Tenemos ante nuestros ojos la evidencia de cómo la política hace extraños compañeros de viaje que suben al mismo tren por motivos tremendamente diferentes, incluso ante el asombro de unos y otros porque entre ellos puedan darse siquiera la mas mínima coincidencia.
El éxito de la huelga general del día 29 unirá en las calles del país a colectivos tan distantes como los Sindicatos y la Iglesia, parados, funcionarios, pensionistas y detractores de un gobierno agonizante que espera ansioso el resultado para decidir cuanto tiempo podrá aguantar en el poder manteniendo la confianza de los que un día le otorgaron su voto.
El PP nada y guarda la ropa manifestando ante los medios de comunicación su oposición al paro general, mientras reza para que triunfe como medio de reafirmarse en sus críticas hacia la gestión gubernativa y en el deseo de una convocatoria de elecciones en su mejor momento de poder llegar a la Moncloa.
Muy interesante también el escrito enviado a los docentes de los colegios religiosos en el que se les comunica que, a los que secunden la huelga, no les descontarán nada del sueldo del mes siguiente dando la impresión de tener esperanzas en un cambio de manos en el poder y en la seguridad de hallar un mayor entendimiento con la ideología de la derecha.
No promete la oposición que los funcionarios recuperen su poder adquisitivo, ni una ley de pensiones que mejore el de nuestros ancianos, ni una fuerte bajada en las cifras de desempleados, ni una mejora sustanciosa en la resolución de la crisis y es de esperar, que en el aterrizaje en los bancos azules del Congreso, se agarren inmediatamente a la excusa de haber encontrado un país deshecho viéndose obligados a adoptar medidas de excepción que, jurarán, no contemplaban antes de darse de bruces con una realidad heredada del mal hacer de los que les antecedieron.
Mientras tanto el PSOE peca aún de una ingenuidad poco creíble soñando con vencer en los próximos comicios autonómicos, ignorando resultados de encuestas que ya sitúa el voto catalán en un ochenta por ciento a favor de CIU y discutiendo, a estas alturas, quién liderará en Madrid la lucha por un cambio en las instituciones que aparten a Aguirre y Gallardón de sus bien asentadas posiciones en la carrera política.
Los Sindicatos, los mismos que antes abandonaron al trabajador a su suerte, presumirán de haber calado en la sociedad si el 29S la huelga es secundada mayoritariamente, sin llegar a entender, que la inmensa mayoría de los participantes lo hará por los problemas personales que su transigencia con gobierno y patronal ha generado hasta hacer la situación insostenible.
Pero todos los motivos serán válidos si abren los ojos al Presidente y se potencia una marcha atrás en las medidas adoptadas demostrando que en el mundo laboral, la presión está en manos de los trabajadores, que no están dispuestos a tirar la toalla en la defensa de sus derechos, permitiendo que caven su fosa sin oponer resistencia.
Sería un error no ir a la huelga por no coincidir ideológicamente con alguno de los sectores que la apoyan. Si se consigue el objetivo pretendido, ya tomarán nota estos extraños compañeros de viaje de que, tampoco con ellos, seremos jamás complacientes.
domingo, 26 de septiembre de 2010
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