miércoles, 29 de febrero de 2012

Volver a empezar

Apartado Garzón de cualquier relación con la justicia, los familiares de las víctimas del franquismo se encuentran de nuevo en el punto de partida, ahora que habían empezado a conseguir que se abrieran las cientos de fosas, dispersas por las carreteras de todos los territorios del país.
El rosario de penalidades sufridas por estos herederos de la injusticia se remonta a más de setenta años de tortuoso camino, tras el paso de los cuales, en muchos casos, aún no tienen la más remota idea de dónde fueron depositados los restos de los suyos, a los que perdieron la pista cuando fueron sacados de sus hogares por los franquistas, para no volver jamás.
La esperanza parecía ir por buen camino en los últimos años, ya que se había admitido la apertura de fosas y algunos habían conseguido protagonizar reencuentros largamente esperados durante varias generaciones de lucha, logrando así poder escribir el nombre de sus allegados en algún lugar del cementerio de su localidad.
Algunos restos han sido depositados junto a seres muy próximos de la familia, ya fallecidos también, y otros, simplemente, han venido a cerrar viejas heridas, abiertas durante demasiados años.
Garzón puso un punto y a parte en estas terribles historias de desamparo, convirtiéndose en defensor del derecho que todo ser humano tiene a enterrar a los suyos, y ayudando a escribir la verdad de una parte de la historia de España, que otros se habían propuesto ocultar para siempre, sin dar sosiego a las conciencias de los que perdieron a alguien, simplemente por defender la legalidad de un gobierno elegido democráticamente, frente a los golpistas que, por circunstancias, acabaron ganando la guerra civil.
Nadie nunca les confirmó su muerte y sus más allegados entonces, soportaron una existencia llena de amenazas continuas, vejaciones infinitas y discriminaciones constantes, que perduraron durante los cuarenta años de la dictadura, condenados a un silencio sepulcral, en el que, incluso llegó a prohibírseles, volver a pronunciar aquellos nombres.
A muchos, la edad les impedirá seguramente llegar a tiempo de volver a empezar desde cero, teniendo que recorrer otra vez más y más despachos, en busca de la magnanimidad de algún otro juez que se tome un interés auténtico por su causa y acabarán por resignarse a morir, sin tener la oportunidad de zanjar su propia historia vital, para dejar a sus herederos la verdad de lo que ocurrió en el pasado. Agotados por la incertidumbre que acarrea siempre lo desconocido, sucumbirán ante la imposibilidad de llegar hasta el justo final que merecen, sin ver cumplida la ilusión de recuperar el honor robado por aquella vileza y sin descubrir qué pasó realmente, con aquellos a quienes se despojó de cualquier posibilidad de vivir, sólo por una cuestión ideológica.
Y aunque estos crímenes no prescriban con el paso del tiempo, las nuevas generaciones, quizá, acaben cansándose del litigio y, finalmente, el empeño de los que siempre se opusieron a la investigación de estos casos, consiga arrebatarnos la verdad de la historia, construyendo una falsa, sobre unos restos desperdigados, que nunca verán a la luz.
Y sin embargo, la tenacidad de unos pocos españoles, que no se resignan al olvido y el engaño, no parece haber palidecido con lo sucedido estos últimos días. Siguen en pie. Desamparados y apartados a manotazos por la mano siniestra de los defensores de la oscuridad, pero en pie.
Ni el tiempo ni la adversidad, pese a quién pese, ha conseguido doblegar sus rodillas.

martes, 28 de febrero de 2012

Un puente tranquilo

Paso el tedioso puente del Día de Andalucía, preparando un viaje de fin de semana que tengo previsto y disfrutando de la compañía familiar, que tan grata resulta, en los escasos momentos de reposo, de que dispone el hombre moderno.
Absolutamente saciada del caso Urdangarín y sin esperanzas de que llegue a resolverse con justicia, centro todas mis expectativas en la ilusión de un esperadísimo reencuentro con amigos de esa clase, que tan difícil resulta describir, incluso a los que, como yo, acostumbramos a movernos entre las palabras, intentando buscar los matices que den a las frases emoción, porque, en definitiva, siempre se trata de eso y no de otra cosa.
Mientras el yernísimo pasa horas en los juzgados, tratando de dar una explicación convincente a su desmesurado enriquecimiento y tomando atajos que no lleven, directamente, hasta las mismas puertas de la Zarzuela, yo me dedico a desempolvar maletas y a meter en ellas lo imprescindible, para romper durante dos días con el resto del mundo y embarcarme en un laberinto de conversaciones íntimas, rodeada de gente a la que quiero de corazón y a la que, por desgracia, no puedo ver tan frecuentemente como me gustaría.
Mis paisanos andan haciendo andalucismo, de ese que tanto detesto, poniéndose los tópicos por bandera y entregando medallas, en actos de elevado costo, que no se corresponden con las negras expectativas que corroen el alma de esta tierra nuestra.
Olvidan la universalidad que, afortunadamente, nos caracteriza, para reivindicar durante unas horas un nacionalismo trasnochado, que no ayuda a lavar la imagen desastrosa que nos encasquetó el franquismo, durante sus largos años de mandato y, en lugar de ponerse a la tarea de acabar con las altísimas cifras de paro que nos acompañan, casi desde hace una eternidad, se pierden en ágapes infructuosos y `procesiones anticipadas, que preludian la llegada de una de las primaveras más amargas, de cuántas nos han tocado vivir.
La cercanía de las elecciones autonómicas, da un cariz cómico a los eventos de todos los años, tiñendo con las ansias de poder los discursos de los políticos y, en especial, los de los dos partidos mayoritarios, que convencidos de la fuerza del bipartidismo, aprovechan todas las ocasiones para envilecer las palabras, sacando los trapos sucios del oponente y guardando celosamente los suyos, en uno de esos armarios de los que uno está deseando perder la llave, para no encontrarla jamás.
Los ciudadanos no les prestan la menor atención y aprovechan la bonanza del tiempo para salir a pasear a las calles y hacer burla, con su pasividad, a todo lo que huela a política, y fundamentalmente, a la machaconería reiterativa de los candidatos, que ahora se vuelven a enredar en promesas de dudoso cumplimiento y en sonrisas programadas, frente a cualquiera que pase a su lado.
Les sale una vena patriótica, que bien quisiéramos ver los españoles cuando los caminos se tuercen y nos asfixian desde otras instancias, pero entonces, la obediencia es la máxima que mueve sus actos y todo es, ponerse a bien con los socios capitalistas, que en definitiva, son a los que hay que rendirles todos los honores, si queremos salir del trance en que nos han metido, los mismos que ahora nos prometen la luna, a cambio de nuestros votos.
Los pobres, no se dan cuenta de que su descrédito no puede llegar a una cota más alta, ni de que la ciudadanía, en el fondo, lo que desea es correr lo más lejos posible de cuánto les recuerde lo mal que están las cosas para todos. Unos lo intentan recluyéndose en la soledad de sus hogares y otros, saliendo de la ciudad para perderse de todo contacto informativo, que les pueda aguar los días de vacaciones, con la amargura de nuevas noticias.
Y otros, como yo, prefieren volar con la imaginación a otro tipo de mundo, que en nada se parece a éste que nos ofrecen los mercaderes del siglo veintiuno, y buscan la compañía de la gente sincera, que les aporta estabilidad emocional y fortaleza para enfrentarse a la verdad, sin necesidad de que nadie se la maquille, in tentando que parezca menos atroz.
Al final, como ya hemos dicho tantas veces, lo que auténticamente importa, no es otra cosa que procurarnos unos momentos de felicidad. Para eso vivimos y para eso luchamos todos los días, cuando hacemos el esfuerzo de mirarnos los unos a los otros.



domingo, 26 de febrero de 2012

Lo que se le oculta al lector

Pasará mucho tiempo hasta que puedan aclararse, en su totalidad, los sucesos ocurridos en la manifestación de los estudiantes de Valencia.
Desaparecido del panorama nacional el periódico Público, el único que relataba la verdad, sin adulaciones partidistas, el negro panorama de la prensa española, queda huérfano de la voz que actuaba como revulsivo de una sociedad, desorientada por las monótonas noticias que llegan a sus manos, maquilladas por los intereses que mueven a los auténticos dueños de la información.
Llama un médico valenciano a un programa nocturno de la radio, la misma noche de los enfrentamientos, denunciando la gravedad de las contusiones sufridas por muchos de los estudiantes agredidos, e indignado porque la policía se había personado en el hospital exigiendo los partes de lesiones de los heridos, a pesar de saber que, por ley, éstos sólo corresponden a la intimidad del enfermo tratado.
Negándose el facultativo a facilitarlos, es conminado a dirigir su protesta a la comisaría, por supuesto después de cumplir la extraña petición que se le hace y observando, a la vez, que un grupo de estos policías, se coloca en las puertas para arrebatar a los atendidos, a su salida del Centro, los susodichos partes de lesiones.
No puede haber otra razón para semejante despropósito, que el de borrar cualquier huella de la agresividad practicada esa noche en las calles, ignorando cualquier atisbo de legalidad para conseguir falsear la auténtica gravedad del asunto, no se sabe bien, si siguiendo órdenes de instancias superiores, o por voluntad propia.
Mientras, el Partido Popular, en el gobierno, trata desesperadamente de desviar la atención ciudadana y acusa directamente al Partido Socialista, de movilizar en su contra a la ciudadanía, que se agrupa, indignada, delante de las sedes de los conservadores, reclamando una explicación a la extrema dureza de la carga. Hablan de policías heridos y, como siempre, de extrañas conspiraciones que tratan de desestabilizar su bien asentado poder, con algaradas de incontrolados, manipulados por la izquierda.
Pero la gravedad de los hechos ocurridos en ese hospital valenciano, supera cualquier información que se nos quiera ofrecer desde los púlpitos de la Moncloa y el desamparo en que esta acción de vileza deja a los ciudadanos, no puede ser más absoluta y terrible.
Solos frente a la agresión desmesurada que todos hemos visto por televisión, los estudiantes valencianos, sin partes de lesión que demuestren la categoría de sus heridas, quedan a merced de la palabra de los agresores, que, para mayor escarnio, se suponen defensores de los derechos del pueblo, y no verdugos de la libertad que cercenan con sus armas de asalto.
Sin los partes, no ha lugar a denuncia, ni nada tienen que ofrecer a los medios de comunicación que se ofrezcan a contar sus historias personales, ni es posible una justicia que castigue el abuso de poder cometido contra estos jóvenes, demasiado inexpertos en este tipo de acciones, como para prever una salida diferente, a la de obedecer las órdenes que les da, valiéndose de su miedo, la misma policía a la que han visto actuar en las calles, esa misma tarde.
El abuso de autoridad es manifiesto y pone por encima del bienestar de los ciudadanos, la necesidad de esconder a la opinión pública la realidad de lo sucedido en Valencia.
Al médico que se atreve a llamar a la radio, le parece haber retrocedido hasta los años del franquismo y siente que su trabajo es censurado y su profesionalidad enterrada por una represión psicológica inexplicable en nuestro tiempo.
La noticia, no aparece en ningún medio de comunicación al día siguiente y sólo se recoge en la grabación que del programa, se encuentra en las redes sociales, como si nada de esto hubiera sucedido.
Pero lo que se esconde conscientemente a los lectores, es más propio de un gobierno tiránico que de uno elegido democráticamente en las urnas y avisa de lo que puede sobrevenir a quienes se atrevan a desafiar el omnipotente poder de estos conservadores, de aciaga mayoría absoluta en el parlamento.
Afortunadamente, el boca a boca de los tiempos modernos, funciona con redes perfectamente organizadas, que llegan a todos los rincones del mundo.
Es nuestra obligación, la de los que nos servimos de ellas para expresar libremente nuestra opinión, denunciar hechos como éste y procurar que no pasen desapercibidos para los pueblos.
No sólo suceden estas cosas en países lejanos, sino que, por desgracia, también se están convirtiendo en algo demasiado habitual en el nuestro.
Si nuestros exigentes socios europeos conocen o no esta realidad y la permiten, es otro de los enigmas que se nos ocultan y que trastornan cualquier idea que pudiera tenerse sobre el funcionamiento de las instituciones y su relación con la ciudadanía, pero es fácil imaginar que el atrevimiento de los populares, estará respaldado por sus hermanos mayores, o no se hubieran atrevido a hacerlo.



