jueves, 30 de junio de 2011

Brazos caídos en Europa

No cesan los graves disturbios en Grecia, donde los trabajadores son reprimidos duramente mientras sus políticos acuerdan estropearles el futuro, sordos al clamor que suscitan sus decisiones para suavizar levemente la ruina a la que han conducido a su Nación, cayendo en las manos de los peores usureros de toda la historia.
La desesperación absoluta de los griegos, que naturalmente, no se sienten culpable de la situación en que se encuentran y por tanto, se niegan a pagar los vidrios rotos de la hecatombe que ha organizado su clase política, queda perfectamente reflejada en el ahínco que le ponen a su protesta y en la contundencia de su lucha, que se ha cansado de las vías pacíficas para pasar directamente a la acción, sin que se sepa qué consecuencias traerá el encarnizado enfrentamiento que protagonizan.
También en Inglaterra se convoca una huelga , en respuesta a los drásticos recortes propuestos por los conservadores y los funcionarios se echan a la calle, de momento sin incidentes, con la esperanza de poder parar el avance de las nuevas medidas, que en cierto modo, les igualan con sus colegas españoles, a quienes ya se les recortó el sueldo.
Se mueve Italia y Berlusconi agota los que parecen ser los últimos cartuchos de su mandato, acelerando proposiciones que beneficien a la clase capitalista a la que pertenece, por si, como parece, tiene que abandonar el mando en manos de sus oponentes, para no quedar descolgado del club de mandatarios que manejan el cotarro en el viejo continente.
Nuestros indignados empiezan a organizar el verano, temiendo una desbandada generalizada hacia lugares climatológicamente más benignos y hablan ya de presentar propuestas serias a principios de otoño, coincidiendo seguramente con el mutis de ZP y la entrada triunfal de Rubalcaba como nuevo candidato de los “socialistas”.
No descansan la alemana y el francés en su imparable camino hacia el colonialismo encubierto que practican, y no paran de elucubrar la manera de acabar con el poco poder adquisitivo que aún queda a las clases humildes, para favorecer su supremacía con los réditos que generará tanto préstamo a los hermanos pobres y tanta productividad regalada, durante largas jornadas de trabajo,
a cambio de menos salario..
Sería verdaderamente aconsejable una convocatoria de Huelga General que paralizara Europa completa y que dejara claro a los políticos que también los de abajo tienen la potestad de ejercitar la fuerza y el derecho de hacerlo, en defensa de una restitución inmediata de los derechos que tan sibilinamente, se les ha ido arrebatando.
De este modo, la unidad forzosa de los países de la Comunidad, tendría por fin un aprovechamiento real para los que la habitamos y las pérdidas producidas por el paro, aunque sólo fuera de un día, daría idea a nuestros dirigentes de lo que podría pasar si se continuase sin oír la voz de los que verdaderamente, mueven el mundo.
Es muy probable que la aceptación de esta idea corriera como la pólvora entre la multitud de damnificados que ha dejado esta crisis y afianzara la posición que han empezado a ocupar en el mapa, subiendo sus posibilidades de poder cambiar el rumbo del mundo.



miércoles, 29 de junio de 2011

La última sesión




Con el profundo reflejo de la soledad escrito en la mirada, el Presidente Zapatero se ha dirigido al Congreso de los Diputados, en una última y patética tentativa de justificar su política y flanqueado por sus correligionarios más fieles, aunque no ha conseguido aminorar el aluvión de críticas del resto de la Cámara, ni recuperar un ápice de la confianza perdida, por parte de los espectadores que han querido ver la retrasmisión, ofrecida por los canales públicos a lo largo de todo el día.
Nada se ha dicho que no sepamos ya los españoles, ni tampoco se han esbozado medidas por parte de la oposición, que pudieran hacer entender un cierto desahogo para la economía de las clases populares. La reiterativa música del Partido Popular reclamando elecciones anticipadas, en un momento muy oportuno para él, no ha dado paso, como sería de esperar, a un anticipo del programa con el que piensa gobernarnos si accede al fin al trono de Moncloa y se limita a una tediosa enumeración de los errores de los otros, como suele ser habitual en cada una de sus intervenciones, sin excepción que confirme la regla.
En su línea también, los camaleónicos nacionalistas, que lo mismo critican severamente leyes y argumentos que no les favorecen, que a los diez minutos prestan su apoyo incondicional a lo que antes odiaban, sin percatarse de que quienes miramos, gozamos de memoria e inteligencia.
Llamazares, reclamando con toda la razón un mayor protagonismo en la sede parlamentaria y una nueva ley electoral que coloque a cada cual en su sitio, según el número real de votos obtenidos, e intentando que se le de mayor importancia a lo que está sucediendo en las calles, pero con poco resultado, como tristemente viene ocurriendo desde que los comunistas perdieron su fuerza, tras la marcha de Santiago Carrillo.
Rosa Diez, sin haber conseguido olvidar sus diferencias personales en política antiterrorista y en ataque directo a quien la apartó de su endiosamiento particular, aprovechando la ruinosa situación que ahora se ve obligado a soportar, para machacar al caído con cierta saña irreverente.
El cruce de miradas con su sucesor, y la seriedad del rostro del vicepresidente, resaltando la evidencia de la extrema dificultad de los tiempos y la negrura de un futuro incierto, con el que tendrá que lidiar en una carrera contra reloj, sin precedentes en las anteriores convocatorias electorales.
Nunca hubo una sesión parlamentaria con una densidad igual en el ambiente, ni un discurso más vano en boca de ningún otro presidente, desde la muerte del dictador.
Mientras, el Presidente de la Junta Andaluza, ofrece un escaño a los indignados desde el que defender las propuestas que llevan reclamando en la calle, en una tribuna más trascendente.
Pero sobra dignidad para aceptar caramelos envenenados y experiencia en distinguir engaños, después de lo vivido con la clase política que nos ha llevado a la situación que soportamos.
La sensación de que se ha desperdiciado impunemente la oportunidad de desmarcarse de las líneas dictadas por los Señores de la Economía, late con fuerza en el corazón del pueblo y habrá de pasar mucho tiempo y cambiar mucho las cosas para que olvidemos esta experiencia.
Marcharse por la puerta de atrás precipitadamente, no aporta precisamente bondad alguna a la imagen deteriorada que ya teníamos de nuestro presidente y haber allanado el camino a la derecha para que llegue al poder triunfante, es la peor traición cometida contra la clase obrera, que se haya conocido, en ningún partido socialista.
Los vanos aplausos de sus compañeros, la adulación efímera que representan, son el camino directo hacia una salida que lleva directamente a la soledad. Quizá allí pueda reflexionar Zapatero y horrorizarse con el reflejo de su propia imagen proyectada en algún espejo.

martes, 28 de junio de 2011

Manías y rarezas de una abuela en ciernes





A una estas cosas, casi siempre la pillan por sorpresa. Es un tema, en mi caso, del que llevas años hablando, no sabría decir si porque en todos nosotros subyace el instinto natural de perpetuar la especie, o porque en el fondo nos parece que tener hijos puede llegar a ser una experiencia irrepetible y la deseamos con ahínco para todos los que queremos.
El caso es que enterarte que vas a ser abuela te transforma la vida. Al principio, con la lógica alegría de la noticia, te parece que sigues siendo la misma y hay unos días de plena euforia en que te pasas el tiempo queriendo encontrarte con los amigos para contárselo o colgada al teléfono, informando de la novedad, como si el tuyo fuera el último vástago que fuera a nacer en la tierra.
Después viene la etapa en que te entristece pensar lo rápida que ha pasado la vida y cuántas otras cosas podrías haber hecho, de haber aprovechado el tiempo en algo útil, en lugar de perderlo, por ejemplo, emborronando papeles con versos y prosas, que nunca te han reportado ningún beneficio.
Y una vez superada la melancolía desastrosa que te hace mirarte constantemente en el espejo, buscando una imagen semejante a la que recordabas en la abuela que un día tuviste, y a la que no te pareces para nada ni en físico, ni en edad, ni en estilo, asumes la situación y decides ejercer plenamente el papel que te ha regalado la suerte, revolucionando tu anárquico modo de vida, sobre todo pensando en que lo que está por venir, no tenga que avergonzarse de las locuras de una señora que ya peina alguna que otra cana.
Empiezas por alucinar con el increíble progreso tecnológico que te permite ver al bebé a las pocas semanas de ser concebido y te sorprendes a ti misma perdiendo la vergüenza al enseñar a todo bicho viviente la primera ecografía, asegurando que ves con toda claridad la fisonomía del pequeño, en un trozo de papel emborronado con líneas en blanco y negro, donde apenas se adivina un amago minúsculo de lo que será una persona completamente distinta.
Para entonces, ya has entrado a formar parte del club de futuras abuelas y tropiezas por casualidad con más embarazadas que las que has visto el resto de tu vida y todas tus conversaciones empiezan misteriosamente a girar sobre el monotema de la paternidad, sin que las circunstancias te permitan salir de la vorágine que te envuelve haciéndote retornar al mismo sitio.
Se te despiertan curiosas aficiones que almacenabas desde tiempos inmemoriales en el baúl de los recuerdos y empiezas a tejer ropita de bebé, comiéndote la cabeza para poner en pie puntos que te enseñaron cuando eras apenas una niña y tu madre trataba de entretenerte con un trozo de lana y unas agujas, para que dejaras de darle la lata con tu insistencia.
Te pones a comprar revistas de confección para niños y te emociona mirar a los rollizos modelos que la lucen, imaginando ya cómo le sentará lo que traes entre manos a tu nieto y hasta te enorgullece elegir lanas, lazos y botones con que rematar la faena del momento.
Ya no miras escaparates de ropa, sino cunas, carritos y bañeras, sillitas para el coche, vestidores, álbumes de fotos decorados con elefantes y jirafas, minúsculos deportivos de colores chillones, móviles para colgar del techo y hasta biberones y chupetes de variadas formas y colores, a juego con la palillera y la cucharita, siempre en materiales que no puedan dañar la delicada naturaleza del recién nacido.
Cambias tus lecturas por textos que glosen tu anticuada idea de la maternidad, buscas en Internet consejos sobre la educación de los niños de hoy y no pierdes de vista, ni un momento, la evolución del vientre de tu hija, al que incluso hablas de vez en cuando con la ilusión de que su habitante empiece a reconocer tu voz.
Te comen los nervios por averiguar el sexo de lo que viene y sugieres mil y un nombres a quienes probablemente, ya tienen decidido cuál le pondrán cuando se enteren de si es niño o niña, extremas las precauciones con la madre, como si el embarazo la hubiera despojado de su inteligencia y te agotas dándole vueltas a la posibilidad de que alguna complicación pudiera frustrar todo este alboroto que te está encantando vivir.
No sabes qué pasará cuando por fin aparezca el auténtico protagonista de la historia, aunque intuyes que serás suya para toda la vida en cuanto le veas por `primera vez y que algún día podrás contarle, cuando los dos seáis mucho mayores, el hechizo que supuso en tu vida la buena nueva de su llegada. Para entonces, te habrás acostumbrado al color de su risa y a su imprescindible presencia en cada momento del futuro y con toda probabilidad, habrás vuelto a ser tú, sin poder creer siquiera que hiciste todas estas cosas que ahora te parecen normales sin serlo.

