viernes, 29 de septiembre de 2017

De guardia


Esta tarde, en la que todos estamos pendientes de las noticias que nos llegan desde Cataluña y a sólo dos días de la probable celebración del referéndum, los dos actores principales, Puigdemont y Rajoy, permanecen impávidamente anclados en sus posiciones de fuerza, semienterrados cada cual en su tierra, como aquellos dos personajes del célebre cuadro de Goya, “A garrotazos”
Con todo organizado por parte de la Generalitat, que se ha encargado de organizar unas jornadas culturales en los  Colegios, que incluyen unas fiestas de pijamas, en las que participarán padres e hijos durante dos noches y el Gobierno, el Tribunal Constitucional y los juzgados, haciendo guardia durante el fin de semana, tratando hasta el último momento de dar al traste con las aspiraciones de celebrar estos singulares comicios, no queda otro remedio que permanecer cerca del ordenador, para ir retransmitiendo en directo, como si de una final de fútbol se tratara, los acontecimientos que se vayan desarrollando  a los largo de las próximas 48 horas y que pueden cambiar el rumbo de nuestra Historia, en uno u otro sentido, según sea el desenlace que podamos contar la noche de un Domingo, que se presenta muy complicado, por las implicaciones políticas y sociales que en sí conlleva este anunciado momento.
Por lo pronto, parece claro que la ciudanía catalana está dispuesta a votar al precio que sea y que han hecho de este Plebiscito una cuestión de honor patrio en el que van a participar familias enteras y en las que principalmente los niños catalanes van a tener una importancia casi capital, pues su presencia en los Colegios a los que acuden a diario, durante Sábado y Domingo, generalmente considerados de descanso, podría impedir, casi con total seguridad, que la Guardia Civil pueda cumplir con el cometido de retirar unas urnas, que han sido presentadas esta mañana, a bombo y platillo, por toda la plana mayor de los representantes nacionalistas.
 A nadie se le escapa tampoco, la invención de utilizar los Centros de salud para fines electorales. Una buena maniobra, si se tiene en cuenta que deben permanecer abiertos para atender a los enfermos que requieran de sus servicios y a los que no será fácil identificar, si el personal sanitario en ellos presente, se encuentra dispuesto a colaborar en esta situación casi esperpéntica, de ir colando votantes con la excusa de recetar tratamientos a males que se intuyen inexistentes, pero que quedarán inamoviblemente certificados por las firmas de los facultativos.
Entretanto en Madrid, el portavoz del Gobierno que preside Mariano Rajoy, que debiera estar, dada la gravedad del asunto, en permanente contacto con su pueblo, a través de los medios, se reafirma en la idea de que en modo alguno habrá Referendum y retuerce un poco más, si cabe, la dureza de sus argumentos, mofándose abiertamente de las urnas presentadas por el Gobierno catalán, a las que compara con el cubo que se utiliza en su casa para almacenar la ropa sucia, lanzando una media sonrisa que maldita la gracia que nos hace a todos, en estos precisos momentos.
La CUP, calienta el ambiente llamando a la sociedad catalana a una movilización sin precedentes, a la que muchísima gente empieza a responder al haber comenzado ya el fin de semana y mientras, un nutrido grupo de payeses, ocupa las principales vías de Barcelona con sus tractores, ofreciéndose voluntariamente a custodiar los colegios electorales, para que no puedan ser precintados por las fuerzas del orden.
Así que pese a quién pese, parece que la suerte está echada y que ni los más de doce mil policías y guardias civiles enviados a Cataluña, ni las mil y una medidas judiciales aplicadas por el Gobierno central, van a poder impedir que una buena parte de los catalanes ocupen las calles de sus pueblos y ciudades en las maratonianas jornadas que quedan hasta un  domingo  en el que de alguna manera, votarán, por lo que la estrategia ideada y aplicada por el Presidente del Gobierno, quedará, a nivel internacional, reflejada, como uno de los más estrepitosos fracasos obtenidos por un mandatario europeo, desde hace muchos años.
En esta tesitura, cualquier movimiento, en un sentido u otro, puede modificar el panorama que tenemos por delante, desde ahora, hasta la noche del Domingo y ni las miles de banderas españolas colocadas en los balcones de las ciudades de todo el país, ni aquellas en las que se envuelven en tono festivo, los partidarios del Referendum, podrán influir en los pensamientos que mueven a las masas de uno y otro lado, a estas alturas de la película.
El enfrentamiento, ocurra lo que ocurra, es más que evidente y lo más lamentable de todo, es que una vez infectada la herida, de nada van a servir los ungüentos.


jueves, 28 de septiembre de 2017

Golpes bajos


A la vista de que el despliegue policial montado en Cataluña, no sólo no está dando los resultados que esperaba el Gobierno central y que una gran mayoría de ciudadanos residentes allí, está dispuesta para votar, legal o ilegalmente, el Domingo que viene, lanza el PP un video que titula maliciosamente “Hispanofobia”, en el que un nutrido grupo de personajes que alcanzaron o tienen en la actualidad, relevancia política en Cataluña, ataca furibundamente al resto del país y muy fundamentalmente a los andaluces, a los que Jordi Pujol llega a calificar poco menos que de raza inferior, olvidando lo mucho que han contribuido y contribuyen a levantar ese país, al que tanto decía adorar, mientras viajaba a Andorra con los maletines repletos de dinero sacado directamente de las arcas que custodiaba y de la presunta y reiterada extorsión llevada a cabo sobre empresarios, en general, sin que le importase demasiado su procedencia.
El video, que no tiene desperdicio por su intolerable contenido y que ya ha empezado a circular a través de las redes sociales como la pólvora, provocando una ola de natural indignación en todos aquellos que se sienten aludidos en él y que entran sin pensar al trapo que se coloca delante de sus ojos, ha sido, como no podía ser de otra manera, inmediatamente rechazado por los líderes de la Generalitat, aunque con el agravante de que algunos de ellos son parte protagonista de su contenido, aunque quieran negar ahora, por mera conveniencia, haber pronunciado aquellas palabras que empezarán a perseguirles para toda la vida.
Mirando desde fuera y tratando de conservar la objetividad que le impide a uno embestir como un miura, al contenido de estas y otras palabras, no se puede, sino tener que dar la razón al que definía a los nacionalismos radicales como “el catetismo elevado a dimensión trascendental” y ver en quiénes se comportan así, en quiénes se atreven a calificar alegremente a los demás, ignorando a la vez los propios defectos, una casta  de dirigentes absolutamente incapacitados para ejercer con equidad la práctica de la  política y menos aún, de llevar adelante un proyecto de  Nación, punes su manifiesto desprecio xenófobo, les incapacita desde el primer momento, para ello.
Y dicho esto,  queda notoriamente claro, con sólo oír aquello que fueron capaces de afirmar, no se podría negar que la aparición de imágenes como éstas, no sólo no contribuyen a arbitrar una solución que suavice el fragor de la batalla que se está librando estos días, entre líderes de facciones distintas, sino que muy al contrario, aviva significativa y oportunamente el fuego del odio entre personas, que en sí mismas, nada tienen contra otras, de no ser por aquellos que se empeñan obstinadamente en herir gratuitamente y con maldad, a los que tienen enfrente.
En pleno siglo XXI, guerras como las que se libran en este campo, plagadas de un autoritarismo cerril que intenta impedir a los demás su libertad de pensamiento, parecen impropias de individuos que por su nivel de civilización, debieran por ellos mismos, negarse a retroceder hasta el mundo de las cavernas que se les propone desde unos Organismos gubernamentales, que no tienen otra intención, que aprovecharse del momento.
Estos ataques de una a otra parte, inquietantemente representativos de unas formas de nacionalismo que se creyeron desterradas, tras el fin de la segunda guerra mundial y que renacen imparables ante nosotros, poniendo fin a la cordura y la racionalidad que nos distingue de los que no conocen los límites de la ética, deben fulminantemente, cesar y no sólo porque lo reclame la sensatez que debiera caracterizarnos a todos , en el momento histórico que vivimos, sino también, porque esta especie de sadismo, llevado a extremos de inaceptable crueldad, cercenan para siempre y sin remedio, toda posibilidad de entendimiento.
Habría que apelar, más que a las leyes o las medidas policiales, al acaloramiento paulatino de las masas o a la sucesión  alternativa de golpes bajos que se propinan de parte a parte, los actores de esta tragedia, simple y llanamente, a la cordura.
A todos, nos vendría bien un ejercicio de reflexión en soledad, un análisis detallado, incluso, de nuestros propios comportamientos y sobre todo, preguntarnos si nos reconocemos en ellos, como seres humanos normales, o sencillamente, nos hemos dejado llevar negativamente, por unas circunstancias puntuales, que otros crearon para manipular nuestro sentido individual de la justicia y de la vida.

