Finalmente, el PP consigue aprobar su nefasta Reforma Laboral en el Congreso, contando como no podía ser de otra manera, con los votos de sus correligionarios conservadores de CIU y da paso libre a una nueva forma de esclavitud, que deja los derechos laborales al nivel de hace cincuenta años.
A partir de ahora, y dentro de la estricta legalidad implantada por esta derecha que nos gobierna, los trabajadores españoles podrán ser despedidos sin móvil concreto, podrán ser obligados a trasladar su destino si la empresa así lo decide y habrán de acatar sumisamente la voluntad de quien los contrata, aceptando reducciones de jornada o macro horarios, si se dan las circunstancias para ello, salarios asiáticos, y siempre con la espada del desempleo oscilando amenazadora sobre la fragilidad de sus nucas.
Con un descaro estremecedor, aún tienen la osadía de decir que las medidas se toman en aras de un mayor crecimiento, mientras la situación económica del País empeora su gravedad convirtiéndolo en un enfermo agónico que recorre con pasos agigantados el camino de la miseria.
La mayoría absoluta con que cuenta el Partido Popular en el Parlamento, no da opción para una oposición rotunda de los otros grupos políticos, lo que deja a los ciudadanos en una indefensión total, ante el mayor ataque masivo que contra la clase trabajadora se haya cometido en la Nación, superando incluso las injusticias que recordamos, en los oscuros años de la Dictadura.
Abierta la puerta del despido libre, pronto p0odremos comprobar la facilidad que se les ha dado a los empresarios para dar cerrojazo a todos los negocios que no alcancen los rendimientos previstos por ellos, que en lugar de conformarse con una obtención menor de beneficios, pretenden sacar más rendimiento económico del sudor de sus empleados, como viene siendo costumbre, en este país de pícaros en el que nos ha tocado nacer.
La amenaza de los empleos de cuatrocientos euros ya se cierne implacable sobre los operarios de muchísimas empresas, que preparan a marchas forzadas un cambio de la jornada completa por otra reducida, apelando a que los estragos de la crisis no les deja otra salida, si se quieren evitar los despidos.
A la cabeza de estas entidades se encuentran todas aquellas relacionadas con temas sociales, en la mayoría de los casos subcontratadas por los gobiernos autonómicos, y que han perdido gran parte de las subvenciones que hacían de ellas negocios más que rentables, sin que importara realmente, ahora lo sabemos, si cumplían o no una función para con los más necesitados, que son precisamente los más tocados por el devenir de estos acontecimientos, provocados fundamentalmente por la feroz avaricia de una Banca en quiebra.
El espejismo que pone esta reforma ante los ojos de los jóvenes, morirá como la carroza de Cenicienta en cuanto traspasen la barrera de los treinta años, ya que cuando superen esa edad, la impiedad de los contratadotes no tendrá ningún rubor en cambiarlos por otros individuos menos maduros, con los que volver a aprovecharse de las ventajas aportadas por el Estado, tanto económicas, como en lo relacionado con el pago a la Seguridad social, asumido por las arcas públicas precisamente, hasta ese preciso momento.
Los socios catalanes, que son los únicos que han apoyado sin reservas la aprobación de la Ley, dejan abierta la incógnita del precio que habrá de pagar el gobierno central por una colaboración que resulta bastante extraña para los que recordamos con claridad los muchos enfrentamientos habidos por cuestiones relacionadas con la defensa a ultranza de su catalanidad, que tánto molestaba y molesta al reconocido españolismo de Rajoy y los suyos.
Ahora cada cual se encuentra exactamente en la posición que de ellos se esperaba y han pasado los tiempos de crear confusión en los votantes, vistiendo disfraces de preocupación por las clases humildes, en un alarde de inusitado populismo.
Los compañeros de pensamiento vuelven a unirse en la defensa de su doctrina y la derecha demuestra una vez más, que nunca hará nada por mejorar la situación de los trabajadores y mucho por conservar los privilegios de aquellos a los que pertenecen.
De repente se han olvidado las fronteras y las discusiones se limitan al color de las banderas que ondean en los organismos oficiales y al uso de las lenguas que cada cual considera como suya, pero no hay diferencia en las agresiones que se proponen contra los pueblos, ni espíritu de lucha para favorecer a los humildes, como sería la obligación de cualquier gobernante comprometido seriamente con el bienestar de su País.
Los nefastos efectos de esta Reforma empezarán a ser sufridos por multitud de ciudadanos a partir de mañana y aún no ha terminado la carrera de fondo emprendida por nuestros políticos para satisfacer las presiones que les llegan desde la severísima Europa.
Debiéramos pensar razonadamente y en justicia, en ir organizando una multitudinaria respuesta, o empezar a despedirnos de una fase de nuestras vidas que no volveremos a disfrutar jamás, de permanecer impasibles.