jueves, 23 de febrero de 2012

Sentencia cumplida

Como decía la hija de Baltasar Garzón, en su escrito, hoy mucha gente habrá brindado en España con Champán y habrán exhalado un suspiro de alivio, al haber conseguido apartar de la carrera judicial, a uno de los jueces más rectos y honestos, que ha dado la última historia del país.
El pueblo, sin embargo, ve marchar al único bastión con que contaba para poner en claro los asuntos escabrosos, de cualquier índole, en la seguridad de que serían examinados con pulcritud y sin ningún tipo de injerencias, afectara a quién afectase.
Aún pendiente de otro veredicto, que dada su repercusión internacional, probablemente será de inocencia, Baltasar Garzón ha sido esta mañana separado por once años de su cargo, con el beneplácito general del Partido en el gobierno y de todos aquellos que, por ideología, siempre estuvieron del lado de los vencedores de la guerra civil.
Les ha costado años encontrar una fisura, en la dilatada carrera del juez, por la que entrar a saco en su intimidad, para conseguir degradarlo, protagonizando una de las sentencias más polémicas en la historia de nuestra democracia y, después de haberlo intentado por tres frentes simultáneos, en la seguridad de que alguno de ellos, funcionaría para conseguir el fin perseguido.
El trasfondo político que subyace en esta atrocidad, no deja lugar a la indiferencia y provoca en los ciudadanos una sensación de hastío, contra los administradores de la ley, que afianza el descrédito que se han labrado a pulso, desde hace tiempo, emitiendo sentencias incomprensibles, que más parecen aplaudir la intención de delinquir, que amparar a las víctimas de cualquier crimen, ya sea de índole personal, o económico, como muchos de los casos que han llegado a los tribunales, a raíz de la corrupción generalizada que azota el país.
Se marcha con Garzón, la esperanza de cientos de familias, que esperan desde hace más de setenta años, recuperar los restos de los suyos, asesinados impunemente durante la etapa de la dictadura. Muchos, octogenarios ya, ven que se les escapa el único hilo que les unía con la verdad y se sientan a esperar su propia muerte, sin un hálito de ilusión por conocer una verdad, escondida durante toda su vida.
Sin embargo, muchos de los protagonistas de las múltiples corruptelas que salpican el territorio nacional, podrán desde hoy, seguir manipulando con mucho más descaro, las cuentas públicas, sin ningún temor, ahora que ha desaparecido la sombra alargada de quien no les daba tregua ni aliento.
Los que, afortunadamente, no tenemos cuentas pendientes con la justicia, contemplamos la marcha del juez con la impotencia de no poder defender nuestros argumentos, delante de ningún organismo internacional, que pudiera establecer un criterio, que colocara a cada cuál donde se merece, por méritos propios.
En espera de que otra suerte acompañe en el recurso al juez, la única baza que nos queda, para que este asunto no caiga en olvido, es la de recordar periódicamente la figura de Garzón y manifestar, porque lo merece, que estamos a su lado. Y emplearnos a fondo en nuestra reivindicación de que hay una urgente necesidad de cambio en un sistema judicial, que provoca un desencanto cada vez mayor en la ciudadanía y da una imagen carpetovetónica de unos magistrados, totalmente cerrados a un inevitable progreso, que acabará llegando, con o sin su aquiescencia.
Tal vez si prestaran atención a los comentarios que suscita su trabajo, a los ojos del mundo, y aceptaran las críticas que, sin piedad, se les hace desde las páginas de todos los periódicos serios de la tierra, entenderían sin demasiada dificultad, que en todos los ámbitos, es necesario avanzar, para no quedar condenados al ostracismo. Puede que así su papel cumpliera la función para la que fue creado: condenar el delito y absolver la inocencia.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Con los estudiantes

Como era de esperar, los estudiantes de otras ciudades de España se han puesto en movimiento, en apoyo de sus compañeros agredidos en Valencia, y secundados por ciudadanos de todas las edades, ya que todos somos, en fin, padres, abuelos o familiares de jóvenes a los que afectan, directamente, la reforma de la educación y las cargas policiales de los últimos días.
Lejos de volver a sus casas, los manifestantes han decidido seguir adelante con sus justas reivindicaciones y, por si el gobierno Rajoy había pensado que la represión conseguiría acallar las voces de la indignación, han comenzado una serie de encierros, para exigir la inmediata libertad de los detenidos en las escaramuzas.
El defensor del menor ha pedido explicaciones de la violencia policial en Valencia, avalado por veinte mil firmas, recogidas en solo unas horas, entre la gente anónima.
Naturalmente, pasó el tiempo en que la manipulación de los pueblos, por medio de la violencia, era una norma impuesta que cercenaba todo atisbo de oposición y, afortunadamente, esta juventud ha sido bien aleccionada por el recuerdo nefasto de sus padres y no permite que se juegue con conceptos tan importantes, como la libertad de expresión, o la de reunión, ni se consigue silenciarla con tanta facilidad, como se acostumbraba en los tiempos de la dictadura.
La formación de nuestros jóvenes, por cierto, ha mejorado considerablemente, en buena parte, gracias al esfuerzo de los docentes de la enseñanza pública, por lo que se ha perdido, casi en su totalidad, la ignorancia supina que caracterizaba a sus progenitores cuando tenían su edad y también el terror a exponer las ideas públicamente, aún cuando contradigan los férreos mandatos emitidos últimamente por éstos gobiernos, tan poco defensores de los ciudadanos a los que, teóricamente, representan.
Una nube de protestas, se le ha echado encima al Gobierno Rajoy, recordándole que vivimos en una democracia y que la violencia ejercida sobre los manifestantes, desde que ellos asumieron el poder, recuerda peligrosamente a esa época pasada, que tan empeñados están en hacernos olvidar, por ejemplo, cuando se quieren abrir las fosas del franquismo.
Un compás de espera, flota en el aire, deseando saber qué tipo de acciones emprenderá el Partido Popular, en situaciones similares que, seguro, empezarán a encadenarse en un futuro cercano, en cuanto los trabajadores comiencen a elevar su sonora protesta, contra la reforma laboral que los pone, sin condiciones, al borde de la calle y la ruina.
Si Rajoy da un paso en falso en esta cuestión, se va a encontrar con imágenes similares a las que vimos durante la revolución de los jazmines, o las que acabamos de contemplar, hace sólo unos días, enfrente del Parlamento griego.
Su imagen de pacificador, de salvador de un país llevado a la crisis, por la mala gestión de sus antecesores, quedará muy deteriorada, a sólo dos meses de su elección como Presidente, si las cosas derivan por un mal camino y se le echan encima las masas, en justa reivindicación de sus derechos fundamentales.
Por lo pronto, habrá de despedirse de vencer en los codiciados territorios andaluces, pues la sabiduría popular, para entonces, habrá procesado minuciosamente todo lo acaecido y dará marcha atrás en su intención de voto, que como bien se sabe, puede cambiar en cuestión de segundos, si las circunstancias así lo aconsejan.
Tampoco gustará a Europa, al menos de cara a la galería, hacer amistades con un gobierno que reprime a sus ciudadanos con desmesurada violencia, ya que estas cosas acaban trayendo mala prensa a quienes las apoyan y suelen quedar en la memoria para siempre.
Así que más le vale a nuestro recatado Presidente, hacer funcionar sus neuronas con mucha más rapidez de lo acostumbrado, y urdir un plan distinto al aplicado hasta ahora contra los ciudadanos de bien, porque se está cubriendo de gloria.
Ninguno de los Presidentes de nuestra joven democracia había, en sólo dos meses de mandato, atacado tan frontalmente el bienestar del pueblo, ni cometido tantos errores graves y sin justificación real, seguramente motivados, por la soberbia de creerse un monarca absoluto.
Mal aconsejado por una cohorte ultra conservadora de colaboradores, parece percibir, donde quiera que esté, una realidad muy distinta a la que se vive a pie de calle, e insta con sus acciones a los ciudadanos, a tomar drásticas decisiones de protesta, que no están dispuestos a abandonar, hasta que no sean atendidas sus peticiones o se rompa la balanza.
Hoy son los estudiantes y mañana serán los médicos, los maestros, los farmacéuticos, los trabajadores en general, y hasta las amas de casa, que son las que más de cerca sufren los recortes, cuando agonizan cada mes, para poder cubrir, mínimamente, las necesidades de sus familias.