Independientemente de lo que pase el Primero de Octubre, la verdad es que ya nada volverá jamás a ser como antes y en nuestra mano está, que ese cambio que se nos ha echado encima inexorablemente, sea para bien, o para mal y ya les digo yo que hay decisiones que pueden marcar para siempre, sin que haya vuelta atrás para remediarles o paliarlas, incluso si se tomaron de manera inconsciente.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Acopio de paciencia


En este día nublado que empieza a parecerse, por su color, a los que tradicionalmente suelen definirse como otoñales y en el que una cierta modorra se apodera inexorablemente de la cabeza y el espíritu, desestabilizando la trepidante rutina que acostumbramos a vivir , para recordarnos, tal vez, que los seres humanos tenemos también, un límite de resistencia, me siento desbordada por la profusión de noticias que se están produciendo de manera torrencial en nuestro país y he de confesar, que me encuentro en uno de esos momentos en que odio escribir de ninguna otra cosa que no tenga que ver con mis propios sentimientos.
De manera que mientras las cosas continúan complicándose, si es que eso resulta aún posible, más y más, en relación con el problema de Cataluña y Mariano Rajoy exhibe orgulloso, su arte al haber conseguido traer a Trump a su terreno, a mi y también a otros a los que aunque no quiera, oigo hablar a mi alrededor, nos invade una sensación de hartazgo y desgana, para la que no se entiende otra vía de solución, si no es la de hacer acopio de paciencia y esperar a ver qué ocurre, por fin, ese anunciadísimo Primero de Octubre, pues en nada va a influir nuestra opinión en las intenciones que tengan, los unos y los otros.
Así que dedicar la tarde al relax y a procurarse los pequeños placeres que pueda ofrecernos nuestra agitada vida, se convierte en una fijación a la que, de ningún modo, pienso renunciar, como demuestra la intención de improvisar un artículo en el que las palabras que encadene sean las que vayan saliendo del corazón y en el que toda radicalidad, profundidad de pensamiento o simple sugerencia, queden aparcadas, a la espera de un minuto mejor, en el que los acontecimientos me dicten un camino por el que transitar, lejos de manipulaciones políticas, que la verdad, nunca me fueron ni vinieron.
Recordando el motivo por el que empecé a escribir, yo debía tener entonces como unos siete años, se me aparece en primer lugar, como no podía ser de otra manera, esa mezcla explosiva de pavor al papel en blanco confundida con la excitación jamás superada de ser capaz de hilar frases con sentido, en aquel rincón de la casa, en el que solía buscar la soledad y la frenética sensación de haber conseguido, al  leer el resultado de lo escrito, un texto que solía interesar, a pesar de su absurda sencillez, a los pequeños que me rodeaban, despertando en ellos, que a duras penas eran capaces de entender mi letra endiablada, una tácita admiración que en muchos casos perduró hasta que la vida se encargó de ir separando nuestros destinos, que entonces creíamos unidos para siempre.
He de decir, que aquellas primeras experiencias han continuado acompañándome todo el camino, creando en mí una necesidad casi enfermiza de escribir, que permanece intacta, cada vez que oigo la llamada de las que algunos llaman musas, pero que yo calificaría simplemente, como una vocación incondicionalmente amada, que jamás he podido abandonar, a pesar de haber hecho vanos intentos de conseguirlo, en momentos de los que no merece la pena hablar, pues pasaron, se superaron y me enseñaron cosas que después me sirvieron, para fortalecer mi carácter.
Esta profesión obligatoriamente solitaria que elegí entonces como la mejor que pudiera existir y por la que no voy a negar sentir un exceso de querencia, me ha traído, después de muchas idas y venidas, de ensayos múltiples, aciertos y fracasos, hasta aquí y gracias a ella, se podría decir que soy la persona que soy y que las luces y las sombras que habitan, como en todos, en mí, podrían considerarse un claro reflejo del enriquecimiento que me proporcionó tener el don de saber unir palabras, no sé si por aprendizaje, o de nacimiento.
No sé por qué, en esta tarde de apacible desidia se me ha ocurrido compartir estos pasajes de mi intimidad, con aquellos desconocidos que me honran a diario leyendo lo que sale de mis manos, como si de verdad fuera importante. Les aseguro que para mí lo es, supone el esfuerzo de toda una vida y por ello, mis lectores merecían hace tiempo, saber cómo fueron aquellos comienzos.
Los recuerdos de esta humilde trayectoria, tienen en mí, un efecto dulcificador que es la medicina perfecta para paliar los efectos de los tiempos convulsos que vivimos.
Los cronistas, también somos, primero que todo lo demás, personas y me apetecía que ustedes lo tuvieran presente, para que entiendan mejor estas rarezas que a veces nos atacan por sorpresa.


martes, 26 de septiembre de 2017

Como era de esperar


Por si no bastara con los  conflictos que está generando el problema de Cataluña y la encarnizada batalla que mantienen sus principales actores, en esta interminable trama cargada de provocaciones continuas y descalificaciones medidas milimétricamente con el único objetivo de desafiar la opinión del contrario, a la multitud de adeptos que ha conseguido atraer a su causa el bloque independentista, ha empezado a sumarse hoy, en varias ciudades del país, una serie de espontáneos admiradores de las fuerzas de refuerzo asignadas a su nuevo destino y que portando la bandera española y al grito de “a por ellos”, han copado los bordes de las carreteras por las que transitaban los vehículos policiales que se dirigían a Cataluña, haciendo gala de un nacionalismo español, que curiosamente había pasado, al menos hasta ahora, bastante inadvertido.
Mucho han tardado, a tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos estos últimos días, en producirse esta respuesta, pues la exaltación de los ánimos y el empeño en arengar a las masas que unos y otros llevan poniendo sobre el tapete desde hace bastante tiempo, no podía, sino terminar generando un enfrentamiento real entre ciudadanos corrientes, a los que resulta fácil despertar un patrioterismo barato que afortunadamente permanecía en ellos dormido  y sólo hace falta inyectar ciertas dosis de victimismo que unida a la sensación de que se está atacando a la tierra a la que uno por nacimiento pertenece  y por la que siente querencia, para desatar una corriente de indignación colectiva y el deseo de aplastar a quiénes aparentemente tanto nos desprecia, quizá porque aún no sabemos medir, hasta dónde son capaces de llegar los políticos.
Este incomprensible rencor que se está instalando entre gente que hasta hace bien poco gozaba de un clima de cordialidad en su convivencia, es el fruto que es están empezando a recoger los lideres catalanes y españoles, que durante años se han dedicado a sembrar semillas de tensión y nerviosismo que sobrevaloraban la importancia de nuestras diferencias, creando un  monstruo de   incomprensión que ahora no saben cómo dominar y que sobrevuela a diario sobre nuestras cabezas, alimentado por la gravedad de los últimos acontecimientos.
Esta exagerada exaltación de un patrioterismo trasnochado que huele de lejos a un  cerrilismo que hace gala de su ignorancia, envolviéndola en símbolos y banderas y que se distancia a marchas forzadas de la posibilidad  de un entendimiento razonado a través del diálogo y la diplomacia que hacen grandes a los pueblos, parece, como sacado de una ilustración decimonónica deteriorada por el paso del tiempo y que no encaja con la visión de universalidad que debiera mover a los individuos del siglo XXI, como si las lecciones que nos diera anteriormente la Historia, hubieran caído en un saco roto que nos hace partícipes de un incomprensible retroceso.
Cansados de clamar por el entendimiento que facilite la convivencia y la paz entre catalanes y españoles, los que tenemos aún la suerte de no haber caído en las provocaciones que se nos dirigen desde los púlpitos que secuestran nuestra voluntad verdadera, encontramos ante nuestros ojos un panorama desolador, que mata lentamente los principios en los que creímos y por los que luchamos, durante los cuarenta años en los que se nos impuso un pensamiento único, teóricamente, idílico y perfecto.
Si no asumimos pronto, cada cual, nuestros propios errores y continuamos culpabilizando de todo cuanto ocurre siempre al contrario, sin oír siquiera sus argumentos, nos convertiremos en presa fácil de una alienación colectiva, que no puede, sino terminar generando una violencia incontrolada que desgraciadamente, irá en aumento.
Hablar es el camino y es sencillo, si se pone energía en el asunto y se admite, por ambas partes, que no existe el Estado perfecto. Obtener y ceder y sobre todo, abandonar esta línea obtusa  que mueve al enfrentamiento entre los ciudadanos, con urgencia, buscando entre todos una solución que palie las heridas que nos están abriendo, puede que para siempre, esos mismos a los que debemos, entre otras muchas cosas, la delicadísima situación económica y social a la que nos han llevado con sus métodos.

Pero esa es otra historia, aunque parezca que ha desaparecido de nuestras vidas, de momento.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Dentro del laberinto


