domingo, 30 de septiembre de 2012

Ceguera incurable




Dice el refrán, con razón, que no hay peor ciego que el que no quiere ver y esta máxima se está cumpliendo religiosamente, en el caso de nuestro Presidente del Gobierno.
Iniciando una nueva etapa mitinera en Galicia y rodeado por los halagos de unos incondicionales, a los que parece haber venido de perlas su gestión, centra su discurso en la economía, como no podía ser de otra manera, pero obviando intencionadamente el clamor popular que está reclamando en la calle su dimisión y que en los últimos días ha incrementado considerablemente su número, tras las terribles cargas policiales de Madrid y las alusiones que a la mayoría silenciosa se hacen continuamente, como justificación a los inaceptables recortes.
Con la espalda cubierta por un despliegue inusitado de fuerzas del orden, perfectamente entrenadas para no dejar una sola rendija que permita la cercanía física con la clase política y negándose a oír las verdades que a nivel personal, los ciudadanos expresan sobre la gravísima situación que atraviesan, ahora solo interesa volver a encantar a la sociedad con mensajes dulzones y promesas inalcanzables, para obtener su voto en las próximas elecciones de Euskadi, Cataluña y Galicia.
Le ha venido bien al Presidente la algarabía levantada por el ansia independentista, para avivar el espíritu patriotero de un nacionalismo español, hábilmente orientado durante mucho tiempo, en contra de los catalanes y olvidar las continuas lesiones que se están infringiendo sobre todos nosotros, a causa de las medidas adoptadas en estos diez meses de gobierno y para ocultar celosamente las que aún vendrán, una vez superadas las elecciones, y según el resultado que se obtenga.
Pero a la mayoría de los españoles, francamente, le importa un carajo la cuestión independentista y lo que realmente les gustaría saber es qué se hará para mejorar el desastroso panorama laboral que tenemos encima y cuándo podrán abandonar las colas del INEM y el subsidio de 400 euros, para volver a ser útiles para el País y recuperar la dignidad robada por el desgobierno de los que detentan el poder.
Es más, si el pueblo catalán fuera consultado en uno de esos referendums que nunca se convocan, sobre si preferirían ser independientes o acabar con el paro de manera fulminante, me atrevo a pensar que la segunda opción ganaría por mayoría escandalosa y la cuestión quedaría zanjada, al menos por un largo periodo de tiempo.
Poco importan las fronteras cuando hay necesidades básicas que cubrir, porque entonces cada cual suele decantarse por aquellos que ofrecen a corto plazo soluciones tangibles para los problemas personales que le acucian y los grandes temas ideológicos quedan relegados a un segundo lugar, prefiriéndose el bienestar anímico y físico de los protagonistas de las historias, aunque respetando el pensamiento múltiple, en una convivencia pacífica, lejos de los conflictos.
La ceguera de Rajoy, probablemente tampoco le permite ver estas cosas. Es lo que tiene vivir aislado en una burbuja blindada, sin implicación personal en la realidad latente de la nación y despreciar a los que te contradicen, creyéndote en posesión de una verdad que sólo cosecha fracaso tras fracaso.
Pero hay determinada clase de gente que únicamente baja a nivel de calle, en defensa de cruzadas carpetovetónicas hace ya tiempo superadas y en compañía de ilustres miembros de la Religión a la que pertenecen, clamando por el derecho a la vida de los no nacidos y utilizando descaradamente a los disminuidos físicos y psíquicos de sus familias, como demostración de una bondad, que luego se tambalea, cuando se trata de amparar a las clases humildes de la sociedad, como si vivir para ellos, no constituyera también un derecho.
Las manifestaciones populares, que en este caso particular se hallan absolutamente desligadas de tintes políticos y que cuentan con la participación de todos los estamentos de una sociedad vapuleada hasta el hartazgo, no son sin embargo, dignas de ser tenidas en cuenta por todo un señor Presidente de la Nación, que vuelve a jugar a ser “honesto”, en cuanto se le proporciona la oportunidad de hacer discurso, en su propio interés electoral y el de su partido.
Si yo fuera presidente y el grito unánime de la ciudadanía reclamara con contundencia mi dimisión y la de los míos, creo que al menos me sentaría a reflexionar, para dilucidar en qué momento se me torcieron los caminos y trataría de buscar una solución digna para encontrar una sintonía con los que me colocaron en el lugar que ocupo.
Pero no es mi honradez la que ahora está en tela de juicio, ni yo he perjudicado en mi vida, a nadie, dando la espalda a lo que se me pide.



jueves, 27 de septiembre de 2012

Rajoy y la realidad española





Aparentemente mucho más preocupado por el problema de Cataluña, que por lo sucedido anteayer en Madrid y volviendo a utilizar a las mayorías silenciosas, creyéndolas, ilusamente, a favor de su política, el Presidente Rajoy, que empieza a parecer una caricatura de sí mismo y que como en todos los sucesos relevantes que nos ocurren, se encontraba fuera del País, reaparece y se niega en redondo a contestar las preguntas de los informadores extranjeros, sobre todo lo ocurrido en la tarde del 25S, y en particular, sobre la dureza policial empleada contra los ciudadanos en las calles de la capital.
Cada vez más encerrado en su inexpugnable caparazón, en el que no parecen penetrar siquiera los ecos del descontento generalizado que sacude nuestros pueblos y ciudades, firme en su empecinamiento de aplicar cualquier tipo de recorte que satisfaga las exigencias de Europa, ya ni siquiera pone un poco de voluntad en cumplir con la obligación que conlleva su cargo, en cuanto a los periodistas nativos se refiere, y da la impresión de haber llegado a un punto en que ni siquiera trata de ocultar sus verdaderas intenciones de continuar en el puesto, sordo al clamor popular que le reclama que se vaya.
Mucho más tranquilo, se supone, tras la dimisión de su enemiga principal Esperanza Aguirre y retomando el discurso patriótico que siempre llevó firmemente anclado en el pecho, vuelve a herir sin recato a los ciudadanos anunciando un recorte del trece por ciento en cultura, una nueva congelación del sueldo de los funcionarios y una reducción del gasto público que se traduce en que no habrá nuevas contrataciones y en que se amortizarán los puestos que vayan quedando vacantes.
Extrañamente, porque nos encontramos en un territorio en paz, estas medidas de austeridad laboral no incluyen al Ministerio de Defensa, ni por supuesto al de Hacienda, en su afán de recaudar cuántos más caudales se puedan de los bolsillos de la ciudadanía, es decir de los que desde el primer momento, venimos pagando la crisis.
Pero si las protestas continúan, como es de prever, y siguen subiendo de tono ante la falta de atención que este ejecutivo presta a las reclamaciones de su pueblo, nadie debiera esperar otra cosa más que un estallido social de envergadura, que probablemente dejará en pañales las exigencias de Mas, por su contundencia.
Puede que los que rodean al Presidente no den importancia a las protestas que en todos los ámbitos se están produciendo, o al menos no la misma que daban a sus salidas a la calle, en compañía de la curia eclesiástica, en contra de los matrimonios homosexuales y la ley del aborto. Claro que entonces eran ellos los indignados y su opinión, como “clase dominante”, debe tener mucha más categoría.
Esto, que hablando claro significa ningunear a la ciudadanía, aplaudiendo a los que no tienen opinión y por tanto, no significan oposición alguna a su mandato, pone de manifiesto que a pesar de sus esfuerzos por bandear el temporal con fingidas sonrisas, la preocupación que los acontecimientos están produciendo en ellos es honda y que rezan porque no se multipliquen las cifras de participantes en las convocatorias venideras.
Porque la verdad es que en un país en crisis, casi nadie puede permitirse un desplazamiento a la capital o a cualquier otro sitio, sin provocar una catástrofe en la justísimo economía familiar, aunque en esencia, les hubiera encantado acompañar anteayer a los manifestantes allí reunidos y están de acuerdo, con todas y cada una de sus reivindicaciones.
Además, si se tomara nota de los asistentes a todas y cada una de las innumerables protestas que se efectúan a diario a lo largo y ancho de nuestra geografía y alguna cámara curiosa recorriera todos los lugares en los que se critica abiertamente la política del gobierno, se podría comprobar con facilidad que la mayoría silenciosa a la que se refiere Rajoy es absolutamente inexistente y que no cuenta con otros apoyos más que los de sus correligionarios y no en todos los casos, pues ya se oyen bastantes voces discordantes.
Pero falta valor para enfrentarse a la auténtica realidad española, esa que tanto asusta mostrar a los socios capitalistas de Europa y para admitir los errores garrafales que nos están llevando al camino de la pobreza y para reconocer que se llegó al poder de manera fraudulenta, aprovechando la inocencia de una parte de la ciudadanía, a la que se timó con promesas electorales que nunca llegaron a cumplirse.
La sociedad no está en silencio, es pobre. Y su pobreza, que ya se ha instalado en todos los estamentos posibles, ha de atribuirse necesariamente a una mala gestión gubernativa llevada a cabo por quienes, en este preciso momento se encuentra en el poder.
Quieran o no admitirlo, la verdad es la que es, España está como está y la indignación está alcanzando ese momento crucial en que todo puede romperse. Sólo cabe esperar que la cordura de la ciudadanía sea mayor que la de sus gobernantes y no traspase la delgada línea que la separa de la violencia.





