre de no saber aún cuántos miembros de la unidad familiar han quedado sepultados bajo las aguas, sin esperanza siquiera de poder recuperar sus cadáveres, para rendirles un tributo de duelo.
Como pasó en Haití, las ayudas no serán para nada, suficientes y el paso del tiempo se encargará de enterrar el recuerdo de esta tragedia, permitiéndonos a los demás continuar como si nada hubiera pasado, alejando cada vez más esta primera solidaridad que hoy sentimos. Es lo que tiene la facilidad de olvidar que el hombre usa como mecanismo de defensa.
Convendría recordar que tampoco es lo mismo que un desastre de esta categoría ocurra en un país poderoso, que en otro como Filipinas, ya que los recursos propios juegan una baza fundamental a la hora de afrontar la recuperación y no contar con la suficiente riqueza, hace más duro aún emprender el camino del futuro, si los que más tienen no responden como de ellos se esperaría y no colaboran con generosidad, con los que todo lo han perdido.
Pero esto no sucederá, pues la avaricia que caracteriza a los sistemas que mueven el mundo de los ricos, jamás serían capaces de poner en peligro la abundancia de sus arcas repletas y la sola idea de aportar, a fondo perdido, una cantidad importante de capital destinada exclusivamente a fines solidarios, no entra dentro de los planes malévolos de obtener beneficios, que son el único objetivo a tener en cuenta, cuando se trata de cuestiones crematísticas.
Ni siquiera los elementos se compadecen de los pobres. Como si los desastres naturales también estuvieran dirigidos por manos negras que los apartan incomprensiblemente de las zonas de desarrollo y el que menos tiene estuviera destinado siempre a sufrir, sin poder escapar del destino.
Mientras, la civilización más avanzada, exprime los recursos hasta agotarlos, ejerciendo una influencia nociva sobre el Planeta y propiciando que de vez en cuando, la Madre naturaleza, devuelva en forma de desastre el maltrato a que la sometemos, aunque lo suele hacer, injustamente, castigando a los menos culpables de su deterioro, cebándose con los más inocentes, con los desheredados de esta tierra.






