No tardan los poderosos en responder al triunfo de Tsipras,
haciéndole ver por medio de la marcha de los mercados, que no están dispuestos
a tolerar que nadie arruine el productivo negocio que tienen montado en Europa.
Baja nueve puntos la bolsa griega y la prima de riesgo, esa
que ha entrado a formar parte de nuestras familias y a la que todos
consideramos un pariente odioso, se dispara por encima de los mil puntos, en
cuanto el Banco Central Europeo cierra el flujo de dinero que llegaba al país
heleno, provocando que los ahorradores empiecen a retirar sus depósitos de los
bancos, por miedo a que se produzca un corralito.
La avaricia no da ni un día de tregua al equipo de Tsipras y
de paso, avisa a España de lo que nos podría ocurrir si votamos a Podemos, poniendo en marcha todos
los mecanismos de una técnica de terror, que podría, si nos dejamos amedrentar,
dar los frutos deseados para los que nos mandan y gobiernan.
Les da lo mismo, llevar a un país a la quiebra, abandonándolo
en la estacada simplemente por una cuestión de ideología, aplicando una forma
de fascismo severo, que demuestra claramente la importancia real que tenemos
los ciudadanos, para esta cohorte de indeseables.
Ya no pueden los países, en este continente nuestro, ni votar
en libertad, sin ser inmediatamente amenazados por unas instituciones sin
rostro cuya única pretensión es la de manejar nuestros destinos y cuyas
actuaciones están sirviendo en bandeja de plata la verdadera visión que de
ellos debiéramos tener, todos los que vivimos bajo su tiránico mandato.
Estas acciones contra Grecia, que podrían considerarse un
auténtico golpe de Estado de carácter financiero y que ni siquiera han dado a
Tsipras la posibilidad de ponerse a gobernar, respaldado por la mayoría de los
votantes helenos, dejan entrever, aunque ninguno de los individuos que están
detrás de ellas lo confiesen, que ni están dispuestos a perdonar ni un solo
euro de la deuda que los anteriores gobiernos griegos adquirieron, ni a tolerar
que los ciudadanos puedan volver a recuperar la dignidad que perdieron y mucho
menos, si para ello se crecen, contradiciendo las órdenes recibidas.
Y sin embargo, todos tenemos claro que Tsipras estaba
probablemente esperando este tipo de reacciones, por lo que es más que
previsible que ya tenga un plan alternativo con el que combatir tales vilezas,
por lo que los próximos días serán cruciales para lo que pueda suceder en el
futuro de Grecia y también de cualquier otro país, que se atreva a intentar
cambiar las normas establecidas por los magnates europeos.
Puede que no quede otro remedio que abandonar el euro,
plantando cara de forma contundente a las intolerables presiones llegadas desde
los centros de poder y puede que Tsipras se decida finalmente a hacerlo, si
continúan conduciéndole a un callejón sin salida y no le dejan otra opción para
poner en marcha su Gobierno.
Pero si esto sucediera, el precedente griego bien pudiera
animar a otros socios de la Comunidad a seguir el ejemplo, sobre todo si como
se está viendo, se atenta contra la propia soberanía de los países, castigando
tan duramente lo que la voluntad de los pueblos decide en las urnas.
Porque la intromisión en los asuntos internos de los estados
miembros de la Comunidad, no puede ser
en absoluto considerada legal, por muy disfrazada que venga de reacción
económica de los mercados, ya que los mercados no son entes etéreos que
funcionan de manera sobrenatural, sino que son manejados por la avaricia de los
hombres.
No se puede entonces permitir que se tuerza la voluntad de
los ciudadanos, ni hacer como que no pasa nada, tolerando que se maniate a
Grecia impidiéndole llevar a cabo un cambio que para sus propios intereses es
absolutamente necesario.
Rendirse ahora, dar un paso atrás, votar a los mismos de
siempre, en nuestro caso, sería como renunciar de pronto a la única posibilidad
que nos queda de disfrutar de un futuro digno.
Y la pregunta es: ¿puede Europa enfrentarse a una rebelión
generalizada de los países del Sur, si todos decidieran seguir el camino
iniciado por Grecia?