jueves, 30 de mayo de 2013

El encuentro



Casi al mismo tiempo que José María Aznar protagonizaba su polémica actuación televisiva, el ex Presidente Felipe González acudía a la Moncloa, invitado por Mariano Rajoy, sin que hayan trascendido detalles de tan misterioso e inusual encuentro.
Pero sólo unos días después de producirse, Rubalcaba levantaba su voz en el Congreso de los Diputados, promoviendo la urgente necesidad de una especie de pacto entre formaciones políticas, que ayudara a fortalecer la posición española en Bruselas, intentando hacer ver a Europa que la soledad del PP no era tal y que es posible la unidad entre Partidos de ideología distinta, cuando se trata de defender los intereses de una nación.
Extrañamente, Rajoy no pareció rechazar de plano la idea, como otras veces, y la cuestión quedó en el aire, como esperando que alguien más se adhiriera con prontitud al ofrecimiento y a pesar de que hasta la fecha no se ha producido tal cosa, se comenta en foros políticos que la iniciativa podría ser secundada en breve por los demás y salir adelante.
Se conocen desde hace tiempo las dotes diplomáticas que posee Felipe González y que el prestigio internacional con que cuenta el ex Presidente está a la altura del de los grandes mandatarios de las últimas décadas, por lo que podría sospecharse que la cita de la Moncloa, hubiera podido tratarse de la llamada de socorro de un Presidente que sin saber cómo salir de la encrucijada en que se encuentra y obligado por la severidad de sus socios europeos a practicar una política absolutamente desleal con los ciudadanos, acude a la experiencia sobrada de uno de sus antecesores y le pide consejo para salir del atolladero en que se halla, esperando encontrar  el apoyo necesario para iluminar un poco el camino.
Sin embargo, como todos sabemos, en el mundo actual nada es gratis y la pregunta que surgiría si esta hipótesis que planteamos resultara ser cierta, sería a cambio de qué ofrecería González su ayuda a Rajoy y en qué medida podría afectar esa ayuda al rumbo de la política nacional, a partir de que el presunto pacto fuera un hecho.
Las relaciones entre los Partidos a los que pertenecen los dos interlocutores de este encuentro no han sido nunca, ni de cerca, especialmente buenas y todo el País ha  sido testigo, desde que llegó la Democracia, de los numerosos rifirrafes y encontronazos que se han venido sucediendo entre ellas, en la lucha encarnizada que por el poder han mantenido, sin darse tregua ni sosiego, hayan sido, cuales hayan sido las circunstancias.
¿Qué ha puesto sobre la mesa Rajoy entonces, para conseguir esta especie de tregua y provocar un acercamiento de posturas de estos dos enemigos, supuestamente, irreconciliables?
¿Convocar elecciones?, ¿Un Gobierno de coalición que trate de enderezar la difícil situación que nos aflige? ¿Dar un giro radical a sus políticas de recortes e intentar, como prioridad, la creación de empleo, olvidando un poco la cuestión del déficit o, tal vez, de una vez, plantar cara respaldado por los demás, a las exigencias de Europa y atreverse a contradecir los mandatos que desde allí le llegan?
Algo se está moviendo en los ambientes políticos, pero la duda de si los demás integrantes del panorama estarían dispuestos, también, a colaborar en lo que se cuece, es aún una incógnita, que de resolverse de manera satisfactoria, bien podría cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos que habían previsto nuestros acreedores europeos y no precisamente de manera satisfactoria para ellos.
Porque si ocurriera, el ejemplo podría ser inmediatamente imitado por otros países del sur que sufren también agónicamente la presión de los mercados y que con su postura, pondrían en grave riesgo la continuidad de este sistema de financiación usurera que nos asfixia.
De manera que el misterioso encuentro habría adquirido entonces una trascendencia inusitada que, de nuevo, conseguiría que González eclipsara el protagonismo de Aznar, como ha solido suceder, cada vez que se han encontrado, pese a quién pese.



miércoles, 29 de mayo de 2013

Sospechosa inocencia


Los empresarios citados por el Juez Ruz  niegan, casi por unanimidad, haber hecho cuantiosas donaciones al PP, para que revirtieran a su favor en la concesión de obras públicas, como parece indicarse, si se comparan las fechas de esas concesiones, con las que aparecen en los papeles de Bárcenas.
Nada más lógico, si se piensa que reconocer donaciones que sobrepasan los límites establecidos por la Ley, además de constituir un delito, probaría la financiación ilegal del Partido que supuestamente les favoreció y al que además, se acusa de haber empleado parte de los fondos recaudados de esta manera, en pagar sobresueldos en negro, a la mayor parte de la cúpula que ahora se sienta en Génova y que para más inri, forma parte del actual gobierno de la Nación.
Flaco favor haría el juez a la justicia, si dando crédito a la unánime negativa, abandonara la investigación en esta materia y diera por terminada la instrucción de estos hechos, que tanta polémica ha levantado y tantos titulares ha dado a la prensa en los últimos tiempos.
Ya hemos dicho muchas veces que cualquier delincuente, por pequeño que sea, nunca reconoce de motu propio haber cometido delito y trata por todos los medios de preconizar su inocencia, apoyándose en cuántos medios legales le sean posibles para que no se pueda demostrar su autoría.
Este caso no iba a ser menos. Sobre todo si se tiene en cuenta que las implicaciones que en él se intuyen, sobrepasan con creces los límites de la moralidad y podrían destapar una de las corruptelas políticas mejor fraguadas de cuántas se han descubierto en el País y que nunca se habría conocido, si al ex tesorero del PP no se le hubieran encontrado más de treinta y ocho millones de Euros en Suiza y la formación a la que pertenece, no hubiera decidido abandonarle a su suerte, provocando en él una reacción inmediata contra los que, bajo su punto de vista, le han traicionado, cuando más les necesitaba.
Por otra parte, reconocer los donativos, traería consigo el hecho de haber aceptado un chantaje, con la única intención de poder trabajar después a las órdenes de la administración, demostrando que de otro modo, las obras nunca les hubieran sido concedidas, por buenos que fueran sus presupuestos y por maravillosos que fueran los equipos de expertos con que cada uno contaba.
Pero poco a poco, las piezas van encajando inexorablemente en este puzle, cuya dificultad era extrema, y los numerosos indicios de que dispone la justicia, más pronto que tarde, acabarán por esclarecer los hechos  y por señalar sin ningún género de duda, a los que hubieren sido culpables.
Entretanto, los españoles no hacen otra cosa que preguntarse qué clase de garantías puede ofrecerles un gobierno que actualmente se encuentra sentado en el agudo filo de esta navaja y sobre el que no paran de recaer nuevas sospechas diarias de complicidad, en determinados asuntos, siempre relacionados con una corrupción que parece haber invadido el espacio político y que no deja lugar a la confianza, a la esperanza o a la ilusión, manchando con su negra suciedad todo lo que toca.
El conocimiento de la verdad, se hace pues, inaplazable y urgente y ya no basta a los ciudadanos con que las informaciones aparecidas en prensa den a entender lo que pudo ocurrir en este entramado, ni tampoco con que se vaya imputando con cuentagotas a una serie de personajes relevantes a los que nunca termina de juzgarse.
La sociedad necesita justicia. Cruda, inapelable, descarnada y ecuánime, que siente en el banquillo a quienes haga falta, que pruebe su implicación en los hechos, que les condene sin piedad a las máximas penas, que devuelvan lo que robaron y que las sentencias se cumplan.




