domingo, 26 de septiembre de 2010

Extraños compañeros

Tenemos ante nuestros ojos la evidencia de cómo la política hace extraños compañeros de viaje que suben al mismo tren por motivos tremendamente diferentes, incluso ante el asombro de unos y otros porque entre ellos puedan darse siquiera la mas mínima coincidencia.
El éxito de la huelga general del día 29 unirá en las calles del país a colectivos tan distantes como los Sindicatos y la Iglesia, parados, funcionarios, pensionistas y detractores de un gobierno agonizante que espera ansioso el resultado para decidir cuanto tiempo podrá aguantar en el poder manteniendo la confianza de los que un día le otorgaron su voto.
El PP nada y guarda la ropa manifestando ante los medios de comunicación su oposición al paro general, mientras reza para que triunfe como medio de reafirmarse en sus críticas hacia la gestión gubernativa y en el deseo de una convocatoria de elecciones en su mejor momento de poder llegar a la Moncloa.
Muy interesante también el escrito enviado a los docentes de los colegios religiosos en el que se les comunica que, a los que secunden la huelga, no les descontarán nada del sueldo del mes siguiente dando la impresión de tener esperanzas en un cambio de manos en el poder y en la seguridad de hallar un mayor entendimiento con la ideología de la derecha.
No promete la oposición que los funcionarios recuperen su poder adquisitivo, ni una ley de pensiones que mejore el de nuestros ancianos, ni una fuerte bajada en las cifras de desempleados, ni una mejora sustanciosa en la resolución de la crisis y es de esperar, que en el aterrizaje en los bancos azules del Congreso, se agarren inmediatamente a la excusa de haber encontrado un país deshecho viéndose obligados a adoptar medidas de excepción que, jurarán, no contemplaban antes de darse de bruces con una realidad heredada del mal hacer de los que les antecedieron.
Mientras tanto el PSOE peca aún de una ingenuidad poco creíble soñando con vencer en los próximos comicios autonómicos, ignorando resultados de encuestas que ya sitúa el voto catalán en un ochenta por ciento a favor de CIU y discutiendo, a estas alturas, quién liderará en Madrid la lucha por un cambio en las instituciones que aparten a Aguirre y Gallardón de sus bien asentadas posiciones en la carrera política.
Los Sindicatos, los mismos que antes abandonaron al trabajador a su suerte, presumirán de haber calado en la sociedad si el 29S la huelga es secundada mayoritariamente, sin llegar a entender, que la inmensa mayoría de los participantes lo hará por los problemas personales que su transigencia con gobierno y patronal ha generado hasta hacer la situación insostenible.
Pero todos los motivos serán válidos si abren los ojos al Presidente y se potencia una marcha atrás en las medidas adoptadas demostrando que en el mundo laboral, la presión está en manos de los trabajadores, que no están dispuestos a tirar la toalla en la defensa de sus derechos, permitiendo que caven su fosa sin oponer resistencia.
Sería un error no ir a la huelga por no coincidir ideológicamente con alguno de los sectores que la apoyan. Si se consigue el objetivo pretendido, ya tomarán nota estos extraños compañeros de viaje de que, tampoco con ellos, seremos jamás complacientes.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Llover sobre mojado

No quisiera atacar el problema de la violencia de género desde la visceralidad, pero es prácticamente imposible apartar los sentimientos cuando se contempla el corto avance que se produce en este tema mientras crece la enorme lista de mujeres asesinadas sin que ninguna de las medidas hasta ahora adoptadas, sea capaz de acabar con esta lacra social que se ha implantado en nuestro país sin aparente solución a corto plazo.
Me duele decir que hemos perdido la cuenta de las víctimas y que incluso somos capaces de contemplar estas noticias con cierta naturalidad si el hecho no nos toca directamente.
Es como si aceptáramos que todo depende de la suerte de cada cual a la hora de elegir pareja e incluso aún, en muchos casos, queremos considerar que un ramalazo de locura se apoderó del agresor mientras empuñaba el arma asesina, quemaba la casa que se vio obligado a abandonar por orden judicial o precipitaba su coche sobre el cuerpo de la mujer a la que un día juró amor eterno.
Ciertamente ninguna está exenta de tener que compartir su vida con esta delincuencia practicada bajo el resguardo del domicilio familiar y es verdad que todos somos un poco cómplices de tolerar en silencio la tortura permanentemente infringida sobre las mujeres de nuestro entorno y hasta somos culpables de haber reído alguna vez con los perversos chistes inventados que minimizan la gravedad del problema que acabará en muerte para quien, presa de un pánico incontrolable, decide ocultar su situación de amargura y espera la nueva agresión con la resignación de una santa.
También los hombres desoyen absolutamente las llamadas de alerta y son pocos los que levantan la voz ante lo abominable adhiriéndose a la causa femenina detrás de cuya identidad podría encontrarse el nombre de sus hijas.
La insuficiencia de cuerpos de seguridad para la vigilancia de las maltratadas hace que en la mayoría de los casos, sea inevitable que se produzca la tragedia y las persecuciones den su fruto dejando una estela de huérfanos que seguramente desearon con ansia la muerte repentina del que los dejará finalmente en una indefensión absoluta.
También las condenas se quedan por lo general cortas y carecen de rigor con estos terroristas domésticos. Mientras los psiquiatras tratan de demostrar que estos individuos son prácticamente imposibles de reinsertar, una larga cadena de jueces comete error tras error fijando las penas a cumplir en cosas tan estúpidas como el número de veces que el arma penetro en el cuerpo indefenso de la víctima o incluso obligándola a convivir bajo el mismo techo con quien la obsequia a diario con maltrato psíquico o físico.
Esto no genera tranquilidad en quien espera con pánico que el condenado vuelva a la calle porque, en las más de las veces, ya se ha ocupado con anterioridad en amenazarla de muerte e incluso ha hecho lo posible por reducir los años de cárcel escudándose en una conducta ejemplar que choca de frente con los momentos de sadismo que practicó con ella a lo largo del tiempo.
Y lo peor es que mañana volverá a darse un nuevo caso sin que nuevamente funcionen las órdenes de alejamiento, las pulseras de localización o los refugios para mujeres, como si esta tara de violencia se hubiera hecho un hueco a perpetuidad en los noticieros que nos muestran las tímidas manifestaciones de los allegados en las plazas de los pueblos.
La rendición ante tamaña iniquidad constituiría un delito de traición con los nombres de las que cayeron por haber nacido mujeres en un país de machistas sin que jamás hubieran contado con el apoyo de nadie para mejorar su calidad de vida.
Y aún es más grave si en las encuestas realizadas a los jóvenes comprobamos con perplejidad que un porcentaje elevadísimo considera normal que le hablen a gritos o incluso recibir una bofetada motivada por un ataque de celos.
Mal hacen lo progenitores en no advertir a sus hijos que a la primera señal de este tipo se impone una retirada total del monstruo que tienen enfrente porque, lo que al principio pudiera ser considerado como amor, suele, a todas luces, acabar en tormento e incluso llegar a ser la causa que acabe con la vida de quien ni siquiera ha empezado a recorrer su propio camino.
Llueve sobre mojado cuando se impide la igualdad de los géneros sin acusar con el dedo a los agresores e incluso aceptándolos en nuestro entorno como uno más sin tener en cuenta sus inclinaciones malignas.
El único acto de cordura de estos individuos es recurrir al suicidio cuando la suerte ya está echada. Lástima que su sensatez nunca los lleve a abandonar este mundo antes de haber derramado la sangre de estas mártires del siglo XXI.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Titulares

