Por mucho que le pese al PP, al PSOE y a todo aquél grupo,
formación o persona que desde que se
conocieron los resultados de las Elecciones Europeas, se haya dedicado a lanzar
ataques indiscriminados sobre el Partido de Pablo iglesias, una encuesta del CIS
viene hoy a confirmar que la mayoría de los españoles piensan que fue
precisamente Podemos la que hizo mejor campaña electoral, a diferencia del PP,
que ocupa el último lugar en esta lista, en la que casi todos salen bastante
mal parados.
La Sociedad, que por cierto goza de un nivel de inteligencia
muy superior al que le suponen la mayoría de los políticos, ha sabido entender
un mensaje expresado con claridad meridiana que lejos de ser populista, ha
supuesto más bien un reflejo exacto y detallado de los problemas que la vienen
aquejando desde el comienzo de la crisis y ha visto en el joven Pablo Iglesias,
al único político interesado por resolver verdaderamente y de manera
independiente, todos los conflictos que han generado, con su mal hacer, los
integrantes de las dos últimas plantillas de Gobierno.
No es pues de extrañar
que la brillantez de sus argumentos y la asombrosa entrada en escena que ha
protagonizado Podemos en el cerrado mundillo de la política, en tan solo unos
meses desde su creación, haya provocado un maremoto entre los líderes de los
Partidos mayoritarios, que han empezado a ver que una amenaza seria de
incalculables dimensiones, tal vez podría hacer peligrar y mucho, la estabilidad
del sinfín de privilegios que habían venido disfrutando, con su alternancia en
el poder.
Ha cundido el pánico, es innegable y así lo demuestra la
reiterada práctica de ataque que ha emprendido la derecha contra Podemos,
prácticamente desde la misma noche electoral y sin auténticas razones que
justifiquen su exagerada beligerancia contra un grupo recién nacido para la
política.
Se han entregado con auténtica saña a una descalificación
personal contra quién la lidera, que sobrepasa todos los límites de la ética
establecidos en el juego democrático y dice mucho de la catadura moral de los
que han hecho del insulto y la mentira, la única arma con que combatir el legítimo derecho de Podemos, a optar a
puestos de responsabilidad en las tareas de gobierno.
De nada ha servido tergiversar cada frase que Pablo Iglesias
ha pronunciado, ni acusarle por activa y pasiva de ser chavista o pro etarra.
Afortunadamente, hace tiempo que el pueblo español ha
aprendido a interpretar los mensajes, e incluso se ha visto obligado a leer
entre líneas, cada vez que se dirige a los ciudadanos, un político.
Nada importa pues, la interpretación que de las
intervenciones del líder de Podemos hayan podido hacer los periodistas adeptos
a según qué tendencias, ni la reiteración en manidos argumentos que hayan
podido tener los barones del PP, cada vez que les ponen una cámara delante.
Tampoco tiene ninguna relevancia la estética de Iglesias, ni
dónde se compra la ropa, ni si lleva o no el pelo largo o no se pone chaqueta
para acudir al Parlamento europeo.
Tales nimiedades quedan absolutamente sepultadas bajo la
enorme razón que asiste a sus argumentos, que no son otros que un relato
fehaciente y detallado de las miserias que le han sido impuestas por la fuerza
a los ciudadanos españoles y que se han
tenido que sufrir con una desprotección total, abandonados como estamos por la
propia justicia, que en general, suele someterse a la voluntad de quienes
ostentan el poder, o al menos, esa es la percepción que tenemos.
El flechazo entre pueblo y Podemos, no es fruto de un
embaucamiento general, ni la sociedad ha sido, pues, abducida por un encantador
de masas que utiliza el populismo para obtener los frutos del poder que tanto
apetecen a todos.
El millón y medio de votantes que hemos introducido en las
urnas un voto para Iglesias y los suyos, lo hemos hecho de manera plenamente
consciente y porque nos sentíamos plenamente identificados con cada una de las
situaciones descritas en su discurso y sabíamos, además, la urgente necesidad de hacer algo para
cambiar nuestro presente y el futuro de nuestros hijos.
Claro que esta explosión de solidaridad ciudadana, este apoyo
de los unos a los otros y el ascenso inesperado de Podemos en unas elecciones
que siempre habían parecido no tener ninguna importancia para nosotros, ha
puesto en evidencia la ineficacia para convencer que tienen en este momento los
integrantes del bipartidismo y ha dejado muy claro que en el juego democrático,
si nosotros queremos, nada resulta imposible.
Evidentemente, era otra cosa bien distinta lo que el PP, en
este caso, pretendía de nosotros y este triunfo popular, sincero y abierto, ha
dado al traste con su intención de someternos y de hacer de nosotros sumisos
ciudadanos grises incapaces de expresarse con libertad, atenazados por el
miedo.
Ya ven que han fracasado estrepitosamente y mucho más que
fracasarán, si continúan por el camino del ataque y la difamación que han
emprendido, conscientes como son, de que ya no gozan de la confianza que
suponía permanecer eternamente en lo más alto del Podio, como ganadores
electos.
La brisa fresca que se ha colado por la ventana ha empezado a
matar el olor de podredumbre que reinaba en el panorama político español. Y el
mañana depende de nosotros, como muy bien sabemos.