martes, 30 de octubre de 2012

La Armada Invencible



De vez en cuando, los elementos se encargan de hacer un poco de justicia en el mundo y proyectan sus efectos devastadores sobre algún país super desarrollado, demostrando con su actuación, que de nada sirve la tecnología y la inversión desmesurada en armamento, cuando ruge la naturaleza.
Es verdad que lo que dejan estos fenómenos a su paso, no es comparable a lo que sucede cuando se trata de zonas del planeta a la cola de la pobreza y que los habitantes no sufren igual por ejemplo, en Haití, como hoy en Nueva York, pero al menos nos queda la tranquilidad de que en este caso del huracán Sandy, la recuperación de los destrozos, será resuelta del todo en poco tiempo , y no habrá que esperar años, a que la caridad de los demás, venga a resarcir a los afectados que han quedado en situación ruinosa, a causa del fenómeno atmosférico.
Naturalmente, también nos dan pena los habitantes neoyorquinos, pero su situación al pertenecer a la nación más poderosa de la tierra, es otra bien distinta de la de quienes aún se ven obligados a malvivir en reductos chabolistas y que no tienen ni para empezar a recuperar su anterior estado, que ya era de pobreza.
Consuela saber que a día de hoy, todavía no existe nadie todopoderoso, capaz de salir airoso de los avatares que se dan en la vida y que contra los ejércitos de la madre naturaleza, no hay Armada Invencible capaz de salvaguardar los intereses de los que gobiernan el mundo, a pesar de lo invertido en conseguirlo y de las malas artes practicadas, durante años, en lograr tal fin.
Y aunque no hay como estar preparados contra la adversidad, queda claro que el hombre sigue siendo demasiado pequeño en relación con el ambiente que lo acoge y que , a veces, no hace otra cosa que quejarse con contundencia del trato recibido, recordándole su superioridad y ofreciéndole una lección magistral de su poder, a ver si reacciona ante los hechos y aprende que el respeto y las buenas costumbres, son el mejor modo de mantener una relación equilibrada, entre quienes tienen que convivir a perpetuidad, los unos con los otros.
Veo en el blog que mis lectores neoyorkinos han debido quedar incomunicados y no pueden seguirme, como suele ser habitual desde que empecé a escribirlo, y no quiero que esta especie de crítica, pueda herir su susceptibilidad y hacerles pensar que su situación es motivo de alegría, para quien suscribe estas líneas.
Nada más lejos de mi voluntad que despreocuparme de su tragedia, pero habrán de coincidir conmigo, en que su desamparo es mucho menos que el de otros cientos de miles de personas, que a diario pasan por situaciones parecidas a estas, en otros lugares del mundo menos afortunados, en los que su sufrimiento, no es la incomodidad de quedarse sin metro unos días, o sin suministro eléctrico y telefónico, como en el caso que nos ocupa. Su sufrimiento es a perpetuidad y sus carencias serán, desgraciadamente, eternas.
Quizá ahora, que están conociendo de primera mano la magnitud de los sucesos, puedan detenerse a pensar en la angustia ajena y aumente la solidaridad con los desheredados de la tierra, que siguen esperando la consideración del primer mundo para con ellos, sin ninguna esperanza de futuro, abandonados en la indigencia.
La humanidad empieza por colocarse siempre en el lugar de los que tenemos enfrente y por entender que la primera obligación de los hombres es para con sus semejantes, sea cual fuere su lugar de procedencia, su estatus social o su creencia, porque no hay otro mundo que éste...y habrá que conservarlo.





lunes, 29 de octubre de 2012

Cementerio marino



Mientras que los españoles no adquieran una conciencia plena del problema de la inmigración a través del estrecho y muchos sigan pensando que sólo las mafias tienen la culpa de que miles de personas intenten la tenebrosa aventura de alcanzar nuestras costas en pateras, los trágicos sucesos de los últimos días seguirán repitiéndose con cierta frecuencia, y el cementerio marino que ya existe, entre las playas de Marruecos y las nuestras, continuará poblándose de cadáveres, hasta llegar a convertirse en una fosa común, de incalculables dimensiones.
Estamos, como fatídicamente acostumbrados a leer este tipo de noticias en los periódicos y ahora que la crisis se ha instalado entre nosotros dificultándonos la vida, hasta hay quien parece alegrarse de que descienda la inmigración, considerando que la desaparición de estas personas en las aguas, podría ser tomada por los demás como una medida disuasoria, a la hora de plantearse el intento de alcanzar una vida mejor, en este Continente, que ya no es lo que era.
Pero la terrible realidad es otra bien distinta, que incluso pudiera parecerse a la nuestra, en un futuro, si las cifras del paro siguen aumentando y nos vemos obligados a marcharnos del país, de la forma que sea posible, como única vía de encontrar el sustento.
Quién tenga corazón, no tiene más remedio que verse gravemente afectado por la terrible historia de estos protagonistas procedentes de una miseria mucho mayor que la nuestra y compadecerse de su espantoso destino, procurando ayudar, en lo que se pueda, a mejorar su situación, al menos acogiéndolos entre nosotros, como por su condición de personas, merecen.
No importa si en Marruecos se desinhiben del problema y optan por la vía rápida de abandonarlos a su suerte, entre las frías mareas o en el desierto, en una acción indescriptible de crueldad infinita. No importa si no están dispuestos a colaborar, e incluso no importa si potencian que las familias envíen a sus niños a nuestro territorio, para que reciban una educación y sanidad gratuitas al lado de los nuestros y ni siquiera importa si esto supone tener que apretarse un poco más el cinturón, a favor de estos desheredados de la tierra.
Se trata de una cuestión de humanidad, que nada entiende de políticas e ideologías, sino de dignidad y ética.
En modo alguno, el problema ha de convertirse en una patata caliente, que nuestro gobierno y el marroquí se arrojan uno a otro, sin buscar una vía de solución que termine de una vez, con la tragedia.
Tampoco disminuye el problema aumentando la vigilancia policial, ni construyendo muros cada vez más altos, que separen las fronteras, hasta hacer de los países antros blindados a la posibilidad de enriquecerse con la presencia de gentes procedentes de otras culturas, por el mero hecho de que procedan de las clases humildes.
La necesidad, que obliga a los hombres a ser mucho más valientes y arriesgados de lo que lo serían en una situación de normalidad sin carencias, no entiende de métodos para alcanzar un objetivo y abre las puertas que abre, sin dar opción a elegir por cuál de ellas sería más conveniente acceder al remedio de nuestros males.
Y en este caso, aunque también es cierto que las mafias se lucran de la desesperación de la gente, la única verdad es que cualquiera de nosotros, se agarraría igualmente a un clavo ardiendo, si de ello dependiera nuestra propia supervivencia y la de los que nos son cercanos, actuando exactamente igual que ellos y utilizando los mismos métodos, si no quedara otro remedio.
Hagamos un ejercicio de reflexión y multipliquemos por un momento, por mil, los efectos de la crisis que nos azota. Y después contestémonos una pregunta: ¿tomaríamos o no la patera, incluso sabiendo que podríamos morir en el intento?

domingo, 28 de octubre de 2012

El mal menor




La prensa oficial publica unas encuestas en las que se pregunta a los españoles por su intención de voto, si estuvieran a punto de celebrarse unas elecciones generales y cuyo resultado no puede ser más desalentador, si se tiene en cuenta la situación que atraviesa el país en estos momentos.
La mayoría, confiesa que volvería a votar al partido popular, convencida de que no existe una alternativa capaz de sacarnos del pozo sin fondo en que nos encontramos, argumentando que estar bajo la tutela de los conservadores, podría considerarse como un mal menor, si lo comparamos con lo que ofrecen las otras opciones políticas.
Fuertemente influenciados por la idea del bipartidismo, que durante años se han encargado de alimentar populares y socialistas, el grueso de la población española ni siquiera se ha `planteado nunca la posibilidad de informarse sobre el resto de formaciones que conforman el arco político y se encuentra ahora atrapado entre la mala gestión de Rajoy y la descomposición sufrida por el PSOE, desde que Zapatero lo dejara en la peor situación conocida de su historia.
Sin sentirse auténticamente representados por nadie en el Parlamento y atenazados por el miedo inducido de que la izquierda resulta ser absolutamente inútil en las cuestiones económicas, los españoles parecen haberse resignado a su negra suerte y sólo esperan el milagro, más que improbable, de que el PP se compadezca de ellos y termine por cambiar de rumbo, para tratar de aliviar la miseria del pueblo.
Frente a esa mayoría amedrentada por su propia ruina, los valientes de la indignación, que no se rinden en la lucha por sus reivindicaciones y derechos, no quieren siquiera oir hablar de males menores y abogan por un cambio radical en el modelo de sociedad, luchando denodadamente contra los temporales provocados por las exigencias europeas y exigen la disolución del Parlamento y la convocatoria de un Referéndum, en el que los ciudadanos puedan decidir si están de acuerdo o no, con el modo de gobernar de los políticos actuales y de cuyo resultado dependerían las actuaciones a seguir, en el futuro, pero que contarían con un apoyo popular, del que ahora carecen.
Pero el tormento a que es sometida la población, acuciada por el fantasma del paro y ahogada por las deudas contraídas, va horadando cada vez más las conciencias y no deja decidir, en libertad, cuál podría ser la solución más conveniente para nuestros problemas o quiénes serían los más idóneos, para empezar a ver la luz que perdimos, en manos de la incompetencia de este gobierno y del anterior.
Por otra parte, la inexistencia de líderes de peso, capaces de convencer con honestidad a los ciudadanos de que otra alternativa es posible y la insistencia gubernamental en tildar a los indignados, poco menos que de anarquistas incendiarios, consiguen confundir a las mayorías silenciosas, sin dejarlas atisbar con claridad, nuevos horizontes que palien su particular sufrimiento, por lo que la desidia y la falta de confianza en la clase política, se han convertido en los peores enemigos de un pueblo, incapaz de luchar por sus derechos más elementales, como si hubiera sido abducido por una secta que anulara su voluntad, impidiendo una reacción ante los atropellos que contra él se cometen.
Quizá por eso, no baste con la indignación de unos miles de personas plenamente convencidas de que es posible un cambio y el primer paso sería tratar de eliminar los efectos que el miedo y la pobreza están causando entre nosotros, estableciendo una corriente de información, aunque sea puerta a puerta, que explique con total limpieza las pretensiones que llevan a los manifestantes a las calles y cuáles son las peticiones que los mueven, aunque no exista una figura representativa a la que votar, en el caso de que se celebraran nuevas elecciones.
Querámoslo o no, los pueblos necesitan de la figura del líder, como una manera de saber que cuentan con el apoyo de alguien capaz de canalizar sus deseos y de tratar con las Instituciones con conocimiento de causa. Alguien a quien poder confiar la responsabilidad de gobernar y que responda del bien de la mayoría, con honestidad y con decencia.
Así que puede que haya llegado el momento de poner caras al movimiento de la indignación y dejar aparcadas las políticas asamblearias, para constituir legalmente una formación que represente verdaderamente el sentir ciudadano, pero implicándose a la vez, hasta las últimas consecuencias, en organismos auténticamente democráticos, que consigan cambiar la tenebrosa visión que de los mismos, se tiene ahora en este país.
La teoría del mal menor no puede consentirse, porque de hacerlo, el desgobierno de los populares podría llegar a convertirse en uno de esos largos mandatos que por desgracia ya conocemos y que suelen terminar bastante mal, como ya se ha encargado de hacernos ver, muchas veces, la historia.





