Por fin se cierra la negociación sobre los servicios mínimos para la huelga del día veintinueve y todo permanece en una tensa espera sin que nadie pueda calcular la repercusión que tendrá entre los trabajadores del país el paro convocado por los sindicatos.
El presidente se reúne con un grupo de adinerados empresarios de Norteamérica en un intento desesperado de convencerlos de nuestra solvencia económica y aprovecha la ocasión para presentar un plan contra la pobreza del tercer mundo ignorando las carencias propias, que son muchas, y transmitiéndonos una evidente despreocupación por solucionar el problema de desempleo que nos azota mientras suplica a los poderosos que nos premien con algunas migajas de su magnanimidad para no llegar a una quiebra absoluta.
Entre la solidaridad de sus conciudadanos, los mineros continúan su marcha hacia Madrid dando ejemplo a todos los todavía instalados en una postura de conformismo convirtiendo su lucha en la avanzadilla de lo que probablemente está por venir en otros sectores y recordando cómo se debe gestionar una negociación en punto muerto, decididos a llegar hasta las últimas consecuencias en la defensa de sus derechos.
Se anuncia a bombo y platillo una irrisoria subida de impuestos para los que ganan más de ciento veinte mil euros haciéndonos pensar que al resultar claramente insuficiente, el próximo paso será hacer lo propio con el resto de los trabajadores que son los que verdaderamente se hacen cargo obligado de pagar los efectos de la crisis.
Critica la prensa el encuentro fugaz con el rey de Marruecos que no aclara para nada la situación en las fronteras de Ceuta y Melilla ni pone sobre la mesa la posición del gobierno en este terreno resbaladizo mientras el Partido Popular aprovecha la coyuntura para mandar a Rajoy de visita pre electoral a estos territorios en África.
Vuelven muchos jóvenes a las aulas con la esperanza de adquirir una mayor formación que les acredite para salir de ese cuarenta por ciento de paro que les deja una negrísima esperanza de futuro y que tiene a los padres aterrorizados ante la idea de seguir manteniéndolos casi hasta cumplir los cuarenta.
La Eta lanza una ofensiva para captar la atención de los negociadores internacionales esperando que se abra una vía de negociación en la que ya nadie de aquí confía y negando cualquier protagonismo a la izquierda abertzale reafirmando una vez más que prevalece su postura de fuerza contra las iniciativas meramente políticas.
Sube el recibo de la luz sin la menor consideración ante la desastrosa situación familiar de los españoles y todos esperamos que, al menos, ofrezcan a cambio una mejora del servicio que no contemple casos como el ocurrido en Girona el año pasado, pero seguramente esto no entre en las previsiones de las potentes compañías eléctricas.
Hoy entramos en el otoño caliente tan anunciado por todos los analistas políticos y la estabilidad del gobierno pende de un hilo dado el descontento generalizado que provocan las últimas medidas tan literalmente “necesarias” y que, momentáneamente, no parecen ser constructivas en ninguno de los problemas que nos afectan.
Todos estamos expectantes por saber a dónde nos llevan y que repercusiones tendrá la huelga en las conciencias de quienes nos gobiernan.
Ya veremos el treinta de Septiembre qué hace el señor Zapatero si el seguimiento es mayoritario y qué haremos nosotros si el presidente no hace absolutamente nada.





























martes, 21 de septiembre de 2010

La inocencia maltratada




No hay nada peor para el hombre que ser tratado con indiferencia.
El Modelo de sociedad que estamos creando, basado fundamentalmente en las aspiraciones profesionales, incluso por encima de las cuestiones afectivas, nos va lentamente conduciendo a un desapego generalizado que cristaliza ya, en un incipiente abandono de las querencias.
Hemos hablado en repetidas ocasiones de los hijos y de la actual irresponsabilidad de los padres para con ellos, pero el fenómeno es mucho más universal cuando se invierte y son los hijos los que han de convertirse en cuidadores de sus progenitores.
Salta la terrible noticia de dos ancianos que pierden la vida olvidados en una furgoneta de un centro de día. El responsable de su vigilancia antepuso la urgencia, entre comillas, de una llamada telefónica y no volvió a interesarse de su paradero hasta muchas horas después.
Es absolutamente monstruoso que se maltrate la inocencia de los más desvalidos como si se trataran de objetos inservibles que, pasado su periodo de utilidad, se arrinconan sin el menor remordimiento como si ,además de no recordar ellos mismos sus nombres, de repente toda la sociedad los borrara de las páginas de los registros civiles.
Sabemos que el síndrome del cuidador agota la mente y el espíritu de quien sacrificadamente asume las labores de permanecer cerca de sus seres queridos a dedicación plena, pero luego están los otros, los que llegados los primeros problemas de sus mayores, se desinhiben de cualquier responsabilidad y los aparcan en Centros de dudosa calificación dónde son literalmente vejados por un personal deshumanizado que ni siquiera se plantea que un día, probablemente, hayan de encontrarse en una situación similar.
Son muchos los ejemplos de negligencia que han llegado a las páginas de la prensa destapando los horrores cometidos contra los que no pueden defenderse y mucha también la despreocupación de los organismos responsables de que estos hechos no sucedan, pero sobre todo asusta pensar que el destino de la mayoría de nosotros será, seguramente, una de estas casas de los horrores que en nada contemplan la dignidad de los seres humanos ni sus necesidades más primarias.
Nadie merece ser arrastrado a una absoluta soledad e incluso al espantoso silencio de un sucio rincón donde esperar la muerte que, en muchos casos, representa un motivo de satisfacción para los allegados para quienes no era más que un gran problema.
Todos necesitamos del afecto de los que nos rodean, que nos cuiden con el mismo ahínco que pusimos al cuidar de los nuestros incluso abandonando conscientemente los sueños de la juventud y desde luego, no valen excusas en las que escudarse para desatender olímpicamente nuestro grado de implicación para quien nos necesite, como si el mundo se hubiera vuelto loco y los lazos afectivos hubieran pasado de moda siendo desterrados para siempre.
Dice la prensa que los hijos de los ancianos muertos no presentarán denuncia contra el centro porque lo sucedido se trata de un terrible accidente.
Perdónenme, pero este olvido de irrecuperables consecuencias, debe ser asumido y pagado con la misma contundencia que el presunto cuidador aplicó a los que dependían totalmente de su profesionalidad para salir adelante: la condena que corresponda a su delito y que la cumpla en abandono en una sucia habitación de cualquier cárcel del país.
Y,a ser posible, que sufra en propia carne el dolor de ser considerado menos importante que una llamada telefónica que, seguramente, sería una tontería. Entonces se podría decir que en el mundo hay justicia y que se ha aplicado rigurosamente.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La herida sueca

