jueves, 2 de septiembre de 2010

Primeros signos de naufragio




Zozobra el barco capitaneado por Zapatero víctima de una tempestad fácilmente predecible evidenciando el hecho de que existe malestar incluso entre quienes ocupan junto a el la cabina de mandos.
Salta al agua el primero el ministro de trabajo, con la excusa de querer presentarse a las elecciones catalanas, pero dejando en su abandono un regusto amargo a desacuerdo con una Reforma Laboral impuesta desde otras instancias y un hartazgo comprensible por ser la cara de las últimas leyes sacadas adelante a duras penas por un ejecutivo muy mermado en intención de voto y estima por parte de los ciudadanos a los que representa.
No se sabe cuántas veces se habrá arrepentido el señor Corbacho de haber aceptado el ministerio, ni cuántas veces habrá añorado sus tiempos de alcaldía pero seguramente no le causará ninguna alegría el hecho de ser recordado por ser quién ayudó a poner en marcha la tan temida Reforma Laboral ni quién permitió que se rebajaran los sueldos de los funcionarios dejando peligrosamente abierta una puerta que incita al sector privado a seguir tan deleznable ejemplo.
Sin embargo, su dimisión es la primera fractura en la estructura de un gobierno que sin duda tendrá pronto que declararse en situación ruinosa y cuyos cimientos son ayudados a tambalearse por los empujones de una oposición que no hace otra cosa que sacar partido de la situación insostenible en la que el ejecutivo se encuentra.
Es más, si acaso se diera la circunstancia de que el Partido Socialista aguantara el tirón hasta saber el resultado de las elecciones catalanas, probablemente habría de pasar el relevo a una Convergencia y Unió que ha sabido nadar y guardar la ropa haciendo gala de un espíritu comercial que para sí quisieran los empresarios del país a la hora de capear la crisis.
La legislatura está tan agotada que ni siquiera un repunte económico de grandes dimensiones podría hacer mella en la memoria de los trabajadores dándole el empujón necesario para volver a obtener su confianza y es tal la magnitud del desastre que se avecina para los socialistas, que resulta difícil hacer cábalas sobre cuál será el puesto que ocuparán en un marco político salpicado además por la desilusión que genera comprobar que la corrupción generalizada salta todos los días a las portadas de la prensa.
Ni siquiera es momento para probar con una remodelación de gobierno cuyo único efecto será probablemente una demostración de debilidad ante el estrepitoso fracaso de una política económica dictada al milímetro por las grandes potencias y la dictadura de los banqueros.
Y mientras, el pueblo aguarda los acontecimientos venideros preguntándose cuántos escarnios le quedan aún por soportar y quiénes serán los próximos en ceñirse la corona de un poder que en nada beneficia a los intereses de los más desfavorecidos.
Seguramente el ministro Corbacho dormirá mejor a partir de esta noche y hasta es de esperar que su sucesor le haga en algún momento bueno si las próximas medidas económicas consisten en sacar adelante nuevas mermas en los derechos de los trabajadores, como parece estar previsto.
Dice que soportará, al menos, la inminente huelga general convocada por los sindicatos para finales del mes en curso y que procurará dejar atadas sus fatídicas leyes allanando el camino a su sucesor en estos momentos difíciles.
La pregunta es si merecemos una explicación clara de los motivos de su marcha o si, como siempre, habremos de conformarnos con las conjeturas que nos ofrezca una muy desgastada vicepresidenta preguntándonos si quién entra en su lugar todavía habrá de darnos sorpresas en la ya sensiblemente erosionada vida laboral que nos espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario