martes, 31 de julio de 2012

Sin medallas y sin noticias


Sumidos hasta las orejas en el tema de las Olimpiadas, la falta de noticias fiables sobre la marcha del país, nos hace sucumbir a la modorra propia del verano, aunque haya que sestear con un ojo entreabierto, por si en algún momento salta la liebre y no estamos dónde debiéramos.

Tampoco es que los eventos deportivos nos estén trayendo alegrías, puede que contagiados por la desastrosa situación que atraviesa la sociedad en general, por lo que las aspiraciones triunfalistas del señor Rajoy y su gobierno, en este caso, se están viendo absolutamente truncadas por una falta de medallas que parece coincidir enteramente con la de la moneda.

Y es que la angustia va calando en la psicología popular sin distinguir entre oficios de quienes la padecen provocando una subida incontrolable del virus de la apatía, que suele ser consecuencia directa de la falta de trabajo que nos acompaña como una sombra en estos tiempos y que acaba por hacer que se pierda cualquier resquicio de ilusión, convirtiendo en un todo gris a la masa.

Sin noticias, sin medallas y sin dinero, se nos presenta un Agosto largo y tediosos, que al menos según los meteorólogos no será demasiado asfixiante, aunque nunca se saben las sorpresas que puede deparar la vida y menos en esta incertidumbre a que nos están acostumbrando, los que desde el error, siguen aún regentando los destinos del país.

Algunos llegamos extenuados a las vacaciones, además de más pobres e indignados y nos causa extrañeza esto de que vayan pasando los días sin oír hablar de la prima de riesgo y otras lindezas que se habían convertido en imprescindibles para nosotros, como si la madre tierra nos hubiera hecho el impagable favor de tragárselas para siempre y no fuéramos a volver a saber de ellas nunca más, pero no creo que la fantasía llegue a ser cierta.

Más bien presiento desde la holganza vespertina, una especie de maremoto acechante que llegará como una inesperada ventolera en los próximos días, justo cuando algunos estemos a punto de salir a la carretera para alejarnos merecidamente, de la rutina de la ciudad y de la crónica negra en que se ha convertido la historia contemporánea de España.

No se sabe muy bien qué es peor, si estar de lleno inmerso en la vertiente caudalosa de información negativa que suele acompañarnos últimamente, o tener la oportunidad de pararse a reflexionar, mientras se activan todos los mecanismos internos que dirigen los pensamientos, cuando la soledad nos invade y nos deja a la vez, tan indefensos ante nuestro propio destino.

Cada vez le resulta a uno más difícil encontrar cosas buenas de las que disfrutar en los pocos momentos de cierta tranquilidad que nos brinda el presente, al haber ido perdiendo confianza en que la rentabilidad anímica que de ellas saquemos, llegue a ser verdaderamente rentable para nuestra emotividad y no acaben por corromperse, como casi todas las cosas y seres que nos rodean, en esta película de terror que estamos rodando entre todos.

Fíjense que me llega la noticia de unas monjitas que dirigían una especie de Colegio Mayor para chicas, a seiscientos euros al mes por cabeza, y que servían en el comedor víveres provenientes de un banco de alimentos, ahorrándose así el montante de la manutención de sus pupilas. Para morirse, pues no eran sospechosas estas señoras de pertenecer a casta política alguna, ni de coquetear desde ningún Ayuntamiento con promotores de viviendas, sino que muy al contrario, se supone que dirigían un negocio para sobrevivir, aunque nadie duda que del modo en que se las componían, los beneficios obtenidos fueran mucho más altos, aunque su osadía quitara de la boca a los necesitados reales, el sustento necesario para subsistir.

Éstos también son escándalos denunciables, que suceden a pie de calle y que tienen que ver, a su modo, con la marcha que llevan las cosas en estos momentos.

Alguien debería empezar un diario en el que se anotaran todos estos sucesos y publicar después de un año, por ejemplo, todos los casos de corrupción expuestos en prensa, grandes o pequeños, con un listado completo de los nombres de sus protagonistas. Ese sería un buen entretenimiento para tardes de hastío como la que nos acompaña. A lo mejor me animo a hacerlo. Ya verán que el resultado puede ser ciertamente asombroso.





lunes, 30 de julio de 2012

La caída de Pepelandia


No hace tanto tiempo, cuando la euforia electoral del PP subía la libido de sus militantes y el sueño de apartar al maléfico Zapatero de la Moncloa parecía por fin, ser factible de convertirse en realidad, mientras se forjaba la leyenda de que Europa era un lugar asequible al que el radicalismo de las izquierdas no habían sabido llegar, todas las promesas hechas a los votantes españoles auguraban un futuro color de rosa, en cuanto el relevo del poder fuera un hecho y España fuera gobernada por los auténticos defensores de la Patria, que jamás permitirían injerencias que amenazaran la estabilidad nacional, volviendo a colocarnos en el cuadro de honor que se había perdido, por la mala gestión de la crisis.

Pepelandia estaría asentada sobre un estado de bienestar que potenciaría una inmediata bajada de los impuestos y los trabajadores volverían a recuperar con celeridad los trabajos que habían volado con la caída de la burbuja inmobiliaria, con lo cual se daría una reactivación del consumo y se abriría para nosotros una etapa de brillo y esplendor, como la que nos había hecho vivir el nunca bien ponderado Aznar y que tanto se había deteriorado a causa de la mala cabeza de unos dirigentes demasiado derrochadores e ignorantes en cuestiones de Estado, como había quedado probado en la legislatura que estaba a punto de vencer.

Todo eran sonrisas, parabienes y cercanía con las clases populares, para demostrar que al futuro Presidente no le dolían prendas en ir puerta a puerta por pueblos y ciudades, contando a los españoles los principales puntos del programa del cambio, e incluso haciendo gala de resolver los problemas personales de cada uno de los que quisieran oír las buenas palabras de los candidatos al Congreso, sin que quedara un solo rincón por recorrer en toda nuestra geografía y en cualquier lugar en que los residentes españoles representaran un buen fajo de votos.

Una vez alcanzados los objetivos previstos y obtenida la mayoría absoluta en el Parlamento, el panorama preciosista que se nos había pintado empezó a oscurecerse y las primeras insinuaciones a que la herencia recibida no se correspondía con lo esperado empezaron a hacerse patentes, en cada una de las intervenciones de todos los ministros y hasta del propio presidente, cuando todavía teníamos la suerte de merecer su presencia en los medios de comunicación, pues aún no había comenzado su etapa de silencio.

Pero el reloj corría y las maravillas juradas a pie de urna no solo no acababan de cobrar forma, sino que iban siendo sustituidas todas ellas, por un enorme abanico de tijeretazos devastadores, que por su dureza, dejaban caer bruscamente el velo suntuoso que cegó la inteligencia de los electores, mostrando que no parecía ser tan fácil crear el país de ilusión en el que habían creído, subyugados por el discurso de unos cuantos encantadores de serpientes.

La imagen del triunfo, la soberbia de haberlo conseguido y el reflejo de autosuficiencia que emanaban los miembros del gabinete Rajoy, se iban deteriorando al compás de las reformas impuestas y la vida en España se degradaba con celeridad, sin que ya fuera responsabilidad su deterioro, de ningún elemento radical que tuviera que ver ni de cerca, con la intervención de la izquierda.

Después de siete meses, nos ha quedado claro que Pepelandia nunca existió y que sus inventores eran meros ilusionistas que ocultaban bajo las mangas trucos muy diferentes a los que se esperaban en la sala repleta de nuestro teatro.

Los apoyos que se esperaban desde fuera nunca llegaron y la fuerza arrasadora que se iba a poner en el empeño de levantar el país que heredaron, se desinfló pinchada por su propio modo de actuar, a espaldas del patio de butacas.

El mago llevó a cabo el truco final de su propia desaparición y no se le ha vuelto a ver desde entonces, sin que los parabienes que prometía en su atractivo cartel hayan sido percibidos por ninguno de los espectadores que contemplaban su bochornoso espectáculo.

Era cierto, eso sí, que nos aguardaban cambios inimaginables, pero no en el sentido que se anunciaban en la publicidad emitida para obligarnos a comprar las entradas que nos permitirían ver su actuación, cuando aún no había llegado el esperado día del estreno.

Y ahora somos, una grada absolutamente indignada por la estafa que ha protagonizado el ilusionista, que patalea rabiosamente en cada nueva actuación que se nos ofrece, traumatizada por el descaro del engaño.

La trama bien orquestada que nos llevó hasta donde estamos, nos ha servido desde luego de experiencia, para no volver a caer en el error de confiar en sus promotores y para estar pidiendo desde nuestros asientos, que se retire del cartel el entretenimiento que está acabando con nuestra infinita paciencia.

Ya nadie sonríe en el escenario ni fuera de él y en el local, solo se espera que se cierre inopinadamente el telón y que los “artistas” no vuelvan a ser contratados jamás, en el escenario político de esta empresa, de la que todos somos dueños.













domingo, 29 de julio de 2012

¿Dónde se ha ido la crisis?


Como si la terrible crisis que sufrimos se hubiera tratado de un sueño y las preocupaciones diarias fueran a ser resueltas con prontitud, devolviendo la tranquilidad perdida a millones de españoles desesperados, los medios de comunicación retiran de sus portadas cualquier noticia que tenga que ver con la economía y la sustituye por alguna de las muchas imágenes que ofrecen los deportistas en Londres, porque han llegado las Olimpiadas.