jueves, 25 de octubre de 2012

Asesinato en primer grado




La primera víctima de la crisis en España, naturalmente, no es un banquero. Es un vecino de Granada que a punto de ser desahuciado, se ha colgado de una viga, incapaz de superar la angustia de seguir viviendo con la carga de la ruina, que la crisis le ha traído a su casa.
Ha sido la suya una muerte anunciada, que más pronto que tarde tenía que ocurrir, en vista del cariz que están tomando los acontecimientos, e incluso resultaba extraño que alguna de las terribles historias que hay detrás de cada uno de los desalojos de viviendas, por parte de los bancos, no hubiera culminado así.
Por eso no importa su nombre, que podía ser cualquiera de los nuestros, o su edad o su historia, que podría ser la misma que la de cualquiera de los muchos españoles empujados a la miseria, por las medidas adoptadas por los gobiernos consentidores de este tipo de tremenda injusticia.
Pero si importa, y mucho, el trágico desenlace que viene a corroborar la angustia vital que nos está invadiendo a todos y la total indefensión en que nos encontramos, ante la insaciable voracidad de los organismos económicos y políticos.
Importa, porque el suyo, mas que un suicidio, es un asesinato en primer grado, cuyos culpables nunca comparecerán ante un juez, a pesar de su probada culpabilidad, en el desarrollo de los hechos.
Importa, la espantosa soledad que nos acompaña, sin que exista un propósito firme de defensa de la integridad de las personas por parte de los políticos, e importa la cadena de despropósitos que nos vienen acompañando desde que tenemos la mala suerte de perder el trabajo y se nos hace imposible atender nuestros compromisos hipotecarios y nos vemos al borde de la calle…y con la deuda.
Importa la falta de previsión legal y la dureza de unos jueces, que ya debieran haber manifestado su disconformidad con la aplicación de una ley insostenible, negándose rotundamente a firmar las órdenes de desahucio en las condiciones actuales del país, si es verdad que creen aún en un concepto de justicia, que a nosotros nos parece cada vez más lejano e incierto.
Importa la participación policial, en cumplimiento de un deber que saben de antemano nefasto, pero que aplican con rigor, empujando a los desahuciados fuera de la vivienda que supone el único techo que tienen para seguir malviviendo.
Importa la pasividad parlamentaria, que no se afana en solucionar estos casos con la urgencia debida, mientras pierden un tiempo precioso en aplicarse en el insulto entre formaciones políticas, sin prestar ninguna atención al sufrimiento de la sociedad, que se hace insoportable y genera violencia.
Importa que los políticos centren todo su esfuerzo en discusiones de temas macroeconómicos, mientras los seres humanos son literalmente pisoteados en derechos fundamentales, como este de la vivienda y que hoy nos ha dejado la primera víctima mortal, pero que pudiera no ser la última.
Importa que no se atiendan con diligencia las necesidades fundamentales del pueblo y sí las de las entidades bancarias, a las que se inyectan cantidades ingentes de dinero para remontar negocios que han fracasado por la mala gestión de sus ejecutivos y el alto grado de corrupción generado en este país y que salpica con demasiada frecuencia, a los que teóricamente deben estar al servicio de la sociedad, puesto que se llaman a sí mismos políticos.
Importa que hayamos llegado hasta aquí, aclamados por la misma banca que ahora nos desahucia y que en momentos de bonanza, trató de convencernos de que podíamos ser los amos del mundo, al concedernos préstamos que, con toda probabilidad, resultarían en un alto porcentaje, impagables.
Importa en resumen, que la salud mental de este pueblo esté empezando a resentirse, por la acuciante necesidad de trabajo que tenemos, sin que en ninguno de los foros públicos se hable siquiera de hallar una fórmula para remediar el cáncer del desempleo, y con él, la razón que nos está llevando a una enfermedad lenta y dolorosa, que en algunos casos, como el que nos ocupa, se hace ya del todo irrecuperable.
Mientras, los titulares de los periódicos, siguen ocupándose con las subidas y bajadas de la prima de riesgo, con la posibilidad de que se pida a corto plazo un nuevo rescate y con las veleidades europeas, que al fin y a la postre, son en buena medida, la raíz de todos nuestros males.
Y aunque hoy ha muerto un hombre en Granada, la noticia ni siquiera merece una portada, ni abrir los informativos de la televisión, al ser considerada como una triste anécdota. Hasta ahí llega la deshumanización del poder que rige nuestras vidas.













miércoles, 24 de octubre de 2012

Fantasmas de uniforme





La dimisión de una diputada socialista, que había denunciado, junto a compañeros de otros partidos, la existencia de amenazas de corte militar sobre Cataluña, no ha hecho otra cosa que enmarañar aún más todo lo que acontece en esta Comunidad Autónoma y sacar del armario antiguos fantasmas de uniforme, que ya nos parecían lejanos en el tiempo.
Este grupo de políticos había alegado una presencia masiva de aviones caza sobre los cielos catalanes, justo desde que Artur Mas se atrevió a plantear la cuestión de la Independencia, lo que se ha interpretado como una forma de presión sobre la ciudadanía, que parece mayoritariamente apoyar, las teorías del líder de Convergencia y Unió.
A esto se unen las declaraciones de ciertos militares, que hace unos días se declaraban partidarios de una intervención del ejército en Cataluña, de producirse cualquier intento de secesión, por parte del gobierno autonómico que rige ahora los destinos de aquel territorio.
Los españoles, demasiado acostumbrados por desgracia, a levantamientos capitaneados por salvadores de la patria, acaban de quedarse estupefactos ante este inesperado giro de los acontecimientos y más de uno creerá que cuando el río suena, algún agua debe llevar, por mucho que se pretenda dar al suceso, sólo categoría de mera anécdota.
Ya hemos asistido en el pasado a varios episodios de infausto recuerdo, que podrían resumirse en la escena que protagonizó Tejero en el Congreso de los Diputados, pero que había tenido, con anterioridad, múltiples ensayos fallidos, por parte de otros compañeros de armas, y que no dejaban duda sobre las continuas conspiraciones que se preparaban, durante los primeros años de nuestra Democracia.
Pasado el tiempo, creíamos haber superado esta etapa y dejado clara una separación de poderes, en la que el lugar de las Fuerzas Armadas quedaba establecido siempre al lado del Gobierno democráticamente elegido en las urnas, pero las disidencias demostradas por determinados elementos, a colación del conflicto catalán, parecen demostrar que es difícil perder ciertas costumbres y vuelven a despertar en nosotros, profundos sentimientos de temor, no se sabe si con fundamento.
Dice el Partido Popular, que los diputados protagonistas de esta historia, deben pedir perdón al ejército por la acusación que contra él emiten, al dudar de su lealtad hacia la Constitución que nos gobierna. Pero nada dice el PP sobre las declaraciones de los militares que han encendido este fuego, ni se les sanciona, como debería hacerse, por su salida de tono, de tan mal gusto, en estos momentos.
Si se castiga sin embargo, a cincuenta manifestantes que salieron ayer a la calle en contra de los recortes de Rajoy, ya que parece ser que bajo el mandato conservador, la libertad de expresión de los ciudadanos, necesita un permiso. Y sin embargo, la opinión de quien pertenece a un estamento teóricamente neutral, es admitida como natural entre las filas del PP, a pesar de haber hecho alusión a una intervención armada, sobre una parte del territorio nacional, sin que se de importancia alguna a la diplomacia, tan útil en estos casos, y tan despreciada por los que sólo creen en la razón de la fuerza.
Inexplicablemente, la sociedad española no parece merecer en esta cuestión ningún tipo de explicaciones y ha de enterarse de lo que ocurre, como de casi todo lo demás, por algún medio de prensa valiente, que se atreve a relatarlo arriesgándose a ser sancionado, como parece ser la nueva costumbre promovida por el Gobierno.
Si hay o no ruido de sables, nunca lo sabremos. La política oscurantista del PP, empeñada en mantener al pueblo español en la más supina ignorancia, se encargará de filtrar lo que interese que conozcamos, reservando el resto de la información en lo que ya debe ser su archivo secreto y si algo llegase a pasar, ya nos enteraremos cuando se nos venga encima y no tenga remedio.







martes, 23 de octubre de 2012

La rosa deshojada






Ya lo dijimos cuando Zapatero traicionó su ideología y desoyó el clamor popular que le rogaba que cambiara el rumbo de su política: que estaba abriendo puertas demasiado peligrosas y que dejaba una herencia a su partido, de la que le sería muy difícil deshacerse.
Ya advertimos que las posturas de los socialistas se estaban apartando del ideario de su fundador y frecuentando en Europa compañías poco recomendables, si querían seguir subsistiendo.
Avisamos de que el pueblo español había aprovechado con firmeza la oportunidad de educarse, aprendiendo a la vez a distinguir la verdad de lo incierto y que no perdonaba el engaño ni la deslealtad, ni prestaba su voto a la opción menos mala del panorama político.
Supimos que perderían las elecciones…y las perdieron. Supimos que resultaría prácticamente imposible que volvieran a recuperar la confianza y a la vista está, tras los resultados en Euskadi y Galicia, que nuestros pronósticos se han cumplido.
Con caras procedentes del gobierno saliente, encabezadas por un Rubalbaba demasiado tibio y medroso, la hecatombe no era más que cuestión de tiempo y a nada podían aspirar, si nada se cambiaba para conseguirlo.
Se deshojó la rosa por falta de riego y los populares llegaron al poder, más que por mérito propio, por demérito de unos antecesores demasiado cobardes, para plantar cara a las exigencias de la codicia.
Y ahora no hay marcha atrás, ni sirven los lamentos de los que desde dentro de la formación, claman en contra de los que la lideran, como si no hubieran sido también consentidores de lo acaecido y elegido a quien ahora está, por mayoría, en su último Congreso.
Resulta contradictorio, que precisamente en un tiempo como el que nos ha tocado sufrir, no haya en nuestro país un socialismo fuerte, defensor de las teorías que siempre movieron a este pensamiento, que fue creado para albergar y defender a las capas humildes de la Sociedad, frente al acoso de un capitalismo, ahora más feroz y poderoso que nunca.
Duele que hayan cambiado sus raíces por la comodidad y los uniformes de obrero de fábrica por los trajes de diseño, abandonando a su suerte a los suyos, en la lucha que ahora libran en soledad, contra un enemigo al que han permitido crecer, con su cobardía y su absentismo.
Y aún pretenden que los trabajadores olviden y que vuelvan a caer a sus pies dándoles con sus votos, la posibilidad de retornar al poder, como si nada hubiera pasado y la fractura que abrieron en su momento, no hubiera traído las consecuencias que nos ahogan y que, en parte, debemos a ellos.
Se permiten hasta defender su inocencia, como si la memoria de los españoles se hubiera borrado del todo y la política practicada durante los últimos años de Zapatero, hubiera sido sólo un mal sueño.