martes, 28 de mayo de 2013

Camino de soledad

Tras las drásticas declaraciones del ex Presidente Aznar, Rajoy se reunía con los Presidentes de las Comunidades Autónomas, con la esperanza de llegar a un acuerdo sobre la financiación de las mismas, que pusiera un poco de luz sobre el oscuro camino de soledad que últimamente recorre, abandonado por un amplio sector de su propio Partido.
Tampoco pudo ser, porque cuando de economía se habla, cada cual suele anteponer siempre su propio interés, relegando el de las mayorías a un segundo lugar, aunque para ello hayan de romperse las más fuertes alianzas y deshacerse pactos que se firmaron en otro momento.
Este oscuro dirigente, del que nunca sabremos lo que piensa, por lo que le vamos conociendo en este año y medio de mandato, debe no obstante empezar a preocuparse seriamente, cuando el descontento con su gestión no sólo es patrimonio de aquellos que militan en una ideología distinta, sino que incluso sus correligionarios hacen ostentación visible de él, negándose a seguir las líneas marcadas desde la dirección del Partido y atreviéndose a disentir con lo que se les ordena como disciplina, a pesar de que en este caso, traen entre manos el gobierno del País.
La desventaja de no contar con el apoyo de los propios militantes, puede fomentar la aparición de una especie de cismas que empiezan definién dose como “corrientes de opinión”, pero que van horadando la necesaria unidad ante las decisiones que se toman, para terminar con una estampida generalizada, normalmente encabezada por algún nombre de cierta relevancia y la creación, bajo otras siglas, de un grupo político diferente.
La obstinación de Rajoy en hacer caso a Europa, puede que le lleve directamente a esto, pues para un presidente viene siendo fundamental contar con la aquiescencia de quienes le rodean y no únicamente con la de los Ministros que nombró, en muchos casos por amistad, o simplemente por una mera cuestión de confianza y no exactamente por razones políticas.
Los llamados Barones de una formación, son los que desde la sombra, suelen manejar verdaderamente el cotarro y sin su respaldo declarado, es muy difícil que ningún dirigente pueda desenvolverse con amplitud en el papel que le ha tocado vivir y más aún, si la época en que se desarrolla su mandato, coincide con la dureza de una crisis como la que estamos atravesando.
Así pues, sin el aplauso  de los ciudadanos ni la colaboración de los suyos, el camino que Mariano Rajoy tiene por delante, se estrecha por momentos y aunque en su fuero interno quiera pensar que sus políticas de extrema austeridad cuentan con el beneplácito de los europeos, la verdad es que en lo que se refiere al ámbito interior, predica en un vasto desierto.
Es más, si no es capaz de alcanzar algún acuerdo de peso con prontitud, que endulce el regusto amargo que está dejando la rotundidad de sus fracasos, la paciencia de los europeos a los que tanto admira y obedece, terminará por acabarse y la próxima exigencia inapelable puede que tenga que ver con su dimisión, por la ineptitud demostrada, en su corta carrera como Presidente.






lunes, 27 de mayo de 2013

Cuando no queda nada


La estafa no resuelta de las acciones preferentes acarrea, como muchos esperábamos, un primer brote de violencia protagonizado por un policía municipal que psicológicamente afectado por la pérdida de sus ahorros de toda la vida, apuñala al empleado de banca que se los vendió, al culparle directamente de su ruina, por ser con él con quién trató el asunto en todo momento.
No es éste, ni será el primer caso en que los afectados cargan su ira contra aquellos que conociéndoles desde hacía años, se tomaron la libertad de embarcarles en una aventura  de cuyo riesgo no fueron informados, llevándoles en bandeja de plata hasta las mismas puertas de un desastre económico que ha terminado, como todos sabemos, con la tranquilidad de más de un millón de ahorradores, que ahora necesitaban de su dinero para ir paliando los efectos de la crisis.
Durante demasiado tiempo, Gobierno, entidades Bancarias y Justicia, se han desentendido de este problema, como si la versión que ofrecen las víctimas de la monumental estafa no fuera cierta y todos los que compraron este producto fueran expertos en economía y por tanto, conocedores de que podían perderlo todo apostando por ellos.
Pero lo cierto y verdad, es que este numeroso grupo de personas fueron conscientemente engañados por los directores de las sucursales, incluso a pesar de saber que una gran parte de sus clientes se trataban de personas sin ningún tipo de formación, que, simplemente, confiaban plenamente en quienes tenían enfrente.
Muchas veces hemos dicho que cuando a uno no le queda nada que perder está dispuesto a todo y que el miedo que genera ser posesor de cosas materiales, queda anulado en cuanto la prosperidad se convierte en miseria.
Este caso no podía ser una excepción y este apuñalamiento de hoy, con toda probabilidad, no será la última de las acciones violentas que traiga este enrevesado asunto, ya que la desesperación de las víctimas y el abandono en que se encuentran, no hará otra cosa que generar en ellas un deseo irrefrenable de hacer por sí mismas, la justicia que se les niega desde todos los organismos del Estado.
Y no vale la excusa de que los empleados de Banca cumplían con un mandato de sus superiores al ofertar las preferentes. Como expertos que son, ellos si tenían la obligación de estar al tanto de lo que traían entre manos y sin embargo, ninguno de ellos denunció la existencia del fraude, a pesar de que fueron muchos los bancos que participaron en él, de manera impune  y a sabiendas de que todo podía acabar exactamente como ha terminado.
Es verdad que la inmensa mayoría de afectados ha decidido afrontar el problema con un tipo de lucha pacífica, pero la inestabilidad emocional que están causando estos efectos colaterales de la crisis en quienes han sido arrastrados por ellos, es una bomba a punto de estallar, si se les sigue negando el amparo necesario que su problema requiere y no se resuelve de manera justa este asunto.
Y como no pueden atacar frente a frente a los auténticos responsables de su desgracia, la única opción que les queda es la de proyectar su frustración contra  los que les atendieron en aquel momento, prometiéndoles una rentabilidad para sus ahorros, que después ha desaparecido junto con ellos, por el desagüe de las oficinas bancarias.    

Puede que determinados actos no tengan justificación, pero ¿la tiene permitir que los pequeños ahorradores de este país hayan de renunciar a lo que consiguieron guardar con el sacrificio de toda una vida, mientras los grandes defraudadores se pasean en libertad por las calles o se acogen a una ley fiscal que blanquea automáticamente un dinero, a lo mejor, procedente de los bolsillos de estas víctimas?

domingo, 26 de mayo de 2013

Yo no quiero que Aznar me salve


La reaparición televisada del ex Presidente Aznar, no ha `podido ser más polémica, en el fondo y en la forma.
Visiblemente molesto por la marcha que están tomando los acontecimientos bajo el mandato de su propio Partido y especialmente decepcionado por la manera de gobernar de quien fue designado por el mismo como su sucesor, la oportunidad de volver a dirigirse al grueso de la población española, le ha proporcionado la oportunidad de volver a mostrar, sin tapujos, el alto grado de soberbia que siempre le acompañó y que nunca sirvió para mucho más que para auto vanagloriarse de aquellos que consideraba sus éxitos y para tratar de convencernos de que como en sus manos, no estará España jamás, gobierne quien gobierne.
Aupado a lomos de su propia autoestima, poco o nada le ha importado ahora traicionar a los actuales mandatarios del PP, dando a entender que con  solo proponérselo, en poco tiempo, él solito sería capaz de hacer reflotar al País de la terrible crisis que lo azota, sin ahorrar improperios contra las políticas llevadas a cabo por Rajoy y los que le rodean, como si el grado de veteranía que le acompaña fuera suficiente para solucionar los problemas de la Nación, aunque sea al margen del ideario que caracteriza a su formación, un poco en el papel de salvador de patrias que siempre ha caracterizado a los grandes dictadores que hemos conocido, a lo largo de la historia.
Pues bien, yo no quiero que Aznar me salve. No quiero  que reaparezca de ningún modo en un panorama político que ganó mucho con su marcha ni quiero que intente siquiera, remediar las consecuencias de la crisis, ya que como una inmensa mayoría de españoles, tengo memoria y no guardo precisamente de él, un buen recuerdo.
Claro que económicamente le fue bien. Le ayudó poderosamente el auge de la burbuja inmobiliaria que entonces estaba en plena efervescencia y la buena disposición de la Banca capitalista para hacer creer a los ciudadanos de a pie que todos podíamos ser ricos. Le fue bien, incluso teniendo de Ministro a Rodrigo Rato, cuyas dotes de economista todos hemos podido comprobar después, al frente del FMI y más tarde de Bankia, por cuya gestión se encuentra actualmente imputado, sin que haga falta aclarar por qué, ya que conocemos a la perfección el desarrollo de los hechos y cuánto nos va a costar remediarlos.
Tan bien le fue, que a la hora de hacer la paridad con el euro, que bajo su mandato entró a formar parte de nuestras vidas, permitió que en un solo día los precios subieran un 66%, pues todos los productos que entonces valían 100 pesetas, pasaron automáticamente a costar 1 euro, sin que nadie de su gobierno lo considerara una barbaridad, a pesar de que mermaba fuertemente la capacidad adquisitiva de todos los españoles.
Y como no sólo de economía vive el hombre, convendría recordar que también bajo su “mano protectora” fuimos empujados a participar en la Guerra de Irak, enfrentándonos a las disposiciones de la ONU y alineándonos, en contra de nuestra demostrada opinión, con el frente que dirigían entonces Tony Blair y George Bush, esgrimiendo el argumento falaz de la existencia de unas armas de destrucción masiva que nunca llegaron a aparecer y que como después se demostró, no eran más que producto de una maniobra perfectamente calculada por estos dirigentes, para dar salida a ciertos negocios de los que huelga ahora hablar, pero que les beneficiaron sobremanera, personalmente y como naciones interesadas en ellos.
Tampoco se puede olvidar que a consecuencia de esta entrada en la guerra, que tan bien plasma la famosa foto de las Azores, sufrimos el mayor atentado de nuestra historia y que la gestión que en las horas posteriores a éste realizaron los entonces ministros de Aznar, no fueron, precisamente, un modelo de limpieza, pretendiendo endosar la autoría de los mismos a una ETA que nada tuvo que ver en ellos, pero cuya participación hubiera sido muy deseada por el PP, estando como estaban, a punto de celebrarse una elecciones generales que perdieron, precisamente, por un intento de falsear la realidad en este escabroso asunto.
Habría que preguntar a los familiares de las víctimas de los atentados de Madrid qué opinarían de la vuelta de Aznar a la política y sería bastante curioso oír lo que tuvieran que decir al respecto.
Muchos de ellos siguen afectados por las secuelas psicológicas que les produjeron las terribles pérdidas y no se podrán recuperar jamás del impacto de aquella violencia sin sentido, ni del afán que puso entonces el gobierno en intentar ocultarles una verdad a la que tenían pleno derecho.
Exactamente igual que los afectados por el accidente del Yak 42, que continúan su lucha eterna por reivindicar que los culpables de aquel accidente sean juzgados y paguen por su delito, a pesar de haber sido vilmente ninguneados y maltratados por los responsables directos de los hechos, curiosamente también, bajo el “magnífico” mandato de quien ahora pretende auparse como salvador de la Patria.
El caso del Prestige, aún presente en las pupilas atónitas de los españoles, fue igualmente mal tratado hasta convertirse en una tragedia ecológica, cuya solución hubiera tardado en llegar, de no ser por el apoyo solidario de la ciudadanía y supuso una tragedia para la zona de incalculable costo, de la que aún no se ha recuperado totalmente.
Estos grandes errores, cometidos durante una época de bonanza, quedaron en la memoria del pueblo e influyeron con fuerza en la decisión de elegir a representantes políticos que nada tuvieran que ver con el pensamiento Aznarista y colocaron al que hasta entonces había sido el Presidente de la Nación, exactamente donde quisimos que estuviera, es decir, lo más lejos posible de las labores de gobierno.
Los votos obtenidos por el PP en las últimas elecciones no corresponden a Aznar en absoluto y por tanto, cualquier intento por su parte de retornar a la primera línea de juego, al frente de su Partido o de otro, probablemente obtendría por parte de los españoles, un rechazo inmediato que acabaría de raíz con sus pretensiones de poder y con su soberbia.
Puede que no le viniera mal una buena lección de humildad a quien en tanto aprecio se tiene a sí mismo y desde luego, puede que le quedara claro para siempre, que la opinión que los ciudadanos tenemos sobre su antigua gestión, dista mucho de la suya propia y que nada habría peor para nosotros que su indeseable regreso.
Sus errores, que son capítulos de nuestra historia reciente, no pueden ni deben ser olvidados, por las tremendas consecuencias que tuvieron en nuestras vidas, incluso ahora que padecemos mayores carencias.
Es mucho más importante tener la seguridad de que quienes gobiernan lo hacen desde la buena voluntad, que desde la fría profesionalidad que siempre caracterizó a este ex Presidente.