Se enciende una señal de alerta en Suecia dónde la ultraderecha se hace un hueco en el parlamento y se convierte en la llave necesaria para quien quiera gobernar abriendo de esta forma, un peligrosísimo canal para el lanzamiento de una ideología de tintes fascistas.
Como se veía venir, las desastrosas consecuencias de esta maldita crisis han ido creando un caldo de cultivo absolutamente idóneo para potenciar un desorbitado crecimiento de la filosofía neonazi que nunca dejó por entero de sobrevolar la vieja Europa.
Calentar el ambiente culpando a la emigración del crecimiento del paro, no es más que una idea que, a base de ser repetida, va calando en la población más acomodada haciendo nacer en ella un sentimiento claramente racista y poniendo a los emigrantes una diana donde clavar los dardos de la frustración por la pérdida de un nivel de vida a todas luces insostenible en los tiempos que corren.
Lo de Suecia es la punta visible de una lanza que también ha empezado a ser fabricada en otros ámbitos mucho más extraños, como la Francia de Sarkozy, y que puede llegar a convertirse en la gran ilusión de las masas si el modelo económico no cambia y se agudizan los síntomas de pobreza con que esta etapa nos viene obsequiando.
Parecía imposible que después de los horrores practicados por el nazismo, sus principios pudieran siquiera permanecer vivos en la mente de nadie después de sesenta y cinco años, pero es fácil caer en la radicalidad cuando se sufre de desesperación, sobre todo si los iluminados de turno poseen la facultad de acalorar a las gentes metiendo el dedo en la llaga de sus problemas prometiendo la salvación.
Estos brotes racistas, también alentados desde América en su particular cruzada contra los países islámicos, al final acabarán derivando en algo nada deseable para los que aún conservamos la cordura y con toda probabilidad, se generarán episodios de odio visceral hacia personas que no lo merecen sólo por el hecho de tener un color de piel distinto o ser practicantes de otra religión.
Pero parece que ya da igual quien nos gobierne y los pasos que se den con tal de salvaguardar los valores de un Dios capitalista e implacable que no pide otro culto más que la adoración al dinero y a los sacerdotes envilecidos que ocupan sus bancarias iglesias.
No importa si se escapa de las manos después, no importan los enfrentamientos ni la perversa perspectiva de un futuro capaz de excluir a quienes se ven obligados a buscarse la vida en otras naciones, ni el egoísmo con el que afrontamos la solución de los problemas convencidos de ser el centro de este universo de superhombres.
Es de esperar que el abandono de los gobiernos progresistas se generalice en cuanto haya elecciones. Al fin y al cabo, siempre se ha creído que las derechas gestionaban mejor las crisis y las izquierdas, últimamente, se han empeñado con tesón en hacer buena esta premisa que probablemente inventó un capitalista aburrido.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Si se calla el cantor...

Se apaga la voz potente de José Antonio Labordeta ,de la que todos éramos cómplices desde hace tantos años, y se nos queda dentro esa desazón que nos recorre el alma cuando nos abandona alguien con quien, a veces sin conocerlo, acostumbrábamos a convivir.
Cuando este profesor se calzó la mochila para recorrer los caminos más recónditos de España y su rostro se hizo popular en cada casa mientras caminaba pueblo a pueblo de nuestra geografía, muchos de nosotros ya nos habíamos levantado del asiento en múltiples ocasiones arrastrados por la fuerza de su voz torrencial que nos invitaba desde un escenario a reclamar la parcela de libertad que nos arrebataban a diario desde la férrea dictadura franquista.
Yo volví a verlo después de mucho tiempo en unos cursos de poesía organizados por la Universidad y me sorprendió gratamente que conservara la sencillez de los comienzos y que llegara de manera inmediata, con sus canciones y su guitarra, a la sensibilidad de los muchos jóvenes que nos acompañaban en el aula y que le ovacionaron durante varios minutos.
Inmediatamente se estableció una corriente de simpatía, probablemente fruto de sus años como docente, y la conversación después del acto se prolongó durante todo el tiempo que la gente se quiso quedar.
Supongo que los asistentes al curso reconocerían más tarde a Labordeta cuando llegó al Parlamento como diputado e incluso se extrañarían de la cercanía que con ellos había tenido cuando le oyeron por primera vez. Pero esto no era de extrañar viniendo de un hombre fiel a sus principios que actuaba bajo total convencimiento de unas ideas de igualdad y que hacía lo posible por llevarlas a la práctica con una sencillez que no hacía más que demostrar su grandeza.
Todos sabemos lo demás: su lucha por dignificar la música aragonesa con pinceladas de poesía social desde sus letras reivindicativas, su fino sarcasmo frente a sus opositores políticos a quienes nadie dijo jamás tantas verdades en un lenguaje tan simple, la sencillez personal con que aparecía ante la gente, sin moverse un ápice de su posición inicial aunque sus circunstancias hubieran cambiado y se supiera observado por millones de espectadores a través de la televisión.
Nunca podremos agradecer bastante el ahínco con que nos alentó a encaminar nuestros pasos hacia la consecución de la libertad ni la lección magistral que fue su vida sin ostentaciones como demostración de que se puede subsistir en política sin vender al mejor postor los ideales o los actos.
No se me ocurre mejor despedida que unos versos de Horacio Guaraní:

Si se calla el cantor, calla la vida
Porque la vida misma es como un canto.
Si se calla el cantor, mueren de espanto
la esperanza, la luz y la alegría

Si se calla el cantor, se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios.
Los obreros del puerto se presignan
quién habrá de luchar por su salario…







jueves, 16 de septiembre de 2010

La revolución de las sotanas

Ahora resulta que la Iglesia Católica española se ha subido al barco de la revolución y proclama a los cuatro vientos que está totalmente de acuerdo con la huelga general del día veintinueve.
Hay que reconocer que cuando uno empieza a sumarse a las manifestaciones en la calle, le embarga un sentimiento de libertad que no es comparable ningún otro, sobre todo cuando se gritan las consignas en medio de la multitud enfervorizada por sus reivindicaciones y el eco es como una gigantesca ola que se expande por las ciudades introduciendo las voces por entre los edificios y dando la impresión de que el mundo entero estuviera de acuerdo con nuestro propio pensamiento.
Las sotanas ya se echaron a la calle, capitaneadas por el coqueto Rouco Varela, apoyando a los populares en su lucha contra el aborto y los matrimonios homosexuales que, según su doctrina, se cargaban la familia tradicional y, por ende, el curro de los sacerdotes en uno de sus sacramentos. Chillaron tánto, que el gustillo embriagador del sabor libertario debió apoderarse de ellos abduciéndolos y reavivando el deseo interno de repetir la experiencia a la mayor prontitud.
No se conoce sospecha de que en las homilías domingueras se haya repartido un ejemplar de El Capital, ni tampoco parece probable que las esferas vaticanas hayan renunciado a su parafernalia de lujos ostentosos a favor de los míseros del mundo, así que la explicación más creíble de la noticia del día debe estar relacionada con el apoyo tácito que el Partido Popular ofrece a los huelguistas que van a dar un empujón suficiente a un adelanto de elecciones que, probablemente, les traiga la victoria.
Juran los de izquierda que esta curiosa coincidencia no tiene nada que ver con ellos y que en ninguna de sus sedes se ha recibido llamada alguna de Benedicto XVI interesándose por los preparativos de la huelga y los sindicatos se han quedado perplejos ante tamaña comprensión por parte de los mismos que durante años estuvieron a favor de los sindicatos verticales mientras acompañaban a Franco bajo palio.
Este inesperado interés por el destino de los trabajadores, quedaría inmediatamente aclarado si lo que se persiguiera con esta explosión revolucionaria tuviera que ver con un cambio de manos en el poder vigente.
Es sabido que las sotanas siempre gozaron de una existencia más placida bajo la protección de las derechas y que su posición de privilegio se afianzó considerablemente con los de comunión diaria.
Así que no nos convence el argumento esgrimido por los obispos vociferando contra una Reforma Laboral que en nada les atañe ni les preocupa y mucho menos el papel de recién llegados socialistas que tratan de hacernos tragar a golpe misericordia mal entendida.
Y que tengan cuidado, no sea que se contagien del ideario izquierdoso del que siempre han huido como de la peste y ya no sean capaces de regresar a los recintos de los que nunca debieron salir: sus iglesias.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La opinión de la empresa

