lunes, 31 de diciembre de 2012

Contra viento y marea



Un poco mayor para remodelar el carácter, no podría aunque quisiera, caer de bruces en el pesimismo, ni adoptar como quizá de mí se espera, actitudes lacrimógenas que me conduzcan sin posibilidad de retorno, hacia una mansedumbre de la que siempre carecí, aún cuando a veces sin razón, creía encontrarme en posesión de una verdad aún no bien definida por la tempestad de los primeros años.
Cierto es que contemplar las escenas que han ocurrido a mi alrededor durante este año, ha conseguido a veces trastocar mis sentidos y un viento de incertidumbre se me ha colado por los poros, helándome a ratos la sangre, sobre todo por la impotencia de no tener los instrumentos necesarios para poder cambiar con la urgencia debida, el transcurso diario de nuestra historia.
Pero esa laxitud sólo ha sido cuestión de un momento e inmediatamente he sabido, porque soy como soy, que no había lugar a la rendición, ni a la desesperanza, ni al silencio, sobre todo si la injusticia, la vejación o el desdoro, se cebaba sin piedad con mis semejantes, inocentes como son, de toda culpa que les haga merecer un solo minuto de amarga infelicidad.
Seguimos de `pie. No han conseguido arrodillarnos, ni domarnos, ni acallar el murmullo atronador que nuestras voces han ido grabando a sangre y fuego por todas las esquinas, en las que hemos dejado impreso un olor libertario, que no podrán disimular, ni siquiera con el hedor que desprenden los discursos manipuladores que tratan de disfrazar de belleza la falacia imperdonable de sus argumentos, urdidos en la sordidez de los fríos despachos desde los que se intenta dirigir los destinos de un mundo, que no se corresponde con la idea que nosotros queremos para él y que no es otra cosa, más que un lugar inhóspito, en el que no deseamos vivir.
Nada importa, si nos han ido empobreciendo con sus disparatadas decisiones o si nos han llevado al mismo borde de la desesperación, trayendo un mar de lágrimas a los umbrales mismos de todas nuestras casas. El hambre agudiza el ingenio y la extrema dificultad acaba por fortalecer el espíritu, inyectando en nuestro interior la necesidad perentoria de volver a levantar la cabeza, si el golpe fue brutal y perpetrado con la intención de aniquilar la poca o mucha inteligencia con que fuimos dotados para sobrevivir.
Contra viento y marea, hemos llegado al último día de este año y conservamos la sonrisa. No han podido enterrar la ilusión que nos mueve a tener la certeza de que cambiar las cosas es posible, ni han logrado desterrar de nuestro país la tozudez necesaria para afrontar cualquier reto que sobrevenga, siendo como somos, valientes, inteligentes e indomables.
2013 será, como nosotros queramos que sea.







jueves, 27 de diciembre de 2012

El aplauso del reino animal



Si los animales tuvieran memoria, cosa que en ciertos casos parece más evidente que en el de algunos humanos, este año 2012 sería recordado por ellos como uno de los más placenteros de toda su historia y si entendieran de política, lo cuál es hasta fácil de creer, en vista de las actitudes que exhiben algunos de nuestros representantes, Mariano Rajoy sería propuesto para su Premio Nóbel de la Paz y santificado en sus altares, al haber conseguido con sus medidas económicas el mayor descenso de muertes registrado en más de cincuenta Navidades, sólo comparable estadísticamente con los que se dieron en el tiempo de la posguerra.
Miles de cerdos, pavos, corderos, besugos y otras especies de mariscos que tradicionalmente adornaron las mesas de los españoles en Nochebuena, han conseguido un indulto colectivo debido a la escasez monetaria que ha traído a la ciudadanía el macro recorte practicado por nuestro ilustre Presidente y aplauden cada cuál con las extremidades que tiene, la subida del IVA y el IRPF, el robo de la paga extra de los funcionarios, la congelación de las pensiones, La Reforma Laboral que ha puesto en la calle a cientos de miles de trabajadores y hasta el pago del rescate a la Banca, ya que han conseguido una vertiginosa bajada en el consumo, que les ha prorrogado al menos un año la vida, librándoles del mal trago de abandonar este mundo en plena juventud, como era hasta ahora lo habitual, a estas alturas del año.
En las dehesas, las granjas, los mares y las piscifactorías, en las que habitualmente se vivían jornadas luctuosas que se saldaban con incontables bajas y el alivio de los supervivientes, ha debido armarse un jolgorio de dimensiones astronómicas, cuando por fin se ha podido disfrutar de un Diciembre sin miedo y con la certeza de poder ver la llegada de un nuevo año en el que seguir engordando a placer, sin la angustia terrible del holocausto colectivo que los hombres acostumbrábamos a realizar, con la única intención de satisfacer nuestra gula y sin pensar en ningún momento, en la desolación familiar que provocábamos entre el animalario que preferimos degustar en los menús típicos de estas fiestas.
Así que nuestra recién estrenada pobreza, va en relación inversamente proporcional con la alegría que reina en estos mismos momentos entre los animales y nuestra fobia al PP, debe chocar frontalmente con el aplauso de estos que han conseguido salvar el pellejo y a los que les importa un carajo toda la indignación que nos mueve, al habernos ganado la batalla, aunque sólo sea una sola vez, en toda su fatídica historia.
De manera que cuando Rajoy pierda las elecciones, habiendo logrado con su ineptitud la reprobación clamorosa de toda la ciudadanía, aún le quedará el recurso de empezar a dar mítines por el ámbito del reino animal, en el que seguro conseguirá toda una suerte de elogios y un caluroso y unánime aplauso, aunque para ingresar en su Parlamento haya de reubicarse en medio de una pocilga, pero eso sí, sin protestas que inquieten su pasmosa tranquilidad inquebrantable.







miércoles, 26 de diciembre de 2012

Tribulaciones de una cocinera eventual



Absolutamente enfrascada en labores exclusivamente culinarias, como es la obligación de cualquier anfitriona navideña que se precie, no me queda otro remedio que dejar de mirar a lo que ocurre a mí alrededor y circunscribirme al reducido espacio que constituye mi pequeña cocina.
La costumbre de reunir a la familia alrededor de la mesa, pone en marcha una maquinaria de funcionamiento frenético, que empieza unos días antes del evento, con la provisión de víveres y la anticipada elección de un Menú, que satisfaga plenamente los gustos sibaritas de los invitados, que en nuestro caso suelen ser bastante exigentes, dado que siempre hemos tenido la buena o mala costumbre de comer bien y no nos conformamos con cualquier cosa.
Podría pensarse que con acudir a una gran superficie todo estaría resuelto, pero la verdad es que al tratarse de una fecha tan señalada, la hora de la compra es una prueba de fuego de la que nunca se sale victorioso, pues siempre hay algún ingrediente que o se ha terminado minutos antes de llegar tú, o simplemente por no ser de temporada, te obliga a recorrer una infinidad de comercios pequeños, en diferentes sitios de la ciudad.
Una vez superado el escollo, es esencial comenzar la tarea con buen ánimo y pedir a la diosa Fortuna una buena dosis de inspiración, acompañada de infinita paciencia, ya que en esto de la cocina, ambas cosas son de aagradecer si se quiere triunfar y que lo que prometía ser un plato exquisito, no acabe por convertirse en una bazofia incomible, de esas que quedan en la memoria colectiva y se cuentan jocosamente, en todas las ocasiones futuras en que la familia vuelva a estar reunida e incluso delante de extraños, a los que nada importa, en principio, si fracasaste o no en el intento.
Así que en cuanto empieza el ruido de cacerolas, crece en ti una necesidad de permanecer en máxima alerta y haces guardia alrededor de los recipientes y electrodomésticos que estas utilizando, vigilando a un tiempo, pongo por caso, la temperatura del aceite en el que vas a freír, el espesor de la salsa que acompañará a la carne, el color que va adquiriendo la verdura que has puesto a pochar para luego triturarla con la batidora de mano, que no se pase el punto de cocción del marisco, cómo va el pescado que sacaste del congelador por la mañana y que no se pase lo que has metido en el microondas para que se fuera cocinando mientras que te dedicabas a lo demás.
A todo esto, hay que añadir la incontable pila de cacharros que te ves obligada a ir fregando, si no quieres que la encimera se convierta en un enorme vertedero, propio de un afectado de un Síndrome de Diógenes, e ir a su vez colocando en su sitio lo ya limpio, para que no se mezcle con otros utensilios que esperan su turno de ir siendo usados, según vaya avanzando el día y se vayan terminando los platos que tuvieron el privilegio de ser acometidos en primer lugar.
Como además uno no puede permitirse una dedicación exclusiva a lo que trae entre manos, dado que no se trata de un tema profesional, sino de algo eventual que sobreviene sólo en algunas ocasiones puntuales, se ha de estar continuamente saliendo de la cocina para atender otras obligaciones perentorias que no pueden posponerse, aunque en este caso hay que hacerlas a velocidad de trueno y guiándose desde lejos por el olor que van desprendiendo los alimentos que están en los fogones, lo cual convierte la secuencia, en un continuo ir y venir de acá para allá, que encima suele ser aderezado por las naturales llamadas de teléfono que todos hacemos en estas fechas y que te tienen mientras duran, en un sin vivir, sobre todo si no consigues recordar si bajaste el fuego antes de sentarte a hablar cinco minutos con tu tía, con tu hija, o con aquella amiga que siempre fue muy inoportuna y que nunca se supo despedir a tiempo y a la que siempre te toca mentir, diciendo que están llamando a la puerta.
Naturalmente, cuando llegan las siete de la tarde, estás extenuada y los párpados comienzan a cerrársete, como si hubieras corrido la maratón de Nueva YorK, cargada con una mochila de cincuenta Kilos.
Pero no puedes dejarlo, porque hay recetas que no acaban de alcanzar el punto de ebullición preciso que justamente necesitan para ser una exquisitez y aún no has organizado el frigorífico para ir guardando lo que ya está hecho, cosa que casi siempre resulta ser un engorro, ya que las dimensiones de la máquina son las que son y no pueden ser modificadas a placer, según las necesidades del momento.
Así que empiezas a acomodar lo que ya tenía su sitio dentro de la jodida nevera, a sacar y reubicar las latas de conserva, los embutidos, los yogures, la mantequilla, los quesos, el agua, las cervezas y un sinfín de pequeños artículos que has ido almacenando sin encontrar el momento de servirlos y que ahora quisieras haberte comido, porque a pesar de repetir la maniobra más de una vez, resulta imposible hallar un hueco para lo que has cocinado y te resistes a tirar nada, tal y como está la situación.
Finalmente y agudizando el ingenio, poniendo aquí y quitando allá, consigues hacer lo que vulgarmente se llama un apaño y tonta de ti, miras sonriendo al interior del aparato, como si hubieras creado una obra maestra y hasta te sientes orgullosa de ti misma, pensando que te mereces una recompensa por tu buena organización, mientras cierras la puerta con delicadeza suprema.
Como a las diez de la noche, te das cuenta de que se te ha echado encima la hora de cenar y que a pesar de haber estado guisando todo el día, no has previsto nada que llevarte a la boca precisamente para hoy, con lo cual no te queda otro remedio que volver a encender los fogones y preparar al menos, una triste tortilla francesa, con la que reponer fuerzas, si no quieres caerte desfallecida, tras tan dura jornada de trabajo.
Y cuando por fin apagas la luz y te diriges a la mesa con tu escuálido plato entre las manos y las piernas tambaleándose como si fueran de trapo piensas: …y solo tengo la mitad del Menú…mañana tendré que levantarme pronto.
¡Menos mal que sólo son dos o tres veces al año!