No hay forma humana de entender cómo un país que hace sólo dos días se debatía en la agónica situación de tener que acudir a un rescate, puede cambiar tan de repente sus prioridades más absolutas y caer en la trampa envuelta en papel celofán que se le ofrece, aún sabiendo que la maquinaria del poder no se detendrá durante estos quince días de eventos deportivos, que nada nuevo aportarán al bienestar común, cuando la tramoya del espectáculo desaparezca y volvamos de bruces a la cruda realidad que vivimos y a la misma desesperanza.

Con cierta sensación de ser además engañados, nos vemos obligados a tener contacto con lo que acontece en los juegos querámoslo o no, sobrepasados por la sobredosis de información que desde allí nos llega, a pesar de que todos sabemos que el espíritu que movió en principio estas convocatorias deportivas ya no existe, porque ha quedado enterrado entre las jugosas compensaciones que recibirán los atletas, sólo por participar en tan destacado evento.

Los amateur se perdieron en la noche de los tiempos y ahora, los representantes de las naciones suelen ser super estrellas de categoría mundial que han hecho del deporte un muy lucrativo medio de vida y que han contaminado el olimpismo de un sabor a metal, que no procede precisamente de las simbólicas medallas que se les otorgan.

Al coincidir con el periodo vacacional, las Olimpiadas representan el momento perfecto para que los avispados políticos que nos gobiernan encuentren la oportunidad de urdir, sin presiones populares, cualquier manera de sacar adelante nuevas medidas, que una vez pasado el espejismo londinense, dejen estupefacta a una sociedad descuidada, que ha bajado la guardia obnubilada por los oropeles atléticos ofrecidos a todas horas por las obedientes televisiones estatales y que podría tardar en volver a reaccionar, situada ahora en sus respectivos lugares de veraneo.

Y sin embargo, han pasado cosas, aunque hayan quedado relegadas a las páginas interiores de los periódicos, como por ejemplo, que desde Alemania se diga que no se va a comprar deuda española o que desde Francia se haya llegado a sugerir que nuestro país está perdido sin remisión y que será necesario el rescate.

Pero por desgracia, los pueblos adolecen de una inusitada inocencia y son fáciles de engatusar con atrayentes reclamos que desvíen su mirada de aquellos lugares en que precisamente en esos momentos debiera estar, sobre todo si no interesa a los poderosos tener incómodos observadores que puedan perturbar su maliciosa manera de actuar, siempre a espaldas de la sociedad y jugando abusivamente con el elemento sorpresa.

Resulta muy útil tener entretenido al personal con majestuosas ceremonias inaugurales, de un boato y suntuosidad casi pecaminosos en los tiempos que corren, mientras que, por ejemplo en nuestro caso, siguen aumentando escandalosamente las cifras del paro, como consecuencia de una Reforma Laboral inaceptable para las clases trabajadoras, pero que parece ser la estrella del proyecto Rajoy, junto con sus escandalosos recortes que asfixian a la población, llevándola al límite de sus fuerzas.

Si es verdad, que de vez en cuando se necesita un respiro que dulcifique de alguna manera la amargura que nos acompaña permanentemente y que también es necesario mantener viva la ilusión, dedicando un poco de nuestro tiempo al ocio y al divertimento, pero lo grave de estos casos es que somos conscientes de que detrás de las iluminadas pantallas que nos ofrecen esos minutos de amenidad, se esconden futuras acciones que probablemente empeoren la triste rutina que ya nos acompaña, desde que comenzara a extenderse entre nosotros, la nebulosa de esta crisis.

Procuraremos pues, mantenernos alerta ante posibles manipulaciones, de esas que tánto gustan a nuestro actual gobierno, e ir digiriendo las Olimpiadas sin perder de vista los mercados de valores, ni los comentarios sobrevenidos entre bambalinas, de parte de los que tienen en sus manos nuestro futuro, cuando termine la bonita película que estos días se proyecta desde la Gran Bretaña.

No sea que mientras que se celebran los juegos, se esté tramitando el doloroso rescate que tanto tememos y cuando se nos diga, nos pillen hablando de las medallas conseguidas o no, en vez de sobre las acciones que habría que organizar, para mover del asiento a este gobierno tan nefasto.



jueves, 26 de julio de 2012

Elementos no deseables


Al fin comparece Rodrigo Rato, ante la Comisión para asuntos económicos del Congreso, revestido con una visible coraza de rabia y soberbia, pero sin dar una sola prueba de autocrítica en lo que fue su gestión de Bankia, a pesar de que su manera de dirigir la entidad, ha obligado al país a embarcarse en una deuda multimillonaria, que ahora recae directamente sobre las espaldas de los sufridos ciudadanos.

Le vemos francamente indignado, con evidentes signos de rencor, iniciar una sucesión de acusaciones directas contra una serie de personas, a las que trata de hacer responsables del estrepitoso derrumbe de la que fuera Caja de Madrid, argumentando haber sido víctima de su propia obediencia ciega, a cuantos consejos se le dieron, en tres momentos distintos y por tres personas diversas.

Arremete primero contra Fernández Ordoñez, pudiendo deducirse de sus palabras que prácticamente le obligó a la fusión que luego sería su fracaso, en pos de una supuesta solidez económica que después se ha demostrado absolutamente inexistente, para continuar afirmando que el gobierno de Rodríguez Zapatero le presionó de manera reiterada para que Bankia entrara en bolsa y que vistos los resultados obtenidos, finalmente fue empujado de manera indigna por el gobierno de Rajoy, hasta tener que abandonar un puesto que, siempre según su criterio, había llevado muy dignamente, a pesar de haber obedecido a rajatabla, cuántas exigencias les fueron impuestas por sus propios correligionarios.

Conociendo la trayectoria de Rato, que se convirtió en un personaje mediático tras ser durante muchos años Ministro de Economía, en el gabinete de José María Aznar, no hay que ser un lince para empezar a dudar de la veracidad de los argumentos aducidos, aunque sólo sea por la personalidad que se le atribuye en los medios políticos, y que no le colocan precisamente, en una postura de docilidad que facilite su manipulación personal por parte de individuos o entidades, sobre todo si proceden de corrientes tan diversas.

No se `puede imaginar a Rato cumpliendo sin rechistar las sugerencias de nadie procedente del principal partido de la oposición, con el que ya mantuvo en su etapa política discrepancias de cierta resonancia, y mucho menos si los consejos llegaban por línea directa desde una Moncloa, entonces tan ansiada por los sueños de grandeza del Partido Popular y en plena hostigamiento a un Presidente demasiado agobiado por las dificultades que le regalaba la crisis y cuyo final se sabía a ciencia cierta cercano, en todos los ámbitos de la Nación.

En el mismo sentido, creer ciegamente en las promesas de un Fernández Ordoñez, al que su partido había sometido a una operación de acoso y derribo, como después se demostró cuando tuvo que abandonar su cargo, tampoco cuadra como justificación cuando se sabe que las simpatías ideológicas de Rato están desde siempre, mucho más cerca de los atacantes que del agredido, aunque los consejos que éste se atreviera a ofrecer, hubieran sido de una fiabilidad indudable.

Además, olvida Rato que la dirección de Bankia se encontraba entonces bajo su mandato y que ninguna Ley le obligaba a una obediencia servil a los mandatos sobrevenidos, fuera cual fuera su procedencia, y que por tanto, en última instancia, la responsabilidad de haber aceptado la fusión y haber introducido a Bankia en Bolsa, sin llevar a cabo antes un exhaustivo estudio de los mercados y haber previsto las más que probables consecuencias, era exclusivamente suya, sin que valgan las excusas expuestas, para suavizar su culpabilidad.

Probablemente es cierto que se puso a las órdenes del Gobierno Rajoy, aplicando cuantas medidas le fueron sugeridas desde Moncloa, esperando que su sumisión le dejara al menos, la posibilidad de salir airoso del profundo agujero creado durante sus años de dirección, pero, lo hemos dicho muchas veces, en política no hay amigos y quien lo piense, tendrá con toda probabilidad la oportunidad de comprobarlo, en cuanto su gestión pueda poner en entredicho a la formación a la que pertenece, sobre todo si la envergadura del error es, como en este caso, de máxima gravedad.

A los que esperaban un acto de contrición por parte del ex ministro, puede que les haya extrañado su altivez y la falta de ética demostrada, al no dolerse siquiera de haber colocado al País en las condiciones que se encuentra, pero a la inmensa mayoría de los ciudadanos, ni siquiera sorprenden ya este tipo de reacciones cuando vienen de parte de alguien relacionado con el mundo de la política y ahora lo que esperan, es que el peso de la Ley caiga con contundencia sobre los verdaderos culpables de la situación que atravesamos, llámese Rodrigo Rato, o señor X.

En otro orden de cosas, el dimitido Juez Dívar se atreve a reclamar una indemnización de 208.000 euros, como si la procedencia de su despido albergara cualquier viso de duda y sus millonarios viajes a Marbella hubieran sido un espejismo que ha imaginado el empobrecido pueblo español, que no termina de creer la osadía de que hace gala este individuo, de cuya moralidad ya puede esperarse cualquier cosa.

Quizá debiera pararse a pensar que su dimisión no se ha visto forzada por el núcleo progresista de sus compañeros, sino por la irresponsabilidad de sus propios actos, que lejos de demostrar la honradez que debiera caracterizar a un alto representante del Poder Judicial, no hacen más que dilapidar la ya maltrecha imagen de esta institución, con episodios de dudoso gusto, a cargo de las arcas de un Estado, a punto de ser rescatado por su insolvencia.

Estos elementos no deseables son los que, para bien de todos, deberían desaparecer del panorama público español, si se quiere recuperar una cierta fiabilidad que nos permita volver a encauzar el triste panorama que nos aflige, sustentando el futuro en hombres y mujeres incorruptibles, capaces de devolver la ilusión a una sociedad más que cansada de tener que asistir a los deleznables espectáculos que a diario dejan en entredicho la honradez de los que aquí vivimos.