Pero la realidad es la que es y el PSOE se encuentra, muy a pesar de los que alguna vez creímos en él, donde se encuentra.

No hay perdón. Como tampoco lo habrá para este PP ultraconservador que nos arrastra a la ruina y roba el futuro a nuestros hijos, porque los resultados gallegos serán, con el tiempo, un espejismo que creyeron ver, pero que se desvaneció para siempre en la negrura del olvido.







lunes, 22 de octubre de 2012

Un voto que esclaviza



Tener en las manos la posibilidad de cambiar el destino y no hacerlo, convierte a los pueblos en merecedores de cuántas fatalidades acontezcan después y les roba el derecho a lamentar su error, al haber posibilitado con él, el curso de los posteriores acontecimientos.
Galicia da una palmada en la espalda a Mariano Rajoy, condescendiendo con su política de recortes y aceptando con sumisión la pérdida de derechos impuesta a los ciudadanos, como si no fuera necesaria la libertad para vivir y las carencias traídas por los conservadores fueran, como ellos dicen, absolutamente necesarias para salir de una crisis, que no termina de ver un punto de luz, bajo el yugo de su mandato.
La cobardía de emitir un voto esclavo, en el pensamiento de que tal vez lo que sobreviniera de cambiarlo, podría ser aún peor, pone en evidencia hasta qué punto influencia el ánimo todo lo que nos está sucediendo y empuja al pesimismo a los que, por lógica pensamos, que es posible construir un nuevo modelo de sociedad, lejos de las leyes de una derecha movida, exclusivamente, por las imposiciones de la economía.
No es verdad que en Galicia todo el mundo aplauda al PP, ni que el silencio de los que ayer no acudieron a las urnas ratifique el modo de hacer de los que nos gobiernan. Muy al contrario, la falta de participación en los comicios, podría ser un indicativo de hasta qué punto llega el hartazgo de los ciudadanos y también de su falta de confianza en la clase política, independientemente de la ideología y las banderas.
Pero si todo va a peor, como resulta previsible, no tendrán los gallegos la oportunidad de echarse atrás para recuperar la ocasión perdida y se verán obligados a sufrir estoicamente el porvenir que les vendrá dado por el sentido estricto de su voto, sin poder reclamar hasta que pasen cuatro años a sus gobernantes, que cambien el rumbo de su historia, ya que son ellos y no otros, quienes los han colocado exactamente donde están, poniendo su confianza en ellos.
En el caso de Euskadi, ya se sabe que los tiempos de crisis propician el triunfo de los nacionalismos y que aunque históricamente se ha podido comprobar su ineficacia para solucionar los problemas, los pueblos tienden naturalmente, a generar un sentimiento de auto conservación, dejando la solidaridad con los demás para cuando llegan los tiempos de bonanza.
Hasta ahora, no podrá Euskadi comprobar en carne propia las consecuencias que puede traer a su tierra el gobierno de los partidarios del independentismo y cómo también ellos sufrirán el lógico desgaste producido por los años en el poder, que probablemente será mucho más efectivo que la lucha que se viene manteniendo desde Madrid, por terminar con la radicalidad de un colectivo procedente en su mayoría, de las filas de ETA.
Unos y otros, habrán de asumir su responsabilidad en lo que venga y ser conscientes de que la voluntad popular elige a veces extraños caminos para remediar los males que la azotan.
Pero la grandeza de la Democracia está en aceptar los resultados que ofrecen las urnas y en aprender a vivir con ellos, independientemente de que sean o no justos par el bien de las mayorías.
El tiempo, pone a cada cual en su sitio y acaba por ofrecer razones suficientes para meditar en ocasiones futuras, con mucha más profundidad, el sentido del voto que se emite y que no deja de ser el único instrumento que tiene la sociedad, para manifestar sus preferencias.









domingo, 21 de octubre de 2012

La espera





Mientras vascos y gallegos acuden a las urnas para elegir quiénes serán, a partir de hoy, los que manejen sus destinos, el resto de los ciudadanos permanecemos expectantes, en la esperanza de que los resultados reflejen, exactamente, cuál es el sentir de los pueblos, ante la desacertada política que está practicando el PP.
Son estas unas elecciones trascendentales por varios motivos y parece que de ellas derivará la decisión de pedir o no un rescate hábilmente aplazado, hasta conocer qué índices de popularidad otorga a Rajoy la voz soberana de los pueblos y en qué condiciones quedan los conservadores, tras la celebración de los comicios.
Los vascos conocen por primera vez la maravillosa sensación de votar en libertad, sin la amenaza de ETA marcando el camino a seguir por la vía de la violencia y los gallegos habrán de demostrar, si pueden, que se han desprendido totalmente de los fantasmas del caciquismo, tan instalado aún entre la gente de las pequeñas aldeas que conforman esta maravillosa comunidad, también tan poco libre.
A pesar de que se espera, según las encuestas, un triunfo del PNV en Euskadi y la confirmación de los conservadores en Galicia, todo pudiera terminar siendo absolutamente diferente, si el hartazgo de los ciudadanos pueden más en la balanza que las ideologías y optan por la decisión de elegir algo distinto, en uso de su pleno derecho, llevando hasta el poder a quienes verdaderamente les parezca que podrían ser la clave de un cambio, que los aleje de los efectos negativos de la crisis y estabilice un poco la inseguridad reinante, proporcionando tranquilidad a la convulsión de las conciencias.
Habría que recordar lo que ocurrió en Andalucía, cuando los pronósticos se vieron sorprendidos por un vuelco electoral que acabó con la gran esperanza de los populares, de hacerse fuertes en esta tierra y dejó el gobierno de la Comunidad en manos de la coalición PSOE-IU, ahora en permanente confrontación con el ejecutivo central, que no perdona la traición infringida a sus ínfulas de grandeza.
Rajoy, que pretende jugar con ventaja, al ser oriundo de Galicia, podría suspender el examen que para él representan estas elecciones, a tenor del descontento generalizado que provocan sus políticas, también allí en la tierra de donde procede.
Pero ¿qué haría, en el caso de cosechar un fracaso y toparse de bruces con esa realidad de la que desesperadamente ha tratado de huir y que demostraría de manera fehaciente, la caída estrepitosa de su popularidad y de su ideología?
Desde luego, seguir con las medidas de recorte, haciendo oídos sordos a lo que ya sería una ratificación del pensamiento de los ciudadanos, podría convertirse en un tremendo error del que difícilmente llegaría a recuperarse nunca y que dejaría a la formación a la que pertenece, muy mal posicionada en el panorama político español.
También la petición de rescate se haría con la sensación de no contar con ningún respaldo en el país y el más que probable anuncio de la rebaja en las pensiones, podría ser, ahora sí, el principio del fin de la era Rajoy y de su etapa de servilismo, a los pies de una tiránica Europa, usurera e implacable.
Las horas cruciales que quedan hasta que se conozca el escrutinio, pone a los analistas políticos en la difícil tesitura de tener que hacer previsiones a la ligera, sin base ni fundamento y la ocasión aconseja esperar hasta que las dudas sean despejadas por la contundencia de los hechos.
Todos deseamos que lo que ocurra sea para bien de las mayorías y no para vanagloria de ningún grupo político en concreto, esté o no esté en el poder.

