jueves, 23 de mayo de 2013

Máxima violencia



¿Qué lleva a un hombre a degollar en plena calle a uno de sus semejantes, esgrimiendo que lo hace en el nombre de su Dios y qué historia personal puede esconderse detrás de un individuo, para llegar a este extremo de máxima violencia?
Las impactantes imágenes que se emiten desde Londres y que muestran en toda su crudeza, uno de los muchos ataques sin sentido que se producen a diario en el mundo, sin que la oportunidad de la cámara pueda plasmarlos, empujan como un torrente a quienes las contemplamos a realizar un análisis minucioso de nuestros propios comportamientos y a preguntarnos si de algún modo, todos debemos asumir una parte de culpa en cómo ha evolucionado la mente de los seres humanos, si todavía seguimos siendo capaces de tal brutalidad contra los de nuestra misma especie.
Aún es más terrible, cuando el incidente se produce por motivos de religión, como si las creencias más íntimas, en lugar de provocar en los hombres felicidad, los arrastraran inexorablemente hacia un bucle de inexplicable fanatismo del que su propia voluntad no les permite escapar, convirtiéndoles en asesinos de sus semejantes y propiciando un enfrentamiento entre ellos, que parece sacado de una de aquellas batallas mitológicas que protagonizaban los dioses por el poder, a pesar de haber transcurrido más de dos mil años de historia.
El horror que causa la contemplación de lo ocurrido, quizá no basta para tranquilizar la conciencia y más bien podría convertirse en un punto de partida desde el que volver a replantearse las relaciones entre humanos y la necesidad de cambiar radicalmente el rumbo que teníamos marcado, cada cual instalado cómodamente en su línea de pensamiento.
Faltan cada vez más motivos que nos unan y argumentos que nos convenzan de que precisamente en esa unión, está la clave de nuestra supervivencia. Las razas, la religión y el pensamiento, que tantas vidas han segado desde que habitamos este planeta, no han hecho otra cosa que regalarnos la fatalidad del fracaso y ninguno de nosotros puede, por tanto, anteponer su criterio en estas materias por encima del de los demás, ni apropiarse de verdades intangibles que sólo pertenecen a la cerrada parcela de lo íntimo.
¿Qué hemos hecho mal todos los demás, si un chico joven se siente orgulloso y así lo manifiesta ante las cámaras, de haber acuchillado a un semejante, mientras muestra sus manos ensangrentadas como si acabara de realizar una inmolación que le procurara la salvación eterna?
¿En qué momento nos desentendimos de los que no tuvieron la suerte de seguirnos en nuestra evolución y se quedaron anclados varios siglos atrás, en la época en que la vida no tenía ningún valor para ninguno de nosotros?
¿Qué clase de conciencia es la nuestra si abandonamos a nuestros semejantes en la tiniebla del oscurantismo y no hacemos nada por aportar un poco de luz a la negritud que invade su interior, sin dejarles ver el camino de la esperanza y la belleza de la libertad que hace a los hombres más inteligentes?
He aquí el ejemplo palpable de que la trayectoria que seguimos, no puede ser la correcta y de que los criterios aplicados en este mundo actual, dividido por múltiples fronteras que nada tienen que ver con la geografía, precisan de revisión urgente.
Yo compadezco a víctima y verdugo por igual, al primero por su inocencia y al segundo, por su ignorancia.



miércoles, 22 de mayo de 2013

Los olvidados



Parece que en la Comunidad de Madrid, las oficinas del INEM han recibido la orden de ofrecer los trabajos de que dispongan, prioritariamente, a los parados que perciben subsidio de desempleo, sin que nada tenga que ver en esto si se adecúan o no al perfil que se pida, ya sea por experiencia profesional o por preparación para el mismo.
Por lo visto, le urge al Estado deshacerse de la pesada carga que supone subsidiar a los parados y por eso anteponen la cuestión meramente crematística, a la necesidad perentoria que muchos españoles tienen de  reincorporarse a un mundo laboral, últimamente cerrado a cal y canto, por las políticas lesivas de este Gobierno.
En realidad, los olvidados de esta historia, vienen a ser siempre los mismos, es decir, jóvenes sin formación o mayores de cincuenta años que han agotado las prestaciones a las que tenían derecho y que con la aplicación de  esta norma tácita, posiblemente no vuelvan a encontrar trabajo nuca más.
Abandonados a su suerte por políticos sin conciencia ni humanidad, terminarán por arrastrar lacras psicológicas durante el resto de sus vidas.
La sensación de haberse convertido en elementos inútiles para la sociedad y el desamparo legal en que los coloca la discriminación que se practica con ellos, van propiciando el caldo de cultivo en que se cuece la depresión, a pesar de que por edad, aún les falta un gran trecho por recorrer para llegar a una ancianidad, en la que ni siquiera tendrán derecho a un retiro digno, al no haber cotizado en los últimos años, por la imposibilidad de encontrar empleo.
Se vuelve una vez más a perjudicar a los más débiles, como si el mundo que vivimos se hubiera deshumanizado por completo en los últimos tiempos y quienes detentan el poder, hubieran decidido con toda frialdad, una muerte lenta para todos aquellos que formando parte de las capas más desamparadas de la sociedad, constituyen para los dueños de la economía, un estorbo a derribar, sin que importe la manera o el método para conseguirlo.
Nada puede constituir mayor vileza, para quienes consideramos que los seres humanos han de estar, necesariamente, por encima de las cifras y por ello, nuestra obligación no es otra que la de combatir con uñas y dientes esta explosiva forma de genocidio.
Morir por dentro, aún estando vivo, es lo peor que puede ocurrir a los hombres y la mayor injusticia que contra ellos puede darse, cuánto más, si viene organizada desde las más altas instancias del poder, de modo irrevocable y sin esperanza de solución posible.
Por eso, hay que denunciar estas prácticas discriminatorias, hasta que se nos rompa la garganta.
Para que no sean admisibles, ni puedan llegar a convertirse en una rutina habitual, que acabe por concernir a todos los que habitamos el planeta, ya que la edad no perdona ni perdonará jamás, a ninguno de nosotros.