miércoles, 26 de septiembre de 2012

Violenta represión en Madrid




La doble moral del Gobierno español, que le permite criticar con dureza lo que sucede en las calles de Siria, exigiendo junto con sus socios europeos la inmediata dimisión del tirano, justifica a la vez las órdenes dadas a los antidisturbios de Madrid, que convirtieron la manifestación ciudadana de la tarde de ayer, en una película de terror, en la que la represión se cebaba con todas sus fuerzas contra los inocentes.
Entretanto, amparados por el blindaje inexpugnable que los parapetaba dentro del Congreso, los parlamentarios españoles celebraban una sesión de aparente normalidad, sin querer escuchar las reivindicaciones de la voz popular, que exigía mientras era brutalmente apaleada, la inmediata dimisión de Rajoy.
Pero el dispositivo preparado alrededor de este acontecimiento y la aparente intranquilidad que reflejaban las caras de sus señorías, eran una demostración flagrante de que en el fondo les acuciaba el miedo a tener que mirar a los ojos a todos aquellos a los que han venido mancillando con alevosía, en estos últimos años de auténtico desgobierno.
Decía Cayo Lara, que fue el único líder en atreverse a llegar hasta el mismo límite de las vallas de seguridad, que si un político teme a su pueblo, tiene perdidas todas las batallas, pero habría que añadir que si además de temerle desobedece el mandato que el pueblo le encomienda y actúa en su contra elaborando leyes y medidas que lesionan gravemente su bienestar, debiera por ello presentar de inmediato la dimisión y dedicarse a otro oficio que requiera menos dedicación, aunque pierda con ello todos los privilegios obtenidos por el mero hecho de ostentar un cargo de importancia.
Ésta sería la postura de honradez que merecen los ciudadanos de un País de parte de los que supuestamente les representan y a la vez, ahorraría sufrimiento a quienes por su mala gestión lo padecen, proporcionándoles el derecho de escribir una historia distinta, protagonizada por otros mas aptos para gobernar una nación.
Pero si hemos llegado al extremo de que cada protesta se convierte en una batalla campal, en la que la policía en lugar de proteger la integridad de los ciudadanos, no hace otra cosa que seguir el mandato represor y tiránico de los políticos, habría que llegar a la conclusión de que se ha abandonado el camino de la Democracia y se ha instaurado entre nosotros, de nuevo, un régimen dictatorial en el que las fuerzas de seguridad han dejado de formar parte del pueblo, para ser esbirros del opresor y con el único fin de mantener su integridad física y la hegemonía de unos ideales impuestos.
Los sesenta y cinco heridos de ayer en Madrid son hoy la demostración flagrante del tipo de política que el PP piensa practicar contra quien se le oponga y una vergüenza nacional que mancha el curso de la convivencia pacífica, intentando disuadir a los españoles de su protesta, con toda una serie de armas modernas que van desde la porra tradicional, a otros artilugios menos conocidos.
El hecho de que además, haya policías infiltrados en las manifestaciones, disfrazados con indumentarias similares a las que suelen vestir los jóvenes de la indignación y que los agentes uniformados se nieguen reiterativamente a identificarse ante los ciudadanos que así lo reclaman, no hace más que agravar la situación en la que nos vemos obligados a vivir, convirtiéndose en una nueva reivindicación, al chocar frontalmente con nuestros más fundamentales derechos.
Familias que acudieron ayer a la manifestación, y que trataron de huir de los altercados, en muchos casos acompañadas de niños pequeños, fueron también perseguidas con ferocidad hasta las bocas de metro y reprimidas allí por estas fuerzas de desorden, con toda la contundencia que les permite el poder de su superioridad.
Nadie se libró ayer de la violencia. Jóvenes o mayores, mujeres, hombres y niños, periodistas en cumplimiento de sus funciones, e incluso empleados de reparto que trabajaban por la zona, fueron indiscriminadamente agredidos, por el mero hecho de manifestar su indignación y ejercer su libertad de expresión, pidiendo la dimisión del Gobierno.
Al Presidente, fuera del País, lo único que parece importarle es la imagen que España pueda dar, allende nuestras fronteras.
Pues bien, esta es la imagen real que España presenta en estos momentos, el desastre emocional que nos ha traído, con su política, el Partido Popular, con Rajoy a la cabeza.
También esta situación nuestra debe preocupar a la opinión internacional, en la misma medida en que lo hace la situación Siria y en que lo hicieron, en su momento, los movimientos populares de los países árabes. Cuando las voces de los pueblos se alzan en contra de una determinada manera de gobernar, siempre subyace en el subsuelo un tufo de injusticia que hace a los ciudadanos cambiar la comodidad del hogar, por el riesgo de la protesta en las calles.
Y esto no ha hecho más que empezar. La gente, que ya nada tiene que perder, está perdiendo el miedo.





martes, 25 de septiembre de 2012

Razones para rodear El Congreso




A los que no podemos estar hoy en Madrid, pero que estamos de acuerdo con todas las reivindicaciones que allí se reclaman, nos invade una sensación de regusto amargo y una especie de complejo de culpabilidad, aunque sabemos que la lejanía y la economía resultan ser la única clave de nuestra ausencia.
Cuando se oye a la Delegada del Gobierno de la Comunidad de Madrid comparar lo de esta tarde con un golpe de Estado y uno piensa que es la ciudadanía quien protagoniza las manifestaciones, en principio de forma pacífica, a la imposibilidad de estar dónde debíamos estar se suma, además, la indignación por que se intente manipular de manera tan sibilina un derecho constitucional, tal cual es el que asiste a la sociedad para manifestar libremente su descontento con el tipo de política que, en su contra, se está practicando y que se demonice tan burdamente la opinión de la ciudadanía, sin ninguna capacidad de autocrítica, con la que reconocer públicamente, la incapacidad de los políticos para gobernar el País y para sacarlo airosamente, de la crisis que corroe sus entrañas.
Y porque no `pertenecemos, aunque no estemos en Madrid, a esa mayoría silenciosa que tanto gusta mencionar a Rajoy, ni estamos dispuestos a que nuestras ideas sean esclavizadas por un puñado de “ilustrísimos ineptos”, cada uno de nosotros demuestra como puede, su apoyo a la concentración convocada y grita su amargo descontento desde el lugar en que se encuentra, uniéndose a la lucha popular emprendida con el afán de establecer un cambio real hacia una política de limpieza y transparencia, que acabe por enterrar la podredumbre y corrupción que se han establecido como naturales, en todos los rincones de la Nación.
No es ya sólo contra los recortes y las reforman que nos ahogan contra lo que estamos batallando, es también y principalmente, por restablecer la confianza absolutamente perdida por la ciudadanía en algo tan simple y fundamental como la honradez a carta cabal de quienes la representan y por hacer entender que el bienestar de los hombres ha de estar, necesariamente, por encima de las bolsas de valores y las cifras, que manejan tiránicamente el mundo, en claro perjuicio de quienes lo habitan.
Es, en justa defensa de una identidad, que nada tiene que ver ni quiere tenerlo, con el patrioterísmo barato y los colores de ninguna bandera, sino con la solidaridad que los hombres deben a su lugar de pertenencia y con el legítimo sueño de dejar la herencia de un futuro mejor a sus descendientes, basada en valores que ahora se están viendo ensuciados con demasiada frecuencia, como la dignidad y el respeto, que nos sumamos hoy a esta cita y a cualquier otra que se convoque, hasta que los problemas se resuelvan.
No valen los torpes intentos de justificar la agresividad con que se nos está tratando, ni las vagas explicaciones proselitistas que se nos ofrecen desde los partidos políticos existentes, tratando cada cuál de obtener mayorías electorales, pero sin moverse de un entorno inválido desde su nacimiento, para los que tenemos esperanza en un mundo distinto.
Sea como fuere, hemos nacido acompañados cada cuál de su inteligencia y es de ley que la utilicemos libremente, aceptando la teoría que más se acerque a nuestras convicciones personales, aunque de momento, la ideología que defendemos no responda a los credos establecidos, o diste mucho de parecerse a ninguna de las filosofías hasta ahora escritas.
Los que no estamos en Madrid, para información de nuestro señor Presidente, también gozamos, por fortuna, de esa capacidad de pensar que nos ayuda a elegir el camino que queremos tomar en la vida y no somos, en absoluto, títeres en las manos de ningún manipulador, incluidos sus correligionarios, a quienes tanto gusta atribuir a otros, conspiraciones orquestadas para buscar su derrocamiento.
Queremos que se vayan, sencillamente, porque fracasan en todo lo que emprenden. Como tocados por un destino aciago que embadurna de podredumbre cuanto tocan, el rosario de errores cometidos desde que aterrizaron el poder, ni parecen tener solución, ni tampoco un límite establecido en el que detenerse reconsiderando la posibilidad de una marcha atrás, que mejore, al menos en algo, nuestra vida y nuestra hacienda.
Queremos que se vayan, porque no queda un solo punto de su programa electoral que no haya sido violado o vapuleado sin pudor, dejando al descubierto la gran mentira que se urdió para atraer hasta las urnas a todos aquellos que, sin llegar a los extremos en que ahora se encuentran, ya habían empezado a sufrir los efectos de esta locura bajo el Gobierno Zapatero.
Ya no vale la cantinela de la herencia. Sobre todo cuando a lo que se encontró habría que añadir toda una ristra de intentos fallidos, en forma de medidas y recortes justificados por la “emergencia”, que no han hecho otra cosa que agravar en grado superlativo un estado de malestar, que se ha cebado especialmente con las clases trabajadoras y los más débiles de la sociedad, sin que se haya visto un solo gesto de contundencia hacia los sectores más poderosos, claramente beneficiados por la Reforma Laboral, la Amnistía Fiscal y las inyecciones monetarias a los organismos en los que amasan su dinero, que campan a sus anchas por sus respetos, sin que se ponga freno a su avaricia, ni se censure judicialmente su conducta, como corresponde a derecho.
Los que no estamos en Madrid y los que están, somos en realidad los encargados de mover toda la maquinaria que hace posible la viabilidad de un proyecto político y únicamente nuestra voluntad, y ninguna otra cosa, permite la presencia en las instituciones de quienes asumen la función de representarnos, pero siempre bajo la estrecha supervisión y aceptación de sus electores.
Por eso parece increíble que haya que recurrir a un blindaje policial faraónico para evitar la cercanía física entre nosotros y resulta inaceptable que se nos califique como golpistas, cuando no hacemos otra cosa que procurar que se oigan nuestras voces.
También por eso queremos que se vayan, pues en ninguna parte está escrito que los escaños, en España, sean vitalicios.