Salen los empresarios a la palestra mediática para aclararnos, como si lo dudáramos, su contundente rechazo a la propuesta de Huelga General convocada para el 29 del mes en curso.
Se les ha visto con cierta frecuencia últimamente mostrándose contrarios a cualquier medida aprobada por el Gobierno, evidentemente esgrimiendo razones distintas a las del resto del país, considerándolas a todas luces, insuficientes.
Vamos a dejar claro, por si alguien no lo recordara, que las empresas siempre se crean con el objetivo prioritario de obtener jugosos beneficios.
No hablamos del pequeño negocio familiar abierto para asegurar un digno porvenir a los que conviven bajo un mismo techo, sino de grandes capitales invertidos para ser recuperados con creces en el menor tiempo posible y, deseablemente, con la menor carga para quien los dirige empleando bajo su manto a un número considerable de asalariados, a poder ser, sin demasiadas aspiraciones socio económicas.
Es por eso que tradicionalmente, las relaciones entre Empresa y Sindicatos han resultado radicalmente malas e incluso habría que decir que el asociacionismo obrero ha sido tolerado a regañadientes y por imposición por los dueños de los poderes económicos y es de agradecer que al menos en este aspecto, cada cuál tenga clara su posición y nadie haya cambiado de bando como frecuentemente suele suceder.
Debe importarnos poco la opinión de la patronal en lo que a los graves asuntos que nos afectan se refiere y, por supuesto, si no ponen sobre la mesa una propuesta detallada de sus aspiraciones en cuestiones laborales, nuestra atención debe por entero dirigirse a resolver nuestra propia situación sin dar cobertura a los pensamientos de la parte contraria.
Todos sabemos por experiencia que las negociaciones con la patronal no han sido nunca un camino de rosas y que ha costado sangre, sudor y lágrimas llegar al estatus que disfrutamos como recompensa de nuestro esfuerzo en las labores que desempeñamos.
Sería imperdonable que por una cuestión de miedo atendiéramos a sus tentativas de degradarnos con una calidad en el empleo que no cubriera siquiera nuestras necesidades primarias y, desde luego, resultaría altamente peligroso que su influencia se hiciera fuerte sobre nuestra libertad de decisión haciéndonos retroceder a épocas muy lejanas casi cercanas a la esclavitud en las grandes empresas.
No es que actualmente los Sindicatos representen un modelo de perfección en la defensa de la clase obrera, pero no es cuestionable el derecho que asiste a los empleados por cuenta ajena a unirse en la defensa de sus derechos, uno de los cuales, es el de ir a la huelga cuando se considere conveniente.
Así pues, convendría al representante de los empresarios evitar declaraciones que podrían considerarse amenazantes ante la proximidad del paro anunciado y también le sería de gran utilidad apearse de la vanidad de creer que nos hemos rendido. Nada más lejos de nuestro pensamiento que tirar la toalla sin agotar todas las posibilidades que nos asisten porque no hacemos otra cosa que movernos por un futuro merecidamente ganado.

martes, 14 de septiembre de 2010

Expulsados del paraiso

Sería pecar de ingenuidad creer que los problemas de racismo en Europa hace tiempo que fueron superados. La idea de la apertura mental del viejo continente, tan extendida entre una gran parte de la candorosa población norteamericana, no es más que una leyenda que ni siquiera se acerca a la triste realidad vivida por algunos colectivos que, en esta tierra que pisamos, aún sufren persecución por motivos de raza, como si el ideario nazi habitara entre nosotros construyendo nuevos mundos de pureza etnográfica compuestos por superhombres sin mácula sanguínea.
Sólo nos hace falta una ocasión para demostrar la parte más oscura de nuestros sentimientos. Es verdad que la crisis y sus desastrosas consecuencias en el ámbito laboral, ha conseguido poner en el punto de mira a los grandes movimientos migratorios que hemos aceptado durante los años de ampuloso bienestar y que creyeron llegar a un destino paradisíaco en el que no era posible la terrible imagen de la pobreza.
Nunca los admitimos de buen grado y hay que reconocer que sólo porque no dudaban en ocupar los puestos de la escala más baja del mundo del trabajo, los aceptamos a nuestras órdenes dejando clara nuestra superioridad intelectual mientras ejercíamos sin reparos una práctica de degradación con nuestros visitantes lejana a nuestro tradicional pasado de caridad cristiana y ,por supuesto, dejándonos querer por sus jugosas aportaciones a las arcas de los Estados, por no hablar del enriquecimiento personal de los que se mueven en el mundo de la economía sumergida.
De cara a la galería, hemos presumido a manos llenas de la liquidación de nuestras fronteras presentando al gran mercado Europeo como paradigma de la perfección más absoluta y como adalid de la libertad en el tránsito de los ciudadanos que lo componen sin pasar siquiera por la exigencia de un previo contrato de trabajo para el trasiego entre naciones amigas.
Y ahora que la cuna francesa de la libertad por excelencia, amparada por los números negativos de las horas amargas, organiza una expulsión de gitanos hacia sus países de origen, las voces progresistas de los próceres más distinguidos de todas las proclamas del globalizado bienestar, permanecen en el más absoluto silencio reconociendo con su mutismo la fragilidad de sus aparentes creencias y hasta, en ciertos aspectos, aplauden soterradamente la iniciativa sin pararse a meditar el trasfondo ideológico que conlleva tan disparatada experiencia.
Borran de un plumazo la horripilante imagen de los asentamientos en sus bellas ciudades construidas a base de presupuestos millonarios, eliminan sin pestañear todo aquello que pudiera en algún momento recordar que en el paraíso europeo aún existe la pobreza, condenan al ignorante a serlo por toda la eternidad y lo transportan como ganado, atraído con una ración extra de pienso, hacia otras latitudes menos favorecidas donde su aspecto concuerde un poco más con el entorno paupérrimo de sus semejantes.
Y siguen enredados en su guerra de cifras macroeconómicas como si la existencia de la gente, sea cual sea su condición, no fuera otra cosa que algo manipulable a su antojo que se lleva y se trae a voluntad por los caminos que más convengan a la causa del capitalismo feroz que nos envuelve.
¿De verdad somos tan libres como habíamos imaginado cuando aprovechábamos el tren de la abundancia bailando al son que nos tocaban los dueños de nuestra efímera felicidad? ¿Hasta cuándo podrá durar nuestra utilidad para los dueños de este gran teatro? ¿A qué tren subiremos si cambia nuestra suerte y dejamos de formar parte de la estética preciosista del mundo de la riqueza? ¿Dónde nos ubicarán en nuestra nueva situación de desesperanza?.¿Quiénes serán los próximos?
Se ha abierto la veda del hombre en el fantástico espejismo de la Unión Europea y un regusto amargo recorre las conciencias de los que aún creemos en la utopía de la igualdad entre los seres de este planeta, sin que lleguemos a dar crédito a lo que contemplamos y que tánto recuerda aquellos éxodos hacia los campos de exterminio que nos habíamos empeñado en desterrar con todas nuestras fuerzas, como si estos años pasados no hubieran existido.