La vileza de sus acciones y el descaro con que son capaces de presentarse ante los ciudadanos tratando de defender lo indefendible, no hacen otra cosa más que causar vergüenza y repulsión a los que aún conservamos un mínimo de decencia, para llevar la cabeza alta y asegurar que todavía no nos hemos vendido por nada, ni a nadie.







miércoles, 25 de julio de 2012

El precio del saber


Siguiendo punto por punto todas las premisas de su ideología capitalista, el gobierno de Mariano Rajoy establece durísimos recortes en la enseñanza pública, mientras premia con jugosas subvenciones a la privada, en España regentada casi por entero por la Iglesia Católica, como de todos es sabido.

Cuando las aulas vuelvan a abrirse en Septiembre, los docentes que ganaron su oposición en concurso estatal, se encontrarán con que muchos de los programas que estaban llevando a la práctica con excelentes resultados, como los intercambios bilingües, han desaparecido por arte de magia de los presupuestos y habrán de adaptarse a nuevos horarios más largos y sin contar con el apoyo de los interinos, que son despedidos de forma masiva aludiendo a la escasez de medios, aunque parece que de alguna forma se pueden encontrar para premiar la “excelencia”• de los Centros concertados, a los que antes hacíamos alusión.

Por mucho que se niegue, lo que en el fondo se pretende es una privatización paulatina de la Enseñanza, intentando denigrar los niveles que se consiguen en los colegios e institutos costeados hasta ahora por el Estado, a base de hacinar a los alumnos en las clases, bajando a la vez el número de profesores y anulando cualquier vía de progreso que ayude a mejorar sus conocimientos, abriendo así una brecha considerable entre las comodidades que ofrezcan las instituciones pagadas directamente por los progenitores y las que, a partir de ahora, se sigan sufragando con el dinero de los contribuyentes y que, probablemente, acabarán por convertirse en marginales, experimentando un enorme descenso de solicitudes, sobre todo de familias de clase media.

Pero ¿qué posibilidad otorgaría este nuevo sistema de enseñanza a los hijos de los nuevos trabajadores, que en el panorama laboral que se avecina, contarán con ingresos mensuales que rondarán los mil euros?

Con toda probabilidad, ninguna, lo que les colocaría en una tesitura parecida a la que se daba en la España de los años cuarenta, cuando el acceso a la Universidad de alguien que no proviniera de una familia acomodada, era prácticamente una utopía y el saber estaba destinado exclusivamente, a unos pocos afortunados directamente emparentados con sagas de rancio abolengo y que no permitían el intrusismo de la “plebe”, en asuntos reservados exclusivamente a una capa social que se negaba al mestizaje intelectual de sus hijos con los nacidos directamente del pueblo.

A esto habría que añadir, la enorme manipulación ideológica que sufrirían los que tuvieran la suerte de poder costearse una educación impartida en uno de estos centros del futuro, capitaneados como están, por individuos directamente al servicio de una religión ciertamente cercana a los valores de la derecha, y que de algún modo, intentarían hacer de los estudiantes salidos de sus manos, futuros seguidores del pensamiento predominante en sus escuelas, perfectamente adoctrinados por sus mentores y sin posibilidad alguna de oposición.

La hecatombe que se produciría entre los hijos de los más humildes no se haría esperar y volvería a separar a las clases sociales, como antaño, sumiendo a las capas más bajas de la sociedad en un nuevo analfabetismo, muy conveniente para los que desde el poder, ya sueñan con volver a manipular a los trabajadores en su beneficio, a través del camino de la ignorancia.

En modo alguno debe la sociedad española consentir que le sea arrebatado de manera tan burda su bien ganado derecho a una educación igualitaria, ni consentir que el futuro de las nuevas generaciones degenere hacia la imposibilidad de que el Estado sufrague los gastos que genere su formación, favoreciendo un sistema discriminatorio que tire por la borda el esfuerzo de todos los que las precedimos.

El apoyo a la lucha de los docentes de las escuelas públicas debe ser incondicional, e incluso debe ir mucho más allá de las reivindicaciones que afectan a este colectivo, porque la universalidad de la enseñanza es un problema que incide profundamente en todos y cada uno de nosotros.

Se debe reclamar con urgencia, que inmediatamente sean retiradas las subvenciones destinadas a los centros concertados (2.500E por alumno y 3.000 en la Comunidad de Madrid), si como se trata de convencernos, faltan recursos para llevar adelante la educación pública y que esos fondos sean invertidos en su totalidad en los centros que favorezcan a la mayoría de la población joven del país, para conseguir que los conocimientos estén al alcance de todos, sin discriminaciones económicas o ideológicas, como establece claramente nuestra Constitución.

La denuncia de este desvío de fondos encubierto hacia entidades privadas, debe ser inmediatamente aclarado por parte del Ministro, o de quién tuviere responsabilidad directa en la materia, ya que en cierta medida, podría considerarse como estafa, emplear los caudales públicos en organismos privados, mientras se establecen recortes abusivos en los estatales, como privar de la paga de navidad a los funcionarios, o prescindir de determinadas actividades, imprescindibles en el mundo moderno para un buen desarrollo personal.

El paso atrás que supondría volver a los niveles educativos de los años cuarenta para el grueso de una población que no podría aspirar, probablemente, más que a costearse unos sencillos estudios primarios, retrasaría el desarrollo de la Nación, volviendo a colocarnos en materia educativa, a la cola de los países del mundo moderno, demostrando que a partir de ahora, en España, el saber tiene un precio y no precisamente barato.











martes, 24 de julio de 2012

Preguntas que piden respuestas


Mariano Rajoy debe ser el único español que no admite el estrepitoso fracaso de su política económica.
Obstinado en seguir defendiendo la viabilidad de los recortes como única salida a la crisis, parece vivir en una burbuja insonorizada dónde no llegan los ecos de lo que está ocurriendo en los mercados y se mantiene en una posición insostenible que nos acerca al temido rescate, inevitablemente.

Los fantasmas de Grecia, Irlanda y Portugal, pululan sobre nuestras cabezas recordándonos que estos tres países ya vivieron la situación que ahora nosotros padecemos, y que tampoco ellos tuvieron la suerte de salir airosos del trance, al ser sus gobiernos de la misma opinión que este que nos ha tocado sufrir y que no es capaz de reaccionar dando un giro de ciento ochenta grados a lo que hasta ahora se ha hecho, para apostar por el desarrollo y que se desvíe diametralmente de las exigencias europeas, para pensar profundamente sobre las auténticas necesidades españolas.

La torpeza de los asesores con que cuenta Rajoy está colmando la paciencia del pueblo, que no comprende cómo se puede caer tantas veces en los mismos errores, sin haber ya intentado al menos, reconducir la situación hacia otros horizontes que en lugar de facilitar el despido de los trabajadores, poniendo así trabas insuperables al consumo, invirtiera en la creación inmediata de empleo, gustase o no, a sus socios capitalistas de Europa.

Por otro lado, no se entera el Presidente que nadie puede ya confiar en la banca española, que se ha encargado de perder ella solita toda su credibilidad, al estar mayoritariamente regentada por directivos incompetentes con desmedidas ansias de riqueza, que para lograr sus objetivos personales no han dudado incluso en estafar a sus propios clientes, ofreciéndoles productos que les han llevado a la ruina, como las acciones preferentes, pongo por caso.

¿Qué clase de fiabilidad pueden generar ya personajes como Rodrigo Rato, que ha sido artífice de la mayor debacle sufrida por una entidad financiera en la historia de España, y ha hecho, junto con otros muchos como él, que sea necesario acudir a un rescate, que ahora estamos pagando los ciudadanos y que pone al país en la tesitura de tener, finalmente, que hipotecarse sine die?

¿Qué resultados han dado todas y cada una de las medidas adoptadas por el PP, desde su llegada al poder, incluida la flagrante Reforma Laboral, que causa un retroceso de cincuenta años para los derechos de los asalariados y que arrastra al desempleo a miles de padres de familia y a la emigración a una multitud de españoles, que abandonan su territorio por no tener ninguna perspectiva de futuro?

¿Qué sórdida carta guarda el Presidente debajo de la manga, para tratar de convencernos una vez más, de que nuestra desgracia es nuestro bien, e ir aumentando los plazos para empezar una recuperación, cada vez que se pone en contacto con nosotros, siempre a través de terceros y nunca con la valentía necesaria para contar la verdad a su pueblo?

¿Qué piensa cuando la sociedad se echa a la calle pidiendo a gritos su dimisión, acusándole de haber cometido una estafa electoral, por incumplimiento total del programa que presentaba cuando se derretía por ocupar el sillón de la Moncloa, de pueblo en pueblo, y de casa en casa?

Debe ser espantoso contemplar a diario que todos tus movimientos no hacen otra cosa que empeorar la situación y no tener la lucidez suficiente para decir basta y sentarse a reflexionar sobre la manera de plantar cara a los usureros que te subyugan con sus exigencias, aunque sea abandonando la moneda causante de todas las penalidades, pero conservando la dignidad de hacerlo, en beneficio de la mayoría.

¿Cómo nos explicará Rajoy su fracaso, si finalmente tiene que acudir al rescate, después de haber justificado ante nosotros los recortes en sanidad y educación, la merma de sueldos de los funcionarios, la subida del IVA y el IRPF, el abandono a su suerte de las personas dependientes, la Reforma Laboral y tantos y tantos tijeretazos, que han llevado el nivel de vida de los españoles, a los años de la post guerra?