lunes, 24 de septiembre de 2012

El ejemplo luso




Contradiciendo a todos aquellos que sostienen que de nada sirve a los pueblos salir a las calles para reclamar sus derechos, los portugueses acaban de comprobar en carne propia, que cuando arrecia el temporal, no hay mejor remedio que combatirlo con todas las fuerzas de que se dispone y no dejar que los elementos acaben llevando a la deriva un barco, gobernado por la ineptitud de algún mal timonel.
En peor circunstancia que nosotros, tras haber comprendido que las exigencias pedidas a cambio del rescate sí que repercuten, y gravemente, sobre el bienestar de los ciudadanos, haciendo un ejercicio de valentía bastante propio de quién ya nada tiene que perder, la sociedad lusa se ha tirado a la calle y se ha mantenido en ella sin rendición, a lo largo de varios días, hasta conseguir que su gobierno haya dado marcha atrás en la dureza de los recortes que ahora preparaba para satisfacer a la usura europea y por vez primera, desde hace mucho tiempo, se ha plantado cara a los todopoderosos, propinándoles una sonora bofetada, en sus sanos y lustrosos cachetes.
Basándose en la experiencia española del 15M, que ya consiguió bastantes adeptos, a partir de su creación, en el país vecino, las constantes agresiones sufridas por la ciudadanía desde que se produjo la petición de rescate y que resultan ser muy similares a las que se nos ha obligado a ir aceptando a los españoles, han tocado fondo acercando peligrosamente a una inmensa mayoría al límite de la pobreza y aún se reclamaba más, ignorando olímpicamente los límites de la avaricia y la decencia.
Para los agoreros que desde los púlpitos del poder siempre se declararon partidarios de no hacer concesiones en su línea de actuación y defendieron que estaban haciendo en todo momento, ”lo que había que hacer”, éste ha debido ser un revulsivo que desbarata la arraigada teoría del colaboracionismo con los fuertes del Continente y que pone en cuestión la proclamada inutilidad de la resistencia, como modo de conseguir abrir un camino distinto, para lograr un fin mejor para todos.
Yerran y mucho, los gobiernos que se consideran intocables y que confían en su perpetuidad por el mero hecho de haber obtenido un amplio triunfo electoral en las urnas, en un momento determinado de la historia, y que después hacen de su victoria un parapeto en el que encriptar sus decisiones, tomadas en contra de la voluntad popular, en un gesto de pura traición a las layes de toda Democracia.
Gobernar sin oír atentamente las voces de la ciudadanía, acaba por pasar facturas de alto coste a quien se atreve a llevarlo adelante y termina por condenar al ostracismo político a los protagonistas de tan descabellada historia, sin volver a conceder jamás otra oportunidad a la fuerza de la que provengan.
Falso es que nada importe que una nación completa tome las calles exigiendo el respeto de sus derechos, pues el miedo, desgraciadamente, suele ser un sentimiento inherente a la raza humana y no hace concesiones cuando se ha de mirar de cerca, ni a políticos, ni a nadie que conserve un ápice de cordura, por muy firme que sea la convicción que lo mueva, o la fe que le asista.
Por otra parte, la función primera de un político ha de ser, sin ningún género de duda, conseguir lo mejor para la mayoría de su pueblo y esto ha de conllevar necesariamente poner por delante los intereses de su propio País, a cualquiera que beneficie los de otro territorio, cuánto más, si se apela, como es costumbre mayoritariamente conservadora, a las connotaciones de la palabra patria, que tan hondo sentimiento despierta, sobre todo cuando hay que defenderla frente a los enemigos.
Y digo bien, porque en los tiempos que vivimos, puede que las guerras hayan cambiado su fisonomía y ya no vengan de las armas, sino de las cifras, aunque los horrores que causen sean, al fin y a la postre, los mismos y la miseria sea también ahora, el fin último que espera a los que las pierden, como es nuestro caso y también el de Portugal, sin ir más lejos.
Como tal, podría considerarse legítima defensa, proteger los derechos de la nación contra quienes desde fuera los atacan y considerar traidor a quien abandona a su suerte el destino de su propio territorio, entregándolo en forma de pagaré, al mejor postor económico y a las inaceptables condiciones que `pone, para hacerse cargo de la deuda.
Nadie está pues obligado a rendirse incondicionalmente y sin presentar lucha, a las veleidades de ningún grupo en el poder, sin recordarle que la voluntad popular puede, si quiere, exigir un cambio inmediato en la cabecera del poder de un Estado, sobre todo si le asiste la razón poderosa de estar siendo conducido a un abismo, del que ya nunca podrá volver a salir.
El ejemplo luso podría ser el primero en establecer que no sólo es posible negociar la manera de ser gobernados, sino que además, también es del todo factible, si se insiste suficientemente en ello, un cambio total en el sistema bajo el cual todos hemos acabado perdiendo algo de incalculable valor para todo ser humano que se precie: la dignidad y el respeto por nosotros mismos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

De mansos y rebeldes





En un fin de semana dominado por la presencia del problema catalán, en el que todos los medios de comunicación no han hecho otra cosa que elucubrar sobre lo que podría suponer que una Comunidad Autónoma española alcanzara la independencia, lo demás parece haberse ralentizado de repente y minimizado su importancia, sin que nadie le preste atención.
Noticias como la dimisión de esperanza Aguirre, se han diluido dando paso a un torrente imparable de opiniones, a favor o en contra de la secesión, dejando a la opinión pública huérfana de información en otras materias, que por su calado social, podrían estar más cerca de los intereses reales de la mayoría, en esta época vertiginosa que nos ha tocado vivir.
El hecho, por ejemplo, de que Bankia vaya a necesitar más de la mitad de los fondos procedentes del rescate o que se hayan dado un par de casos nuevos en la extensa lista de corruptelas políticas que ennegrecen el territorio nacional, han sido tratados de pasada en las páginas interiores de los diarios y sólo el impertérrito tema del fútbol, comparte las portadas con las pretensiones de Mas, igualándole en protagonismo y sedando las conciencias de los ciudadanos, con elevadas dosis de la droga que cada domingo consigue desviar las miradas, de lo que verdaderamente importa.
Entretanto, como si el tiempo se hubiera detenido en los años setenta, la policía pone todo su ahínco en la identificación de personas reunidas en la calle, con la aquiescencia de algún que otro juez, bajo el pretexto de que pueden estar conspirando para la alteración del orden público.
Ante la proximidad de la convocatoria para rodear el Congreso, que está prevista para el 25 del mes en curso, deben pensar que todas las precauciones son pocas para que, de ningún modo, sea perturbada la paz de sus señorías y se ha puesto en marcha un dispositivo absolutamente desproporcionado para la vigilancia del Parlamento, tratando de impedir de todas las maneras posibles, que se produzca una cercanía física entre los posibles manifestantes y esta clase política, cada vez más alejada de su pueblo.
Y aunque nos ampara el derecho constitucional de reunión y al menos de momento, no representamos un peligro inminente para la integridad de nadie, ha comenzado una vigilancia lesiva contra la intimidad personal de la ciudadanía, probablemente con la intención de elaborar una lista de “elementos no deseables”, que en un momento de confusión, pudiera ser la clave para que te suban al furgón policial, o te permitan seguir transitando en libertad por las calles de Madrid, con el título de dócil colgado en la espalda.
Todas estas actitudes represivas, que los mayores ya conocemos de cerca por nuestra experiencia durante los años del franquismo, no son merecedoras sin embargo, ni siquiera de una reseña en los interminables debates televisivos que invaden la programación diaria de todas las cadenas, ni son dignas de ser mencionadas en la prensa escrita de un país, que cada vez parece más alejado de la Democracia y más cerca de una especie de monarquía bananera, en la que ni siquiera se permite a la sociedad tener opinión.
Pero si los ciudadanos reclamáramos también una independencia, esta vez de la clase política que nos gobierna, y tomáramos masivamente las calles el próximo día veinticinco, exigiendo que los parlamentarios pusieran sus cargos a nuestra disposición y que se convocaran nuevas elecciones, con un recuento electoral más justo, la actitud de mansedumbre demostrada por la prensa nacional no tendría otro remedio que prestarnos al menos, la misma atención que al señor Mas y ocuparse de nosotros, con la misma tozudez con que lo hace de otros asuntos, que ni siquiera vienen a resolver uno sólo de los problemas que nos acucian y menos aún, la grave crisis de desempleo que soportamos heroicamente, bajo la ineptitud de nuestros supuestos representantes.
Así que identificados o no, habremos de ganar con nuestra presencia en la calle un hueco en los informativos del país y habrá que hacerlo con seriedad, pertinazmente y animando a los que aún permanecen en silencio, a sumarse a nosotros, abandonando los sillones del miedo, para unir sus voces a las que ya reclaman un cambio urgente en la manera de gobernar que sobre todos se ejerce, en los últimos tiempos.
En ésto, de verdad, nada importa nuestra procedencia, ni nuestro idioma, ni las batallas entre líderes de distinto signo intentando arrancar del pastel un trozo de mayor o menor tamaño, ni límites fronterizos bajo los que sufrir la contundencia de los recortes que en nuestra contra se están practicando.
En ésto importa estar y hacer de la voluntad común una barrera que consiga detener los abusos, la usura y la degradación a que se nos somete, sin contar con nuestra opinión, claramente contraria a un sistema de cifras que se impone sobre lo humano y que nos engulle mancillando nuestro modo de vida.