lunes, 27 de junio de 2011

La voz de quien todos sabemos

Con la satisfacción de haber sentado en los Ayuntamientos del País Vasco a una buena cantidad de adeptos a su ideología, Arnaldo Otegui vuelve a los tribunales, para ser juzgado por otro de los delitos que se le imputan, en este caso amparado por la legalidad que han otorgado los votos a las listas de Bildu y por la fuerza que da saber que no está solo en su propio territorio.
El que durante años ha sido considerado de manera tácita como la voz política de ETA, esgrime ahora una actitud de cierta moderación, para no incurrir en ninguna ilegalidad que pueda perjudicar las labores de sus compañeros con mando en las instituciones, e incluso deja entrever que de momento, no habrá atentados que puedan interferir en el trabajo que ahora inician los abrtzales en multitud de pueblos y ciudades.
El PNV sin embargo, abandona su oscura ambigüedad para dolerse de la poca consideración en que se tiene su labor durante todos los años de la democracia y del aprovechamiento descarado que los recién llegados están haciendo de su lucha, sin que durante los tiempos pasados se les haya visto siquiera, un amago de arrimar el hombro para solucionar los problemas que preocupaban en su autonomía.
De nada les ha servido, parece, guardar la ropa de los que estaban fuera de la ley con tanto ahínco, si ahora son, como parece, ninguneados por los mismos que antaño resguardaron bajo su amplio manto, cuando las cosas se ponían feas para ellos y las autoridades nacionales reclamaban su detención por toda suerte de delitos terroristas, muchos con resultado de muerte.
Es curioso que el más mínimo roce con el poder sea ya capaz de dulcificar las posturas radicales de los separatistas, férreamente anclados a peticiones inamovibles que eran reclamadas, una y otra vez, sin ninguna oportunidad de negociación o respuesta.
Han bastado unos años en la sequía de la indiferencia y el olvido, para aprender a valorar lo que de bueno tiene ejercer el mando, con dinero fresco que llene sus arcas y sin tener que preocuparse por buscar otras fuentes de ingresos que las que aporta el Estado Español, que tanto detestan.
Puede que los nacionalistas que no dudan en prestar su apoyo a cualquier Presidente de Gobierno que lo necesite, sea cual sea su ideología o su tendencia, creyeran que ahora se iban a repartir el pastel como buenos hermanos euskaldunes, pero la realidad de sus amigos radicales, tiene otras miras profundamente distintas y desde el primer día, han dejado claro que hay que establecer diferencias que no confundan a sus votantes con una mezcolanza difícil de digerir para los que no comulgamos ni con unos ni con otros.
No ha tardado en llegar la decepción de la burguesía peneuvista y aunque lo tienen merecido, no deja de ser curioso el pago que están recibiendo de los cachorros que tanto se afanaron por educar a su imagen y semejanza, en las ikastolas que crearon en cada punto de sus fronteras.
Pero no han de esperar otra cosa que lo que hasta ahora están teniendo y habría que confesar que más de uno se regocija con las amargas lágrimas de Urkullo, sin sentir la menor compasión por los que siempre fueron un poco cómplices de las oscuras estrategias de ETA.
Es probable que Bildu, igual que Rubalcaba, desee apuntarse en solitario el tanto del restablecimiento de la paz en Euskalerría, con o sin negociación por medio, pero desde luego, libre de incómodos socios que ensucien su imagen victoriosa si esto, como se espera, llega a producirse en un corto espacio de tiempo.
Puede que la carta en la manga del PSOE sea esa y su condescendencia con los devaneos de los abertzales en los ayuntamientos, venga acompañada de un premio que para sí quisiera, seguro, Mariano Rajoy, que reza a todas las vírgenes del santoral para que el abandono de las armas espere hasta después de las elecciones generales que piensa ganar por goleada.

domingo, 26 de junio de 2011

El cinturón del ciudadano




El último idilio entre el gobierno y los nacionalistas, dará como resultado la aprobación del debate sobre El Estado de la Nación, falsificando descaradamente el descontento que bulle en el País, con una buena capa del mejor maquillaje político, elaborado en las salas internas de nuestro Parlamento.
Relegado a un segundo plano por la irrupción de Rubalcaba como cara visible del PSOE, el Presidente Zapatero trata de vender su gestión, como la única salida posible a la interminable crisis que nos azota, prometiendo que las medidas tomadas en el último año, empezarán a dar sus frutos, en forma de puestos de trabajo, en cuanto se completen los aún ignorados recortes, siguiendo las órdenes recibidas desde Europa y con presupuestos mucho menores que los manejados hasta el día de hoy.
Su carrera contra reloj para no ser equiparado a los hermanos pobres que se han visto obligados a aceptar ayudas usureras para remontar del bache al que han sido empujados, hace que su política de la sensación de apresurada y poco meditada, mientras va perdiendo la poca confianza que le quedaba, a ojos de este pueblo que ya lo mira como el peor presidente de la Democracia.
Sin admitir en ningún momento sus dramáticos errores, vuelve a exigir esfuerzos irrealizables a todos aquellos que ya se encuentran en el umbral de la pobreza, como si el cinturón del ciudadano tuviera una longitud infinita, en la que poder ir saltando agujeros indefinidamente, sin que se resienta un modo de vida, que ha pasado de la comodidad a la desesperación de no tener las necesidades primarias cubiertas.
La interesada palmada en la espalda de vascos y catalanes, ávidos de obtener prebendas para sus autonomías y sabedores de su auténtico poder en el Estado español, colabora matemáticamente a que no se consume la ruina del partido que Zapatero representa y lo mantiene en la cuerda floja del poder, hasta cumplir la legislatura, sin que se vea forzado a convocar nuevas elecciones, aún no sabemos a qué precio.
Por tanto, no pagamos igual la crisis el resto de los ciudadanos y mientras las citadas comunidades obtienen sendos beneficios de su apoyo incondicional a la cabezonería del presidente, las otras, nadan en un mar de desesperanza teniendo que aportar, con su esfuerzo, las rentas prometidas por el gobierno a sus amigos nacionalistas, soportando el amargo sabor de ser ninguneados por los juegos malabares de quien tanto amor parece tener al poder.
Nuestra situación no puede ser más desastrosa. A los recortes generales infringidos por la nefasta reforma laboral vigente, habremos pues de añadir, la merma paulatina de prestaciones sociales necesarias, a la vez que contemplamos indignados cómo mejoran las condiciones en otras partes del territorio nacional, donde se cobran sueldos más altos por hacer las mismas funciones y se disfruta de un nivel de vida, que nada tiene que ver con la vergüenza de tener que cobrar subsidios para llegar a fin de mes.
La maniobra de distraer la atención de los ciudadanos con las peculiaridades de Bildu, por ejemplo, es una vileza sin parangón que trata de ocultar males mayores, como la creciente brecha de desigualdad que nos hace descender a la segunda división del país y que no nos deja avanzar hacia el futuro en buena lid, con vascos, catalanes y todos aquellos que tengan la llave que permita el gobierno.
Esta burda manipulación de las masas, unida a la indignación generalizada que se manifiesta en las calles, terminará por estallar de algún modo en alguna parte, si más pronto que tarde, no se da un paso atrás y se establece como quehacer prioritario la reforma de una ley electoral que acabe de un plumazo con la tiranía desmedida de los que menos votos necesitan para adquirir escaños.
Hace tiempo que el cinturón del ciudadano se rompió y ya no existe, materialmente, la posibilidad de apretarlo más sin llegar al colapso que provocaría un ahorcamiento consentido.
Se podría probar a reducir gastos militares, a cerrar las diputaciones, a prescindir de la familia real, a auditar en profundidad Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, a olvidar la primera clase en los viajes de los políticos y también los hoteles de cinco estrellas y los restaurantes de cinco tenedores en las reuniones en las que se esbozan lo que tendríamos que ahorrar los demás. Tampoco vendría mal una estricta ley de incompatibilidades que les prohibiera cobrar más de un sueldo o prescindir de obras faraónicas inservibles como las que tanto agradan al Partido popular, por ejemplo.
Y la medida estrella; nacionalizar la banca. Aunque esa es otra historia y estos si que son verdaderamente intocables.