lunes, 11 de noviembre de 2013

Huir de la sumisión


No es de extrañar que el Obispo de Granada, aprovechando la epidemia que se está apoderando del País, se haya atrevido a financiar la publicación de un libro en el que se anima a las mujeres a practicar la sumisión en el matrimonio, interpretando un papel secundario como mediadora de todos los males familiares y perdonando las infidelidades del marido, en un alarde de extrema comprensión con los pecados ajenos.
Y digo bien, porque la epidemia de sumisión que se ha establecido entre nosotros y que nos hace aceptar en silencio todas las vejaciones que contra la sociedad en general se practican, puede perfectamente dar lugar a la aparición masiva de mensajes como éste que lanza el Obispo, evidenciando que sólo nos falta un último paso para caer de lleno en los brazos de una esclavitud personal, de la que nos costará probablemente, muchos años deshacernos.
La penuria laboral que nos ha colocado en el umbral de la pobreza y el temor a traspasar la delgada línea que nos separa de la miseria que para nosotros constituiría la falta total de ingresos, hacen que haya proliferado una actitud de acatamiento ante lo que consideramos un destino que sólo puede escribir la mano de los poderosos y cuyo espíritu nos coloca en la única tesitura de tener que aceptar lo que se nos imponga, por considerar que no existe ninguna otra vía que nos permita escapar de los brazos de la tragedia.
Pero no es verdad que la sumisión y el recato, el silencio y la indecisión o la obediencia, constituyan una garantía que nos aseguren un futuro estable ante los avatares que para nosotros, tengan reservados en su chistera, los poderes que hoy nos gobiernan.
Es más, la evidencia de otros momentos ha demostrado fehacientemente que la sumisión absoluta, termina siempre por convertirse en un enemigo que se nos vuelve en contra, propiciando al tirano una oportunidad de oro para continuar oprimiéndonos, con el simple argumento de pensar que permanecer en silencio conlleva un significado de complacencia y demostrando a sus ojos que aún podría tensar un poco más la cuerda, al no recibir ningún tipo de oposición a sus malévolas acciones.
El planteamiento que hoy se hace nuestra sociedad de que el futuro está en manos de los dueños del capital que mueve los entresijos del mundo, no deja de ser una mera falacia, pues sin la colaboración de los trabajadores, sumisos o no, que son diariamente los auténticos artífices de la producción de beneficios de cualquier tipo de negocio, conseguir amasar fortunas, sería del todo imposible.
No es pues lógico que sigamos convencidos que un puesto de trabajo es un regalo que los poderosos nos hacen y que tenemos que aceptar en las condiciones indignas que hoy día se nos ofrecen, sino que el contrato que firmamos con él es un mero intercambio que nunca llegaría a funcionar, ni a proporcionarle al dueño de la empresa ningún tipo de privilegio que le permita seguir disfrutando de una vida plena, si simplemente nos negamos a trabajar, provocando con ello, si la acción es colectiva, dar al traste con todas las aspiraciones que tuviera el sujeto.
Nosotros, los pobres, somos la fuerza que mueve el mundo y somos nosotros quienes con nuestro trabajo, hacemos el favor a los dueños de los capitales, que por tanto harían bien en escuchar nuestras propuestas.
Y esta verdad absoluta no tendría ningún tipo de discusión, si los poderosos no hubieran decidido que un tercer elemento entrara en el juego, convirtiéndolo en un aliado primordial del que aprovecharse hasta la saciedad y provocando a la vez que su nefasta influencia se cuele en las conciencias de sus oponentes, provocando un cataclismo que afecta directamente a la voluntad, cambiando el espíritu de lucha en sumisión y transformando la fuerza de la palabra en oscuro silencio.
Ese tercer elemento adormecedor de conciencias  es el miedo y la evidencia de la nocividad de sus efectos sobre la buena salud mental de los hombres, podría resumirse echando una mirada alrededor, en este país y en este momento.
El conformismo generalizado que demostramos los españoles ante lo que nos está sucediendo en los últimos tiempos, el tratar de justificar nuestro inmovilismo con la premisa de que “eso es lo que hay”, como si no fuera factible por ningún medio cambiar nuestra situación y la de los demás, es la prueba de que la propagación del miedo ha triunfado, incluso alcanzando un grado superlativo que lo ha convertido en terror, convirtiéndonos en meros títeres, en manos de los que se han dedicado a extenderlo.
Pero si por un solo instante la lógica de esta reacción se rompiera y nos diéramos cuenta de que no estamos solos y de que la poca fuerza que podemos hacer individualmente podría transformarse en ciclón, si consiguiéramos sostener un principio de unidad,  dejando caer nuestros brazos, paralizando la producción durante cierto tiempo y dando por sentado que ya no nos queda nada que perder y que, por tanto, cualquier cosa que consiguiéramos sería el primer logro de lo que pudiera ser una ascensión hacia un futuro mejor ¿adónde iría el miedo?
Si contradiciendo a lo que se espera de nosotros saliéramos de la oscuridad, comprendiendo que no puede ser de otra manera, que el protagonismo de la historia es siempre de las mayorías ¿adónde irían los que han basado en nuestro terror todas las bazas de su actual triunfo?
¿Quién tendría las riendas del mundo si los poderosos empezaran a perder, a causa de nuestra negativa a trabajar en las condiciones que nos ofrecen?
El refranero español, casi siempre de una sabiduría rotunda, ya lo sentencia en un lenguaje popular que no deja dudas: “Mientras más se agacha uno, más se le ve el culo”