jueves, 20 de septiembre de 2012

El problema catalán



Como aperitivo de la reunión mantenida entre Artur Mas y Mariano Rajoy, un clamor popular reclamaba la independencia para Cataluña desde las gradas del Nou Camp, dejando claro que la opinión popular acompañaba al líder de Convergencia y Unió, en las aspiraciones que llevaba en cartera, hasta las mismas puertas de la Moncloa.
En un ambiente de crispación nacional, que crece por momentos a causa de la gravísima situación económica que padecemos y una ingente cantidad de colectivos profesionales tomando las calles en justa reivindicación de sus derechos laborales perdidos, el caso catalán viene a sumarse a la larga lista de problemas con que se enfrenta el partido que nos gobierna, abriendo un nuevo frente de presión para la política ultraconservadora con que el Presidente Rajoy trata de gobernar un barco que se le ha ido a la deriva, sin el oficio suficiente para maniobrar con pulso firme, para llevarlo a buen puerto.
Hace sólo diez meses, las mieles de un triunfo electoral que les proporcionó una amplia mayoría absoluta mediante la cual dominar la voluntad del Parlamento, los populares, que se habían comprometido con el pueblo español con una serie de promesas que auguraban el final de recesión y la creación inmediata de puestos de trabajo, contaban con ejercer un gobierno sin oposición, desde el que actuar con tranquilidad plena, cualesquiera que fueren sus auténticos proyectos.
Cometieron entonces el error de empezar a contar con que el viento que les había llevado en volandas hasta el poder, impulsaría también su triunfo aplastante en las elecciones de las Autonomías y empezaron a hacer cábalas con lo que podrían hacer en España, cuando por fin fuera únicamente suya, tras haber conseguido enterrar todos los fantasmas políticos de la izquierda y otras formaciones políticas, que durante años habían impedido teñir la totalidad del territorio, con los colores de su bandera.
Pero en cuanto empezaron a plegarse servilmente a las exigencias europeas y a mostrar más amor a los dictámenes de los mercados que la voluntad soberana del pueblo, las cosas comenzaron a torcerse y la mente voluble del electorado cambió inmediatamente de opinión, forzada por una serie de medidas insólitas, que lesionaban gravemente los intereses de las mayorías y que contradecían en su totalidad, las promesas reiterativas de curación, que se habían desgranado en todos los mítines protagonizados por los conservadores.
Perdieron en Andalucía y en Asturias, en uno de los vuelcos electorales más estrepitosos de la historia de la Democracia, en un cortísimo espacio de tiempo y la soberbia y el desprecio que mostraron hacia la voz de la calle, unidos al fracaso constante de todas las resoluciones tomadas durante estos meses en el poder, propiciaron, además, el adelanto electoral en Euskadi y Galicia, donde previsiblemente también perderán, dada la indignación que los ciudadanos de todo el país, manifiestan diariamente en las calles.
Todo es una cuestión de dinero. La escasez y la pérdida de poder adquisitivo que la sociedad ha experimentado de forma inaceptable desde que Rajoy nos gobierna, sensiblemente incrementada por una situación de desempleo claramente insostenible, naturalmente, tenía que acabar provocando un brote de nacionalismo, como históricamente ha ocurrido, cada vez que la gravedad de los acontecimientos se ha cebado con algún estado del mundo y los ciudadanos han dado en pensar que cuando los recursos son pocos, es mejor no tener que repartirlos, aunque esa actitud no sea, precisamente, solidaria.
Todos estos estallidos siempre han contado con la presencia de un líder que, aprovechando la coyuntura y tratando de desviar hábilmente las miradas de su propia responsabilidad en los
hechos, se ha dedicado a arengar a las masas para producir un levantamiento, apoyado en un sentimiento patriótico, con el que alcanzar una mayor parcela de poder, sobre todo si de poder económico se trata.
En Cataluña, ese líder se llama Artur Mas y su oportuna presencia en el momento preciso, puede ser el principio del fin de la hegemonía popular en el panorama español si, como se espera, se produce un adelanto electoral y Convergencia arrasa en las urnas, contando con la ilusión de su pueblo por constituirse en Nación, incluso sin explicar de qué modo piensa conseguirlo.
Después, ya se verá hasta dónde se puede llegar en la pretensión de independencia, pero para entonces, Mas podrá jactarse de contar con el apoyo real de su pueblo y hacer la política que considere conveniente y de la que, curiosamente, no ha hablado en ninguna de sus sentidas intervenciones de corte estrictamente territorial.
Pero las medidas que se han estado tomando en Cataluña, los recortes en las Instituciones públicas que han afectado directamente a la salud, la educación o las prestaciones sociales que recibían los catalanes, no los ha practicado ningún partido españolista. La bajada de sueldos de funcionarios, el despido de interinos y los conflictos laborales que han llevado a la Comunidad Catalana a la desesperación, han sido aplicados con Artur Mas en la presidencia de la Generalitat y su partido, además, ha sido el único en apoyar las pretensiones económicas de Rajoy, en todo el arco parlamentario, sin otras excepciones.
Así que a alguien ajeno a lo que pueda estarse gestando en Cataluña y sin estar cegado por ilusiones nacionalistas, no le queda más remedio que preguntarse si no estará tratando Mas de ocultar la auténtica participación en los hechos que personalmente ha tenido y de salvaguardar la parcela de poder que su partido ostenta en el presente de Cataluña, bajo la capa de ese sentimiento de profundo amor que dice tener al que considera su país, y que bien pudiera ser en realidad, mera ambición personal y ansias de protagonismo.
Al fin y al cabo, el partido al que pertenece proviene directamente de la alta burguesía catalana, que igual que el PP, bebe de las fuentes del capitalismo promulgado por la derecha y ya se sabe, por experiencia, que la derecha jamás ha hecho nada, ni lo hará, por el bienestar de los trabajadores, sean cuales sean los límites de las fronteras que los acogen.



miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amenaza contra el profesorado español




Los docentes de la Enseñanza Pública de nuestro país están recibiendo una carta en la que se les prohíbe directamente hacer cualquier tipo de comentarios sobre los recortes del Gobierno Rajoy, en sus Centros de trabajo, amenazándoles con abrirles expedientes sancionadores, alegando que incurren en una especie de delito contra la Ley de la Función Pública, y que esconde en realidad, un miedo cerval a que la oposición responsable que contra las reformas se está llevando a cabo, gane adeptos para una lucha repleta de razón, a la que ya se han sumado mayoritariamente padres, alumnos y profesores, que se encuentran personalmente implicados en este conflicto.
Rememorando épocas pasadas, en las que carecíamos de cualquier tipo de derecho relacionado con la expresión o la manifestación abierta de nuestras ideas, los populares deciden tomar un camino de represión que ya creíamos superado y mostrar abiertamente que sus inclinaciones democráticas, están muy lejos de ser las que han venido pregonando durante los últimos años, en cuanto se contradicen las normas que pretenden escribir para dominar a todos los españoles y los ciudadanos se atreven a manifestar reiterativamente su repulsa, por la clase de política que están practicando en el país, sin contar con la voluntad de su pueblo.
Esta nueva vulneración de los derechos de la sociedad, merece de inmediato, por parte de todos nosotros, una respuesta de contundencia que ponga en claro el apoyo real con el que la clase docente cuenta en sus reivindicaciones y que manifieste por adelantado que, de producirse los expedientes sancionadores mencionados, podría surgir un estallido social, en solidaridad con su causa, que al fin y al cabo es también, la nuestra y la de nuestros hijos.
Las ínfulas de poder absolutista que ha dado la mayoría absoluta a Rajoy, no justifica ni justificará en modo alguno, ni ahora, ni en un futuro, la merma injustificada de los derechos innatos de la ciudadanía, sobre todo si son sustraídos por medio de la violencia física o psicológica y ejercidos indiscriminadamente sobre cualquier sector de la población, por el mero hecho de defender aquello en lo que cree, de modo legal y sin provocar ningún tipo de conflicto.
Obligar a los Directores e Inspectores de Centros Docentes, a ejercer una labor policial y de espionaje sobre sus propios compañeros, sólo podría compararse a los métodos utilizados en las dictaduras más recalcitrantes y hiere sobremanera la dignidad de los que ocupan estos cargos, procurando forzarles a ejercer un papel de chivatos profesionales, muy lejano de las funciones que, por su formación, han de cumplir y que nada tienen que ver con la complicidad que de ellos se pretende.
La supuesta defensa de la Ley de la Función Pública que se pretende con este panfleto específicamente manipulador, se tambalea en cuanto choca diametralmente con el derecho constitucional que asiste a cualquier ciudadano, independientemente de su profesión, y embadurna de suciedad cualquier resquicio legal que pudiera existir en la letra pequeña de este documento, con insidiosas operaciones de política barata, a cargo de gente de baja estopa, sin principios de respeto al régimen democrático del que disfrutamos.
No queda más que animar a los profesores a no dejarse intimidar por este tipo de amenazas directas y a seguir manteniendo sus convicciones y reclamaciones, allá donde lo consideren oportuno, sin rendirse a la estrategia del miedo, que ahora se ceba personalmente contra ellos, ya suficientemente vapuleados por los recortes y por las condiciones impuestas tiránicamente, por el gobierno del PP.
El llamamiento, que ha de hacerse extensivo también al resto de la ciudadanía, no ya sólo en defensa de la Enseñanza Pública, sino también en aras de la libertad de expresión y manifestación que a todos nos incumben, pide sin reservas la colaboración de todos y cada uno de nosotros, en la difusión de lo que está pasando, a través de todos los medios a nuestro alcance, para que se dé marcha atrás, con carácter de urgencia, a este atropello inexplicable, que avergüenza a toda persona que crea en la fuerza de la razón y no en la razón por la fuerza.