martes, 21 de febrero de 2012

A degüello

Desde que el Partido Popular ha llegado al poder, parece haberse convertido en costumbre reprimir cualquier manifestación de los ciudadanos, con una dureza que recuerda, en exceso, a las cargas policiales durante los años del franquismo.
Los estudiantes valencianos, que ayer salieron a las calles, en contra de los recortes impuestos en educación, han sido los últimos en comprobar, en propias carnes, la violencia ejercida por las fuerzas del orden, en acatamiento del mandato recibido, desde las instancias superiores del ministerio.
Chicos de Instituto, que aún no han cumplido la mayoría de edad, fueron ayer salvajemente agredidos por la policía, que en un abuso de poder reflejado en imágenes que han dado la vuelta al mundo, cargaron contra ellos, e incluso contra una serie de personas que, casualmente, pasaban por allí, totalmente desprotegidas ante tamaño despropósito.
Apelando a una disciplina férrea, que cercena gravemente la libertad de expresión de los pueblos, el retroceso sufrido en esta nueva etapa de gobierno conservador, se hace insostenible para todos aquellos que decidan oponerse de manera pacífica, a cualquiera de las medidas que decida adoptar el grupo en el poder y los coloca en una tesitura, que más parece cercana a la delincuencia, que a su propio derecho a pensar, de la manera que creyese oportuno.
Ya no se conforman con reprimir reiterativamente a los grupos de indignados que se hacen eco en la calle, de las reivindicaciones de todo un país, sino que van a degüello contra los menores, que miran atónitos cómo se va orientando la educación hacia las manos de los poderosos, viendo esfumarse cualquier oportunidad de formación en las escuelas públicas, hasta ahora de una calidad indiscutible y abierta a las personas de cualquier procedencia social.
Las cifras de heridos y detenidos en las escaramuzas de ayer en Valencia, hablan por sí solas de una vuelta atrás, que aterroriza a quienes, por edad, aún recuerdamos este tipo de enfrentamientos, en los tiempos de la dictadura.
Pero tratar de silenciar las voces populares, no suele traer una pacificación de las calles, sino que potencia de una manera feroz el espíritu de los que se sienten atacados, sin razón, generando brotes de extrema violencia, que pueden terminar en un baño de sangre no deseado, sobre todo cuando los agredidos se hallan aún inmersos en la edad de la inocencia.
Habrán de convenir conmigo en que no es de recibo pretender que los ciudadanos acepten de buen grado y sin rechistar, los ajustes impuestos por Rajoy, en sólo dos meses de mandato, y en que, de alguna forma, habrán de manifestar su oposición a tales recortes, que colocan a los trabajadores al borde de una explotación encubierta y sin recursos frente a una patronal, ávida de empezar a practicar el despido libre, el aumento de horas de trabajo y la reducción de salarios.
Si no nos queda, siquiera, la oportunidad de alzar la voz en los espacios de libre tránsito, para que el clamor popular llegue a oídos de las instancias que fueran menester, ¿a qué época del pasado hemos retrocedido, y qué clase de democracia es ésta, que no permite discrepar de la opinión de quienes detentan el poder y que, cuando lo hacemos, nos revienta con las armas que tienen a su alcance?
¿Tampoco puede reclamarse el sostenimiento de una sanidad y educación públicas, que permitan una socialización real de dos sectores tan necesarios, en un país del supuesto primer mundo?
¿Hemos de conformarnos con la privatización paulatina de sectores que, hasta ahora, han sido la envidia de los países más desarrollados, iniciando una vuelta al pasado que coloque al grueso de la población en la imposibilidad de ser atendida cuando enferme, por cuestiones crematísticas, y regresar a los años del analfabetismo del pasado siglo?
Puede que los conservadores alberguen la esperanza de volver a convertirnos en súbditos, pero cuando se ha conocido y disfrutado el sabor de la libertad, no se pone en bandeja de plata su represión, sin presentar batalla. Estas cosas, acostumbran a tener un efecto bumerang, para los que se deciden a dar pasos demasiado imprudentes, en la creencia de que saldrán victoriosos en sus pretensiones, sin contar con las consecuencias que producirán sus “hazañas” sobre los otros. Y a lo peor, esto que hoy hacen contra la ciudadanía, mañana se vuelve en su contra, al menos, en forma de votos.



lunes, 20 de febrero de 2012

Un toque de frivolidad

De vez en cuando, le sale a una la vena de fémina boba y apetece engancharse, durante un rato, a la pantalla de la caja tonta, para abstraerse de los problemas del mundo, contemplando el glamour que derrochan las estrellas, en la gala de los Goya, por ejemplo.
Está bien no pensar en otra cosa que en criticar desde casa, los modelitos de unas y otras, aunque se tenga claro, que nunca se podrá aspirar a lucir uno de ellos, no sólo por cuestiones obvias de edad, sino también porque, difícilmente, será posible que la inviten a eventos de este porte.
Gusta ponerse al día en las novedades cinematográficas y estar al tanto de quiénes se hacen con los premios, más que nada, porque a menudo cuesta decidir, cuando se va a las salas de proyección, qué historia elegir, sobre todo cuando, por pereza, se frecuentan menos de lo que a una le gustaría.
También es una gozada estar pendiente de los comentarios de los premiados y de los disgustos mayestáticos que, cada año, se llevan los ministros de los respectivos gobiernos, a cuenta de esta gente de la farándula, tan acostumbrada a llamar a las cosas por su nombre, sin el pudor que sería natural, en los que no estamos acostumbrados a defender el pan delante de un público.
Como no podía ser menos, este año, sobre la gala ha planeado el fantasma de la crisis, traído a colación en varias ocasiones, además de otras cuantas reclamaciones, hechas desde el escenario por los premiados, para sofoco permanente del antiguo tertuliano Wert, recién convertido en ministro por Rajoy, y padre de la reforma de una educación, que ha dado por ejemplo, a estos díscolos jóvenes actores, capaces de hacer política, hasta cuando recogen un galardón, en un teatro lleno hasta la bandera.
Porque aunque parezca que las lentejuelas y los cristales semipreciosos que adornan las telas de las largas faldas, no sean, precisamente, el mejor atuendo para hablar de cuestiones serias, cuando llega este día, nadie desaprovecha la ocasión para despotricar abiertamente contra lo que le parece injusto, amén de agradecer a su parentela completa, la concesión de un premio que, en realidad, es únicamente votado por los académicos, sin injerencias de gente ajena a este mundo de fantasía.
Suponemos que Wert se quedó de una pieza cuando Isabel Coixet recogió su premio por un documental titulado “Conversaciones con Garzón” y reivindicó la inocencia del Juez, aludiendo incluso a la injusticia cometida por el tribunal supremo, siendo aplaudida durante varios minutos, por el grueso de la sala.
Y es que a lo mejor, como acaba de aterrizar en estos menesteres, el señor ministro ignoraba, que los actores y directores de este país, suelen cojear del pie izquierdo y no se han hecho para ellos las normas de templanza que suele recomendar el partido popular, que parece haber olvidado demasiado pronto, la que le dieron los artistas, por ejemplo, cuando la guerra de Irak.
Los cámaras, al menos, tuvieron el pudor de no sacar al ministro, durante las intervenciones que apuntaban, directamente, en contra de la política de su gobierno, aunque algunos, yo la primera, hubiéramos dado lo que fuera, por ver qué expresión se pintaba en su rostro, o si vestido de etiqueta, era capaz de soportar estoicamente y sin aspereza, la oposición que se respiraba en el ambiente.
Claro, que una vez vista la sordera demostrada, ante las manifestaciones que por la mañana, habían sacado a la calle a cientos de españoles, en contra de la reforma de la explotación, es de suponer, que reaccionaría con una de esas sonrisas de superioridad con que nos deleitan los conservadores, perdonándonos la supina ignorancia que denotamos los pobres, en cuestiones de alto standing, como la justicia o la economía.
Lo peor, es que fuera como fuese, hubo de escuchar todas y cada una de las críticas, literalmente, pegado a su asiento, pues queda bastante feo, en todo un señor ministro, salir huyendo cuando las cosas se ponen mal para los suyos, o se tuerce una noche que, en principio, se había soñado de glamour y relax, sin ningún contratiempo.
Los premiados, por cierto, bastante predecibles. A mí, en particular, me alegraron los Goya conseguidos por la película de Benito Zambrano “La voz dormida” y, en concreto, el otorgado a la actriz Ana Wagener, que reivindicó la apertura de las fosas del franquismo, para que una de las protagonistas reales de su película, pudiera, a sus ochenta y tantos años, descansar en paz.
En fin, una velada de entretenimiento, no exenta de rabiosa actualidad, que nos ayudó a evadirnos un rato del encabronamiento permanente que sufrimos los españoles, a causa de la inutilidad manifiesta de nuestros políticos.

domingo, 19 de febrero de 2012

Congreso sin recortes

Al mismo tiempo que miles de españoles se echaban a la calle, en contra de la recién estrenada reforma laboral, el Presidente Rajoy confraternizaba con sus correligionarios, en una especie de Congreso de la Victoria, desoyendo el clamor de sus conciudadanos indignados y manteniendo la necesidad de acudir a las medidas tomadas, con la altanería que caracteriza a los conservadores, cuando han llegado al poder.
Exigiendo sacrificios indescriptibles a las clases trabajadoras, no se ha ahorrado un céntimo en la organización de este Congreso, cuya ubicación, además, se hace de manera interesada en la capital de Andalucía, dando por sentado que el territorio será suyo, cuando en Marzo se celebren las próximas elecciones.
Una cohorte de repijos de idéntica imagen, ha recorrido la ciudad, ejemplificando con su look, los cuantiosos beneficios que debe reportar pertenecer a su formación política, dada la calidad de sus atuendos, que no son, precisamente, los que usarían los cinco millones de parados que se mueven por el país.
Debe ser fácil hablar de restricciones desde la opulencia, sobre todo para aquellos que jamás se han visto afectados por las carencias fundamentales que sufren los ciudadanos de a pie, ni por la imposibilidad material de hacer frente a los imprevistos que surgen en la vida cotidiana, pero que nunca tocan a los que proceden de las clases pudientes.
En otro plano, las calles se llenaban de manifestantes, nada contentos con la línea que está siguiendo este gobierno y dispuestos a empezar a caminar en dirección diametralmente opuesta, al sendero que marcan los mandatarios ultra conservadores de Europa, que tan afines son a este equipo de tecnócratas, que Rajoy ha puesto al frente de la nación.
En un anticipo de lo que puede ser, en breve, una huelga general, la voz de la calle se pronuncia con claridad sobre la considerable pérdida de derechos que se le impone, negándose a la consumada explotación que representa esta mano abierta al despido libre, a la prolongación de jornadas y a la manipulación de los convenios colectivos, por parte de unos empresarios, a quienes se han otorgado todos los poderes para manejar la economía del país, sin que se haya contado, con la parte más afectada en esta historia.
Aún se permite el Presidente hacer alusión a los padres, que por nada del mundo quieren que sus hijos vivan en peor situación que ellos mismos.
Pero se calla, que tampoco los hijos querrán suplir las vacantes dejadas por los padres despedidos por las empresas, y mucho menos, hacerlo por la mitad del salario y trabajando el doble de horas, desterrando a sus progenitores a la condición permanente de parados, o teniendo que asumir, encima, su manutención y cuidado, a pesar de que estarán aún en edad de valerse por sí mismos en el terreno laboral, en condiciones de dignidad, por supuesto.
Claro que esto no debe preocupar a quienes proceden de los consejos de administración de las empresas, ni a los que, como la señora Cospedal, cuentan con tres fuentes distintas de ingresos, ni a los ricos de cuna, ni a los que ya cuentan con un retiro, en algún organismo estatal, en el que ocuparán un despacho vitalicio, cuando abandonen la política.
A todos ésos, hoy sólo les preocupa disfrutar a tope de su multitudinario Congreso, disfrutar del maravilloso clima de Sevilla y procurar atraer a los incautos, para que voten al impenitente Arenas en Marzo, para teñir, totalmente de azul, el territorio patrio.
Para entender de miserias, ya está el pueblo.