martes, 21 de mayo de 2013

De los yernos y otros postizos



En esto de las familias, lo normal es que vaya todo bien mientras los hijos están bajo la tutela paterna y consienten en ser medianamente controlados por quienes les prestan cobijo y amparo, pero como por ley de vida, tienen la mala costumbre de crecer y  la edad trae consigo la  inevitable desgracia de enamorarse, la cosa se empieza a complicar, si la persona que eligen no cumple casi ninguna de las expectativas que a los progenitores hubiera satisfecho y su influencia sobre los hijos que se educaron con total y esmero y dedicación, acaba por  dar al traste con la paz emocional que reinaba en el entorno familiar, convirtiéndolo en un infierno.
Convendrán conmigo en que los hijos, por supuesto, tienen derecho a elegir a quién mejor les venga en gana, cuando de amor se trata y que por tradición, ningún yerno o nuera, parece nunca estar a la altura de nuestros vástagos, que por lógica, siempre creemos que hubieran merecido algo mejor, por aquello de la querencia.
La cosa es aún peor, cuando el recién llegado aterriza en una familia con cierto poder o que goza de cierta fama en el panorama nacional, convirtiéndose directamente en protagonista de lo que se ha dado en llamar “braguetazo”  y  ehaciéndose imprescindible en todos y cada uno de los eventos a los que acudimos, aunque no sea más que por no tener que soportar las quejas del que está loco por sus huesos y  que no ve más que por sus ojos, desde el mismo momento en que lo eligió como pareja, aunque a veces dé la impresión de que esa elección la hizo toda la familia por sufragio universal y por aclamación unánime.
Así, cuando nos queremos dar cuenta, son amigos de nuestros amigos y confidentes de nuestros parientes consanguíneos, como si les conocieran de toda la vida y se interfieren sin ningún pudor en nuestra actividad laboral o negocio, permitiéndose aconsejarnos sin ninguna experiencia y hasta concediéndose a sí mismos la licencia de abroncarnos si fracasamos, como si les fuera la vida en nuestro quehacer, aunque con toda probabilidad, su enfado esté más relacionado con razones de futuras herencias.
Y si se trata de su porvenir, no dudan en emplear nuestra influencia con quienes puedan ayudarles a mejorarlo, llegando a utilizar nuestro nombre como tarjeta de presentación, sobre todo si están en juego golosos beneficios, pero también como escudo protector cuando las perspectivas fallan, e incluso si la cosa se pone fea por cuestiones legales y el color rosa se convierte repentinamente en negro, seguramente con razón y por su mala cabeza.
Pregunten  a Juan Carlos de Borbón si no es verdad lo que digo y si con frecuencia no se ha arrepentido de haber puesto cierto grado de confianza en los advenedizos de su familia, que no hacen otra cosa que acarrear dolores de cabeza y mala fama a la Institución de la Corona, a pesar de que hasta hace bien poco, eran considerados como la flor y nata de la sociedad, dando la errónea impresión de una lealtad inquebrantable.
O al mismo Aznar, que hoy ha tenido que leer en la prensa cómo Alejandro Agag aceptó en su boda, un cuantioso regalo proveniente de los principales implicados en la trama Gúrtel y que probablemente nunca se hubieran dirigido a él, de no ser el yerno de quién es y codearse con  quienes se codeaba.
Claro que en éstos y otros casos de estas características, los que se atrevieron a “regalar”, lo hicieron seguros de poder conseguir apetitosas contrapartidas, o no lo hubieran hecho y esto da que pensar, porque al fin y a la postre, uno acaba por conocer las inclinaciones de sus familiares políticos, aunque no sea más que por la costumbre que todo padre tiene de mantener estrecha vigilancia sobre quienes comparten la vida de sus hijos, por si en algún momento hubiera que intervenir, para zanjar alguna situación embarazosa.
A los postizos, los soportamos porque no nos queda otro remedio y nos gusten o no, hacemos de tripas corazón y a veces, hasta les tomamos afecto, pero hay que reconocer, en honor a la verdad, que todos añoramos los dulces tiempos en que nuestros vástagos aún nos necesitaban para sobrevivir y el núcleo familiar, todavía permanecía dentro del estrecho círculo que supone la apacibilidad del hogar sin intrusos.
Y eso que los que no contamos con recursos, lo tenemos mucho más fácil.



  

lunes, 20 de mayo de 2013

Venciendo la desilusión



No resulta nada gratificante ver a diario cómo las movilizaciones ciudadanas, nada importan a este gobierno.
Cuando se cree en la Democracia y se ha empleado una gran parte de la vida, primero en ayudar a conseguirla y después a procurar su buen funcionamiento, la vergonzosa situación en la que nos encontramos ahora, duele profundamente por dentro.
La sensación de haber sido defraudado por aquellos a los que confiaste la labor de hacer política en tu País, bajo las siglas que fueren, no es equiparable a ningún otro malestar de carácter íntimo, ya que afectándole de una manera directa a uno mismo, provoca también en una gran parte de tus conciudadanos una infinita tristeza, que viene dada por la más terrible de las traiciones que un político pueda cometer y que no es otra, que la de desoír la voz de su pueblo.
No caben aquí intereses personales ni se hace fortuna manifestando en la calle tu desacuerdo con lo que está sucediendo, sobre todo cuando se es libre de disciplinas partidistas  y lo único que se busca es que las mayorías puedan vivir con dignidad y no con las carencias que las acucian estos últimos años.
No es pues el afán de poder el que saca a los pueblos a la calle, sino la necesidad de disentir de cuánto les hace ser infelices y nadie hace nada por remediar esa infelicidad, a pesar de que los que debieran representar sus intereses, están dónde están, son lo que son y disfrutan de los privilegios que disfrutan, porque los demás les elegimos.
Así que resulta difícil de entender que una vez que se han hecho con sus cargos, puedan olvidar con tanta rapidez el cometido que les fue encomendado y se afanen en apartarse del camino que les marca la voluntad popular, en pos de no se sabe qué oscuros intereses de triunfo personal y avaricia.
Y parece mentira que sea necesario tener que estar recordándoles cuales son las obligaciones para las que su pueblo les contrató y que a veces, hacerlo, suponga incluso un riesgo para la integridad física de quiénes reclaman, a causa de la represión policial que contra nosotros se pone en marcha, por el mero hecho de disentir de aquello que consideramos que nos perjudica.
Demostrado está, que ni siquiera nos sirve acudir a la justicia para que, en virtud de derecho, se nos devuelva lo que nos robaron con argumentos que no se sostienen y que, por tanto, en nuestra soledad, sólo nos tenemos los unos a los otros para apoyarnos en estas horas de amargura extrema.
Con lo cual, mantener la ilusión de que la lucha puede finalmente acabar con la tiranía que se nos impone desde las más altas instancias del poder, se hace a veces demasiado duro, aunque continuemos firmes en nuestras creencias.
Y sin embargo, a pesar de todas estas vicisitudes y de que muchos de nosotros hace tiempo que abandonamos la hermosa juventud, la necesidad de tener esperanza en que todo en el mundo es susceptible de ser cambiado, se hace más fuerte, cuánto más se nos deteriora la vida y creo firmemente, que desde nuestra parcela de humildad, es precisamente ahora cuando estamos ofreciendo una lección magistral de comportamiento a la impresentable clase política que tenemos la mala suerte de padecer y aunque su afán de aprender es prácticamente nulo, el poso de nuestras acciones será, sin duda alguna, el que termine por escribir la historia, huérfanos como estamos de hombres de estado valientes que defiendan por encima de todo, el bienestar de los pueblos.
En realidad, hace ya mucho que nos convencieron de su inutilidad. Por eso, no nos queda otra, que seguir asumiendo el protagonismo.