martes, 18 de septiembre de 2012

El Curso de la incertidumbre



La noticia de la dimisión de Esperanza Aguirre, como tantas veces ocurre, consiguió eclipsar el clamoroso abucheo que recibieron ayer Wert y Cospedal, cuando acudían a la inauguración del curso escolar en un colegio de Toledo.
Salvados por la estruendoso campanazo de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, pudieron capear el temporal de lo que de otro modo, hubiera sido portada y se ahorraron las explicaciones pertinentes que la prensa hubiera exigido de ellos, sin ningún género de dudas.
Pero, ya lo hemos dicho muchas veces, la actualidad no suele centrarse en un solo punto de atención y a menudo sucede que hechos puntuales de mucha resonancia mediática, se anteponen a otros que, por su importancia real, resultan mucho más preocupantes para la población que los sufre y que casi siempre terminan por volver a tratarse, más tarde o mas temprano.
Éste que empieza podría perfectamente ser calificado como el Curso de la incertidumbre, ya que viene precedido de una serie de terroríficas reformas aplicadas y otras por aplicar, que bien podrían cambiar totalmente la idea que de la educación pública teníamos hasta ahora los ciudadanos, gracias al enorme tijeretazo aplicado por el gobierno de Rajoy en la partida dedicada a estos menesteres y que traen en jaque permanente a padres, alumnos y profesores, en una constante protesta que se materializa a diario en todos los rincones del país y que amenaza con ser pertinaz, de no producirse una rectificación inmediata, que devuelva la dignidad robada a las aulas y la tranquilidad a la conciencia de los españoles que no podrían en modo alguno, permitirse llevar a sus hijos a los colegios de élite propugnados por los conservadores que nos gobiernan.
Han empezado los profesores titulados de la Pública, topándose con más de treinta y cónico alumnos en las clases dedicadas al Bachillerato y con un aumento desmesurado en los horarios dedicados a sus respectivas asignaturas, habiendo desaparecido del panorama docente la casi totalidad de los interinos que les prestaban apoyo y habiéndose amortizado también, un elevado número de plazas que por jubilación o traslado de sus dueños, no han sido cubiertas, dejando a los Centros, literalmente, en franca incapacidad para afrontar sus obligaciones de un modo efectivo y cabal, como se solía venir haciendo, en bien de un nivel educativo que no tardará en desaparecer.
Aprovechando la corriente de impopularidad que se ha fomentado en España durante tantos años, contra cualquiera que ocupara plaza de funcionario, la figura del maestro ha sido continuamente vilipendiada, llegando a tal punto su degradación, que la gente ha terminado por olvidar la importancia real que en la vida de todos nosotros tiene y hasta qué punto es imprescindible que el trabajo que realizan sea mimado por la Administración, puesto que el material humano que manejan no es otro, que los hombres y mujeres que conformarán ayudados por ellos, el futuro de todo un País.
Parece ahora, como si la educación fuera una banalidad caprichosa a la que se acudiera como remedio al aburrimiento, o un mero invento creado como soporte de ayuda para que las familias dejen a sus hijos mientras que van a trabajar y que la escuela no es más que una sede social en la que aparcar a nuestros niños, dejándoles a cargo de una pandilla de vagos privilegiados que cuentan con la seguridad de un buen sueldo mensual y con un periodo vacacional inmenso, del que por supuesto, no son en absoluto merecedores.
Pero estas teorías, que hábilmente se han encargado de difundir los líderes del PP para justificar sus reformas, carecen del todo fundamento y que cuando se habla de Educación, se está manejando un concepto de una importancia vital para el desarrollo de todos los individuos que conforman la sociedad, sin que haya lugar a exclusiones determinadas por su procedencia, su economía o sus creencias, como deber ser, según las leyes de todas las Democracias.
Lo que el maestro trae entre manos, no son fardos de patatas, ni ninguna otra materia inerte, sino que se trata de un material humano de extrema fragilidad, que empieza a moldear lo que luego será su carácter y extraordinariamente necesitado de toda la ayuda que se le pueda prestar, en su camino hacia las fuentes del conocimiento, a las que tienen derecho, por el mero hecho de formar parte de una civilización que basa en ellos y sólo en ellos, su futuro progreso.
Costó mucho, todos lo recordamos, conseguir una enseñanza Pública de calidad que permitiera a todos sin distinción, equipararse a los hijos de familias con recursos que antaño eran los únicos en disfrutar del privilegio de acceder a las Universidades de nuestro país y los treinta años que anteceden a la escritura de este artículo y lo que en ellos ha sucedido con una enorme mayoría de españoles, avalan el resultado de la lucha y lo que con ella se ha conseguido.
Las muchas penurias con que se comienza el curso escolar de este 2012, la herida infringida al sistema educativo público por los duros recortes que contra ella está practicando este gobierno, supondrán, probablemente ya en este año, un retroceso sin precedentes, que volverá a colocar a nuestra juventud, afectada por una educación injustamente clasista, a un nivel tercermundista, que en nada servirá a las aspiraciones que debieran movernos, si queremos abandonar la dura crisis que soportamos.
Así pues, váyase acostumbrando el señor Wert a no ser recibido por el pueblo español con los vítores y alabanzas que esperaba cuando aceptó su Ministerio, pues es de justicia aclarar el descontento y la indignación que los ciudadanos tienen contra sus sueños de elitismo, allá dónde lo encuentren, y utilizar los instrumentos a su alcance para conservar lo que consideren auténticamente imprescindible para su país, sobre todo si se trata del porvenir de sus hijos, a los que naturalmente, han de tener mayor querencia que a los políticos que escriben malas leyes como éstas.



Un ciudadano ejemplar




Mientras elaboraba mi artículo diario en la tarde de ayer, me llega la noticia de la muerte de Santiago Carrillo, cuya innegable importancia para la vida política española, no ha sido suficientemente apreciada por las nuevas generaciones, aunque quizá los libros de historia se encarguen de colocarle en el lugar que merece.
A pesar de ser considerado un personaje controvertido y que su militancia en el Partido Comunista de España siempre le acarreó un odio cerval desde las filas de la derecha, su modo de vivir y ejercer la política, podrían ser considerados un ejemplo para todos aquellos que han hecho de lo que debiera ser un servicio a la nación, un mero modo de enriquecimiento.
Cuando en las postrimerías del franquismo España entraba en la tesitura de afrontar un futuro incierto, atenazada aún por el dolor de las diferencias irreconciliables que habían producido las heridas de la guerra civil, Carrillo supuso un pilar sobre el que asentar el reto difícil de la Democracia y nadie como él hizo mayores y más duras concesiones ideológicas, a favor de una reconciliación nacional, del todo impensable sólo unos meses atrás, pero imprescindible para elaborar lo que después ha llegado a ser una convivencia natural entre nosotros, haciéndonos a todos parte de una misma nación.
A pesar de ser considerado un político de envergadura y haber ayudado considerablemente a la elaboración de nuestra Constitución, nunca tuvo ese apego enfermizo que suele acompañar a los que ocupan un cargo importante y podría decirse que ha sido el único líder de importancia, que supo abandonar con elegancia el puesto que ocupaba, retirándose de la vida pública sin aspavientos, en el momento en que consideró que había que ceder a gente más joven, la primera línea de protagonismo en el devenir del país.
Ya retirado, la viveza de su inteligencia y la amplitud de miras que siempre le caracterizaron, le convirtieron en un personaje de referencia en el ejercicio de la que siempre fue su profesión, el periodismo, y sus opiniones, de una contundencia feroz, se hicieron imprescindibles para comprender con claridad meridiana todo el proceso de la transición española y últimamente, los entresijos que se movían debajo de la crisis que soportamos y sus incalculables consecuencias.

Por todo esto, se podría decir que hoy nos abandona un ciudadano ejemplar, al que la vida nunca pudo doblegar y que defendió con ahínco los principios en los que creyó, siendo a la vez capaz, de ser conciliador y respetuoso con sus antagonistas políticos, que ahora que se va, no podrán negarle su lugar en la historia, ni su honorabilidad en el ejercicio de una profesión, a la que nunca degradó con malas prácticas ni corruptelas, de esas que tan de moda están en los últimos tiempos.
Su innegable talla le coloca, pese a quien pese, en el nivel más alto a que se pudiera aspirar cuando se decide servir al pueblo y demuestra que la ideología es y será siempre el principal componente del juego político, cuando lo que se pretende es el bien común y no administrar el poder a favor de uno mismo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Una dimisión sospechosa




Prácticamente a la misma hora en que el Ministro Wert, María Dolores de Cospedal y los Principes, eran clamorosamente abucheados a la entrada de un colegio de Toledo y los trabajadores de RENFE colapsaban las calles del país, en defensa de un transporte público, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, convocaba una rueda de prensa con carácter de urgencia, en la que anunciaba con lágrimas en los ojos, su dimisión irrevocable.
Esgrimiendo problemas familiares como causa primordial de su decisión, e inmediatamente después de haber hecho frente al ejecutivo de Rajoy, en relación con la libertad de Bolinaga, la renuncia de Aguirre suscita un elevado número de sospechas, sobre todo al no haberse filtrado información alguna que hiciera suponer un hecho de esta categoría y deja a la ultraderecha del PP en cierta situación de orfandad, al perder al más significativo de sus recalcitrantes miembros.
Pero su conocida y manifiesta enemistad con el líder de su partido, no parece causa suficiente para tan repentino abandono, ya que de todos es sabido que Aguirre soñaba hace tiempo con la Presidencia del País y había estado invirtiendo años en una meteórica carrera política, aprovechando cada una de las oportunidades que se le presentaban para denostar a Rajoy y sus seguidores, aunque desde luego manteniéndose cerca de las más altas esferas de poder, hasta que tras ganar las elecciones, fue excluida del ejecutivo entrante, teniendo además que soportar ver a su más directo rival, Alberto Ruiz Gallardón, aupado a la cartera de Justicia, perdiendo así la batalla que con él había mantenido, desde su aterrizaje en la Comunidad de Madrid.
A partir de entonces, muchas de las teorías mantenidas por la presidenta se han visto, como por arte de magia, desmontadas, sin que se haya llegado nunca a conocer por qué camino se habían conseguido esclarecer los hechos, como en los casos de las falsas cuentas de la Comunidad, o el gravísimo asunto de Bankia, que había sido una de las apuestas fuertes de Aguirre, al colocar a Rodrigo Rato al frente de la entidad, que después ha resultado ser una de las causas de mayor peso, en la gravedad de la crisis que nos azota.
A nadie se le puede pues escapar, que la sensación de alivio que habrá experimentado Rajoy al tener la carta de dimisión sobre la mesa, habrá sido de las más grandes de su vida, tanto si la marcha es auténticamente por voluntad de su protagonista, como si por alguna razón que desconocemos, se la ha forzado a ello, terminando así de un plumazo, con cualquier resquicio de oposición en el seno del PP y librando al mismo tiempo al Presidente de un enemigo personal, que no ha hecho otra cosa que enmarañar la poca o mucha armonía que pudiera existir entre los militantes de la formación, con sus continuas salidas de tono, sus mayestáticos errores y sus bien programadas desobediencias, encaminadas siempre a obtener un poder mayor.
Antes de analizar las posibles causas reales de lo que haya podido suceder, habría que esperar, por si se produjera una serie de dimisiones en cadena de personajes que siempre se alinearon con las opiniones de Aguirre y que podrían personalizarse en nombres como los de Mayor Oreja, Ana Botella, y otros muchos adeptos a las recalcitrantes teorías de la ya defenestrada presidenta, viniendo a demostrar lo que pudiera ser entonces un cisma en el seno del PP, que pudiera derivar a la formación de un nuevo Partido, o en la afiliación masiva de los tránsfugas, a otras formaciones, como por ejemplo la que dirige Álvarez Cascos, por el que Aguirre siempre demostró una arrolladora simpatía.
Aunque también podrían barajarse otra serie de argumentos que clarificaran un poco si la dimisión ha sido inducida por alguna causa mayor que, en un futuro próximo, pudiera contribuir a ensuciar la imagen del Partido Popular, de seguir Aguirre al frente de una de las Comunidades consideradas como feudo conservador, si es que llegara a producirse alguna noticia que de alguna manera la relacionara con algún asunto, de momento desconocido.
La actitud de Esperanza Aguirre hace sólo unos días, en relación con la creación de Eurovegas, no era precisamente la de una persona que ya debía estar barajando la idea de la dimisión, ni dejaba entrever en modo alguno, la enorme tristeza que demostraba en su comparecencia de hoy, como si de pronto toda su vida se hubiera despeñado por un barranco, del que sería del todo imposible volver a remontar.
La suciedad de la política y la poca transparencia a que nos tiene acostumbrados el PP, harán seguramente inaccesible para nosotros el camino de la verdad y habremos de conformarnos con la información que quiera ofrecernos la prensa oficial, lesionando nuestro inherente derecho a conocer con exactitud las auténticas connotaciones de este suceso.
Aunque no podrán desde luego, robarnos la libertad de pensar que algo huele a podrido en esta historia, demasiado precipitada en su montaje y con descomunales claroscuros en su contenido, como para ser creíble.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿A qué teme Rajoy?



