Tras un año trepidante de noticias, en el que hemos
compartido a diario las múltiples sorpresas que nos deparaba el momento
histórico que hemos estado viviendo, llega la hora del reposo y la reflexión
que a todos nos corresponde por derecho y que suele llevarnos lejos de nuestra
residencia habitual para conocer nuevos paisajes y tratar a otras gentes.
No creáis que no me
cuesta abandonar temporalmente la afición de escribir, a la que tengo querencia
prácticamente desde la infancia o apartar la mirada del mundo de la actualidad,
precisamente cuando se está poniendo interesante esta precampaña electoral, que
augura un torrente de novedades que a todos nos interesan, pero la necesidad
perentoria de abstraerse de vez en cuando y la incomparable felicidad de
compartir experiencias con los más allegados, se impone periódicamente y ayuda
a sobreponerse de las graves dificultades que atravesamos.
Quisiera, de nuevo, agradecer la paciencia que demostráis
cuando seguís todos los días estas líneas salidas del corazón que lanzo al
ancho mundo que me proporciona este medio y sobre todo, el aliento que me
ofrecéis, demostrándome vuestra fidelidad desde lugares tan diversos.
Ya habréis notado que puede más la víscera que el cerebro y
que en el fondo, por seria que quiera ponerme, sigo siendo la misma sentimental
que cuando tenía veinte años.
Es por eso, por las personas y sus sentimientos, que procuro
poner toda la carne en el asador en cada una de las líneas que escribo,
buscando quijotescamente un poco de justicia que alumbre el negro panorama que
nos circunda y que no parece tener, a corto plazo, una solución inminente.
Y esa búsqueda, que ha de tener la misma importancia para mí
que para quienes reciben el mensaje y lo aceptan, se ha convertido en un motor,
que me ayuda sobremanera a no perder la esencia de la ilusión, que aún a mis
años, me resulta absolutamente imprescindible.
La nueva etapa que tenemos por delante se presume apasionante
y perfecta para redirigir nuestras vidas, participando en un cambio de rumbo obligatorio
para mejorar nuestra suerte.
Pero ahora es momento de parar, de hurgar en soledad, cada
uno en su propia conciencia, de fortalecerse, de recuperar una buena dosis de
alegría y de reinventarse, si cabe, para después volver, como auténticos hombres
nuevos.
Queridos amigos, nos vemos en Septiembre.