domingo, 19 de mayo de 2013

Lo que mueve a las masas



Ni los recortes de Rajoy, ni la paulatina privatización de la Sanidad, ni la Ley de Reforma educativa que preconiza Wert, ni los desahucios, ni los desmanes de la Banca, ni la escandalosa cifra de Paro que padecemos, ni la corrupción, han conseguido en ningún momento, en el último año, movilizar a once millones, quinientos mil españoles, a pesar de cada uno de nosotros tiene sobrados motivos para expresar su más enérgica protesta, a juzgar por los sufrimientos que estamos soportando, totalmente abandonados a nuestra suerte, por una clase política que sólo puede causar vergüenza, indignación y desencanto.
Pero la retransmisión televisada de la final de la Copa del Rey, evento futbolero de cierta relevancia, acaba de arrojar, exactamente, esta cifra de espectadores y ella solita, ha logrado unificar el criterio de una enorme cantidad de personas, a la hora de decidir que dedicarían dos horas de su tiempo a esta trivialidad deportiva, que por supuesto, no mejora en nada su situación personal, ni reportará ayuda alguna, a la hora de encontrar un empleo o recuperar las prestaciones sociales perdidas, a causa de la interminable crisis.
Qué ocurre con los ciudadanos y cuáles son las auténticas preocupaciones que les acucian, parece, a la vista de estos acontecimientos, una incógnita verdaderamente preocupante para quienes, desde hace tiempo, buscan desesperadamente el apoyo de las mayorías, en un intento de sustituir un Sistema que nos está llevando a la ruina, por otro más equitativo que procure una vida digna, para la totalidad de los españoles.
Y sin embargo, las dificultades extremas que nos vemos obligados a soportar, no parecen haber sido aún suficientes, para movilizar, ni de lejos, a un número que se acerque siquiera, al  de aficionados al deporte del balompié, a los que parece irles la vida, en cada una de las finales que se celebran.
¿Es, pues, más importante para las masas, el resultado de un Partido de fútbol, que su propio e infortunado presente o el negro porvenir que aguarda a sus hijos, de continuar las políticas que se practican en la actualidad?
 A razón de lo que vemos, se diría que sí. Que la felicidad extrema de al menos once millones, quinientos mil españoles, estaría en que uno de los equipos que disputan alguna final, adorne las vitrinas de su club con el trofeo que se consigue por su victoria sobre el otro y más aún, si la rivalidad entre ellos alcanza la categoría de Derby local y sus seguidores son “enemigos” declarados, desde que este negocio se hizo fuerte en este País y mueve las cifras millonarias que mueve.
Y poco importa si los espectadores están desempleados desde hace varios años o si las nuevas tasas universitarias impedirán que los jóvenes puedan acceder al estudio de una carrera, o si a su propia madre le han retirado la Ley de Dependencia, convirtiendo su ancianidad en una pesadilla de la que no podrá despertase nunca.
Frente a la rivalidad futbolera, no hay problema, por fuerte que sea, capaz de arrancar de delante de la pantalla, a ningún español que se precie, aunque mañana tenga que acudir, en compañía de los suyos,  a uno de los muchos comedores sociales que tanto han proliferado en los últimos tiempos.
¿Incomprensible?. Si, y hasta deplorable, si uno enumera la cantidad de cosas que hemos perdido, sin esperanza de recuperar una sola de ellas, a pesar de resultar absolutamente necesarias para lograr sobrevivir en el mundo actual y en el lugar que ocupamos en la Historia.
El PP no tardará en sacar partido a la situación y en cuanto pueda, volverá a referirse a las “mayorías silenciosas”, con el argumento de que están de acuerdo con la manera en que están llevando las riendas del País.
Y razón no les falta, ya que mientras se aprobaba la Ley Wert, por ejemplo, y se transportaba la educación a nivel de los años cuarenta del pasado siglo,  solo unos pocos estábamos en la calle. A los demás, solo les preocupaba si ganaba el Madrid o el Atlético de Madrid.



jueves, 16 de mayo de 2013

Buscando la manera



Si creían los magistrados de la Audiencia Nacional que obligando al Juez Castro a levantar la imputación a la Infanta Cristina iban a cerrar el capítulo de su posible implicación en el caso, se equivocaban estrepitosamente o no contaban con la reacción de quién lo lleva y que viene demostrando, con creces, su voluntad de llegar al fondo de este asunto, caiga quien caiga.
Dudar del buen hacer de Castro, posiblemente a causa de las fortísimas presiones ejercidas por el entorno de la Infanta, en lugar de provocar en él el lógico desánimo que podría producir toda injusticia, ha tenido precisamente, el efecto contrario y parece haber inyectado en el Juez una elevada dosis del ánimo necesario para seguir cumpliendo con su obligación, aunque para ello tenga que echar mano de algún que otro subterfugio legal, que le permita llevar las cosas, exactamente por el camino que quiere.
Urdangarín y su esposa, por otro lado, tampoco han estado bien asesorados en la cuestión de la entrega de sus declaraciones de la renta y precisamente esa negativa, ha provocado, ipso facto, la reacción natural de Castro, que exige en virtud de derecho, que los datos fiscales de los cónyuges les sean presentados a la mayor brevedad y sin posible réplica.
No es nueva la táctica de sustituir una imputación por otra, para delincuentes escurridizos a los que es difícil llevar hasta un banquillo de acusados, en el que merecen estar por múltiples y variadas razones. Ya se ha hecho muchísimas veces y como ejemplo, bastaría recordar el caso de Al Capone, que fue condenado por el delito de evasión de impuestos, al ser prácticamente imposible demostrar su más que probada implicación en multitud de crímenes en los que había intervenido a ciencia cierta, pero que siempre escapaban a la actuación de la justicia.
Así que el Juez Castro ha debido pensar que si le han construido un muro infranqueable que no podrá atravesar sin la necesaria ayuda de sus propios compañeros, no le queda otro remedio que buscar alguna rendija entre el cemento, por la que empezar a cavar, hasta conseguir finalmente, un modo de atravesarlo, aunque no de la forma que inicialmente tenía prevista, pero con igual resultado para los implicados en este asunto.
La admirable voluntad de este Juez, que camina solo ante el peligro y que se declara dispuesto a cumplir estrictamente con su obligación de impartir una justicia igualitaria, puede que se vea ensombrecida por la actuación de una mayoría de juristas, pero representa un halo de esperanza, a los ojos de una ciudadanía cansada de soportar que políticos y personalidades de renombre salgan impunes de cualquier delito fiscal que cometieren, únicamente por ser quiénes son o llevar los apellidos que llevaren.
Poco ha durado la tranquilidad a la familia real, que probablemente esperaba una obediencia ciega a su voluntad, por parte de los organismos jurídicos, pero que no contaba con que, por suerte, algunos ciudadanos, sea cual sea su oficio, no se dejan amedrentar por amenazas ni manipulaciones y son capaces de seguir adelante, por poderoso que sea el enemigo que tienen enfrente.
Ojala que el Juez Castro encuentre la manera de administrar una justicia estricta y cabal, en este enrevesado asunto de negocios fraudulentos organizados desde los salones palaciegos y que los culpables expíen su culpa, allá donde les corresponda y sin gozar de favoritismo alguno, por razones de rango.
España entera aplaudiría que lo consiguiera y que no le quede ninguna duda al Juez, de que los ciudadanos estamos con él y aplaudimos con fuerza el coraje que está demostrando, en su afán de esclarecer esa verdad que otros se empeñan en ocultarnos.
 



miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Cuándo diremos basta?



