Le vino muy bien al PSOE, tras perder estrepitosamente las
elecciones generales de 2011 frente a Mariano Rajoy, elegir a Pedro Sánchez
como Secretario General, porque representaba una especie de savia fresca y
desconocida que por momentos hacía olvidar las estrechas vinculaciones de
ciertos líderes de la vieja guardia con los ERE de Andalucía y otros cuantos
casos de flagrante corrupción y también porque daba tiempo, fundamentalmente a
Susana Díaz, para curtirse en el cargo de la Presidencia autonómica, mientras
preparaba minuciosamente su asalto al poder.
Como otras veces, puede que se pensara que Sánchez sería una
marioneta al servicio de los mandatos llegados desde un Comité Federal en el
que permanecen muchos nombres vinculados a la etapa de Zapatero y que de tener
que tomar decisiones, acataría fielmente las sugerencias de los auténticos
prebostes socialistas, apartándose, cuando se considerase oportuno, para que la sevillana ocupara su puesto.
Pero he aquí que el recién llegado salió díscolo y enseguida
empezó a jugar con términos que cogieron a sus falaces promotores ciertamente
desprevenidos, teniendo la suerte de que Rajoy, empeñado en continuar practicando sin
tregua su imposible política de recortes, no hacía otra cosa que ofrecer oportunidades
a su más directo opositor, para ir creciendo a los ojos de los electores que se
mantenían fieles al PSOE y a los que prometía reiterativamente, un cambio
radical en la manera de ejercer el poder.
Tampoco se contaba entonces con el ascenso imparable de
Podemos ni con la irrupción de un Partido como el de Albert Rivera, reclamando
un espacio en el centro a la manera de UCD, por lo que lo que fue en principio,
una jugada ciertamente malévola, fue convirtiéndose en una carrera desaforada,
a tres, hasta que llegaron las elecciones generales de Diciembre.
Los resultados, por una parte, dieron la razón a Susana Díaz
y los suyos, al obtener la candidatura de Sánchez el peor resultado de la
historia de su Partido, pero por otro, le estaban ofreciendo la impagable oportunidad de poder
gobernar el País, aunque para ello tuviera y tenga que contar con apoyos que
los pesos pesados de la Formación, nunca hubieran deseado tener que suplicar.
De ese modo, hemos llegado exactamente hasta dónde nos
encontramos y aquellas disconformidades que siempre estuvieron presentes en la
hasta ahora corta carrera del líder del PSOE, han terminado por dispararse, colocando a cada uno
en el lugar que estuvo desde siempre, pero que se procuraba ocultar a la vista
de los ciudadanos, con la esperanza de que todo saliera, como se había
previsto.
No hay nada peor para la imagen de un Partido político, que
ver como se despedazan entre sí varias
facciones de su militancia, por obtener una parcela de poder, sobre todo si son
capaces incluso de traicionar a los que a la vista de todos llaman amigos y
poniendo, por encima del bien de la nación, intereses personales y partidistas
que no pueden tener otra intención que la de ambicionar un estatus más alto,
para los cabecillas de las refriegas.
En este caso, el retrato que está ofreciendo el PSOE a la
ciudadanía es una grotesca versión de una lucha encarnizada por un poder con el
que perpetuar unos esquemas que van
directamente alineados con los que hasta ahora vienen proponiendo los
conservadores y que curiosamente, se apartan peligrosamente de lo que se podría
entender como el pensamiento de la izquierda, a la que supuestamente y porque
lo dicen sus siglas, el PSOE tradicionalmente, pertenece.
La idea, que queda meridianamente clara para una ciudadanía
que, contra lo deben creer algunos, es en general, medianamente inteligente, no
es otra que la de retirar, a la mayor brevedad posible, a Pedro Sánchez de su
cargo, para colocar en el, a alguien mucho más condescendiente con el mensaje
tradicional del bipartidismo, aunque para ello haya que hacer concesiones al PP
de Rajoy o permitir la celebración de nuevos comicios, en los que con toda
probabilidad, por cierto, el PSOE bajaría en resultados, considerablemente.
Hablando claro, a la vieja guardia del PSOE y a algunos menos
viejos como la Presidenta andaluza, les aterroriza Podemos, probablemente
porque les recuerda con demasiada asiduidad, las propuestas reales que la
izquierda debiera llevar en su programa, pero que el PSOE abandonó, hace demasiado
tiempo y pactar con ellos, representaría, tener que soportar diariamente la
presión de ser avergonzados por un comportamiento que contraviene decididamente
la esencia de una ideología, que fue planteada en sus inicios, para ayudar en
lo posible a los más desfavorecidos y no para alinearse en un frente común con
los poderosos, como se viene haciendo.
Así que aunque lo lógico sería potenciar un pacto de
izquierdas para favorecer la gobernabilidad del país, desde un prisma distinto
al que ha supuesto la etapa de Rajoy en su cargo, resulta para los acomodados
barones socialistas mucho más práctico, desterrar al olvido un Secretario
General desobediente y permitir, probablemente con la abstención, que su más
cerval enemigo y Presidente de un partido carcomido por la corrupción, sea
investido de nuevo, aunque eso suponga otros cuatro años de extremo dolor, para
los ciudadanos españoles.
Atado de pies y manos, a Pedro Sánchez, que ya ha tenido que
ceder en la fecha de la celebración del Congreso, no le va a quedar otro
remedio que agachar la cabeza y marcharse, sin haber tenido siquiera la
oportunidad de demostrar a los españoles, si valía o no, para ejercer labores
de gobierno.
La cara más sucia de la política pasa como una película ante
nuestros ojos estos días y Susana Díaz y los suyos, son, sin haber sido
candidatos a la Presidencia, sus verdaderos protagonistas.
La vileza de sus acciones, puede dar una idea de lo que
podrían llegar a ser, si alcanzaran el poder algún día.