¿Nos dirá que se equivocó? ¿O habremos de empezar de nuevo a ser solidarios para pagar la deuda de un Estado en ruinas, a causa de la mala gestión de sus nefastos políticos, sin tener siquiera derecho, hasta dentro de tres años, a exigir su inmediata dimisión y la convocatoria de nuevas elecciones?

¿Será Rajoy en persona quién se digne a dirigirse a la Nación, o habremos de conformarnos con la información que quiera darnos el Ministro de turno, negando la gravedad de unos hechos que ya son imposibles de ocultar?

¿Habrá confirmado ya su asistencia a las Olimpiadas, para encontrarse fuera del territorio nacional cuando se produzca la petición de rescate, o por una vez, se encontrará el Presidente en el lugar que le corresponde y tendremos la “suerte” de poder contemplarlo a través de la televisión, ahora que su hegemonía ideológica domina en casi la totalidad de las cadenas?

No tardaremos mucho en saber la respuesta a todas y cada una de estas preguntas, pero dada la experiencia acumulada en los últimos tiempos, nada hace prever un cambio en la actitud de este oscuro Presidente, cuyos pensamientos nadie conoce, excepto él…y puede que su fiel Soraya Sainz de Santamaría.









lunes, 23 de julio de 2012

Hacer frente al rescate


No hay que ser adivino para hacer un pronóstico de futuro político, cuando vives en este país y te han creado la costumbre de que todo aquello que se niega reiterativamente como probable, acaba inevitablemente siendo un hecho.

Como si la sociedad española estuviera compuesta por una multitud de analfabetos, dispuestos a creer cuántas palabras salieran de las bocas de sus nefastos representantes y a seguir con adoración religiosa a sus líderes, por el mero hecho de haber sido refrendados ampliamente en las urnas, continuamente se trata desde las altas esferas de manipular escandalosamente su opinión, prescindiendo de cualquier norma moral que obligue al uso de la verdad en las acciones llevadas a cabo, en este caso, por quienes nos gobiernan.

Hemos oído en los últimos días negar a los Ministros del Partido Popular, por activa y por pasiva, la inminencia de un rescate económico, mientras la prima de riesgo supera de forma escandalosa todos los límites, acercándose con celeridad imparable a una zona de alerta máxima, que deja al Estado Español a un nivel parecido al que tienen ahora países como Grecia, Portugal o Irlanda, lo que hace prever que no pasará mucho tiempo hasta que finalmente seamos rescatados, seguramente por sorpresa y en un momento en que la población se encuentre, por ejemplo, en pleno tránsito vacacional, para que no pueda responder con contundencia, a esta nueva medida de incalculables consecuencias.

La táctica de la negativa, utilizada como medida de distracción de la opinión pública, no es más que una maniobra para conseguir un tiempo precioso, durante el que fraguar el modo de hacer parecer el rescate algo diferente, que no crispe aún más la indignación que ya llevan puesta los ciudadanos por motivos que todos sabemos, y que de acrecentarse, podría convertirse en una peligrosa bomba de relojería, cuya mecha hiciera estallar una protesta social que exigiera, directamente, la inmediata dimisión de un Parlamento, con el gobierno a la cabeza, cuya inutilidad ha quedado de manifiesto, con la desastrosa gestión de esta crisis, hasta traernos al punto catastrófico en el que nos encontramos en la actualidad.

Habremos pues de prestar atención máxima a cualquier movimiento que se inicie a partir de ahora, pues el próximo paso ya no se trata de las manidas guerras de acusaciones entre el PP y el PSOE, culpabilizándose mutuamente de la situación económica en la que estamos. El rescate, de producirse, es hipotecar al país, durante al menos dos generaciones completas, arrastrándolo a unos niveles de pobreza, comparables a los que se produjeron en la post guerra civil y que nos acarrearía un retraso a todos los niveles, imposible de superar con los medios que quedarían a nuestro alcance, después de tamaño cataclismo.

Todos los logros sociales y primero que nada, la Sanidad y la Educación públicas se irían definitivamente al garete, no pudiendo eludir cualquier exigencia que nos fuera impuesta de parte de nuestros “rescatadores”, que no se conformarían sólo con esto para saciar su infinita voracidad, sino que escudriñarían todos y cada uno de los rincones de nuestro suelo patrio, intentando sacar partido de todo lo que generara cualquier tipo de riqueza, sin compasión ninguna hacia las personas, que también podrían convertirse para ellos en una fuente segura de generar beneficios a través del trabajo, a base de aumentar los horarios, a cambio de sueldos de miseria.

La verdad es que a estos usureros de sigloXXI, nosotros les importamos un carajo. Su crisis está dando los apetecidos frutos previstos por ellos y no están dispuestos a renunciar a la posibilidad de hacerse con el mayor número de poder que puedan acumular en sus arcas, nunca suficientemente llenas para quienes tienen el sueño enfermizo de una colonización global, que ponga a la humanidad entera al servicio de su especulación, esclavizándola a través del miedo y la pobreza.

Sin embargo, a nosotros si que debe importarnos y mucho, entablar una batalla continua que haga frente a los delirios de grandeza de este grupo sin rostro que nos arrastra hasta el abismo.

Y aunque a menudo se tiene la errónea idea de que las Revoluciones siempre tienen que ver con estallidos violentos, lo cierto es que todas ellas están estrechamente ligadas a una transformación paulatina de una forma de pensamiento, que finalmente acaba por conseguir desviar el rumbo de la historia, cambiando sistemas políticos y derribando murallas que al principio, nos parecían inexpugnables.

Ahora más que nunca, una de esas revoluciones es absolutamente necesaria, si queremos seguir conservando al menos, la dignidad de ser libres. Y en vista de que este modelo económico no satisface los derechos de las mayorías, otorgándoles un nivel de vida que les permita tener cubiertas unas necesidades mínimas, resulta imprescindible volver la mirada hacia nuevas maneras de hacer política, desterrando para siempre la intervención de las entidades financieras en los asuntos de Estado, de igual modo que se desterró la intervención de las religiones en ellos, para bien de la humanidad.

La perseverancia es algo fundamental si se desea fervientemente este tipo de cambio y no es posible contemplar siquiera la posibilidad de una rendición, condicionados por el terror que entre nosotros tratan de introducir los artífices de esta nefasto sistema de gobierno, que coloca las cifras por encima de las sociedades, a los bancos por encima de los individuos y la especulación por encima de la decencia.

No podemos, aunque se anuncie el rescate, permanecer al margen de la situación por el mero hecho de no encontrarnos en nuestro habitual lugar de residencia, sino que debemos sumarnos masivamente a las protestas que se produzcan in situ, con la seguridad de que quienes nos acompañen son compañeros de viaje y sus necesidades las mismas que las nuestras, a pesar de ser hasta ahora desconocidos para nosotros.

El clamor que se produjo en las manifestaciones del pasado día 19, ha de ser y será superado con creces, por la presencia de una ciudadanía que ya no tiene casi nada que perder, pero que está dispuesta a hacer su propia revolución, en favor de las generaciones venideras y de su propio bienestar y provecho.

La historia presenta numerosos ejemplos de que con la unidad de los pueblos se pueden conseguir avances que por su envergadura, pudieran parecer utópicos e imposibles de lograr, al tratarse de batallas libradas contra gigantes, en principio, invencibles.

Y sin embargo, estamos donde estamos por el esfuerzo que muchos como nosotros hicieron antes, arriesgándose a pelear sin apenas medios ni recursos. No hacerlo nosotros ahora, sería un ultraje a su memoria y una traición que nunca podríamos explicar a los que nos sigan cronológicamente.





domingo, 22 de julio de 2012

Parir sin querer




La intención del Ministro Gallardón, de que las malformaciones genéticas dejen de ser una de las causas legales que permiten a las mujeres decidir el aborto, trae a la mente de las que ya tenemos unos años, el recuerdo de una lucha por la consecución de unos derechos, que parece no tener fin.

En esta cuestión, siempre olvidaron los que fueron y aún continúan siendo detractores de la libre interrupción del embarazo, que la decisión de acudir a una medida de esta categoría es absolutamente personal e intransferible y que a nadie se obliga a tumbarse en una mesa de operaciones, para que le practiquen un aborto no deseado.

La negativa de los conservadores a que se avance en esta cuestión no es precisamente nueva, aunque se nutra ahora de algunos argumentos diferentes a los que se utilizaban hace cincuenta años, cuando era suficiente con amedrentar a la población femenina desde los púlpitos, amenazándola con los fuegos del infierno.

Entonces, algunos tenemos recuerdo, era una práctica habitual deshacerse de los embarazos no deseados en las trastienda de los puestos del mercado, a manos de curanderas sin ningún tipo de conocimientos médicos, que la mayoría de las veces mutilaban para toda la vida a las mujeres que necesitaban de sus servicios y que, en muchos casos, pagaban con sus vidas la desesperación que las había llevado hasta allí.

Un poco más tarde, las niñas bien del país, casi todas provenientes de buenas familias, de esas que suelen nutrir las filas del Partido Popular, por ejemplo, pusieron de moda viajar a Londres, donde podían ser intervenidas lejos de la represora mirada de papá y volver al día siguiente a sus fiestas de sociedad, como si nada hubiera pasado, y hasta irse de ejercicios espirituales presumiendo de una virginidad, que habían perdido hacía demasiado tiempo.

La batalla iniciada por grupos de mujeres de toda suerte y condición, reclamando el derecho inalienable a llevar o no a término sus embarazos, acabó con el tiempo, acercando la posibilidad de poder hacerlo libremente, con asistencia profesional y sin los terribles costos que suponía tener que salir del país, absolutamente discriminatorios para una gran parte de nuestra sociedad, que sin embargo, deseaba una ley que regularizara unos hechos probados, que podían comprobarse fácilmente acudiendo a las estadísticas.