jueves, 23 de junio de 2011

Sentando precedentes

No le ha temblado la mano al Primer Ministro griego, a la hora de elaborar las más drásticas reformas conocidas hasta el día de hoy, en contra de los derechos de sus propios trabajadores, sentando un fatal precedente, que podría ser seguido por otros países en recesión, cuyas economías penden ahora del fino hilo tejido por los usureros que los codician.
Paga el trabajador, por enésima vez, los efectos de la crisis de la avaricia y de nuevo queda en total impunidad el sistema bancario, auténtico artífice de la ruinosa situación de los Estados, como si su negocio estuviera libre de cualquier riesgo y sus pérdidas hubieran de ser asumidas por los ciudadanos, que han de subsanar íntegramente su importe con el fruto obtenido de su trabajo y la merma de prestaciones que se habían conseguido conquistar con la lucha de nuestros antepasados.
Ni un solo líder europeo se atreve a mencionar la posibilidad de un cambio profundo, de un sistema que se ha convertido en la peor dictadura sufrida por la clase obrera, desde que abandonó los campos para afincarse en las ciudades, al amparo de una Revolución Industrial, que intentó y consiguió su explotación desde el primer momento.
Están, demasiado endeudados en la maraña del capitalismo, como para sugerir siquiera una modificación drástica de este neoliberalismo caníbal, que acabará fagocitándose el poder adquisitivo de las clases humildes, situándolas en el umbral de la pobreza, mientras se nutre de la totalidad de los beneficios que genera su esfuerzo, que ya empieza a no cubrir sus necesidades más elementales.
La voz del amo es clamorosamente exigente con los gobiernos y los que los representan han pasado a ser meros títeres sin voluntad e ideología, llevados aquí y allá por los interesados defensores de una mayor utilización del rendimiento que producen los demás.
Hemos quedado relegados al último lugar de la sociedad, convirtiéndonos en parias sin voz para los que ocupan los Parlamentos, naturalmente, sin otro poder decisorio que el que les viene dado desde el poder absoluto de los grandes capitalistas, y aguardamos aún tiempos peores, con la sola esperanza de ser capaces de producir un milagro con la fuerza pacífica de los movimientos de la calle, mientras un gigante colosal nos retuerce el cuello sin un atisbo de compasión por la situación en que nos deja.
Habría ahora que encauzar el esfuerzo de nuestra lucha en las plazas, hacia el apoyo incondicional que merece el pueblo griego, que será el primero en sufrir en carne propia el despojo casi total de derechos establecidos y fundamentales, sin que su clamorosa protesta sea tenida en cuenta por los mercaderes que lo gobiernan y que se niegan a abandonar el poco poder que manejan, a pesar de haber conducido a los suyos a la más absoluta ruina
No sirven las palmadas en la espalda de otros socios europeos ofreciendo las míseras migajas de su apoyo, ni las reuniones de las cabezas visibles del Continente, por cierto esbozando sonrisas que, para nada, se corresponden con el gravísimo periodo que atravesamos, gracias a su gestión económica, dicho sea de paso.
Se impone atajar la cuestión de raíz, segando cualquier posibilidad de que las medidas puedan ser llevadas a cabo ni en Grecia, ni en cualquier otra parte y la ciudadanía europea, debe ser un ejemplo de cohesión que no transija, bajo ningún concepto, con este nefasto precedente que abre las puertas a los demás para calcar estas imposiciones deplorables, en un futuro próximo.
No hay mayor verdad en este momento, que la distancia entre políticos y pueblo. No son nuestros representantes, aunque los hayamos elegido. Y no lo son, porque carecen de la honestidad suficiente para posicionarse al lado de la justicia y escribir una historia que favorezca a la humanidad y no a las entidades financieras que solo pretenden dominarla.


.

miércoles, 22 de junio de 2011

Requiem por la cuna de la Democracia

Mientras el pueblo griego se congregaba con clamor unánime a las puertas de su Parlamento, reclamando una salida digna para los múltiples problemas que acosan su estabilidad nacional, sus políticos, ausentes en su urna insonorizada y rechazando la cruda realidad que se vive en sus propias calles, aprobaban la moción de confianza que solicitaba Papandreu, otorgándole carta blanca, para seguir con sus drásticos recortes a los derechos de los trabajadores y su indigna posición de servilismo ante los mandatos venidos de Europa.
La lenta agonía de la cuna de la Democracia, se prolonga así por medios artificiales, que no hacen otra cosa que aumentar su considerable deuda y la ponen a los pies de los usureros y prestamistas, dejándola a merced de las exigencias de los Estados de primera magnitud y condenándola a una muerte segura que acabará con su identidad milenaria.
Evidentemente, la resolución adoptada por el Parlamento, satisface a la cancillera alemana, ya que ayuda considerablemente a su propósito de hacerse con las riendas del Continente y la aupa un poco más hacia el indiscutible liderazgo que le permitirá, no sólo gobernar su propio territorio, sino ir paulatinamente tomando posiciones de fuerza en otros que, como éste, se tambalean en la cuerda floja de la ruina, sin otra solución que acudir a la ayuda interesada ofrecida por los amigos íntimos de la banca y sus adeptos más cercanos.
Tiemblan Irlanda y Portugal contemplando horrorizados la desmembración helena, acogotados por la similitud entre sus casos y el de Grecia, pero aún en una grada inferior, luchando denodadamente contra la enfermedad, pero con pésima sintomatología y muchas posibilidades reales de caer también a la negrura del abismo.
Un poco más distanciado, no mucho, nuestro gobierno se apresura a cerrar nefastas reformas laborales, aprobando aceleradamente leyes que inciden muy negativamente contra la clase obrera e intentando por todos los medios ignorar la presencia cada vez más contundente, de los movimientos ciudadanos en la calle, aumentando la brecha ya existente entre su posición y la nuestra, sin bajar por un solo momento a la realidad para entender los auténticos problemas y carencias que padece la indefensa ciudadanía que les proporciona el sustento.
Calla América, intentando hacernos creer que estamos libres de su injerencia en nuestros asuntos, dejando a la alemana soñar con que algún día gobernará la tierra. Y su silencio chirriante, resulta escandalosamente significativo viniendo de quien viene, acostumbrados como estamos, a la permanente tutela de la primera potencia mundial sobre las naciones y los pueblos.
En Belfast, crecen los disturbios entre católicos y protestantes, en una especie de anacronismo que nos traslada casi a épocas medievales, cuando lo más importante eran las religiones y el hombre no era más que su instrumento para alcanzar poder, por encima de la vida y la muerte.
El triste panorama que se cierne sobre nosotros, abre las heridas de cuajo y nuestros corazones sangran profusamente por la caída en picado de doctrinas e ideologías que, antaño, fueron capaces de sustentar nuestras vidas.
No queda sol sobre los cielos de Europa. Los cubre un gigantesco panel salpicado de cifras que augura una interminable sequía para el futuro de sus habitantes.

martes, 21 de junio de 2011

Dejando volar al pensamiento

El viento de Levante arrastra el comienzo del verano hasta las ciudades del sur, emborrachando las neuronas con borbotones cálidos que anulan cualquier opción de claridad en los pensamientos y nos empuja a la búsqueda desesperada de umbrías en la que suspirar profundamente añorando la bonanza climatológica de otras estaciones, menos agresivas con el organismo y más interesantes para la contemplación y la vivencia, imposible en las condiciones que nos vemos obligados a soportar en esta zona, que según dicen, acabará por ser desierto.
Apenas queda un poco de energía para dedicar a la escritura y resulta difícil la elección de otro tema que no tenga que ver con aquellos que decidimos tratar casi a diario, dado que su vigencia se ha convertido en la constante vital que nos acompaña, por los tortuosos caminos que han construido para nosotros, los encargados de dibujar nuestros destinos.
Pero hoy las apetencias se dispersan por los derroteros de la apatía y el estío inyectado de repente en las venas, domina las perspectivas creativas imposibilitando a la inteligencia discurrir razonablemente, para hilar la pequeña historia que transcribo a diario, mientras me arrastra irremediablemente al reino de la ensoñación y la pereza, sin que se pueda esperar gran cosa de mí imaginación, dormida ahora en los dulces brazos de la caída larga de la tarde.
Pienso en los más cercanos, en la apacible bondad que me ofrecen a diario sus rostros, afanosamente desligados de la crueldad del entorno hostil que nos circunda y que son en definitiva, la razón poderosa que me mueve y que no me permite renunciar a la ilusión de cambiar el aspecto del mundo, ni negarme a la entrada de los sueños que anhelo desde mi más temprana juventud.
Haraganeo conscientemente, dando la espalda a la profusión de malas noticias que se cuelan en mi casa a través de los medios intrusos, haciendo oídos sordos a los vaticinios de los agoreros, a las tragedias muchas veces cómicas, de los países y a la cháchara reiterativa de los aburridos políticos y vuelo a los lugares en que se asientan los que quiero aunque no estén cerca, porque en esto del corazón, no existen las distancias.
Me asalta la primera imagen de mi futuro nieto, flotando en la calidez del vientre materno, ajeno a cualquier vicisitud que pueda herir su paz menuda, o modificar el camino que acabará por convertirlo en persona para que empiece la larga vida que tiene por delante.
Estrecho lazos que durarán toda la vida, probándome a mi misma que no hay sentimiento mejor que la querencia y sé que dentro de los otros, unos al lado y otros lejos, habita una reciprocidad grande que desconoce las fronteras y el triste sabor del olvido.
Y me hace bien esta holgazana soledad que me retrotrae al interior acabando de un plumazo con cualquier sentimiento de ira que pudiera cruzárseme, enrareciendo el aire que respiro con malos augurios que pudieran llevarme a perder las pequeñas cosas que tanto necesito.
Nunca he dudado de la autenticidad del ser humano cuando, sin móvil aparente, te dice que eres necesario en su vida. El mundo entonces, en esos instantes imperceptibles y pasajeros, se detiene cediendo el paso a la grandeza de lo verdadero y lo demás carece de importancia, como si el resto del tiempo ya no tuviera sentido para seguir su transcurso implacable y eterno.

lunes, 20 de junio de 2011

Colonización encubierta




En vista de que no pudieron, en su momento, trasladar el Partenón a Francia o Alemania, para exhibirlo en uno de sus Museos repletos de obras de arte, fruto de la rapiña de sus antiguas pretensiones expansionistas, parece ahora llegada la oportunidad de acabar comprando Grecia completa a precio de saldo, viéndose así colmadas las expectativas de los que manejan las riendas de Europa desde una posición económica que acogota a diario a los sufridos pobladores de Naciones menos afortunadas, en esto de las finanzas.
El pueblo griego afronta una nueva oleada de recortes en los salarios y otras medidas sancionadoras impuestas por el “maravilloso” eje franco-alemán, sin poder prever qué nuevas humillaciones le deparará un incierto futuro que depende, en su totalidad, de la interesada intervención de la banca y cuyo precio probablemente acarreará una pérdida absoluta de identidad, sin que el grito desesperado de las masas en la calle consiga paralizar los nefastos efectos de una reestructuración, que amenaza con una espada de Damocles la libertad de decisión de este país milenario, ahora arrastrado a los pies del sistema capitalista, sin posibilidad de resurrección a corto plazo.
Siempre tuvieron franceses y alemanes un gusto exagerado por el colonialismo, un afán desmedido por la ampliación de horizontes, ignorando olímpicamente los derechos de los pueblos conquistados, como si la felicidad de los demás hubiera de estar directamente relacionada con vivir bajo su mandato y obedecer sin pestañear sus órdenes, renunciando a la libertad que otorga el hecho de gobernar la tierra propia.
Ahora que están crecidos con la rápida recuperación de la crisis y que pueden presumir abiertamente de su sospechosa amistad con los administradores de bienes y fortunas, a los que adoran como al becerro de oro, parece que disfruten con ver, uno a uno, arrodillarse a sus pies a los hermanos pobres del Continente y andan, como perros de presa, tras la pista de los errores de los pueblos, para intentar más pronto que tarde, una intervención solapada en las maltrechas economías ajenas, proclamándose sus salvadores in extremis, a la vez que van obteniendo beneficios para las suyas, mientras instalan sus empresas en los territorios de los más desfavorecidos y trasladan a los cerebros que allí hubiere, a un lugar convenientemente preparado para explotar su potencial, al mínimo costo posible.
Y lo hacen, como si su socorro fuera gratis y les moviera una caridad altruista que nada espera de aquel a quien acorralan hasta dejarlo contra las cuerdas sin oportunidad de remonte, como si sus malévolas intenciones pudieran quedar ocultas a los ojos de los ciudadanos y sin el más mínimo atisbo de recato en sus exigencias de imposible cumplimiento y todo esto, mientras el desempleo va adquiriendo cifras realmente alarmantes y los trabajadores ven mermados sus derechos sin compasión, hasta retroceder un par de siglos en sus condiciones laborales.
Creo que incluso se habrán propuesto instalar un Olimpo desde el que gobernar la vida de las personas, despojándolas de su libre albedrío para situarlas exactamente en la tesitura que para ellas se pretende. Seguramente, porque tienen claro que los pobres y los ignorantes son susceptibles de ser manejados con mayor facilidad y su precio acaba siendo más bajo a base de irles arrebatando la dignidad mientras se los sitúa en el umbral de la desesperación y la angustia.
Esto hace tiempo que dejó de ser Europa. Ahora es un feudo de rígidas normas con dos gobernadores implacables, ávidos de poder y riqueza, capaces de cualquier atrocidad por asentar las bases de su dominio.
Los demás, los siervos, aún no hemos despertado de la mayúscula sorpresa de ser ninguneados, alienados y pisoteados hasta la saciedad por la alargada sombra que proyectan estos nuevos dictadores, asesinos de identidades nacionales y conciencias de clases.
Cuando hayan terminado con Grecia, empezarán con Portugal o Irlanda y así, sucesivamente, hasta haber creado un Imperio.


