Termina esta extraña semana de desinformación informada, sin que sepamos realmente a qué atenernos, en lo que respecta a nuestra economía.
Baja el euribor, sube la prima de riesgo…Europa prorroga el tiempo de nuestra deuda… estamos al borde del rescate, y mil noticias más escritas en las páginas de los periódicos de manera desordenada, que no hacen más que agravar la tensa incertidumbre en que estamos sumidos, sin que nadie plante de una vez cara a la realidad y nos diga qué puede ocurrir, al menos en un futuro próximo.
Los tecnócratas que forman el gobierno conservador van de acá para allá con un nerviosismo, que hasta ha conseguido borrar de sus caras la sonrisa de prepotencia que les había caracterizado hasta ahora y dan la terrible impresión de no saber muy bien qué hacer con lo que tienen entre manos, una vez convencidos de que no habrá piedad para ellos y que Alemania no está por la labor de ser abogado de causas perdidas como la nuestra y mucho menos si ello conlleva desentrañar tramas como la de Bankia, que a todos nos tiene tan intrigados.
En esta tesitura y físicamente mermados por la llegada de un calor bochornosos que nubla los cielos y las conciencias, no nos queda otra que fijar la atención en lo más cercano y referirnos, por ejemplo, a la larga Huelga que protagonizan los Universitarios, por una vez apoyados masivamente por sus profesores y por los mismos rectores que plantaron a Wert el otro día, dándole en las narices con su subida de tasas y sus afanes reformistas que hacen retroceder la calidad de la enseñanza a los tiempos de nuestros abuelos.
Esto es bueno, porque nuestros estudiantes andaban sumidos en una vorágine conformista y la política había dejado de interesarles, teniendo como tenían sus necesidades cubiertas, en aquellos tiempos no tan lejanos, de bonanza económica y fiestas primaverales multitudinarias en las que afianzar sus ganas periódicas de reunirse para beber en algún lugar céntrico de las ciudades.
La vida y los dos últimos gobiernos se han encargado de hacerlos caer de bruces en una realidad muy distinta y parecen haber recuperado el perdido espíritu de lucha que siempre caracterizó a este colectivo, pionero en establecer avanzadillas para conseguir logros sociales.
Da gloria verlos gritar en las calles y comprobar que están perfectamente informados de lo que sucede en el país, en la medida en que nos dejan estarlo a todos, aunque han vuelto a la vanguardia de la protesta con un feroz deseo de ser protagonistas de su tiempo y con todo el derecho de serlo, como no podía ser de otra manera.
Oírlos proporciona la oportunidad de comprobar que no es tan bajo el nivel como quieren hacernos ver desde las alturas gubernamentales y que nuestros jóvenes están a la altura de los de cualquier otro país avanzado, sobre todo si se trata de defender un derecho adquirido para ellos por sus progenitores, en otras batallas de otro tiempo, que ahora no viene al caso referir.
Pero a la vez, su protesta es la señal que avisa de que la sociedad está despertando y que detrás vendrán también otros grupos de ciudadanos manifestando su tremenda indignación por lo que está sucediendo en sus vidas y señalando que los caminos que marcan los políticos no les convencen y que no están dispuestos a caminar por ellos. Es lo que siempre ha pasado en la historia y lo que acabará pasando aquí.
Así que si los populares pensaban que la mayoría absoluta conseguida suponía una tranquilidad para gobernar esta nación, sin saberlo estaban cayendo en el más grande de los errores. Y si aún creen que manteniendo al pueblo en una constante desinformación, será menos visible la magnitud de su fracaso, pronto podrán comprobar que en el mundo actual, la gente se acaba enterando de todo, por uno u otro medio a su alcance.
De momento, habrá que abundar en la exigencia de que se nos aclare lo de Bankia, a ser posible acompañando la explicación con una lista de los nombres de los implicados, para que todos sepamos hasta dónde llega esta oscura tela de araña.