El Partido Popular, que tantas veces ha utilizado la estrategia del miedo para orientar el voto de los electores españoles, y en particular su líder Mariano Rajoy, que ha recogido hábilmente los frutos del catastrofismo inculcado a las masas, tenazmente, durante los últimos años, deben tener también, por mucho que se empeñen en ocultarlo, un punto débil de temor, por el que acceder en legítima respuesta, a la dureza de su doctrina.
La situación a la que han conducido al pueblo español en su breve, pero desastroso periodo da mandato, no podía esperar la conformidad de los agraviados, ni la mansedumbre de los despojados de sus derechos, sino bien al contrario, una corriente masiva de indignación y protesta, que no ha hecho más que empezar, con la salida de los españoles a la calle, como se pudo comprobar ayer en Madrid, a pesar de que la tibieza de la oposición política no colabora tampoco a restaurar la dignidad perdida de sus representados, ni da los pasos necesarios para tratar de cambiar un modo de gobierno, sin ninguna aceptación por parte de los ciudadanos.
La manifestación, que el PP calificó de simple “alboroto”, no pudo ser sin embargo, más nutrida y menos politizada, dando cabida a todos los colectivos y estamentos de la sociedad española, bajo la consigna de exigir, a la mayor brevedad posible, un Referéndum con el que aprobar o no, las medidas adoptadas y por adoptar, de este gobierno conservador, que apenas cuenta ya con adeptos.
En su desmedido afán de poder, puede que el PP quiera engañarse pensando que todos los que están en silencio apoyan su nefasta política, pero olvidan que la desilusión que se ha instalado en la ciudadanía hacia todo lo que recuerde este oficio, impide aún a una enorme cantidad de descontentos salir a la calle, por creer que su presencia nada cambiará y también por un miedo a ser reprimidos, que las actuaciones policiales se han encargado de demostrar, en estricto cumplimiento de las órdenes recibidas, desde las más altas instancias del poder.
Pero callar no significa otorgar necesariamente, porque de estar seguro de esta afirmación, poco importaría a Rajoy someterse al examen de la ciudadanía citándola a las urnas, seguro como estaría de ganar, si contara con el apoyo de todos aquellos que aún no participan, en la masiva protesta popular, por las razones que fueren.
Lo que temen Rajoy y los suyos, sin embargo, queda explícitamente de manifiesto cuando se escudan en ese silencio que manipulan hábilmente a su favor, aunque contando virtualmente con algo que no tienen, porque un estallido popular, de dimensiones incontrolables, daría necesariamente al traste con todas las aspiraciones que desde Europa mueven la obediencia y la sumisión de los populares, obligándoles a reconducir su política por un camino diametralmente opuesto al que han elegido por propia voluntad, o bien a una dimisión inmediata, si no se encontraran dispuestos a recoger las aspiraciones de un pueblo vapuleado hasta el hartazgo, por la dureza de los recortes practicados y por la manga ancha de una Reforma Laboral, que lo ha privado del derecho fundamental al trabajo, que todo ser humano tiene, de forma inherente.
El llamado “alboroto”, que no ha sido más que el comienzo de las muchas acciones que se esperan para el próximo Otoño, no puede ni debe ser por tanto, ninguneado desde Moncloa, como si se tratara de una escaramuza sin importancia que nada tiene que ver con quienes tienen en sus manos el porvenir de España.
Muy al contrario, la marea humana que ayer recorrió las calles de Madrid, es una avanzadilla de aviso que debíera preocupar seriamente al gobierno, si no quiere verse envuelto en otros “alborotos” mucho más violentos, en la medida que con sus declaraciones vayan agotando la paciencia de una ciudadanía que, al no tener ya nada que perder, podría estar dispuesta a llegar hasta el final en sus reivindicaciones, apeándoles de un plumazo, de todas las ínfulas de poder que esconden bajo sus sarcásticas sonrisas.
Los trabajadores, que son en definitiva la base de la riqueza de un país, ya están seguros de eso. Y no los de uno o dos colectivos afectados especialmente por determinadas medidas, sino todos en general, secundados con fuerza por la innumerable cohorte de parados, que deben a Rajoy personalmente, la imposibilidad de acceder a un empleo y las condiciones de indignidad que soportan en el ámbito familiar, gracias a sus reformas europeístas.
Y todo esto, que de momento transcurre de forma pacífica y sin incidentes, sucede sobre la delgada línea que separa la razón de la fuerza, haciendo auténticos equilibrios por no caer del lado en que todo se descontrola y se tiñe de una agresividad, casi imposible de frenar únicamente con palabras.
De modo que bien pronto, todos los temores de Rajoy podrían materializarse y nuestras tranquilas calles españolas, bien podrían ofrecer a los socios europeos, un aspecto mucho menos festivo y conciliador que el de ahora, si se sigue haciendo caso omiso de la voluntad popular, continuando con la práctica de este capitalismo feroz, que ha herido de muerte los cimientos y la estabilidad de España.
Habrá que animar a los silenciosos a no permitir que se manipule su silencio e invitarles a sumarse a todos los que hace tiempo decidieron abandonar la comodidad del hogar para luchar también por ellos. Y aclararles, que los que ven en las manifestaciones no son ni serán alborotadores empeñados en instalar la anarquía como sistema de gobierno, sino que son, somos, gente de a pie cansados de las mismas cosas que provocan su indignación y que sufrimos exactamente los mismos abusos que ellos sufren, pero que hemos abandonado el miedo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Estallido independentista




Los ataques a las embajadas norteamericanas en varios países islamistas, han eclipsado la noticia de la multitudinaria manifestación a favor de la independencia en Barcelona, poniendo otra vez al mundo en vilo, en la seguridad de que los hechos acaecidos serán vengados, como desgraciadamente ya ha ocurrido en demasiadas ocasiones.

Pero el millón y medio de personas que salió a la calle en Cataluña no debe de ningún modo ignorarse y puede llegar a convertirse, si cunde el ejemplo, en uno de los mayores problemas con que se ha encontrado Rajoy, desde su llegada al poder. Porque esta independencia catalana, a diferencia de la vasca, no se reclama bajo el terror de las armas, sino de manera pacífica y legítima, por unos ciudadanos que se limitan a poner en practica su libertad de expresión, a favor de una idea con la que se identifican, aunque quizá ahora influidos también, por la desastrosa situación que la crisis que padecemos ha llevado hasta su territorio y con el pensamiento puesto en que autóctonamente, serían capaces de salir de ella con mayor rapidez, al no tener que contribuir con su esfuerzo, a la mejora del resto de las Autonomías.

Cerrar los ojos no servirá al PP para cambiar una realidad que late profundamente en Cataluña, sobre todo teniendo en cuenta que su representación en la Generalitat es significativamente baja, ni en este caso podrá acudir tampoco a la represión como medida de fuerza, ya que ni tan siquiera le queda el recurso de que se hayan producido incidentes en el transcurso de una convocatoria, que al coincidir con la celebración de la Diada, se celebró en un ambiente festivo, sin otro fin que el de reclamar lo que sus asistentes consideraron oportuno.

No se puede saber si verdaderamente le iría mejor en solitario a Cataluña, aunque en el momento actual, constituir una nueva Nación no es el camino fácil que los nacionalistas de Mas tratan de pintar a los ojos de su pueblo, pues para toda empresa que quiera crearse y para ésta también, se necesitan hoy fuertes apoyos económicos en forma de préstamos y habría que preguntarse qué entidades se encontrarían en disposición de ofrecer el montante necesario para la constitución de toda la estructura de un Estado y en qué condiciones lo harían, de llegar a un acuerdo.

Tampoco hay que pasar por alto a los miles de residentes en Cataluña que no son oriundos de allí y cuya voz, de momento, permanece dormida y en espera de cómo se desarrollen los acontecimientos, pero con cuya contribución en forma de impuestos, alguien está contando de antemano, sin pararse a pensar si de producirse la independencia, optarían por permanecer dónde están, o por retornar a sus lugares de origen, que también en ellos deben producir ciertos sentimientos de apego.

Y luego está el problema de Europa, a quien nadie ha preguntado si querría admitir a un nuevo socio, ahora que la ventolera sacude al euro preludiando tempestades mayores y que le sobran la mitad de sus miembros, por la carga que representan y sobre todo, por las ayudas que necesitan para superar el enorme bache en que cayeron y que, se ha demostrado, son incapaces de superar por sí mismos.

Pero la legitimidad acompaña a los independentistas en sus aspiraciones y más pronto que tarde, Rajoy habrá de mantener contactos en este sentido con los que hasta ahora., han sido los únicos en sumarse a sus medidas económicas, primero, porque de no hacerlo, su soledad sería aún mayor en el arco parlamentario y después, porque de algún modo habrá de pagar la enorme deuda que con ellos tiene y que podría remontarse a la época de Aznar y Pujol y su extraña relación de dependencia.

Estaría bien un referéndum de consulta, para saber con exactitud qué número de catalanes pretenden la independencia precisamente ahora, pero el riesgo de que salga un SI, colocaría al PP en la tesitura de tener que aceptar el resultado sin reservas, sabiendo además que desde Euskadi llegaría una exigencia igual, que habría de conceder, por aquello de no ser acusado de discriminación, con toda la razón del mundo.

De momento, insistimos, la guerra de religión que ha provocado un cura estadounidense empecinado en denostar la figura de Mahoma, ha paliado los efectos que sobre Rajoy hubiera tenido de otro modo la contundencia de la manifestación catalana y ha relegado su importancia a las páginas interiores de toda la prensa española, ofreciendo el protagonismo de sus portadas a Obama y su discurso patriótico, que tanto bien le hace, en su carrera por la renovación de la Presidencia.

En el próximo otoño, sin embargo, habrá oportunidad de volver sobre el tema que nos ocupa y que tendrá su lugar en la escena política española, junto a otros muchos de igual o mayor importancia para todos nosotros. El desenlace, podría ser cualquiera.







miércoles, 12 de septiembre de 2012

Manipulación de contenidos




La desastrosa reforma laboral aprobada por el PP y los innumerables recortes aplicados desde su llegada al gobierno, son apenas la punta del iceberg de los innumerables cambios que pretende implantar en nuestras vidas, pero que a veces no nos paramos a analizar, inmersos de lleno como estamos, en la indignación por ser ninguneados en cuestiones meramente crematísticas.