jueves, 20 de diciembre de 2012

Cuento de navidad


Como ya saben mis lectores habituales, suelo felicitar la Navidad escribiendo un Cuento. Hemos pasado por un año dificil, en el que han escaseado las buenas noticias y muchos de nosotros estamos viviendo inmersos en la desesperación que produce no tener perspectivas de futuro.
Mi Cuento pretene llevar a todos un mensaje de esperanza e intentar que naie pierda, por ningún motivo, la ilusión de que con esfuerzo, cualquier cosa puede ser cambiada.
Muchas gracias por la fidelidad que me demostrais a diario y sed felices, porque sois hombres y mujeres de buena voluntad.


El regalo perfecto


El Espíritu de la Navidad echó una mirada al mundo y movió negativamente la cabeza.
El hombre había abandonado cualquier sentimiento de caridad y hasta había recusado incluir en su idioma toda palabra que tuviera que ver con la bondad o la belleza.
Reinaba en las calles un silencio sepulcral, mientras los viandantes deambulaban por ellas con los brazos caídos, en busca de un destino incierto y llevando en el corazón un frío descorazonador, que se proyectaba sobre el aire en forma de nubes de vaho con olor a miseria.
Largas filas de desesperados se agolpaban ante los comedores sociales y otros muchos rebuscaban en las basuras de las grandes superficies, esperando encontrar algo que llevar a casa para celebrar la Nochebuena.
Sólo en unos pocos edificios destinados a ser organismos de poder, se oían las voces despreocupadas de los políticos, que ajenos a lo que ocurría fuera, disfrutaban de opíparos ágapes regados con los mejores vinos, provenientes de las mejores cosechas.
-Nada merece ya esta humanidad- pensó el Espíritu de la Navidad, con gesto enfurruñado por lo que estaba observando.
- Este año, me tomaré unas vacaciones y no acudiré como siempre, a la cita que todos esperan, a ver si aprenden con mi ausencia de los errores cometidos y empiezan a dar importancia a las cosas pequeñas, lejos de la codicia que los ha conducido a la terrible desolación que ahora padecen.
Muy enojado por la incomprensión, el Espíritu de la Navidad comenzó a pensar dónde podría ir para alejarse lo más posible de todo lo que le recordara otros tiempos, cuando todo el mundo estaba pendiente de su llegada, para intentar ser un poco mejor en su actitud con los demás, aunque sólo fuera por unos días.
Pero un enorme panel en el que se proyectaban una serie de cifras en continua oscilación, iba cubriendo el cielo creando una especie de esfera inexpugnable, que no dejaba pasar ni un solo rayo de sol con el que calentar el hielo gélido de aquellos números que se adueñaban del Universo, dejando a los hombres huérfanos de cualquier sensación de bienestar, que les recordara que continuaban vivos.
El Espíritu De la Navidad quiso entonces saber quién manejaba los mecanismos de aquella máquina infernal, preguntándose qué ocurriría con él mismo, si finalmente el aparato acababa por adueñarse de la tierra.
Así que empezó a escudriñar en los rincones más recónditos del Universo, como un sabueso en busca de una presa que ha quedado oculta tras la frondosidad de la maleza, hasta que levantando una enorme polvareda que le cegó por un instante, fue capaz de distinguir una conexión que recorría toda la extensión del planeta, dirigida por unos cuantos poderosos, ávidos por la posesión del control absoluto que les llevara a ser los nuevos Dioses de una Era, en la que los hombres ya no significaran más que un instrumento que alimentara eternamente las arcas del nuevo Olimpo.
Horrorizado por la visión, se tapó momentáneamente los ojos, queriendo de algún modo, que lo que tenía ante sí no existiera y comprendió la tristeza infinita que había silenciado la voz de los seres humanos, sintiendo en lo más hondo del corazón, una complicidad total con todos aquellos que nada tenían que celebrar, en estas Navidades especialmente violentas.
Movido por la ira, empezó a señalar uno a uno a los artífices de aquella oscura maniobra y borró sus nombres de la lista de los habitantes del mundo, desterrándolos para siempre a un anonimato sepulcral, del que no volverían a resurgir, como castigo a la osadía de sus actos y a la frialdad de sus intenciones para con el resto de sus congéneres.
-Voy este año- se dijo- a dar y quitar, a partes iguales, a estos pobres humanos dos cosas absolutamente necesarias para su curación, e imprescindibles para volver a la felicidad robada por los que ya no tienen nombre.
Dotó entonces a cada uno de una altísima dosis de pura inteligencia y al mismo tiempo, hizo desaparecer de todos los corazones el miedo.
Los hombres miraron entonces sus manos y supieron que habían sido rozados por el Espíritu de la Navidad y que eran ahora poseedores de los instrumentos necesarios para administrar su propia existencia.
Libres para pensar y habiéndose deshecho de todos los temores, ya ni siquiera tenía importancia no tener nada en los bolsillos, porque al recuperar la voluntad, la tarea de empezar un nuevo camino, se había convertido en el reto más trascendental, en lo que les quedaba de vida.





miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hasta que la muerte nos separe



Cualquier español que se encuentre en edad de trabajar, está empezando a creer en la idea de que probablemente tendrá que hacerlo de forma vitalicia.
A pesar de que nuestro país había apostado hasta ahora por establecer la edad de jubilación en los 65 años, las continuas presiones de Europa, a la que ya debemos una cuantiosa suma de dinero, que se ha destinado exclusivamente al saneamiento de la Banca, van encaminadas a exigir que se prolongue el periodo de actividad de cada uno de nosotros, ya que le parece excesivo el montante destinado a devolver a los jubilados las prestaciones que durante años hicieron a las arcas del Estado, para poder pasar la última etapa de sus vidas, sin agobios económicos que les obliguen a depender de sus descendientes.
Últimamente, se ha convertido en algo recurrente hacer referencia a la Educación, la Sanidad y ahora también a las pensiones, como si se trataran de prestaciones gratuitas, que el Estado se viera obligado a costear, para que los españoles disfruten de todas ellas, sin contrapartida alguna.
Convendría recordar que esta afirmación resulta ser absolutamente incierta y que cada uno de nuestros ciudadanos, se pasa la vida contribuyendo por medio de sus impuestos a una caja común, que teóricamente estaría destinada a ofrecer a todo aquel que lo necesitase, la ayuda necesaria para ser educado, curado o mantenido cuando llega el momento de decir adiós a un periodo laboral pleno y cuenta con un mínimo de años cotizados, para ser merecedor de una pensión, más que suficientemente cubierta.
Lo malo ha sido, que las recaudaciones destinadas a sufragar la universalidad de estos conceptos, con frecuencia han sido ilícitamente empleadas por los gobernantes de turno, en algo que nada tenía que ver con el destino que se había pensado para ellas e incluso, en muchos casos, se han esfumado por el desagüe de la corrupción, yendo a parar a paraísos fiscales para engrosar la cuenta particular de algún desalmado, que aún tiene la osadía de llamarse a sí mismo político.
Por éstas y otras causas, la ciudadanía se ve ahora obligada a añadir un par de años a su vida laboral y tiembla con la idea de que a los usureros europeos no termine de satisfacerles esta medida, lo que indudablemente movería a Rajoy a establecer el día menos pensado, una especie de cláusula parecida a la que se emplea en los matrimonios católicos y que defiende la indisolubilidad de la unión, que sólo podrá romperse con la muerte.
Entretanto, los españoles que aún tienen la suerte de no haber sido víctimas de la nefasta Reforma Laboral aprobada por el gobierno del PP, continúan cotizando a las arcas estatales religiosamente, aún sin saber si alguna vez podrán recobrar algo de lo ahora invertido y permanentemente amenazados por el catastrofismo político que augura el peor de los futuros a su inversión, probablemente por culpa de Zapatero, que debe ser la persona que peor herencia ha dejado en toda la historia del mundo, aunque hace ya un año que abandonó el poder y ninguna de las medidas de recorte aplicadas por decreto, se deben ni a él, ni a su partido.
No estaría mal, por tanto, que se exigiera a nuestros actuales gobernantes un compromiso real sobre el destino que tendrán a partir de ahora las contribuciones de los trabajadores al erario público, una claridad meridiana a la hora de establecer a la mayor brevedad cuál será la edad de jubilación de los que aún están en activo y una justificación periódica de en qué se está empleando lo recaudado, para que pueda ser consultado por todos y cada uno de nosotros, ya que al fin y al cabo, se estaría hablando de nuestro dinero.
Y si hemos de esperar a que la muerte nos pille trabajando, sería de ley abandonar esta provisión de fondos destinados a un retiro que será inexistente, cosa que vendría realmente bien a nuestros desesperados bolsillos, ahora que la crisis los ha dejado del todo vacíos con su desaforado afán de recortar, hasta del aire que respiramos cada día.



