Está claro que en cuanto se aproxima un periodo electoral,
los conservadores españoles idean una estrategia, según sean las circunstancias
que afectan al panorama político del País y la ponen en práctica de manera
unánime, convirtiendo el discurso de todos sus militantes en uno solo, cuya
intención no es otra que conseguir el mayor número de votos posible, aunque
tuvieran que prometer un millón de euros a cada ciudadano y un trabajo para
toda la vida a todos los que formaran parte de las listas del INEM, en ese
preciso momento.
En los Comicios anteriores, el populismo de ir puerta a
puerta, interesándose por los problemas personales de la gente y denostar en
todas sus vertientes la gestión de Zapatero, con el juramento de solucionar la
crisis en un periodo de un par de años, les funcionó tan bien, que obtuvieron
una mayoría absoluta que les está permitiendo hacer y deshacer a voluntad, sin
posibilidad alguna de oposición por parte de los demás grupos parlamentarios y
a pesar de las duras críticas de una ciudadanía que sólo encuentra en la calle
un lugar donde hacer evidentes sus quejas, dada la indiferencia mostrada por
este Gobierno.
Ahora que están en el poder y ante la próxima campaña de las
europeas, la estrategia del triunfalismo se ha convertido para ellos en una
constante, al pensar que de algún modo habrán de convencer a los ciudadanos de
que lo han hecho bien, a ver si pueden conseguir que se olviden de las
agresivas políticas de recortes que han venido practicando desde que llegaron y
vuelven a caer en sus redes de persuasión, ofreciéndoles la oportunidad
impagable de perpetuarse en el poder, que al fin y al cabo, es lo único que
importa.
Los brotes verdes y la buena marcha de la Economía que sólo
es evidente para los integrantes del PP son mentira, pero a base de repetirlo
en los medios de comunicación y muy especialmente en la Televisión, que es la
prensa de los más incautos, puede al menos, hacer dudar a quienes todavía
conservan una dosis de fe en la veracidad de las noticias y a una parte de los
que aún mantienen el trabajo, de que el futuro es más halagüeño de lo que se
percibe en la calle y de que únicamente si se les da la oportunidad de seguir
gobernando, podremos salir de la crisis y empezar a crear empleo, que es lo más
urgente para todos nosotros.
Ya no les vale hacer referencia a la herencia de Zapatero y,
por tanto, ha dejado de mencionarse en el discurso, pero sin embargo, se
presume de estar haciendo lo correcto mientras las cifras del desempleo siguen
subiendo de forma escandalosa y se está dispuesto de nuevo, a prometer trabajo,
por supuesto sin aclarar de qué clase o cuándo llegará el momento de hacerlo.
Oír a Rajoy, Cospedal, Santamaría, Montoro o De Guindos, da
igual. Sus palabras están escritas a fuego en cada una de sus apariciones y ni
siquiera tienen el decoro de cambiar los términos de las frases para que no
parezcan las mismas.
Como una retahíla aprendida de carrerilla, repiten una y otra
vez el mensaje previsto y serían capaces de jurar por su madre que lo que están
diciendo es verdad, aunque a todos nos conste en carne propia que nos están
contando la mentira del siglo y que aquí nada podría ir peor de lo que va, por mucho que les pese.
Que su estrategia consiga o no los fines previstos, depende
en todo de nosotros y de la capacidad de aguante que tengamos en el reto que
estos gobernantes han entablado con su pueblo. Soportar las mentiras y las
verdades contadas a medias, estriba siempre en los límites que cada cual
establezca en su vida.
Pero que un voto sea, en principio, mas importante que quien
lo emite y que el desprecio hacia las personas sea una evidencia, justamente
hasta que se requiere su participación en elecciones, no es un síntoma de buen
funcionamiento democrático. Es más bien, una traición hacia la dignidad que
todo ser humano merece y exige, por lo tanto, una respuesta contundente por
parte de quien ha sido embaucado.