Pero a la sombra de un conservadurismo feroz, en este país suceden otras cosas, que nos pasan inadvertidas quizá por ser consideradas de segundo orden, aunque a la larga, su influencia puede llegar a ser absolutamente nociva para el desarrollo de la personalidad individual, sobre todo si esa personalidad se encuentra en una etapa de evolución, como es el caso de los jóvenes y que les priva de un derecho adquirido a decidir en qué dirección irá su camino y cuáles serán los cimientos sobre los que asentarán su futuro.

Me llega por casualidad el programa de este año, para los alumnos de COU, que habrán de presentarse aún a la odiosa prueba de Selectividad el próximo Junio, y descubro atónita que en la asignatura de Filosofía, el texto de Marx, que hasta ahora se había manejado, ha sido oportunamente sustituido por otro del mismo autor, francamente árido y difícil de entender para un niño de diecisiete años y que trata de una cosa bien distinta de la que trataba el anterior, pero sobre todo, mucho menos actual de lo que pudiera resultar para el lector que llega por vez primera a las teorías marxistas y claramente, tratando de evitar un contagio de las convicciones que lanzara el revolucionario filósofo, allá por el siglo XIX.

La plena vigencia que el pensamiento marxista tiene en este momento histórico, convierten al autor en un “peligro potencial” para todos aquellos que se han visto obligados a soportar en carne propia los rigores de esta crisis y que, en una situación desesperada, no encuentran salida a sus anhelos, ni son capaces por sí mismos de encontrar una ideología que se acerque al sentimiento interior que les embarga, ayudándoles a pensar la posibilidad de un futuro mejor, apoyado en un Sistema diferente.

Así que el Ministro Wert, ha debido temer que el conocimiento por parte de los jóvenes del marxismo, por su claridad y contundencia, pueda ejercer sobre ellos una especie de hechizo arrebatador que los lleve por el “mal camino” del progresismo, dando al traste con la ilusión que albergaban los populares y que no es otra que una manipulación descarada de la libertad de pensamiento, como se ha podido desgraciadamente ver, en el campo de la información por ejemplo, donde no se consiente ninguna opinión que discrepe de su caduca ideología.

Claro que hablar a los jóvenes de la explotación de los hombres en un momento como este, potenciar la conciencia de clase, o simplemente referirse al comunismo como una alternativa posible, puede resultarles un tema conocido por experiencia.

Pero es que ellos no han elegido el momento histórico que les ha tocado vivir y sólo a los que consienten que esclavitud laboral esté cada vez más en boga, corresponde la responsabilidad de haber traído hasta nuestros días, situaciones idénticas a las que refería Marx cuando escribió su obra.

Manipulando los contenidos que se han de impartir en las aulas, se roba la libertad de decisión que a los que ahora empiezan, concierne por propio derecho y se ha demostrado además en numerosas ocasiones, que no hay peor cosa que el oscurantismo y la prohibición para fomentar el deseo de conocer aquello que se oculta celosamente detrás de la censura impuesta.

Estas cosas, que pudiera a vote pronto parecer nimias, juegan peligrosamente con el carácter y las creencias de toda una generación y van minando dictatorialmente los pilares de una Democracia, que empieza a ser sólo una sombra de la que todos añoramos tener durante tanto tiempo, privados del placer de ser libres para leer, decir, estudiar, creer o pensar en aquello que quisiéramos.

Los cuarenta años de franquismo, nos dan la autoridad necesaria para opinar con conocimiento de causa del tema y la fuerza precisa para luchar contra la injusticia de que otros tengan que padecer aquello mismo que nos tocó de cerca, en muchos casos sin posibilidad de recuperación y en otros, con la intención de conseguir que no volviera a repetirse.





martes, 11 de septiembre de 2012

En prevención de males mayores





Pasado el periodo vacacional y antes de que llegue el tórrido otoño que se os viene encima, la necesidad de una protesta masiva, que aclare al Presidente de esta nación el disgusto mayúsculo que padecen los ciudadanos sobre los que gobierna, se hace apremiante e inaplazable.

Con la nebulosa gris del duro rescate pululando sobre nuestras cabezas y la amenaza velada que ahora se cierne sobre el colectivo de los pensionistas, se han superado con creces todas las previsiones sobre la dureza de los recortes y empieza a ser de obligado cumplimiento, que alguien imponga cordura en este maremagnum sin sentido, que nos conduce a pasos agigantados hacia un abismo sin retorno.

Ya no sirve, está claro, el recurso favorito de los españoles que durante años han hecho de la barra del bar, un muro en el que dejar sus lamentaciones y quejas, ni tratar de cargar sobre las espaldas de unos cuantos progresistas, la responsabilidad de solucionar los problemas, aprovechando las ventajas cuando ya están resueltos, porque en este momento álgido que atravesamos, los conflictos han dejado de ser patrimonio de unos cuantos ciudadanos, para convertirse en una losa de enormes dimensiones, que aplasta bajo su peso a toda la sociedad.

No hay manera humana de hacer una separación por sectores, edades, profesiones o conocimientos, etnias o creencias, por la que clasificar a los que hayan sufrido algún efecto de la crisis, ni de calcular en qué medida afecta a cada cuál la crudeza de las dificultades que le hayan caído en suerte. No existen reglas escritas que cataloguen un fenómeno de esta categoría, ni experto que pueda anticipar las consecuencias que traerá sobre nosotros, el paso de este huracán contra el que no existen protecciones posibles que palien la desolación que acarrea.

¿Y qué decir de la indignidad de los políticos que nos gobiernan, si no nos han dejado siquiera la opción de creer en la honestidad de uno solo de ellos, provocando en nosotros una desconfianza de la que no podremos recuperarnos jamás y una tendencia a pensar mal por sistema, de aquellos en los que una vez creímos, ya que nos han traicionado con tanta vileza?

Hace tiempo que los españoles sabemos que el único Parlamento en el que nos sentimos representados es la calle. El otro, el oficial, desgraciadamente se ha convertido para nosotros en un simple edificio, en el que se reúnen de vez en cuando, una

serie de personalidades grotescas que hablan y deciden sobre nosotros sin oírnos, en un idioma prácticamente inteligible para la inmensa mayoría y que han olvidado con demasiada ligereza, que fue la unión de nuestros votos la que los situó donde están y cuáles son las verdaderas funciones que de ellos se esperan, es decir, que luchen por el bienestar de su pueblo.

Contra la desmemoria, todo el mundo lo sabe, no hay mejor receta que la de persistir sin rendición en la contundencia del recuerdo y por tanto, cualquier cosa que se desvíe del camino que marca la legítima defensa de nuestros derechos, resultará un fracaso para las aspiraciones de mejorar, que ahora más que nunca deben movernos, sin dar lugar al reposo o al desaliento.

Por eso no debe quedar esquina ni plaza, ni pueblo ni ciudad, en que no se intente a diario dar un vuelco a la terrible esclavitud que de nosotros se pretende, arrastrándonos sin piedad hacia la ignorancia y el silencio de un mundo en el que nuestra importancia se resume a producir de sol a sol, en pos del beneficio de unos cuantos, a los que ni siquiera conocemos.

En prevención de males mayores, nuestra actuación debe ser presencial e ineludible, multitudinaria, escandalosa, desgarradora hasta el punto de hacer ver con minuciosidad y sin censura, la auténtica realidad que nos sacude y la verdad de su violencia.

El próximo sábado hay convocadas manifestaciones en todo el país, y ya no importa nada quiénes las convocan. Sin líderes, sin representantes, sin justicia, en total indefensión y con la indignación como único plato en el menú de cada día, niños, hombres y ancianos, estamos en el mismo barco, al borde del naufragio y solo en nuestras manos está, achicar agua y expulsar a los saboteadores.





lunes, 10 de septiembre de 2012

La entrevista de Rajoy



Accede al fin el Señor Presidente a ser entrevistado en su feudo de TVE, probablemente movido por los malísimos resultados que le auguran todas las encuestas, en los próximos comicios vascos y gallegos, y en parte también, porque es difícil ocultarse eternamente de la mirada curiosa del pueblo, una vez que se ha llegado con la ayuda de los votos, al más alto cargo político que se puede ocupar, haya o no haya crisis en el momento en que se llega y dado que la época en que vivimos, no se concibe sin hacer uso de las comunicaciones, por mucho que uno en ello se empeñe.

Tras haber sellado durante meses la entrada a su concha de privacidad, Rajoy se pone al fin delante de las cámaras, en lo que promete ser una entrevista milimétricamente urdida para su lucimiento personal y en la que, seguramente tratará de convencer a los sufridos ciudadanos que ahora tiene bajo su tiránico dominio, de que la clase de política que está llevando a cabo, acompañado de la insufrible cohorte de tecnócratas que le acompaña, es exactamente la que se precisa en esta tesitura económica, aunque por nuestra natural ignorancia, ninguno de nosotros seamos aún capaces de ver los beneficios que nos reporta y nuestra indignación vaya in crescendo, cada día que pasamos bajo la dureza de su mandato.

Nunca sabremos si la desconexión de los medios que practica se da también en el sentido de vuelta y Don Mariano se halla en la más supina ignorancia de lo que sucede en la calle y de hasta qué punto su pueblo hace tiempo que decidió no creer una sola palabrea de lo que dice, retirándole así cualquier voto de confianza que hubiera podido darle, sin duda enajenado, en algún momento de su azarosa vida.

Pero si en verdad la burbuja en la que se ha instalado goza de una total insonorización, probablemente esta misma noche, en el camino que le separa de dondequiera que se vaya a realizar la entrevista, se dará la oportunidad de que empiece a entender la cruda realidad con la que se enfrenta, ya que alguno de los colectivos afectados por sus desastrosos recortes, sin duda aprovechará el itinerario para manifestar su protesta, sin que ninguno de los santos a los que tanta devoción demuestra el señor Presidente, pueda hacer nada por evitarlo.

Sin embargo, todos estamos deseando saber cuál será la estrategia a seguir en las próximas campañas electorales, ahora que el devenir de nuestra historia se ha encargado de demostrar que cuántas promesas nos hizo en las Generales eran del todo falsas, y que la verdadera intención que le mueve es la de servir con probada fidelidad las directrices marcadas por el Dios del Dinero, que gobierna despóticamente los destinos de esta nación, a través de las manos de sus profetas europeos y que nada bueno llevan en sus escrituras para nuestro pueblo, como hemos podido desgraciadamente comprobar, en carne propia.