Habría que decir a Gallardón que parir sin querer no sólo resulta a largo plazo, ser absolutamente perjudicial para la mujer que se ve obligada a hacerlo por la desprotección de las leyes, sino que es infinitamente peor para el niño que nace en una circunstancia como ésta, sin previo deseo por parte de sus progenitores de haberlo concebido, o sin medios de ninguna clase para desarrollar una vida plena, o afectado de esas malformaciones genéticas que tanto defiende el señor Ministro, probablemente influido por el profundo catolicismo que parece acompañarle en todos sus actos y por la opinión de quienes se han encontrado en sus vidas, sin la posibilidad de decidir otra cosa, con uno de esos seres dependientes a los que dedicarse a tiempo completo, por cierto desde ahora, sin ningún tipo de prestación por parte del Estado, cosa que podrán agradecer a Rajoy y sus recortes, el tiempo que les quede al lado de quien tanto les necesita.

Está psicológicamente probado, que los niños no deseados suelen ser mayoritariamente maltratados por sus padres y que pueden llegar a sufrir traumas que les acompañen duran te toda la vida, víctimas de una rabia y un desamor, que probablemente les llevará alguna vez a la conclusión de que hubiera sido mejor no haber nacido.

Parir sin querer, es la más terrible vejación que una mujer puede recibir en su desarrollo personal, y si la imposición viene de parte de Estados que demonizan la práctica del aborto con la hipocresía de hacer una defensa a ultranza de una vida, que después pisotean en otros ámbitos sin ninguna vergüenza, se convierte además en un atentado contra la libertad de las mujeres y en una discriminación por sexo, ya que los hombres sí que pueden tomar la decisión de hacerse cargo o no, de los embarazos imprevistos.

Obligar además a hacerse cargo de la dependencia que generan los fetos con malformaciones genéticas a quienes no se encuentran dotados del espíritu de sacrificio suficiente que generaría el nacimientos de estos seres, más parece una idea traída a la actualidad desde el corazón de la Edad Media, o un castigo impuesto sin piedad sobre quienes no se consideraban preparados para un ejercicio como éste.

Otra cosa sería, si el Partido Popular, en el que milita Gallardón, estuviera dispuesto a hacerse cargo de todos los hijos no deseados que se trajeran a este mundo, contando por ejemplo con la ayuda de su querida Iglesia Católica, poniendo fin así a una polémica que agradaría por igual a ambas partes en este litigio.

Pero como este supuesto resulta del todo impensable, lo mejor sería seguir respetando la voluntad de las mujeres, para las que por cierto, decidir sobre la continuidad de un embarazo suele estar estrechamente relacionado con problemas de gravedad que las empujan a resolver, más por responsabilidad con el futuro de su hijo, que por iniciativa propia.

Como si no tuviera suficientes frentes abiertos en el ámbito ciudadano, el Partido Popular se empeña ahora en esta ridícula cruzada, que le grajea sin la menor duda, nuevos enemigos entre el núcleo femenino de la población, que no consentirá una pérdida de derechos, sin presentar pelea.

¿O se trata de una estrategia para desviar la atención mientras se tramita un rescate para todo el País, a espaldas de la sociedad, con nocturnidad y alevosía?



viernes, 20 de julio de 2012

El silencio de TVE



En una demostración flagrante de desprecio hacia la ciudadanía, la televisión pública española abre hoy su telediario de mediodía, sin hacer una sola referencia a las manifestaciones multitudinarias que recorrieron ayer el país, en contra de las políticas económicas del Partido Popular y en defensa de una oportunidad para recuperar el nivel de empleo que tanto se ha ido deteriorando desde su llegada al poder, con las medidas adoptadas a base de decretos.

Como si nada de esto hubiera pasado, la cabecera del informativo abre con la habitual subida de la prima de riesgo, pisotea el derecho a la información fidedigna de unos ciudadanos que aguardaban con ilusión la cobertura del estallido social que se produjo ayer en las calles, y opta por ocultar sin rubor el éxito multitudinario de la protesta, en un alarde inusitado de manipulación de los medios de comunicación por un poder, cada vez más cercano a la tiranía y más alejado de la Democracia.

Afortunadamente, muchos de los españoles que tuvimos la suerte de contemplar in situ la enorme explosión de indignación que se sacudió ayer todos los rincones del país, ya nos habíamos encargado de narrar la verdad, en forma de imágenes o simplemente con palabras, a través de esta ventana abierta al mundo que supone Internet, y que tanto ayuda en estos casos a poner encima del tapete la realidad de los hechos.

Pero es que esta vez, ni siquiera han tratado de ridiculizar las cifras de los asistentes, probablemente aplastados por su contundencia, sino que han hecho del silencio más bochornoso un aliado tras el que esconderse, para no responder claramente a las reclamaciones populares, mostrando así un absoluto desprecio por la voluntad de los que, con sus votos, los llevaron hasta el poder y más aún, por los que nunca les votamos ni les votaremos.

Evidentemente, no era grato tener que dar imágenes de cientos de miles de españoles reclamando la inmediata dimisión de Rajoy, ni tener que responder ante las acusaciones de poner a la banca por encima de los intereses del pueblo, pero lo sucedido, doy fe, no ha sido un espejismo, sino una experiencia vivida por todos los que creímos ayer que esa era la única manera de levantar nuestras voces, y que encontramos en nuestra sonada protesta, el único medio para ser escuchados por una casta política nefasta, capitaneada por un Partido Popular, que en sólo siete meses de poder, ha terminado sin consideración alguna, con lo que considerábamos un Estado demócrata y justo.

El silencio periodístico con que Televisión Española ha tratado la información de la protesta, viene a sumarse a la caza de brujas ya practicada por este organismo público, días atrás, contra determinados profesionales de la información que de haber seguido allí, probablemente se hubieran opuesto radicalmente a seguir las directrices marcadas, en este y en otros casos venideros.

Su ausencia, queda ahora demostrado, era absolutamente necesaria para esta burda manipulación con intenciones insidiosas, ya que al parecer se contaba con otros, dispuestos a admitir una renuncia a los principios que deben mover el mundo del periodismo y a disfrazar la verdad, o simplemente a ocultarla, con tal de conservar un puesto de trabajo que ultraja su seriedad profesional y personal, reprimiendo la libertad de expresión, como ha quedado de manifiesto.

La respuesta que este silencio merece no es otra que un boicot masivo a la programación emitida desde lo que ya puede ser considerado como un feudo del régimen de Rajoy, es decir, pagar con la misma moneda, el silencio, su voluntad de confundir a la ciudadanía, tratando de negar como sea, la evidencia.

Si TVE pierde su audiencia, difícilmente podrá transmitir su mensaje de adhesión a los populares, ni ninguna otra información sesgada con la que llegar a tergiversar la realidad que vivimos los que, afortunadamente, aún conservamos la dignidad de ser decentes, porque un medio de comunicación sólo existe si los receptores de sus mensajes siguen dispuestos a mantener la línea de transmisión que se establece entre ellos y el emisor.

Es decir, si no la sintonizamos, nunca más podrán volver a mentirnos.





jueves, 19 de julio de 2012

España en la calle


La voz soberana del pueblo español se manifestó ayer de forma clamorosa en las calles de todo el país, olvidando cualquier consigna partidista, para demostrar su rechazo unánime a las políticas practicadas por el gobierno de Rajoy, con pulso firme y dejando claro que se está dispuesto a llegar hasta dónde sea necesario, en defensa de los derechos de la ciudadanía.

Ni el sofocante calor, que en algunos casos superaba los treinta y cinco grados, ni las amenazas vertidas desde las tribunas del Congreso sólo un día antes de la convocatoria, impidieron que una multitud incontable de personas cambiaran la comodidad de sus hogares o sus lugares de vacaciones, por la necesidad de hacer patente su indignación y su rechazo más contundente a lo que se fragua a sus espaldas, desde las más altas esferas de su gobierno.

Sin distinción de edades ni condición, aunados por la necesidad de ser oídos por una clase política absolutamente desvinculada de la voluntad popular, los españoles demostraron una vez más que en situaciones de emergencia, son capaces de pronunciarse libremente y que no toleran la manipulación que sobre ellos trata de ejercerse, como ya ocurriera con anterioridad, en casos como el de la guerra de Irak, o los atentados de los trenes, de infausto recuerdo.

La primera sorpresa que se llevaron los manifestantes al acudir al lugar convenido fue la de encontrar, luchando codo con codo con ellos a la mismísima policía, que había decidido cambiar su emplazamiento en los furgones de vigilancia, por sumarse a unas reivindicaciones que también les afectan, como funcionarios que son y como simples ciudadanos de a pie que estaban de acuerdo con lo que allí se reclamaba.

No se sabe si las crónicas de los periódicos oficiales serán capaces de recoger con veracidad la magnitud del suceso, pero la libertad de expresión que aún reina en las redes sociales aclarará a quién quiera saber, como se desarrollaron las marchas, sin manipulación de las cifras de participantes, ni intento de tergiversación de su ideología, como viene siendo habitual, en los últimos tiempos.

Se hizo especial hincapié en los privilegios ofrecidos por el gobierno a la Banca, rechazando unilateralmente la necesidad del rescate para sacar adelante a este tipo de instituciones, y se corearon masivamente consignas que reclamaban la creación de puestos de trabajo, como primera necesidad, para abandonar de una vez estos tiempos de crisis en los que estamos inmersos.