jueves, 16 de febrero de 2012

Todo bajo control

Se han crecido los empresarios con la nueva reforma laboral, aceptando gustosos el papel de semidioses que les otorga el gobierno Rajoy, por decreto, y han soltado la lengua reclamando nuevas aspiraciones, para tener el control absoluto de la economía del país, naturalmente y siempre, a favor de sí mismos.
Le ha faltado tiempo a Rosell, ahora que se encuentra totalmente amparado por los suyos, para exigir una urgente revisión del Derecho de Huelga, que, según él, coarta las libertades de la mayoría de los ciudadanos para trabajar y queriendo poner fechas a las jornadas de paro, por si son convocados, precisamente, en días que generan- especialmente- buenos beneficios.
La osadía sin límites del empresariado español empieza a rayar en la desvergüenza, desde el mismo instante en que sus pretensiones van por el camino de poder intervenir en un derecho inalienable de los trabajadores, tratando de moldear la única forma de protesta que les queda, a la justa medida de sus propios intereses.
Naturalmente, no le han faltado apoyos inmediatos de parte de algunos elementos del partido popular, en concreto de Esperanza Aguirre, que considera que cuando se decide ir a la huelga, los ciudadanos son “rehenes” de los que se suman a ella, porque se impide que realicen las funciones que deseen, al encontrar las empresas cerradas.
No podía haber salido tamaño disparate de otro tipo de mente, más que del de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, recordada, entre otras cosas, por confundir a Saramago con una mujer, mientras decía no conocerla, una vez separado su apellido (Sara Mago).
Probablemente alineada, por convicción, con los más poderosos empresarios del país, sus ideas carpetovetónicas vuelven a recordarnos a qué facción de su partido pertenece y cómo serían las cosas si, no lo quiera su Dios, alguna vez consiguiera llegar a donde se ha propuesto desde hace tiempo.
En cuanto a sus amigos empresarios, ahora que gozan, ellos sí, de una absoluta libertad para establecer un férreo control sobre los asalariados, aprovechan la coyuntura que les han puesto en bandeja, para acabar de rematar la faena, intentando llevar a la gente a una total indefensión, ante sus malévolos designios, y muestran su disconformidad con cualquier forma de protesta, que pueda poner en peligro la avaricia con que están afrontando esta crisis, de la que, seguro, saldrán victoriosos.
Aún no ha hecho referencia a ello, pero no cabe la menor duda de que pretenderán, más temprano que tarde, que el hecho de secundar una huelga sea considerado como motivo de despido, para poder despeñar por un barranco de oscuridad, la libertad de expresión de los trabajadores y su derecho lícito a recurrir a la huelga en cuestión, si sus condiciones laborales así lo exigiesen.
Tanto hablar de las libertades de los ciudadanos y no caen en la cuenta de que, con estas sugerencias, están atacando la raíz misma de la autonomía de las clases populares, para reivindicar un modo de vida mejor, que el que ellos pretenden ofrecer bajo la explotación descarada que oculta la nueva reforma.
Calla el taimado Presidente, como siempre, sin desvelar cuál será su postura en este asunto, aunque todos sabemos que, en el fondo, debe estar bastante de acuerdo en reprimir de todas las maneras posibles, cualquier alboroto que trunque, su recién estrenado idilio con Europa.
Pero la sola mención de un asunto como éste, debiera haber levantado con presteza, de sus cómodos asientos, a los líderes sindicales, para dar contestación inmediata al desatino de estos nuevos patronos, con ínfulas de todopoderosos.
Esperemos que se imponga la cordura y no sirvan estas observaciones para desencadenar un arranque de necesidad perentoria, que excuse la derogación, por decreto, del derecho a la huelga, como un “medida excepcional”, en “tiempos excepcionales”
Lo que tienen las excepciones, es que acaban convirtiéndose en costumbre y se quedan entre nosotros, para toda la vida.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Un líder para los indignados

El movimiento de la indignación, que nació en España como respuesta a la inutilidad de la clase política, y que después ha sido exportado a infinidad de países del mundo, permanece en plena actividad y no olvida los motivos que condujeron al pueblo a reunirse en las calles.
Despreciado por la prensa tradicional y vapuleado a diario por el partido en el gobierno, puede parecer que aquel arranque de hartazgo que motivó a las clases populares para abandonar la cómoda postura que disfrutaban, en los años de bonanza, y que sacó del ostracismo a miles de jóvenes, hasta entonces desinteresados por los asuntos políticos, no ha dejado de lado su protesta, ni se ha rendido a la palabrería sedante de los mandatarios de turno.
Es más, hay motivos para que la indignación haya aumentado de manera considerable y ahora, con la nueva reforma laboral, que convierte a los españoles en objetos de explotación, las perspectivas de que los ciudadanos vuelvan a confiar en los partidos mayoritarios, se ve cada vez más lejana.
Y sin embargo, parece que su fuerza, limpia de implicaciones económicas y corruptelas, se diluye sin que nadie le conceda demasiada importancia, considerando que el tono lúdico en que se mueven sus integrantes, más parece una comparsa callejera, que una alternativa seria a este sistema trasnochado, que nos engulle por momentos.
Ha solido suceder a lo largo de la historia, que las masas siempre han necesitado de la figura de un líder carismático, ardedor de quién agruparse y es cierto que esa figura proporciona cierta seguridad a los ciudadanos, que de otra forma se sienten desprotegidos y huérfanos de un rostro visible, que les de por escrito una ideología que asumir.
Pero los movimientos del 15M han intentado, por todos los medios, huir de lo establecido hasta el momento y puede que hayan considerado que la verdadera democracia emana del poder de todos, sin creer oportuno que nadie en particular, lidere lo que ellos representan.
No obstante, tal vez sería necesario hacer este tipo de concesiones, en beneficio del triunfo de las ideas y poner en el escenario político un grupo de personas significativas, que den al movimiento la oportunidad de poder cambiar, legalmente, el curso de la historia.
De nada sirve el trabajo diario de estos grupos, si sus iniciativas quedan relegadas al olvido, sin nadie que las defienda frente a la bien asentada clase política, que maneja nuestros destinos.
Los ciudadanos necesitamos tener unos nombres que meter en las urnas, cuando se convoquen elecciones y una seguridad de que nuestros argumentos tendrán voz en el Parlamento, para que se canalicen las protestas, en un tono diametralmente opuesto, al empleado por los partidos tradicionales.
Precisamos una imagen real, capaz de plantar cara, de igual a igual, a los mercaderes que venden el país al mejor postor, privándonos despiadadamente de todos nuestros derechos y esperamos con ansiedad, que se recapacite sobre este punto, para recuperar la esperanza perdida, reconociendo en nuestros representantes, a los auténtico defensores de nuestras carencias.
De sobra es conocida la magnífica preparación de nuestros jóvenes para desempeñar esta labor impagable y su buena disposición para emplear su tiempo, en arrimar el hombro a las tareas que verdaderamente necesitamos para abandonar esta etapa de penumbra.
Sin miedo, deben arriesgarse a salir del anonimato, para empezar a protagonizar la historia. El pueblo cuenta, de antemano, con la escribirán de una forma distinta y mejor para todos.

martes, 14 de febrero de 2012

La memoria del pueblo español

Ahora nos cuentan que el gobierno Rajoy infló el déficit de 2011, para poder justificar los recortes aplicados, en primera instancia, nada más llegar al gobierno y también como un modo de justificar la espantosa reforma laboral, que nos acaba de imponer por decreto.
El juego de exponer in extremis la necesidad de tomar determinadas decisiones, casi siempre nocivas para el conjunto de los ciudadanos, se está convirtiendo en una insana costumbre, aplicada demasiadas veces por los que, acostumbrados a disfrazar la verdad, se apoyan en los sentimientos de las masas, para tiranizar el poder a su conveniencia.
Aún recordamos con claridad la defensa a ultranza de la autoría de ETA, en los atentados del 11M, incluso sin llegar nunca a acatar la decisión de los jueces que juzgaron el caso y la cara del, entonces en candelero, Aceves, intentando alargar el momento de tener que contarnos la verdad, con tal de no perder las elecciones.
Este gobierno, que tantas veces ha osado alardear de que no engaña a los españoles, que ha paseado el problema del desempleo por todos los púlpitos mitineros del país, apelando a los sentimientos de los ciudadanos, asegurando que tenía la solución de la crisis en la mano, premia a sus votantes, que le han dado una mayoría absoluta en el parlamento, aprovechando la primera ocasión para abultar las cifras del montante que heredan de sus antecesores y declara una urgente necesidad de tomar medidas “excepcionales”, con las que atajar el delicado momento que vivimos.
Muy bonito. Pero parecen olvidar que ya no existe casi ningún secreto y que los medios que a nuestro alcance ha puesto la modernidad, acaban, más pronto que tarde, por destapar cualquier maniobra urdida en la sombra, sacando a relucir la verdad de casi todas las historias.
Y sin embargo, estos populares no parecen aprender absolutamente nada de sus errores del pasado, e incurren una y otra vez en el juego de las mentiras, para atraer a su terreno a un pueblo, al que deben suponer poca inteligencia.
Probablemente creen que adolecemos de una desmemoria colectiva que ha borrado de nuestras mentes episodios como los del Prestige, el Yac 42, las armas de destrucción masiva que nos metieron en la guerra de Irak, y los episodios de los trenes.
Nada más lejos de la realidad. Los españoles sabemos bien qué clase de verdades nos ha contado el Partido Popular, cada vez que ha estado gobernando y hasta dónde podemos creer de los argumentos que utilizan cuando detentan el poder. Sabemos que la reforma laboral no ha sido una necesidad motivada por el déficit, sino un cumplimiento estricto de los mandatos europeos, a los que ahora que gobiernan, obedecen con escandalosa sumisión, sin atreverse, a pesar de su aguerrida valentía, a contradecir en nada.
Sabemos que cuántas promesas se hicieron para llegar a la Moncloa, eran guiones perfectamente orquestados para aprovechar la inocencia de los incautos y que se las llevó el viento que les trajo el triunfo electoral, a los compases de su himno, mientras saludaban con soberbia, desde el balcón de la calle Génova.
Sabemos que no hay excusa para privatizar la sanidad o la enseñanza, ni para fomentar la explotación de los trabajadores poniendo en manos de los empresarios su suerte y su futuro, ni para deshacerse de un plumazo de los convenios colectivos, ni para aumentar el IRPF, ni para mantener la rebaja en el sueldo de los funcionarios, ni para volver a inyectar dinero a la insaciable banca, que no para de generar beneficios, ni para retirar las ayudas de la dependencia, de los centros de mayores, de las guarderías, o de las casas de acogida para mujeres maltratadas.
Sabemos que no hay justificación para la sentencia de Garzón, ni para negarse a que se abran las fosas del franquismo, ni para acabar con la ley del aborto, con los matrimonios entre homosexuales, la ley de últimas voluntades, o para retirar los cuidados paliativos a los enfermos terminales.
Sabemos que adornarán cualquier decisión que tomen en el futuro con frases de doble sentido, que sigan ocultando al pueblo cualquier verdad que le interese de primera mano y sabemos qué clase de política ha sido y será la que practiquen ayer, ahora y siempre.
Cegados por la indignación, puede que se les haya elegido, como castigo a la traición de los socialistas, pero no por los méritos recordados, del tiempo en que gobernaron el país.