martes, 18 de diciembre de 2012

La profecía



Un poco de razón sí que tenían los que pronosticaron el fin del mundo para este 2012, que a punto de terminar, se está de convirtiendo en una de las épocas más convulsas que ha soportado la civilización occidental, aunque al final no desaparezcamos todos de la faz de la tierra y podamos continuar viviendo, aunque de un modo radicalmente diferente.
A las catástrofes naturales que siempre se dieron en el planeta y que también ahora se producen periódicamente, dejando a su paso estelas de muerte y desolación y a la virulencia de las guerras en que nos enzarzamos los unos con los otros a lo largo de nuestra historia, sin que nunca termináramos de aprender de nuestros pasados errores, se ha unido un elemento hasta ahora desconocido, que sin ser ni siquiera palpable físicamente para la humanidad, ha sido capaz de causar estragos de gran magnitud y heridas en muchos casos irrecuperables, aunque nada tengan que ver con los efectos que en nuestra constitución producen las armas, ni nos lleven a una muerte directa, a causa de su poder letal.
Hasta hace bien poco, la palabra crisis era un concepto que conocíamos porque cíclicamente habíamos de soportar un periodo relativamente corto de tiempo, en el que nuestras finanzas se veían mermadas por una serie de imponderables que, finalmente, se acababan por superar, volviendo a recuperar un ritmo normal de desarrollo y sin tener que abandonar el camino del progreso.
Siempre se había contado con la esperanza de que la capacidad de los seres humanos para superar la adversidad, activaba inmediatamente unos mecanismos de defensa que nos permitían organizar una resistencia desde la que combatir al enemigo en cuestión, planeando minuciosamente un contraataque que repeliera la agresión sufrida, viniera de dónde viniese.
Pero es que hasta ahora, todos los enemigos que había tenido la humanidad eran tangibles. Tenían nombre, apellidos o formaban parte de alguna nación y cuando generando un conflicto, la situación se hacía insostenible para otros individuos u otras naciones, las cuestiones se intentaban resolver, primero por la vía diplomática y si se fracasaba, como último recurso, por medio de la guerra.
Ahora no se sabe de dónde viene la agresividad y el hombre se enfrenta a una serie de entes fantasmagóricos a los que no conoce ni ha visto jamás, pero que inciden en su vida destrozando impunemente y con un poder absoluto su medio de subsistencia, en un mundo dominado por la inmediatez de unas comunicaciones ultrarrápidas, que agravan con el catastrofismo que transmiten, la frustración y la incertidumbre que sufrimos, sin concedernos un solo instante para pensar siquiera de dónde proceden los golpes.
El factor miedo ha entrado en escena como un torrente devastador y se ha convertido en el protagonista de la historia, paralizando al género humano con un tipo de violencia que se ubica en el interior y que va horadando la movilidad física y mental con sus promesas de un futuro peor, si no nos plegamos a determinadas exigencias.
Este pánico que nos hace mansos y reprime cualquier intento de rebelión con sus consignas agoreras, es en realidad, el auténtico artífice de que nuestro mundo esté llegando a su fin y de que dentro de poco tiempo nos encontremos inmersos en otro, en el que ya no tengamos siquiera la dignidad suficiente para recurrir a la queja, aunque nos sintamos atacados en nuestros más fundamentales principios o en nuestra propia manera de pensar.
Así que, ciertamente, el final de nuestra civilización parece estar cerca, aunque, por suerte, aún quedamos unos pocos supervivientes que todavía somos capaces de alzar la voz para que entre todos, intentemos detener la catástrofe.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Balas en la escuela



¿Qué puede pasar en la mente de un joven de sólo veinte años, para empujarle a entrar en una escuela armado hasta los dientes y perpetrar un infanticidio indiscriminado, hasta que finalmente, decide quitarse la vida, puede que horrorizado por su propia imagen?
No es la primera vez que un hecho de esta gravedad ocurre en Estados Unidos, ni seguramente será la última, como prueban las macabras estadísticas que se manejan y que indican que periódicamente y sin ninguna razón, algún desequilibrado ávido de notoriedad, decide convertirse en protagonista de una secuencia de terror, trasladada a la realidad cotidiana de la vida de cualquier pueblo.
Pero sin duda ha de haber un trasfondo que explique la relativa frecuencia con que se dan este tipo de acciones y que pone en entredicho un modelo de sociedad que pretende ser un ejemplo para el resto del mundo, pero que ha de asumir estas páginas negras escritas con sangre. en el libro de su propia historia.
La única diferencia con las otras matanzas, es que en esta ocasión, la mayoría de las víctimas no superaban los siete años de edad y por tanto, no podían ser siquiera sospechosas de haber provocado al asesino, al no haber abandonado aún la edad de la inocencia.
Muchas veces se ha cuestionado la facilidad con que los americanos pueden acceder a las armas, incluso llegando a poder almacenar en un domicilio particular auténticos arsenales, sin ser en absoluto investigados por ello y es verdad que todo aquel que se anima a convertirse en dueño de alguno de estos instrumentos letales, ha de tener una primera razón para desear poseerlo y un plan premeditado para usarlo, en alguna determinada ocasión que bajo su punto de vista, así lo requiriera.
Alejados de aquella sociedad, los que vivimos en otra parte del planeta, no sentimos para nada la necesidad de guardar en un cajón una pistola, ni soñamos de manera recurrente con que somos atracados o amenazados, a no ser que nos movamos en un ambiente de por sí, peligroso.
No por ello somos menos vulnerables a los delitos que se cometen en las ciudades, ni estamos libres de sufrir algún tipo de ataque en el transcurso de nuestras vidas, pero asumimos la idea de que, en general, las personas suelen tener un comportamiento normal con sus semejantes y valoramos la vida humana en su justa medida, pareciéndonos una aberración la sola idea de poder terminar con alguna, aún en defensa propia o empujados a ello, por circunstancias muy adversas.
Un país en el que todo el mundo está siempre en alerta y preparado para lo peor, no puede por menos que preguntarse en qué momento perdió las riendas de su destino, empujando a sus habitantes a convertirse en asesinos en potencia, acongojados por la desconfianza que hacia sus propios paisanos tienen, en un periodo de paz y sin que ningún tipo de amenaza real se cierna sobre ellos, como para permanecer en actitud beligerante, durante toda su existencia.
Uno llega a pensar que más que negocios de armamento, lo que realmente necesitaría el pueblo americano serían incontables consultas de psiquiatría, en las que estudiar en profundidad esa necesidad de permanente defensa que arrastra, sin conceder a la humanidad la oportunidad de demostrar su bondad, incluso en el seno de la propia familia, o en los núcleos más cercanos de convivencia.
La matanza de estos niños, es la prueba evidente del estrepitoso fracaso de la ley que permite la posesión indiscriminada de armamento y de lo sencillo que resulta, incluso para un demente, encontrarse con la posibilidad de manejar a su propio albedrío instrumentos de destrucción que en cualquier otro país del mundo, le serían negados practicándole un sencillo test psicológico que demostrara sus niveles de agresividad.
Obama ya intentó derogar estas leyes en su anterior legislatura, pero se encontró con la oposición frontal de la Asociación del Rifle, que defiende el absurdo argumento de que restringir el uso de armas atenta directamente contra la libertad de los pueblos. Una manera de explicar que el volumen económico que mueve este negocio, no puede ni debe darse por perdido, sólo porque de vez en cuando algún loco dispare a diestro y siniestro sobre una veintena de personas, robándoles su derecho a la vida.
Al final, todo es cuestión de dinero, por lo que es de esperar que esta horrible tragedia pronto se convierta en recuerdo y el tema de las armas quede aparcado hasta que en un futuro, alguno de estos iluminados decida protagonizar una nueva película de terror, amparado por la ley y actuando “libremente”.









domingo, 16 de diciembre de 2012

Incitando al golpismo




Existen en el panorama televisivo español una serie de cadenas, que funcionan bajo las directrices de la Iglesia y de otros organismos cercanos a la derecha más recalcitrante y que cada día organizan una serie de debates, en la hora de máxima audiencia, en los que suelen hacerse comentarios por parte de los tertulianos, claramente ofensivos para la audiencia y en muchos casos, cercanos a una ilegalidad, que es permitida e incluso aplaudida, por el gobierno del PP.
Hace unos días, el Canal 13 entrevistaba a un alto mando retirado del Ejército, en relación a la cuestión catalana y el Referéndum prometido por Artur Mas, en medio de una mesa compuesta por una serie de periodistas absolutamente afectos al gobierno actual, con la excepción de una señora que parecía ser de ideología progresista y un moderador absolutamente empeñado en conducir la conversación hacia derroteros manifiestamente violentos, llegando a incitar al entrevistado para que se pronunciara a favor de una intervención militar en Cataluña, de llegar a producirse el Referéndum, sin la autorización del Partido en el poder.
Ahondando en la “necesidad” de conservar la unidad de una España que parecía ser exclusivo patrimonio de sus correligionarios ideológicos, dicho moderador se mostraba entusiasmado con la idea de arengar a las tropas para que “pusieran en su sitio” a cualquiera que pudiera albergar alguna esperaza independentista, incluso pasando por encima del Parlamento, si la situación así lo pedía y siempre desde su opinión, “por el bien del país”.
Atónitos por lo que estábamos oyendo, los espectadores que en ese momento sintonizábamos esa cadena, en espera de una película de cierta calidad que se emitía después del debate, empezamos a prestar atención a lo que allí se decía, sin poder creer que una llamada a un alzamiento militar se estuviera produciendo, en directo, delante de nuestros ojos y que nadie hiciera inmediatamente, nada por evitarlo.
La situación llegó a tomar unos derroteros que obligaron, literalmente, a abandonar la mesa y la discusión a la única periodista defensora de la constitucionalidad, que huyó escandalizada por el contenido de la conversación, en franca desventaja numérica, e increpada por sus compañeros de tertulia.
Sin que se hayan tomado medidas contra este tipo de emisiones y sin que tan siquiera uno solo de los diarios nacionales haya hecho mención a este hecho, los españoles empezamos a preguntarnos si es que es fácil transgredir la legalidad, cuando se milita en las filas de cualquier partido conservador, incluso cuando se incita a un levantamiento de las fuerzas armadas, que podría afectar la paz de toda una nación, saltando por encima de un Parlamento, que es el único que podría decidir dar un paso de tal envergadura y sólo en casos excepcionales, que nada tendrían que ver, desde luego, con las ínfulas independentistas de Mas, que han quedado después de las elecciones en Cataluña, claramente desterradas por la ciudadanía.
La gravedad de lo sucedido en esa mesa, requiere sin embargo, algún tipo de sanción por parte de las autoridades correspondientes, ya que no se pueden ni se deben tolerar opiniones que ningunean el sistema democrático, quizá en recuerdo de etapas políticas anteriores y mucho menos, si vienen capitaneadas desde la Iglesia Católica, cuya función no es, precisamente, mezclarse en los asuntos del Estado ni protagonizar injerencias políticas, soliviantando a los ejércitos para que abandonen los cuarteles, con fines golpistas.
Estos santones patrioteros, que pretenden dar lecciones de rectitud a todo aquel que no comparte su catecismo religioso o ideológico, debieran saber que con este tipo de actos incurren, exactamente, en los mismos delitos que achacan a los abertzales vascos cuando hacen apología del terrorismo y con el mismo rasero habrían de ser medidos, si es que es cierta la igualdad de todos los españoles, ante la justicia.
Evidentemente, si este programa hubiera sido emitido por algún canal sospechosos de ser cercano a las corrientes de izquierda, las reacciones no se hubieran hecho esperar y es posible, hasta que la cadena en cuestión hubiera sido de inmediato clausurada, por orden gubernativa.
Pero la connivencia entre el Partido Popular y la Iglesia otorga privilegios que a otros ciudadanos nos son negados sistemáticamente y como ven, no pasa nada, se diga lo que se diga, si el clero sustenta a quien emite este tipo de programas catastrofistas. Topar con la Iglesia, no sería del agrado de Rajoy.