jueves, 18 de octubre de 2012

Una huelga imprescindible




Por fin Europa se levanta y se convoca una huelga conjunta para el 14 de Noviembre, en la que los ciudadanos de todos los países de la Unión, tratarán de frenar el despropósito político que se fragua en las altas esferas económicas y que tanta desolación ha traído consigo, sin que ninguno de nuestros gobernantes se haya atrevido a poner límite a la desmesurada codicia de los poderosos.
A pesar de que aún existen sustanciales diferencias entre determinados socios de la Comunidad y definitivamente los países del Sur e Irlanda, se han llevado la peor parte de los efectos negativos de la crisis, parece que finalmente se ha impuesto un criterio de unidad y es de prever que el Continente quede paralizado por un día, si la convocatoria es un éxito.
No queda más remedio que volver a empezar de cero y familiarizarse con la lucha de clases, que ya creíamos medianamente superada, a tenor de los logros conseguidos durante más de un siglo de dura batalla, ya que en apenas dos o tres años, los derechos adquiridos por los trabajadores y por la sociedad en general, se han visto vilmente ultrajados hasta hacerlos desaparecer y cada vez nos acercamos más a condiciones laborales parecidas a las que se daban cuando empezó la Revolución industrial y los campesinos emigraron a las ciudades, para trabajar de manera infrahumana, en las fábricas de los capitalistas.
El golpe nos ha cogido por sorpresa, cuando habíamos cometido el error de acomodarnos, creyendo en la buena voluntad de los poderosos que nos hicieron creer que podíamos vivir como ellos. Y la trampa mortal, que consistía en atraparnos de por vida con deudas eternas, terminó por cerrarse arrancándonos de cuajo cualquier posibilidad de satisfacer nuestros pagos pendientes, al privarnos repentinamente del único medio de sustento que teníamos, es decir, del trabajo.
Perdida como estaba la costumbre de tener que pelear las condiciones de nuestros contratos, la solución que muchos encontraron fue la de esperar inútilmente que pasara lo peor del temporal y que las cosas volvieran a su cauce. Pero en lugar de suceder así, las tuercas empezaron a ser hábilmente apretadas cada vez con más fuerza, hasta hacernos llegar exactamente al punto de desesperación preciso, como para aceptar la explotación y verla como un regalo llovido del cielo, que al menos, mitigaba nuestra pobreza.
Y sin embargo, no existe el menor consuelo en ser sumiso y la docilidad, en la mayoría de los casos, no hace más que fortalecer la postura del que tenemos enfrente, haciéndole creer que aún podría dominarnos más y mejor, si encontrara la estrategia adecuada.
Puede que desde su situación de privilegio, hasta llegue a pensar que consiguiendo de nosotros un mayor grado de esclavitud, se tripliquen sus beneficios.
No obstante, debe quedar claro que si los brazos caen y los trabajadores se niegan rotundamente a las exigencias que se les imponen por la fuerza, llegará un momento en que los cálculos del poder, habrán de avenirse a un acuerdo, porque de otro modo, el suculento bocado que esperaban conseguir con su táctica, no solo mermará considerablemente, sino que desaparecerá del todo, si se emplea en ello el tiempo oportuno y no se da un paso atrás en la negociación más ventajosa para las mayorías.
Por esto resulta imprescindible que esta huelga sea un éxito y que el concepto de unidad traspase, por una vez, las fronteras, para que una sola voz suene con fuerza por toda Europa, dejando claro que no se lo vamos a poner fácil.
El modo de vida de varias generaciones depende de ello y hasta la concepción del individuo que hasta ahora teníamos, pero que ha empezado a ser anulada por las nuevas teorías de mercado, tendrá en esta convocatoria, la que pudiera ser una de sus últimas esperanzas.
El clamor debe ser tan rotundo, que pueda ser considerado una seria amenaza por los que manejan los hilos de este mundo que nos rodea. Y ha de ser tan contundente, que de a entender que no habrá marcha atrás, ni concesiones que permitan nuevas lesiones de uno solo de nuestros derechos.
Las fábricas y los negocios europeos han de quedar ese día, en el más absoluto de los silencios. Como si el Continente se hubiera convertido en una enorme ciudad fantasma y no fuera a despertar jamás con la imagen que de ella tenemos ahora, los que por ella estamos dando tanto.





miércoles, 17 de octubre de 2012

"Batapadres"



La utilización del lenguaje, por parte de los líderes políticos, suele jugar malas pasadas si no emplea con rigor el auténtico significado de los términos.
Le ocurrió ayer, o al menos eso nos gustaría pensar, al portavoz del PP en el Congreso, cuando estableció una comparación entre los padres de alumnos que protestan a causa de los recortes aplicados por el ejecutivo y los militantes de Batasuna, atribuyendo a los primeros una radicalidad de la que carecen, y politizando una protesta que nada tiene que ver con ideologías, y mucho con los problemas económicos con que se encuentran los progenitores, si pretenden educar, a partir de ahora, a sus hijos.
Colocar al mismo nivel a las AMPAS y a los terroristas, puede dar lugar a errores de concepción, sobre todo si no se barajan con soltura los hechos que han ocurrido en el país durante los últimos cincuenta años, y en el caso de estar emitiendo una información desde el extranjero, se podría pensar que los padres de alumnos acuden a las manifestaciones armados con cócteles molotovs, dispuestos a volar coches y a organizar algaradas, que nada tienen que ver con el pacifismo que acompaña a este colectivo inocente.
Medir las palabras, es lo primero que tendría que aprender un político que se precie, sobre todo si su cargo le obliga a hacer continuamente declaraciones ante los medios, porque a veces, como en este caso, se lesiona gravemente la honorabilidad de los individuos, despreciando su libertad de expresión y convirtiéndola por la comparación, en un hecho delictivo, castigado en el código penal, por su violencia.
Hablábamos anteayer de la manía persecutoria que sufren los conservadores y éste de hoy, vuelve a ser un ejemplo de la misma.
Pretender que las familias alimentan el deseo permanente de un derrocamiento brutal de los poderes establecidos por las urnas, es una grave acusación que, al menos, tendría que ser demostrada fehacientemente por parte del señor Alonso, a quien no basta ahora desdecirse de su afirmación, si no lo acompaña de una dimisión inmediata, cosa más que improbable.
Lanzar un mensaje de esta índole para retroceder después, no evita el daño producido por las declaraciones en el intervalo de tiempo entre una y otra aparición, ni evita que el pensamiento libre de los receptores elucubre con la idea, pudiendo llegar a pensar que algo de verdad habrá en ella, si quien la transmite es nada menos, que el portavoz en el Congreso.
Y aunque el intento de boicotear la protesta es el trasfondo de la cuestión, no todos los medios son válidos para tratar de evitarla, ni es ético recurrir a la injuria para intentar tapar los errores cometidos, con una cortina de humo que no permita ver con claridad la realidad de los hechos.
Ya lo han intentando, negando a los alumnos el derecho a la manifestación y la huelga, a pesar de haber utilizado en multitud de ocasiones a menores y discapacitados como cabecera, en sus protestas contra la Ley del aborto.
Ahora, inciden en la idea de que una inexistente izquierda radical maneja los hilos desde la sombra y que los españoles, a los que deben considerar idiotas y fácilmente manejables, se dejan abducir por un catecismo fundamentalista, cada vez que salen a la calle para manifestar su descontento con la clase de política que está llevando a cabo Rajoy, con la que están en total desacuerdo.
Todo, menos reconocer que el estallido social es un hecho y que tienen en contra al grueso de la población, como es fácil de comprobar, a tenor de la multitud de convocatorias que se llevan a cabo diariamente, a cargo de todos y cada uno de los colectivos lesionados por las medidas de recorte, y evidentemente, sin medios de coacción que esclavicen la voluntad de la gente.
Los padres y alumnos de este país, señor Alonso, se niegan a presenciar el desmantelamiento del Sistema Público de Enseñanza y a renunciar a su derecho a una educación de primera magnitud, sólo ofrecida, gracias a la Reforma, por escuelas elitistas reservadas únicamente a los hijos de los ricos.
Así de simple es el problema, aunque ustedes se nieguen a verlo y así de sencillo es el motivo que saca a las familias a las calles para dejar sentada su opinión, frente a los abusos que en su contra está cometiendo el gobierno y usted, al formar parte del ejecutivo y defender su postura.
Es mucho más radical, si se reflexiona sobre ello, negar a los jóvenes españoles la posibilidad de recibir una enseñanza igualitaria y de calidad, amparándose en una política de austeridad, que no contempla como de primera necesidad la educación y la cultura de su propio pueblo.
Pero claro, de todos es sabido que el analfabetismo suele traer consigo docilidad, con lo cual no es de extrañar que ustedes lo fomenten, siendo partidarios, como son, de establecer una sociedad clasista, en la que los pobres no tengan derecho a casi nada.



martes, 16 de octubre de 2012

Dignidad y pobreza



La idea del gobierno griego, de permitir la venta de alimentos caducados a bajo precio, para que el pueblo empobrecido por las medidas de recorte ya aplicadas, palie el hambre que empieza a ser una realidad cotidiana, sobrepasa superlativamente todos los límites de la ética, demostrando con claridad meridiana qué clase de valores mueven hoy a las huestes políticas y hasta qué punto son capaces de llegar, en el viaje alucinógeno que emprendieron cuando se toparon de bruces con la codicia.
La nauseabunda visión del mundo, que acompaña como una sombra a los que administran el poder, cruza la línea divisoria entre la moral y lo impúdico, desarrollando una nueva teoría sobre la concepción del hombre, que ha pasado de ser el elemento más importante de la sociedad, a convertirse en un instrumento al que manejar caprichosamente, hasta transformarlo en una marioneta con la que jugar a voluntad, despreciando cualquiera de sus sentimientos.
Despojado de cualquier posibilidad de mínima supervivencia, gracias al curso que han tomado los acontecimientos marcados por los dueños de los capitales, el ciudadano ya sólo poseía su dignidad, para continuar por el camino de la decencia y ha estado luchando denodadamente porque no le fuera arrebatada, en una cotidianidad dominada por un abanico de carencias y un temor inducido a un futuro, a todas luces negro e incierto.
Europa es ahora, gracias a sus políticos, un continente de pobres, pero no de pobres de toda la vida, acostumbrados por las circunstancias a administrar milimétricamente los pocos recursos de que disponen, sino de ciudadanos de clase media a los que esta crisis claramente provocada, ha llevado hasta límites inimaginables de desesperación, hurtándoles un modo de vida apacible, conseguido con el esfuerzo de su trabajo, y regalándoles a cambio un billete sin retorno, hacia una esclavitud personal, desprovista de cualquier tipo de derechos.
El ofrecimiento del gobierno griego, rebaja aún más el listón establecido desde las altas esferas, y sitúa a las capas más desafortunadas de la sociedad en el escalafón más bajo de cuantos pudieran ofrecérseles, estableciendo una especie de gheto virtual, en el que ya ni siquiera se les permite consumir alimentos en buen estado y que por un momento, parece estar diseñado para su aniquilación, o al menos para tratar de convencerles para siempre, de que la cosas nunca más serán, para ellos, como antes.
La ruindad de aprovechar el pesimismo reinante, para privar a los seres humanos de su derecho a la igualdad, incidiendo de manera hiriente en una diferenciación astronómica entre las clases sociales, aporta luz a los enrevesados entresijos de esta crisis y pone exactamente en su lugar, a los que desde los organismos europeos, tratan de convencernos por todos los medios de la bondad de su gestión, que no es otra cosa que una guerra abierta de cifras, en detrimento de un género humano, estupefacto ante los acontecimientos.
Pero no todos estamos dispuestos a ceder la dignidad sin lucha. Es verdad que el hecho de sentirnos más pobres, provoca una inseguridad que podría paralizar en nosotros cualquier tipo de resistencia, pero el bucle en el que entraríamos, si nos dejamos arrastrar por el miedo y acudimos como un rebaño allá donde quieran dirigirnos, seguramente terminaría por engullirnos y hasta por convencernos de nuestra propia inutilidad, arrastrándonos irremediablemente al pozo negro de la alienación.
Nos hayan convertido o no en ciudadanos de segunda, es para nosotros fundamental conservar el raciocinio y mantener nuestra escala de valores inviolable, independientemente de los recursos con los que contemos. Sugerir siquiera que un sector de la población europea pudiera ser alimentada con alimentos caducados, supone una gravísima ofensa para los habitantes del continente, sea cual sea su lugar de origen o su país de pertenencia, y una injusticia garrafal, fomentada por una clase política sin escrúpulos, dispuesta a comerciar con la vida de los ciudadanos, desde su posición de privilegio.
La propuesta, es la gota que colma el vaso de la indignación y no puede ser más maquiavélica, aunque habría que saber quién o quienes se esconden detrás de ella y qué tipo de beneficios podría reportarles la comercialización de estos productos, que en otro caso formarían parte del apartado de pérdidas de las empresas, al no haber sido vendidos dentro de la fecha marcada para su consumo.
La baza que ahora tiene la ciudadanía es la de boicotear a cualquier establecimiento dispuesto a hacerse cargo de estos productos y potenciar, por medio de la protesta, una bajada inmediata de precios en los artículos de primera necesidad, hasta conseguir que estén al alcance de todas las economías, exigiéndolo como pago a los perjuicios que nos ha ocasionado una crisis, provocada por la ineficacia probada de nuestros nefastos políticos.
Nos lo deben.