Magnífica, la entrevista de Jordi Évole, al President Puigdemont y no sólo porque la actualidad reclamara una aparición del personaje invitado a nivel nacional, para que los españoles pudieran oír de primera mano los fundamentos de sus argumentos, sino también, porque se presentaba una oportunidad única de intentar  rebatirlos que hasta ahora habían desaprovechado estúpidamente los partidarios del No y que un periodista de la categoría profesional del entrevistador, tenía la obligación de mencionar, para que los espectadores y muy fundamentalmente los residentes en Cataluña, pudieran hacer  una valoración justa de lo que se cuece entre bambalinas en ambos bandos, lejos del espejismo colectivo que se ha conseguido levantar en las calles, estos últimos tiempos.
El aplomo con que comenzó el President, se fue deteriorando a medida que fue avanzando la conversación, probablemente influenciado por la naturaleza incisiva que suele caracterizar a las preguntas de Évole en todas y cada una de sus intervenciones ante la cámara y que hizo bien, en no tratar el problema de Cataluña de modo excepcional y no sólo por no defraudar a sus seguidores, a los que resulta habitual esta manera de practicar el periodismo, sino muy fundamentalmente, porque en cierto modo, procuró centrarse en cuestiones que con toda seguridad habrían tratado los que abominan de la celebración del Referendum y que como explicó, nada más empezar, habían rechazado comparecer al lado del entrevistado, quizá para evitar dotar de cierta legalidad la celebración del Primero de Octubre.
 El nerviosismo de Puigdemont, que fue en aumento en cuanto comprendió que su interlocutor no estaba dispuesto a formar parte de su cohorte de admiradores y que alcanzó su punto álgido cuando Évole le recordó que había votado en contra de la celebración de sendos Referendums en El Sáhara y en Kurdistan, alla en 2014, puso de manifiesto que a pesar de todo lo que viene ocurriendo estos días, de la intervención tácita del Gobierno central y del aluvión humano que reclama reiteradamente su derecho al voto en las calles de Cataluña, lo que pueda ocurrir inmediatamente después del 1-0, se encuentra, simplemente, cogido con alfileres, pues no supo o no quiso aclarar cuáles serían los pasos que pensaban seguirse, si como se prevé, finalmente se puede celebrar la votación y es su opción la que vence, al recomendar sus adversarios políticos, no presentarse en los Colegios.
Abrumado por una cascada de videos que delataban ciertos tintes xenófobos entre su propia gente y también por la insistencia del entrevistador en que contestara las preguntas que se le hacían, sin permitirle evadirse de ninguna de ellas, no sólo titubeó en varias ocasiones, sino que intentando escapar de la tenacidad del periodista, incurrió en errores de bulto, por ejemplo, al escudarse en varias ocasiones en unas leyes españolas que ha desdeñado tantas veces, pero que en ese momento utilizó sin decoro, como argumento valedor de lo que trataba de afirmar, quizá sin percatarse de que la inteligencia de la audiencia notaría inmediatamente este imperdonable vaivén jurídico-político.
Visiblemente cansado, probablemente por el ritmo vertiginoso que está llevando personalmente en las últimas semanas, llegó a decir que su Gobierno permanecía neutral ante las opciones que se ofrecen a los votantes en este Referéndum, palabras que consiguieron movernos a todos de nuestros asientos, al recordar la enfatizada defensa del SI que hemos podido ver por su parte, en todos los actos en los que ha intervenido en estos últimos días, junto a sus socios en este proyecto.
Fue una pena que no tuviera enfrente un adversario de envergadura que ayudara a los catalanes a tener al menos, la posibilidad de elegir entre las opciones que se les proponen de cara al Referendum, en el caso de que se pueda celebrar, pero sobre todo, porque las verdades absolutas, como todos sabemos no existen y la Independencia, ganada a golpe de urnas o pactada, no ha de ser la excepción, pues se abren demasiadas incógnitas sin resolver y el camino real será largo y tedioso, cuando termine el encantamiento.
 No quisiera terminar, sin ensalzar la valentía de Évole en el contexto de esta dificultosa entrevista, que seguramente le costará la enemistad de muchos de sus conciudadanos, que quizá esperaban de él una postura más condescendiente con quién consideran como valedor de sus sueños, pero ser periodista significa, antes que nada, mostrar la realidad, con las luces y sombras que todo acontecimiento conlleva por sí mismo, respetando la objetividad y atreviéndose a considerar todos los aspectos, positivos y negativos, de un mismo suceso.

Mucho nos alegramos, de que haya sido un catalán precisamente, el que se haya atrevido a sacudir la quietud del árbol que se nos presenta, como dibujado en el horizonte. Había que hacer esas preguntas e incluso muchas más de las que se hicieron, aunque para nuestra desgracia, nos hayan acostumbrado a todos a convivir con un periodismo partidista, adulador y falaz, con el que no debiéramos conformarnos, si queremos tener una visión clara de cualquier hecho.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Una intervención encubierta


Sin valor para reconocer que todas las medidas tomadas hasta ahora en Cataluña han resultado ser un fracaso y sin saber cómo manejar la avalancha humana que se ha instalado en las calles de manera casi permanente, el Gobierno de Rajoy toma la decisión desesperada de nombrar al Coronel de la Guardia Civil,  Diego Pérez de los Cobos, como coordinador general de las Fuerzas de Seguridad en aquella parte de la Península, relegando a los mossos de squadra, a un papel secundario, argumentando la poca colaboración  que de ellos están obteniendo, en la requisa permanente de material relacionado con el Referendum.
Esta intervención encubierta, que resulta ser un paso más en la tácita aplicación del artículo 155 y que arrebata a la Generalitat una de las funciones más importantes de cuántas constituyen su cometido, viene a sumar tensión al clima que se vive en los pueblos y ciudades  estos últimos días, demostrando que el Ejecutivo está dispuesto a saltarse todas las normas que sean necesarias, con tal de evitar que el próximo día 1, la gente pueda votar, por lo que se intuye que a partir de ahora, podrían empezar a reprimirse con dureza las concentraciones de personas que se están produciendo y cuyo comportamiento era, hasta cierto punto, frenado por los mossos, que ya han manifestado su protesta al sentirse oficialmente sobrepasados por la policía nacional y la guardia civil, aunque nadie lo haya reconocido.
Lejos de amedrentar a la gente, que ha llegado a un clima de exaltación de la libertad, similar al del 15M, muchas personas que aún continuaban en casa, dudando seriamente entre lo que ordenaba la legalidad reclamada desde Madrid y la que aconsejan los líderes de la Generalitat, han dado un paso al frente colocándose al lado de sus conciudadanos, empujados a empatizar con lo que defienden los que ya estaban en la calle y que no sólo tiene que ver con su deseo de independencia, sino más bien, con la indignación de ver cómo se intenta someter a la población, sin permitirle siquiera su inalienable derecho a expresarse, en un sentido u otro, en una votación que se hace cada vez más necesaria, si se quiere salir del laberinto en el que nos hallamos perdidos.
Tampoco el gobierno de la Generalitat se mueve ni un milímetro de sus posiciones, pues la dificultad de manejar la situación a la que se ha llegado no debe ser, en estos momentos, nada fácil, con lo que la solución real del problema se intuye como cada vez más lejana, como si una ola de sobrevenida locura se hubiera apoderado de los que manejan el poder, en uno y otro bando y los recursos políticos hubieran sido superados por las resoluciones judiciales y policiales, como única salida.
Verdad es, que ni Puigdemont  ni Rajoy, pueden permitirse, a estas alturas, defraudar a quiénes les siguen en sus planteamientos, pues el acaloramiento de los ánimos, que ha entrado en una efervescencia imparable, no lo aconseja, pero habrían de considerar  con urgencia, que la apertura de la enorme brecha social que están generando con su exacerbado empecinamiento sólo puede traer consecuencias nefastas y que ceder, aunque sólo sea de manera testimonial, forma parte importante de la grandeza de los políticos, aunque tal acción sea continuamente menospreciada, en los tiempos que vivimos, por los que nos gobiernan.
Porque a nadie, en su sano juicio, se le ocurre otro remedio mejor que acudir al diálogo y la negociación para poder encontrar un camino que nos saque de éste, que no conduce a ninguna parte y que para ello, Rajoy y Puigdemont, habrían de renunciar por igual a cuánto ha venido ocurriendo en estos últimos años, para partir necesariamente de cero, aunque ello les costara, a los dos, una pérdida considerable de  adeptos o incluso tener que abandonar los cargos que ocupan, a favor de la conciliación y el respeto que reclaman la mayoría de los ciudadanos que les eligieron.
Ni se puede desoír las reclamaciones de millones de ciudadanos catalanes, ni imponer, del modo que se ha hecho, la celebración del Referendum. Sobran, los dos protagonistas que instigaron estas acciones y sobran, incluso las palabras, cuando de antemano se ha perdido la razón, por lo mal que se ha gestionado el conflicto.
 Puede, que a muchos les desilusionara tener que volver a empezar, pero eso pasa, cuando se juega peligrosamente con la esperanza de la gente.
Abrir vías de entendimiento, ha de ser la primera obligación de cualquier político que ejerza sus funciones en un país democrático y la aplicación de la fuerza, la represión o la instigación al odio hacia los disidentes, desgraciadamente no puede, sino recordar a  los métodos empleados por las dictaduras, sean del signo que sean y se encuentren dónde se encuentren.