domingo, 19 de junio de 2011

Una marea de indignación



Prolongar la estrategia de no prestar atención a lo que sucede en las calles de nuestro país, no va a servir de nada a los políticos.
Una marea de indignación se ha colado en las casas anegando nuestro pensamiento con su color de esperanza y empujándonos a dar ese paso adelante, que nos sitúa en un plano diferente al que defienden las obsoletas instituciones de los poderes constituidos.
De nada sirven las maliciosas intenciones de la madrastra de Cenicienta y el chusquero francés, ni su desmedido interés por arrastrarnos hacia los brazos de un capitalismo feroz que nos ahoga con sus perversas caricias.
De nada sirve la vergonzosa esclavitud de nuestro gobierno, ni la de los otros hermanos pobres de la madre Europa, que necesitan ser rescatados por la usura de los enloquecidos banqueros que antes los arrastraron hasta el abismo en que se encuentran, con cantos de sirena que prometían bonanza eterna.
De nada, las reformas al servicio descarado de los poderes establecidos, ni los sacrificios exigidos a quemarropa a los trabajadores por los que dicen actuar en su nombre mientras se alejan cada vez más del camino trazado para que todos podamos vivir de manera digna.
Se impone la verdad en la voz de los desheredados de la tierra y no hay mordaza capaz de restringir el sonido que se escapa de las gargantas enfervorecidas de los que reclaman justicia, con toda la razón de su lado y sin dejar entrar al desaliento.
Hoy, una multitud muestra toda su indignación por las avenidas procurando un futuro diferente al que por exigencias del guión, se nos intenta imponer desde las posiciones enrocadas de los que rigen el mundo con la calculadora en la mano y su marcha jubilosa, es el anuncio de una nueva revolución que ya no se mira en los espejos de ningún pasado conocido, ni se deja manipular por la verborrea fácil de los embaucadores con escaño.
El pueblo ha encontrado su sitio lejos del discurso ininteligible de quienes ignoran su existencia para las decisiones de peso y va de puerta en puerta acudiendo a los problemas cotidianos, tan comunes en todos los hogares, buscando soluciones inmediatas que suavicen las desgracias de los que consideran como parte de su propia esencia.
Esto no hace otra cosa más que demostrar la ineficacia mayestática de los que dicen representar a los votantes, pero que ignoran sus auténticas necesidades, casi siempre perentorias, con infinito desprecio, la profunda indefensión sufrida por la totalidad de los ciudadanos y la urge desligarse del infortunio augurado por la mala gestión ejercida durante años, aprovechando el letargo de una sociedad dominada por la mentira engañosa de un bienestar ficticio y pasajero.
Podrán pactar, denostar con sus críticas destructivas el pacifismo indiscutible de los movimientos, alimentar falsas esperanzas de que al final se acabará obedeciendo a los decretos aniquiladores de humanidad que firman a diario con avaricia desmedida y hasta soñar que no existe la indignación, tratando de borrar la realidad de su aburrida vida cotidiana de ostentación y prepotencia, pero en cada esquina estará, sin duda, alguien que les recuerde que es capaz de mover el mundo hacia horizontes mucho más limpios y ya no cesará el látigo de la verdad azotando la cara oscura de la ignorancia y el silencio.
Hay otra forma de vida y nos hemos propuesto encontrarla.

viernes, 17 de junio de 2011

Un continente azul

Nunca sabremos si hubo una estrategia preconcebida para preparar esta crisis. No pertenecemos al selecto grupo que tiene en sus manos las riendas de un mundo que se mueve a merced de los hilos que manejan con movimientos milimétricamente estudiados, para alcanzar metas ya previstas.
Siendo, como somos, hijos nacidos de la clase dominada, habremos de contar únicamente con nuestra propia inteligencia para llegar a conclusiones presumibles, pero difíciles de probar, que afectan de modo directo a nuestras vidas, aunque las decisiones siempre se toman sin contar con nosotros.
En los años de la bonanza, los pueblos parecían preferir gobiernos de corte progresista y Europa coreaba a una social democracia exultante, que presumía de sus fabulosos resultados económicos arrinconando a los partidos conservadores, sin ofrecerles ninguna posibilidad de alternancia parlamentaria, condenándolos a un ostracismo nada grato para las clases altas, que siempre apoyaron abiertamente, este tipo de corrientes ideológicas.
Los pueblos, afincados en el espejismo reluciente de su aparente riqueza, sustentada fundamentalmente en el negocio de liberar suelos y construir viviendas ofrecidas para su disfrute, con la complacencia de una banca incomprensiblemente generosa con el sistema de créditos, descuidaron su obligación de permanecer alerta y llegaron a creer que la lucha de clases había quedado relegada al recuerdo en los libros de historia que hablaban de los siglos pasados.
A nosotros nos pudo la codicia, la felicidad de no tener que pensar en un futuro que nos parecía que nos daban resuelto y la fascinación por el lujo de parecer mucho mejores que nuestros antecesores, creyendo que el camino de la pobreza ya nuca tendría vuelta atrás.
Y a ellos les convino enormemente hipotecarnos la vida, enredarnos con lazos de seda a los potros de martirio de los débitos a largo plazo y alienar nuestra capacidad de pensamiento, con hipotéticos presentes que nos hicieran adquirir la costumbre de vivir maravillosamente, a través del consumo desenfrenado de bienes materiales y sin necesitar para nada usar la imaginación, porque siempre había alguien que ya lo había pensado todo por nosotros.
Y cuando el dócil rebaño llegó justo dónde se esperaba, aconteció la catástrofe de forma absolutamente impredecible, empezaron a derrumbarse, una tras otra, todas las estructuras que antaño cimentaron la gloria de los buenos tiempos y caímos de bruces, de nuevo, en el abismo de las carencias más esenciales, ahora con el agravante de no haber previsto el brusco retorno a otras épocas que preferíamos no recordar.
Los Gobiernos no se habían preparado para tener que afrontar una hecatombe semejante. También ellos habían hecho demasiadas concesiones ideológicas, abandonando los principios fundamentales de su doctrina y subiendo al carro deslumbrante que los capitalistas les habían ofrecido en bandeja de plata, sin detenerse a considerar la imposibilidad de que posturas diametralmente opuestas, pudieran llegar a acerarse sin ninguna exigencia, como pago de los favores otorgados a lo largo de varios años.
En este punto, nada más fácil que empezar a apretar el lazo colocado sibilinamente alrededor de nuestro cuello y empezar requerir la devolución inmediata de aquello que sólo nos había sido prestado, siguiendo un escrupuloso guión, hasta llevarnos a un punto sin retorno.
Curiosamente, la “inesperada” crisis afectó de manera infinitamente más grave a los Estados gobernados por formaciones de izquierda, que a los regentados por partidos conservadores, que pronto empezaron a dejar atrás los efectos nocivos del desastre, como en los casos de Alemania, Francia o Italia.
Y en razón de esto, las consecuencias han sido absolutamente desiguales para los unos y los otros. La imposibilidad de hacer frente a las exigencias de los menos afectados, ha ido desgastando la maltrecha imagen de los líderes progresistas, hasta acabar colocándolos ante un paredón de fusilamiento en el que ha terminado fulminantemente su vida pública, a manos de un voto de castigo, fruto del hartazgo de sus respectivos pueblos.
Europa se ha teñido “milagrosamente” de azul y ya se encuentra preparada para recibir las propuestas de un conservadurismo triunfante que promete afrontar el futuro con mano firme hasta sacarnos del embrollo en que nos metieron los “rojos”.
Han llegado con el beneplácito de las mayorías absolutas que arrancaron a los errores de una izquierda excesivamente complaciente con sus enemigos naturales y al descontento de unas masas incapaces de relacionar partidos con ideologías y que sólo esperan sentadas que alguien arregle su frustración sin pararse a pensar por qué camino circularán los que lleguen.
Nadie podría dudar que la estrategia ha sido perfecta. La marea azul se expande por nuestros territorios con fuerzas renovadas para empezar a aplicar cuántas medidas satisfagan la voracidad de aquellos a los que realmente representan.
Sólo la inesperada aparición de los movimientos ciudadanos dificulta su gloriosa ascensión hacia la cima del poder, con sus molestas reivindicaciones de justicia social desequilibrando un partido que creían ganado desde el principio.
Por eso claman reiterativamente por frenar estas iniciativas y buscan desesperadamente motivos para reprimirlas y enterrarlas. Por nuestro bien, espero que no lo consigan.