jueves, 13 de diciembre de 2012

La foto de la discordia




Por muy increíble que parezca, los partidos de oposición que conforman el arco parlamentario de este país, no consiguen ponerse de acuerdo, ni siquiera cuando el que regenta el poder hace un uso abusivo de sus funciones y saca adelante un decreto para no actualizar el nivel de las pensiones, a golpe de mayoría absoluta, como suele ocurrir últimamente.
Todos manifiestan abiertamente estar en desacuerdo con la lo aprobado y también su deseo de recurrir al Tribunal Constitiucional para que se pronuncie sobre el tema, pero en lugar de hacerlo unánimemente, para solventar una cuestión de vital importancia, comienzan una discusión entre ellos, al negarse UPD y PSOE a posar en la foto junto a BILDU, que recibe a su vez el apoyo incondicional de los nacionalistas catalanes, por considerar que su exclusión, estaría directamente relacionada con la fobia que los partidos “nacionales” demuestran, ante todo lo que huela a separatismo.
El hecho es que de momento, el recurso queda aparcado por culpa de la maldita foto, como si el asunto de las pensiones hubiera de pronto dejado de tener importancia y los miles de jubilados que sufrirán sus consecuencias pudieran esperar a que nuestros aguerridos parlamentarios se animen a solventar sus diferencias, en cuestiones que al pueblo resultan francamente ridículas y que no conducen a otra cosa, más que a dar una imagen de desunión que favorece claramente las intenciones del PP, que ahora es quien debiera ser el enemigo a batir, antes de que termine de dilapidar el modo de vida de los españoles, con sus recortes y decretos.
Habrá que preguntar a los pensionistas, que por cierto hoy mismo recorrían las calles de las ciudades, en señal de protesta contra este recorte traicionero que merma considerablemente su poder adquisitivo, qué credibilidad otorgan a estos parlamentarios encargados de defender lo justo de su causa y que se enzarzan en una gresca monumental por una simple fotografía, en la que en estos momentos daba igual quiénes aparecieran, pero que podía haber recorrido las páginas de la prensa internacional, mostrando la oposición que provocan las políticas de Rajoy e intentando conseguir que el Constitucional derogara el Decreto, presionado por una opinión pública, que en este caso apoyaría el recurso, con su presencia en la calle.
Pero he aquí que incapaces de pasar página, ahora que la paz parece haber vuelto a instalarse en Euskadi, Rosa Diez y Rubalcaba, hacen un frente común contra los abertzales, olvidando incluso pasados enfrentamientos entre ellos y obviando el perjuicio que con su negativa a posar en la foto, causan en una parte de la población, que resulta ser la más desprotegida y necesitada de la ayuda de sus políticos.
A la líder de UPD, se le han olvidado de pronto todas las inquinas que contra sus antiguos compañeros del PSOE guardaba y no duda en posar en los pasillos del Congreso, en actitud distendida y hasta jocosa, frente a un Rubalcaba que debe estar alucinando ante la amabilidad repentina de la vasca, `pero que tampoco está dispuesto a admitir en la foto, la ingrata presencia de nadie sospechoso de haber pertenecido a ETA, a pesar de que esté ocupando, con toda legalidad, un escaño en el Parlamento.
Entretanto el PP completa su jugada y saca adelante el decretazo que deja a los pensionistas sin actualización de su dinero, feliz de contar además, con la división que se produce entre los partidos de oposición, apuntándose una victoria regalada por un enemigo incapaz de solventar ni siquiera una de las memeces más grandes que se han producido en toda la historia de nuestra Democracia.
Uno llega a pensar que en el fondo no debían estar muy convencidos de la necesidad de presentar el recurso o quizá, que no estaban tan en desacuerdo con el Decreto, como manifestaban a ojos de la opinión pública, cuando se han dejado derrotar a la primera de cambio, sin luchar por sacar adelante la objeción, piense cada cuál lo que piense.
Lo que queda claro es que ninguno de ellos merece siquiera una pizca de credibilidad y que continúan sin representar los intereses de los españoles, pertenezcan a las siglas que pertenezcan y esgriman el argumento que esgriman, desde la comodidad de sus mullidos escaños.
Lo que podía haber sido una eficiente ayuda para nuestros jubilados, quedará ahora reflejado aquí y fuera de nuestras fronteras, como una acción ridícula e irrisoria, que pone de manifiesto la total descoordinación con que se mueve la oposición parlamentaria y que deja en entredicho la seriedad de los señores diputados, que para desgracia nuestra, cobran un sueldo por organizar acciones como ésta, a todas luces ininteligibles, para cualquier ciudadano que se precie de poseer un mínimo de inteligencia.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cinco mil más.



Con el personal de Justicia tomando la calle, como protesta a las tasas establecidas por Gallardón y el de Sanidad sin dar muestras de desaliento, en su lucha por conservar la universalidad del sistema, se hace efectiva la llegada de los dineros del rescate, exclusivamente destinados a un saneamiento de la Banca española y que trae adheridas una serie de exigencias inaplazables, que con toda seguridad, empezarán a cumplirse en un corto espacio de tiempo.
La mitad del montante intentará reparar el desaguisado perpetrado por Rato en Bankia, que se ve ahora obligada por los prestamistas a poner en la calle a cinco mil trabajadores, como si los errores cometidos por los dirigentes de la institución hubieran sido de su competencia, mientras los auténticos responsables estarán ya, con toda probabilidad, ocupando cargos de responsabilidad en otros organismos, libres de toda imputación, a pesar de haber colocado al país al borde de la quiebra.

Pero de esta luctuosa herencia no se habla en los discursos de Rajoy ni de ninguno de sus ministros, probablemente por su proximidad ideológica con Rato, ni se explica por qué los españoles han de hacer frente a la enorme deuda contraída por esta entidad, que ahora se volverá a reflotar, sin que nadie sepa a ciencia cierta, si existe alguna posibilidad de que no vuelva a ocurrir con ella, nuevamente lo mismo.

Poco importan los cinco mil nuevos desempleados que pasarán a engrosar las filas del INEM, ya que al parecer, los despidos masivos se han convertido en algo rutinario que carece de validez para nuestro gobierno y el Ministro De Guindos, hasta se permite bromear con el tema, riendo a carcajadas frente una serie de periodistas, incapaces de afear su actitud, en un momento de tanta envergadura y tan nefastas consecuencias.
Sin embargo, cuando pase el efecto embriagador que debe estarle produciendo tener en las manos este dineral ofrecido directamente por la usura europea, seguramente recuperará su seriedad habitual para exigir nuevos sacrificios al pueblo español, ahora con la justificación inapelable de tener que hacer frente a los plazos de las cantidades debidas y no le dolerán prendas en sugerir cualquier tipo de recortes, directamente relacionados con alguna de esas partidas sociales, que se ha empeñado en hacer desaparecer, afecte a quien afecte y duela a quién duela.
Claro que para entonces, ya se habrán procurado un nuevo argumento que culpe a los ciudadanos de increpar a las masas para que salten en contra de su gestión, volviendo a dudar por enésima vez de la inteligencia de este sufrido pueblo y de su integridad, a la hora de dejarse manipular por una u otra tendencia.
Y aunque el mensaje lanzado por la sociedad está clarísimo y no es otro que el de exigir un mejor trato para las personas, hasta el momento muy perjudicadas, por esta fiebre de estrecha colaboración que con la Banca ha establecido este Gobierno, aún se nos volverá a repetir que este rescate millonario se hace por nuestro bien y se nos acusará de locura, como suele ser habitual desde el comportamiento, de cualquier maltratador que se precie.
Sin embargo, la situación ya no da para más exigencias y la cuerda está a punto de romperse, creando un sonoro estruendo alrededor de esta pantomima, basada fundamentalmente en la credulidad de unos votantes, ahora también, absolutamente indignados e insatisfechos.
El tiempo se acaba para Rajoy y las protestas que ahora están en la calle, no son más que el comienzo de lo que se avecina, si se persiste en esta actitud de ceguera que demuestra a diario quien nos gobierna. A ver cómo empezamos el año y cuánto es capaz de aguantar sin ceder, nuestro nefasto Presidente.