jueves, 21 de septiembre de 2017

El pulso de la calle


La respuesta a las gravísimas medidas tomadas ayer por el Gobierno de Rajoy en Cataluña no se ha hecho esperar ni un segundo y una ingente multitud de ciudadanos se ha ido instalando paulatinamente en las calles, dispuesta a resistir el órdago lanzado desde Madrid para frenar en seco un Referendum, que se ha convertido en un símbolo representativo de la identidad catalana, independientemente de lo que pensaran votar, hasta hoy, los que participan activamente en estas multitudinarias protestas.
Sumidos en la estupefacción y asaltados a la vez por el temor a que los acontecimientos acaben derivando hacia caminos menos pacíficos que los que se están recorriendo, los habitantes de esta parte del territorio que compartimos y en el que hemos convivido hasta ahora, en un ambiente sosegado  que parece contaminarse por momentos, miramos con inquietud cómo el enfrentamiento entre nacionalidades parece recrudecerse por momentos, como si las acciones policiales y judiciales aplicadas desde ayer en Cataluña, contaran con el apoyo de nuestra sociedad en general, cuestión que dista mucho de ser cierta.
La verdad es que en este conflicto hace tiempo que las cuestiones de forma pasaron a un segundo plano,  tiñendo la   gestualidad de ambas partes  con un poso de tácita violencia y sólo la vuelta a la cordura, que aconseja solucionar por medio del diálogo pausado, las gravísimas diferencias que nos separan, podrían, tal vez, hallar una vía de entendimiento, que hiciera del respeto común, una barrera inviolable que nadie se atreva a traspasar, pues no se debe reprimir en modo alguno, la libertad de pensamiento.
Aceptar esa premisa, se ha convertido en primordial para poder abordar este problema en un plano de igualdad que extermine las raíces xenófobas que están creciendo entre nosotros, como la mala hierba, pues al fin y a la postre, catalanes y españoles somos, querámoslo o no, ciudadanos de un mismo mundo y quizá sea este el momento de demostrar que no hay cosa peor, que la institución emocional de nuevas fronteras.
Y no hablo de separaciones territoriales, de idiomas o particularidades de las que evidentemente cada cual puede disfrutar soberanamente, sino de estigmas que se instalan sinuosamente entre nosotros, de una manera casi imperceptible y que suelen nublar la razón, impidiéndonos mirar más allá del punto exacto en el que nos encontramos, defendiendo los bastiones entusiastas que nos mueven, robando a quiénes tenemos enfrente, sin pretenderlo, la oportunidad de ofrecer sus argumentos, tan válidos como los nuestros, si de veras se cree que la libertad de  expresión es un inalienable derecho.
En estas horas, en las que todo parece confundirse en una niebla densa y en la que los políticos que dicen representarnos no hacen otra cosa más que emponzoñar, de parte a parte, la deriva que está tomando este problema, la cordura de la calle, de esos catalanes que hacen guardia en las plazas, reclamando más que la independencia, el derecho a decidir sobre ella, no puede correr el riesgo de contaminarse, ni siquiera con frases malsonantes dedicadas a los españoles, pues la razón que les asiste y que muchos reconocemos a pesar de no vivir allí, se perdería tajantemente sepultada por la injusticia de atacar  a quienes sin duda no lo merecen.
Las escenas de vandalismo que pudimos contemplar en la larga noche que sucedió al intenso día que todos vivimos con tristeza ayer, los insultos indiscriminados que se vertieron sobre unas fuerzas de seguridad que acataban órdenes superiores y las apelaciones malsonantes hacia la prensa, no fueron, precisamente, un ejemplo de civismo, sino más bien, un patrón de nacionalismo trasnochado, rayano en una ordinariez, impropia de una sociedad que siempre se caracterizó por su civismo.
Esos brotes, que ofrecen una perspectiva distorsionada del pulso que la calle está echando a unos políticos incapaces de responder a sus reclamaciones más urgentes, han de ser necesariamente, cercenados, por la serenidad de las mayorías.
En cuanto al discurso ofrecido anoche por  Rajoy, que parecía haber sido acuñado en su totalidad, en su contenido, por Rivera, poco o nada habría que decir, pues la inmovilidad manifiesta en que se encuentran el Presidente y los suyos, las vías por las que se han decidido y que convierten a los detenidos en los primeros presos políticos desde los años de la dictadura, no contribuyen precisamente a serenar los ánimos de nadie. Tampoco los de la mayoría de los españoles.
Preparados para otra noche de vigilia, una buena parte de los ciudadanos catalanes, se agrupan en los lugares señalados por sus líderes, como demostración de fuerza. No todos son partidarios de la independencia, pero todos exigen el derecho a poder decidir si la quieren. Al menos, hay que reconocerles la valentía de hacerlo  abiertamente.


miércoles, 20 de septiembre de 2017

Crónica de urgencia


 Avanza inesperadamente el Gobierno en sus actuaciones en Cataluña y lanza una operación policial masiva, plagada de registros y detenciones de altos cargos vinculados a la Generalitat, como la mano derecha de Oriol Junqueras, Josep María Jove, al que se ha obligado a bajar de su coche en plena calle o David Palancar, durante el registro de la Consellería de exteriores, provocando una reacción inmediata y masiva de una ciudadanía que se ha echado en bloque a las calles, reclamando un derecho a decidir que se les ha negado sistemáticamente desde Madrid, dónde permanecen reunidos desde primeras horas de la mañana Rajoy y Rivera, a los que poco parece importar que estas medidas, puedan terminar acarreando una oleada de violencia.
Las imágenes que vemos a través de la televisión no preludian un buen final para esta absurda historia que ha dado comienzo hoy, como respuesta a la desobediencia declarada de la que ha venido alardeando la Generalitat, pero que desgraciadamente recuerdan y mucho a épocas pasadas que lo mayores tuvimos la mala suerte de vivir y que alejan de  nosotros, cada vez más, la sensación de hallarnos en un estado Democrático, en el que se respetan los derechos de la gente.
Queda claro, con estas actuaciones, que Rajoy y su socio desdeñan absolutamente lo que pueda opinar el Parlamento, que justo ayer por la tarde se pronunciaba, por mayoría, en contra de las medidas que hasta ahora había adoptado el Ejecutivo, en relación con el problema catalán y eso, sin conocer aún la decisión que  ya debía estar tomada, de lo que está ocurriendo esta mañana y que reviste una gravedad hasta ahora desconocida en el país, desde que se iniciara la transición para salir de la dictadura.
 En una intervención institucional, Puigdemont acaba de pronunciarse con extrema dureza sobre lo que seguramente ha debido pillarle por sorpresa y sin admitir preguntas de la prensa, ha invitado a los ciudadanos de Cataluña a conservar una calma, que será difícil de mantener, dado el clima de creciente tensión que están generando en las calles, estas detenciones.
Podría decirse, a tenor de lo que vemos, que en cierto modo, se ha puesto en marcha una aplicación encubierta del artículo 155, sin previo aviso y con alevosía, pues al extenderse las detenciones y registros también a Madrid, parece que la dureza de las medidas irán necesariamente, en aumento y que Rajoy ha destapado por fin, sus auténticas intenciones, sin propósito de dar un solo paso atrás, en su dinámica represora y sin dar una sola oportunidad al diálogo, como le reclamaba ayer el Hemiciclo.
En el momento en el que escribo este artículo, la sede la CUP está empezando a ser registrada por las fuerzas policiales, sin que se haya aclarado con qué fin, aunque quizá sea en busca de material relacionado con el referéndum y lo único que parece quedar claro en este momento es que se está intentando, desde el Estado Español, dar un golpe de gracia a todo el aparato de la Generalitat relacionado con la logística, tratando a la desesperada de cercenar de raíz, la convocatoria del primero de Octubre.
Las noticias, que se suceden en cascada en esta convulsa mañana de movimientos incomprensibles, permiten sin embargo, avanzar que lo que pueda ocurrir a partir de ahora, no será precisamente bueno y la intensísima participación ciudadana que estamos contemplando en los lugares más emblemáticos de Cataluña, probablemente terminarán por ser reprimidas si como se prevé, terminan por desbordar las previsiones que pudiera tener el Gobierno, lo que con toda probabilidad generará una subida de tono segura entre los manifestantes allí concentrados y raro sería, que no se produjeran brotes de auténtica violencia.
Tanto se ha pensado Rajoy  qué hacer con el problema catalán, que al final, le ha estallado en la cara, provocando además, una clarísima división, también entre los ciudadanos españoles, que no pueden estar de acuerdo con estos actos propios de regímenes absolutistas, en los que los tiranos se imponen , por la fuerza, a la voluntad de los Pueblos.

Rajoy, acompañado de Rivera, se ha permitido hoy ir mucho más allá. También se han atrevido a pisotear la voluntad expresa de la mayoría del Parlamento.

martes, 19 de septiembre de 2017

Un nuevo error


No parece estar dispuesto el PSOE  para aceptar la propuesta de Podemos y sus confluencias, que busca una solución urgente al problema catalán y apela a una indivisibilidad de España que hace tiempo dejó de existir, como prueban los cientos de miles de ciudadanos que desde Cataluña reclaman el derecho de votar a favor o en contra de conseguir la independencia y también el apoyo que reciben desde otras partes del país y muy fundamentalmente, desde Euskadi.
Esta negativa, que no se sabe bien si se fundamenta en la batalla que plantean algunos antiguos barones, que permanecen en cargos de importancia en el Partido, aunque siempre se declararon Susanistas o al temor evidente que Pedro Sánchez siempre ha tenido a ser desbancado por Iglesias, que le gana por goleada en carisma y que bien podría convertirse, si la propuesta se hubiera considerado justa, en el capitán explorador de esa tercera vía que frenaría momentáneamente la celebración del 1 de Octubre y que propiciaría la celebración de un Referendum oficial, en el que todos los catalanes pudieran expresarse, por fin, libremente.
Ya cometió Sánchez, anteriormente y por motivos que todos conocemos, el error de posicionarse al lado de Ciudadanos y PP, con aquél acuerdo nefasto y con la consabida abstención que llevó a Rajoy a la Moncloa y aunque ha llovido ya desde entonces y las circunstancias han cambiado sensiblemente desde que Sánchez derrotó a Díaz en aquellas primarias memorables, la realidad que vemos los observadores desde fuera, dista mucho de coincidir con el discurso a favor de la plurinacionalidad que esgrime el líder socialista en sus mítines, pues  a la hora de la verdad, está apoyando las dudosas medidas que está aplicando el Presidente.
No queriendo de nuevo,  posicionarse al lado de Podemos, en una proposición que parece viable, en estos momentos que vivimos, se niega en cierto modo, a sí mismo, otra oportunidad de poder desbancar a Rajoy  y las ocasiones, por regla general, no suelen presentarse más de dos veces, por lo que la actitud elegida por el PSOE ahora, perjudica al Partido gravemente.
Quizá sea el miedo, tantas veces detectado por la Sociedad, a ser sobrepasados por Iglesias, el que nubla a Sánchez la perspectiva de lo que ocurre a nuestro alrededor, influyendo negativamente en la consideración política del contenido real de esta propuesta, simplemente por venir de quiénes viene, independientemente de los puntos que contenga.
Pero la verdad es que el recrudecimiento del problema catalán se ha convertido en una innegable evidencia y que todas y cada una de las medidas adoptadas por Rajoy, judiciales, policiales o económicas, están resultando manifiestamente un fracaso frente a la exitosa estrategia de la desobediencia propuesta por la Generalitat, que no hace más que acarrear nuevos adeptos a su causa, cada vez que algún Alcalde es llamado a declarar o la guardia civil  inicia registros en alguna empresa.
¿Y qué hacen las demás Fuerzas parlamentarias españolas, mientras estas cosas suceden delante de sus ojos? Nada. Unos se posicionan abiertamente al lado del Gobierno, como es el caso de Ciudadanos y las demás, se limitan a divagar, esgrimiendo vagos argumentos sin peso, que en nada ayudan a resolver lo que se nos viene encima, mientras el 1 de octubre está cada vez más cerca.
¿Es este punto de relativa pasividad la mejor opción, ante un problema de tal envergadura? Indiscutiblemente no. Nunca fue la inacción el mejor camino para llegar a la resolución de un conflicto.
No hay peor ciego que el que no quiere ver y eso es aún, lo que le ocurre a este PSOE que no acaba de definir con claridad su línea política y que desde luego, está verde para enfrentarse a lo gravísimos acontecimientos que nos acompañan, quizá porque esperaban tener mucho más tiempo para que su líder se curtiera en asuntos políticos y este alud imparable, se les ha venido encima, inesperadamente.
Tendrán que elegir entre ser sepultados por la avalancha o aprender a marchas forzadas una técnica de supervivencia, olvidando, por la necesidad del momento, problemas partidistas y de liderazgo, que ni  vienen al caso, ni son aconsejables, por lo menos, ahora.