miércoles, 15 de junio de 2011

De agresiones, políticos y pueblo

Se apresuran sus Señorías a mostrar su rotundo rechazo al modo en que están siendo recibidos a la entrada de los distintos Parlamentos autonómicos, por grupos de indignados que según ellos, se han atrevido a agredirlos, traspasando la línea del civismo, en las reivindicaciones que gritan a su paso.
Aducen que son los agentes legales que los españoles han designado para que los representen y que no es demócrata quien trata de impedir su acceso a los escaños ganados en sendas convocatorias electorales, a base de estrellar un par de botes de pintura sobre su magnífica ropa de diseño, comprada por cierto, con el sueldo que ellos mismos se asignan, pero que pagamos todos los españoles.
Vuelven a hablar de anarquía y enseguida hacen referencia a los movimientos del 15M- yo creo que por primera vez- amenazando con enviar a las fuerzas del orden a reprimir estos tremendos desmanes que incomodan el dulce devenir de su pacífica vida profesional y tratan, además, de hacer patente su desacuerdo con cualquier manifestación ciudadana que discrepe de sus “sólidos” principios políticos.
Pero la realidad es que de existir un baremo que midiera la importancia real de las agresiones sufridas, las infringidas a los ciudadanos por la clase política en los últimos tiempos, sin duda obtendrían la calificación más alta permitida, aún sin especificar todos los puntos que han convertido nuestra vida en una cadena perpetua, sin derecho a revisión de condena.
Nos hemos quedado sin trabajo, sin vivienda y con deudas vitalicias que superan con creces los límites de la imaginación, sin ayudas sociales que hagan menos gravosas las cargas impuestas por la crueldad de una crisis, que no para de amenazarnos con despojarnos de lo poco que habíamos conseguido con años de esfuerzo y dedicación. Tenemos a nuestros hijos de cuarenta años viviendo en casa, cansados de recorrer las calles buscando cualquier ocupación que no sea hacer cola ante las oficinas de un INEM que jamás envía una oferta laboral a la que acudir, ni soluciona en absoluto el triste panorama de sus más de cuatro millones de “clientes”.
Nos han rebajado Ustedes el salario, congelado las pensiones de los abuelos, facilitado el despido libre y reducido las indemnizaciones por esta causa.
En el caso improbable de que volvamos a formar parte de la rara especie que tiene la suerte de encontrar emploeo, habremos de aceptar regalar al Estado dos años más de nuestro esfuerzo para poder vivir con dignidad nuestro bien merecido retiro, cuestión prácticamente imposible, dada la edad con la que se encuentra el primer trabajo y las pésimas condiciones de los contratos que nos ponen por delante ciertos empresarios, cuyo único afán es obtener sólidos y abundantes beneficios.
Nos han subido los impuestos, haciendo que la cesta de la compra se haya convertido en un lujo sólo al alcance de bolsillos de alto standing, en vista del gran número de miembros que permanece en la casa paterna, muchas veces al amparo de un solo salario.
Han escamoteado el dinero de las becas de nuestros hijos y han recortado el gasto sanitario, empezando ya hablar de ciertas privatizaciones en este sector, y en cualquier otro que hasta ahora supusiera un beneficio para las clases humildes, formadas cada vez por un mayor número de personas, gracias a su política aduladora de los grandes de una Europa demasiado exigente y malévola.
Han protagonizado ustedes miles de episodios de corrupción, con la correspondiente pérdida de fondos públicos, en Ayuntamientos, Parlamentos y lugares que se nutren de las aportaciones sacrificadas del pueblo, protagonizando además bochornosos espectáculos al presentarse bajo imputación a las elecciones convocadas, sin el menor recato.
Han torcido ustedes el camino de la Justicia, construyendo la ley a su imagen, semejanza y propio beneficio, sacrificado a Jueces que luchaban por aclarar negros episodios de nuestra historia, sentado jurisprudencia según el viento político que soplara y forzado sentencias impensables en cualquier país democrático, perdonado delitos a grandes delincuentes económicos, e incluso echando en el olvido importantísimos casos que no convenían a la imagen que en ese momento querían dar ante su galería de votantes.
Han manejado la información privándonos del derecho a recibirla con objetividad, manipulado sus contenidos hurtándonos los que no les beneficiaban y ensuciado los principios de un periodismo digno falseando las noticias con el propósito de obtener poder.
¿Y se quejan de haber sido agredidos?
En realidad, sólo han sido ustedes manchados con un poco de pintura, los agredidos somos nosotros.





martes, 14 de junio de 2011

Justicia real ya



La sentencia del Tribunal Constitucional, que acaba de avalar el Decreto del gobierno Zapatero que redujo el sueldo de los funcionarios como medida contra la crisis, vuelve a poner en tela de juicio la aplicación de una imparcialidad rigurosa con las demandas de los ciudadanos y el partidismo claro de unos jueces, que suelen decantarse por la ley del más fuerte, abandonando cualquier atisbo de justicia social, mancillando derechos adquiridos que debieran ser intocables.
Ya en su momento hablamos de que esta rebaja salarial era la puerta de los recortes que después se reflejaron en la reforma laboral y advertimos del peligro de aceptar sin protestas el decreto, a pesar de la demanda presentada contra la constitucionalidad del mismo por los Sindicatos y el amplio rosario de absurdas explicaciones ofrecidas por un gobierno que se limitaba a seguir las imposiciones de la madre Europa,
El salario es, como tal, el fruto sagrado del trabajo realizado por los individuos y por tanto, resulta un atentado grave intentar adecuar su importe a las necesidades de cualquier gobierno que ha gestionado mal su política, llegando a situaciones desesperadas de las que resulta prácticamente imposible salir.
Es asimismo inaceptable, obtener beneficios del trabajo de los demás convirtiendo la vida laboral de un sector de los ciudadanos en mera explotación, aprovechando su rendimiento personal para enriquecer las arcas del Estado, al mismo tiempo que se emplean fondos en la salvación de los bancos, que por cierto, en nada socorren las necesidades auténticas de la gente y que incluso se atreven a negociar con las ayudas en la obtención de beneficios para las entidades que las solicitaron por encontrarse, teóricamente, en riesgo.
La incompetencia del tribunal Constitucional asintiendo con su sentencia al asalto descarado que se ha practicado contra el bolsillo de los trabajadores públicos, lleva a la reflexión directa sobre la necesidad perentoria de obtener una justicia real ya, que se coloque del lado de la verdad en cualquier litigio en que se pueda dirimir derechos inalienables que afecten al pueblo soberano.
Esta politización de la justicia, que interrumpe taxativamente el desarrollo natural de las funciones para las que fue creada, ahonda en el mal concepto que se tiene de los que sentencian sobre los conflictos y crea una desconfianza en su funcionamiento, dada la imagen esperpéntica que ofrecen las altas esferas del poder judicial y los que se sientan en los sillones de máxima altura de los tribunales del país.
Sólo queda el recurso de Estrasburgo para rehacer el desaguisado que acaba de organizar este fallo, aunque la fe del funcionariado en que el asunto se resuelva a su favor es casi nula, mientras ve como su poder adquisitivo queda definitivamente mermado, a pesar de cumplir las mismas tareas que realizaba antes de la rebaja salarial.
El precedente creado ahora por el Constitucional, dará la razón pues, a cualquiera que quiera recortar el salario de los trabajadores de la empresa privada, independientemente de los convenios colectivos firmados, si se alegase riesgo de pérdidas cuantiosas, convirtiendo así en moneda de cambio, lo conseguido a cambio de su esfuerzo por el obrero.
Habrá que estar alerta desde los movimientos ciudadanos, concienciados con los problemas reales de las mayorías y ahondar en la exigencia de un cambio radical y pronto en el sistema judicial, para que no vuelvan a producirse sentencias tan nefastas como ésta, que coloca a los funcionarios una sólida mordaza en la reclamación del atropello cometido con ellos por un tiránico y escandaloso Estado.

lunes, 13 de junio de 2011

Fin de fiesta




Para tranquilidad de la señora Esperanza Aguirre, el desalojo de la Puerta del Sol de Madrid, se llevó a cabo anoche en un ambiente festivo, según las previsiones de los organizadores de los movimientos ciudadanos y sin que se diera motivo alguno para dudar del pacifismo de los manifestantes, a pesar de la leyenda negra que la Presidenta madrileña ha intentado urdir en los días que ha durado la ocupación, que tantos quebraderos de cabeza ha causado a ella y a los suyos.
No estaba en el ánimo de los indignados dar rienda suelta a actitudes violentas, quizá porque es la suya una revolución nacida de las aulas y no de las fábricas, como las anteriores, y porque su verdad es tan evidente a nivel de calle, que no necesita apoyarse en aspavientos para llegar hasta el último rincón e instalarse allí con el beneplácito de cualquier ciudadano que lo habite, dada la identificación inmediata que siente por las reclamaciones expuestas.
Cuando nuestros jóvenes empezaron a desperezarse y a levantar tímidamente la voz contra los poderes establecidos, seguramente no se esperaba una respuesta como ésta.
El largo periodo de letargo en que había estado sumida la inmensa mayoría había sido demasiado largo y no partía de una necesidad perentoria de menús de subsistencia, ni de represiones dictatoriales que mancillaran sus libertades abiertamente, sin dejarlos oponerse a nada, como es el caso de los países árabes, recientemente sublevados contra sus terribles condiciones de vida.
Si es verdad, que la falta de trabajo genera tiempos muertos en los que la mente adquiere cierta agilidad y propensión hacia la crítica y que ésta es más feroz, cuánto más atroz es la situación en que el individuo se encuentra y que el análisis concienzudo de las carencias hace fácil la elección de caminos por los que avanzar hacia el futuro deseado.
Pero la conducta ejercida durante los días de ocupación de las plazas no ha podido ser más ejemplarizante, tanto, que afea las actitudes adoptadas por los políticos de turno y las continuas agresiones verbales que vociferan desde los púlpitos, unos contra otros, y la continua indignidad que practican desde sus posiciones de privilegio.
La verdad, se agradece que los Movimientos del 15M no hayan partido en ningún momento del miedo para conducir a los que han querido sumarse a las concentraciones diarias y que el clima de paz reinante en ellas, no se haya visto roto, siquiera una vez, por discordancias insalvables solventadas a base de acusaciones y violencia.
Se han quedado de una pieza aquellos que auguraban toneladas de basura ensuciando las calles, juerga alcohólica diaria, entre manifiesto y manifiesto, y giros radicales hacia políticas anárquicas que ya comparaban con los prolegómenos de la guerra civil, en un desafortunado vaticinio que ha quedado desmontado por la jovialidad y la educación cívica de los organizadores y participantes en los actos.
Es precisamente la frescura y la ausencia de malicia, lo que hace atractivo seguir de cerca cuánto acontece a nuestro alrededor y la falta de líderes señalados, coloca en papel protagonista a cualquiera que tenga una propuesta que interese a la mayoría y no a quienes persiguen como primera meta un enriquecimiento personal que suele derivar en corrupción más temprano que tarde.
Así que serenen su espíritu los representantes políticos porque los maléficos efectos de los revolucionarios no han encendido mechas destructoras que activen virulentos mecanismos que amenacen su gloria pasajera. Pero que no se crean que nos hemos marchado a casa, porque pensamos volver.