lunes, 15 de octubre de 2012

Manía persecutoria




Sufren los conservadores españoles, en esencia, una especie de manía persecutoria que les hace imaginar conspiraciones contra su partido, en todas partes.
No se sabe si es que piensan, erróneamente desde luego, que son el ombligo del mundo y que todo ha de girar necesariamente en torno a ellos, o les quedó un trauma de infancia ocasionado por la tenacidad de sus antecesores, en inculcar un miedo feroz a la ideología de la izquierda y no ha nacido aún psicólogo o psiquiatra capaz de hacerles superar ese temor ancestral que llevan cosido a las entrañas, y del que no logran deshacerse, por mucho que pase el tiempo.
No hay más que buscar en hemerotecas para corroborar esta tesis. Cada vez que se produce una protesta popular, en contra de alguna de las muchas y nefastas medidas que están adoptando desde que aterrizaron en el poder, aparece algún miembro del Gobierno Rajoy acusando a cualquiera que se encuentre en cualquier formación política que sobrepase un poco los límites de la derecha, de fomentar un levantamiento radical, con la única intención de provocar un derrocamiento, como si todos los simpatizantes de las otras fuerzas políticas llevaran dentro un golpista en potencia y vivieran sólo en función de autoproclamarse dictador de una república bananera, después de empujar a los populares, por supuesto, de manera violenta y tendenciosa.
Hoy ha tocado el turno a Wert, quien ha calificado la convocatoria de huelga que han promovido las Asociaciones de Padres de Alumnos y los estudiantes en sí, en contra de los recortes en Educación, como una “extravagancia izquierdosa”, a la que no hay que prestar la menor atención, por carecer de todo fundamento.
Después de querer españolizar a los estudiantes catalanes y ser severamente criticado por todos los estamentos del país, incluida la corona, esta perla de ahora, no hace otra cosa que añadir un poco más de “gloria”, a la dilatada trayectoria ultraderechista del fogoso Ministro.
Ya apuntaba maneras cuando participaba como tertuliano en varios programas de televisión y en la cadena Ser, a la que por cierto no despreciaba el montante económico que le ofrecía a cambio opinar siempre a favor del partido al que pertenece, pero desde que los efluvios del poder se apoderaron de su ego y la delicia de tener mando en plaza empezó a producir el regusto que debe dar la obediencia ciega de los subordinados, debió sufrir un repentino ataque de pura soberbia y empezó a creer estar en posesión de la verdad de manera infalible, a la vez que a temer los efectos de una revolución encubierta, minuciosamente preparada por los ciudadanos para apartarle del cargo, seguramente manipulados por las “hordas marxistas” ocultas en las cloacas, pero manipuladoras hasta extremos irracionales y terribles.
Esta claro que Wert no se ha molestado en ningún momento a bajar a las calles, ni ha querido escuchar a los numerosos grupos de personas que en varias ocasiones le abucheaban a la entrada de algún acto de inauguración a los que acudía, porque de haber hecho alguna de ambas cosas, y dada su natural inteligencia, se habría percatado que en ninguno de los actos de protesta se lucen banderas de ningún partido político y que los que acuden a ellos lo hacen, exclusivamente, por haber sido gravemente lesionados por alguno de los innumerables recortes adoptados por su gobierno, sin que exista el menor atisbo de animadversión personal y sí una enorme indignación contra el ejecutivo al que pertenece.
Muchas de estas personas votaron al Partido Popular en las últimas elecciones y acuden a las convocatorias sintiéndose literalmente estafadas, ninguneadas, manipuladas y agredidas en sus derechos y sus bolsillos, por la clase de política que ponen en práctica aquellos que les atrajeron hasta las urnas con promesas que nunca se cumplieron y que se han encargado minuciosamente de ir aniquilando su modo de vida, hasta llevarlos a la desesperada situación en que ahora se encuentran, a pesar de que nunca pertenecieron a formación política alguna y de que votaron como votaron, huyendo apresuradamente de lo que empezaba a hacerles, un supuesto partido de izquierdas.
Históricamente, además, nunca hubo tantos “rojos” en este país, ni coparon las izquierdas tantos colectivos profesionales como ahora el gobierno les atribuye. La interminable lista de manifestantes que a diario salen a la calle, lo demuestra; Médicos, enfermeras, profesores, alumnos, discapacitados, inmigrantes, mineros, transportistas, investigadores, comerciantes, agricultores y ganaderos, funcionarios, jubilados, dependientes físicos y psíquicos, mujeres maltratadas, interinos, amas de casa, desahuciados, empleados de la limpieza, abogados, actores, pescadores, militares, policías y bomberos, y un largo etcétera por enumerar y que podría culminar con los seis millones de parados que atiborran las colas del INEM, víctimas de la “Magnífica Reforma Laboral” que deben a este Partido Popular tan magnánimo.
Ministro Wert: si todas estas personas fueran siquiera simpatizantes de la izquierda radical, Lenin se levantaría de su tumba para felicitar a los comunistas españoles por su maravillosa labor de proselitismo y usted, indiscutiblemente, no viviría aquí, porque su ideología capitalista le habría llevado, sin duda, a otros derroteros, en los que poder practicar a sus anchas el catecismo ideológico y clasista que siempre ha movido a las derechas.
Hágase un favor: visite urgentemente a un psiquiatra que le cure de su gravísima manía persecutoria y si le va bien, recomiéndelo a sus compañeros de gobierno, También les hace mucha falta.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Una dosis de familia



Habiendo conseguido por fin una difícil conciliación familiar, me tomo unos días de descanso al lado de todos los míos, incluido el pequeño Hugo, con el que me une una relación especial, prácticamente indescriptible.
Vamos a ver si conseguimos desligarnos un poco de los problemas que nos rodean y nos dedicamos a la vida contemplativa en algún rincón cercano al mar, donde no se adivinen siquiera los efectos de la crisis y podamos charlar tranquilamente de nuestras cosas, con la alegría de saber que, al menos, nos seguimos teniendo los unos a los otros.
No vendrá mal ejercer de abuela , madre y esposa, sin que nada perturbe la tranquilidad del encuentro, evitando por todos los medios, tocar temas de actualidad en el transcurso de las conversaciones y dedicarse simplemente a poner algún kilo de más, que ya perderemos, en cuanto nos incorporemos a la triste rutina.
La benevolencia de este otoño, parece querer contribuir a la cita, ofreciéndonos la posibilidad de caminar sin necesidad de paraguas, e incluso de disfrutar aún de la ligereza en el atuendo, que pronto habremos sin duda de reforzar, con alguna prenda de abrigo.
Queremos en fin, no hacer nada y ser especialmente felices, ahora que no es lo habitual, dadas las circunstancias, ofreciendo al más pequeño de la familia una visión del mundo que por su edad merece y que todos estamos dispuestos a brindarle, al menos hasta que le llegue el momento de toparse con alguna dificultad, en cuanto sea conciente de que la vida, no es un camino de rosas.
La buena voluntad de mis lectores, perdonará sin duda este inciso y su más que probada fidelidad asegurará el reencuentro entre nosotros, porque ya somos, aún sin conocernos, como parte de una misma familia.
A ver si este parón me ayuda también a terminar de aclarar las ideas y me permite, ojala, librarme un poco de esta crispación permanente, que no contribuye en nada a transmitir un punto de optimismo a quienes me hacen el favor de seguir, diariamente, esta amalgama de pensamientos contradictorios, que no es otra cosa que un cuaderno de ruta en el que plasmo lo que el mundo brinda a mis ojos y a los de todos los que coinciden conmigo, en la esperanza de poder alcanzar un mañana mejor.









martes, 9 de octubre de 2012

Cambiar de rumbo





Reventando todas las previsiones del gobierno Rajoy, Europa cae como una losa sobre la conciencia de los españoles, que no consiguen comprender cómo a pesar de cumplir religiosamente con la agresiva política de recortes, el PP no logra sacarnos del pozo en que nos encontramos, sino que ayuda a hundirnos aún más, sin querer reconocer sus errores.
La contundencia de unas cifras de paro que el próximo año sobrepasará el veinticinco por ciento, juega absolutamente en contra en este partido, en el que el bando de los políticos se ha empecinado en apostar por leyes que ayudan a despedir impunemente, en lugar de potenciar una reactivación del sector laboral, que reavive el consumo, al mismo tiempo que el bienestar en el seno de las familias, ahora desesperadas por la pobreza.
Si es verdad que en Galicia, los populares se vuelven a hacer con la mayoría absoluta en las próximas elecciones, habrá que deducir que una locura colectiva se ha apoderado de esos españoles, que aún no han comprendido del todo quiénes son realmente, los que nos han llevado al punto en que nos encontramos y que no han sido capaces de encontrar ni una sola salida a nuestra situación, en diez larguísimos meses de práctica de un poder absoluto, en el que no se cuenta con la opinión del pueblo.
Un rescate que ya se da por imposible desde los organismos financieros de Europa, tampoco parece que pudiera paliar la tremenda crisis que nos azota y sin embargo, ninguno de nuestros gobernantes contempla siquiera la posibilidad de cambiar sus líneas de actuación, invirtiendo lo poco que nos queda, en pos de un desarrollo real que solo se consigue fomentando el trabajo.
Ya es duro que las políticas salariales nos hayan igualado con los mercados asiáticos y que el retroceso en derechos laborales sea de cincuenta años, pero los recortes anunciados podrían llevarnos mucho más lejos aún, obligando al grueso de la población a trabajar a cambio de la comida, si no se pone freno a este disparate incomprensible y se planta cara de una vez, a las exigencias de la avaricia capitalista.
Buscar otros caminos no es, para nada, una deshonra para los miembros de ningún gobierno. Es más, podría ser hasta beneficioso en las urnas para quienes reconociendo su fracaso, hablaran directamente con los españoles, oyendo al menos sus propuestas y reflexionando sobre otros contenidos que no fueran únicamente la terquedad de continuar por este sendero de catastróficas desdichas.
Es tan grande la soledad en que nos dejan todos aquellos socios cuyo deber sería el de ayudarnos a reflotar sin condiciones, que tenemos todas las razones posibles para romper cualquier pacto que se hubiera establecido con anterioridad, e incluso para volar libres como el viento, lejos de la nociva influencia de esta mala madre que es Europa.
No debe extrañar pues a los conservadores, que partes concretas de la península quieran a toda costa desligarse del yugo que les atenaza, en la esperanza de alcanzar cualquier tipo de mejoría, en la enfermedad incurable que nos abate.
Con su intransigencia, potencian este tipo de actitudes fundamentalistas y roban a la gente la poca esperanza que les quedaba, porque apelan a una solidaridad que no puede darse en tiempos de tantas carencias.
El espejo de su propio horror les devuelve la imagen terrible de la desolación que han creado y refleja con toda nitidez la silueta de los fantasmas que les persiguen, en forma de un estallido social, que les pisa los talones exigiendo su marcha.
Y es que no hay otra recompensa para quien trae desgracia, que acabar viéndose involucrado en ella, en la misma mediada en que la provocó y a veces incluso, con mayor contundencia.
Nada descubre Europa al pueblo español cuando le habla de su ruina. Todos la padecemos en carne propia y sabemos que nuestra tierra sangra herida de muerte, desahuciada por su enfermedad. Por eso estamos en la calle.
El único que no parece enterarse es nuestro Presidente, Nunca hubo nadie más inútil en el panorama político español.