lunes, 13 de febrero de 2012

Arde Grecia

La crisis del continente europeo, traspasaba ayer la línea del pacifismo, cuando una multitud de atenienses protagonizaban un estallido social de graves consecuencias, mientras sus políticos aprobaban los drásticos recortes exigidos por el eje franco-alemán, para poner en práctica un segundo rescate, que lleva directamente al país, a una ruina moral y psicológica, de imprevisibles consecuencias.
Amenazados en última instancia por los poderes económicos, el ex banquero Papademos, nombrado a dedo Presidente de la nación, conseguía una rendición anunciada del Parlamento, poco menos que entregando a su nación, a las manos de los prestamistas.
La paciencia del pueblo griego, desesperado por su propia impotencia para declarar una tajante negativa a estas medidas, terminó a las puertas mismas del Parlamento, prendiendo fuego a una serie de edificios, directamente relacionados con el consumismo de las doctrinas capitalistas.
Un enfrentamiento durísimo entre manifestantes y fuerzas del órden, se saldó con más de una cincuentena de heridos y una imagen desoladora que da idea, de seguir así las cosas, de la que puede ser en un futuro la de todo este continente, si el empecinamiento de la clase política, sigue haciendo oídos sordos al clamor popular que les reclama un cambio radical de sistema.
Ahogados por los despidos masivos y las rebajas de sueldos y pensiones, los griegos son los primeros en subirse al carro de una violencia anunciada por el desinterés que hacia los ciudadanos demuestran, los que se dicen sus representantes.
Ahora la indignación viene además acompañada de la carencia de productos de primera necesidad, viéndose obligados. los griegos en concreto, a recurrir a vales de comida, para poder mantener el ritmo de sus hogares, ante la imposibilidad de hacerlo con sus salarios rebajados, hasta límites insospechados en un país del primer mundo.
De nada sirvieron los gravísimos hechos de ayer. La reforma fue aprobada, como si las paredes del Parlamento estuvieran insonorizadas o se encontraran en algún lugar lejano, donde la ignorancia de los disturbios fuera supina.
La amenaza continuada de una bancarrota total, propiciada diariamente desde las grandes esferas de poder, atenazaron ayer vergonzosamente la voluntad popular y dejó totalmente aislada a una clase política incompetente y cruel, que ceba su saña contra los más débiles, en lugar de hacer frente a los magnates con la valentía del honor.
Quién sabe qué clase de horrores aguardan ahora a la sociedad griega, que en estos momentos, es el espejo en el que nos miramos, despavoridos, todos aquellos que comprendemos con claridad meridiana esta trama de avaricia, que nos está conduciendo a un camino de difícil retorno.
Los españoles, afectados desde hace unos días por unos inaceptables recortes de derechos laborales, somos conscientes de que nuestro futuro podría ser muy parecido al de este pueblo milenario y nos ponemos a su lado en estos durísimos momentos, justificando su desesperación, porque entendemos el desamparo en que se encuentran.
La voz de los trabajadores europeos es unánime y debe estar hoy, con estas familias desheredadas por sus propios conciudadanos de todos sus derechos fundamentales, en pos de unos intereses económicos que paralizan cualquier amago de desarrollo futuro para este país.
Por ellos, por nosotros y por todos, la unanimidad en las acciones ha de ser absoluta y no debemos permitir, de ningún modo, que nos convenzan de la necesidad de aplicar estas medidas que nos entierran en la negrura de los siglos y nos alienan hasta hacernos perder nuestra esencia de hombres.
Si hay que abandonar el rumbo marcado por los de arriba, si hay que desterrar la idea de una moneda única o empezar desde cero, para alcanzar la estabilidad de las mayorías, esto debemos exigir a nuestros gobernantes, sin posible negociación o consenso.
Ver Atenas en llamas, es mirar cómo se quema nuestra civilización, en manos de un enemigo insaciable, cuya voracidad no conoce límites.
Arden con ella nuestra moralidad, nuestros valores y cualquier tipo de ética conocida en los tiempos modernos y vuelven la barbarie, la oscuridad, el miedo y la desesperación extrema, que trae consigo este sistema de corrupción y violencia.

domingo, 12 de febrero de 2012

La España de Rajoy

Ha bastado una mínima protesta en la calle, a la reforma laboral aprobada por el nuevo gobierno, para destapar cuál será la línea a seguir, a partir de ahora, contra todo aquel que manifieste discrepancias, con lo estipulado por el Partido Popular.
Una represión policial, como no se recordaba desde los años duros del franquismo, reprimió en Madrid, ayer, a los indignados que protestaban pacíficamente, e incluso a miembros de la prensa, que cumplían con sus labores informativas.
Llamar desórdenes callejeros al derecho adquirido de manifestación, es el primer paso contra la libertad de expresión de los ciudadanos, que hasta ahora, podíamos hacerlo, sin incurrir, por supuesto, en ningún tipo de delito.
A la derecha nunca le han gustado estas cosas, excepto cuando ellos mismos se han puesto al lado de los obispos para reclamar un derecho a la vida, que sistemáticamente niegan a los demás, en cuanto la ocasión se presenta. En estos casos, al parecer, hay que acatar sus órdenes, sin levantar la voz, aunque en realidad se discrepe diametralmente con ellas y aceptar con sumisión lo establecido por decreto, aunque se trate de un descomunal retroceso en las condiciones laborales, como es en este caso.
Volver al oscurantismo de los años de la dictadura, a situaciones de precariedad no conocidas por las nuevas generaciones, mientras con medidas represoras se intenta acallar el grito desesperado de todo un país, no parece ser un camino apetecible, para afrontar las muchas dificultades que nos depara el incierto futuro que nos pinta la inacabable crisis.
Un presidente meramente testimonial, que delega aparecer para dar explicaciones a su pueblo, sin permitir discrepancias contra su política, arropado en la mayoría absoluta que le otorgaron las urnas, empieza a recordar demasiado a una época de nuestra historia, que preferiríamos olvidar.
No es conveniente entender que los votos representan un pasaporte para tiranizar la voluntad popular, cometiendo acciones lesivas contra quienes, de buena fe y con una información falsa, pusieron su confianza en un líder, capaz de olvidar sus promesas electorales, a la primera ocasión.
Y aunque se le haya oído admitir, en off, que esperaba una huelga general como respuesta a su reforma, calló conscientemente de qué modo sería recibida tal huelga, de producirse, y con qué contundencia sería afrontada por una policía, ahora bajo su mando, que parece haber recibido órdenes de combatir a todo aquel que decida acogerse a su derecho de protesta.
Si esperaba Rajoy comprensión, por parte de los trabajadores, hacía una reforma descabellada, que pone en manos de los empresarios un poder casi divino, por encima de jueces y ley, se equivocaba hasta la médula.
Hace tiempo que el conformismo y la resignación fueron abandonados como vías para conseguir solventar los problemas que nos atañen. Sellar bocas por medio de la violencia, no conseguirá devolver a un redil que lleva directamente a una explotación laboral descarada, a los ciudadanos de un país, afortunadamente mucho más moderno en mentalidad, que el encontraron sus antecesores, allá por el año 39.
Los trabajadores habrán pues de abordar los mecanismos de defensa que les parezcan oportunos, para frenar el despropósito urdido por los conservadores, maquillado con la palabrería que impone saber que se está partiendo de una gran mentira.
Si de verdad les preocupara la clase obrera, los beneficios otorgados a los empresarios, se habrían puesto en manos de los más desfavorecidos, para ayudarlos a salir, de verdad, de su angustiosa situación.
Tampoco se harían recortes en sectores como el de la sanidad o la enseñanza, intentando llevarlos a pasos agigantados hacia una privatización encubierta, sino que se pondría en igualdad de condiciones al negocio de la banca, con todos los de otras actividades, que asumen el riesgo que conlleva gestionar una empresa.
Si un autónomo emprendedor, por ejemplo, pierde su empresa, no sale el gobierno en su ayuda, inyectándole dinero para que recupere la estabilidad. La banca, al fin y a la postre, no deja de ser, a gran escala, un negocio como otro cualquiera y así, si se produce la quiebra, debe ser tratada en igualdad, permitiendo su cierre inmediato, sin privilegios que la sostengan.
Pero en la España de Rajoy, esa igualdad teórica se ve truncada por la voluntad de estos descarados amantes del sistema capitalista y está claro, que la prioridad que tiene en mente este nuevo gobierno, no esta del lado de los perdedores sociales, sino de las grandes empresas que después de ser salvadas con dinero público, ni siquiera abren nuevas vías de crédito para que remonte la economía del país.
Es evidente que la contestación será contundente, puesto que no queda ya otro remedio que tomar las calles y dejar de producir los beneficios que enriquecen a otros, si es que queremos ser oídos alguna vez.
Porque si los trabajadores dejamos de producir, los jugosos beneficios que esta reforma prevé para las clases pudientes, empezarán a caer en picado, obligándoles a negociar condiciones, más ventajosas para el pueblo.
No queremos volver a ser la España gris, que algunos aún tenemos en la memoria, por mucho que se empeñen en conducirnos a esa situación, Rajoy, su equipo, y una Europa gobernada por un conservadurismo peligrosamente cercano al absolutismo.
Reprimidos o no, igualmente daremos los pasos necesarios para labrarnos un futuro mejor que el que auguran para nosotros las medidas impuestas por las derechas. Nuestros hijos se lo merecen.