martes, 11 de diciembre de 2012

Negra Navidad




Con la proximidad de las Navidades, los efectos que han traído a las familias las medidas aplicadas por el Partido Popular, en este primer año de gobierno, se hacen mucho más claros y evidentes.
En fechas en las que tradicionalmente el consumo solía dispararse y los españoles hacían lo posible por llevar a casa lo mejor del mercado, empezando por los artículos de alimentación y terminando por los regalos previstos para la celebración del día de Reyes, se pueden ver ahora auténticas aglomeraciones de gente que deambula por las calles del centro de las ciudades, mientras las tiendas permanecen vacías, sin lograr vender nada, en vista de la falta de recursos que atenaza la economía de las familias.
Sectores de población que contaban para estos eventos con el cobro de la paga extraordinaria de Navidad, o han visto cómo ésta desaparecía por decreto, o simplemente se ven obligados a conservarla en su totalidad, en vista de la situación tambaleante que se vive en las empresas, después de que la Reforma Laboral no permita tener ninguna certeza de conservar el puesto de trabajo, ni aún contando con un contrato de carácter indefinido o habiendo formado parte de las plantillas durante toda una vida.
Luego está el ya incontable número de parados, con prestaciones, con subvención o sin ninguna clase de recursos, que sin esperanza de volver al mundo laboral, no se atreven a desprenderse de un solo euro, previendo que su situación personal pudiera empeorar aún más, a la vista de las terribles previsiones que para nuestro país se hacen fuera y dentro de nuestras fronteras y hasta los pensionistas caminan por la cuerda floja de la inseguridad, al tener que destinar el dinero que antes invertían en fiestas, a la manutención de sus hijos parados y sus familias, que han caído como una losa, sobre las espaldas de quienes esperaban gozar de un retiro feliz.
Pero este gobierno nuestro, incapaz de arrepentirse de nada, lleva su desfachatez hasta extremos inimaginables y sigue manteniendo el argumento de que sus medidas de recortes están a punto de dar apetecibles frutos para el país, ciego y sordo a la desastrosa realidad que nos aflige, como si su obligación primera no fuera la de hacer lo posible por remediar nuestra situación y la de buscar una vía rápida de creación de empleo, que al fin y al cabo, es lo que cambiaría radicalmente el triste panorama que nos ha traído su mala gestión y su mala leche.
No se sabe muy bien qué clase de milagro esperan que suceda, pero hasta el más torpe de los ciudadanos, a estas alturas, ya ha comprendido con meridiana claridad, que hemos llegado a un punto en que todo se nos ha vuelto en contra y que de nada ha servido ni sirve, una política que no procura el bienestar de los ciudadanos, sino más bien, un empeoramiento progresivo de su modo de vida, capitaneada por una serie de lunáticos, cómodamente instalados en las delicias del poder.
Si a los votantes del PP les hubieran dicho el año pasado que las próximas Navidades serían sin duda, las más tristes de su vida, que ni siquiera podrían permitirse llevar a su mesa un escuálido pavo con el que alegrar la Nochebuena o que sus hijos tendrían que renunciar a los regalos de Reyes, para poder llenar el carro de la compra del próximo mes, el resultado de las elecciones de 2011 hubiera sido bien distinto y las huestes de Rajoy jamás hubieran conseguido el empleo que ahora ostentan, con una mayoría absoluta arrancada, a base de promesas incumplidas y de acusaciones interminables sobre la maldita herencia que les dejó su antecesor.
No les vendría mal un paseo por las calles, pongo por caso de Madrid, a la misma hora en que la concurrencia sale a mirar escaparates de comercios abocados a la ruina por falta de ventas y hacer el esfuerzo de hablar cara a cara con la ciudadanía, interesándose por lo que opinan de cómo lo están haciendo, sin que anden de por medio ningún tipo de esos fantasmas izquierdosos a los que aluden, cuando la gente sale en manifestación.
Puede que al oír lo que tenemos que decir cada uno y al conocer las historias contadas en primera persona por los integrantes de nuestra sociedad, sintieran el mismo escalofrío que recorre la médula de todos los españoles cuando miramos a diestro y a siniestro y descubrimos las enormes carencias que nos afectan sin excepción y el dolor incurable que padecemos, a causa de la medicina letal que se nos está aplicando, desde las altas esferas de su poder.
Y hasta puede que entonces se les moviera un poco la conciencia y fueran capaces, por una vez, de luchar de verdad por el pueblo que les eligió, procurando un poco de alivio a su agonía, haciendo un ejercicio de contrición por todos los errores cometidos y cumpliendo la penitencia de trabajar hasta la extenuación, en bien de esta España de la que tanto gustan de presumir, pero a la que tan poco afecto demuestran.







lunes, 10 de diciembre de 2012

Wertiginoso



La mente calenturienta del Ministro de Educación Wert no para de imaginar situaciones extremas con las que adornar la nefasta Ley De Educación que pretende implantarnos por la fuerza y que nos lleva directamente, a los umbrales de los años cuarenta.
No contento con fomentar las desigualdades entre los estudiantes, negando la oportunidad de formarse a los que carecen de recursos, ahora pretende establecer una competición entre Centros, concediendo privilegios a aquellos cuyos alumnos obtengan mejores calificaciones y concediéndoles la potestad de admitir únicamente a los alumnos que consideren oportuno, independientemente de si residen o no en la zona y sin tener en cuenta ninguno de los criterios de valoración hasta ahora vigentes.
Esta manera de instalar el clasismo en las aulas, sin profundizar en las razones que conducen a que los alumnos de un Centro determinado no consigan alcanzar los objetivos deseados en su currículum, obviando las circunstancias externas que rodean a los que acuden a él, por ejemplo, viene a sumarse al desmedido afán de este Gobierno por crear una especie de élite estudiantil, a ser posible cercana a su ideología y creencia religiosa, capaz de seguir la estela de su partido, cuando en un futuro lejano, no quede más remedio que retirarse, a todos aquellos que están y piensan estar por muchos años, cómodamente instalados en el poder.
Ya caminaban por una línea claramente anticonstitucional al subvencionar la enseñanza que separa a los alumnos en función de su sexo, pero separarlos en razón de sus notas, sin averiguar qué motiva exactamente la contundencia de su fracaso, coloca a los procedentes de un ambiente de marginalidad en total desventaja y acabará por provocar, seguramente, su total exclusión del panorama educativo, sin darles oportunidad a recuperarse o sencillamente, a salir de la oscura vorágine en la que se encuentran envueltos.
Habría que regresar a la época más tenebrosa del franquismo para encontrar algo similar. Los pobres de entonces, ni siquiera podían permitirse acudir a la escuela y una gran parte de ellos eran retirados de ella en cuanto cumplían ocho o diez años, viéndose obligados por las necesidades familiares, a cambiar los libros por el hatillo para acudir a trabajar, independientemente de su grado de inteligencia o sus posibilidades reales para realizar estudios superiores.
Ya entonces, estos Centros de excelencia que tanto gustan a Wert y que, generalmente, eran regidos por personal adscrito a la Iglesia, fomentaban un claro separatismo entre su alumnado, dándose la circunstancia de que los becarios accedían al Colegio por una puerta distinta y en el caso de las niñas, habían además, de encargarse de la limpieza de las aulas.
El as en la manga que parece guardar ahora Wert, bien pudiera estar relacionado con el costo económico que para las familias tendrían este tipo de Centros y de cuáles serían los criterios a seguir para la admisión de un alumno, cuando la potestad de hacerlo quede totalmente en manos de la directiva que rija la entidad en cuestión.
Independientemente, el mero hecho de establecer una especie de lucha permanente entre escuelas, haría un flaco favor a la armonía que debe reinar cuando se trata de cumplir un plan educativo a nivel estatal, sobre todo si se está hablando de una enseñanza Pública Universal, que busca el bienestar de la sociedad al completo y una calidad de enseñanza de nivel, para todos nuestros hombres y mujeres del futuro.
La Wertiginosa carrera emprendida desde el ministerio, sin embargo, no parece haber llegado a su fin y al haber declarado su cabeza visible que se crece ante la protesta igual que un toro bravo, no queda más remedio que augurar que lo que a partir de ahora sobrevenga, será aún peor.
Volviendo al símil, olvida Wert, que a pesar de su bravura, el destino inapelable del toro, es el de acabar muriendo en la plaza.





La edad de la inocencia



Apabullado por la sonoridad de los mayores y desbordado por el colorido de los adornos y las cadenetas, mi nieto Hugo cumple su primer año de vida, entre los algodones que para él procuramos todos aquellos que le queremos.
Es el suyo, unos de esos viajes de azarosa aventura en el que cada uno de los descubrimientos supera el asombro que produjo el anterior y el tiempo parece quedar corto, si se quiere mirar a todas partes, con la dificultad de no saber aún expresar con palabras, aquello que nos produce la contemplación simultánea de tanta maravilla.
La vida se abre ante él con todo su esplendor y el afán por vivirla se hace imprescindible en cada uno de los pequeños pasos con los que se acerca a los objetos que despiertan su interés, mientras sonríen sus ojos emocionados, aún antes de imaginar que posee lo que tanto desea.
Dulcemente anclado en esa edad de la inocencia, en la que todo lo que se necesita para ser absolutamente feliz está al alcance de la mano y los afectos son fielmente correspondidos, sin que haya lugar a la deserción o al fracaso, pulula en el ámbito familiar sabiéndose el dueño de la situación, mientras empieza a comprender la utilidad del lenguaje y el movimiento, con la osadía que da el total desconocimiento del miedo.
Anda en una búsqueda permanente de emociones vinculadas a las cosas infinitamente pequeñas, atrapado en todo momento por la sorpresa de tropezar con ellas por mera casualidad, pero satisfechos de tener la oportunidad de encontrarlas dentro y fuera de casa, como si un interminable abanico de novedades se abriera ante su recién estrenada risa, invitándolo a perderse en un paraíso de diversión permanente, de la que sólo escapa, cuando por fin le rinde el sueño.
Acostumbrado a la armonía de su entorno, el tamaño de los regalos y el estruendo de las canciones de felicitación, han tenido un efecto contrario al que todos nosotros esperábamos cuando le organizamos la fiesta y al final, ha quedado patente que, casi siempre, es la simplicidad la que consigue arrancar de los seres humanos, grandes o pequeños, ese minuto de ilusión, con el que todos soñamos para acercarnos a la felicidad. Hugo se ha enamorado de un globo y ha ido tras él, como si todo lo demás sobrase. ¡Qué misterios nos guarda la vida!







jueves, 6 de diciembre de 2012

De espaldas a la sociedad


No deja de causar extrañeza, la indiferencia demostrada por el Presidente Rajoy, ante las presiones continuas de su pueblo.
Por mucho talle político que se tenga, ser continuamente increpado, allá dónde uno va, por grupos de personas que manifiestan abiertamente su descontento, por la forma de gobernar que uno tiene, debe al menos, causar cierta zozobra interior y generar grandes dudas sobre si verdaderamente, se está acertando en el trabajo diario que se lleva a cabo.
Pero la altivez de los populares, la superioridad con que vuelven la espalda a la cruda realidad que les circunda y la negativa permanente a admitir ninguna tipo de errores, como si fueran infalibles en todo cuánto hacen, no hace otra cosa que confirmar a quién todavía lo dudase, que se han acomodado en el poder, con intención de quedarse y que disfrutan practicando el absolutismo, a espaldas de quienes les eligieron, cegados por sus promesas incumplidas, de acabar con la crisis que nos azota.
La imagen del Presidente Rajoy, entrando en la celebración del Día de la Constitución, ignorando la sonora pitada que estaba recibiendo, de la gente que se agolpaba en la calle y su posterior negativa a hacer ningún tipo de declaración a la prensa, queda en la retina de la Sociedad como una de las mayores ofensas sufridas, desde que logramos salir de las garras de la Dictadura, para asentarnos en la Democracia.
Ninguno de los Presidentes que habíamos tenido hasta ahora, había colmado tanto nuestra paciencia, ni ninguno de los gobiernos que antecedieron a éste en el poder, se había comportado jamás con la ciudadanía, con la soberbia que éste lo hace, instalado en el pedestal de una mayoría absoluta, obtenida a través de un fraude electoral minuciosamente premeditado, constatado por un programa electoral, que nunca llegará a cumplirse.
El desprecio con que somos tratados y las continuas ofensas que se nos infringen, están llevando la situación a un límite de insostenibilidad, que acabará por provocar un estallido social de incalculables consecuencias.
La solución no está en volver la espalda, haciendo caso omiso a la realidad que constituye el sufrimiento de una población hostigada por la pobreza, sino en ser partícipe de sus problemas e intentar apartar del camino los escollos que lo dificultan, desde una posición dialogante, basada en el respeto y en la sinceridad que uno debe, cuando ha decidido ejercer una profesión directamente relacionada con el servicio a su pueblo.
Al final, la importancia de detentar el poder es sólo relativa y lo único que queda cuando llega la hora de abandonarlo, es la sensación de haber cumplido con honradez y limpieza las funciones del cargo, de haber sido instrumento de los auténticos deseos de los ciudadanos que nos eligieron.