lunes, 8 de octubre de 2012

Anónimos



La bonanza del tiempo, que hace que las cosas parezcan menos difíciles, resulta anímicamente reconfortante para el espíritu y ayuda a ir desterrando el pesimismo que se ha instalado entre nosotros de forma permanente, transformando la alegría natural de los españoles, en un estado de crispación cuya cura, a largo plazo, se presume ardua y costosa.
El hartazgo de estar escribiendo un día tras otro, únicamente malas noticias, termina por exterminar cualquier posibilidad personal de volver la vista hacia la esperanza y va minando las fuerzas, llevándome irremediablemente a pensar, que empiezo a cansar a los lectores con tanto catastrofismo.
Pero, afortunadamente, también suceden a nuestro alrededor acontecimientos que confirman la buena voluntad de la gente para con sus semejantes y que merecen la pena ser vividos, aunque sólo sea para ahuyentar los fantasmas que pululan sobre nuestras cabezas y que con su tono amenazante, a veces nos hacen olvidar que todavía somos humanos y que nos merecemos otra oportunidad.
Podríamos por ejemplo, fijarnos en todos aquellos que dedican su tiempo libre a colaborar con los más necesitados, trabajando para poder nutrir de existencias a los comedores sociales, que tanto bien están haciendo en este momento en el país, y que a veces se enfrentan a situaciones difíciles al tener que soportar las negativas de los posibles proveedores, a causa de su reiterativa insistencia.
O en los miles de trabajadores que, dedicados profesionalmente a tareas relacionadas con lo social, continúan heroicamente desarrollando su labor en los centros, a pesar de no percibir salario alguno desde hace varios meses, a causa de las deudas millonarias que arrastran las Comunidades Autónomas, para las que trabajan.
O en los valientes que a pesar de la dificultad para conseguir préstamos, se animan a invertir el ahorro de toda una vida en montar un negocio, con la esperanza de poder ofrecer algún que otro puesto de trabajo a unos cuantos de esos españoles subsidiados, que no encuentran salida a sus expectativas laborales, tras la reforma aprobada por este gobierno.
O en los artistas, que a pesar de haber sido abandonados por la Administración, hacen de tripas corazón y suben a los escenarios dejándose el alma en ofrecer un poco de diversión al resto de los mortales, aliviando en parte el anhelo por evadirnos, que todos llevamos a cuestas, junto con las pesadas cargas que soportamos en la vida diaria.
O en esa marea verde de profesores, que siguen brindando a sus alumnos lo mejor de sí mismos, ofreciéndoles la oportunidad de ser educados en igualdad, incluso después de haber sido víctimas directas de los recortes y sin dar un paso atrás en sus reclamaciones, siempre más a favor del bienestar de nuestros jóvenes, que en el suyo propio.
O en los abuelos, que con enorme esfuerzo están sacando la economía familiar adelante, acogiendo a los hijos que el paro llevó a la desesperación y el desahucio, sacrificando sus años de retiro a las necesidades de los demás, e incluso sacando fuerzas para estar los primeros, en cualquier manifestación a favor de los derechos robados, mirando más por el futuro de su descendencia, que por su bienestar personal.
O en las siempre prudentes amas de casa, que sin hacer ningún curso de economía, consiguen manejar los pocos recursos a su alcance y hacer con ellos auténticos milagros, que para sí quisieran los ministros de cualquier nación, plantando cara a la crisis y sin ninguna queja.
O en todos los que a pesar de sufrir represión e incomprensión y a ser injuriados hasta la saciedad desde las instancias del poder, continúan empeñados en encontrar otro camino menos doloroso por el que salir del abismo y luchan contra viento y marea por demostrar que las utopías son posibles, si no se desiste del intento.
O en los que desafiando la censura impuesta por los gobernantes, se atreven a escribir la verdad sin maquillaje y a lanzarla al mundo, comprendiendo que el miedo nunca fue un consejero con el que convivir y sí el culpable del sometimiento de los pueblos.
O en los miles de seres humanos que se niegan a ser engullidos por la guerra de cifras que parece ser el motor del mundo y siguen pensando que con voluntad, es posible cambiar el curso de todas las historias.
Hoy quería yo homenajear a esta gente y olvidar, aunque sólo sea por un rato, lo ofendida que estoy por el mal hacer de quienes me gobiernan`. También es noticia que la sociedad siga teniendo alma y que su resistencia sea, precisamente, la semilla que asegura que habrá otra primavera.







Un clamor popular



Mientras se van gestando los resultados de los próximos comicios autonómicos y los políticos se dedican a hacer campaña para intentar sacar partido de la apatía circundante, en cincuenta y siete ciudades españolas, miles de ciudadanos se suben a la tribuna de la calle, reclamando al gobierno una consulta sobre las medidas que está llevando a cabo, sin el consentimiento de los españoles.
La idea del Referéndum, que se está convirtiendo en un clamor popular al que Rajoy no parece dispuesto a atender, empieza a considerarse como imprescindible, al intuir que cualquier determinación que a partir de ahora tome el partido en el poder, irá de nuevo en contra del bienestar de las mayorías.
Ninguno de los Gobiernos de la Democracia española había cosechado jamás tal profusión de actos de protesta, ni conseguido con su manera de actuar una unanimidad mayor en las consignas de los manifestantes, que en este caso particular, han aparcado sus diferencias ideológicas, para protagonizar una lucha sine díe, sólo a favor de sus maltratados derechos.
Este clamor popular, que aparentemente no inquieta a los conservadores, pero que está consiguiendo cambiar las tendencias de la ciudadanía, por primera vez a favor de un cambio de Sistema y no de una alternancia de color en el gobierno, es sin embargo, una fuente de influencia infinita y de seguir así, terminará por conseguir sus objetivos más pronto que tarde, forzando la dimisión de un ejecutivo muy mermado por sus tendencias ultraconservadoras y la actitud titubeante de su Presidente, que empieza a ser criticada desde los organismos financieros de Europa, como absolutamente inaceptable en un país, con las necesidades del nuestro.
Rajoy tendrá que asumir en algún momento, que vivir a espaldas de la voluntad popular y desoír reiteradamente lo que los ciudadanos reclaman, tiene un precio. Y ese precio no es otro que la tremenda soledad en que ahora mismo se encuentra, al no contar con un solo apoyo para su forma de hacer política, ni dentro ni fuera de los territorios nacionales.
Puede que el balón de oxígeno que le proporcionaban las encuestas, proclamándole de antemano ganador en las elecciones gallegas, le hayan hecho creer que sus errores son menores de lo que los ciudadanos pretenden, pero las elecciones, aún por celebrar, no pueden darse por ganadas con antelación, como pasó en el caso de Andalucía, ni las encuestas son infalibles, ni proporcionan a los políticos, más que una probable orientación de la intención de un voto, que no será efectivo hasta el mismo momento de ser introducido en la urna.
Entretanto, Galicia no se libra de las protestas y tampoco sus ciudadanos, que se sepa, se han pronunciado a favor de las medidas de los populares, sino todo lo contrario.
¿Y qué ocurre con Eukadi y Cataluña?. Las previsiones en ambos casos, apuntan un triunfo electoral de los nacionalistas y una hecatombe para los conservadores, que a duras penas mantendrían su ya escasa representación en los dos Parlamentos.
Sin embargo, si se propiciara un intento de entendimiento con las clases populares y se atendieran directamente las necesidades que reclama la sociedad y que empiezan por la urgencia de atacar frontalmente el desempleo, que imposibilita la vida de las familias, el gesto podría ser considerado como un comienzo de vuelta a la normalidad y el resultado de las Autonómicas, perdería una gran parte de su importancia.
Pero el futuro de Rajoy, parece ir estrechamente unido a su pecado de soberbia y el futuro, que se espera más que cargado de protestas y amenazado de varias huelgas generales, como fórmula aclaratoria del sentir popular, se presume más que difícil, para nuestro indeciso Presidente.
Alguien tendría que decirle que, a veces, hay que prescindir, sin más remedio, de ciertos asesores nefastos que no hacen más que dar lugar a cadenas de errores infinitos y prestar atención a lo que verdaderamente es imprescindible en la vida de cualquier político: que su pueblo viva con dignidad, en libertad y con pleno derecho a ser escuchado.













