De año en año, cuando llega el momento de hacer una parada más
que necesaria en nuestra ajetreada vida, la satisfacción de haber sido capaz de
armar un artículo cada día y de haber sido seguida de cerca por incondicionales
y aves de paso, que se toparon con mis letras por casualidad, se hace de nuevo
evidente y he de confesar que abandono la actividad con pena, sobre todo si
como en este momento, la actualidad resulta ser trepidante y no hay manera de
saber si dentro de unos pocos segundos sucederá algo inesperado, que transforme
en un futuro nuestras vidas, de una u otra manera.
Sin embargo, está bien tener la posibilidad de cambiar de
aires y paisajes, de contemplar y
conocer a otras gentes, que de seguro nos enriquecerán con lo que puedan
aportar de novedoso a nuestras vidas, guiados, como vamos, por una curiosidad
insaciable por aprender y también de enseñar lo que podamos, pues sólo con ese
valioso intercambio se logra la complacencia de haber cumplido con un deber,
que todos nos imponemos, por decisión propia.
Romper con todo por un corto espacio de tiempo, abandonarnos
a la meditación y valorar todas aquellas sorpresas que nos puedan sobrevenir en
el viaje y que sin duda, engrosarán nuestro bagaje personal y por ende, el
mensaje que transmitiremos después a los otros, se convierte en un modo de
evasión que a través de la distancia, nos proporciona una perspectiva mejor que
la que podamos tener cuando nos encontramos en el mismo centro del huracán,
renovando nuestra capacidad de discernir, entre aquello que de verdad nos
importa y lo que nos resulta banal, aunque a primera vista, hubiera parecido
otra cosa distinta.
Vamos pues todos, ligeros de equipaje, a emprender camino
hacia los lugares que hayamos elegido, solos o en compañía de los nuestros, con
la esperanza de encontrar allí aquello que cada cual buscamos y que en algunos
casos serán recuerdos de la infancia condensados en las calles y plazas de
nuestros pueblos y en otros, la grandiosidad de algún bello lugar en el que
nunca antes estuvimos y que ahora conoceremos, por fin, cumpliendo quizá un
viejo sueño.
Roguemos, porque nada enturbie la paz en ninguna parte y fundamentalmente, porque la
cordura se imponga a la barbarie que se hace patente a nuestro alrededor con
excesiva frecuencia y también, por qué no, porque los hombres y mujeres del
mundo encontremos el modo de convivir, salvando y respetando nuestras
diferencias, procurando en todo momento hacer esta tierra que compartimos, mucho
más habitable y placentera.
Como todos los años, quisiera agradecer, sin pecar de
pedantería, vuestra fidelidad al hacer posible el milagro de que este blog
subsista, después de tanto tiempo y la impagable decisión de perder un poco de
vuestro tiempo en compartir los pensamientos de una persona pequeña que desde
algún lugar de España, se sienta todos los días a describir aquello que ve, sin
esperar nada más que conseguir mantener viva su ilusión por hacer volar sus
palabras, alrededor del mundo.
Cuando llegue Septiembre y volvamos a coincidir, de la manera
que lo hacemos, en este anonimato maravilloso que sin embargo, nos une íntimamente
a vosotros y a mí, muchos de esos problemas que hoy dejamos abiertos, se habrán
solucionado, pues el tiempo y sobre todo, la tranquilidad, suelen
proporcionarnos a todos, la mayor parte de las respuestas que recibimos en la
vida.
Por favor, sed felices.