Sin incidentes de consideración, el pulso que el pueblo español echó ayer a su impresentable gobierno, espera desde hoy una respuesta por parte del ejecutivo, advirtiendo que éste ha sido sólo el principio de lo que pudiera sobrevenir, si no se cambian radicalmente las políticas aplicadas y se dan pasos atrás en asuntos como la reforma laboral ó las últimas medias adoptadas, aprobadas sólo por la tiranía de una mayoría absoluta, que no da patente de corso al PP, para gobernar sin el apoyo de los ciudadanos.

Lo que ayer pasó en el país, reclama una urgente reflexión del gabinete Rajoy, que ahora ha podido comprobar en carne propia la indignación que está produciendo en la sociedad desde su llegada al poder y que debiera poner atención a lo que la soberanía popular le reclama, si no quiere que un estallido social de graves consecuencias se le venga encima como una losa que acabe con su prepotencia, de una vez para siempre.

Por una vez, el orgullo de ser español se pone al servicio de una causa mucho más justa que la de la obtención de una copa de fútbol y las multitudes se unen para buscar el bienestar común y asegurar un futuro mejor a sus hijos, con un reparto más equitativo de la riqueza. Éste, empieza a ser el camino.











miércoles, 18 de julio de 2012

La táctica del terror


Los tiempos inciertos que vivimos, ofrecen a determinados políticos sin escrúpulos una oportunidad de oro para justificar, provocando el miedo, todos y cada uno de los errores que cometen.

La situación de inestabilidad emocional que atravesamos los españoles, que hemos pasado casi repentinamente, de la felicidad a la pobreza, hacen de nosotros los candidatos idóneos para ser manipulados por la estrategia de una amenaza permanente, que impida cualquier intento de contestación social que haga frente a la manera tiránica de gobernar que nos condena al patíbulo, pero que en teoría podría ser peor, de no doblegarnos sumisamente a las premisas que se nos imponen.

Curiosamente, cada vez que se anuncia una convocatoria de protesta a nivel nacional, determinados miembros del gobierno Rajoy y él mismo si se prevé que la contestación será multitudinaria, utilizan la tribuna televisada de que disponen en el Parlamento para lanzar mensajes apocalípticos que provoquen un alarmismo general, esgrimiendo argumentos intimidatorios que socaven la intención de los indecisos con la excusa de que las medidas que contra los trabajadores se toman, son la única manera de salvarnos de una hecatombe anunciada y que su dureza es estrictamente necesaria para evitar el derrumbe completo del Estado español.

En esa línea, el Ministro Montoro trataba afanosamente esta mañana de explicar que de no hacerse efectiva la desmedida subida del IVA y las otras medidas lesivas que el ejecutivo acaba de lanzar, los salarios de los trabajadores públicos corrían un serio peligro de no poder ser abonados, y por ello apelaba a la comprensión de este colectivo vapuleado sin piedad por su gobierno, alegando estar seguro de que esta razón les haría asumir dócilmente la supresión de una de sus pagas extraordinarias, sin tener que acudir a las calles para manifestar su descontento.

Después de siete meses en el poder, se volvía a recurrir a la herencia recibida como causa de todos los males que nos azotan y Rajoy inyectaba su propia dosis de terror, manifestando que había elegido andar un mal camino, para no tener que andar otro aún peor.

Aunque no se hizo referencia a ello, la convocatoria de manifestaciones para mañana en todo el país, estaba latente a lo largo de toda la sesión y cada una de las palabras emitidas por los populares llevaba implícito un mensaje destinado a disuadir a la población de su intención de hacer oír su voz en las calles, por medio del pavor que produce el solo pensamiento de llegar a caer en un abismo mucho más negro que el que ahora soportamos, sobre todo si se instala entre nosotros la sensación de la inutilidad de la protesta y damos por bueno lo que hasta ahora nos parecía absolutamente inaceptable.

Vencer por el terror, es sin duda una de las formas más insidiosas de manipulación a que `puede arriesgarse un gobernante, pero si cuenta de antemano con que dará los resultados apetecidos y con ella conseguirá paralizar la intención de una sociedad, que de otro modo podría protagonizar episodios que demuestren el verdadero malestar que aqueja a los hastiados ciudadanos de esta nación, el riesgo será asumido sin pestañear, sin que importe la angustia provocada en los que reciben el mensaje, que en este caso somos, para mayor agravio, su pueblo.

Esta agresión intencionada, que demuestra el enorme desprecio que por nosotros sienten aquellos que nos gobiernan, debe pues provocar el efecto contrario al esperado y convertirse en un revulsivo que alimente nuestra intención de hacer valer nuestra dignidad personal, haciendo aquello que debemos hacer para defender nuestros bien ganados derechos, sin consentir que se dude de nuestra natural inteligencia para arrastrarnos exactamente, hasta dónde se nos quiere tener.

La necesidad de oponernos con contundencia a los atropellos que se cometen contra las clases trabajadoras y que se sepa que lo hacemos, en todos los rincones de este bien comunicado mundo, es la única manera de hacer llegar hasta los oídos de quienes viven a espaldas de nuestra realidad, lo que pensamos sobre la política que contra nosotros se practica y que no estamos dispuestos a seguir soportando, ni un minuto más.

Todo hace prever que las convocatorias serán un éxito y que los españoles no caerán en la trampa que hoy se les tendía desde los bancos azules del Parlamento. Ya pasó el tiempo en que por ignorancia, los débiles se plegaban a las exigencias marcadas por los fuertes, desconocedores como eran de que en la unión está su fuerza para mover el mundo.

La clave está en no desfallecer y hacer efectiva la contestación, si es necesario, todos y cada uno de los días, dejando claro a quién en este momento se encuentra en el poder y también a la oposición que con su tibieza permite esta forma de gobierno, que la voluntad popular se siente absolutamente defraudada con su gestión y exige una inmediata restitución de cuantas cosas se le han sustraído, con la excusa inaceptable de una crisis, en la que nada tuvieron que ver los ciudadanos que están siendo obligados a sufragarla.



martes, 17 de julio de 2012

Una cierta esperanza






La elección de Gonzalo Moliner como nuevo Presidente del Consejo General del Poder Judicial, en sustitución de Dívar, que se vio forzado a dimitir a causa de sus comentados viajes de lujo a Marbella, abre nuevas expectativas para un mejor funcionamiento de la justicia, al tratarse de un candidato del ala progresista, perteneciente a los Jueces para la Democracia.

Sin que su anterior currículum sea, en principio, una garantía para un mejor funcionamiento del órgano que desde ahora dirige, los ciudadanos hemos de agradecer al menos, su clara oposición a la entrada en vigor de la Reforma Laboral, que coincidiría plenamente con el pensamiento general que reina en la sociedad y que podría, llegado el caso, materializarse en un importante apoyo para todos aquellos que han pedido su retirada, al gobierno que preside Mariano Rajoy.

Moliner, que ha llegado a dudar seriamente de la constitucionalidad de esta Ley, podría representar una cierta esperanza de triunfo, si finalmente se decidiera hacer un recurso contra el texto implantado por decreto, por el Partido Popular y éste fuera admitido a trámite por los tribunales, trayendo la posibilidad de un litigio que de ganarse, acabaría por echar abajo toda la suerte de vejaciones que contra los trabajadores, a través de la reforma se cometen, evidenciando un estrepitoso fracaso para los que abusando de su poder, han transportado las condiciondes laborales a nivel de hace más de cincuenta años.

No hay por qué suponer que el cargo que ahora ocupa haga cambiar de opinión al recién elegido juez, por lo que se diría que quizá fuese un buen momento para intentar descalificar las tendenciosas iniciativas del gobierno, en cuanto a su política laboral se refiere y tratar de buscar algún hueco por el que devolver a la ciudadanía todos y cada uno de los derechos que se le han venido sustrayendo, desde que se obedecen a rajatabla, las órdenes dictadas desde Europa.

Un triunfo de esta categoría podría empezar a devolver la confianza perdida en la justicia al pueblo español, que mira atónito cómo a diario caen en saco roto sus súplicas por que se actúe con contundencia contra los múltiples implicados en casos de corrupción y delitos económicos en general, sin que ninguna de las voces provenientes de las altas esferas judiciales se pronuncie en contra de la tibieza de sus compañeros al dictar sentencia, ni se implique personalmente en el esclarecimiento de la verdad, mezclando indignamente en las causas, su propia ideología política.

El pueblo, que desde hace tiempo decidió que vivía en una realidad diferente a la de todos estos organismos, ni siquiera sopesa ya la posibilidad de ejercer su derecho a la denuncia, hastiado por los acontecimientos que se producen a su alrededor, en un país que parece haber perdido el norte, cuando de finanzas se habla, y que falla habitualmente en contra de los trabajadores, en un claro desprecio por la clase a la que pertenecen.

La elección de Gonzalo Moliner podría representar un ansiado cambio en las directrices seguidas hasta el momento en el mundo de la judicatura y empezar a demostrar que es posible hacer las cosas de otra manera, si el empeño se pone en servir a los auténticos fines de la Ley, con ecuanimidad e independencia.

Si esto llegara a ser así, la angustia que se cierne sobre las cabezas de las gentes de a pie, podría mitigarse en gran medida e iniciarse un nuevo acercamiento entre los órganos jurídicos y la sociedad, tan lejanos ahora en forma y pensamiento.





lunes, 16 de julio de 2012

¡Basta ya!




Las últimas medidas de ajuste tomadas por el Gobierno Rajoy han puesto en marcha todos los mecanismos internos del pueblo español y lo ha determinado a tomar la calle para decir que basta y aclarar de una vez para siempre que LOS CIUDADADANOS NO TIENEN LA CULPA DE LA CRISIS.