jueves, 4 de octubre de 2012

El milagro de Pedraz




La valentía del Juez Pedraz, negando el enjuiciamiento de los detenidos por los sucesos del 25S en Madrid y culpando a los políticos de ser los únicos responsables de la crispación que sufre el país, trae un soplo de aire fresco al panorama jurídico español y un poco de esperanza a los que ya teníamos totalmente perdida nuestra confianza en este Sistema Judicial, tan devastado por sus propias actuaciones.
Y digo valentía, porque recordando casos como el del Juez Garzón, y a la vista de cómo se toman nuestros gobernantes las pocas críticas que contra ellos públicamente se emiten, alzar la voz desde un puesto de responsabilidad, se ha convertido en una heroicidad, de la que no todos son capaces y que suele acarrear consecuencias.
Esta opinión, que vale su peso en oro para poder aclarar la verdad de lo sucedido en las calles y que abunda además en los abusos policiales cometidos, desechando cualquier responsabilidad de los manifestantes en los hechos, viene a coincidir plenamente con el criterio que ya había expresado la prensa extranjera y coloca al gobierno de Rajoy en la tesitura de tener que dar marcha atrás en sus actitudes y declaraciones futuras, sino quiere perder del todo, la imagen que pretende exportar fuera de España y los pocos amigos que aún le quedan, si es que alguna vez tuvo alguno, que no fuera movido sólo por interés económico.
Sirve también para que los manifestantes reafirmen su inocencia y puedan desprenderse de cuántas acusaciones contra ellos se han estado vertiendo en los últimos tiempos, calificándoles de violentos y facinerosos, provocadores, traicioneros y empeñados en crear conflictos callejeros, para forzar la dimisión de Rajoy, por medio de la fuerza.
Además, niega rotundamente que hubiera el día 25 la más mínima intención de asaltar el Congreso, cosa que de haber sido cierta, habría resultado del todo imposible, a causa del sólido blindaje que las llamadas fuerzas del orden habían llevado a cabo, impidiendo el paso de cualquier transeúnte, e incluso acompañándole a su destino, si se encontraba en cumplimiento de cuestiones relacionadas con el trabajo y no quedaba otro remedio.
La reacción del Gobierno, que no ha sido otra que negarse a comentar la resolución judicial, da una idea del descontento que ha debido provocar su señoría, entre las filas de los populares, últimamente acostumbrados a no ser objeto de crítica entre las clases altas de la Nación y empeñados en la increíble teoría de que cualquiera que se manifiesta en la calle, forma parte de una conspiración izquierdosa, que persigue su inmediato derrocamiento.
Saber qué pasará a partir de ahora con el juez, puede ser un tema digno de ser seguido de cerca por los cazadores de noticias y no sería de extrañar que pronto se viera implicado en algún tipo de acusación, promovida desde las filas de algún organismo minúsculo, de ésos que afloran de vez en cuando a las páginas de los diarios, con el único objeto de dilapidar obstáculos en el camino del poder y que después desaparecen en el silencio, hasta que de nuevo se requiere de su presencia.
Pero en el panorama jurídico español, cuyo descrédito ha alcanzado las cotas más altas hasta ahora conocidas, resulta absolutamente necesaria la presencia de seres humanos, capaces de aferrarse al concepto de justicia y capaces de distinguir la verdad, por muy disfrazada que venga, entre la multitud de trapacerías que nos vemos obligados a soportar, hábilmente maquilladas por la palabrería de los políticos.
Estamos tan acostumbrados a que se intenten manipular nuestras acciones y opiniones, que cuando por fin la justicia ejerce fielmente su cometido y falla a favor de la razón, señalando a los auténticos culpables, nos parece que se ha producido un milagro, y como tal lo celebramos.
Esta resolución, que nos permite seguir el camino emprendido, asentando nuestro inalienable derecho de libre expresión y reunión, deja claro a todos aquellos que ya pretendían regular los derechos de manifestación, alegando desórdenes públicos, que por Ley, nunca podrán pararnos. A ver si aprenden la lección y la próxima vez que su pueblo les hable pacíficamente, no responden con improperios verbales y fuerza bruta, como es su costumbre.





miércoles, 3 de octubre de 2012

Expulsados del paraíso





De todos es conocida la aversión que los conservadores sienten hacia la población extranjera residente en España y los muchos esfuerzos que han hecho, ya desde que eran oposición, por procurar un endurecimiento de las leyes, con la intención de evitar lo que ellos definen como “efecto llamada” y que no es otra cosa, más que un clarísimo cierre de fronteras, para impedir el paso a los sin papeles, que llegan desesperados desde África.
Era de esperar que en la larga lista de recortes que vienen afectando gravemente la economía de la población, alguno estuviera directamente relacionado con la inmigración, buscando una vuelta inmediata a sus países de origen, de todos aquellos que en los momentos de bonanza fueron subempleados en puestos de trabajo que los oriundos desechaban y que ahora ya no son necesarios, al haber aumentado el desempleo nacional, hasta límites que nadie hubiera creído hace tan sólo cinco años.
La vía más rápida que han encontrado para deshacerse del “sobrante humano” que en este momento resulta inservible, es el camino de la salud, retirando las prestaciones que la sanidad pública les prestaba sin exigir la regulación laboral, aunque muchos de ellos se encontraran inmersos en pleno tratamiento contra las enfermedades que padecen y a pesar de que el colectivo médico se ha negado, desde el principio, a ser infiel a su juramento Hipocrático, declarándose en rebeldía y continuando con su atención a los enfermos, independientemente de su nacionalidad.
A la vista de la impopularidad obtenida por la aplicación de estas medidas, hoy aprueban una resolución que permite devolver la tarjeta sanitaria a todos aquellos que desembolsen anualmente 700 euros, si son menores de 65años, y 1800, si sobrepasan esa edad. En ambos casos, los medicamentos correrán a cargo de la persona que los necesite y no de la Seguridad Social, ni siquiera en un porcentaje.
No hace falta ser un lince para pensar que el tipo de inmigración que reside en España al margen de la legalidad, es decir, sin papeles, no han de pertenecer precisamente a los estamentos más altos de la sociedad, ni habrán llegado al país a bordo de un JET privado, con la intención de ser colocados en las largas listas de espera que la Sanidad Pública tiene, para ser finalmente atendidos de cualquier dolencia que padezcan.
Los sin papeles, aclaro a la Ministra Mato, aterrizaron en territorio español, casi en su inmensa mayoría, a bordo de las consabidas pateras que tantas vidas han ahogado en el estrecho y empeñaron cuanto poseían en pagar a las mafias que los trajeron hasta aquí, en las desastrosas condiciones que todos conocemos, y siempre en busca de una esperanza de futuro, absolutamente negada para ellos, en sus lugares de procedencia.
Los sin papeles, que tan bien han servido durante años a los intereses de los empresarios sin escrúpulos, que a costa de su esclavización han eludido sus responsabilidades con la hacienda de todos, han sufrido ahora un nuevo encuentro con la miseria de la que huyeron y han sido los primeros en conocer de cerca los efectos de la crisis, quedando a merced de la caridad, hasta para cubrir sus más elementales necesidades, al verse, ellos también, sin trabajo.
Negar la atención médica al extracto más humilde de la sociedad, ya era un pecado de esos que el catolicismo de nuestros gobernantes consideraría como mortales y una falta de caridad rayana en la indecencia, pero pretender que quien nada tiene, invierta lo que recoge de la misericordia de sus semejantes en contratar un seguro médico privado que lo atienda, en caso de enfermedad, resulta ser la idea más esperpéntica de cuantas han propuesto los populares, en el caso de que creyéramos que no esconde otras razones más sibilinas, que se han olvidado mencionar.
El trasfondo de la cuestión es lograr a la mayor brevedad posible, que los extranjeros abandonen el territorio patrio, abocados a una situación de abandono absoluto, por parte de las mismas instituciones que antes les acogieron, e incluso llegaron a empadronarles en los municipios, para hacer uso de su derecho a votar.
La medida, no puede ser más xenófoba y clasista, pero incluirla en el programa, aunque ya estuviera pensada, hubiera supuesto una acusación inmediata de fascismo, que a los populares empeñados en hacernos creer en su actitud democrática, no hubiera convenido en absoluto, para cosechar un triunfo en las urnas.
Asegurada la mayoría absoluta en el Parlamento, el momento no puede ser más propicio para atajar el problema sin oposición posible y habrán considerado que ha llegado la hora de propiciar un regreso masivo de ilegales a sus países, probablemente con la intención de establecer a continuación, una ley de extremada dureza, que cierre a cal y canto nuestras fronteras.
A la espera de que la nueva resolución se encuentre con una contestación importante, aunque del todo improductiva a nivel práctico, dada la mayoría parlamentaria que detenta el PP, la repulsión que provoca entre los españoles está garantizada. La ruindad de cebarse con los colectivos más necesitados, incidiendo una y otra vez sobre ellos, hasta causar unos estragos irrecuperables entre las personas que los padecen, hieren en lo más hondo la conciencia de la sociedad y coloca aún más lejos de los ciudadanos, a estos gobernantes impíos, que no creemos merecer.
Su actitud deja claro que ni son Demócratas, ni Católicos, ni representan en absoluto la opinión general de su pueblo, que abomina de su deshumanización, poniéndose en la piel de todos aquellos a los que ahorra se destierra.