lunes, 13 de septiembre de 2010

Por los mismos errores

Los que, como yo, aún conservamos el recuerdo de una etapa política en que lo natural era convivir con la mentira de quienes nos gobernaban y la ignorancia sobre cualquiera de sus intenciones con respecto a las leyes que después nos eran impuestas, valoramos como la cualidad más importante en un líder, la sinceridad.
Somos perros viejos en detectar engaños encubiertos en los discursos aparentemente bienintencionados de los que, en parte gracias a nuestra lucha anterior, ahora ocupan puestos de responsabilidad en esta democracia que recibimos como un regalo de valor incalculable que nos hiciera salir de los años oscuros de la represión y el silencio.
Ya demostramos que nuestra intuición no se equivocaba cuando los señores del Partido Popular trataron por todos los medios de engañarnos en cuanto a la autoría de los atentados del once de Marzo en Madrid y quedó claro que la disposición del pueblo español a perdonar la tendencia insidiosa de algunos de sus políticos, era nula.
Últimamente, vuelven a ser bastante sospechosas las idas, las venidas y las rectificaciones continuadas de los que ahora ocupan responsabilidades de gobierno que, probablemente partiendo del equivocado supuesto de que a la izquierda se la mide con un rasero diferente, andan haciendo malabarismos sobre la delgada línea que separa la verdad de la mentira cayendo en el error de considerar al pueblo soberano mucho menos inteligente de lo que en realidad es.
No es de traidores avisar de las posibles consecuencias a quien prometió por su honor que no tocaría las prestaciones sociales para después atacar el bien más preciado de los trabajadores, su salario, ni a quien trata de presentar una reforma laboral infumable como la mejor salida para los que en verdad, no serán más que las víctimas de una situación que tira por tierra cualquier esperanza de dignidad en el empleo y alienta un asentamiento en rango de ley de un despido libre no procedente.
Es más, es obligación de quien escribe avisar de una posible e inminente reforma del sistema de pensiones (algo ganado con toda una vida de esfuerzo) que seguramente lacerará de nuevo los derechos de los ciudadanos de mayor edad poniendo a los más jóvenes en una tesitura muy difícil para cuando, por ley de vida, llegue su turno en la cadena del relevo.
No me gusta el tono que emplea este presidente, no entiendo su afán en quitar hierro a la situación más grave soportada por la clase obrera en todos los años de nuestra joven democracia. No puedo compartir su aquiescencia con las directrices marcadas por los grandes banqueros, ni su ridícula servidumbre tras las migas que nos arroja una Europa a la que nada le importamos, ni su abandono ideológico en aras de una conservación del poder al precio que sea intentando, a la par, disfrazar la dureza de sus acciones con un halo de santidad que no convence ni a sus propios correligionarios.
Quizá comete el error de creer que su discurso nos convence y si es así, le auguro una mayúscula sorpresa cuando haya de enfrentarse con las urnas y contemple que el voto soberano de los electores le manda a casita exactamente por el mismo motivo por el que un día otros hubieron de cederle el poder: por mentiroso.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El mal ajeno




Viven los partidos políticos de la observación minuciosa de los errores de sus oponentes, empleando la mayor parte de su discurso en la crítica destructiva de las faltas ajenas sin contemplar siquiera la autocrítica como medida necesaria para un mejor desempeño de las propias funciones.
Se enzarzan en reiterativos discursos contra la inútil mediocridad de los adversarios, que agradan ante sus entregados seguidores, evitando exhaustivamente implicarse de forma contundente en abrir las ventanas de su ideario para que los que aún no se han decidido por una determinada corriente, puedan llegar a decidir su inclinación política por amor a una ideología, en lugar de por rencor hacia las otras.
Queda claro que en el momento en que un ciudadano alcanza la mayoría de edad, adquiere una inusitada importancia para los que aspiran al poder y pasa, de un plumazo, de ser adolescente a votante representando un nombre en una golosa lista que todos quieren llevar a su terreno como logro de sus aspiraciones gubernamentales, sin importar el convencimiento que en la doctrina elegida pueda tener el recién llegado a los colegios electorales.
La técnica del desgaste ha funcionado a las mil maravillas en nuestra última etapa democrática convirtiéndose a los ojos de quien quiera mirar en algo que convive con nosotros a diario, que se expande por todos los canales informativos hasta llegar a nuestros hogares y que incluso cosecha ejemplos a otros niveles que nada tienen que ver con la política, como si hubiera un empeño en mostrar la cara más amarga de una convivencia institucional que ni siquiera se molesta ya en reflexionar sobre un posible enriquecimiento de sus variadas filosofías con que ganar adeptos a formaciones que, en algunos casos, contemplan más de un siglo de historia.
De este modo, es natural que el ciudadano no sepa discernir entre la procedencia de los unos y los otros y que frecuentemente se oiga en la calle la coletilla de “son todos iguales”, no sin cierta razón que lo avale al contemplar la línea de los discursos.
Han matado los conceptos de derecha e izquierda construyendo un amasijo de seres maledicientes contra la labor ajena carentes de una diferenciación capaz de hacer reconocibles unas señas de identidad necesarias para mover las conciencias, sin dar importancia a sufrir una pérdida paulatina de rasgos característicos que son, al fin y al cabo, las fuentes de que se nutre toda ideología.
Sólo importa arrancar la risa fácil de un auditorio previamente ganado, la ovación recurrente cada vez que se ridiculiza al otro y el tan apreciado voto de los que nunca acaban de inclinar su balanza hacia ningunas siglas y que resulta fácilmente obtenible con la ironía barata y la agresión verbal escrita en todas las páginas de todos los discursos.
No queda un solo líder capaz de sostener sus propuestas en la solidez de su convencimiento sin tener que apelar al desprestigio bufonesco o a la investigación profunda de las equivocaciones de la oposición.
De ahí el desinterés de las masas por la vida pública y el mortal aburrimiento que provocan las retransmisiones de las sesiones del Parlamento o la desidia de la juventud ante lo que más debía preocuparle de cara a su futuro.
Podrían preguntarse de qué hablarían, si por esas casualidades que se dan en la vida, un día se levantasen y los otros no hubieran cometido ningún error. Acaso así, les surgiera la necesidad de un profundo análisis de sí mismos y empezaran a construir algo nuevo que reportara un triunfo merecidamente ganado.