domingo, 10 de noviembre de 2013

Virus propios y ajenos


Forzosamente paralizada por el ataque de un virus incapacitante, manifestado en forma de vértigos, no me ha quedado otro remedio que desconectar de cualquier actividad, incluida la escritura y mantenerme en posición horizontal, que era la única que paliaba medianamente los síntomas, perdiéndome  la oportunidad de contar todas las cosas interesantes que han ido pasando durante esta última semana.
Como si los dioses se hubieran conjurado, la actualidad ha estado bullendo a mi alrededor estrepitosamente, causándome la natural inquietud por no poder ocupar mi sitio ante el papel, a pesar de la dolorosa indignación que me provocaban ciertos acontecimientos.
Querría destacar como suceso primordial, el cierre de la televisión valenciana, por orden del gobierno autonómico, tras conocerse la sentencia que obligaba a readmitir a la totalidad de los trabajadores despedidos por un ERE y que ha precipitado el consiguiente disgusto morrocotudo en los dirigentes del PP que gobiernan Valencia y que no han visto otra solución mejor que acabar con el Ente público autonómico, con argumentos cercanos al chantaje emocional, que ni han convencido a los trabajadores, ni a una ciudadanía realmente a favor de la continuidad de las emisiones, quizá por considerarlas como una seña de identidad, al emitirse en su propio idioma y formar parte de su lugar de residencia.
El Presidente de la Generalitat se ha atrevido a decir que prefiere cerrar una televisión con deudas millonarias, que tener que prescindir de colegios u hospitales, en un burdo intento de hacer pensar a los valencianos sobre cuáles son realmente unas prioridades que, en la realidad, ni tienen por qué mezclarse, ni forman parte de las mismas partidas de unos gastos que, por cierto, nadie asume haber hecho en el caso de la televisión y que, a la par, siguen recortándose como en todo el territorio nacional, también en Sanidad y en Educación.
A raíz de la decisión gubernamental, sin embargo, los trabajadores han seguido emitiendo y aprovechando la ausencia de vigilancia, han empleado estos pocos días en denunciar la terrible censura a que han sido sometidos durante veinte años, por parte de los dirigentes autonómicos del PP, contando que les obligaban a ocultar cualquier contenido que resultara desfavorable para los intereses de un partido, continuamente tocado por graves casos de corrupción en esa parte de España.
Inmediatamente contestados por toda la prensa declaradamente oficialista,  que les ha acusado directamente de una inexplicable cobardía, al no haber hecho nunca referencia a esta censura encubierta durante el tiempo en que han trabajado en el Ente, muchos de ellos han manifestado que a quienes se atrevían siquiera a sugerir la manipulación de contenidos, se  les relegaba inmediatamente a puestos de menos responsabilidad, impidiéndoles en cualquier caso ascender en la empresa, de lo que han dado fe varios afectados por tales medidas, como prueba evidente de la veracidad de estos hechos.
Al escándalo del cierre televisivo, se ha sumado además, la detención de una decena de dirigentes de la Caja del Mediterráneo, que habían estado preparando minuciosamente una huida colectiva al Caribe, tras una millonaria fuga de capitales, en gran parte provenientes de los ahorros invertidos en preferentes, que les aseguraba un brillante porvenir a todos ellos, lejos de las penurias de la crisis y forrados hasta los dientes, en aquellos destinos idílicos.
El juez Bermúdez se ha encargado de frustrar  tan “magníficos” planes y los ha puesto a todos exactamente donde tenían que estar, es decir, entre rejas, al menos mientras investiga el auténtico alcance de los hechos, con la idea de exigir responsabilidades a quienes corresponda, independientemente esperamos,  de su rango, su apellido o su oficio, como debiera ser siempre, cuando se trata de autores de delitos.
También siguen apareciendo pruebas de la implicación de la Infanta Cristina en las empresas de Urdangarín, por lo que la ciudadanía mantiene la ilusión de que el juez Castro pueda conseguir finalmente su imputación, a pesar de las terribles presiones que está sufriendo para que no sea así, incluyendo amenazas personales y otras muchas “lindezas”.
Entretanto, una serie de etarras implicados en multitud de crímenes, salen por las puertas de las prisiones españolas, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, o al menos eso se nos quiere hacer pensar, aunque algunos creamos que lo que está ocurriendo es que existe una negociación encubierta entre el gobierno y ETA, para conseguir el abandono final de las armas.
Así que como ven, los virus no solo han afectado esta semana a gente corriente como yo, sino que parecen haberse instalado a todo lo largo y ancho del País, enfermando indiscriminadamente a todos los ámbitos de la Sociedad con su nocividad, sin que de momento, se haya dado con un tratamiento eficaz que los destruya, ni con una vacuna prodigiosa que procure su erradicación para siempre, como a todos nos gustaría.
Y lo que es peor, con los recortes practicados en investigación, mucho nos tememos que al final, acaben convirtiéndose en pandemia, a la vista de lo que acontece a diario frente a nuestros atónitos ojos.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Corrupción por rutina