domingo, 12 de junio de 2011

La indignación maliciosa

Me paso la mañana intentando convencer a un grupo de gente de que los Movimientos del 15M no son producto de la locura de unos cuantos ociosos, que se entretienen poniendo zancadillas a los gobernantes de turno, por puro deseo de entretenimiento y sin ningún fondo ideológico que los apoye.
Me encuentro un muro de incomprensión cimentado por un recelo casi enfermizo hacia los jóvenes y una desconfianza típica sobre la limpieza moral, por norma, de cualquiera que sea capaz de mezclarse con cuestiones que huelan a política, porque, seguro, se acabará corrompiendo.
Me pasa por delante una picaresca que no ha conseguido evolucionar desde que Lázaro de Tormes aprovechaba la ceguera de su amo para duplicar su ración de uvas y un deseo de acomodación a la buena vida que hace imposible el menor amago de movilidad, en justa reivindicación de los derecha de los otros, mientras no nos afecte, a nivel personal, ningún efecto de esta crisis que tantas ilusiones ha cercenado, sin compasión hacia los sufridos ciudadanos que la padecen.
Empiezo a preguntarme si merece la pena que cierto tipo de gente salga a las plazas de los pueblos para unirse a la indignación, si su verdadera mentalidad es la de un conformismo recalcitrante que sólo ve defectos de gravedad, cuando la corrupción se produce a otro nivel, mientras se nutren de cuántos privilegios se encuentran a su alcance, sin ver que su actitud es exactamente igual que la de aquellos que tanto critican.
Enrocados en una imagen de nuestra juventud que engloba a todos en una leyenda negra de botellón a permanente y vagueo financiado por sus padres, son incapaces de dar un paso al frente para canalizar su propio hartazgo, fuera de las barras de los bares o las reuniones familiares a la hora de la comida.
Tratan incluso, de justificar las cargas policiales de los últimos días, alegando alborotos inexistentes por parte de los que consideran unos descerebrados manejados por no sé qué poderes ocultos, sin haber siquiera sentido la curiosidad de pasarse a echar una ojeada por los lugares de las concentraciones, para formar una opinión propia desde la que poder argumentar algo sólido.
Es la suya una indignación maliciosa y virulenta, que más que abrir caminos hacia un futuro mejor para todos, no hace más que construir fronteras insalvables de palabra y de hecho. Ahonda en las diferencias sin hallar un punto de encuentro donde fomentar una cercanía entre iguales y nunca va más allá de un discurso personal que no contempla siquiera a los vecinos más próximos, como si lo que la maldita globalización está consiguiendo hacer con nosotros ocurriera en otro planeta.
Es el cacareo vano que constituye nuestro peor defecto, que jamás nos dejó avanzar hacia una realidad diferente y aún nos tiene anclados a un pasado imperfecto del que sólo algunos conseguimos despertar sin ser heridos en el alma.
Quizá saben demasiado bien que los cambios siempre tienen un precio, que llevan consigo sacrificios, pérdidas importantes en beneficio de las causas que se defienden y deciden que vale más el privilegio de una posición medianamente acomodada, aunque se esté parcialmente muerto, que estar en primera línea de lucha con el riesgo por bandera y la esperanza de hacer realidad la utopía como único ideario.
Son los efectos vivos de esta alienación, que ha ido mermándonos la capacidad de soñar con sus espejismos de riqueza, el abandono de la rebeldía que caracteriza al ser humano a cambio de la paupérrima limosna de la seguridad de las cuatro paredes que cobijan un mundo tan pequeño.
En la total seguridad de que el tren se marchará sin ellos, se les contempla pensado que dejaron escapar la oportunidad de ser protagonistas de su propia historia y que la languidez de sus ojos y la ira mal intencionada que emana de sus palabras, son el mayor impedimento que tienen para alcanzar la plenitud de la vida.
Nada hay peor que ser esclavo y consentirlo sin haber pensado jamás en la posibilidad de romper las cadenas.


jueves, 9 de junio de 2011

La carga de Valencia

Parece que se está convirtiendo en costumbre ordenar la intervención policial, cada vez que los indignados se manifiestan.
Se ha vuelto a una dureza que recuerda aquel tiempo en que todo estaba prohibido para los ciudadanos, cuando la dictadura azuzaba a sus esbirros para deshacer cualquier amago que oliera a libertad y se detenía a la gente en las calles, al menor síntoma de que su voz pudiera ser alzada en contra del régimen.
También estos movimientos molestan sobremanera a los poderes establecidos, por la sinceridad que se desprende de sus acciones y por su defensa de la verdad frente a los reiterados abusos de la clase política, que han sido el auténtico vehículo del hartazgo que sufre el pueblo soberano, por mucho que intenten hacernos creer que los que se manifiestan son grupos de revoltosos que tratan de desestabilizar el orden establecido por las leyes.
No se puede negar a los habitantes del país su derecho de reunión ni la libertad de expresarse dónde y cómo quieran, atentando gravemente contra principios fundamentales reflejados en la Constitución porque sobresaltan la oronda tranquilidad de unos representantes, que han demostrado sobradamente su despotismo y su despreocupación por los problemas cotidianos de la mayoría. Pero primero en Barcelona y ahora en Valencia, las personas han sido desalojadas de la calle a golpe de inusitada violencia y se ha tratado de acallar el grito unánime de protesta que flota en todo el territorio nacional, con obsoletos discursos que nada tienen que ver con el funcionamiento real de cualquier democracia que se precie.
Recluidos en los magníficos edificios en los que debieran cumplir sus funciones, nuestros políticos tratan desesperadamente de deshacerse de lo que consideran un problema y que no es otra cosa que la voz de su propia conciencia apelando a la razón en las plazas de las ciudades, que son el único lugar en que los individuos se sienten representados, pese a quien pese.
En otras partes, como Madrid, se dedican a calentar a los comerciantes de las zonas ocupadas, invitándoles a presentar peticiones de indemnizaciones por pérdidas en sus negocios, exigiendo al Ministerio del Interior un pronto desalojo que deje limpias las aceras de cualquier recuerdo que ponga en duda su total ineficacia en resolver los problemas que azotan a una sociedad hastiada de sufrirlos.
Hiere aún más su vanidad, el hecho de que los manifestantes sean fundamentalmente esos jóvenes que consideraban alienados por el estado de bienestar que les ofrecieron y no soportan su rebelión perfectamente organizada que ahora reclama, sin más dilación, la desaparición de cualquier privilegio adjunto al ejercicio de sus cargos, poniendo en cuestión el sentido de honradez que manifiestan tener, cada vez que se les da la oportunidad de hablar ante una cámara.
No cuentan con que la fortaleza de la juventud es inagotable y que concretamente la nuestra, al carecer de oportunidades de trabajo, almacena una gran cantidad de tiempo libre para seguir al pie del cañón en los caminos iniciados, pudiéndose permitir no dar un paso atrás en sus pretensiones, e incluso volver a reagruparse en otros lugares, si fueran expulsados de los que ahora ocupan, por los esclavos del sistema.
Los que guardamos el recuerdo triste del pasado, naturalmente, nos sumamos a esta revolución pacífica animando a nuestros hijos a seguir en la brecha, en vista de la actitud que presentan aquellos que a diario utilizan nuestra confianza para negarles un futuro al que tienen derecho.
Nos encanta que hayan heredado el espíritu combativo de sus padres y que su negativa a la rendición produzca más de un dolor de cabeza a los que, en las altas esferas, tratan de detentar el poder sobre nuestras vidas, sin contar con nuestra opinión y sin el menor respeto.
No nos importa ceder el protagonismo a las generaciones actuales, ni pasar a la reserva en este combate que procura cambiar el mundo para que todos vivamos mejor.
Cada cuál desde dónde puede y yo desde aquí, emplearemos nuestra energía en ayudar a denunciar cuántos atropellos se comentan contra nosotros y no habrá tregua para los que nos niegan, como si no fuéramos parte de la sociedad que ensucian con sus actos, ni hubiera oportunidad para vivir en el diseño desastroso que hacen para un país que nos pertenece.
Volveremos y volverán a levantarse una y otra vez, pese a quien pese. Que a nadie le quepa la menor duda.