La propuesta de Iglesias, o el apoyo a Rajoy. Estas son las opciones que tienen y habrán de decidir entre ellas.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Un paso al frente


En un momento en el que todos prefieren mantenerse firmes en sus posiciones, con el temor de poder  ser llegar considerados por los demás como unos fracasados en sus planteamientos, Podemos da un paso al frente y propone convocar una Asamblea extraordinaria de Cargos electos, que arbitre la posibilidad de llegar a un acuerdo con los nacionalistas catalanes, para celebrar un Referendum pactado, a la mayor brevedad posible.
Con un rictus de seriedad que ha sido como un reflejo de la profunda preocupación que sacude a la sociedad por lo que estamos viviendo, Iglesias, tras reunirse con los suyos, hace un llamamiento a toda la oposición del Parlamento, para que se obligue a Mariano Rajoy a dialogar con los representantes catalanes y a oír sus exigencias, cosa a la que se ha venido negando reiteradamente, hasta conducirnos a todos al durísimo enfrentamiento que afrontamos y que con el paso de los días, no hace otra cosa que continuar recrudeciéndose.
La propuesta en cuestión, que se apoya en el principio de que ningún Gobierno que arrastre los problemas de corrupción que acompañan a diario al PP, cuenta con suficiente autoridad moral, para dirimir un problema de la envergadura del que nos ocupa y que camina peligrosamente por la línea que separa la legalidad de lo ilícito, con la aplicación de medidas que chocan frontalmente con los derechos de libertad de expresión y reunión , reclama una solución urgente que explore otras vías que no sean las judiciales o policiales, para salir del atolladero en el que nos encontramos y que pone en serio peligro, la convivencia pacífica entre los habitantes de esta Península.
Quizá debiera haber sido Pedro Sánchez, como primer líder de la oposición, quien hubiera debido encabezar la propuesta, pero en vista de la inactividad manifiesta que viene caracterizando a los parlamentarios en general y el ritmo vertiginoso que están adquiriendo los acontecimientos, no es éste el mejor momento para esperar, por lo que se agradece que alguien decida por fin señalarse, ofreciendo a los demás una mano tendida, que propicie un acuerdo.
Habría que abandonar, para empezar, los personalismos y partidismos a los que nos tienen acostumbrados nuestros políticos de todo signo y al menos, sentarse a considerar la propuesta, incluidos los detractores de Podemos, porque al margen de quiénes sean sus promotores, abre un camino entre la maleza de incomunicación que se ha generado alrededor de este conflicto, trayendo un poco de esperanza en que todavía no es demasiado tarde para lograr un consenso que arbitre una solución que satisfaga a la mayoría y que arbitre una tregua entre contendientes, en esta guerra particular que se han montado, los representantes de ambos bandos.
De antemano, ya no se cuenta e antemano con PP y Ciudadanos, pues caminan  de la mano, hacia el mismo abismo, pero quizá convendría y mucho a Pedro Sánchez y las demás Fuerzas políticas que componen el Parlamento y que por cierto, unidas son mayoría, hacer  posible esta Asamblea extraordinaria que al mismo tiempo podría propiciar una inmediata salida de Rajoy, del Gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones, con la esperanza de que el bloque de izquierdas pueda llegar al poder, con lo que todo cambiaría completamente.
Otra vez, depende del PSOE sumarse a la iniciativa de Iglesias o permanecer en una posición desde la que al mismo tiempo se critica duramente a Rajoy, pero se apoyan sus actuaciones en Cataluña y aunque el panorama parece haber cambiado con el triunfo de Pedro Sánchez sobre Susana Díaz, al menos en apariencia, tenemos los ciudadanos aún, un cierto resquemor que nos impide apostar abiertamente porque los socialistas vayan a estar dispuestos a correr este riesgo, que vuelve a tener a Iglesias, como principal protagonista.
Sin embargo, en esta ocasión, no hay excusas que motiven una negativa tajante, como ocurriera en un pasado reciente y los acuerdos alcanzados últimamente por socialistas y podemitas, quizá pudieran extenderse ahora, demostrando que la izquierda es capaz de ponerse de acuerdo y ofreciendo a ambos líderes, una impagable oportunidad de apuntarse el tanto de haber conseguido abordar con sensatez, el problema de Cataluña.
Habremos de esperar, naturalmente, para conocer el final de la historia, pues la incertidumbre continua se ha convertido en un  sentimiento que viaja con nosotros todos los  días, pero el tiempo apremia y el 1 de Octubre se aproxima inexorablemente, sin que hasta el momento, nadie, más que Iglesias hoy, haya movido ficha, en este complicado tablero en el que, para nuestra desgracia, jugamos todos obligatoriamente.

Citando a Gabriel Celaya, uno de mis más admirados poetas: “Maldigo la poesía, del que no toma partido hasta mancharse”

domingo, 17 de septiembre de 2017

Tiempos de convulsión


Mientras los setecientos Alcaldes llamados a declarar por los Fiscales se agrupaban junto a sus líderes en Barcelona, clamando por la celebración del Referendum con el bastón de mando entre sus manos, el Ministro Montoro, en Madrid, daba un plazo de 48 horas a la Generalitat, para presentar ante Hacienda una relación detallada del empleo que se había hecho  del dinero procedente de las Arcas públicas y amenazaba, de no cumplirse tal encargo, con retirar la potestad de administrar los fondos al gobierno catalán, transfiriendo tal competencia, a las autoridades pertinentes del Ministerio que dirige.
Tal medida, que no ha parecido impresionar a los partidarios de la independencia y les ha ofrecido en bandeja de plata un motivo más para continuar con más radicalidad, si cabe, con los actos previstos para la Campaña que tienen perfectamente delineada, ha dejado con el aliento contenido a la mayoría de los ciudadanos, que se preguntan ya abiertamente, hasta qué punto  van a ser capaces de llegar los protagonistas de una y otra parte, en este tiempo convulso que vivimos y que nos arrastra inexorablemente hacia un conflicto aún mayor, si en lugar de medidas judiciales, policiales, represoras y ahora económicas, no se arbitran soluciones políticas.
La polémica, que se ha extendido a otros territorios, provocaba ayer mismo, una manifestación multitudinaria en las calles de Bilbao, en la que miles de personas abogaban por el derecho a decidir de los catalanes, mostrando claramente su solidaridad con la celebración del referéndum prohibido, anhelando tal vez, continuar el camino abierto por la Generalitat, para lograr una secesión, durante años reclamada en Euskadi, por la fuerza de las armas.
Poco o nada importan, no obstante a Rajoy, estos movimientos organizados que van surgiendo como consecuencia directa de su tajante negativa al diálogo, pues al mismo tiempo que todo esto ocurría,  el Presidente departía amistosamente con un grupo de adeptos en Santiago de Compostela, aportando como única primicia, la afirmación de que la actuación de los grupos secesionistas, le iba a obligar, literalmente, a hacer lo que no quiere, aunque sin atreverse a hacer referencia, a la aplicación del artículo 155.
Unas horas después, la Guardia Civil retiraba de una imprenta catalana una serie de planchas dispuestas para imprimir los carteles de Campaña de los separatistas y las exhibía, como un trofeo, ante las cámaras de televisión, casi al mismo tiempo que se prohibía a los funcionarios de correos, enviar cualquier correspondencia relacionada con la celebración del Referendum.
Así que podría decirse sin temor a equivocarse que el enfrentamiento se está recrudeciendo y que las posiciones de fuerza de unos y otros permanecen en un estado de inmovilidad, que garantiza que la situación pueda complicarse hasta límites insospechados, pues no creemos posible un milagro que lo remedie.
Desbordados por el cariz que han tomado los acontecimientos, el resto de Fuerzas políticas nacionales y también las partidarias del NO en Cataluña, se han visto desbordadas por un torrente imparable que las arrasa, por la magnitud de su fuerza, encontrándose en medio de un fuego cruzado que no saben muy bien cómo evitar, para salir ilesos del  peligro.
Pedro Sánchez viaja hoy a Cataluña para animar a sus alcaldes, que se han visto directamente atacados por los partidarios del SI, que no dudan en calificarlos como traidores a una causa que consideran como la única viable en estos momentos y a los que seguramente gustaría poder hacer campaña a favor de aquello en lo que creen, pero que se sienten en cierto modo, maniatados por las imposiciones legales que lo prohíben, al considerarlo delito.
 Los de Iglesias, que siempre se declararon partidarios de la celebración de un Referendum pactado, defienden su territorio como pueden, apelando a la libertad de expresión de  los pueblos y culpando sin paliativos, de todos los errores cometidos durante el largo proceso que estamos viviendo, a la ineficacia continuada del Gobierno Rajoy, que se ha negado sistemáticamente, a considerar siquiera, la posibilidad de propiciar unos comicios  con la Generalitat, que aclararían, de una vez, el pensamiento real de la Sociedad catalana, acerca del conflicto.
Sólo Ciudadanos parecen apoyar incondicionalmente al Presidente y arengan reiteradamente a que se actúe con mayor contundencia, por lo que se deduce que llegados al punto en que nos encontramos, son abiertamente partidarios de la aplicación del 155.
Pues fíjense, ni siquiera eso podría impedir que los nacionalistas desistieran de su intención de votar el 1 de Octubre, de una manera u otra, legal o ilegalmente, pues el grado de acaloramiento que sufre la sociedad catalana a día de hoy, augura que si se diera un solo paso atrás, la sensación general sería la de haber sido finalmente sometidos, de la peor de las maneras, por el Gobierno español, perdiendo con ello unos valores e ideales arraigados y considerados señas de identidad propia, desde hace siglos.
Por ese camino, Rivera y Rajoy se convertirían en enemigos declarados de Cataluña y los líderes separatistas, habrían ganado para siempre una aureola indestructible de mártires de la causa, que los canonizaría a perpetuidad, convirtiéndolos en un ejemplo a seguir, por jóvenes y viejos.
Así que la encrucijada en la que nos encontramos, nos impide avanzar en un sentido u otro, al menos hasta el 2 de Noviembre, cuando en la calle, en los locales públicos o incluso en los domicilios particulares, la gente pueda votar, cumpliendo la ilusión que les mueve y demostrando que nada ni nadie ha podido con ellos.
Si la República se proclama o no, está por ver. Cuando todos nos instalemos en la cruda realidad, ya veremos hasta dónde se llega, pero entretanto, la prudencia aconseja menos ostentación de fuerza por ambas partes y un poco más de reflexión, real, por parte de quienes capitanean esta guerra cargada de simbolismo, pero carente de cabeza.


