A pesar de la convocatoria de nuevas elecciones, hoy no puedo pensar en otra cosa que en mi amigo Josep, que se enfrenta a una operación difícil y que no reside en la misma ciudad que nosotros.
Suele la lejanía agrandar las tristezas con un manto de incertidumbre por aquello que no se ve y a menudo nos arrastra a una desgana inducida, que se nos va instalando dentro, en forma de un deseo vehemente de acortar las distancias.
Muchas veces lo he dicho. La amistad es el único sentimiento en el que se es verdaderamente libre y a diferencia del amor, suele acompañarnos durante toda nuestra vida, estableciendo fuertes vínculos de unión, lejanos de intereses u otros sentimientos de posesión, como los celos o la pasión malsana, que terminan con los lazos de las parejas.
Mis amigos son además, seres entrañables con los que tuve la suerte de coincidir en el momento oportuno y que se han ido ganando un espacio donde permanecer, por tiempo indefinido, en ese órgano caprichoso al que todos llaman corazón.
Diseminados por múltiples lugares, son únicos e irrepetibles y cada recuerdo vivido en su compañía, forma parte de un álbum personal que no tiene precio y sin el que, sin duda, no sería yo misma.
Todos y cada uno de ellos, son el motor indivisible sin cuya inercia sería difícil continuar caminando hacia el futuro, o canalizar el pensamiento positivo que da ilusión a lo que me acontece y me rescata de la oscuridad, cuando creía agotadas las posibilidades de volver a ver la luz.
Es impagable la suerte de tenerlos y una obligación inaplazable, estar junto a ellos cuando se les tuerce la suerte y la vida les maltrata con golpes bajos inesperados, que les producen dolor.
Quizá por eso, la importancia de sus historias personales anulan cualquier otra noticia que se cruce en mi camino y se convierte en una cuestión íntima, que me enorgullece sacar a la luz para compartirla con ese misteriosos mundo al que me dirijo a diario, a través de estas pobres líneas que hilvano con dificultad cada tarde.
Porque de vez en cuando, se me rebela la pluma y se vuelve indómita, sin que mi mano sea capaz de llevarla por otros derroteros que los que ella misma establece, descubriendo sin recato aquellas sensaciones para las que desearía cierto recogimiento, produciendo una sensación parecida a la de andar desnuda ante los ojos indiscretos de los lectores, como llevada por un arrebato incontrolable de sinceridad primaria, que abre los ojos a las lágrimas, a la risa, o a cualquier cosa que me acerca a la humanidad de la que huyo cuando miro con objetividad las noticias del día.
El pequeño espacio del que dispongo para trabar los pensamientos que ahora ya no son sólo míos, se ilumina con la sencilla demostración de que soy vulnerable, afortunadamente, a las cosas cotidianas y pequeñas que me rodean y que suelo olvidar cuando me despojo de mi yo, para dirigirme a los desconocidos que siguen lo que escribo y que, seguramente, compartirán también esos momentos que te atrapan, cuando atañen directamente a la gente que quieres.
Hoy estoy con Josep porque no podría estar en ninguna otra parte y mi ánimo no estará sereno hasta que no reciba la información de que se encuentra bien y que todo se queda en un susto pasajero del que algún día, podremos reírnos juntos, en alguno de los lugares que, seguro, visitaremos cuando se restablezca.
Pero mientras, la espera se transforma, como no podía ser de otro modo, en palabras que invaden el espacio que nos separa, reafirmando lo que nos une y que no es otra cosa, que amistad.
Suele la lejanía agrandar las tristezas con un manto de incertidumbre por aquello que no se ve y a menudo nos arrastra a una desgana inducida, que se nos va instalando dentro, en forma de un deseo vehemente de acortar las distancias.
Muchas veces lo he dicho. La amistad es el único sentimiento en el que se es verdaderamente libre y a diferencia del amor, suele acompañarnos durante toda nuestra vida, estableciendo fuertes vínculos de unión, lejanos de intereses u otros sentimientos de posesión, como los celos o la pasión malsana, que terminan con los lazos de las parejas.
Mis amigos son además, seres entrañables con los que tuve la suerte de coincidir en el momento oportuno y que se han ido ganando un espacio donde permanecer, por tiempo indefinido, en ese órgano caprichoso al que todos llaman corazón.
Diseminados por múltiples lugares, son únicos e irrepetibles y cada recuerdo vivido en su compañía, forma parte de un álbum personal que no tiene precio y sin el que, sin duda, no sería yo misma.
Todos y cada uno de ellos, son el motor indivisible sin cuya inercia sería difícil continuar caminando hacia el futuro, o canalizar el pensamiento positivo que da ilusión a lo que me acontece y me rescata de la oscuridad, cuando creía agotadas las posibilidades de volver a ver la luz.
Es impagable la suerte de tenerlos y una obligación inaplazable, estar junto a ellos cuando se les tuerce la suerte y la vida les maltrata con golpes bajos inesperados, que les producen dolor.
Quizá por eso, la importancia de sus historias personales anulan cualquier otra noticia que se cruce en mi camino y se convierte en una cuestión íntima, que me enorgullece sacar a la luz para compartirla con ese misteriosos mundo al que me dirijo a diario, a través de estas pobres líneas que hilvano con dificultad cada tarde.
Porque de vez en cuando, se me rebela la pluma y se vuelve indómita, sin que mi mano sea capaz de llevarla por otros derroteros que los que ella misma establece, descubriendo sin recato aquellas sensaciones para las que desearía cierto recogimiento, produciendo una sensación parecida a la de andar desnuda ante los ojos indiscretos de los lectores, como llevada por un arrebato incontrolable de sinceridad primaria, que abre los ojos a las lágrimas, a la risa, o a cualquier cosa que me acerca a la humanidad de la que huyo cuando miro con objetividad las noticias del día.
El pequeño espacio del que dispongo para trabar los pensamientos que ahora ya no son sólo míos, se ilumina con la sencilla demostración de que soy vulnerable, afortunadamente, a las cosas cotidianas y pequeñas que me rodean y que suelo olvidar cuando me despojo de mi yo, para dirigirme a los desconocidos que siguen lo que escribo y que, seguramente, compartirán también esos momentos que te atrapan, cuando atañen directamente a la gente que quieres.
Hoy estoy con Josep porque no podría estar en ninguna otra parte y mi ánimo no estará sereno hasta que no reciba la información de que se encuentra bien y que todo se queda en un susto pasajero del que algún día, podremos reírnos juntos, en alguno de los lugares que, seguro, visitaremos cuando se restablezca.
Pero mientras, la espera se transforma, como no podía ser de otro modo, en palabras que invaden el espacio que nos separa, reafirmando lo que nos une y que no es otra cosa, que amistad.