Desde Europa, amenazan con fiscalizar duramente el Sistema Económico español, al pensar que pueden existir demasiadas dudas sobre nuestra solvencia.
De nada ha servido la sumisión servil de Mariano Rajoy, imponiendo recortes e implantando violentas medidas que han ido mermando los derechos de los ciudadanos, ni las prácticas neocapitalistas que han devuelto al país, al infausto recuerdo de la post guerra.
De nada, el empeño en continuar por el camino de extrema austeridad que nos exigían, ni la revisión del mundo laboral a través de la aprobación de una Ley, que ha dado un fruto de seis millones de desempleados, ni la desmantelación paulatina de lo público, en detrimento de jóvenes en edad de aprender y de enfermos desesperados por recibir una atención médica de calidad, que les corresponde por derecho.
De nada, el intento de vender una realidad distorsionada, prometiendo que en el futuro, todos los sacrificios serán recompensados o la manipulación descarada de las cifras de la pobreza, procurando por todos los medios que todos creamos que el sufrimiento que padecemos se produce por nuestro bien.
Y no es ya, que no nos haya convencido a nosotros con sus argumentos, sino que al parecer, tampoco ha logrado una mínima credibilidad frente a los acreedores que nos acucian y por tanto, su fracaso no puede ser más evidente y estrepitoso y aún habremos de ver, como esos mismos socios a los que tanto alaba desde los púlpitos del poder, nos abren un expediente.
Nunca tuvimos un Presidente más cobarde, ni menos dispuesto a luchar por el futuro de los suyos. Enrocado en la posición de poder que le otorgó la confianza de los ciudadanos que le colocaron al frente del gobierno, ni siquiera posee la decencia de dar cuenta periódica de su gestión a través del contacto con la prensa y mucho menos, el valor necesario para negarse a las exigencias foráneas, dando la espalda con contundentemente, a los verdugos que están aniquilando los pocos recursos que nos quedaban, aunque en ello le fuera, tener que renunciar a la maldita Presidencia.
¿Qué hace falta para que Mariano Rajoy diga basta y haga, por una vez, algo que beneficie realmente los intereses de sus compatriotas?
¿Qué tiene que ocurrir para que lo poco o mucho que tengamos se invierta en creación de empleos dignos y no en sanear a una Banca, señalada como principal culpable de nuestra caída en esta desgraciada crisis?
¿Cuántas voces y colectivos han de alzarse en contra de la política que practica para que, sabiamente, se decida a rectificar y a dar un portazo a todos aquellos que se empeñan en colonizar veladamente el territorio en el que nacimos, haciéndolo suyo, para después volver a vendérnoslo por una cantidad desorbitada?
¿Dónde está el límite de este Rajoy, que desoye la voluntad de quienes le colocaron donde está, pero obedece a ciegas cualquier sugerencia de otros que han demostrado por activa y pasiva, que miran exclusivamente, por sus propios intereses?
¿Qué ocurriría, si nos negáramos a devolver lo que nos prestaron o si empleáramos el montante en paliar las necesidades más extremas que ahora nos acucian?
¿Qué nos harían? ¿Desahuciar a todo un país? ¿Invadirnos por medio de la fuerza, provocando un conflicto mayor, si otros hermanos en la desgracia, se unieran a esta iniciativa y tampoco cumpliesen con los prestamistas?
¿Qué es lo que tanto teme Rajoy y no dice? ¿No tiene acaso el pueblo español el derecho a conocer cualquier amenaza que pueda venir del exterior y a defenderse de ella, como considere más oportuno?
¿O es que en el fondo nuestra pobreza sirve también de algún modo a los intereses personales o de Partido de nuestro Presidente y en todo este asuntos subyace algo oscuro, que a toda costa debe ser ocultado a los pueblos?
Cuando se cumple el segundo aniversario del 15M, el hartazgo que la clase política y en particular,  quienes nos gobiernan, provocan en nosotros, no puede ser mayor y el caldo de cultivo que está generando esta forma de masacrar el destino de los españoles, puede estar a punto de obtener la definitiva respuesta.
Si los dirigentes no saben o no quieren implicarse en esta lucha a muerte por que los españoles podamos sentirnos seres humanos dignos, tendrá que ser el pueblo, el que, finalmente, se atreva a dar los pasos necesarios para que este Sistema de podredumbre termine de una vez.
Y ahora que no nos queda nada que perder, puede que haya llegado el momento.




martes, 14 de mayo de 2013

Memoria de un hombre bueno




Hay hombres que aunque pasan por la vida sin que nunca nadie escriba nada sobre ellos, lo hacen dejando un rastro imborrable en cuántos les conocimos, precisamente por la sencillez que consiguieron contagiarnos, convenciéndonos de la enorme importancia que las cosas pequeñas aportan a cada uno de nosotros, por el mero hecho de proporcionarnos algunos instantes de felicidad.
Y suelen ser precisamente estos hombres, cuando marchan, los que han conseguido acumular a lo largo de su existencia la mayor cantidad de riqueza que puede ambicionarse y que no es otra, que permanecer en el recuerdo de muchos de nosotros, viviendo así eternamente, aunque ya no podamos abrazarles.
Es frecuente también, que nos abandonen discretamente, como deslizándose de puntillas hacia otra dimensión, sin querer hacer daño a quienes les quisimos y su naturaleza de siempre les impusiera un último deber de no robar la alegría a los que tantas veces reímos con ellos y en lo que quisieran dejar, como voluntad última, la determinación de seguir adelante con valentía, a pesar de su ausencia.
Y sin embargo, los que hemos tenido la suerte de tropezar con ellos, en este extraño mundo de locos que nos ha tocado vivir, quedamos, como convencidos de no haber terminado de decir cuánto quisiéramos haberles dicho y con el regusto amargo de no haber podido adivinar que su marcha era inminente, para haber mantenido una definitiva conversación con ellos, o simplemente, para haber compartido algunos minutos del silencio cómplice que dice tantas cosas también.
 Luego, tras el dolor, y aprendiendo de las lecciones que nos dieron mientras pasaron por aquí, la seguridad de que la vida ofrece infinitos recursos para mantenerlos en la memoria y para reencontrarnos con ellos en las situaciones difíciles y en los buenos momentos, consiguen inyectarnos la creencia de que nos acompañan para siempre sin abandonarnos jamás .
Por eso, logramos superar la rabia inicial que nos produce el mazazo de su pérdida y al final, de otro modo, encontramos el camino del reencuentro y la felicidad de sentirlos junto a nosotros, cada cual, según su creencia o manera.
Ayer dejamos a Herminio entre el verdor de los montes de Asturias, de frente a la inmensidad de un mar por el que navegar hacia la eternidad de los sueños y con la certeza de que en cierta medida, esa misma mar, no tendrá otro remedio que devolvernos a diario, la apacibilidad de su memoria-
En recuerdo de Herminio Martín.

  

jueves, 9 de mayo de 2013

Nosotras decidimos



La cruzada personal que el Ministro Ruíz Gallardón ha emprendido contra la Ley del aborto, no es simplemente el empeño de un niño pijo en complacer al sector más conservador de su partido y a las beatas recalcitrantes que apoyadas en un puro fundamentalismo de su fe, esgrimen con una mano la bandera a favor de la vida del no nacido y con la otra, la que representa su aplauso a la restauración de la cadena perpetua o la pena de muerte, sino que se atreve a poner en tela de juicio la capacidad de todas las mujeres españolas, para decidir libremente, en conciencia, si quieren o no llevar adelante, todos y cada uno de sus embarazos.
Partiendo de la base de que una Ley que liberaliza el aborto, no obliga a nadie a hacer uso de esta práctica en contra de su voluntad, la derogación de dicha ley, sí que deja en total desamparo legal, a todas aquellas mujeres, que por las razones personales que fueren, no están preparadas o simplemente, no desean, tener en un momento determinado de sus vidas, un hijo.
Al no haberse hecho público aún el texto de la nueva Ley y ser un hecho evidente que la cúpula de la Iglesia Católica está presionando exhaustivamente para conseguir una especie de derogación encubierta, no queda otro remedio que pensar que lo que tiene en la cabeza Gallardón, nos retrotraerá a un pasado nada deseable, en el que se criminalizaba el aborto con penas de cárcel y las mujeres que se decidían por practicarlo, o se marchaban a Londres, o arriesgaban su vida en manos de algún curandero, de dudosos conocimientos médicos y menos ética.
Esta cuestión, que en general, nada tiene que ver con  el progresismo de sus protagonistas, sino casi siempre con situaciones muy concretas de imposibilidad emocional o económica, se ha convertido sin embargo, en una especie de incomprensible prioridad para un PP, que haría muy bien en centrar su atención en combatir primero el gravísimo problema del paro, que además, podría ser una de las causas principales que determinan a las mujeres a dar el paso de abortar y que reduciría en gran parte, las cifras que dan las estadísticas y que tan poco gustan a los representantes conservadores.
Se ha visto que incluso dentro de las filas del Partido en el Gobierno, se alzan voces absolutamente discrepantes con el camino emprendido por el ex Alcalde de Madrid y que han pronunciado abiertamente su oposición, a pesar de la imagen de unidad que se pretende ofrecer, desde los despachos de Génova.
¿Qué mueve entonces a Gallardón para mantener esta postura recalcitrante, que le apea de la imagen de pseudo progresismo que daba años atrás y le coloca en pleno centro del núcleo más duro de su formación, con el que siempre mantuvo disputas, hasta que decidió presentar esta Ley?
Puede que esté cansado de ser mancillado por sus propios compañeros y que haya pensado que su popularidad necesitaba de un empujón de esta categoría, para ser considerado importante, de cara al futuro del Partido Popular.
Quizá tenga razón, pero habría de pemsar que al mismo tiempo, se está ganando  a pulso la oposición en pleno de las mujeres españolas a las que deja en total desamparo y a las que roba descaradamente, el derecho natural a decidir si quieren o no convertirse en madres y en qué momento quieren hacerlo.
Tampoco es que estén los tiempos para tener muchos hijos. Sin trabajo y sin derechos sanitarios o educacionales, el futuro que espera a los nuevos españoles, no es, precisamente, gratificante y menos aún, si al nacer traen consigo alguna malformación física o mental, una vez que también se ha suprimido la Ley de Dependencia.
Así que es natural que las mujeres se lo piensen seriamente antes de continuar con los embarazos y en ello les asiste, ser las verdaderas protagonistas de estas historias.
Habrá que retomar el antiguo lema: Nosotras parimos, nosotras decidimos.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Pactar con el diablo