Fracaso Constitucional



El día de la Constitución, en este año 2012, no puede guardar semejanza con ninguno de los aniversarios anteriores, pues nunca antes en este país, la situación había sido más desalentadora que en este momento.
La importancia que tuvo la redacción de nuestra Carta Magna, ha quedado sin duda eclipsada desde el mismo instante en que alguno de sus capítulos fundamentales se convirtieron en papel mojado y los derechos que este documento reconocía para los ciudadanos, comenzaron a ser pisoteados, sin rubor, por la mala gestión de nuestros nefastos políticos.
Todo el esfuerzo que se hizo, por pasar de manera incruenta de un régimen dictatorial a una Democracia, la renuncia de tanta gente a que se reconociera la verdad de la historia, a favor de una reconciliación efectiva entre los españoles y el duro trabajo de redactar un documento que recogiera una igualdad entre los seres humanos, independientemente de su credo, raza o sexo, para intentar el bien común, amparado por unas leyes indiscutiblemente justas, han sido arrasados sin piedad por el valor de las cifras y por la ineptitud de aquellos en quienes confiamos, para regir nuestro destino.
El derecho de los ciudadanos al trabajo y a la vivienda, han caído por la borda, durante la marejada provocada intencionadamente por la codicia de los más poderosos y las desigualdades sociales, son hoy un hecho probado y creciente, que dejan a la sociedad en un absoluto desamparo, a merced de las exigencias del monstruo insaciable del capital y sin que su voz tenga la menor importancia, para los que se sientan en los escaños de nuestro maltrecho Parlamento.
Ya sin identidad, los españoles se ven obligados a iniciar una lucha feroz por la supervivencia, teniendo enfrente un enemigo gigantesco al que es muy difícil vencer, ya que todos los medios para conseguir la victoria, se encuentran definitivamente del lado del enemigo y la cobardía de nuestro representantes no puede ser más ominosa, al no hacer frente a su obligación primera, de garantizarnos un futuro y una dignidad en nuestra forma de vida.
Clamando en el desierto de las calles, la infinita soledad que nos acompaña, ha barrido cualquier atisbo de credibilidad en el Sistema que pudiera aportar una pequeña dosis de esperanza en obtener el rendimiento necesario para levantar la cabeza y poder mirarnos a los ojos, sin la vergüenza que acarrea la pobreza y con orgullo de pertenecer a donde hemos nacido.
Probablemente, nuestros políticos se congratularán hoy nuevamente del logro constitucional que nos dimos hace ya tanto tiempo y celebrarán una serie de actos, en los que volverán a demostrar que no hay crisis entre los de su clase y que no duelen prendas en despilfarrar lo que no tenemos, cuando se trata de estos eventos.
Pero este pueblo mío ya no está para fiestas y prefiere continuar pensando qué hará mañana para intentar desesperadamente encontrar un trabajo, evitar un desahucio o procurar una posibilidad de que sus hijos puedan acudir a la Universidad, sin tener que endeudarse de `por vida, para darles un porvenir, a ver si pueden ellos, con mayor acierto, levantar este país hundido, con otras ideas que nada tengan que ver con las que ahora nos propone nuestro recalcitrante gobierno.
Y mientras se pronuncian los discursos desde las tribunas engalanadas para tal fin y reservadas únicamente para entretenimiento de la clase `política, los demás estaremos procurando el sustento, aunque haya que dejarse la vida en las esquinas e inventar un idioma nuevo que, sólo tal vez, sea por fin entendido por los “próceres de la patria”.







martes, 4 de diciembre de 2012

Retorno al pasado



A partir de ahora, cuando nuestros hijos entren por primera vez en la escuela, se convertirán en protagonistas de un viaje en el tiempo, que hará posible que conozcan en primera persona, los entresijos propios de la enseñanza impartida en los años cincuenta.
Empezarán teniendo que enfrentarse al difícil reto de no poder expresarse en su propio idioma, si es que proceden de alguna de las Comunidades Autónomas con lengua autóctona y serán orientados, desde el primer momento, a la práctica obligatoria del Catolicismo, ya que esta Religión vuelve a ser parte de las asignaturas obligatorias, incluso en el bachillerato, para que nadie pueda apostatar, si no quiere encontrarse con un desagradable suspenso.
Debe pensar este Ministro Wert, que la inteligencia media del pueblo español está muy por debajo de la suya, cuando trata de argumentar la reforma que propone, basándose en la necesidad de un aumento en la calidad de la enseñanza, mientras con la otra mano, hace que desaparezcan del panorama educativo todas aquellas asignaturas que supuestamente, pueden llegar a fomentar la libertad de pensamiento, en los que serán nuestros hombres del futuro y lo hace, con una odiosa superioridad reflejada en el rostro, como condescendiendo con la protesta generalizada contra su forma de hacer política, pero sin dar un paso atrás en sus pretensiones, caiga quien caiga en el camino y cueste lo que cueste.
Por lo general suele pensarse que el conocimiento de varios idiomas es una manera de enriquecer el bagaje cultural de quien los habla y que el estudio de materias como la Ética o la controvertida Educación para la ciudadanía, resulta esencial para que la convivencia en este mundo que nos ha tocado vivir, sea mucho más grata y placentera, al convertirnos en personas mucho más tolerantes.
Pero la tiranía impuesta por esta mayoría absoluta de que goza el PP, no tiene en cuenta la opinión de la sociedad y ha pasado de gobernar democráticamente, a la restauración de una dictadura encubierta que basa su política en la firma de una interminable sucesión de decretos, que los ciudadanos tenemos que acatar, al carecer de un mecanismo apropiado que nos permita despedir a quienes contratamos por medio de nuestros votos.
En el caso de la Enseñanza, está claro que este gobierno también pasa por alto el artículo en el que se declara que España es un Estado aconfesional y que vuelve rendirse a los designios de una Iglesia Católica que nunca se resignó a la pérdida de protagonismo que suponía retirarse del ámbito de la escuela, imponiendo sin recato a nuestros hijos, una forma de pensamiento único, que de algún modo los coloca en la misma penuria que sufrimos los que vivimos la etapa franquista y que limita su derecho a decidir si quieren o no practicar algún tipo de confesión religiosa, como es de ley, para cualquier persona libre.
Si a esto añadimos la enorme subida de las tasas y el despido masivo de trabajadores de la enseñanza llevado a cabo en todas las Comunidades regidas por los populares, el negro panorama que se abre para nuestros jóvenes en el plano educativo, no puede ser más descorazonador y terrible.
Las pretensiones de Wert podrían estar basadas en la añoranza de otras épocas, en las que solo algunos privilegiados gozaban de la suerte de poseer una formación directamente relacionada con el peso de su apellido y que aseguraba una perpetuidad de las creencias que profesaban en las esferas del poder, condenando a la ignorancia a los pueblos, para un mayor aprovechamiento del fruto de su trabajo.
La frase de los jesuitas de “Dame un niño de tres años y lo haré mío para toda la vida”, debe sin duda formar parte del pensamiento de Wert, que está dispuesto a llevarla a la práctica, con esta Reforma humillante y lesiva, que pretende implantar haciendo uso de su autoridad, sin ningún tipo de consenso.
Pero por fortuna, la capacidad de comprensión del pueblo español ha viajado vertiginosamente desde la llegada de la Democracia y la ignorancia supina tan amada por los partidos de la derecha, quedó enterrada en el mismo momento en que se estableció la posibilidad de una Educación igualitaria, que todos nos afanamos en aprovechar hasta las últimas consecuencias.
Ya no somos aquella pandilla de analfabetos que callaban de manera sumisa cuando hablaba el señor, ni sucumbimos ante las amenazas de arder en el infierno, que tanto mermaron nuestra libertad de movimientos, cuando se nos obligaba a acudir al rosario de cada tarde, en las capillas de las escuelas.
Hemos crecido hasta sentirnos libres y el futuro que deseamos para nuestros hijos ha de pasar necesariamente por mantener intacta esa tasa de libertad y en la posibilidad de vivir en igualdad, seamos príncipes o mendigos.
Sintiéndolo mucho, señor Wert, no es posible un retorno al pasado, ni retomar prácticas olvidadas en el baúl de los recuerdos.
Puede que lo próximo que se intente, sea que Mariano Rajoy se pasee bajo palio por las calles de este país, alardeando de su estrecha amistad con los cardenales de su Iglesia, pero nadie podrá obligarnos a bajar la cabeza a su paso, ni a consentir que destroce el porvenir de los que nos siguen, ni con dinero, ni con catecismos.