jueves, 9 de septiembre de 2010

El final de la c uenta atrás



Se afanan los Sindicatos en aumentar su poder de convocatoria de cara a la huelga general prevista para el veintinueve del mes en curso ,en un intento a la desesperada por mover a unas masas que les acusan de haber bailado a la sombra de los capitalistas ,mientras les llovían prebendas y subvenciones, abandonando a los trabajadores hasta el punto en que todos sus derechos se han visto gravemente lesionados, y lo que queda por contar.
Hay un desgaste generalizado de ese respeto que se tenía por los líderes obreros al principio de la transición y la mano negra de la corrupción ha tendido también su influencia sobre este sector de la sociedad haciendo sospechosos a quienes debían defendernos de una desidia inexplicable y de un claro abandono de cualquier medida de fuerza en defensa de los intereses más primarios de sus representados, hasta el punto que su credibilidad no puede alcanzar niveles más bajos que los que ahora tiene.
En esta tesitura, y amedrentados por los innumerables motivos de despido que contempla la reciente Reforma Laboral, los asalariados encuentran grandes dificultades en secundar un paro en el que no creen y, sobre todo, cuyas consecuencias podrían ser aún imprevisibles.
El Arma de doble filo que amenaza el cuello de la clase trabajadora el altamente peligrosa y, por añadidura, seguramente acabará por herirla de muerte tánto si apoya la huelga, cómo si no.
Todos parecen tener claro que algo hay que hacer si no queremos acabar en una servidumbre a la asiática que reduzca nuestros sueldos a una mínima expresión y nos exija a cambio jornadas mucho más largas y vidas laborales que rozan la ancianidad extrema.
Pero sin confianza en quienes convocan la huelga, difícilmente pondremos en el asador nuestra carne, ni lo haremos con el entusiasmo necesario que precisa la fe en la victoria y si nada hacemos, el asentimiento a las últimas medidas adoptadas dará al gobierno el respiro que necesita para seguir legislando en nuestra contra engreído por el supuesto apoyo que parecemos demostrar con nuestro silencio.
Quizá, si esta ley de despido libre pudiera aplicarse en todos los ámbitos de las altas esferas y los ciudadanos tuviéramos la potestad también de mandar a las listas del paro a quienes continuadamente han dado muestras de hacer oídos sordos a nuestras reclamaciones, unos y otros serían inmediatamente cesados en sus funciones y nuestra fuerza crecería de manera considerable pudiendo ser, entonces sí, dueños de nuestro propio destino.
Pero las leyes son sesgadas y nunca obligan en su cumplimiento a quienes las redactaron, ni a quienes les ayudaron por omisión a redactarlas.
Así que la patata envenenada lanzada a nuestro campo nos coloca en una posición que habrá que pensar detenidamente y sólo nuestra libertad de elección será la que finalmente nos dicte la respuesta que debemos dar a estos tiempos difíciles y turbulentos.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Por los buenos amigos

,




Un siempre grato reencuentro con amigos que viven lejos, me deja el día sin conexiones con ningún tipo de noticiario, como si el mundo se hubiera detenido en una habitación dulcificando su devenir con la vehemencia de los sentimientos impidiendo la entrada a nada que no provenga de la alegría.
La buena mesa, los vinos, la conversación que ha de poderse a punto tras una larga tregua sin contactos, los recuerdos de las últimas veces e incluso de todo lo compartido y el bienestar elevado a la máxima potencia en la compañía de quienes con frecuencia añoras, hacen que las horas fluyan dulcemente, sin prisas por abordar cuestiones escabrosas que aunque se sepan cotidianas, estropearían la ocasión con un regusto de amarga realidad.
Es tan difícil definir la amistad, que quizá se necesitaría un tomo de considerable envergadura para acercarse siquiera a lo que para el hombre representa el privilegio de estrechar lazos con sus semejantes.
Sin embargo, yo creo que este curioso acercamiento entre seres diversos que en un momento determinado experimentan un cruce de caminos, sin conexiones familiares de por medio, sin afinidad previa a su coincidencia, sin otra oferta más que la de ofrecer lo que tienen sin ánimo alguno de aprovechamiento ni utilización dolosa, constituye la relación más hermosa que se da en nuestra especie y merece ser considerada como el único sentimiento altruista que somos capaces de concebir.
Por eso, los amigos deben ser cuidados como joyas preciosas que adornan el álbum de nuestras vidas con inolvidables momentos de felicidad y han de tener, por parte nuestra, una correspondencia inviolable que les demuestre la gratitud de nuestros corazones hacia quienes nos consideran dignos de sus confidencias, de sus secretos y sus abrazos dónde quiera que estemos en el transcurso del tiempo que nos toca vivir.
Yo quería hoy sustituir la acritud de las noticias, el efímero paso de los titulares ante nuestros ojos lectores, por algo duradero e imprescindible que nos recuerda ese lado bueno con el que todos debemos contar.
Y hablaros de lo impagable del sonido de nuestras risas al unísono demostrando, sin ningún género de dudas, que lo más valioso que tenemos son estas pequeñas cosas que engrandecen nuestro paso por la tierra y nuestra voluntad por mejorar la especie.

martes, 7 de septiembre de 2010

Para vivir




Mientras los rostros atormentados de un grupo de mineros sepultados en chile alcanzan cotas de triste popularidad haciéndosenos familiares a lo largo y ancho del planeta, sus compañeros de profesión en España, cansados de no recibir su salario y de mirar cómo lentamente su futuro profesional es tragado por las alcantarillas de esta crisis eterna, saltan a las carreteras cortando el paso a los automóviles, símbolo de riqueza, que las cruzan protagonizando la primera batalla de los tiempos de lucha que se avecinan para la clase obrera.
Siempre representó la minería un sector duro de roer para la patronal y un ejemplo de combatividad para los asalariados que durante su historia como tales, se han visto obligados a ir comprendiendo poco a poco que ganar derechos cuando se trabaja para otro no ha sido nunca el camino de rosas con que soñaba la gente del campo cuando decidió emigrar a las ciudades en un intento de abandonar la servidumbre a los señores feudales.
En las malas horas que nos han tocado vivir, tal vez esta primera lucha de los mineros nos haga entender que todavía tenemos esperanza.
Hace tiempo que nos abandonó la ilusión pasajera de jugar a ser ricos y la cruda realidad que nos acompaña en la angustia del paro, en la indignidad de la reducción de nuestros salarios y en el incierto futuro que se nos presenta, ha sido suficientemente entendida durante la caída vertiginosa que hemos tenido que soportar en los últimos tiempos.
Sin embargo, el bien preciado de la libertad de pensamiento es tan inherente a la condición humana, que siempre será una baza a nuestro favor a la hora de buscar soluciones para mejorar nuestras desdichas y acabará imponiéndonos la cordura de que la lucha por un modo de vida decoroso no es constitutiva de ningún delito.
Así pues, manifestar nuestra solidaridad con aquellos que se atreven a realizar acciones de protesta abandonando la desidia que en la época pasada nos hizo conformistas, debe constituir una prioridad en estos primeros escarceos que no son otra cosa más que los prolegómenos de una batalla durísima en la que probablemente se pondrán a prueba muchas veces nuestros niveles de resistencia.
No podemos ceder bajando la cabeza a las intenciones de los que manejan los hilos del mundo hundiéndonos más y más en el pozo negro de una esclavitud económica que nos mina por dentro y por fuera. El eco de episodios del pasado demuestra la repercusión que la lucha obrera ha tenido en la trayectoria y la proyección de las vidas de los que hemos llegado después.
Entretanto, el silencio que se respira entre nuestros políticos a la espera del seguimiento a la huelga general del día 29 es bastante esclarecedor y hace suponer que a la vista de lo que ocurra en dicha jornada, se podrá tensar más o menos la asfixiante cuerda con que rodear nuestros cuellos.
En nuestras manos está el fuego destructor de la soga y en la palabra de los que escribimos el arma poderosa de las razones que nos empujan a batallar por la supervivencia.