La magnífica entrevista que Jordi Évole (Salvados, La Sexta) realizó a Pedro Crespo, el considerado número dos de la trama Gurtel y ex secretario general del PP gallego y que se emitió ayer Domingo por la noche, vino a corroborar punto por punto todo lo declarado por Bárcenas y volvió a colocar al Partido de Rajoy en el punto de mira, al reconocer Crespo también que los “donativos” de los empresarios en dinero negro eran considerados una práctica habitual, igual que lo era el cobro de  sobresueldos, por parte de los líderes de la formación conservadora, por mucho que ahora se afanen en negar ambas cosas.
La descripción de cómo entraba el dinero en las sedes del PP no pudo ser más minuciosa, llegando incluso a resaltar que existía entre los donantes y los receptores, una especie de pacto entre caballeros, por lo que ni siquiera se contaba el montante recibido, confiando plenamente  ambas partes, en que todo estaría bien, sin hacer falta comprobación alguna.
Reconoció también que para ninguna empresa era posible ejecutar una obra pública, sin pasar previamente por caja y que la cantidad de dinero que se donaba de manera ilegal, solía multiplicarse ampliamente ante la llegada de las elecciones, sin que a nadie en el PP le extrañara el modo en que se producían dichas entregas, pues todo el mundo las consideraba algo absolutamente natural, al menos en el Partido al que pertenecían.
También afirmó con contundencia que muchos de los que califican a Bárcenas como delincuente tienen mucho por qué callar y corroboró que el contenido de los papeles del ex tesorero era absolutamente cierto, añadiendo que él también conservaba algún documento escrito que corroboraba la existencia de esta financiación ilegal y el cobro de sobresueldos en B, en este caso, por parte de líderes del PP gallego.
Sin admitir que el caso Gurtel, en el que está imputado,  hubiera existido, recurrió, cómo no, a la manida teoría de la conspiración urdida, dijo, en el despacho del número dos de Rubalcaba y auguró que solo unos cuantos se “comerían este marrón”, porque al PP ahora le convenía limpiar su imagen y que en el caso Bárcenas, los asuntos de la financiación ilegal y los sobresueldos, serían sobreseídos,  el próximo Diciembre.
En ningún momento mostró Crespo signos de nerviosismo y sí una total seguridad en que lo que contaba era una certeza conocida por todos en el PP, incluido el Presidente de Gobierno y toda la cúpula actual, aunque ahora les urgiera desembarazarse de estos hechos y por eso negaran de manera tajante tales prácticas rutinarias y su implicación personal en ellas.
La entrevista dejó boquiabiertos a los espectadores y una vez más, hay que reconocer el mérito de Évole en su manera de hacer periodismo, ya que demuestra que también en estos tiempos difíciles, se puede ofrecer una información valiente a la ciudadanía, sin tener que depender de vasallaje alguno que limite la libertad  de expresión de los periodistas, aunque la costumbre demuestre que el partidismo condiciona casi en su totalidad al cuarto poder y que la verdad ha pasado a un segundo plano a la hora de informar, para casi todos los profesionales del género.
Tuvo de novedoso el reportaje, que corroboró punto por punto las tesis de Bárcenas, por lo que ya no son uno, sino dos, los ex militantes del PP que reconocen la existencia de mucho dinero negro en las arcas de los populares y que explicaría con bastante claridad la cantidad que aparece en las cuentas de Bárcenas en Suiza y que pudiera ser una manera de blanquear el capital procedente de los “donativos”, aunque en este caso, sólo apareciera su nombre en el banco helvético.
Sin saber si al final Crespo y Bárcenas decidirán aunar fuerzas en la defensa de su teoría, la credibilidad de las afirmaciones que los populares han hecho en los últimos tiempos, incluso ante la justicia, queda absolutamente en entredicho y merecería una investigación a fondo, incluso aconsejando la imputación de los líderes, para poder llegar al esclarecimiento total del asunto.
Y es que no estamos hablando de un Partido pequeño sin importancia en el ámbito nacional, sino de la formación que está gobernando España en este momento y cuyos líderes ocupan cargos de vital importancia, que abarcan desde la misma Presidencia de gobierno, hasta el último de los Ministerios y de cuya labor y limpieza al realizarla, depende el porvenir de la Nación y el transcurrir de nuestras vidas.
Por mucho menos, Nixon se vio obligado a dimitir en Estados Unidos.
¿Qué más tiene que ocurrir para que Rajoy se vaya?


