Parece
que la visita de Pablo Iglesias a Catalunya
y sus posteriores presuntos contactos con Sánchez, han empezado a dar
sus frutos y la maquinaria del Estado se ha puesto en marcha, intentando y
consiguiendo que el Juez LLarena no ponga obstáculos al acercamiento de los
presos separatistas a su tierra, dando la impresión de que la negociación se ha
iniciado, aún antes de que el Presidente español y Torra, se hayan reunido.
La
derecha no ha tardado en criticar con dureza esta medida, alegando sin pudor
que Sánchez está pagando el apoyo que
los separatistas le prestaron durante la pasada Moción de censura, olvidando
que mientras ellos gobernaban, el problema se había enquistado haciendo crecer
hasta límites insospechados la crispación,
sin que fueran capaces de arbitrar una solución que suavizara en modo
alguno, el clima de inestabilidad que se estaba gestando entre los ciudadanos
de la sociedad catalana y la española, insosteniblemente.
La
poca práctica en el arte de la negociación que ha caracterizado tradicionalmente
a la derecha, acostumbrada como estaba a gobernar con mayoría absoluta o como
en la pasada legislatura, con los apoyos de un Partido de ideología muy similar
a la suya, aunque maquillado con aires supuestamente nuevos, hace que cualquier
proceso de diálogo que pueda abrirse, en éste o en cualquier otro tema, les
parezca necesariamente una traición a esos principios fundamentales y líneas
rojas que durante años han estado fomentando y trazando de manera tajante e
inamovible, como si sus opiniones fueran dogmas que no pueden ser cuestionados
por nadie, porque para ellos se han convertido en incontrovertibles certezas.
Pero
se da la circunstancia de que en cualquier Democracia que se precie, el diálogo
entre fuerzas antagónicas suele ser una necesidad de primer orden y algo
natural en el devenir cotidiano de la vida política, pues en problemas de
gravedad, similares al que constituye ahora mismo el asunto catalán, sería
obligatorio agotar todas las vías que ofrece la diplomacia, antes de tener que
recurrir a otras medidas más contundentes o circunscribirlo todo a la vía
judicial, como ha solido hacer el PP, mientras que ha conservado el bastón de
mando, ocupando el poder.
Para
los bisoños en esta materia, como es el caso de los populares y los de Rivera,
la primera regla de cualquier tipo de negociación es tener la voluntad de ceder
y en todos los encuentros entre
interlocutores que se han producido desde siempre en el mundo y que se han
culminado con éxito, las concesiones por ambas partes, hasta hallar un
equilibrio final, han sido, son y serán, la única manera de lograr determinados
acuerdos y una buena forma de comenzar a caminar con buen pie por esta senda,
podría ser ofrecer algún gesto de buena voluntad, que constituiría, en este
caso en particular, una señal de que se ha roto definitivamente con las líneas
que se habían seguido en el pasado y que, en cierto modo, se parte de otras
premisas bien diferentes a las aconsejadas
por el Gobierno anterior y sus socios, sugiriendo a la otra parte también,
deshacerse de esos malos recuerdos, que podrían influir negativamente, en el
desarrollo de los encuentros que ahora comienzan, con una sintonía bien
diferente.
Ha
debido influir también y mucho, el hecho de que recientemente se haya ofrecido
a Iñaki Urdangarín y su socio, condenados por el caso Noos, la posibilidad de elegir
el Centro Penitenciario en el que querían cumplir sus penas, creando con
respecto a estos políticos catalanes, a nivel judicial, una especie de agravio
comparativo, que perjudicaría gravemente a los segundos ya que permanecen
ingresados en lugares alejados de su entorno familiar, influyendo esta
circunstancia negativamente en la posibilidad de ser visitados más a menudo por
sus allegados, como sería, al no tratarse de criminales peligrosos y estar en prisión
preventiva, de recibo.
Así
que al margen de los pensamientos de la
derecha y especialmente de Ciudadanos, que mira con estupefacción cómo podría
escapársele la oportunidad de llegar al poder, si la izquierda lograra
finalmente hallar una solución para el conflicto de Catalunya, parece al menos,
que el punto muerto al que se había llegado en este asunto mientras Gobernaba
Rajoy, ha sido puntualmente y sin tardanza, abandonado, dándose por inaugurada
una nueva etapa que devuelve la ilusión a la gente, queriendo dejar claro, que la negociación es posible.
Ofrecer a catalanes y españoles la posibilidad de una
reconciliación, que suavice los efectos devastadores de la profunda brecha que
entre ellos ha quedado abierta, en los últimos tiempos, constituye ya de por
sí, una hazaña titánica que si no se tuerce por el empecinamiento y la indolencia
de alguna de las partes, podría sentar las bases de un futuro proyecto que se
saldará, finalmente, sin vencedores ni vencidos.
Los independentistas, en principio, han recibido la noticia,
al parecer, con un entusiasmo contenido,
pues de todos es sabido que lo que verdaderamente les hubiera gustado es que su
gente hubiera sido puesta en libertad, pero esa opción queda reservada al
criterio de los jueces y en eso, nada puede ni debe hacer el Ejecutivo español,
si es cierto que desea respetar sin fisuras, la independencia de la justicia.
Ahora, toca a Torra y a su Gobierno plantearse alguna
primera concesión, en el inicio de las negociaciones y todos los que siempre
creímos en que esta era la vía para encontrar puntos de coincidencia, sólo
deseamos que no cometa el mismo error que cometieran los anteriores interlocutores y que con
perseverancia, paciencia y buena voluntad, puedan empezar a limarse asperezas,
ya en la primera de las reuniones que mantenga con Sánchez, cara a cara y sin que
medien intenciones ocultas, ni por una ni por otra parte.