El pacto por el empleo que propone el PSOE y apoyan otras fuerzas políticas, en un intento a la desesperada de canalizar una salida digna de la crisis, tropieza con los primeros escollos, aún antes de nacer, en cuánto que Mariano Rajoy no se muestra dispuesto a desviarse ni un milímetro, del camino emprendido en su política económica.
El exceso de sumisión con los mandatos europeos que demuestra el Señor Presidente de Gobierno, hace prácticamente imposible al resto de las fuerzas políticas, elaborar siquiera una serie de propuestas que probablemente, nada tengan que ver con las sugerencias que se nos hacen desde Bruselas, pero que podrían paliar, al menos en parte, la desastrosa situación que presenta el panorama laboral en el país y que es, sin ningún género de dudas, el problema más acuciante que tienen los españoles.
Pero las cifras parecen ser lo más importante y la calidad de vida de cuántos habitamos España, queda relegada a la cola de las prioridades que mueven al Partido Popular, que quiere por encima de todo una reducción de la deuda, aunque para ello haya de llevar a la Nación, hasta el fondo mismo del abismo.
Puede que a los demás les mueva un afán electoral a la hora de proponer nuevas medidas, pero la responsabilidad de procurar el bienestar de los españoles y de acabar urgentemente con la desastrosa situación que padecemos, no es suya, sino exclusivamente de la formación conservadora que tiene entre sus manos la gestión del gobierno.
Así que para que el pacto funcionase, todos habrían de hacer concesiones, pero fundamentalmente Rajoy, que está viendo cómo fracasan todos los intentos que impone a base de decretos y que ha conseguido en su año y medio de gobierno, la cifra más alta de desempleados que hemos tenido jamás, sin que entre sus propuestas exista una sola que vaya encaminada a la creación de puestos de trabajo dignos.
Se ha quejado tantas veces de su soledad, de la falta de ayuda que se le brindaba, sobre todo desde las filas del Partido Socialista, que no puede empezar una negociación manifestando que sus posturas son inamovibles.
Los españoles podríamos pensar y no nos faltaría razón para ello, que verdaderamente Rajoy no está interesado en recibir ninguna clase de ayuda y que prefiere gestionar a solas los avatares que padecemos, sin nadie que pueda sugerir siquiera que abandone su humillante sumisión a los designios que le vienen dados desde el corazón europeo.
Así que los apoyos que quiere Rajoy han de ser incondicionales y nada agresivos, es decir, un plácet a las políticas que su equipo quiera desarrollar, vayan o no en interés de los ciudadanos españoles y que no fastidien para nada, la buena relación que parece tener con los prestamistas europeos.
Pero pactar con Europa, llegados a este punto de indignación, sería como llegar a un acuerdo con el propio diablo, que viene siendo el origen de todas nuestras presentes desdichas y en buena ley,  si lo que las otras fuerzas políticas quieren es abordar nuevas líneas de actuación, en vista de que las aplicadas hasta ahora no han funcionado en absoluto, ninguna de ellas querrá seguir ciegamente a Rajoy, sino intentar otras cosas, de las que pudiera obtenerse un mayor rendimiento.
Necesariamente, un buen pacto habría de empezar por plantar cara a quienes nos asfixian con sus exigencias y desde luego, por  pensar mucho más en alternativas que ayuden al crecimiento, que pasan lógicamente, por reducir drásticamente el paro que nos azota.
Si de lo que se trata es de reactivar el consumo, la imposibilidad de hacerlo por parte de los seis millones de desempleados, es evidente y si a ello sumamos el drástico recorte que están sufriendo los salarios de los pocos que tienen la suerte de permanecer en activo, incluidos los funcionarios, la posibilidad de conseguirlo es nula.
Debe pues Mariano Rajoy, pensarse muy bien de qué lado se va a colocar en esta guerra y saber de antemano, que los españoles no le perdonarán nunca si antepone los intereses europeos a sus necesidades más urgentes.
Y aunque todo nos lleva a pensar que no cederá, como suele ser su costumbre, mucho le convendría considerar que a veces, dar un paso atrás, facilita el impulso necesario para llegar antes y mejor a la meta.

martes, 7 de mayo de 2013

¿Dónde está la Justicia?



Como muchos ya esperábamos, el caso Urdangarín se le pone difícil al juez Castro y la Audiencia levanta la imputación que existía sobre la Infanta Cristina, para vergüenza de este país, tan acostumbrado, por desgracia, a este tipo de favoritismos.
 Dice la Audiencia que no hay indicios para la imputación, lo que coloca a la Infanta en una especie de limbo, al margen de su propia cotidianidad, dado el “aparente” desconocimiento que tenía, acerca de las actividades económicas de su esposo, aunque eso sí, aprovechando todas las ventajas que sus acciones le deparaban y que la hacían disfrutar de un modo de vida, muy por encima de las posibilidades que le hubieran correspondido, si el dinero hubiera sido ganado honradamente.
Habiendo seguido el desarrollo de las investigaciones, todo apunta, sin embargo a una implicación directa en estos negocios que tan buenas ganancias han obtenido y no hace falta siquiera ser un experto en leyes, para que todo un cúmulo de sospechas apunten directamente a la persona de Cristina de Borbón, como coprotagonista de las truculentas historias que organizaba su marido, con el cual, además, convivía.
Pero las cosas son en España, como son y el principio de igualdad entre los ciudadanos de este País, se vulnera sin ningún recato, cuando se trata de políticos o, como en este caso, de la realeza y la impunidad total de que están disfrutando estas castas intocables, se hace mucho más evidente cuando es apoyada al cien por cien, por el favoritismo descarado que demuestran los jueces, fallando continuamente a favor de los que pertenecen a ellas.
¿Cómo puede pues la ciudadanía creer en la equidad y confiar en un poder judicial que de manera permanente se pone del lado de los poderosos, aunque con su actitud se perjudique fatalmente, el desarrollo de la propia justicia?
Hay que reconocer que nos lo ponen tan difícil, que no queda otra opción que la de pensar que la mayoría de nuestros jueces, hace tiempo que abandonaron los principios que deben mover su profesionalidad, para convertirse, directamente, en instrumentos que maneja el Estado.
Así, casos sangrantes como los de los desahucios o los de los afectados por las preferentes, esperan sine díe, que se falle a favor de la razón que asiste a sus protagonistas, chocando a diario con un muro inexpugnable de cerrazón e indiferencia.
Claro que ninguno de ellos se llama Borbón, ni tiene la suerte de ser hijo o pariente del monarca de España.
¿No es para preguntarse dónde está la Justicia?

lunes, 6 de mayo de 2013

Ex Presidentes



No hay asunto en la política del Estado, en que no salga a la palestra alguno de los ex Presidentes de gobierno, a sentar cátedra ofreciendo su opinión, sin que nadie, que se sepa, se la haya pedido.
Deben pensar que la experiencia que vivieron, cada cual en el momento que le tocó, les legitima para intervenir a perpetuidad en los problemas que acontecen durante el mandato de otro y les falta tiempo para ofrecer una especie de lección magistral, con aires de superioridad manifiesta, sobre cómo habría que afrontar la cuestión, dando por sentado que lo que ellos proponen, acabará necesariamente, de manera exitosa.
Se pronuncian como si no se hubieran retirado y aún dependieran de ellos las decisiones de importancia que se han de tomar, poniendo en cuestión, no sólo las medidas que adopta para el momento quién realmente está en el poder, sino también lo que piensa una ciudadanía, a la que, francamente, le importa un carajo, si la vieja guardia está o no de acuerdo con las corrientes que se siguen en la calle.
Pueda que sean incapaces de asumir que su periodo de gobierno pasó y que no se resignen a permanecer en un anonimato político que les mantenga alejado de los focos de la noticia, pero con su actitud, dejan en la opinión pública una imagen de soberbia, que dista mucho de la que deberían ofrecer, una vez retirados de la primera línea de juego, bien porque perdieron unas elecciones, bien porque decidieron marcharse voluntariamente, prometiendo no volver jamás.
Aznar es un asiduo de esta práctica y de manera permanente, suele interferir en lo que sus propios compañeros de Partido resuelven, manifestándose casi siempre en contra de la forma de actuar de los que ahora llevan las riendas conservadoras e incluso azuzando al personal, queriendo ir más allá de lo que en un momento determinado pide la marcha de los acontecimientos y Felipe González, aunque menos prolijo, también se cuela, de vez en cuando, en los medios de comunicación ofreciendo su particular visión de algún hecho puntual, que o no le satisface, o se le antoja que no debe llevarse así y lo dice.
Sin ir más lejos, hoy mismo hemos podido verle haciendo una defensa a ultranza de la figura del Rey, en un momento en que la Monarquía no goza, precisamente, de la simpatía de los españoles, debido a los gravísimos errores cometidos durante los últimos tiempos por el propio Monarca y por personas allegadas a él, que deben a la ciudadanía, la obligación de predicar con su ejemplo.
Estos elogios excesivos, llaman poderosamente la atención, viniendo como vienen, de un político teóricamente de izquierdas, procedente de un Partido posicionado contundentemente a favor de la República, que al menos hasta anteayer, ondeaba en sus apariciones en la calle la bandera tricolor y que durante su más de un siglo de existencia, nunca ha sido simpatizante de las coronas, como es natural, llamándose como se llama, socialista y obrero.
Habremos de pensar pues, que son otras razones las que mueven al ex Presidente a esta especie de protectorado de la causa borbónica y que su alegato trata más bien, de ayudar a un amigo personal, que atraviesa una situación difícil, de la que no sabe cómo salir y para la que todos los apoyos son pocos.
Pero es que a los españoles no les interesan las afinidades íntimas entre personas, sean éstas quiénes fueren, y están en su pleno derecho de decidir si quieren o no seguir manteniendo la Institución de la una Corona, que no les da ahora, más que dolores de cabeza.
Así que agradeceríamos a González que si quiere prestar su colaboración al Rey, le llame por teléfono o le haga una visita en la Zarzuela, en la que pueda consolarle, cara a cara, de su pérdida de popularidad o de cualquier otro asunto que pueda inquietarle, en relación con su yerno, con Corina, con la abdicación, o con la corriente de antipatía que esta sociedad le está demostrando en la calle.