De un modo u otro, todos los recortes que se están tratando de justificar como imprescindibles, acaban mancillando la economía de los trabajadores españoles, que no estamos dispuestos a seguir costeando la deuda que nos han dejado la gran pandilla de facinerosos que detentan por medio de un cargo algún poder y la enorme caterva de inútiles directivos con título de economistas que han estado haciéndose cargo de gestionar el sistema bancario, hasta arrastrarnos, unos y otros, hasta la bancarrota.

Si de verdad se quiere que triunfe una protesta, no hay más que intentar que la gente no tenga nada que perder, pues estar libre de toda posesión corrige con inmediatez cualquier resquicio de miedo y se convierte en la clave para resistir, ya que aquello que se obtuviera de la protesta, por poco que fuera, mejoraría de algún modo la situación que se atraviesa cuando sientes que te han robado injustamente, todo aquello por lo que habías peleado durante toda una vida.

Si además a este caldo de cultivo añades, que los que se suponía que te representaban se cuidan más de los intereses de otros estados que de los son necesarios para levantar a su propia nación, la indignación se convierte en superlativa y ya no queda nada ni nadie que te permita permanecer inmóvil ante la traición encubierta que representa un acto de tal vileza.

Los pueblos están en el derecho de defenderse cuando son víctimas de agresiones continuadas por parte de sus gobernantes y a falta de mecanismos que les permitan manifestar con claridad su oposición a las políticas llevadas a cabo por sus representantes, se ha de hallar una fórmula para hacer entender lo que late en el corazón mismo de nuestra sociedad, con o sin la aquiescencia de los que, por medio de unas falaces promesas electorales se hicieron con un poder cercano al absolutismo y que ahora han tomado un sendero absolutamente lesivo para la ciudadanía, aplicando las vesánicas medidas que les dictan desde quién sabe qué entidades, pero que no cuentan con el apoyo del pueblo soberano, ni responden a las expectativas que en ellos pusieron, los que les premiaron con la bondad extrema de sus votos.

Así que el día 19, llueva o ventee, la clase trabajadora de este País saldrá masivamente a las calles, en defensa de sus más elementales derechos. Y no importan siquiera quienes sean los convocantes de estas manifestaciones o qué itinerarios se autoricen por parte de las autoridades vigentes. Las calles se convertirán en el único Parlamento que nos representa y la opinión ciudadana en la guía que deberá marcar el camino por el que seguir, ya que los políticos han de estar a las órdenes estrictas de lo que les manden sus pueblos.

Y si hay que abandonar el euro, en las manos de los que verdaderamente de él se benefician, o vivir en una autarquía, mientras se consideran nuevas fórmulas para cambiar un sistema que ha perdido toda su validez en el caso de nuestra tierra, a la sociedad no le dolerán prendas en exigirlo y apoyarlo, porque la situación a que nos han llevado hasta ahora es, a todas luces, insostenible.

Estamos preparados para la represión que seguramente habrá en las convocatorias, para ser acusados de alborotadores antisistema, para oír que somos perroflautas sin otra cosa que hacer más que armar alboroto y para que toda la prensa afecta al “régimen” nos descalifique y publique cifras inciertas del número real de manifestantes.

Estamos preparados para que se nos ningunee sin prestar la más mínima atención a nuestras peticiones y para que sin oírnos se nos juzgue arbitrariamente, disfrazando nuestras reivindicaciones con discursos hueros que no acaban de convencer a uno solo de los sufridos españoles.

Pero es seguro que la protesta del día 19 es sólo una más de las muchas que se producirán en el país en los próximos tiempos, y que si hay que permanecer en la calle sine die, se hará. Y ahora, con mucho más apoyo que el que ya tuvieron los movimientos del 15M, también adscritos a la marcha, porque ha llovido mucho y mal desde entonces, sin que ninguno de nuestros gobiernos haya hecho por nosotros nada de nada.









domingo, 15 de julio de 2012

Caza de brujas




Continúa la criba en RTVE, que se salda con la desaparición de la parrilla de cuántos profesionales y programas presenten algún viso de hacer oposición al “nuevo régimen” de Rajoy, sin tener para nada en cuenta si bajan las muy deseadas audiencias, pero tratando a la desesperada de deshacerse de un plumazo de cualquier escollo ideológico que pueda ensombrecer aún más, la deteriorada imagen de que el Partido Popular goza últimamente entre los ciudadanos.

Los primeros en salir son, por supuesto, los periodistas de opinión, como Juan Ramón Lucas o Tony Garrido, aunque también se teme por la continuidad de series muy bien asentadas, que gozan de enorme seguimiento, como Amar en Tiempos Revueltos, o la República.

Con una prensa adicta casi en su totalidad a la ideología de nuestros gobernantes, la emisión de determinados programas de televisión se clavaba como una espina punzante en el corazón de la derecha, al recordar con minuciosidad cuáles eran sus verdaderos orígenes y cómo ha sido la forma de actuar de esta derecha, que ahora trata de presumir de un centrismo que nunca tuvo ni tendrá.

Cerrando este capítulo que aún permanecía abierto, vuelve a quedar de manifiesto la auténtica importancia que se reserva al papel de los medios de comunicación y cómo se trata de manipular desde los partidos políticos la información que finalmente recibe el ciudadano, tratando de jugar siempre en su propio favor, sin que verdaderamente importe la transparencia a la hora de ofrecer las noticias, incluso si los argumentos tienen que ver con un pasado del que probablemente se avergüenzan los herederos de sus protagonistas.

Este tipo de represión ideológica, que asegura los cimientos de una línea unilateral de pensamiento y que no permite conocer en profundidad todos los matices de los acontecimientos, parece más propia de una dictadura bananera que de un régimen aparentemente democrático, como el nuestro, y constituye un serio agravio a la libertad de expresión y al libre ejercicio de profesionalidad de los que ejercen el periodismo.

Aunque parezca una bobada, sigue siendo cierto que la palabra es un arma peligrosa y que a través de ella, aún pueden moverse montañas. Lo saben perfectamente los gobernantes afectos a la manipulación descarada de la realidad y hacen lo imposible por no permitir que vea la luz, sometiéndola a una tiránica censura que ataja las verdades antes ser expuestas o enterrándolas para siempre, sometiéndolas a un total ostracismo.

Con la descarada remodelación del ente público, quedan claras las perspectivas que los conservadores tienen sobre qué hacer con los medios y de qué modo afecta su llegada a cuánto tenga relación directa con la opinión que puedan llegar a formarse los ciudadanos.

No hay más que pararse en un quiosco para comprobar de qué lado están las líneas editoriales de quienes dirigen los periódicos y cuál es la orientación del nutrido escaparate que se expone en las vitrinas y que el público compra.

La ventana de la caja tonta, que es de una influencia bestial, sobre todo entre las clases humildes, pronto será también, ya lo verán, una tribuna desde la que justificar cualquier tipo de medida que tome el gobierno de Rajoy y un sitio desde el que disfrazar sus fracasos de éxitos, sin dar cabida a cualquier idea que frustre su ambición de triunfo.

En nuestras manos queda seguir el juego que se nos propone, alimentando con nuestras aportaciones este tipo de información maquillada, u optar por no volver a comprar el producto que se nos ofrece, negándonos también a encender la primera y segunda cadenas de televisión, como protesta tácita a estos recortes marrulleros de personal y material incómodos.

Afortunadamente, aún pude encontrarse a través de la red un periodismo fresco y diferente, dispuesto a no dejarse conducir al aburrido camino del manejo solapado que ofrecen los dirigentes de nuestra nación y que se convierte ahora en una alternativa de lucha a favor de la libertad de expresión, sin cortapisas y con compromiso, como exigen las leyes fundamentales del periodismo.

Seguir la marcha borreguil que se nos ofrece, renunciando a nuestro derecho a conocer la verdad de lo que sucede en nuestro entorno, por cruda que sea, no puede conducirnos más que a una ceguera total que ni siquiera nos permita la protesta contra las agresiones que desde el poder recibimos.

Hacérselo saber es una obligación de los que nos sentimos ninguneados y vejados en nuestra necesidad de estar informados de aquello que nos afecta y nos duele.

A la caza de brujas encubierta que se está produciendo entre nosotros, sólo le falta llevar ante tribunales de investigación a los profesionales que disientan de la manera de hacer de estos reyezuelos del siglo XXI y, si pudieran, desde luego que les encantaría exigir los nombres de cuántas personas disintieran de su manera de gobernar, para, de alguna manera, condenarlas al infierno de la inactividad y al olvido.









jueves, 12 de julio de 2012

Terreno pantanoso





La contundencia de las medidas que piensa aplicar el PP, en estricta obediencia de las órdenes dictadas por los prestamistas europeos, pone en pie de guerra a toda la sociedad española y ya se anuncian movilizaciones, en pleno periodo vacacional, que prometen ser nutridas y sonoras.

La subida del IVA, que va a empobrecer considerablemente el poder adquisitivo de las clases medias y que probablemente terminará por afectar negativamente a todos los sectores relacionados con el consumo, no parece ser precisamente, una buena solución para facilitar una salida pronta de la crisis y ha sido ferozmente criticada por los ciudadanos, que ven cómo su poder adquisitivo se derrumba, acercándose cada vez más al umbral de la pobreza.

Los funcionarios, asaltados de nuevo en lo que representa el derecho a percibir el salario que ganan, se han lanzado a la calle sin esperar, calificando de delito lo que contra ellos acaba de perpetrar el Ejecutivo, y no entienden que ningún organismo jurídico ponga veto a quienes incumplen flagrantemente el contrato que fija las bases salariales de los empleados públicos, jugando con los compromisos adquiridos con otros por estos trabajadores y obligándolos en muchos casos a convertirse en morosos, al retirarles parte de sus salarios.