Porque no parece verosímil que pueda atreverse con la táctica de retomar el viejo discurso social que esgrimía como bandera cuando aún no había llegado al poder y que atrajo a los incautos como moscas a la miel prometida, aunque después haya resultado que el discurso estaba escrito en el viento y con él se marchó, en cuanto la mayoría concedida por las urnas, permitió actuar libremente, sin ningún tipo de oposición que frenara las intenciones que se ocultaban en el interior del paquete.

Más bien debemos esperar que esta noche se emprenda el camino fácil de la lágrima y que se nos ponga delante la imagen de un Presidente abatido, abrumado por el peso de la historia que le ha tocado vivir y de las decisiones terribles que se ha visto obligado a tomar, a costa de su propio sacrificio.

Pero la inteligencia del pueblo español es, muy a pesar de los conservadores, infinitamente mayor de lo que se cree y la fatalidad de los capítulos que hemos tenido que protagonizar en los últimos tiempos, ha agudizado sobremanera el ingenio.

Por tanto, la credibilidad que otorgaremos a lo que esta noche veamos será la que es, es decir, absolutamente ninguna, teniendo en cuenta que cualquier amago de esperanza en el cambio que alguno de nosotros hubiera podido tener, quedó hace tiempo enterrado entre la maraña de recortes que sobre nuestros sueldos y nuestras prestaciones sociales se han practicado desde las filas del PP, abriendo nuestros ojos para siempre, a cualquier otro intento de manipulación que provenga de estas siglas, o de cualquiera de sus cabezas visibles, y menos aún si es Rajoy el que habla.

El hartazgo y la desesperación que da la caída en picado de un país, que nada hizo para merecer la tortura infinita de tan nefastos gobernantes, nos ha llevado de la mano al corazón del cinismo y esta noche, con perdón, lo más que puede arrancar de nosotros el Presidente, es una sonora carcajada que ponga en evidencia su ridículo ó una estrepitosa pitada que exija su inmediata dimisión, lo único que podría hacernos felices, a estas alturas del cuento.



domingo, 9 de septiembre de 2012

El sueño americano de Mas




No se resigna el Presidente catalán a haber perdido la batalla del Eurovegas contra Madrid y en una especie de locura quijotesca, ha empezado a vislumbrar sus propios molinos de viento, en esto del negocio del juego.

Ya ha elegido la zona más idónea para el proyecto, que se ubicaría cerca de Port Aventura, bajo el nombre de Barcelona World, en una especie de mezcolanza idiomática, un tanto rayana en la horteridad y bastante lejana de la defensa a ultranza de su identidad, que tan ardientemente ha defendido Mas, desde su llegada al poder de la Generalitat.

Para esta idea, se avanzaría una inversión de cuatro mil millones de euros, cuya procedencia aún no aclarada, choca diametralmente con la solicitud de rescate autonómico que ha hecho Cataluña en los últimos días y con las constantes manifestaciones de falta de liquidez que se han venido esgrimiendo desde aquella Comunidad, a la vez que se reclamaban al gobierno central una mayor autonomía fiscal y sendos anticipos, con los que paliar la penuria que ha llevado a los catalanes a tener que soportar terribles recortes, que dificultan gravemente su modo de vida y les priva de servicios fundamentales, relacionados directamente con su educación y salud.

Se ha hablado incluso de que dicho proyecto podría estar capitaneado por Enrique Bañuelos, que hizo una enorme fortuna en los tiempos de la burbuja inmobiliaria y que, desde luego, como todos sus compañeros de viaje en este tipo de negocios, podría considerarse también directamente responsable de la crisis que padecemos, sin que nadie pueda certificar que gestione con mayor acierto, esto que ahora se propone, como contestación al “éxito” de Esperanza Aguirre, para la Comunidad que regenta.

De pronto, el enorme sentimiento nacionalista que representa Mas, ha debido sin duda verse afectado por las conversaciones mantenidas durante la negociación con el magnate americano que barajó la posibilidad de situar Eurovegas en territorio catalán, tiñendo su política de aquellos principios que movieron a los colonos a viajar al Oeste, buscando realizar el sueño de la riqueza, aunque hubieran de sortear un camino sembrado de dificultades, por el que transitar hasta su destino.

Repentinamente, las arcas de la hacienda catalana, no solo se pueden permitir disponer de un cuantioso capital, sino que además se arriesgarán a invertirlo, por supuesto apoyadas por un banco de corte autóctono, en negocios relacionados mayoritariamente con el mismo juego, lujo y diversión que se instalarán en la capital de España, para goce y disfrute del mismo personal, es decir, de los paupérrimos habitantes de una Iberia, que lucha denodadamente por salvarse de los restos del naufragio económico en que la dejó la llegada de la crisis y la mala gestión de unos políticos, que tal vez acaben llevándola a la ruina.

Quién aconseja al señor Mas acciones como éstas, es uno de los enigmas que recorren la mente de los sufridos habitantes de Cataluña, mientras soportan el duro camino de los recortes impuestos por su gobierno, alegando una perentoria necesidad de hacerlos, dada la desastrosa situación económica a que se enfrenta, en su intento de capear los efectos de los últimos tiempos.

No se entiende que el ahorro exigido a los ciudadanos cerrando Ambulatorios por las tardes, rebajando el sueldo a los funcionarios o despidiendo a profesores interinos y personal laboral del ámbito público, se vayan a invertir al final en un Macro Casino, poniendo en manos de la diosa fortuna el éxito de la empresa, nunca mejor utilizado el término, en su sentido más estricto.

Desde fuera de Cataluña, la verdad, la impresión es la de que al señor Mas le ha sentado terriblemente mal haber sucumbido ante un personaje como Esperanza Aguirre y que su proposición no es más que una manera de continuar la guerra personal que con ella y con Madrid mantiene, tratando a la desesperada de arruinar, dividiendo, lo poco o mucho que Eurovegas pudiera dejar en manos de su enemiga.

Pero tal cosa dice mucho de la talla política del catalán y de la extraña forma que tiene de gobernar aquello que le confió la voluntad de su pueblo, augurando un negro futuro a su Comunidad, si pone por encima de los intereses de todos, un estúpido orgullo personal, totalmente propio de un colegial herido en el patio de la escuela.

No queda más que compadecer a la pobre Cataluña, si esta es la catadura de quienes la gobiernan, porque los sueños americanos, todo el mundo lo sabe, sólo consiguieron enriquecer a unos pocos. La inmensa mayoría quedó herida de muerte por el camino, o sucumbió víctima de una ambición del todo inalcanzable, terrorífica y siniestra.



jueves, 6 de septiembre de 2012

¿Bajo qué condiciones?




Coincidiendo con la visita de la canciller alemana a nuestro país, el Presidente del BCE hace pública la intención del organismo que dirige, de comprar deuda de los países más necesitados de la Unión Europea, siempre y cuando con anterioridad, éstos soliciten de motu proprio, el rescate.

La noticia, que afecta de manera directa a los intereses económicos españoles, queda sin embargo incompleta, si de antemano no se conocen las condiciones en que sería otorgado el mencionado rescate, pero se intuye que podrían estar estrechamente relacionadas con la llegada de nuevos y duros recortes, rápida y obedientemente aplicados por Mariano Rajoy, siempre sumiso a los mandatos provenientes de una Europa, cada vez más nociva para el modo de vida del pueblo español.

Uno tenía la utópica idea de que el Banco Central Europeo había sido creado para acudir en ayuda de los países que en determinado momento de su historia necesitaran de su intervención, ya que se nutre de las aportaciones de todos los miembros del Continente, adscritos por derecho a esta sociedad territorial.

Teóricamente así debiera ser y ahora más que nunca habría llegado el momento de demostrar su eficacia, pero los cambios habidos en las políticas económicas de los últimos tiempos, vienen finalmente a equiparar al BCE con cualquier otra entidad financiera de las muchas que salpican el suelo europeo y que han hecho de la usura, la bandera bajo la que defender la prepotencia de un poder económico, que ignora despiadadamente el autentico bienestar de los pueblos.

Ahora bien, no habría lugar a negociar con la riqueza común, tomando partido por aquellos que andan sacando beneficio de la crisis, perjudicando al mismo tiempo a los que, por las razones que fueren, no hicieron previsión de futuro cuando soplaban vientos de bonanza propiciados por una burbuja inmobiliaria alentada por la permisividad de estos mismos, que hoy nos niegan el pan y la sal exigiéndonos aún más esfuerzos.

El camino fácil de apoyar las posturas de países como Alemania, Finlandia y Holanda, mientras se relega a otros menos afortunados, entre los que se encuentra el nuestro, a ser prácticamente colonizados por una esclavitud vitalicia que los coloca socialmente en niveles casi tercermundistas, hiere de muerte el espíritu que en principio pareció mover la creación de la Unión Europea y contradice la idea de igualdad entre sus socios, de la que tanto se ha alardeado, de cara al mundo y sobre todo, frente al gigante norteamericano, cuya fortaleza se quiso imitar.

¿Qué eficacia auténtica tiene pues el BCE y qué se ha hecho con los fondos impuestos en él por todos nosotros, si en problemas de importancia vital como éstos, no acude solícitamente al rescate de los perjudicados, sin imponer condición alguna, como debiera ser su obligación?

¿Quién maneja entonces los hilos de este Organismo y qué finalidad verdadera lo mueve, si al final daría igual solicitar el préstamo que se requiriese, a cualquier entidad bancaria, a cambio del pago de iguales intereses?

Seguramente tendremos la oportunidad de comprobarlo en breve, si como se presume, Rajoy pide el rescate que se le solicita desde Europa, aunque se rumorea que tratará por todos los medios de dilatar el momento, hasta conocer los resultados de las elecciones vascas y gallegas, obrando después en la medida que le permita un mayor o menor fracaso.

Así que otra vez volvemos a depender de los votos obtenidos y del camino que el pueblo elija en las urnas, lo que viene a demostrar, que la fuerza sigue estando, aunque muchos lo duden aún, en nuestras manos y que la decisión que tomemos en los comicios ha de ser, obligatoriamente, meditada en profundidad por cada uno de nosotros.

Y aunque lo que en realidad preferiríamos sería ser convocados a Referéndum, para oponernos globalmente a la manera de hacer política de este gobierno, de no darse esta opción, la contundencia de la protesta ciudadana debiera desde ahora estar encaminada a que al menos, en Euskadi y Galicia, los populares reciban el fracaso que merecen sus continuados errores, sin dar una nueva oportunidad para que piensen que son los dueños de la nación,