jueves, 14 de septiembre de 2017

Una vía sin retorno


Más de setecientos Alcaldes catalanes, que ya han manifestado su intención  de prestar Instalaciones municipales para la celebración del Referendum del primero de Octubre, están empezando a ser citados a declarar por la Fiscalía, siendo los primeros, los que encabezan los municipios más grandes, en un intento desesperado del Estado Español por paralizar un Proceso que no parece sin embargo que vaya a tener marcha atrás, a juzgar por la actitud que mantienen, hasta el momento, los líderes independentistas.
Sin tener una idea aún de cuántos de estos Alcaldes acudirán a la llamada y cuántos de ellos se declararán insumisos, los secesionistas continúan con la hoja de ruta marcada  hace tiempo y han anunciado que comienzan esta misma tarde su campaña electoral a favor del Sí, sin que se tenga noción de que los partidarios del No vayan a sumarse a este juego o si piensan o no celebrar actos para defender su postura ante los ciudadanos, aunque sea de manera camuflada y no como si se tratara de unos comicios, de los considerados como legales.
Efectivamente, esta Campaña, montada para el exclusivo lucimiento de los partidarios del separatismo, abre unas cuantas incógnitas que convendría poner en claro a la mayor brevedad posible, pues para empezar, nadie ha aclarado si esos Actos multitudinarios que se esperan son considerados conforme a la Ley por el Gobierno Central, ni si se van a tomar medidas policiales o no, para evitar que se celebren o si se van a permitir en pos de la libertad de expresión que recoge la Consitución, como un derecho de todos.
Porque si finalmente son permitidos y los Partidos Unionistas se abstienen de defender sus posturas, por considerar ilícito el Referendum, difícilmente podrán los catalanes de a pie, que son los verdaderamente importantes en este asunto, sopesar las luces y las sombras que podría traer su participación personal en este Proceso y sobre todo, de saber si aún queda tiempo de intentar alguna otra vía de actuación que les saque del punto muerto en que se encuentran las negociaciones sobre este tema tan peliagudo y que quizá podría solucionarse de un modo menos complicado que éste que estamos viviendo en la actualidad y que tanto preocupa a una sociedad, atónita ante lo que está ocurriendo.
Porque no me negarán que el hecho de que esos setecientos Alcaldes sean llamados a declarar, se aparta y mucho de lo que se podría considerar como normal   y que no debe resultar nada fácil arbitrar los medios necesarios para detener a los desobedientes, cuestión que aunque parezca nimia, no lo es, pues no olvidemos que cualquier medida de apoyo a las fuerzas policiales, supone un esfuerzo para las arcas públicas que todos nutrimos, a través del pago riguroso de nuestros impuestos.
De manera que Rajoy habrá de pensar cuidadosamente cada paso que dé, si no quiere acabar poniendo en su contra a una gran parte de españoles, a los que parecen desmesuradas e inútiles las medidas que está tomando en este conflicto, que le puede pasar, si como se prevé el Referendum termina celebrándose, del modo que sea, una factura que no ha conseguido cobrar, ni la corrupción, ni las inaceptables disposiciones que han caracterizado sus mandatos, no dejándole otra salida, que marcharse, con deshonor, a casa.
Ni unos ni otros, parecen sin embargo preocupados por la situación que vivimos, lo cual, no sólo no consigue tranquilizar a la población, sino que muy al contrario, desata una furiosa indignación, al considerar que las circunstancias merecerían un poco más de seriedad por parte de unos políticos que distan mucho de dar la talla que de ellos se espera, aquí y también en Cataluña.
Tomar a risa las decisiones del Constitucional y exhibirlo, no parece conciliador precisamente y dejarlo todo en manos de la Justicia y la policía, da la impresión, perdónenme, de estar viviendo en un Estado  eminentemente represor que concede gratuitamente a los independentistas, la calificación de mártires de la causa.
Llene pues, el señor Rajoy, las dependencias policiales de Alcaldes, si es ese su deseo, ponga todas las querellas que considere y juzgue, si le viene en ganas y juegue a estar en posesión de la verdad, sin ceder un ápice en su concepción de cómo debe afrontarse este conflicto.
Con todo ello, el problema, no se arreglará. Puigdemont está dispuesto a llegar hasta el final y además, ya no podría hacer ninguna otra cosa, si quiere conservar su prestigio.
Algunas voces, empiezan a hablar de Estado de excepción. Los que ya vivimos algunos en el pasado, no quisiéramos siquiera pensar que aunque sea de manera encubierta, esto sea cierto.




miércoles, 13 de septiembre de 2017

Falsa alarma


Justo en medio de la cruenta batalla que se libra entre Generalitat y Gobierno central, por el asunto del Referéndum, saltaba ayer tarde una alarma relacionada con el terrorismo y los mossos acordonaban el periplo que rodea al  templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, a  causa de una furgoneta sospechosa de contener explosivos, aparcada en un lugar cercano.
Estando como estamos, en el nivel cuatro de alerta y con los atentados de La Rambla y  Cambrills frescos en el recuerdo, la noticia, que corrió como la pólvora entre turistas y transeúntes que se encontraron con la Estación del Metro cerrada y las calles tomadas por policías armados hasta los dientes y que no pudieron evitar que les invadiera una sensación de pánico, que aumentó considerablemente cuando los agentes empezaron a aconsejar a los vecinos, que se recluyeran a la mayor prontitud, en sus hogares.
La noticia, que finalmente resultó ser una falsa alarma, paralizó sin embargo durante horas la vida en Barcelona y provocó atascos que acabaron por convertirse en eternos en las carreteras de entrada y salida de la ciudad, que hicieron temer lo peor a una población que todavía no se ha recuperado de lo ocurrido el mes pasado y que tardará tiempo en digerir las consecuencias de la tragedia.
Todo esto, que en otros casos hasta nos complacería, pues toda  protección es poca cuando los países se convierten en objetivos declarados para los terroristas, coincidió sin embargo, con unas declaraciones realizadas sólo unas horas antes por el Conseller de Gobierno de la Generalitat, en las que aclaraba que la misión de los mossos no era precisamente la de buscar o retirar papeletas y urnas, preparadas para el Referendum, sino combatir duramente al terrorismo, como habían demostrado en el tratamiento de los pasados atentados de agosto.
En la misma mañana, el mayor de los mossos de`scuadra, Trapero, era requerido por el Fiscal General de Cataluña para transmitirle las órdenes que debía seguir el Cuerpo que dirige y que decidió más tarde acatar, en contra de la opinión de la Generalitat y de su propio Presidente.
Así que el enorme despliegue policial realizado en Barcelona ayer tarde no puede por menos que resultar presuntamente sospechoso y en opinión de algunos analistas, más pareció una demostración de fuerza orquestada por los dirigentes catalanes, que una respuesta real a un supuesto aviso que procedente de Bruselas, alertaba con la entrada en Europa de cinco nuevas células terroristas, calificadas como extremadamente peligrosas.
La verdad sobre lo ocurrido ayer tarde, seguramente nunca la sabremos y habremos de conformarnos con seguir de cerca los acontecimientos que se vayan produciendo de aquí al 1O, en un sitio y en otro, según nuestro propio criterio y tratando, cosa difícil, de conservar la objetividad que reclama este interminable conflicto que no deja filtrarse ninguna otra noticia de actualidad, aunque estamos  seguros que la vida sigue su curso, como no puede ser de otra manera.
Hemos sabido hoy que Podemos ha pedido la comparecencia inmediata de Rajoy en el Parlamento, para que hable sobre el problema catalán y que PSOE y Ciudadanos han negado su apoyo a la petición, los primeros prefiriendo que esta se produzca después del 1 de octubre y los segundos porque ni siquiera creen que sea necesaria, a pesar del punto en que se encuentra el conflicto.