domingo, 5 de mayo de 2013

Vivir para ver


Si se pudiera medir la paciencia de los pueblos y la capacidad de sufrimiento con que soportan las dificultades que les acontecen, a causa de la mala gestión de sus gobernantes, los ciudadanos españoles serían, hoy por hoy, firmes candidatos a ganar este ranking y si además se preguntara estas mismas personas qué haría falta para desestabilizar esa capacidad de aguante, probablemente muchos de nosotros responderíamos, sin vacilar, que soportaríamos cuánto  nos sobreviniese.
Esta es la conclusión a la que se podría llegar, a juzgar por los resultados que arrojan las últimas encuestas, que otorgan, asombrosamente, al Partido Popular la posibilidad de vencer nuevamente en otra selecciones, si celebraran hoy mismo.
Ni los seis millones trescientos mil parados, ni las múltiples subidas de impuestos, ni los recortes sufridos en temas sociales, en educación o sanidad, ni la corriente de corrupción en la que parecen inmersos una enorme cantidad de políticos, han sido suficientes para dar lugar al  esperado desgaste que ansían las clases más humildes de la sociedad y todos aquellos que prevemos que el futuro que viene será mucho peor, si se continúa practicando esta  política.
La manida frase de que los pueblos tienen lo que se merecen, parece caer como una losa sobre las cabezas de los españoles y uno empieza a pensar que, en ciertos casos, responde a la más cruda y descarnada realidad.
Porque hay que ser bastante inconsciente para pensar que la semilla de los imperdonables errores que se ha sembrado durante este año y medio de gobierno, puede mañana germinar y ofrecer los apetecibles frutos que todos apetecemos, devolviéndonos el modo de vida que disfrutábamos hace solo unos años y que se ha ido desmoronando bajo nuestros pies, sin que ninguno de los políticos conservadores haya dado un solo paso para socorrernos en nuestras crecientes desgracias.
¿Cómo es posible entonces estar dispuesto a volver a otorgar confianza alguna a quienes han sido artífices de nuestros sufrimientos? ¿Qué clase de sociedad volvería a poner en manos de sus verdugos las riendas de su futuro destino, aún teniendo la seguridad de haber sido traicionada y vejada hasta la saciedad por ellos y sin que, de momento, hayan dado síntoma alguno de arrepentimiento y continúen empecinados en continuar por el camino emprendido?
¿Será que las alternativas existentes son  aún peores o que ya se ha firmado una rendición sin condiciones y se ha optado por una vergonzosa sumisión que permita al partido en el poder hacer y deshacer sin límite alguno, asintiendo a un poder absoluto, tiránico y fascista, que no tolera oposición, ni rebeldía, frente a sus más que dudosos designios?
Porque esta postura resulta absolutamente injusta para los españoles que disienten y que han decidido luchar por conservar sus derechos, entre ellos, el de poder reclamar un cambio en la manera de gobernar, en el que no caben, desde luego, ninguno de los protagonistas del bipartidismo.
Sería injusto para los españoles que nunca votaron ni votarán al PP y que durante su mandato se han entregado a la causa de los más débiles creando movimientos ciudadanos que han adquirido un peso alternativo al de las deterioradas formaciones políticas y que no están dispuestos a ceder a la estrategia del miedo que paraliza la mente de la clase media que nutre las urnas de votos conservadores , condenando a este País suyo y nuestro, al negro abismo que nos ha traído la crisis de la avaricia y que únicamente beneficia y beneficiará, a  los poderosos sin rostro, que maniatan a los políticos obedientes que ahora nos gobiernan.
¿Merecen los luchadores, los rebeldes, los que intentan un reparto más equitativo de la riqueza, la cadena perpetua que les ata al silencio, a la oscuridad y a la pobreza, sólo porque la mayoría silenciosa permanezca en la cómoda inmovilidad de su cálido hogar, sin atreverse a dar el paso que podría hacer posible un nuevo modelo de sociedad más justa para todos?
Evidentemente, no. Pero tampoco merece Rajoy un nuevo triunfo electoral y parece que lo obtendrá, si no se remedia.
Vivir, para ver.
   


jueves, 2 de mayo de 2013

Cruzada contra el débil



Las promesas que Mariano Rajoy hace a Bruselas, en contra de la voluntad de los españoles que le eligieron, van siempre encaminadas en el mismo sentido y tienen como única misión, recortar agresivamente las partidas sociales y, por ende, ir poco a poco abandonando a su desgraciada suerte a los colectivos más débiles, en una muestra de absoluto desprecio hacia las necesidades de los que sufren y  en claro beneficio de los que ostentan el poder, que al final, son los que verdaderamente están gobernando España.
Ahora el compromiso se centra en hacer desaparecer de cuajo la Ley de Dependencia y en incidir sobre el gasto sanitario del que depende la salud de los españoles, estableciendo un copago que afecta a servicios de primera necesidad, como pueden ser las ambulancias que nos transportan cuando necesitamos asistencia hospitalaria o los implantes que mejoran nuestra calidad de vida , además de la privatización de hospitales que ya se había iniciado y que tiene en pie al colectivo sanitario, con movilizaciones sine die.
La incertidumbre de los familiares de personas dependientes, acaba de convertirse en una pesadilla terrorífica de la que, probablemente, nunca despertarán y la soledad en que quedan con la nueva medida, no tiene calificativo ni justificación posible, por tratarse los protagonistas de estas historias de los más necesitados de cuidados, de cuantos habitan el territorio patrio.
Dejados de la mano de Dios y ahora también de la del Gobierno que rige nuestros destinos, se les presenta un futuro incierto en el que tendrán que volver a sufrir un sinfín de vejaciones y que, en algunos casos, podrían derivar en un destino fatal que incidirá en la ya maltrecha psicología de los encargados de su vigilancia.
Y entretanto, el lujo exhibido por el heredero de la Corona y su esposa, en la coronación holandesa, resulta un evidente agravio comparativo, que revuelve las conciencias de los hombres de bien y aumentan la ira de este pueblo, por mera impotencia de no poder hacer nada, en ninguno de los dos casos.
¿No sería más justo que Leticia Ortiz renunciara a los modelos de alta costura que luce con ostentación a diario? ¿No podrían los recortes centrarse en este tipo de  gastos superfluos, antes que en agredir los derechos de los débiles y las prestaciones que son necesarias al conjunto de la población española?
¿Cómo puede un católico declarado, faltar así al mandato esencial de su propio catecismo y a la vez, mantener las subvenciones de que disfruta la Iglesia, en detrimento de las capas más humildes de la sociedad que gobierna?
¿Hace examen de conciencia Mariano Rajoy?
¿Qué piensa cuando está en soledad? ¿Duerme tranquilo mientras traiciona a los españoles y entrega su bienestar, a cambio de las treinta monedas que ponen en su mano los colonizadores del SXXI?
Por enésima vez: nunca hubo un presidente peor en España y ojalá la historia se lo demande.