martes, 2 de octubre de 2012

Volviendo a la oscuridad




Los que nacimos en la negra década de los cincuenta, bajo la acechante mirada de una dictadura que nos impedía cualquier posibilidad de desarrollo personal y que consiguió hacer de nuestra infancia una nebulosa gris en la que nunca penetraba la alegría, tuvimos sin embargo la enorme suerte de aprender a valorar en su justa medida, lo que significan los derechos.
Violentamente despojados de todos ellos y teniendo que convivir diariamente con el insoportable fantasma de la pobreza, nunca nos acostumbramos del todo a perder la esperanza de conseguir con nuestro esfuerzo, un futuro mejor y acabamos por dejarnos la piel en el intento de dar un vuelco a la trayectoria que para nosotros tenían prevista y que en todos los casos, nos negaba cualquier oportunidad de conocer la libertad.
La muerte del dictador acaeció cuando teníamos veintitantos años y para entonces ya habíamos pateado las calles de manera ilegal en demanda de reivindicaciones fundamentales para cualquier ser humano que se precie y conocido la tortura de los opresores que por todos los medios, trataban de imponer su tenebroso silencio.
Nos juramos entonces que fueran cuales fuesen los caminos por recorrer que nos quedaran por delante, nunca permitiríamos que nuestros descendientes conocieran la indignidad de ser abusados por otros, ni cederíamos jamás en ninguna de las bazas arrancadas a la oscuridad de los tiempos, conseguidas con sangre, sudor y lágrimas, en el más estricto significado que conlleva la frase.
Pusimos entonces los cimientos de una sociedad infinitamente más justa, que limó casi a ras, las diferencias entre clases sociales y aquel futuro siniestro que aseguraba la sumisión perpetua del pueblo español, terminó escribiendo una historia infinitamente más limpia, en la que al fin pudimos desprendernos de la maldita ignorancia, para embarcarnos en la excitante aventura de una educación, reservada hasta entonces, sólo a los hijos de los poderosos.
Pudimos salir a la calle sin miedo. Exponer nuestras ideas sin cortapisas, escribirlas, decirlas, gritarlas y hasta exigir que no fueran manipuladas o escindidas, basándonos siempre en el respeto al pensamiento de los demás y aceptándolo como parte del variado abanico de posibilidades que se da, en cualquier convivencia pacífica, entre gente de bien.
No es la crisis la que ha venido a recordarnos que una vuelta al pasado es posible. Quien trata de convencernos con este argumento, yerra de manera absoluta.
La crisis es una situación difícil que puede orientarse de muchas maneras y son quienes nos gobiernan, con nombres y apellidos y a nivel personal, los que se encargan de establecer medidas y de promulgar Leyes.
La terrorífica visión de las cargas policiales de Madrid, la manipulación de los medios de comunicación y las purgas ejercidas en las televisiones de carácter público, a nosotros, nos dan la sensación de haber despertado de repente en aquella década tenebrosa y de que lo vivido en los últimos cuarenta años, ha sido sólo un sueño.
Hoy mismo, la Delegada del Gobierno en Madrid, hacía una propuesta para reformar con carácter de urgencia la Ley de Manifestación, para terminar con lo que calificaba como “desórdenes públicos”, quizá porque realmente no ha llegado nunca a entender que la Constitución que escribimos entonces, garantiza a los ciudadanos el derecho de reunión, como medida de presión, cuando está en desacuerdo con la labor de sus gobernantes.
Paso a paso, con premeditación milimétrica y con verdadera alevosía, se están traspasando límites que hasta ahora se consideraban inviolables, mientras se pretende por la fuerza, someter nuevamente a la sociedad, hurtándole cualquier posibilidad de discrepar con las medidas que tan gravemente le afectan.
Quizá a los jóvenes, por su edad, les resulte difícil percatarse del rumbo que están tomando los acontecimientos y en su bendita inocencia, pues no han conocido otro modo de vivir que el de ser absolutamente libres, quizá creen del todo imposible que sea posible quedarse de pronto, sin derechos.
Pero nosotros, que nacimos y nos criamos sin ellos, que hemos soportado la prepotencia de un régimen autoritario, que hemos vivido estados de excepción y soportado la dureza de los Tribunales de Orden Público, reprimiendo cualquier intento de disidencia, y que hemos madurado a base de golpes en las calles de entonces, ya hemos pasado por los mismos trances y conocemos perfectamente la letra pequeña de los mecanismos.
Por esta y no por otra razón, acudimos a las convocatorias ciudadanas cada vez que se nos requiere. Por esta y no por otra razón, alzamos nuestras voces para alertar de lo que puede venir y no permitimos, en modo alguno, que se nos lleve de nuevo camino del silencio, con la palabrería barata de unos cuantos políticos que deshonran con su actitud la profesión a la que pertenecen, mientras desprecian la voluntad soberana del pueblo que los eligió, tratando de silenciar su voz, por medio de la violencia.
Si la Ley de Manifestación se reforma, la prohibición de cualquier actividad por parte de la ciudadanía será prácticamente abolida, de nuevo, por decreto. Quien lo firmará, no será el concepto abstracto de la crisis, sino el señor Rajoy y sus Ministros.
Les incomodamos…y mucho.









lunes, 1 de octubre de 2012

El valor de los españoles






Las graves acusaciones que se están vertiendo sobre los detenidos en la manifestación del 25S en Madrid y la altanería con que el Gobierno de la Nación trata este tema, después de haber intentado atemorizar a la población con una represión policial inaudita desde los años del franquismo, hace necesaria una inmediata respuesta que aclare, a los ojos de quienes la quieran oír, la verdad de los hechos.
Desde que Mariano Rajoy asumiera el poder, hace tan solo diez meses, la vida del ciudadano medio español se ha visto gravísimamente afectada en las cuestiones de primera necesidad y el ambiente de cierta comodidad que se respiraba en los últimos años, ha dado paso a situaciones de extrema carencia, mientras desde el gobierno se han venido exigiendo cada vez más y más sacrificios.
Después de un incumplimiento total de todas las promesas electorales, que los populares llevaban en el programa que les permitió obtener la mayoría absoluta que ahora disfrutan, se comenzó subiendo el IRPF a todos los contribuyentes, arrancando con ello un jugoso bocado de unos sueldos que, en casos como el de los funcionarios, ya habían sido recortados por el gobierno anterior, para desesperación de los trabajadores.
Un poco después se estableció el copago sanitario y se retiraron de las prestaciones de la Seguridad Social una amplia serie de medicamentos de primera necesidad, sobre todo para personas mayores afectadas de dolencias habituales en determinadas edades.
Se continuó anulando las oposiciones convocadas para el profesorado de la Enseñanza Estatal y despidiendo a masivamente a los interinos que se encargaban de hacer suplencias cuando se producían bajas por enfermedad, en todos y cada uno de los ministerios y se retiró al funcionariado, a base de decreto, el derecho a cobrar la paga de la próxima Navidad, en un claro incumplimiento de contrato por parte de la empresa, que en este caso no es otra que el Estado Español.
Al mismo tiempo, se aprobaba la Ley de Reforma Laboral, que permite con tolda impunidad el despido de cualquier trabajador, dejando los criterios a cargo de la empresa y con indemnizaciones reducidas a la mitad de lo que antes, por derecho correspondía, aunque el despido se considere improcedente.
Amparándose en esta Ley, infinidad de empresas cerraron y el desempleo ha crecido de manera considerable situándose en la cifra de seis millones y en más de un cincuenta por ciento, en el caso de la juventud.
En pleno auge de esta aplicación de medidas, los escándalos bancarios que han ido dejando agujeros negros de miles de millones de deudas, casi todas basadas en la concesión indiscriminada de hipotecas basura que dichos bancos habían estado concediendo en los últimos tiempos, se han venido sucediendo ininterrumpidamente, mientras el gobierno del PP, no sólo inyectaba dinero público para subsanar las deudas de dichos negocios, sino que se ha permitido la opción de acudir a un rescate, por parte de organismos europeos, que han ido en serio detrimento de los españoles, llevándolos al borde de la más espantosa ruina y que somete al Estado a una intervención extranjera, de carácter permanente
Habría que añadir a esta especie de esperpento, que los mismos bancos que han estado saneando sus cuentas con dinero de los contribuyentes, aún se han permitido seguir desahuciando a cientos de miles de parados que, al no poder corresponder al pago de las deudas hipotecarias contraídas, han debido entregar la vivienda como parte de su compromiso, sino que, por ley, han de seguir pagando hasta satisfacer el total, a pesar de haberse quedado en la calle y por periodos de tiempo que en muchos casos, suponen toda una vida.
La Sanidad y la Educación públicas, afectadas de lleno por las partidas de recortes aplicadas, han iniciado un camino hacia una privatización encubierta, a causa de la reducción de personal que probablemente acabará terminando con su buen funcionamiento y los alumnos y enfermos se hacinan en las aulas y los pasillos, mientras el personal sanitario y los maestros, han visto aumentado su horario laboral, amén de la reducción salarial que, como funcionarios, ya habían sufrido en carne propia.
Los comedores sociales han empezado a llenarse de familias de clase media que, sin posibilidad alguna de rehacer su vida laboral, y al haber consumido ya todas las prestaciones estatales por desempleo, no encuentran otra salida que acudir a la caridad para alimentar a sus hijos y poder sobrevivir, sin ningún amparo por parte de la justicia, que les ayude a superar la crítica situación en que se encuentran.
Mientras tanto, una Ley de Amnistía Fiscal, perdonaba la deuda a los evasores de grandes capitales, ofreciéndoles una suerte de ventajas y el anonimato, en el caso de decidir volver a traer lo evadido, de nuevo a territorio español. Se cuentan por miles, los casos de corrupción flagrante, entre la clase política.
Las condiciones laborales de los pocos que siguen conservando su empleo, se han agravado hasta el punto de ver reducido su salario a la mitad bajo amenaza de despido, si las condiciones impuestas por la empresa no son inmediatamente aceptadas y como lógica consecuencia, las tasas de deudas personales se han visto incrementadas en un enorme porcentaje, ante la imposibilidad material que la gente tiene, para hacer frente a los gastos contraídos con anterioridad.
También las aportaciones sociales se han terminado prácticamente para los españoles, por obra de este gobierno. Dependientes físicos y psíquicos, mujeres maltratadas, padres en proceso de adopción, centros de menores e inmigración, ONGS, asilos para la tercera edad, guarderías infantiles y otra innumerable lista de organismos de este tipo, han visto mermadas o desaparecidas las subvenciones que recibían, lesionando y mucho, a las personas que mantenían bajo su protección y que ahora quedan en total abandono, sin ayuda de ninguna clase.
Se ha subido el IVA en todos los productos y las matrículas universitarias, han duplicado su precio, impidiendo el acceso de los más humildes a una educación, hasta ahora asequible a todos los niveles de la sociedad.
El valor del pueblo español, cuando sale a la calle en demanda de sus derechos, cuando pide la dimisión del principal responsable de todo lo anteriormente citado y es recibido con cargas policiales durísimas y comentarios sarcásticos por parte del poder, es sin embargo, no sólo digno de elogio y admiración, sino consecuencia lógica de su prolongado sufrimiento.
Y es de esperar, que cuando una sociedad se encuentra en total desamparo por parte de las instituciones que realmente le deben, al menos, el intento de solucionar sus problemas y procurar el bienestar común, haga uso de su libertad de expresión en demanda de justicia, sobre todo si los políticos a los que eligió y a los que paga escrupulosamente sus elevados salarios, no hacen otra cosa que herir de muerte su supervivencia, y provocar un retraso de cincuenta años, en todos los ámbitos que atañen al bienestar personal.
El valor del pueblo español cuando sale a la calle de manera tenaz y arriesga su integridad física y psíquica, frente a las hordas represoras que su Presidente coloca como parapeto entre él y sus ciudadanos, ha de ser entendido por cualquier persona de bien, en cualquier parte del mundo.
Y no sólo entendido, sino compartido, aceptado, aplaudido y vitoreado sin reservas, por cualquier pueblo que piense que lo que nos está pasando a nosotros, de no pararse, mañana pudiera ser exportado con total impunidad, sin límites de fronteras.
Pero lo que haya que hacer se hará. No le quepa la menor duda ni a Rajoy, ni a su gobierno, ni al PP, ni a ninguno de los que con insana frivolidad juzgan a la ligera el estallido social que se está produciendo aquí. El hambre, física y anímica, siempre termina por tragarse al miedo.