miércoles, 8 de junio de 2011

Política y climatología

Sigue esta primavera alterándonos la sangre con sus continuos cambios meteorológicos, sin dejar que empiece a entrar el verano por las ventanas de nuestras casas, como sería lo natural a la altura del mes que estamos.
Estos cambios de tiempo, pasar del calor al frío en un solo día, envueltos por el sonido ensordecedor de unas tormentas de larga duración y abundante aparato eléctrico, afectan gravemente a la salud mental del personal, sin dejar que lleven a cabo los planes previstos, como si los vientos helados que se acaban de colar por la cornisa cantábrica, devolviera a la gente a la soledad de sus casas apartándola del bullicio de las calles, por las que hasta ayer paseaban el incipiente bronceado de las primeras escapadas a la playa.
El panorama del país también parece tocado por los fenómenos atmosféricos y no acaba de alcanzar la armonía deseada, después del intenso periodo electoral vivido, manteniendo frentes abiertos entre los oponentes políticos, que no paran de hacerse acusaciones múltiples y de elucubrar sobre la conveniencia de los pactos en los municipios, siempre mirando cada cual por su beneficio y sin echar siquiera una ojeada a lo que se cuece en las plazas, que es lo verdaderamente novedoso.
Tratan de auditar los Populares las comunidades heredadas, apelando clamorosamente al estado ruinoso que encuentran, sin mencionar la situación de aquellos sitios en los que siguen mandando y que según dicen, son los más endeudados del territorio patrio, y aunque imaginamos que alguna intención oculta debe haber en el trasfondo de las acusaciones, no hay indicios de qué medidas se adoptarán cuando tomen posesión de los cargos, ni si éstas solucionarán los problemas que dejaron los anteriores.
Los que mejor lo pasan, con diferencia, son los grupos pequeños que se han convertido en la llave de los acuerdos y a los que todo el mundo anda ahora halagando y ofreciendo prebendas para que su favor se incline hacia un lugar determinado, sin reparar en lo que haya que ofrecer para conseguir el poder que otorga a veces la presencia de los pequeños, a los que nadie daba importancia.
En esta tesitura, los revoltosos nacionalistas hacen su agosto con plena consciencia de que su ayuda resulta imprescindible para que no se desnivelen cuestiones relevantes como los pactos antiterroristas o los asuntos sanitarios y exponen, cada cual arrimando el ascua a su sardina, soluciones a corto plazo que suelen pasar siempre por reuniones de alto nivel, en las que el ciudadano, de seguro, acabará perdiendo algún privilegio.
Sube Europa la oferta en las indemnizaciones para la crisis de los pepinos sin acercarse a la auténtica realidad del estropicio organizado por las acusaciones alemanas y los agricultores se dedican a repartir productos a pie de calle, dando lugar a interminables colas de jubilados que se matan por llenar la cesta de la compra de la gratuidad ofrecida, dando una imagen que siempre me pareció más cercana a la avaricia que a la necesidad.
Llegan órdenes de volver a subir el IVA. La ministra se niega. Los encargados de las finanzas dicen que no se fían de España y los fantasmas de Grecia, Irlanda y Portugal, arrastran sus cadenas en la oscuridad de la crítica noche haciendo un guiño a la piel de toro para que se una a su procesión silenciosa.
No da el sueldo de los funcionarios para más recortes ni las pensiones pueden ser estiradas hasta el infinito. Si suben los cánones de los peajes, la cesta de la compra se disparará y habrá que hacer cola de forma obligatoria allá donde repartan lo que sea, porque el poder adquisitivo estará ya a nivel de suelo y seremos, de hecho, pobres de la más estricta solemnidad.
Hace falta que llegue el verano, que cambien los vientos y que añoremos el frescor de las brisas vespertinas para dar una bien merecida tregua a nuestra locura. Que se cierre el curso político, que sus Señorías abandonen en desbandada el Parlamento y dejen de elucubrar nuevas maldades con las que martirizarnos, que se vayan de vacaciones y que olviden durante un tiempo, cualquier tipo de relación que les una a nosotros para dejarnos respirar la libertad de vivir sin su acoso permanente.
Puede que cuando vuelvan encuentren la sorpresa mayúscula de que su poder de hipnosis ya no funciona y que hemos despertado, mayoritariamente, del influjo maligno que sobre nosotros ejercieron, plantando seriamente cara a su descarada forma de manipulación y acabando con su prolongada hegemonía.
Nadie puede perderse el magnífico Otoño que nos espera.

martes, 7 de junio de 2011

Con distinto rasero

No mide Europa con el mismo rasero cuando se habla de indemnizaciones que cuando se trata de exigencias.
El triste episodio de los pepinos españoles, que tan graves consecuencias ha traído a la economía nacional, parece condenado a resolverse con las ridículas ayudas propuestas por la Unión, obviando deliberadamente el perjuicio que la gran mentira ha causado al prestigio de nuestros agricultores y las enormes pérdidas sufridas por causa de el imperdonable desliz cometido por las autoridades alemanas.
Bien es verdad que la bacteria causante de las muertes nunca tuvo nada que ver con nosotros, pero las ventas de nuestros productos se siguen viendo afectadas por el recelo de los consumidores que oyeron la noticia, sin que, hasta el momento, se haya encontrado el origen de la infección, ni haya trazas de que esto sea posible en un corto periodo de tiempo.
Es normal que ante esta falta de resultados, la gente sea precavida con sus compras, fundamentalmente con aquellas materias que en un principio levantaron sospechas y como ni siquiera se han pedido disculpas por el error cometido, lo natural es hacer otra elección de consumo que no presente dudas de insalubridad, mientras se resuelve el enigma.
Pero es tan grave lo sucedido, que no ha de poder repararse con unas migajas que vayan ayudando a los productores a salir del bache en que han sido colocados, sin una sola prueba en su contra, ni nuestras autoridades deben en modo alguno tolerar que el incidente quede en agua de borrajas, sin exigir que sea subsanado, a la mayor brevedad, con el montante total de las pérdidas.
Y luego está el honor. Ahora parece no tener la menor importancia este término porque casi todo el mundo lo pierde con pasmosa facilidad, en este época de inmoralidad que nos ha tocado vivir, pero la mácula vertida sobre nuestro país y sobre las normas sanitarias aplicadas en nuestras fronteras, parece, por venir de quien viene, una acusación de falta de profesionalidad, como si para Alemania fuéramos un socio de tercera categoría.
Sería de desear que el gobierno, al menos por una vez, no consintiese tamaño desatino y fuera capaz de levantar la voz contra la señora Cancillera a favor de sus agricultores, haciéndole ver que las equivocaciones hay que pagarlas se cometan donde se cometan y caiga quien caiga.
Para los alemanes y su boyante economía, éste no deja de ser un episodio meramente anecdótico, que en nada cambia su prometedor futuro como primera potencia europea, ni merma sus aspiraciones de liderazgo, tan tenazmente consolidadas por su despiadada política capitalista, pero para nosotros, débiles acreedores de los viles banqueros que nos han ido llevando a la ruina, la anécdota implica una herida aún mayor que pone en peligro nuestra curación, ya de por sí improbable, dado el desastroso panorama en que nos movemos.
Si Europa es implacable en según qué materias, también ha de serlo cuando uno de sus componentes es fieramente atacado sin motivo por otro de sus miembros y es de ley, aquí, en Alemania y en cualquier otro lugar del Universo, resarcir a las víctimas de un delito y restituir su honorabilidad hasta que vuelvan al punto en el que se encontraban cuando se cometió la agresión.

lunes, 6 de junio de 2011

Levando anclas

Va llegando la hora de ir abandonando las plazas de las ciudades españolas y los indignados se disponen a continuar su labor diaria en un nuevo escenario que, probablemente, acabará situándose en los barrios y los pueblos, nutriéndose de las voces ciudadanas, para que vayan tomando cuerpo las propuestas políticas que marquen las diferencias con la clase de sistema que todos conocemos y odiamos.
La experiencia ha sido maravillosa y ha valido la pena en sí misma, porque ha tenido un poder de convocatoria capaz de mover a personas de todas las edades y condición para ponerlas a cavilar un modo digno de llevar adelante la vida sin ser engullidos por las directrices que nos imponen desde arriba, demostrando que pueden existir otras vías para vencer al fracaso.
Toda la inteligencia de nuestros jóvenes se ha puesto de manera altruista a favor de este nuevo ideario, que rompe por completo los cánones establecidos, girando hacia un camino de esperanza perfectamente estructurado y con unas reivindicaciones absolutamente justas para los intereses de la mayoría. Al fin y al cabo, ésa debe ser la aspiración primera de una buena política.
Van ahora los miembros del gobierno recorriendo agrupaciones locales, presumiendo de un gesto de cercanía con el pueblo que vuelve a estar mal orientado y que se produce con demasiado retraso.
La voz del pueblo ya ha hablado en las calles y su mensaje ha sido suficientemente claro y contundente, como para no necesitar traductores ni filtros partidistas que regalen los oídos de las primeras figuras de la escena con verdades disfrazadas.
No hay más que acercarse a cualquier punto de información del Movimiento 15M para ser inmediatamente informado de las peticiones ciudadanas, que incluso pueden ser consultadas en la red, donde aparecen con toda suerte de detalle, tal y como han sido elaboradas durante las acampadas de días anteriores.
Sobran los cotos cerrados del bipartidismo que nos ha llevado a la situación actual y también todos los personajes que han protagonizado este episodio trágico de nuestra historia reciente. Ya nos han transmitido cuánto querían decir, e impuesto las reformas que han traído los millones de parados que se agolpan ante las oficinas del INEM, agónicamente asfixiados por el aire viciado de un sistema demasiado feroz.
La retirada de los asentamientos no significa, desde luego, el abandono de la causa ni es una tregua para aquellos que están dispuestos a continuar ejerciendo presión sobre nosotros, en el inmovilismo de su terrible ideología. Dejamos las plazas, pero el espíritu de lo conseguido con la ayuda de los miles de ciudadanos que durante este tiempo han unido sus esfuerzos para iniciar un futuro diferente, permanece intacto e incide a partir de ahora, en la posibilidad de un cambio real y radical para una sociedad harta de ser considerada como un títere en manos de los señores poderosos, que juegan con el mundo en su propio beneficio.
Hay desde luego, un gran abismo que nos separa de los poderes fácticos y que hace prácticamente imposible una reconciliación cercana con los que nos han infringido tanto daño.
La gran nube de corrupción que lo ha envuelto todo con su toxicidad, ha quebrantado severamente la salud de la población que ha terminado por hacerse descreída y temerosa de los que dicen estar sirviéndola.
Esta frescura que se cuela por nuestras ventanas, sin haber tenido tiempo de ser contaminada por factores externos, augura un nuevo modo de afrontar los problemas, mucho más relacionado con lo cotidiano, que esos interminables informes macroeconómicos con que se nos obsequia cada cierto tiempo desde las tribunas del parlamento.
Y la libertad de poder acceder a los foros sin ningún tipo de censuras, hace posible la rareza de que cualquiera de nuestras voces pueda ser reflejada en los manifiestos, sin que se minimice ningún problema con las alegaciones ridículas que a veces ponen las altas esferas.
Así que mientras ellos andan a la greña, repartiéndose el pastel de los municipios con pactos impensables desde todos los puntos de vista y excéntricos acercamientos doctrinarios entre enemigos ancestrales, el frente popular establecido por el Movimiento 15M, se dispone a una ampliación de fronteras que, seguro, acabará trayendo a sus filas a una multitud todavía recelosa, que pronto comprenderá que el cambio de poderes no soluciona sus inquietudes ni su vida diaria.
El año que tenemos por delante, hasta las elecciones generales, será, sin duda, un año de duro trabajo, pero los frutos merecerán del todo la pena.