viernes, 10 de febrero de 2012

Réquiem por el trabajador español

Despojándolo de toda protección jurídica, la reforma laboral de Rajoy convierte al trabajador español, en un objeto de usar y tirar, en manos de un empresariado con poderes zaristas, con los que decidir, sin límite alguno, el destino de sus asalariados.
Ciento cincuenta años de avances, conseguidos a base de lucha, hasta alcanzar una mínima dignidad, son arrojados a la alcantarilla, constituyendo el mayor retroceso conocido, en el área de los derechos, en toda la historia de nuestro país.
Abandonados por los agentes sindicales, la indefensión de los trabajadores españoles ha llegado a tal punto, que hasta resulta fácil para los políticos, atreverse a perpetrar este tipo de medidas, a rajatabla y por decreto, sin temer ningún tipo e contestación por parte de los agentes sociales, antaño tan temidos, por su capacidad de convocatoria.
Era bastante previsible, que tras tolerar los abusos cometidos por el gobierno Zapatero, cuando rebajó el sueldo a los funcionarios y prolongó la edad de jubilación, los conservadores siguieran sus pasos y ahondaran, aún más, en los recortes exigidos por Europa , en contra del bienestar de su propio pueblo.
A partir de ahora, cualquiera que tenga la suerte de encontrar un trabajo, firmará un contrato temporal, no prolongable por más de dos años y podrá ser despedido, con sólo treinta y tres días por año trabajado de indemnización, si su productividad no satisface las expectativas de su empresa, se decide el cierre, o simplemente, se considera necesario prescindir de sus servicios, sin dar ninguna explicación.
Si una empresa declara peligro de cierre, queda inmediatamente invalidado el convenio colectivo, por el que se rigiesen sus operarios, siempre a criterio de los poderosos empresarios creados, a partir de hoy, por el gobierno Rajoy.
Se contemplan ayudas para la contratación de jóvenes de menos de treinta años, de hasta tres mil euros y también un descuento en la cuota de la seguridad social.
Es fácil entender, que cualquier empresario avispado contratará a estos jóvenes, hasta el mismo momento en que cumplan la treintena, para despedirles después y volver a beneficiarse de estas medidas de nuevo, al dar ese mismo puesto de trabajo a otro veinteañero y así… sucesivamente.
Naturalmente, esta solución al paro juvenil, es precaria y constituye un engaño hacer creer a nuestros chicos y chicas que su problema estará resuelto para siempre, con la entrada en vigor de estas medidas. Nada más lejos de la realidad. Puede que les ofrezcan trabajar ahora, pero volverán a ser parados después de los treinta, resultándoles entonces mucho más difícil dejar de serlo, dado que nada prevé la reforma, para desempleados de esta ó más edad.
No se hace referencia tampoco, a qué salarios se cobrarán a partir de ahora, aunque se deduce que esta cuestión quedará ¿cómo no? a criterio de cada empresa, que también decidirá, seguro, la duración de la jornada laboral y si sus operarios tienen o no derecho a vacaciones, en virtud de los beneficios obtenidos y bajo amenaza de despido inminente.
La bancarrota de la clase trabajadora es hoy total. Pisoteada e ignorada por la indiferencia que hacia ella demuestra un gobierno empeñado en empezar a salir de la crisis, con cinco millones de parados sin esperanza, bajo su estricta responsabilidad, sólo le queda el recurso de ofrecer una negativa rotunda, desde la calle, a este tipo de medidas lesivas, que no contemplan ninguna mejora en su incierto futuro, mientras se sigue inyectando dinero a los bancos y dando a los empresarios las riendas del poder.
Los comienzos del gobierno Rajoy, no pueden ser más catastróficos para los humildes. Traicionando toda su palabrería barata, vertida en los mítines pre electorales, ni piensa en su pueblo, ni ataja el problema del paro, ni da síntomas de la españolidad necesaria para plantar cara a las exigencias europeas, ni se nota cambio alguno desde la etapa de Zapatero, si no es a peor.
Muertos y enterrados nuestros derechos, sólo nos queda vendernos al mejor postor por un plato de simbólicas lentejas, que nos demuestren que aún podemos atender la necesidad primaria del alimento. Entre eso y la esclavitud, solo hay un paso, pero si esperamos un poco, es probable que lleguemos a verlo y a sufrirlo en carne propia.
Es así imprescindible, que los populares no consigan el triunfo electoral en Andalucía, en Marzo próximo, y que cualquier comicio que se convoque, sea respondido por el pueblo al que ignora, de forma contundente.
Ya hemos visto lo que hacen cuando se les otorga el poder, sobre todo si por tener mayoría absoluta, las decisiones solo les corresponden a ellos, sin una oposición con posibilidades de frenar la soberbia que les caracteriza.
A quién otorgaremos el voto, es una incógnita de difícil respuesta. Si nos decidimos a introducir la papeleta en la urna, cuidémonos de que no sea a favor de los dos partidos que ya han demostrado su ineficacia para afrontar los problemas de este país.
Si el PSOE traicionó su ideología abriendo puertas prohibidas, el PP acaba de rematar la faena, atreviéndose a llegar a donde nunca nadie antes llegó.
Y si estamos desengañados, indignados hasta la saciedad y no sentimos afinidad por ninguno de los partidos del arco político, unámonos en la calle para, con nuestra superioridad numérica, intentar un cambio radical de este sistema corrupto que nos ha llevado a la ruina. Si queremos, podemos.








jueves, 9 de febrero de 2012

Todos con Garzón

Como era de esperar, la sentencia del primero de los juicios seguidos contra Baltasar Garzón, ha sido contundente. Once años de inhabilitación, no recurribles, por haber ordenado las escuchas del Caso Gurtel.
Resulta incomprensible que la primera persona condenada en este asunto de corrupción, que ha sacudido la médula el país, sea, precisamente, uno de los jueces que se atrevió a destaparlo y que, según propias palabras, consideró necesario poner micrófonos en las entrevistas que los detenidos mantenían con sus abogados, ante la sospecha de que éstos estuvieran también implicados en tan farragoso asunto.
Los españoles de a pie, sin embargo, estamos convencidos de la inocencia de Garzón, así como de que este caso que ahora ha quedado resuelto de manera tan desfavorable para él, no es más que una de las múltiples tentativas de retirarle, forzosamente, de su carrera, impidiéndole seguir adelante en otros temas, mucho más importantes, por la carga ideológica que guardan en sí mismos.
Naturalmente, nos referimos a la apertura de fosas de las víctimas del franquismo, que ya también se halla visto para sentencia y que, en cierto modo, empezaba a resultar intolerable, para ciertos sectores conservadores del país.
Podría equipararse, salvando las distancias, al archiconocido caso de Al Capone, condenado, finalmente, por una evasión de impuestos, al no poder ser demostrada su participación en los múltiples delitos que se le suponían.
La inhabilitación del juez sentenciada ahora, le aparta inmediatamente de cualquiera de los objetivos que tengan que ver con la justicia y dada la enorme repercusión internacional que está teniendo su absurdo procesamiento por los casos de los desaparecidos durante la dictadura, hace del todo innecesario enemistarse con el derecho internacional, pronunciándose en contra del juez en este delito, claramente relacionado con el genocidio.
Probablemente, ya condenado por un caso distinto, le absolverán del tema de las fosas, intentando calmar el revuelo que se ha producido alrededor de este procesamiento, iniciado por ciertas formaciones cercanas, ideológicamente, a los que formaban parte del bando ganador de la guerra.
No hay más remedio que acatar la sentencia, pues ya no ha lugar a recurso, pero ninguna ley impide a los ciudadanos estar en desacuerdo con lo dictaminado por los jueces, ni expresar su opinión, en aplicación directa de su derecho a expresar libremente lo que creyeran, acerca del asunto.
Mientras algunos de los implicados en la trama Gurtel se pasean por las calles españolas, habiendo salido impunes o pagado las elevadísimas fianzas exigidas para evitar el riesgo de fuga, el investigador sucumbe finalmente, de manera despiadada, y de nada sirve su afán por aclarar meridianamente la causa, víctima de un delito de forma, con el cual estaría de acuerdo, cualquiera que tuviera interés en llegar hasta el fondo de una cuestión como ésta.
No le quepa la menor duda al señor Garzón de que todos estamos con él, ni de que apoyamos su demostrada rectitud a favor de una justicia ecuánime. Se encuentre o no en el ejercicio de sus funciones, la imagen de Baltasar Garzón, pese a quien pese, estará siempre ligada a la auténtica aplicación de la justicia, sin los móviles arbitrarios que tanta credibilidad le han restado, en los últimos tiempos.
Si se realizara una de esas encuestas de población, fácilmente, más de un noventa por ciento de los ciudadanos apoyarían al juez, si decidiera ser candidato a la presidencia de gobierno. El mismo porcentaje, no creería una palabra de su implicación en los delitos que se le suponen y achacaría a una venganza ideológica, el motivo que lo ha llevado hasta el banquillo, en tres causas abiertas a la vez.
La condena de hoy, se suma a las extrañas sentencias emitidas últimamente en varios procesos de interés general y alimenta la idea mayoritaria de la ineficacia de la justicia, en un sistema demasiado plagado de intolerables intrusismos, que perjudican gravemente el esclarecimiento real de los auténticos hechos acaecidos y su resolución, creando una confusión intolerable entre víctimas y delincuentes.
Esta sensación que percibe la calle, no debe ser demasiado desacertada, cuando a colación de los procesamientos de Garzón, la prensa internacional establece estos mismos argumentos.
No hace falta decir cómo queda nuestro sistema judicial, a los ojos del mundo y, por ende, en qué lugar deja a quienes se sientan en los tribunales españoles para impartir un derecho que hace aguas, debido a sus actuaciones.
La ceguera que siempre se atribuyó a la justicia, como virtud a favor de la limpieza de sus decisiones, en muchos casos queda ahora cuestionada y empieza a dar motivos de preocupación a unos ciudadanos, que se creen en total indefensión, en según que asuntos se traten.
Si en vez de ser juzgado por jueces, Baltasar Garzón se hubiera enfrentado a un jurado popular, sin duda, habría sido absuelto y, probablemente, fuertemente aplaudido.
Si alguien ha llegado a pensar que su inhabilitación dará paso al olvido, habría que aclarar que la imagen del juez cuenta con el empaque suficiente, para destacar en cualquiera de los ámbitos que se proponga. Ojala decidiera orientarse hacia la política y actuar en ella, con la misma ecuanimidad con que lo ha hecho, en su defenestrada carrera judicial. Los españoles lo agradeceríamos muchísimo.





miércoles, 8 de febrero de 2012

La venganza de los temarios

Los que de manera activa o pasiva, hemos pasado por el proceso de unas oposiciones, sabemos a ciencia cierta que no se trata de un arrebato repentino que te da una mañana, nada más levantarte, sino de una opción meditada y muy cara, que pone en juego tu modo de vida durante varios años, sin ninguna seguridad de obtener un triunfo, cuando por fin llega la hora de ponerte delante del tribunal de examen.
Presentarse a unas oposiciones compromete a la familia al completo, que suele ponerse al servicio del opositor para remediar, en la medida de lo posible, la tortuosa carrera que le espera, mientras dedica varios años al estudio en soledad, y aportando todos los medios a su alcance, para que pueda saldar el alto costo económico que representa la compra de temas o el matricularse en una academia que solucione todas las dudas y trabas, con que este enrevesado sistema, salpica cualquier asunto que tenga que ver con el empleo público.
El ahorro propuesto por el Partido Popular ha comenzado, precisamente, por intentar suprimir la convocatoria de oposiciones para docentes, en todo el territorio nacional. No obstante, algunas Comunidades autónomas no gobernadas por ellos, como Euskadi o Andalucía, han considerado oportuno ampliar la plantilla de profesores, a propósito de la necesidad que de ellos se tenía, sobre todo después de eliminar, también, los contratos para interinos.
Muy ofendidos por la supuesta desobediencia, los conservadores no han tardado en urdir una sibilina venganza, contra la osadía de quienes se han atrevido a contradecir sus órdenes y han cambiado, a sólo tres meses de los exámenes, todo el temario de la oposición.
Huelga hablar de la angustia que se acaba de apoderar de las miles de personas que llevaban varios años preparando la oposición y que se ven ahora en una imposibilidad material de aprender la nueva materia, habiendo así desperdiciado lo invertido anteriormente en preparar la prueba, además de considerar perdido un tiempo precioso, que podrían haber utilizado en buscar cualquier otro tipo de trabajo.
Esta rabieta infantil protagonizada por los conservadores, que acaban de despreciar el esfuerzo de muchas personas bien preparadas para ocupar los puestos a que aspiraban, habrá de traerles, sin duda, graves consecuencias.
Probablemente han olvidado que las elecciones de una de las Comunidades directamente afectadas, Andalucía, están a la vuelta de la esquina, y que por tanto, pueden ir despidiéndose del voto, no sólo de los opositores a los que acaban de arruinar la vida, sino también del de sus familiares, amigos y del de todo aquel que quiera prestar atención a lo terrible de esta historia.
Una vez más le puede a la derecha su tremenda soberbia y deja claro cuánto trabajo le cuesta aceptar la libertad de opinión, cuando contradice las reglas que marca su absolutismo a la hora de gobernar, saltándose las reglas democráticas que tienden a que nada sea hecho por imposición, sino por consenso.
Y sin embargo, los años pasados en la oposición los han dedicado, sin tregua, a frenar cualquier propuesta educativa salida de las manos del gobierno anterior, incitando a los padres católicos a llegar a los tribunales, alegando motivos de conciencia, en contra de la Educación para la ciudadanía, e incluso impartiendo dicha asignatura en inglés, en aquellas comunidades en las que gobernaban.
Está claro que la justicia no es igual, en todos los casos, para ellos y estuvo bien intrigar cuanto pudieron contra quienes, en su momento, les arrebataron el poder y seguir ahora llevando las situaciones al límite para terminar de aplastar, si pudiera ser para siempre, cualquier tipo de contestación a su política de autoritarismo.
Supongo que no se hará esperar una contundente respuesta y que las comunidades afectadas por tamaño despropósito se afanarán en defender su derecho en convocar cuántas plazas sean necesarias para que la educación pública siga siendo una realidad para todos los españoles.
Acciones como ésta, demuestran el auténtico talante de quién tantas veces presumió, en los mítines, de conocer y entender los problemas del pueblo.
Al final, la vida pone a cada uno en su sitio y lo que apenas empezamos a ver, desde que el nuevo gobierno se instaló en su ansiada Moncloa, nos hace ver con claridad meridiana que el cambio que tanto proclamaban, era pura falacia.
Nada ha cambiado de lo que recordábamos en ellos. Siguen siendo los mismos prepotentes deseosos de poder, a costa de lo que sea.