lunes, 6 de septiembre de 2010

La soberbia de las viejas glorias



Nada soporta peor el hombre que el hecho de envejecer. Los inteligentes convierten en aliada su experiencia y los torpes exhiben una insufrible altanería que suele tener el efecto de que nadie añore los tiempos en que ,por suerte o por desgracia, sus nombres se hicieron familiares en un entorno más o menos grande.
Aún es peor no ser consciente de que un determinado momento pasó y esgrimir periódicamente la soberbia de lo que uno representó en el pasado sin advertir que la vida sigue su curso sustituyendo naturalmente a los que pasamos por ella sin perdón para nada ni para nadie.
Pero cuando la profesión de quienes hubieron de abandonar su tiempo es la política, la falta de resignación y acomodación a una situación diferente debe ser un factor añadido que coloca a determinadas personas sobre la delgada línea que separa la sensatez del ridículo haciéndolas, las más de las veces, caer del lado en que sus intervenciones sobrepasan la prudencia desdeñando por sistema la actuación de quienes les sucedieron como considerándose infalibles en sus afirmaciones y sin contemplar siquiera el derecho a réplica de los demás.
Dos casos inequívocos de estas posturas recalcitrantes serían los del ex presidente Aznar y el de quien fuera su Ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja.
Todos sabemos ya el momento que atraviesa nuestro país y cuán difícil es desenvolverse diariamente en medio de esta crisis que nos pasó por encima apisonando nuestro modus vivendi. Todos seguimos con atención la información que se nos ofrece de los problemas cotidianos y somos conscientes de que el arco político que nos envuelve no es el que nadie desearía tener como acompañante en el difícil camino a seguir que nos aguarda, pero quienes detentan ahora el poder y también quienes son sus opositores, están desde luego en su derecho de adoptar las decisiones que consideren en cada momento y también en la obligación de llevar libremente la rienda de sus vidas sin ataduras a tiempos pasados ni voces en off que cuestionen sus argumentos en cada tramo del viaje.
El silencio, que nunca llega a estar suficientemente valorado por aquellos que sólo tratan de atropellar a los demás con lo imparable de su verbo, es un excelente camarada para iniciar nuevas trayectorias que le lleven a uno lejos de vivir de los rencores acumulados por los propios errores cometidos permitiéndole tomar la iniciativa de otras actitudes mucho más productivas para su riqueza personal y de espíritu.
No toca al señor Aznar resolver esta crisis. Su tiempo terminó y su cúmulo de faltas y aciertos está grabado a fuego en todos los libros de historia. Sobran sus palabras y consejos porque, en todo caso, corresponde a sus correligionarios actuales campear el temporal en el puesto que ocupen, en su inalienable derecho a disfrutar su propia vida y su libertad para expresarse sin maniobras de ventrílocuo.
En cuanto al señor Mayor Oreja, el apoyo generalizado que tuvo mientras fue ministro del interior bastaría para intentar, al menos, considerar lo delicado de sus indiscreciones en una mesa tan agitada como la que se asienta en tierras vascas y para tratar de no obstaculizar la denodada labor que tantas personas ejercen en el intento de llegar a la paz. También denota cierto resentimiento en sus carpetovetónicas manifestaciones de desagrado contra todos aquellos que se alejan de sus inamovibles posiciones de reyezuelo destronado y antiguo.
Sería quizá conveniente para el partido popular ejercitar sin rubor una medida de fuerza sobre la locuacidad de sus viejas glorias porque son incapaces de asumir que lo que un día llegaron a ser, se lo llevó el viento helado de sus innumerables equivocaciones y hoy no son más que figuritas testimoniales de un ayer que desearíamos que no se repitiera nunca.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Símbolos y estrategias




Tras apenas unas pocas jornadas de haberse puesto en marcha la maquinaria política, ETA salta a los informativos anunciando una nueva tregua con una parafernalia tristemente recordada por todos los que ya fuimos espectadores de anteriores intentos fallidos propuestos para alcanzar la paz.
Se rompió el cántaro hace tiempo de tanto ir a la fuente y la veracidad de los comunicados etarras quedó para siempre en entredicho después del atentado de Barajas haciendo que la susceptibilidad de cualquier ministro de interior se volviera infinitamente más sensible a la hora de confiar en según qué propuestas.
La inagotable paciencia del pueblo de euskadi puesta a prueba hasta la saciedad por una violencia gratuita que ha manchado su bellísima tierra de sangre durante cincuenta años, tal vez mire de nuevo con cierta ilusión la tétrica imagen de los encapuchados con la esperanza de que los pronósticos de poder acomodarse a la normalidad de la vida, sea ahora una realidad que termine con la inquietud permanente con que miran al futuro.
Pero el hecho de que el montaje del anuncio no haya cambiado en nada y conserve todos los símbolos inequívocos que han acompañado la estela de estas siglas durante toda su trayectoria, es ya en sí un mal augurio que deja entrever que la repetición de historias pasadas puede darse sin que ningún horizonte diferente se vislumbre sobre las verdes montañas de Euskalerría.
Es verdad que últimamente son muchos los presos que han manifestado claramente su disidencia con los métodos violentos y proclamado abiertamente su deseo de adoptar una posición meramente política para reclamar sus antiguas reivindicaciones de independencia, pero la edad de estos disidentes y por tanto los años que llevan en prisión, da la impresión a quién mira desde fuera, de tratarse más de un hartazgo de viejos dirigentes que de un atisbo de rendición pacífica de la savia joven que acaba de alcanzar el liderazgo de la organización.
Han sido muchos los que han defendido la línea de la negociación durante demasiado tiempo y muchos los fracasos acumulados en las vías negociadoras, tantos, que incluso para los seres de mejor voluntad, se ha hecho palpable la imposibilidad de llegar a acuerdo alguno que no pase por una rendición incondicional y una entrega de armas que haga al menos creíble un carácter de cambio en el asunto más espinoso que ha conocido este país.
Hubiera sido un gesto a considerar en el anuncio de la tregua, hacerlo a cara descubierta en cualquier otro escenario menos sórdido y que recordara un poco más a la vida, dar un paso adelante en una situación que perjudica dañosamente al pueblo que dicen defender y que presentara ciertos síntomas de que los días de la oscuridad están contados y que pronto podría llegar la luz.
Y puesto que no ha sido así, es lícito el derecho a pensar que una nueva estrategia pre electoral se ha fraguado en las entrañas de la organización para que sean retirados los vetos establecidos a la izquierda abertzale permitiéndoles elaborar listas para los próximos comicios sin que ello implique arrepentimiento ni deseo en el auténtico ideario que mueve a sus gentes.
Así que es de esperar que el Ministro Rubalcaba haga caso omiso de este anuncio repentino en el que casi no creemos y continúe con su política antiterrorista buscando desesperadamente una salida airosa al eterno conflicto que sacude los cimientos de nuestra historia reciente, aunque bien que le gustaría marcharse a casa con la satisfacción de haber cerrado este capítulo negro aunque fuera lo último que hiciera en su vida política.