domingo, 5 de junio de 2011

Infancias robadas

Durante más de cuarenta años, las maternidades españolas fueron regentadas por incondicionales del régimen. Todo el personal era cuidadosamente cribado en un tamiz que no permitía pasar una sola brizna de cualquier otra ideología y se acompañaba, sobre todo en las escalas de enfermería, por monjas católicas que ejercían también funciones administrativas, siempre dentro de estrictas normas de moralidad, sin compasión humana para con las supuestas pecadoras que habían tenido la mala suerte de quedar en estado.
Otorgándose una autoridad casi divina, pasaron décadas arrebatando a sus familiares cualquier bebé fruto del pecado de adulterio, hijo de la pobreza o caprichosamente elegido, para colocarlo, previo cobro de sumas de dinero cuyo destino resulta difícil aclarar, en el seno de matrimonios supuestamente bien avenidos y naturalmente, cercanos a su ideología religiosa y política.
En este sórdido entramado se mezclaban también los propios médicos que asistían a los partos y que, en muchos de los casos, certificaban la muerte de los recién nacidos dados en adopción, llegando a mostrar cadáveres congelados a las madres biológicas para paliar el dolor provocado por la falaz pérdida de sus hijos.
Ya era sabido que muchos niños fueron arrebatados a las presas republicanas durante la post guerra, cosa que debió asentar una insana costumbre de negociar espléndidamente con el material humano más débil, creando precedentes que se extendieron hasta después de la muerte del dictador.
Se pasó la mano sobre estos hechos durante la transición, considerando que la gravedad del asunto podría levantar ampollas en una sociedad ávida de justicia por los agravios sufridos, prolongando de esta manera, incomprensiblemente, esta situación hasta nuestros días, en que cientos de familias han empezado a reclamar explicaciones sobre el paradero de estos niños robados, exigiendo que su causa sea vista en los tribunales, aunque haya pasado demasiado tiempo.
Estos chavales, criados por personas que probablemente nunca les desvelaron su auténtica procedencia, seguramente están a punto de recibir una mayúscula sorpresa que les coloca en una difícil situación anímica y que ha de provocar en ellos una situación de desarraigo difícil de superar a la edad que deben tener en el momento actual.
Pero es grande la necesidad de compensación afectiva que tienen las familias vilipendiadas por la vileza de los ladrones y es de entender que sientan afán desmedido de conocer qué ha sido de aquellos que, por sangre, les pertenecen. Muchos de ellos han pasado décadas con una profunda duda sobre las extrañas muertes que nunca lo fueron, y conservando la esperanza de que sus hijos han estado en el mundo, aunque sin conocer su destino real, ni el sitio en el que se hallan ubicados.
Ahora aparece un chileno reclamando la nacionalidad española, que presenta los recibos de compra guardados por sus padres, en los que aparecen con pelos y señales las cantidades satisfechas y las firmas de los profesionales que intervinieron en la adopción, aunque no se menciona el origen de la criatura.
No podemos volver a pasar de puntillas por este asunto, obviando el profundo sufrimiento de los que pudieron haber sido padres felices y a los que se hurtó descaradamente la oportunidad de disfrutar de vínculos familiares directos a los que tenían derecho pleno.
Los niños, ahora hombres, habrán de colaborar también en el esclarecimiento de los hechos y al menos, conocer una verdad que fue enterrada sin recato junto con los féretros vacíos en los que supuestamente, reposaban sus restos.
Aún viven algunos de los doctores implicados en estos actos e incluso continúan ejerciendo la medicina libremente, como si el negro pasado profesional que arrastran no fuera a pasarles factura nunca ni se arrepintieran de su actitud monstruosa, aferrados a su propio endiosamiento.
Pero si se acaban de esclarecer las culpas, sería de esperar un castigo ejemplar para los que careciendo de conciencia, fueron capaces de decidir el futuro de estos niños desde su posición privilegiada e incontestable, amparada y premiada por una dictadura de infausto recuerdo.
Nada paga la deuda pendiente con estas familias, ni con las criaturas indefensas con las que se comerció inventándoles una nueva vida, pero es de ley que unos y otros conozcan los oscuros entresijos de esta trama para que puedan aprender a seguir adelante con su verdad, por dura que ésta sea.


jueves, 2 de junio de 2011

Un desencuentro permanente

La descarnada lucha por el poder que protagonizan los dos grandes partidos de nuestro país no conoce treguas ni hace distinciones temáticas que demuestren, en ningún momento, la voluntad de alcanzar un consenso por el bien común.
Ni siquiera en cuestiones como la que ahora ocupa a los agricultores españoles, se rompe la férrea oposición de un Partido Popular mas ocupado en no perder el tirón protagonizado en las elecciones municipales, que en encontrar una vía que permita la resolución del conflicto, si para ello hay que dar apoyo a un gobierno herido de muerte, al que aplicarían sin recato una rápida ley de eutanasia.
No se si el ciudadano percibe la ambición que se palpa en el ambiente cuando los representantes de la oposición vapulean sin piedad cualquier iniciativa salida de las filas de sus enemigos políticos, pero sería conveniente pararse a pensar si esta despiadada forma de hacer es en realidad la mas conveniente para un periodo histórico desastroso como el que nos ha tocado vivir y qué orden de prioridades habría que establecer, en justicia, cuando la espada de Damocles se balancea continuamente sobre nuestras cabezas.
Mientras estas batallas prosiguen, la gente muere afectada por una bacteria incontrolada, de origen desconocido hasta ahora, sin que las autoridades alemanas sean capaces de frenar su avance indiscriminado y aquí ni siquiera se hable de una política de prevención que nos ayude a sortear los rigores de esta epidemia, en el caso de que llegara a nuestra tierra infectando a nuestra gente.
Hay momentos para el debate y otros para la unidad. En este caso, en el que hay pérdidas de vidas humanas de por medio, han de aparcarse las diferencias buscando el bienestar de la nación y remar en la misma dirección sin fisuras de tintes ambiciosos que oscurezcan un panorama suficientemente degradado por las circunstancias, para intentar alcanzar soluciones que tranquilicen a los ciudadanos que no saben muy bien dónde posicionarse en una guerra absurda que ni les va ni les viene.
Las acusaciones alemanas contra los productos españoles constituyen un borrón que como cualquier rumor malediciente, será difícil de olvidar en un momento en el que se juega con la salud de unos consumidores, que se lo pensarán dos veces antes de decidirse a volver a comprar nada que venga de nuestras fronteras.
Ni siquiera importa ya el enrevesado episodio, que cede toda su actualidad a las gravísimas consecuencias de la epidemia, pero empieza a cobrar protagonismo el miedo que acompaña a cualquier tema sanitario y nosotros, como país, no dejamos de estar implicados en el proceso.
El desencuentro permanente entre nuestras fuerzas políticas no tendría que anular la necesidad de salir del atolladero en que nos encontramos, desestabilizando los remedios propuestos con su verborrea gratuita, sino estudiar qué medidas son las mejores para un beneficio común que nos aparte del punto de mira de los mercados europeos, en estos delicados momentos.
Entretanto, Rubalcaba insinúa que va siendo hora de que el movimiento 15M abandone las plazas del país, con un discurso que suena a pronta intervención policial y desalojo. Quizá debiera preguntar a estos jóvenes si se les ocurre un modo de afrontar la crisis de los pepinos mejor que la que protagonizan, a gritos, ellos y sus opositores. Podría llevarse una grata sorpresa.

miércoles, 1 de junio de 2011

El pepinazo alemán

De nada han valido las múltiples carantoñas que nuestro Presidente ha dedicado durante años a la madrastra de Cenicienta, ni la obediencia sumisa que le ha demostrado, acatando cada una de sus órdenes, a rajatabla, sufridamente y sin protestas de por medio.
Haciendo honor a la peor leyenda de su personaje, ha bastado una sutil sospecha en uno de nuestros productos nacionales, para iniciar una sonora reprimenda en un foro público, sin llevar a cabo las investigaciones oportunas y dejar a los pies de los caballos al sector agrícola, cuya situación ya era lo suficientemente desastrosa como para no detenerse siquiera a pensar lo que podría acarrear un episodio como éste.
Quedaron atrás, de un plumazo, los guiños cómplices tratando de imponer las reformas laborales que la Europa que ella maneja quería, las palmaditas en la espalda encorvada de Zapatero cuando trataba de zafarse de las amenazas y las sonrisas complacientes dedicadas a los deberes cumplidos sobre el cadáver de la clase trabajadora, diligentemente y por encima de cualquier norma racional.
De nada ha servido arrastrarse, lamer el trasero orondo de la cancillera, ponerla como ejemplo de buena gestión y alabarla hasta el empalago en cualquier ocasión que se presentara. Al final, nos ha apuñalado por la espalda y con un arma en forma de pepino, se ha cebado con nuestra desastrosa economía y restado muchos puntos a la posibilidad de empezar a sacar la cabeza del oscuro agujero en que nos encontramos.
El bochorno del presidente debe ser absoluto, porque no se atreve siquiera a dar la cara ante la imposible defensa de esta actitud que arrasa todo el camino recorrido con tan poca dignidad y que le ha costado una pérdida de poder que al día de hoy, se ve irrecuperable.
Ha puesto en primera línea de fuego al recién ascendido Rubalcaba y a una Rosa Aguilar cuyo rostro de indignación no necesita mayores explicaciones, mientras probablemente, anda llorando por los rincones la ignominia de su estrepitoso fracaso amoroso.
Cuando pase el sofocón inicial y sea capaz de afrontar que su amada le acaba de dejar en la estacada sin una pizca de rubor ni recato, quizá venga la etapa de indignación lógica en todo duelo que se precie y se atreva a levantar la voz en demanda de justicia para todos aquellos cuya profesionalidad ha sido puesta en tela de juicio por Alemania, a la vez que empujaba a cerrar los mercados extranjeros a nuestros productos, sin esperar a saber el verdadero origen del problema.
Poco puede hacer el candidato sin la venia explícita del enamorado despechado y menos aún un sector agrícola que está mirando cómo se pudren sus productos mientras esperamos que se tome la determinación de denunciar ante los tribunales el atropello cometido.
Y aún la perdonará. Y volverá a caer en sus pérfidos brazos pidiendo con ojos de cordero degollado una caricia leve de sus manos y la obedecerá hasta la muerte en cualquier ocurrencia alevosa que le pase por la cabeza para organizar Europa como un cuartel de caballería, incluso para volver a ser abandonado de nuevo a su perra suerte, si se tuercen las cosas y el viento empieza a soplar con virulencia sobre nuestra desvencijada nación.
Debe ser cierto que el amor es ciego y que la admiración profesada es tanta, que nada importan los rechazos, ni la mala opinión formada a cerca de este culo de Europa que habitamos, lleno de típicos tópicos de vagueo y maledicencia.
Lo peor es que el enamoramiento se lleva por delante las esperanzas de la gente y la paciencia se agota mientras el idilio fatal pasa delante de los ojos, sin que las verdades lleguen a ser reconocidas jamás por el apasionado líder saliente.