Así que a la división entre independentistas y unionistas, habría que sumar la que se evidencia entre los Partidos españoles, lo cual puede dar una idea de lo poco dados a la concordia y el diálogo que somos en esta Península que habitamos y lo mucho que nos queda por aprender sobre la  importancia de la diplomacia , en los asuntos políticos.

martes, 12 de septiembre de 2017

A la deriva


Todos los problemas del país, el paro, la corrupción,  la precariedad laboral y los recortes que están llevando al límite la salud de los ciudadanos y su educación, parecen haberse diluido en el flujo continuo que genera el conflicto independentista catalán, que mantiene a la Sociedad con el aliento contenido, mientras Rajoy y Puigdemot, libran su batalla sin consentir en moverse de sus posiciones de fuerza, establecidas como bastiones consolidados, aunque ambos aparenten una ficticia normalidad, absolutamente inexistente para los que tratamos de comprender lo que verdaderamente está ocurriendo.
Interpuestas y ganadas en el Tribunal Constitucional todas las querellas posibles y asumiendo como una realidad palpable que la desobediencia de la Generalitat será un hecho, los continuos reproches y amenazas vertidos de parte a parte, sin mesura y el ensanchamiento de la brecha abierta entre los partidarios del sí y los del no, presentan ante nuestros ojos un panorama desolador, sin que podamos adivinar cuáles serán los próximos movimientos de los unos y los otros, en esta especie de teatro del absurdo que nos sorprende hasta el hartazgo, también por la persistencia machacona de los medios.
Sumidos en un mar de dudas que nadie tiene el valor de resolver, los funcionarios y fuerzas de seguridad asentados en Cataluña, se debaten entre aquello que pueda dictarles su propia conciencia ideológica y la pretendida obligación de obedecer a unas leyes de las que sus propios mandatarios abominan, con la esperanza de que alguien les garantice algo tan fundamental como su propia estabilidad personal, pues al no pertenecer casi ninguno a los más altos estamentos, la imposibilidad de afrontar las sanciones económicas que se les impondrán, si se colocan del bando secesionista, es una obviedad irrefutable, que podría frenar considerablemente su participación en los hechos.
Reafirmando de manera permanente sus planteamientos iníciales, los líderes catalanes parecen haber olvidado que las Naciones se nutren de personas físicas, cuyo derecho inalienable a vivir, habría que garantizar con algo más que palabras que casi siempre suele llevarse el viento y que el sueño del independentismo que albergan y por el que luchan legítimamente, no puede componerse únicamente de enfatizados mensajes salidos del corazón, pues la existencia real de esos millones de ciudadanos que ahora marchan detrás de las banderas, constituye la única baza que finalmente permitirá el triunfo o el fracaso futuro de todas las historias y también de ésta.
Pero el tiempo corre inexorablemente sin que las explicaciones pertinentes aclaren un panorama al que ensombrece este inexplicable silencio y todos aquellos que por su situación profesional o pasiva, como es el caso de los pensionistas, resultan ser directamente dependientes de las Arcas del Estado español, continúan sin conocer a qué se enfrentarán, si el movimiento secesionista es implantado después del primero de Octubre y sobre todo, quién se hará cargo de pagar sus salarios.
La perspectiva, por mucho que se quiera endulzar con reclamaciones de voto y libertad, no puede ser más desesperanzadora, pues las declaraciones institucionales de los líderes catalanes jamás hacen referencia a estas cuestiones de crucial importancia para un buen número de gente, como si el guión establecido no contemplara otra cosa que el deseo irrefrenable de ser Nación, aún a costa de perjudicar gravemente a ciertos colectivos imprescindibles para que cualquier país funcione, viejo o nuevo.
Tampoco el gobierno español quiere hablar del asunto y no sabe o no quiere hacer otra cosa, que apelar a una legalidad, rechazada reiteradamente por los otros actores del conflicto.
No quisiera yo estar en el pellejo de esos mossos, ni tener que tomar la decisión que de ellos exigen ambas partes, pues hagan lo que hagan, el perjuicio está asegurado para ellos.
Verán, los ciudadanos no somos muñecos de los que tirar hasta romperlos, ni entes sin corazón, a los que tratar de manejar, según soplen los vientos. Somos mucho más y apelar a nuestra importancia cuando conviene, para renegar de nosotros cuando seguimos el camino que marca nuestra propia conciencia, resulta ser abominable en todos los casos y un intento de manipulación descarada, inadmisible desde todos los ángulos.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Aquel dulce noviembre


Con una evidente fractura entre Partidos nacionalistas y Unionistas, la celebración de la Diada catalana, en la que han participado cerca de un millón de personas, que se han echado a las calles reclamando el derecho a votar en el Referendum sobre la Independencia, queda suficientemente probado que  las querellas y los mecanismos legales propuestos por el PP, como única vía para solucionar el problema, han fracasado estrepitosamente y  que el estallido popular que hoy se vive en las calles de Barcelona, podría ser la tónica general que nos encontraremos, por lo menos hasta el 1de Octubre, por lo que al Gobierno central le va a resultar prácticamente imposible controlar una situación, a la que se ha llegado fundamentalmente por la inacción y la falta de diálogo que han caracterizado los dos mandatos de un Rajoy, seguramente angustiado por el alud que se le viene encima.
Mucho debe estar arrepintiéndose hoy el Presidente de no haber escuchado a los que le aconsejaban desde otras Formaciones que hallara la manera de legalizar aquella otra consulta celebrada un 9 de Noviembre y a la que decidió no dar ninguna importancia, a pesar de ser secundada por una gran mayoría de catalanes que acudieron a votar aquel día y que, por cierto, decidieron en las urnas, por un estrecho pero valioso margen, continuar formando parte de España, como todos recordaremos, aunque desde entonces haya llovido mucho y las circunstancias hayan propiciado un aumento más que considerable de partidarios de la Independencia, que más que nacionalistas convencidos, son indignados contra un Estado que les ha negado sistemáticamente un derecho a decidir, que resulta mucho más apetecible desde el momento en que se convirtió en una especie de fruta prohibida.
Mirando las imágenes de lo que está ocurriendo en la actualidad, visionando las sesiones parlamentarias acaecidas en Cataluña la semana pasada y oyendo la disposición a desobedecer claramente expresada por el President Puigdemont, en cada una de las intervenciones que protagoniza en los medios y el clamor de una mayoría de la sociedad catalana, que exige votar y que acata sumisamente el mensaje lanzado por la cúpula nacionalista, Mariano Rajoy ha de estar sin duda preguntándose, por qué no aceptaría como legal el otro Referendum , pues a tenor del resultado obtenido en aquella ocasión, todo este problema que se ha convertido en el más grave de cuántos ha tenido que soportar durante su mandato, se habría entonces zanjado, pero las cosas, que nunca tienen desgraciadamente marcha atrás, son en estos momentos como son y el callejón sin salida a que nos ha llevado su incomprensible voluntad de silencio, no preludia un final feliz para esta historia, que en cualquier momento puede pasar del pacifismo festivo a la violencia, pues detener el acaloramiento de cientos de miles de personas, convencidas en su interior de que el 1 de octubre formarán parte de una Nación nueva, no es tarea fácil, para quién tanto tiempo necesita para dar un paso que garantice la estabilidad, como bien sabemos todos los ciudadanos, por lo que llevamos vivido.
No nos cabe la menor duda de que Rajoy y su Gobierno no han parado de cometer gravísimos errores en este asunto desde que asumieron el poder y muy especialmente desde que encontraron apoyo en socios afincados en posiciones aún más conservadoras que las que ellos defienden, como es el caso de Ciudadanos, que no ha hecho más que ahondar en una herida que Rivera ya tenía abierta desde que se decidiera a fundar su Partido, precisamente en Cataluña y en contraposición explícita a los Partidos nacionalistas de los que siempre abominó, con ese viso de  patrioterismo barato que ha solido caracterizar a los líderes de la extrema derecha.
Lo peor, es que Mariano Rajoy, cegado quizá por la adulación permanente de los suyos y de estos aliados que decidieron acompañarle desde el mismo momento en que entraron a formar parte del Parlamento, no ha sabido reconsiderar sus posturas ni aprender de sus equivocaciones pasadas y ese empecinamiento tiránico que lo define, ha terminado por traspasar las líneas de su propia intimidad, trasladando a la calle y en definitiva, a esta sociedad a la que todos pertenecemos, un sentimiento de incertidumbre que  afecta  directamente nuestra manera de vivir y que nos hace temer seriamente por una estabilidad que puede peligrar, si se complican los acontecimientos.
El único triunfo que puede apuntarse el PP es el de haber logrado dividir la opinión de los ciudadanos, abriendo una brecha entre personas que hasta ahora convivían pacíficamente, que será difícil cerrar si continúa aumentando la tensión existente.
Los que creemos en la universalidad, por encima de los territorialismos, en la conciliación más que en las diferencias y en el respeto, por encima de la barbarie, sólo podemos desear que este problema, que nos aflige como nuestro, pueda resolverse sin riesgos de violencia y que la concordia sea posible entre todos, por medio de la palabra y no por la fuerza.