martes, 7 de febrero de 2012

La reforma fantasma

La estrategia del Partido Popular, de amenazar con la aplicación de una durísima reforma laboral que satisfaga las exigencias de Europa, tiene como objetivo principal que cuando se decidan a desvelarla, los españoles estén tan asustados, que hasta les parezca buena.
El hombre teme, por naturaleza, a lo desconocido y tiende a desarrollar dentro de sí mecanismos de pánico ante la incertidumbre, así que cuando al fin le es desvelado el secreto que se le ocultaba, la verdad se le revela como menos hiriente que el desconocimiento, paliando su sentimiento de angustia.
La ocultación consciente de las medidas que se adoptarán en la mil veces referida reforma total del PP, crea un pesimismo en esta sociedad, acostumbrada en los últimos tiempos a recibir malas noticias, potenciando precisamente una curiosidad enfermiza por conocer las expectativas que le aguardan, tras el tupido telón tejido por los conservadores acerca de un programa que calme las ansias de poder de nuestros socios europeos y aleje de nosotros el fantasma de la ruina, como única alternativa de un futuro, que de otro modo, nos pintan aún peor.
Pero no conviene llamarse a engaño con respecto a la dureza de lo que nos espera. Saberlo, no traerá a nuestras casas un puesto de trabajo que colme nuestras expectativas, ni nos acercará al estado de bienestar perdido, ni nos colocará a la cabeza de las potencias llamadas a gobernar Europa, en los próximos años.
Saberlo nos matará momentáneamente la incertidumbre, para colocarnos muy pronto en posición de entender que las soluciones que añoramos no llegarán de la mano de un gobierno conservador, muy interesado en agradar a sus socios franco alemanes y totalmente lejano, por principio, a las necesidades de los humildes.
No poseen Rajoy y su Gobierno la talla suficiente para mostrarse, precisamente, como posibles revolucionarios en el plano ideológico, ni mucho menos, la envergadura necesaria para plantar cara a los despiadados banqueros que exigen una contribución aún mayor a los trabajadores, en su imparable carrera hacia el poder absoluto sobre la tierra.
La bien escondida reforma, nos traerá una mayor elasticidad en cualquier asunto que tenga que ver con la contratación de trabajadores, un aumento significativo de los horarios de trabajo y una rebaja cantada en los salarios, además de un auge del empleo temporal y de las medias jornadas a cuatrocientos euros, que sustituyan a los subsidios para los parados de larga duración, aprovechando así el fruto de su sudor, sin desembolso alguno del estado.
Se está retrasando la información porque existe un enorme interés en ganar las elecciones en Andalucía, y ahora también en Asturias, para construir un mapa político sin fisuras que permita a los populares hacer, sin oposición alguna, un proyecto pactado con los verdaderos jefes europeos y para ir creando un clima de catastrofismo general que haga creer a los españoles que sus acciones futuras, eran estrictamente necesarias para sacar adelante el país.
Antes, se utilizaban las armas para dar golpes de estado que colocaran en el poder a determinados dictadores. Ahora, los golpes de estado se dan solapadamente, aprovechando la necesidad de supervivencia de los pueblos, ahogados hasta no poder más, por una economía manejada por estos golpistas de nuevo cuño.
Si se sucumbe a la incertidumbre y al miedo, a la falta de medios que nos permitan volver a creer la patraña de que alguna vez, volveremos a ser cercanos a los ricos, habremos caído en la trampa de entregar nuestro desamparo, a cambio de unas migajas, perdiendo a cambio la poca dignidad que nos han dejado conservar estos especuladores del siglo XXI.
Ni siquiera nos quedará una identidad como pueblo, pues, de manera subrepticia, seremos colonizados por un sistema que ya no respeta siquiera la voz de las urnas y cuyo único objetivo es poseer, no solo los territorios, sino también las conciencias.
Conocer o no el contenido de la reforma laboral, no es pues relevante. El meollo de la cuestión es preguntarnos qué haremos para impedir que nos sea aplicada, a voluntad de un gobierno que no está pensando en nosotros, en ningún momento.
Habrá que ir `lanteandose que estamos solos y no queremos conformarnos.

lunes, 6 de febrero de 2012

La otra historia de España

A pesar de que el próximo primero de Abril se cumplirán setenta y tres años del final de nuestra guerra civil, miles de familiares de los relacionados con el bando perdedor, continúan sin saber el paradero de los suyos, desaparecidos entonces, y supuestamente muertos y enterrados, en alguna de las múltiples fosas comunes que salpican todo el territorio nacional.
Creyeron estos descendientes, que la Ley de Memoria Histórica acabaría por esclarecer las circunstancias en que los suyos perdieron la vida y traería un poco de paz al desasosiego de no tener siquiera, la certeza de haberlos perdido para siempre.
Muchas de estas desapariciones, incluso, se produjeron una vez finalizada la contienda y se trataron de un genocidio ideológico, con el que los vencedores trataron de borra cualquier vestigio de oposición a su política, claramente hermanada con las teorías fascistas, contra las que se combatió en la segunda guerra mundial.
Pero lejos de serles facilitadas las cosas, el suyo ha sido un rosario de penalidades que, en las más de las veces, ha topado con la incomprensión de una justicia con implicaciones personales cercanas al bando vencedor, y que no ha hecho otra cosa que obstaculizar la apertura de las fosas, coreada por el Partido Popular, ahora en el gobierno.
El juicio al Juez Baltasar Garzón, por inmiscuirse en esta causa, es la punta del iceberg que viene a corroborar la idea de que muchas de estas familias, morirán sin tener derecho a una explicación de las vicisitudes que llevaron a los suyos ante los paredones de fusilamiento y sin alcanzar el sueño de poder recuperar los restos de sus antepasados, ni obtener un desagravio por la deshonra que se vieron obligados a vivir, simplemente, por el hecho de tener relación sanguínea con ellos.
Estamos oyendo estos días los testimonios que ante los magistrados que juzgan a Garzón, están prestando una reducida parte de los allegados a los desaparecidos. Ancianos, hijos de aquellos, que con lágrimas en los ojos, relatan cómo sus padres fueron sacados de sus domicilios en plena noche y arrastrados a la muerte, sin que nunca más se tuviera noticia de ellos.
Nietos que representan la tercera generación, siguen buscando a sus muertos, sin que se revuelva la conciencia colectiva de este país, demandando con urgencia conocer la verdadera historia que se oculta bajo sus campos, salpicados de cadáveres, a los que nadie aplica justicia.
No es como dice la derecha, un afán de revanchismo ni de venganza, lo que mueve a estas personas a continuar en una lucha que parece eterna. Es su derecho inalienable a poder enterrar en paz a sus muertos y poder tener la satisfacción de que alguien diga, por fin, que no fueron asesinos, ni delincuentes, puesto que su único delito conocido fue el de reclamar una libertad de pensamiento, que fue sepultada el mismo día en que se produjo el golpe de estado del 36.
El empecinamiento de las derechas en tratar de contarnos otra historia de España, en la que su imagen queda salvaguardada de cualquier mancha que pueda relacionarla con lo que verdaderamente ocurrió, resta al pueblo español la oportunidad de conocer los hechos que conformaron su posterior destino y hace inexplicables unos años de nuestras vidas, disfrazando y sesgando una realidad, con la que habremos de convivir, sea lo terrible que fuere.
El gravísimo error de la izquierda española fue, visto ahora, avenirse a empezar la transición sin haber aclarado antes minuciosamente este asunto y demostrar una generosidad inmerecida para no exigir una rígida aplicación de las leyes, en relación a los crímenes cometidos.
Se pensó erróneamente, que con el tiempo, podría abordarse el tema sin acritud y restablecer el honor de las víctimas y sus descendientes, cerrando por fin este ignominioso episodio, celosamente silenciado durante los años de la dictadura. Pero ha pasado demasiado tiempo y sólo unos pocos afortunados han podido acceder a las fosas comunes para recuperar a los suyos. Los que no lo han conseguido hasta ahora, dudan que bajo el mandato del gobierno conservador se autoricen más inhumaciones, sin entender qué oscuro interés puede mover a los que se niegan al ansiado reencuentro.
Las asociaciones de familiares de represaliados, chocan continuamente contra un muro de incomprensión indestructible, que ni siquiera se compadece de la angustia que manifiestan haber tenido, durante más de tres generaciones y envidian la suerte de otros países que se han atrevido y se atreven a investigar sucesos parecidos a éste.
Y no solo ellos. Un par de historiadores, por ejemplo, al reclamar información sobre uno de los juicios sumarísimos celebrados entonces, fueron inmediatamente visitados por la guardia civil, que les exigió una explicación de para qué necesitaban los documentos. Al serles entregados, los nombres de los oficiales que constituyeron el tribunal, habían sido borrados con tipex. Su razón era que estaban escribiendo u n libro sobre la represión franquista en un pueblo de Andalucía. Sólo pudieron contar la mitad de la historia.
Quizá algún día podamos terminar de escribir nuestra propio relato y salga a la luz el número exacto de víctimas que acarreó nuestra, ya lejana, guerra fratricida. Por ahora, seguimos anclados al más inexpugnable de los silencios y podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que hay un enorme interés en mantenernos en la ignorancia, sin ninguna esperanza de que se haga justicia.





