A todos los que durante muchos años hemos sido fieles oyentes
de la Cadena Ser y compradores habituales de El País, nos dejó ayer
estupefactos la noticia de que el periodista Ignacio Escolar había sido
fulminantemente despedido, por haber publicado que la ex mujer de Juan Luís
Cebrián aparece en los papeles de Panamá, aunque ésta declaraba que cualquier
relación con las empresas que se mencionaban, sólo tenían que ver con el
entorno, del que había sido su marido.
Cebrían, al que los más mayores recordareis como un
periodista comprometido, incluso en los tiempos difíciles y que ocupa hace
muchos años un puesto de relevancia en el Grupo Prisa, se ha apresurado a
demandar por difamación a la Sexta y al Confidencial, como artífices en España,
de la publicación de los mencionados papeles y por tanto, como responsables de
haber lanzado al aire la noticia.
Nos enterábamos también, de que Prisa habría prohibido desde
ayer mismo a sus periodistas, participar como colaboradores en la Cadena
televisiva mencionada, dando lugar así a una especie de guerra entre medios,
que parece insólita en un país democrático del siglo XXI y más propia de esos
regímenes bananeros que últimamente se han tratado de relacionar con Podemos,
también desde la empresa a la que
Cebrián pertenece.
Ignacio Escolar, al que todos recordareis por sus
intervención en numerosos debates televisivos, siempre a favor de posturas
evidentemente progresistas y defendiendo en todo momento esa libertad de
expresión que ha permitido hasta ahora destapar, una infinidad de casos de corrupción
y no sólo relacionados con los políticos, se mostraba ayer, francamente dolido
por su inexplicable despido, aunque dispuesto a continuar en la línea de hacer
lo posible por esclarecer la verdad, por mucho que ésta pudiera afectar a
personajes de renombre, como lo son, todos los que hasta ahora van apareciendo.
Incomprensiblemente, ninguna reacción parece haberse
producido por parte de los compañeros de Escolar en la cadena Ser, que continuaba
ayer sus emisiones, sin hacer mención al incidente, defraudando profundamente
el sentir de millones de radioyentes, que la consideraban un ejemplo de
honestidad, a la hora de emitir la información y de confianza al valorar los
contenidos de la misma.
Parece que la moda de guardar silencio, cuando algún
escándalo nos toca de cerca, ha dejado de ser patrimonio exclusivo del Partido
Popular y el hecho de intentar tapar los errores, dejando que pase el tiempo,
se ha extendido por todas partes, poniendo a prueba la memoria colectiva de
unos ciudadanos, que de ninguna manera pueden aceptar que se cometan acciones
como ésta que nos ocupa.
No les quepa la menor duda de que por grande y poderoso que
sea el Grupo Prisa, la gente de a pie está hoy del lado de Ignacio Escolar, a
quién debemos, en muchas ocasiones, tener acceso de primera mano a una
información fidedigna y no solo porque en este caso, muchos de nosotros estemos
de acuerdo con el análisis político que hace, sino porque defenderíamos a muerte,
a todo aquel que fuera privado de su derecho a informar libremente, sobre
cualquier tema que esté sobre el tapete.
Que Goliat venza a David, como suele venir ocurriendo, para
nuestra desgracia, en este país nuestro, no significa que Goliat tenga razón,
sino más bien que los representantes de ciertos poderes económicos no tienen el
menor miramiento en intentar aplastar todo aquello que de un modo u otro les
perjudica y que no escatiman medios para conseguir el fin que persiguen, aunque
para ello hayan de pasar por encima, de la ética y la decencia.
Sin entrar en si Cebrián tiene o no que ver, personalmente,
con los Papeles de Panamá, su venganza contra Ignacio Escolar y la prohibición
a la que somete a los periodistas bajo su mando, son una muestra fehaciente de
pura intolerancia y cercenan gravemente la libertad de expresión y de
información, a la que todos los ciudadanos tenemos derecho.
La enorme decepción que causa en nosotros descubrir que
continúan existiendo este tipo de personajes, en los tiempos que corren y que
en nada ha cambiado la enorme prepotencia que les caracteriza, deja un regusto
amargo, difícil de asimilar, cuando uno piensa que todos poseemos el derecho
inalienable a trabajar con plena libertad, en aquello que hayamos elegido.
Todos hoy, somos un poco Ignacio escolar, le apoyamos y le
rogamos que continúe, por favor, escribiendo y
manifestando, sin miedo, todo aquello que piense, porque cuenta, de
corazón, con el reconocimiento de quiénes le admiramos y seguimos.