lunes, 3 de diciembre de 2012

Jaque a Ferrán



El que fuera líder de los empresarios españoles, Diaz Ferrán, que mantuvo a los trabajadores de Viajes Marsans en un terrible compás de espera hasta su cierre y que dejó a miles de pasajeros, unos días antes de la navidad, sin poder realizar sus viajes, a pesar de haberlos pagado escrupulosamente, ha sido detenido bajo una acusación de blanqueo de dinero y alzamiento de bienes, descubriéndose así que su rocambolesca historia, no se correspondía exactamente con la situación ruinosa que declaraba, cuando se produjeron los despidos.
Este personaje, del que ya hablábamos a los pocos días de estrenar este blog y que gustaba de hacer declaraciones ante los medios, defendiendo el abaratamiento de los ,sueldos y el aumento de las jornadas laborales, incluso antes de la peor etapa de la crisis, vuelve ahora a la actualidad, después de un par de años de retiro, en una onda bien distinta de la que sintonizaba cuando era la cabeza visible de todo el empresariado español, mientras al parecer, vivía una realidad paralela en su propio feudo, lejos de la legalidad y amparado por la importancia de su cargo.
Si llegara a demostrarse que mientras se declaraba insolvente y potenciaba el cierre de sus empresas, se daba un desvío continuo de capital hacia Suiza, de manera absolutamente fraudulenta, la limpieza de su gestión al frente de la CEOE podría quedar inmediatamente en entredicho y salpicar a cuántos con el colaboraron en este organismo, que tan directamente afecta a la vida de todos los españoles.
Se impondría ahora abrir una investigación exhaustiva sobre sus actividades en la Confederación, para saber en qué medida sus actividades personales podrían haberse confundido con las de su cargo, e intentar descubrir si esta práctica ilícita era considerada normal durante su tiempo de mandato y si ante el éxito obtenido, pudo llegar a ser contagiosa entre más integrantes de la entidad, en perjuicio de todos los españoles.
Huelga decir que la catadura moral de quien propicia un cierre patronal, abandonando a su suerte a un elevado número de trabajadores, mientras engaña a la Hacienda Pública blanqueando dinero en otro país, no es precisamente ejemplar y que merece ser castigada con todo el peso de la justicia, pero los últimos acontecimientos vividos en el país y las sentencias dictadas en los numerosísimos casos de corrupción descubiertos en los últimos tiempos, hace que la incredulidad de los ciudadanos sobre la aplicación real de la ley, haya alcanzado cotas altísimas y que se dude abiertamente de que el desenlace de este caso llegue a ser diferente al de los que ya se juzgaron con anterioridad.
Y sin embargo, habrá que dar una oportunidad a estos jueces nuestros, que ahora también muestran su indignación, cuando la política de Rajoy ha empezado a salpicar la comodidad de sus vidas y esperar que ejecuten con imparcialidad las funciones inherentes a su cargo, poniendo todo el énfasis en establecer la verdad, si quieren sacudirse la mala fama que les acompaña en estos momentos y recuperar la confianza en la ley de la ciudadanía.
La ocasión se les pone ahora en bandeja de plata y la popularidad del protagonista de esta historia podría servir como ejemplo de que nadie puede escapar a la justicia, ni aún ocupando un cargo de relevancia, tras el que esconder sucios manejos financieros, con los que asegurarse el bienestar vitalicio.
Los frentes abiertos que ya pululan por los tribunales de la nación, como el caso Urdangarín, la Operación Malaya o este mismo que hoy empieza a ocupar las primeras páginas de la prensa, podrían representar el giro de ciento ochenta grados que necesita la judicatura para demostrar a la sociedad que no es posible la impunidad, para quienes se atreven a cometer un delito.
Tendrán, eso sí, que afanarse en el estricto cumplimiento de sus funciones y no permitir injerencias políticas que desvirtúen la realidad de los hechos, haciendo efectiva, de una vez, una separación de poderes, que aleje los fantasmas de la connivencia que se han convertido en la comidilla de todos los foros y que tan negativamente repercuten, cuando se trata de algo tan fundamental, como la aplicación de justicia.
Ha llegado el momento de que cada cual ocupe su lugar y de que los políticos se limiten a sus funciones, sin tratar continuamente de interferir en la labor de los tribunales, respetando su neutralidad, por encima de las cuestiones ideológicas.
Los ojos de la nación están desde hoy muy pendientes de la futura evolución de este caso, en la querencia de que se llegue hasta el fondo en la investigación y de que Diaz Ferrán sea tratado por la ley, exactamente como merece su delito, es decir, con la misma piedad que él demostró hacia los que fueron sus trabajadores,





domingo, 2 de diciembre de 2012

El mayor fraude electoral



El huracán de la crisis ha destruido el programa del Partido Popular, reduciéndolo a cenizas y dejando a quienes lo defendieron sin credibilidad ninguna, a los ojos de todos los españoles.
Una ciudadanía estupefacta ante el mayor fraude electoral jamás cometido, se enfrenta ahora a una rebaja sustancial del poder adquisitivo de sus ancianos, sabiendo que muchos de ellos se han convertido en el único soporte económico de que disponen sus desafortunados hijos, desde que la Reforma Laboral de Rajoy ayudó a ponerlos en la calle, privándolos de sus anteriores derechos y de las indemnizaciones correspondientes, que se esfumaron de un plumazo, por la misma puerta que el trabajo perdido, en esta lucha encarnizada por sobrevivir, que se ha instalado sin piedad entre nosotros.
Nueve millones de pensionistas, a los que se prometió por activa y pasiva una revalorización de sus pagas igual a la subida del IPC y que aportaron muchos votos a las elecciones ganadas por el PP, se arrepienten ahora de su tremenda ingenuidad y maldicen la hora en que confiaron en la palabra de este Presidente, que se está cubriendo de gloria, con su política totalmente lesiva para las clases trabajadoras.
Este enorme colectivo, que en gran parte se había negado a movilizarse, amparándose en la benignidad que se les prometía desde los salones de la Moncloa, no tardará en unirse a todos aquellos que ya sufren, en carne propia, los efectos de las gran mentira conservadora y que habiendo perdido el miedo, han convertido las calles en la única vía para canalizar su voz, en demanda de la dimisión de un gobierno, cada vez más alejado de la voluntad de su pueblo.
Con estos recién llegados, ya no queda en toda la superficie del país, nadie que se considere defendido por quienes nos gobiernan, teniendo en cuenta el empeoramiento generalizado que ha sufrido la situación de todos nosotros, en este primer año de gestión de un Mariano Rajoy, incapaz de ofrecer una sola buena noticia que frene el descontento de la ciudadanía y demasiado empeñado en culpabilizar a su antecesor, incluso de las medidas salidas directamente de su gabinete ministerial y que ya nada tienen que ver, ni con Zapatero, ni con lo acontecido con anterioridad a su toma de posesión, basada fundamentalmente, en sus machaconas promesas de cambio.
Y es verdad que todo ha cambiado, pero de una manera tan nefasta, que los populares no pueden esgrimir en su propia defensa, ni un solo logro con el que justificar sus recortes, ni un solo atisbo de esperanza por el que merecer una espera, que no acaba de dar el fruto apetecido de la necesaria creación de empleo, que sería lo único que evidenciaría que se va por el buen camino, en la resolución de la crisis.
El único resultado obtenido en este largísimo año de desgraciado recuerdo, ha sido el reencuentro con una lucha de clases prácticamente olvidada hasta hace poco tiempo, y que ahora resurge con la misma intensidad que la que protagonizaron los trabajadores de hace un par de siglos, cuando se veían obligados a una batalla feroz por conseguir unos derechos que los sacara de la esclavitud y el hacinamiento a que los condenaban unos empresarios sin corazón, ávidos de obtener jugosos beneficios, del sacrificio de sus obreros.
La imperdonable osadía de minar los cimientos del estado de bienestar, ganado por los trabajadores durante años de duro enfrentamiento contra la ideología capitalista, podría acarrear a este Partido Popular, sordo y ciego al clamor de su pueblo, una debacle aún mayor que la sufrida por los socialistas tras la marcha de Zapatero y condenarlo para siempre a un castigo electoral, en el mismo momento en que se atrevan a convocar cualquier tipo de consulta, en la que haya de pronunciarse el pueblo.
La desfachatez de aplicar medidas cada vez más ofensivas sobre las capas más indefensas de la sociedad, está despertando en los españoles un sentimiento de odio contra el partido gobernante, que ya nada tiene que ver con las preferencias ideológicas y mucho con el instinto de supervivencia innato que caracteriza a un género humano, cansado de pagar los errores de las clases privilegiadas, a base de un inaceptable sacrificio que nunca acaba de satisfacer la voracidad de los que dominan el mundo de las finanzas.
Y aunque hasta ahora Rajoy está contando con la suerte de que la indignación general no cuente con la presencia de un líder capaz de aglutinar los votos de los millones de descontentos, con toda probabilidad, esta situación se corregirá en breve, en cuanto la multitud comprenda la necesidad de hacer firme su posición en unas instituciones legales, desde las que transformar los cimientos de este Sistema trasnochado y caduco.
Al mismo tiempo que escribo estas líneas, una enorme manifestación de disminuidos físicos y psíquicos, clama por sus derechos perdidos, a pie de calle.
¿Quién más tiene que salir para que nuestro Presidente se replantee su política y cambie de camino, entendiendo que sin trabajo no existe posibilidad alguna de recuperación, ni en este, ni en otros momentos?









jueves, 29 de noviembre de 2012

Los límites de la sumisión




Después del jugoso rescate recibido por una Banca que ha sido la responsable directa de la gravísima situación que atravesamos, en lugar de solucionarse los problemas de las entidades implicadas en este rocambolesco asunto que nos ha colocado al borde del precipicio, resulta ahora que, además, y siempre a criterio de Europa, es imprescindible abordar un despido masivo de trabajadores y el cierre de oficinas que ya no resultan rentables, tras el estrepitoso fracaso de la burbuja inmobiliaria, que ellas mismas ayudaron a inflar, potenciando las hipotecas basura.
Sanitarios, Profesores, Funcionarios, Mineros, Estudiantes y todos aquellos colectivos que se manifiestan a diario en la calle, en contra de las medidas adoptadas por el gobierno de Rajoy, pronto se encontrarán con la compañía de estos nuevos desempleados, provenientes del mismo núcleo del conflicto que originó la mayor parte de sus carencias y tendrán que acogerlos con benevolencia, ahora que van a entender, en carne propia, el sentido de todas las protestas.
Y por si esto no fuera suficiente, se nos exigen además una serie de nuevos recortes, centrados ahora en proponer otra subida de impuestos y una revisión de las pensiones, que hasta el momento habían ido capeando el temporal financiero sin ser rebajadas y que en un futuro próximo, podrían sufrir un recorte de esos que tanto gusta aprobar por sorpresa, a nuestro esquivo Presidente.
También se pide una mayor liberalización del despido y endurecer los requisitos necesarios para cobrar la prestación por desempleo, sin que se entienda bien de qué podrían vivir a partir de ahora, los que tengan la mala suerte de quedarse en el paro, ni se ponga techo, que se sepa, a la astronómica cifra que se alcanza ya en este problema, ni se arbitre ninguna solución para reducirla de manera inmediata, como sería de recibo.
Uno se pregunta hasta dónde será capaz de aguantar Rajoy, antes de enfrentarse a los organismos europeos, en defensa de las personas que habitamos este país, cada vez más intervenido por injerencias extranjeras, que pretenden amoldarnos a un modo de vida directamente diseñado bastante lejos de nuestras fronteras y que en nada favorece los intereses de este pueblo, cansado de sacrificarse a favor de los poderosos, y que ya roza mayoritariamente, el umbral de la pobreza.
El servilismo esperpéntico que demuestran nuestros políticos, en cuanto suena la voz del amo de los capitales, está creando una situación absolutamente vergonzosa para los que siempre hemos creído en que las naciones han de funcionar con autonomía plena y más aún, cuando es practicado, precisamente, por los que siempre presumieron de patriotismo, haciendo suya la bandera y declarándose defensores de todo lo español, hasta rayar en el más espantoso de los ridículos.
Poco o nada importan ahora esos conceptos que tanto enarbolaron en los discursos ofrecidos a todo lo largo y ancho del país y que han quedado relegados al olvido, en cuanto la necesidad de dinero ha hecho su aparición en escena.
El látigo implacable de los poderosos solo ha tenido que restallar un par de veces en el suelo, para poner a bailar a su son a estos enfervorizados devotos de la españolidad, que ahora no dudan en proclamarse europeos, con tal de no admitir la dominación gradual que se cierne sobre nuestro territorio, dejándonos sin identidad y acercándonos al patíbulo minuciosamente preparado por estos nuevos dueños de nuestro destino.
Ya no hay valores patrios que defender, ni nadie capaz de sacar pecho para decir basta. Estamos en manos de los prestamistas y por tanto, no es hora de reivindicar españolidad, sino de obedecer a quien costea los errores que cometieron los que nos arrastraron al suplicio.
Sin embargo, sería preciso saber dónde está establecido el límite de nuestra servidumbre y si verdaderamente merece la pena mantener en el puesto a quienes ahora se encargan de gestionar nuestros asuntos con tan elevado índice de fracaso, porque la realidad es que ninguno de nosotros acompaña a nuestros políticos en esta sumisión que profesan por los que prestan con usura, ni estamos dispuestos a pagar cuánto de nosotros se exija, sin presentar batalla a nuestros detractores, oriundos, o procedentes de otras fronteras.
Así que habrá que hacer más ruido y programar otras acciones, encaminadas a frustrar los planes de los que no buscan más que su propio beneficio, haciendo daño dónde más les duele, es decir, en la bolsa que llenan con los dividendos que genera nuestra productividad, ahora tan devaluada, con las bajadas de sueldo que nos han aplicado por decreto.
Rajoy podrá someterse a cuantos atropellos de él se exijan. Afortunadamente, su pueblo aún conserva la dignidad que a él le falta y no se cansa de luchar por su identidad, a pie de calle, sin querer oír hablar de rendición, como ha quedado sobradamente demostrado, a tenor de los últimos acontecimientos.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El pulso de la sociedad