domingo, 3 de noviembre de 2013

Afán de protagonismo


No falla. Cada cierto tiempo, el ex Presidente José María Aznar busca alguna razón para saltar a la primera página de los periódicos, sin haber aprendido aún a resignarse con la pérdida de popularidad mediática que acarrea el abandono de un puesto de la importancia del que ocupó, hasta que en 2004 fue derrotado por Zapatero.
Tras las críticas que emitió hace unos meses contra la política seguida por su propio partido, colocando a Rajoy en la incómoda tesitura de tener que explicar a los suyos los entresijos de su manera de gobernar, si quería evitar un cisma de incalculables consecuencias, acaba ahora de publicar un libro en el que vuelve a retomar el tema de la autoría del 11M, culpando al CNI de haberle confundido en su primera valoración de un tema, que para Aznar supone una herida incurable que no se cerrará hasta que no consiga admitir que el atentado fue una consecuencia directa de su decisión de formar parte de los países que declararon la guerra a Irak, capitaneados por el entonces presidente estadounidense Bush, tal como recuerda la foto de las Azores.
Mucho se empeñó el entonces Presidente en inculcar la idea de que la matanza de los trenes había sido obra de ETA, a pesar de que desde el primer momento los indicios señalaban al terrorismo islamista como único participante en los hechos, y todos recordamos como hasta altas horas de la noche de la jornada de reflexión, previa a las elecciones del día siguiente y presionado por un clamor popular que reclamaba su derecho a conocer la verdad, a Ángel Aceves no le quedó otro remedio que admitir lo que la prensa llevaba horas dando como cierto y que después se comprobaría en su totalidad, por medio de las investigaciones policiales.
Se habló entonces incluso, de un ofrecimiento de los servicios de inteligencia de Israel, que estaban convencidos de que los islamistas se encontraban detrás del trágico suceso, que fue “amablemente” rechazado por Aznar, en un intento a la desesperada de no perder las elecciones, teniendo que salir por la puerta de atrás, acusado tácitamente por la ciudadanía, de haber provocado con su política, el ataque de los terroristas.
Perder aquellos comicios de manera tan deshonrosa debió ser, para la reconocida altivez de Aznar, un borrón en su expediente que no ha podido perdonar nunca y por eso, no desaprovecha ninguna ocasión para intentar crear una duda razonable sobre la autoría de los atentados, incluso habiendo llegado  a inventar una teoría de conspiración, que situaría al PSOE, que venció inesperadamente en aquellas elecciones, en el mismo nivel de indignidad de los que detonaron las bombas, con el único objetivo de conseguir el poder.
Pero los hechos fueron los que fueron y el posterior proceso se encargaría de demostrar con toda claridad que ni ETA tuvo nada que ver en el 11M, ni hizo falta ninguna conspiración para que la voluntad popular apeara a Aznar de un sillón de mando, que había ido perdiendo con su actitud de servilismo hacia Bush, al mismo tiempo que desoía el grito ensordecedor de los españoles que clamaban para que no se sumara a la guerra.
Y sin embargo, a pesar de haber transcurrido casi diez años, no perdona y consciente de que a sus más fieles seguidores les agrada que aún se polemice con lo que sin duda fue el error más grande de su carrera política, de vez en cuando, se permite volver a poner en duda aquella verdad, enervando los espíritus ardientes de los recalcitrantes defensores de la derecha más conservadora, a la vez que deja en evidencia su innegable afán de protagonismo.
No cuenta, sin embargo, con la evidencia de que los españoles tienen memoria.
Tampoco ninguno de nosotros podemos olvidar aquel trágico once Marzo, ni las razones que condujeron a que las cosas ocurrieran así, porque aquellos fueron, por primera vez, nuestros muertos y su recuerdo merece también, como el de las víctimas de ETA que tanto defiende el PP, la consideración de que la verdad prevalezca, por encima de consideraciones políticas y de la relevancia de ciertos personajes que siempre estarán, a su pesar, ligados a esa verdad por sus acciones…y por sus omisiones.