De ahí, que añoremos aquel dulce Noviembre, en el que todo hubiera sido posible, de un modo bien distinto, para esa sociedad plural, de la que formamos parte, simplemente por una cuestión de nacimiento.

domingo, 10 de septiembre de 2017

La euforia incontrolable


Tras los gravísimos acontecimientos acaecidos durante la pasada semana en el Parlament de Cataluña y la durísima batalla legal que se libra en estos momentos, entre el Estado español y los representantes más significativos del movimiento independentista, el peso de una incertidumbre espesa atrapa indefectiblemente a los ciudadanos de aquellas tierras, sumiéndolos en un mar de dudas que ninguno de los principales actores de esta guerra se atreve a descifrar y que no obstante, queda camuflada entre los estallidos de una euforia incontrolable, que mueve a las masas a seguir ciegamente ese deseo de libertad que cuidadosamente se ha venido alimentando durante muchos años y que se ha hecho más evidente desde que  el Gobierno de Rajoy  tensara la cuerda provocando un enfrentamiento despiadado contra los ciudadanos de Cataluña, que se sintieron desde entonces profundamente amenazados  fuera de su territorio natal, hasta que no les quedó otro remedio que convertirse, por mero pundonor, en exacerbados nacionalistas.
Muchas veces hemos avisado de que ésto podría suceder y rogado encarecidamente que se revisara en profundidad la manera de afrontar el diálogo entre los Gobiernos de España y Cataluña, fundamentalmente desde las primeras veces que se empezó a hablar seriamente del Proceso de secesión y se intuyó, por la composición variopinta del nuevo Parlament, que parecía haber llegado el momento en que se daban las circunstancias perfectas para la reclamación de la independencia, aunque la consabida flema de Rajoy, haya ido retrasando el instante de tomar cualquier tipo de decisión al respecto, acorde con su curiosa teoría de que las cosas suelen resolverse, simplemente con el paso del tiempo.
Sin voluntad de diálogo y habiendo dado a lo que pasó el 9N en Cataluña, mucha menos importancia de la que merecía un evento de tal calado social, a Rajoy se le ha venido encima una avalancha  imparable que puede terminar por sepultarlo, si no mide escrupulosamente las decisiones que va a tener que improvisar apresuradamente y mucho nos tememos que el primero de Octubre, sí o sí, millones de catalanes votarán, en las condiciones que sean, en este Referendum que desde el principio debió ser legal, pues de este modo, no sólo se habría aclarado hace tiempo el pensamiento real una sociedad, que al haber sido llevada después a extremos inaceptables por la incompetencia del Gobierno central, ya no concibe otro deseo que cumplir el sueño de participar en el que se ha hecho aparecer como el día más importante de su vida, aunque para ello tenga que optar por una desobediencia descarada y ostentosa, que ahora consideran como un símbolo de patriotismo frente a la represión de un Estado español que tiraniza a los ciudadanos catalanes, negándoles el inalienable derecho de decidir sobre su propio destino.
Rajoy, que continúa sin aclarar que hará el dos de Octubre, cuando las masas enardecidas crean firmemente que se han entrado a formar parte de un Estado de nueva creación en forma de República y que viene dejando en manos de su valiente vicepresidenta cualquier comparecencia ante los españoles, interviniendo únicamente en actos en los que es aclamado por los suyos incondicionalmente, carece sin embargo, de la altura política que se necesitaría para ofrecer soluciones pacíficas a un problema que se ha enquistado precisamente por su inactividad y permanece anclado a la intención de continuar aplicando unas leyes, que naturalmente, pueden ser transgredidas, como ha ocurrido cientos de veces, en conflictos de toda índole.
En esta tesitura, lo ocurrido en el Parlament en días pasados, no dice mucho a favor de quienes pretenden dirigir la desconexión, si es que piensan acometer el gran acontecimiento con la misma falta de democracia política con que se han comportado en las maratonianas sesiones en las que se ha despreciado vilmente la opinión de las minorías, sino que más bien, pone al descubierto una absoluta falta de preparación y sensatez como gobernantes, que hacen temer seriamente por el futuro de Cataluña, pues por muy grandes que sean los sueños, la cruda realidad poco o nada suele tener que ver con aquello que en un principio se imaginó y menos aún, cuando hay que partir de cero y sin apoyos reales, sobre todo en las cuestiones meramente crematísticas.
Así, no parece muy afortunado jugar con la ilusión de la gente, sin haber explicado al detalle cómo piensan afrontar los señores Puigdemont o Junqueras, por ejemplo, lo que será la  vida cotidiana de todos los catalanes, a partir de su declaración unilateral de independencia y aclarando, sin mayor dilación, qué pasará, para empezar, con la deuda de 75.000 millones de euros que tienen con el Estado Español y que habrían de abonar de inmediato, si la desconexión fuera un hecho o de qué modo podría asumir la nueva República que todos los funcionarios ubicados en el territorio pudieran conservar sus puestos y sueldos en idénticas condiciones o cómo se afrontaría el pago de las pensiones correspondientes, si el dinero con el que se contaba hasta ahora procedía en su totalidad de la caja única de una Seguridad Social, cuyos gastos habrían de asumir, igual que los de la Educación y la Sanidad, solos, desde un primer momento.
Arriar señeras, al grito de libertad y alentar a las masas a salir a las calles e incumplir las leyes que al menos hasta el momento, son para todos, está bien y hasta imprime de cierta pátina revolucionaria y progresista el Proces, pero es enorme el peso de las muchísimas preguntas que quedan, desafortunadamente, sin respuesta.
Aquí, ya no se trataría de hacer Patria a base símbolos, idiomas o legítimas reclamaciones de derechos decisorios que a todos nos corresponderían igualitariamente. Se trata, de poder vivir. Y aunque ya saben que reiteradamente hemos apostado por la celebración legal de un Referendum en Cataluña, esta Generalitat actual, con sus luces, sus sombras y sus ansias de inmediata independencia, cueste lo que cueste, no parece ofrecer las garantías necesarias que la gente necesitará, en cuanto pase la euforia incontrolable de este momento.
Causa enorme pesar que se pueda jugar impunemente con los sentimientos de las personas y en esta guerra, éso exactamente, es lo que unos y otros vienen haciendo.



lunes, 4 de septiembre de 2017

Este inexplicable silencio


A sólo un mes de la celebración programada por la Generalitat para el Referéndum catalán, el Presidente Mariano Rajoy mantiene un silencio  desesperanzador sobre el tema, que crispa las conciencias de los ciudadanos provocando en ellos una sensación de estar siendo gobernados por un perfecto inútil, incapaz de afrontar cualquier problema que lo aparte de la senda marcada para nosotros por Europa, a la que poco o nada preocupa lo que ocurra en una parte de la península.
A día de hoy, no sabemos qué clase de medidas se tomarán, de continuar el desafío independentista, al que Rajoy suele referirse sólo de pasada y siempre apelando a unas leyes, que naturalmente, pueden dejar de cumplirse y por supuesto, sin aclarar hasta dónde está dispuesto a llegar si esto finalmente se produjera, ni si se  atreverá o no a retirar la Autonomía a los catalanes, lo que  seguramente provocaría una oleada   a favor de la causa que defienden quiénes se verían obligados a pasar a una clandestinidad, nada deseada en cualquier estado democrático que se precie.
Muchas ideas se le han ofrecido con buena voluntad al Presidente, desde otras Formaciones políticas, en relación con este asunto y todas han sido inmediatamente rechazadas en pos de ese patrioterismo barato que suele exhibir el PP y que no es más que una clase de nacionalismo españolista semi encubierto, siendo la única verdad, que desde el principio el problema catalán le ha venido demasiado grande a Rajoy, quizá por encontrarse demasiado ocupado  con intentar salir airoso de las gravísimas sospechas de corrupción que le persiguen de manera permanente y también, porque mal asesorado, no ha hecho otra cosa que minimizar una idea profundamente arraigada en Cataluña, que ha terminado, gracias a la mala gestión del Gobierno, por rebasar con creces todas las previsiones que se tenían sobre ella, hace solo unos cuantos años.
La incógnita de lo que hará Rajoy, si como todo parece indicar se acaba celebrando un Referendum, legal o no, pero sumamente indicativo de lo que se cuece en el corazón de Cataluña, pesa como una losa, no sólo entre la gente de a pie, sino muy especialmente entre los Partidos que conforman el arco parlamentario y que no saben muy bien a qué carta quedarse, pues es imposible luchar contra lo que no se conoce, aunque se intuya una catástrofe de dimensiones imprevisibles.
Y no basta con criticar cada cosa que ocurre, ni gritar a los cuatro vientos que la Generalitat está siendo secuestrada por radicales extremistas, pues aunque fuera cierto, continuaríamos enfrentándonos a un problema que exigiría igualmente una solución, que a ser posible devolviera la tranquilidad, no sólo a los ciudadanos españoles, sino muy especialmente a los catalanes, que se encuentran directamente en una disyuntiva muy difícil de resolver, pues seguramente se estarán planteando en qué lado de la balanza se encontrará, después del primero de Octubre, la legalidad para ellos y a quiénes obedecer, si se establece una lucha abierta de poderes, entre estos dos bandos irreconciliables.
Creo, sinceramente, que todos merecemos algo mucho mejor, o al menos, que se nos informe debidamente de la hoja de ruta que se ha pensado en recorrer, pues el barco está a punto de zarpar sin que conozcamos, ni siquiera su punto de destino.
Como saben, siempre estuvimos a favor de la celebración de un Referendum legal en Cataluña, que esclarezca las posturas de una vez para siempre y que potencie, al menos, un diálogo continuado entre poderes que a día de hoy no sólo resulta ser inexistente, sino que nos ha llevado a una situación de alerta continua, que no preludia buenos tiempos, ni para unos, ni para los otros.
La grandeza de la Democracia, que está en dejar expresarse libremente a los pueblos, se ha convertido en una pantomima carente de sentido, en un pulso entre dos clases de nacionalismos exacerbados incapaces de ceder un ápice en sus posiciones de fuerza y en una muestra inapelable de ineptitud, por parte de un Gobierno que no merece continuar ejerciendo, a la vista de su incapacidad para solucionar nada de lo que sucede a su alrededor, sino es por medio de la fuerza.
A Rajoy, se le está acabando el tiempo y ese tic tac que mencionara Pablo Iglesias hace unos meses, se ha convertido en el único sonido perceptible cercano a él. Duele y mucho, este inexplicable y largo silencio.