jueves, 2 de septiembre de 2010

Primeros signos de naufragio




Zozobra el barco capitaneado por Zapatero víctima de una tempestad fácilmente predecible evidenciando el hecho de que existe malestar incluso entre quienes ocupan junto a el la cabina de mandos.
Salta al agua el primero el ministro de trabajo, con la excusa de querer presentarse a las elecciones catalanas, pero dejando en su abandono un regusto amargo a desacuerdo con una Reforma Laboral impuesta desde otras instancias y un hartazgo comprensible por ser la cara de las últimas leyes sacadas adelante a duras penas por un ejecutivo muy mermado en intención de voto y estima por parte de los ciudadanos a los que representa.
No se sabe cuántas veces se habrá arrepentido el señor Corbacho de haber aceptado el ministerio, ni cuántas veces habrá añorado sus tiempos de alcaldía pero seguramente no le causará ninguna alegría el hecho de ser recordado por ser quién ayudó a poner en marcha la tan temida Reforma Laboral ni quién permitió que se rebajaran los sueldos de los funcionarios dejando peligrosamente abierta una puerta que incita al sector privado a seguir tan deleznable ejemplo.
Sin embargo, su dimisión es la primera fractura en la estructura de un gobierno que sin duda tendrá pronto que declararse en situación ruinosa y cuyos cimientos son ayudados a tambalearse por los empujones de una oposición que no hace otra cosa que sacar partido de la situación insostenible en la que el ejecutivo se encuentra.
Es más, si acaso se diera la circunstancia de que el Partido Socialista aguantara el tirón hasta saber el resultado de las elecciones catalanas, probablemente habría de pasar el relevo a una Convergencia y Unió que ha sabido nadar y guardar la ropa haciendo gala de un espíritu comercial que para sí quisieran los empresarios del país a la hora de capear la crisis.
La legislatura está tan agotada que ni siquiera un repunte económico de grandes dimensiones podría hacer mella en la memoria de los trabajadores dándole el empujón necesario para volver a obtener su confianza y es tal la magnitud del desastre que se avecina para los socialistas, que resulta difícil hacer cábalas sobre cuál será el puesto que ocuparán en un marco político salpicado además por la desilusión que genera comprobar que la corrupción generalizada salta todos los días a las portadas de la prensa.
Ni siquiera es momento para probar con una remodelación de gobierno cuyo único efecto será probablemente una demostración de debilidad ante el estrepitoso fracaso de una política económica dictada al milímetro por las grandes potencias y la dictadura de los banqueros.
Y mientras, el pueblo aguarda los acontecimientos venideros preguntándose cuántos escarnios le quedan aún por soportar y quiénes serán los próximos en ceñirse la corona de un poder que en nada beneficia a los intereses de los más desfavorecidos.
Seguramente el ministro Corbacho dormirá mejor a partir de esta noche y hasta es de esperar que su sucesor le haga en algún momento bueno si las próximas medidas económicas consisten en sacar adelante nuevas mermas en los derechos de los trabajadores, como parece estar previsto.
Dice que soportará, al menos, la inminente huelga general convocada por los sindicatos para finales del mes en curso y que procurará dejar atadas sus fatídicas leyes allanando el camino a su sucesor en estos momentos difíciles.
La pregunta es si merecemos una explicación clara de los motivos de su marcha o si, como siempre, habremos de conformarnos con las conjeturas que nos ofrezca una muy desgastada vicepresidenta preguntándonos si quién entra en su lugar todavía habrá de darnos sorpresas en la ya sensiblemente erosionada vida laboral que nos espera.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La próxima estación




El viento de poniente proporciona un muy deseado respiro a nuestras pieles achicharradas por las tórridas temperaturas de las últimas semanas e incluso nos devuelve la capacidad de pensar con mayor nitidez en el otoño que se avecina.
A la retranca de las posibles alianzas del Presidente del Gobierno, el Partido Popular organiza una reunión en el Parador de Toledo para, según Javier Arenas, hablar entre ellos y suponemos que imaginar una estrategia con que hostigar a los del banco azul a ver si de tanto zarandearlos se acelera su caída y suena la flauta de la convocatoria de nuevas elecciones.
Según una encuesta de la radio, parece que hay cierto crecimiento en intención de voto a favor de Izquierda Unida mientras las perspectivas del Partido de Rosa Diez se desvanecen en una nube con cierto olor a derecha que no acaba de satisfacer las expectativas de los votantes de centro acentuando la indecisión que les asalta desde que las diferencias entre PSOE y PP se van haciendo cada vez más pequeñas.
Nadie habla de cómo vamos a combatir el paro. Curiosamente, el problema más grave que se cierne sobre nuestras cabezas amenazando cada día en mayor grado la estabilidad de miles de familias, parece diluirse entre las noticias de los bailes de cifras de una macroeconomía ajena al entendimiento de los ciudadanos provocando un efecto de desapego y desconfianza en los dirigentes nada deseable si se quiere encontrar una solución real al drama que vivimos.
Unos lo están haciendo rematadamente mal y los otros se limitan a reprochárselo pero la voluntad necesaria para acabar con esta lacra que se expande afectando a casi todos los hogares del país, no aparece en los telediarios y se ignora en todos los programas de gobierno.
La hostelería ha creado la ilusión veraniega de una suavización de la crisis llenando la boca de nuestros representantes de presunciones pasajeras que se marcharán con el viento dejando al descubierto la espantosa crueldad de un desempleo que alcanza cotas imposibles de sostener y que sin duda traerá la necesidad de echarse a la calle de todos aquellos que ya nada tienen que perder, pues se han quedado sin cuanto tenían.
No esperará el señor Rajoy, si es que se llegan a celebrar elecciones y las gana, un milagro de su incondicional Iglesia que le arregle el desaguisado que encontrará a su esperadísima llegada a la Moncloa, porque si lo hace, alguien habría de decirle que las expectativas de que algo así suceda son aptísimamente improbables. No da, por otra parte, ninguna explicación satisfactoria de cual será su política económica ni mucho menos aún de qué índice de empleo piensa crear, ni de qué tipo, después de que su opositor en el gobierno le haya ahorrado el duro trance de ser el quien pusiera encima de la mesa la errática reforma laboral recientemente aprobada y que tan gravemente ha lesionado los derechos de los pocos trabajadores que aún tienen la suerte de serlo.
Su silencio debiera bastarnos para pensar a fondo antes de otorgarle cualquier tipo de confianza, sobre todo si se vuelve la vista hacia las pretensiones que siempre ha demostrado a la derecha, es decir, favorecer a los poderosos en detrimento de la clase trabajadora.
Podrá quizá la pose de defensores de los débiles que últimamente han adoptado como bandera de su imagen, confundir a quienes jamás se preocuparon de lo asuntos del Estado e incluso a los jóvenes recién llegados a estas lides que no cuentan con ninguna experiencia, pero difícilmente conseguirá convencer a quien goza de cierta memoria con esta repentina conversión de tintes ciertamente socialistas que tan bien funciona para finalmente alcanzar el poder.
Pero todo esto irá quedando claro paulatinamente cuando definitivamente nos abandone el viento de Levante y las primeras gotas otoñales asomen a las ventanas de nuestras casas devolviendo a la atmósfera su limpieza y a nuestras cabezas la facultad de discernir a quienes facultaremos para gobernarnos en los próximos tiempos. Por ahora, limitémonos a observar las estrategias de los unos y los otros. Se aprende muchísimo haciéndolo.