Los desempleados ven también cómo se esfuman parte de las prestaciones que recibían, un derecho adquirido por los años de cotización ya trabajados y son acusados por el mismísimo Presidente de la Nación de no estar buscando la manera de reinsertarse al mundo laboral, a pesar de que todos sabemos de primera mano, las enormes dificultades que existen para volver a encontrar cualquier empleo.

Rajoy anunciaba ayer estas y otras medidas en el Congreso sin una sola muestra de emoción o preocupación en su rostro y volvía a apelar al manido argumento de que los pasos que tomaba eran estrictamente necesarios para el bien común, contradiciendo de manera estruendosa la cruda realidad que nos vemos obligados a vivir, los que como única riqueza poseemos únicamente, el fruto de nuestro esfuerzo.

Consciente o inconscientemente, el Partido Popular empezó en la fecha de ayer, ya alguien lo apuntó desde la tribuna, el camino hacia la mayor debacle electoral que haya sufrido su formación desde que fuera creada, adentrándose en un terreno pantanoso que con toda probabilidad acabará por engullirlo y perdiendo el último resquicio de credibilidad que le quedaba ante una sociedad que ha ido comprobando paulatinamente, la completa falsedad de cuántas promesas electorales se les hizo, desde las filas de la derecha conservadora.

La terrible represión con que ha sido reprimida la marcha minera, augura además que la lucha ciudadana no tendrá fácil la reclamación de sus derechos y que el verano va a venir cargado de nubarrones negros que ensombrezcan, aún más, el panorama desolador que se cierne sobre nuestras cabezas.

Ha quedado claro quién pagará la deuda de la intervención europea, y ya no vale el intento de manipulación que el Gobierno ha tratado de ejercer sobre los españoles, tal y como demuestra el nutrido ramillete de agresiones en forma de recortes, que se convertirán en efectivos en el Consejo Ministerial del próximo Viernes.

Y sin embargo, la prima de riesgo vuelve a dispararse demostrando la inutilidad de las decisiones tomadas, como si ni siquiera obedecer como ovejas a lo que se nos exige, fuera suficiente para poder respirar un poco de esperanza, aunque el fracaso no tiene visos de afectar las decisiones de quién nos dirige y más parece para él una motivación que le lleva a estrellarse una y otra vez contra el mismo muro, que un indicativo que le haga reconocer sus errores y plantearse la necesidad de hallar otro camino por el que afrontar el incierto futuro que se nos presenta.

Pero a pesar de que desde sus propias filas se ha minimizado la importancia de las protestas populares, tratando de restar gravedad por ejemplo, a lo que acarreó en su paso por Madrid la marcha minera, de todos es sabido, que las manifestaciones callejeras ponen sensiblemente nerviosos a los gobiernos conservadores y son, en el fondo, una especie de mancha en su expediente, sobre todo cuando se tiene la intención de presumir de popularidad a los ojos de una Europa que mira con lupa lo que sucede en nuestro País, ahora que se ha convertido en dueña de nuestros destinos y pagado por ello.

Así que habrá que utilizar con habilidad los instrumentos que sean necesarios para hacer oír la voz de esta sociedad presa de la indignación y la ira, haciendo llegar a dónde fuera menester el descontento generalizado que nos aflige, resistiendo lo que sea necesario, en exigencia de nuestro justos derechos.

Tratarán de silenciarnos, seguro, e inventarán de nuevo fantasmas de anarquía infiltrados entre los asistentes a cualquier convocatoria en la que se produzcan disturbios, pero por fortuna, vivimos en una era en que las imágenes de la verdad son capaces de viajar con extrema velocidad de punta a punta del planeta y cualquier falacia creada para distorsionar la realidad, será desenmascarada sin remedio.

Tiene que enterarse Rajoy de que lo está haciendo rematadamente mal, hasta el punto de haberse convertido, en solo siete meses de mandato, en el Presidente más nefasto que haya tenido España, Y no porque lo dicen los bancos de la esperpéntica oposición que tiene en el Congreso de los Diputados, sino porque lo grita, en la calle, su pueblo.









miércoles, 11 de julio de 2012

Los funcionarios y el pago de la deuda. Carta abierta al Señor Rajoy.



La manía persecutoria que contra los funcionarios ha desarrollado este gobierno, culpabilizándolos de los efectos de una crisis que, en modo alguno, tuvo ni tiene en este momento, nada que ver con ellos, se pone de manifiesto con la nueva medida de castigo que contra ellos se practica, privándolos de su derecho a recibir una paga extra en Navidad, tal y como se acordó por ambas partes, cuando entraron a formar parte de la empresa estatal que los convirtió en trabajadores públicos.

Habría que aclarar para quién todavía lo dude, que el trabajo no es un regalo que se ofrece en las condiciones que se creyeran oportunas, sino un derecho de la humanidad para vivir del esfuerzo que genera a favor de la sociedad en la que vive y una manera de conservar la dignidad, ganada a pulso a diario, allá donde preste sus servicios.

Rebajar los salarios de los trabajadores, en este caso los del funcionariado, o quedarse directamente con el montante que durante todo el año genera su paga de Diciembre, no es sólo un atentado que afecta directamente a todo el ámbito laboral, sino que constituye además, un claro incumplimiento de contrato por parte del Estado, que debiera ser denunciado en todas las magistraturas del país, pues vulnera flagrantemente las condiciones acordadas por ambas partes, sin que exista ninguna justificación para un ataque, que en muchos casos desestabiliza seriamente la situación económica de las familias, que contaban con los honorarios señalados que para estos trabajadores establecía la ley, cuando ganaron por oposición la plaza que ahora ocupan.

Convendrán conmigo en que esta agresión continuada contra un determinado colectivo, que esconde la realidad de tener que sufragar los gastos generados por una deuda provocada por el mal funcionamiento de entidades bancarias y que coloca a la Nación en una situación de estar intervenida por terceros, supone un grave agravio comparativo para los empleados del sector público y viene a demostrar nuevamente la ineptitud del gobierno actual para resolver el grave problema que nos afecta, si no es gravando con severidad, cualquier cosa que tenga que ver con el bienestar social, aunque sea constitutivo de delito.

Verán, los funcionarios, que se sepa, no estaban detrás de la burbuja inmobiliaria provocada en su totalidad por los gobiernos que permitieron que creciera desmesuradamente hasta estallarnos en la cara, trayendo la miseria que se ha instalado entre nosotros. Ni un solo profesor, ni sanitario, ni empleado de hacienda, ni científico, ni ninguno de los trabajadores de a pie que forman parte de la nómina de la administración, se ha visto jamás implicado en ninguno de los múltiples casos de corrupción que desvalijaron las arcas del Estado y que tánto han tenido que ver, exclusivamente, con la clase política.

Ninguno de los empleados públicos formaba parte de los consejos de administración que gestionaban la labor de entidades bancarias, como Bankia, que han llevado a la Nación a tener que acudir al rescate de los usureros europeos, ni cobraba sueldos millonarios, ni se preparaba para su jubilación apetitosas `pensiones vitalicias, ni han tenido jamás cuentas abiertas en paraísos fiscales en las que guardar el montante de operaciones fraudulentas.

Los trabajadores de la administración se han limitado a cumplir con su deber, allá donde estuviesen destinados y han pagado escrupulosamente unos impuestos de los que, debido a su situación laboral, no han podido zafarse jamás, siendo probablemente el organismo más controlado por la Hacienda Pública, de cuántos hayan existido.

En este colectivo no se goza, precisamente, de salarios escandalosos, de ésos que se manejan cuando se habla de lo que cobran los políticos, ni se viaja en primera clase, ni las dietas en caso de desplazamiento, permiten alojarse en los hoteles de que disfrutaba, pongo por caso, el señor Dívar, en sus viajes a Marbella.

La mayoría de los funcionarios son mileuristas, tienen, como todo hijo de vecino, familia e hipotecas y gastos que hasta ahora podían asumir con lo que generaba su trabajo y han ganado el puesto que ocupan con enorme esfuerzo, teniendo que superar las duras oposiciones que convocaba el Estado, en competición con miles de aspirantes que optaban al mismo puesto.

Habrá que suponer pues, que la respuesta que esta nueva medida de represión laboral conseguirá no tardará en producirse y que esta vez, será contundente. El empecinamiento reiterado de cargar siempre sobre los mismos las responsabilidades que competen únicamente a la gestión de Banqueros y Gobernantes, no puede ni debe ser recibida con mansedumbre, sobre todo ahora que coloca en situación extrema a miles de familias honradas que nada tienen que ver con los intrincados manejos de la guerra de cifras, ni con los débitos adquiridos, sin el consentimiento del pueblo, con una Europa demasiado exigente, que nos arrastra irremediablemente al umbral de la pobreza.

Si hace falta una huelga larga, que paralice las instituciones de este país hasta hacer entrar en razón a sus vesánicos gobernantes, sea. De alguna manera sobreviviremos a sus efectos, ya que no pueden ser peores que los que nos acarrea el sentimiento de estar trabajando para ser a final de mes, asaltados por nuestra empresa, con total impunidad, de manera arbitraria, e injustamente.

Si no hay otro sitio de donde recortar, renuncien los políticos a sus sueldos, ya que eligieron, teóricamente, una profesión de servicio a la ciudadanía y lo hicieron, supuestamente, por amor a unos ideales concretos.

Y si no son capaces aún de solventar los problemas que nos afligen, márchense y dejen sus puestos a otros dispuestos a elegir otros caminos por los que generar un cambio en beneficio de la sociedad en la que viven, aunque sea saliendo del euro, que al final no nos ha traído, y a unos más que a otros, sangre, sudor y lágrimas.