domingo, 5 de febrero de 2012

Solución de continuidad

Debe ser que cuando uno se afilia a un partido, es inmediatamente abducido por un ente que le roba la memoria y le hace justificar, de buen grado, cuantos errores sea capaz de descubrir entre los suyos, reforzando su capacidad de perdón y olvido, como si nada hubiera sido real.
El congreso del PSOE en Sevilla, viene a corroborar esto que digo y coloca al frente de la formación al antiguo Ministro de Interior del gobierno Zapatero, dando la sensación a los que miran desde fuera, de que la vida sigue igual.
Ninguna de las dos opciones a elegir representaba, desde luego, una renovación total en la dirección de los socialistas, pues ambos contrincantes habían ostentado cargos en el gabinete anterior, pero parecía que la alternativa de que, por vez primera, una mujer llegara a una secretaría general en España, daba cierto aspecto de modernidad a este partido centenario, sin que, por otra parte, nadie esperara ya, después de lo vivido, una revolución que viniera de sus filas, ni un líder capaz de hacer volver a sus orígenes a un socialismo demasiado desgastado por sus ansias de poder.
Curiosamente, no ha habido una sola mención en el congreso a los gravísimos errores cometidos. Ni una mención a las puertas que se abrieron, durante su etapa de mandato, en perjuicio de los trabajadores de este país, ni un síntoma de arrepentimiento por haber entregado a la derecha, en bandeja de plata, la gobernanza durante los próximos cuatro años y la llave para llevar a cabo reformas aún más lesivas para los intereses de las clases humildes, ni una alusión a los casi cinco millones de parados que han dejado en las filas del INEM, ni por supuesto, a los ERE que demuestran que la corrupción política, no es solo patrimonio de las derechas.
Ni un solo guiño de apoyo incondicional a una renovación drástica de una justicia que cierra los ojos a evidentes casos de culpabilidad manifiesta y sienta en el banquillo a las ideologías, con la única intención de silenciar la historia de esta nación, nunca aclarada suficientemente para los ciudadanos que la habitan y mucho hablar, a toro pasado, de un laicismo profundamente incomprendido mientras sostenían el bastón de mando y ahora utilizado como bandera, después de su intrusión en los temas relacionados con la educación, o con la ley del aborto.
Ni un solo reproche a los empresarios, que tratan por todos los medios de conseguir acabar con las leyes que regulan los convenios colectivos y el despido libre, o a la incapacidad de los sindicatos para mantener sus principios de defensa de los damnificados por el desarrollo de la crisis. Nada en contra de los banqueros, ni de la colonización encubierta ejercida por el frente franco-alemán, sobre sus socios más pobres, en esta Europa sumisa y mansa, creada por el ficticio estado de bienestar que creó la burbuja inmobiliaria.
Lo único importante, parece, en este congreso, es encontrar la vía para volver al lugar de privilegio que da vencer en unas elecciones y no la profunda autocrítica necesaria para renovar verdaderamente el camino.
Las mismas caras en los mismos cargos, pueden dar una idea certera de que nada ha cambiado, ni cambiará, en los próximos tiempos.
Entretanto, la situación del pueblo sirio, por ejemplo, no puede ser peor. Pero eso es algo demasiado lejano para esta casta política, intensamente vinculada a la cultura del dinero y distante, cada vez más, de cuestiones relacionadas con un pensamiento, abandonado ahora a la suerte que quieran o puedan darle, los movimientos ciudadanos surgidos por el estallido de indignación que produce ver el comportamiento de esta casta, desvinculada de la auténtica realidad de los pueblos.
Por cierto, tampoco se tocó este tema en el Congreso. Quizá porque es la voz de la conciencia que, a ratos, les recuerda cómo habrían de ser sus acciones, para ser entendidas desde la calle.

jueves, 2 de febrero de 2012

La post guerra griega

El hecho de que en Grecia se estén repartiendo bonos de comida, puede dar una idea de la gravísima situación que atraviesa Europa y nos pone en alerta, haciéndonos pensar que, en un momento determinado, si los capitalistas así lo quieren, podríamos vernos todos en este mismo trance.
Sufre el país heleno, una cruda post guerra salpicada de penurias, aunque esta vez su enemigo no haya sido de carácter bélico y las batallas se hayan librado en los mercados, en lugar de los campos, pero causando una tragedia similar a la que viven los pueblos, cuando se embarcaron en aventuras desafortunadas, que los llevaron, de una forma u otra, a la ruina.
Hace bien poco, Grecia disfrutaba de un lugar en la Comunidad Económica Europea, que se suponía garantizaba su desarrollo, al contar con la ayuda de los demás miembros, y los ciudadanos constituían una clase media normal, con los pequeños problemas sin importancia, normales en su condición, pero sin apreturas.
Ahora, para vergüenza de nuestro continente, se ven obligados, poco menos que a mendigar, para poder subsistir apenas sin dignidad, con notables carencias, incluso alimentarías, por no hablar de otras muchas, que quizá resulten menos llamativas, pero que existen.
¿Qué ha pasado para que una nación milenaria, inventora de un sistema político en el que se sustentan todos los países libres del mundo, haya llegado a estos nefastos extremos, perdiendo toda su credibilidad, a los ojos de sus compañeros de viaje?
¿Qué malévola maniobra arrastra a un pueblo bien asentado hasta el arroyo, suprimiendo el principio que permite la libre elección de su gobierno, poniendo en su lugar a un banquero, para gestionar un endeudamiento casi crónico, de difícil resolución?
¿Cuánto tardarán en seguir los pasos de Grecia otras naciones, como Portugal, Irlanda o España?
¿Qué clase de reformas están llevando a cabo los gobiernos, que colocan a sus ciudadanos en el umbral de la miseria, haciendo de sus necesidades primarias una meta inalcanzable?
¿Dónde está el dinero que se movía cuando el estado de bienestar rea un hecho y los bancos atraían clientes, concediendo créditos inviables, haciéndonos creer que podíamos tocar la riqueza, con la punta de nuestros dedos?
O la sociedad que teníamos hace solo unos años era un puro espejismo, montado puntualmente, para conducirnos a un punto sin retorno, o el fruto de la floreciente economía que disfrutábamos, se ha esfumado hacia paraísos fiscales y está ahora en manos de especuladores sin conciencia, incapaces de imaginar un final para sus sueños de avaricia.
Pero ¿qué siente un ciudadano normal al verse obligado a utilizar bonos de comida para sobrevivir, desprovisto de trabajo, vivienda, sanidad o educación, y viendo desmoronarse cualquier expectativa que preludie una solución a su angustia?
Su indignación, por grande que sea, acabará sucumbiendo ante la necesidad y será para él un deber ineludible, aceptar cualquier contrato laboral que se le presente, por precario que sea.
La instalación de los mini jobs de cuatrocientos euros, anunciados por el eje franco-alemán, que capitanea los destinos de Europa, es sin duda, inminente y la forma de sociedad que conocíamos, no tardará en convertirse en un modelo similar al asiático, sin horarios laborales, con despido libre y salarios de miseria.
La colonización habrá entonces concluido con éxito y los grandes mandatarios europeos, habrán llevado a todos los demás, exactamente a donde querían.



miércoles, 1 de febrero de 2012

La doctrina y la escuela



Cada nuevo ministro que aterriza en el Ministerio de Educación, sueña con reformas que acerquen a nuestros niños y jóvenes a la ideología de la que procede y se afana en revolver cuánto hizo el anterior, sobre todo si pertenecía a un partido distinto, sin que importe demasiado, si las medidas tomadas favorecían o no, una mejor calidad de la enseñanza para los hombres y mujeres del futuro.
Enzarzados en permanentes discusiones sobre el contenido de las asignaturas, a veces propiciadas incluso, desde organismos ajenos al área, como la Iglesia, tienen la facultad de confundir gravemente educación con adoctrinamiento, y parece que lo único importante, es conseguir presuntos afiliados, para la formación a la que pertenecen.
Pasan por alto, por cierto, la importantísima cuestión de recabar la opinión de los docentes, que en realidad, son el colectivo que se desenvuelve a diario cerca de los afectados, y los únicos que conocen la rutina de las aulas, en las que pasan gran parte de sus vidas, pùdiendo aportar jugosas sugerencias sobre las cuestiones tratadas, no de oídas, como hacen los Ministros, sino como parte protagonista de la historia verdadera.
Para ser sinceros, poco importa inflar los resultados de las encuestas, a costa de pasar de curso a individuos sin la menor formación, año tras año, cargados de asignaturas suspensas, que contenten a los que tienen el poder, porque al final, a pesar de los aparentes resultados, acabaremos teniendo un país de analfabetos.
Ahora llega el señor Wert borrando de un plumazo la incómoda Educación para la Ciudadanía, tan denostada por curas y beatos, e informando de que añadirá un curso al Bachillerato, restando uno de la ESO.
No plantea, desde luego, rebajar la edad de la obligatoriedad de la enseñanza, establecida en los dieciséis, pretendiendo contentar a los ciudadanos, presuponiendo que así los jóvenes adquirirán un mayor nivel de cultura, cuando decidan abandonar la escuela.
Pero la realidad es que un buen número de nuestros jóvenes, al menos hasta ahora, acuden a diario a los institutos, únicamente para obedecer la ley, que les impone su permanencia en ellos, pero sin ningún interés en seguir las explicaciones de sus maestros y, en la mayoría de los casos, alborotando con su postura, a los alumnos verdaderamente interesados en continuar aprendiendo, para labrarse un futuro mejor.
De haber preguntado a los docentes, un cien por cien de ellos, habría sugerido, sin el menor pudor, que los alumnos que a los catorce años, no han mostrado una inclinación clara por seguir formándose, hacen de los dos años restantes de obligatoriedad, un periodo de tiempo en el que dedicarse a otros menesteres, únicamente lúdicos, y en algunos casos, generadores al mismo tiempo, de violencia.
Naturalmente, queda muy bien a los ojos de Europa, presumir de que ningún joven menor de dieciséis anda tirado en las calles, abandonado a su suerte, pero las situaciones de estrés que soportan los profesores españoles, no quedan reflejadas en ninguno de los informes enviados, ni se contemplan los dramas personales, que la mala relación con estos alumnos desmotivados, vienen a traer a estas personas, en el ejercicio de su profesión.
Ante la irresponsabilidad de determinados padres ¿por qué han de pagar los maestros, la inestabilidad emocional de quien no quiere, en modo alguno, estar en las aulas, revolviéndose impunemente contra el sistema que le obliga a hacerlo y contra sus propios compañeros?
Si de lo que se trata es de intentar sacar adelante a estos individuos, para que tengan una salida profesional el día de mañana, ¿Por qué no se adelanta su acceso a la formación profesional y se obliga, de algún modo, a sus progenitores, a responder de su buena conducta, allá dónde decidan ir?
No obstante, con estas medidas que se avecinan, probablemente no se está tratando siquiera, de favorecer la reinserción de estas generaciones perdidas, sino una manera de hacer bajar la calidad de la enseñanza pública, estableciendo a la vez conciertos para Bachiller con centros religiosos, a los que los padres acudirán en tropel, cuando el ambiente sea irrespirable para sus hijos, en los institutos estatales.
De este modo, quedará asegurado el adoctrinamiento de un gran número de jóvenes, volviendo a quedar relegada, una vez más, la libre educación, a un plano inferior, por la acción de los políticos.
No debe esto ser consentido por los magníficos docentes que proceden de la educación estatal, pues su trayectoria profesional no merece jugadas sucias como éstas y su contestación debe ser arriesgada y contundente, para que se conserve un modelo de gratuidad, envidiado por países mucho más desarrollados que el nuestro.
La independencia ideológica de nuestros maestros, hará que la formación de nuestros hijos se desarrolle en un ambiente multidimensional, con la seguridad de que cuando lleguen a la madurez, sean ellos también libres para elegir su propio pensamiento, sin haber sido en sus años más influenciables, guiados, de alguna manera, hacia una doctrina determinada.
Por nada del mundo quisieran los ciudadanos volver a la época en que se nos obligaba a cantar himnos fascistas y a rezar diariamente el rosario, en los patios de las escuelas.