No ha tardado nada el Partido de Albert Rivera en manifestar
su rechazo a un posible acuerdo entre socialistas y Podemos, ni en volver a proponer la Gran
Coalición que han defendido desde el principio y que incluye al PP, mucho más cercano
en sus posiciones ideológicas, a las líneas de su propio pensamiento.
La sorpresa que diera ayer Pablo Iglesias, dispuesto a
renunciar a cualquier labor de gobierno y a participar en las negociaciones a
tres bandas que le proponía Pedro
Sánchez, deseoso de contar con 199 diputados que respalden su proyecto, ha
puesto a Ciudadanos en un compromiso con el que no contaban, desde que
aceptaran la sociedad son los socialistas, hace unos días y que les adjudica,
directamente, si se niegan a abstenerse en una nueva Sesión de investidura, el
papel de malo, en esta película de terror en que se ha convertido la dura
misión de alcanzar finalmente un acuerdo.
La negativa rotunda a mezclarse con Podemos, puede dar una
idea de cuáles son las verdaderas fuentes de que bebe el Partido de Albert
Rivera, muy próximo en sus planteamientos a la ideología del PP y puede suponer
una huida en desbandada de muchas de las personas que se afiliaron
entusiasmadas a esta Formación, creyendo que su primordial objetivo sería el de
propiciar un cambio en la orientación del Gobierno y que ahora ven a diario,
cómo sus correligionarios apuestan una y otra vez, porque sea Rajoy quien
repita mandato, para continuar con sus medidas de recortes, que tanto daño han
hecho a los ciudadanos españoles.
Pasó el espejismo del clamoroso ascenso a los cielos, previo
a la celebración de elecciones y la cruda realidad que se debe tener presente
ahora, es que sería más lógico reclamar la abstención del Partido que cuenta
con sólo cuarenta diputados, que la del que teniendo setenta, quedó refrendado
como tercera fuerza política, por el voto soberano de los electores.
Naturalmente, este planteamiento aterra a quien preferiría un
mayor protagonismo en primera línea política y no solo porque las futuras
medidas que pudieran aplicar en coalición PSOE y Podemos, estén más cerca de un
planteamiento de izquierdas, sino porque pertenecer a un tripartito, siendo el
socio con menos poder, dificulta tremendamente sacar adelante cualquier
alternativa y también porque en esta situación, Rivera se convertiría en un
mero convidado de piedra, que tendría que acatar, democráticamente, las
decisiones de sus socios.
El pastel, por fin, se ha destapado del todo y ahora toca a
unos y a otros jugar su bazas con inteligencia, aunque a la vez, mirando de
reojo las jugadas de los participantes en la partida, procurando adivinar
cuáles serán sus próximos movimientos, cosa que cuando se refiere a Podemos,
resulta bastante improbable.
Si Rivera se niega a aceptar el acuerdo de los 199 y continúa
insistiendo en la Gran Coalición, PP, PSOE, Ciudadanos, puede que vayamos a
nuevas elecciones, pero nadie puede garantizarle que obtenga un mayor número de
votos en ellas, como tampoco resulta fácil prever lo que ocurrirá a los otros
Partidos, que para su desgracia, también cuentan en este proceso.
Puede que finalmente Pedro Sánchez no consiga su sueño de ser
Presidente y hasta que si se celebran nuevas elecciones, sea la abstención la
que se imponga, cansados como estamos los españoles, de la ineptitud de
nuestros políticos para lograr acuerdos, pero está claro que para Rajoy, con el
aluvión de casos de corrupción que están apareciendo, reclamar el voto de los
ciudadanos, incluso de los que siempre le votaron, se va a convertir en una
empinada cuesta que costará un enorme esfuerzo subir, por lo que las
expectativas de Rivera, su idea de un gobierno a dos, con los populares, parece
que será del todo imposible.