Ahora que parecen desvanecerse todas las previsiones económicas que Rajoy había hecho para el año que viene y el único fruto que han dado la Reforma Laboral y los recortes aplicados sobre los bolsillos de los humildes ciudadanos, es elevar la cifra de desempleados por encima del 25%, puede que haya llegado la hora de exigir a nuestro esquivo Presidente, una explicación que justifique la cadena de errores que sigue empeñado en cometer y que atenta directamente, sobre los cimientos de toda la sociedad española.
Quiso demostrarnos que con sus políticas cercanas a los planteamientos de Merkel, la crisis acabaría por ceder, en cuanto se cambiaran los cimientos de un modelo económico que, según su criterio, había quedado del todo obsoleto y procuró convencernos que su reformismo neocapitalista sería la panacea que curaría todos nuestros males, sacando a España del agujero negro en que la había sumido la deuda de la Banca, potenciando una flexibilidad laboral que permitiría, a corto plazo, una mejora del consumo de las familias.
Pero ha pasado un año y el discurso de la herencia recibida de Zapatero ya no da más de sí, ahora que toda la responsabilidad de gobierno recae como una losa únicamente sobre su espalda y no ha conseguido dar una sola alternativa de futuro, a este pueblo cansado de esperar que alguno de sus gobiernos, se tome en serio cubrir sus necesidades más primarias y haga algo de utilidad, que mejore las perspectivas de un futuro, que por ahora, no puede ser más desesperanzador e incierto.
Ya no queda colectivo o individuo que no esté en desacuerdo con la marcha de los acontecimientos y las excusas que a diario nos vemos obligados a oír de boca de los Ministros, suenan cada vez más a un discurso aprendido de carrerilla en alguna reunión de Moncloa, pero cuyo fondo vacío no hace otra cosa que aumentar el desasosiego que nos corroe, mermando la poca confianza que aún pudiera quedar, en algunos de aquellos votantes a los que se engañó con la teoría del cambio.
Enfermo de una especie de vanidad incomprensible, el Presidente no es capaz de reconocer ni uno solo de los muchos errores que ha cometido durante su primer año de mandato y permanece obcecado por una idea fija, que a todas luces, empeora cada minuto la situación por la que atravesamos, como consecuencia de todas y cada una de las medidas aplicadas con mano de hierro, por un gobierno claramente fracasado.
El pulso que la sociedad está echando en las calles a Rajoy, sería insoportable para cualquier persona en su sano juicio, ya que el número de indignados que manifiesta su protesta, de manera individual o colectivamente, alcanza una aplastante mayoría en el país y tiene visos de incrementarse por momentos, si no se da marcha atrás en lo que hasta ahora se ha venido haciendo y se centra el esfuerzo en la prioridad de crear empleo y, por supuesto, en mantener los ya existentes, no permitiendo a las empresas el despido masivo de trabajadores que se está llevando a cabo, de manera indiscriminada, en los últimos tiempos.
Y sin embargo, al Presidente no parece afectarle el estallido social que moviliza a diario a millones de ciudadanos, ni importarle el desacuerdo total que provoca su política entre la ciudadanía y que de seguir así, terminará por radicalizarse hasta extremos imprevisibles, sobre todo por el cansancio que provoca la sensación de no sentirse representados, precisamente por quienes nos gobiernan.
El problema más grave es que llegados a este punto, la gente ya no tiene nada que perder y desesperada por la imposibilidad de encontrar un empleo que le permita solucionar las carencias familiares, cada vez más cruentas, probablemente llegará a la conclusión de que la fuerza de su presión tendrá que ser mayor, si es que se quiere conseguir parar de algún modo esta locura, al menos para conservar lo poco que les queda, tras los sacrificios impuestos a golpe de decreto, por un gobierno sin corazón, que no acierta nunca, cuando se trata de mejorar la desgracia de los que más sufren en este país nuestro.
Y aunque no hay peor sordo que quien no quiere oír, el clamor popular está a punto de alcanzar un nivel de volumen que ya de ningún modo, podrá seguir siendo ignorado, aunque seguramente, cuando se quiera retroceder en este modo salvaje de dirigir la nación, ya sea demasiado tarde para muchísimos de nosotros y, desde luego, lo será de manera vitalicia para estos conservadores, que no volverán a ganar unas elecciones, en mucho, mucho, tiempo.





martes, 27 de noviembre de 2012

Marea blanca



La lucha del personal sanitario de la Comunidad de Madrid, en defensa de una Sanidad Pública de calidad, frente a la privatización encubierta que está empezando a llevar a cabo su gobierno, ha de ser necesariamente apoyada por el conjunto de una sociedad española, que se está viendo gradualmente despojada de prestaciones absolutamente necesarias para poder convivir con la enfermedad de manera digna, sin ser discriminados por razones de economía, como el ejecutivo de Rajoy pretende.
Este derecho a recibir asistencia a cambio de una prestación directamente obtenida del sueldo de los trabajadores, era hasta ahora un logro asentado en nuestro país, que se había conseguido tras años de lucha y que colocaba en una situación de igualdad al príncipe o al mendigo, hasta que los recortes practicados por el Partido Popular empezaron a embadurnar el sistema con estratagemas engañosas.
En el caso de la Comunidad de Madrid, el asunto se veía venir desde hacía mucho tiempo. Los Hospitales gestionados por Esperanza Aguirre, que en épocas pasadas invirtió auténticos capitales en la construcción de Edificios faraónicos, supuestamente destinados a usos sanitarios, parecen ser ahora bastante apetecibles para un capital privado, ávido de hacerse con el control de la amplia cartera de clientes que son atendidos en la sanidad pública y que al quedar desamparados por las nuevas medidas, harán lo imposible por continuar con sus tratamientos, aunque para ello tengan que endeudarse de manera vitalicia.
La nueva canalización que de varios centros de Madrid piensa hacerse, encubre en realidad una forma de concierto con la medicina privada, seguramente para intentar después, gradualmente, evitar la participación del Estado en la gestión de estos ambulatorios y hospitales, a cambio, por supuesto, de una jugosa aportación de carácter particular, que garantizaría su propiedad a los nuevos dueños.
Mientras, el pueblo de Madrid y en concreto los habitantes de ciertos pueblos, son derivados de manera masiva hacia otras instituciones estatales, donde el servicio se convierte en tercermundista y las listas de espera triplican el tiempo que hasta ahora se aguardaba, en el caso de necesitar una intervención quirúrgica.

Los profesionales, que se niegan rotundamente a que su trabajo empiece a ser cuestionado por una razón de calidad y tiempo y que han visto sensiblemente reducidas las necesidades de personal, con el despido masivo de los interinos, han decidido jugarse el tipo organizando paros y encierros diarios y ofrecen a todo aquel que quiera oír, una explicación sin tapujos, de cuanto está ocurriendo.
La marea blanca, que tiñe las calles de Madrid intentando frenar los planes del PP, en una lucha sin precedentes, no se trata pues, de un grupo de alborotadores que van en contra del sistema por propia conveniencia, sino de un colectivo concienciado con lo que de ellos espera la ciudadanía, que no se resigna a que la salud de los españoles, se convierta en un mero negocio para enriquecimiento de unos cuantos, mientras los humildes son relegados a una asistencia de cuarta división, precisamente en los momentos en que la enfermedad los ataca.
Esta lucha ha de encontrar un apoyo sin reservas en todos los afiliados a la Seguridad Social, si es que se quiere conservar el modelo sanitario del que disfrutamos y ese apoyo, que en muchos casos requiere de la presencia de los ciudadanos en los lugares de concentración propuestos, ha de ser total y absoluto, desinteresado y contundente.
Ha de tener claro Rajoy, que los profesionales de la Sanidad no están solos en esto, sino que son respaldados por un sentimiento popular, absolutamente opuesto a las pretensiones de recorte que en este sector se tiene previsto para los próximos tiempos.
Los españoles no pertenecemos, ni queremos pertenecer, a una sociedad a la americana, en la que sólo tienen cura las enfermedades de los ricos, fundamentada en un sistema de seguros médicos privados, casi siempre contrarios a cubrir los gastos originados por las enfermedades más graves, llegando la gente a morir de ellas, si no dispone de recursos.
Los españoles hemos batallado duramente por una Sanidad Universal, que funcionaba a la perfección hasta que en su camino se cruzaron las deudas millonarias de los bancos, a los que ha habido que socorrer para evitar su ruina.
Pero cambiar la salud de los ciudadanos por evitar la bancarrota de ciertas entidades económicas, constituye una felonía de difícil descripción y coloca a los promotores de dicho plan, en un lugar nada deseable, lejos de cualquier regla moral que garantice la bondad de su pensamiento.
No nos vamos a resignar a esto tampoco. Ni en la Comunidad de Madrid, ni en ninguna otra parte en la que intuyamos algún indicio de privatización contrario al interés de este pueblo.