miércoles, 30 de noviembre de 2011

Reunión de pastores

El primer encuentro de Mariano Rajoy con Patronal y Sindicatos, parece haber producido una buena impresión en ambas partes y se salda con buenas palabras de los interlocutores hacia las reformas, aún secretas para la mayoría, que les ha relatado el futuro Presidente.
Después de lo ocurrido en los últimos años, esta complacencia sin roces entre los integrantes de la curiosa reunión, no tiene por menos que despertar ciertos recelos en la clase trabajadora, escarmentada por el nulo apoyo recibido hasta ahora, de parte de sus supuestos representantes y por las anteriores exigencias de los empresarios, siempre a favor de reducir cualquier ventaja que pudieran conseguirse, en el plano laboral.
Tampoco es natural un acercamiento a quienes más lo necesitan, por parte de un líder conservador claramente posicionado en la ideología neo liberal que capitanea esta crisis y por tanto, aún antes de revelar las medidas que piensan llevarse a cabo después de la toma de posesión, planea en el ambiente la sombra de más recortes para los mismos bolsillos y un largo tiempo para la resolución del problema de desempleo que padece el país.
Los unos, temen ahora que ha cambiado el signo del gobierno, ser atacados con una reducción o desaparición de las jugosas subvenciones que reciben de parte del estado y que les permite tener una corte de liberados a su servicio cobrando de las arcas públicas.
Los otros, empiezan a frotarse las manos imaginando la creación de un empleo eventual y mal pagado, del que poder despedir a quien les plazca, sin la obligación de indemnizar.
Al PP se le llena la boca recordando la era Aznar y la bonanza económica que trajo consigo su mandato, pero la realidad es que convirtieron en costumbre un tipo de contrato laboral de precariedad infinita, potenciando además a las empresas de trabajo temporal como mediadoras, previo pago de parte del salario correspondiente a cada uno de los empleados.
Es muy probable que en este momento todo se trate de acercar nuestro modelo laboral a los asiáticos, es decir, horarios desmesurados, salarios irrisorios, supresión de la negociación de convenios colectivos y despido libre, además de reducción de cargas fiscales para los empresarios y alguna que otra ayuda para la banca.
Fijándonos en el terrible ejemplo protagonizado por la Generalitat catalana, es de temer también un despido masivo de interinos, la anulación de cualquier convocatoria de plazas en organismos públicos, reducción en el sueldo de los funcionarios y recortes encubiertos en sanidad y enseñanza, como ya se está haciendo en las comunidades gobernadas por el partido popular.
Esta reunión de pastores de hoy, preludia sin duda, ovejas muertas. Lo peor del asunto es que las ovejas somos nosotros y que con toda seguridad, seremos los únicos en seguir pagando la crisis.
Ni una palabra sobre los que más tienen ni sobre exigir a los bancos la devolución de los préstamos otorgados por el gobierno Zapatero. Ni una sola mención a los auténticos culpables de la situación que atravesamos y ni una sola merma en el bienestar de sus señorías, que siguen recibiendo como regalo de bienvenida, un teléfono móvil de última generación, un ordenador personal de alta gama y una tableta digital con la que soportar las tediosas sesiones del Congreso.
En Euskadi, cambian la flota de automóviles de la ertzanza y en Andalucía, gastan cinco millones de euros en informar a los usuarios de la seguridad social, del costo de los servicios recibidos, en caso de enfermedad.
Aún esperamos que alguien alce la voz sobre un despilfarro que podría servir para crear empleo y paliar en cierta medida, la desesperada situación de algunos padres de familia inmersos en la ruina y el espanto.
Poco importa a nuestros políticos esta cuestión, a juzgar por la ignominiosa cobardía con que afrontan el futuro de su pueblo. Incapaces de poner freno a un sistema absolutamente lesivo con la sociedad, sucumben al erotismo de un poder que les proporciona riqueza personal, ignorando la urgencia de resolver los asuntos verdaderamente vitales para los ciudadanos que pusieron en sus manos las riendas del Estado.
La tremenda desilusión de comprobar que pasa el tiempo sin que se tenga en cuenta lo que grita la calle y que cambien los gobiernos y todo siga igual, nos ha quitado cualquier atisbo de esperanza.
Quizá convendrfía recordar, una vez más, que sin embargo, nada serían si nuestros brazos caen, todos al mismo tiempo paralizando la maquinaria de producción.



martes, 29 de noviembre de 2011

Canción para el olvido

Desleyendo una carta de amor
en un triste rincón de un café arrabalero,
escuchando una bella canción
de un viejo cantautor deslenguado y roquero,
me asaltó la increíble intención
de mirar hacia atrás añorando otra vida vida.
En la calle habitaba un mirón
y un pobre acordeón rechinaba en la esquina.
Un macarra apoyado en la barra
agitaba una copa de ron con sus dedos,
calentando el motor de ligarse
a la reina del bar con su look callejero.
Ella ausente, con cierto pudor
melancólicamente tragaba el anzuelo
y la carta de amor se cayó
dejando tus palabras perdidas por el suelo.
Quién tuviera- pensé- veinte años
y todo el valor de creer las mentiras.
Un reloj que marcaba las dos
me miró de reojo y siguió su rutina.
La varita tocó con su magia
el color del lugar transformando mezquina,
calabaza en preciosa carroza y al pobre macarra
en un clon de Sabina.
Se propuso el destino burlón
pintar un corazón entre valles desiertos
y buscó una rendija de luz
por donde iluminar dos destinos inciertos.
Me acordé de la imagen de un mundo
que flota difunto en un mar de dinero
y una lágrima vino a encontrar
el calor de mis ojos la noche de enero.
Sonreí y me dio un subidón
de pura adrenalina
contemplando el disfraz de almidón
de aquel romance urbano hecho de plastilina.
Esperé para ver el final y los dos se perdieron
al final de la calle buscando un sentido a la noche
detrás de algún coche, diciendo te quiero.
Y de pronto perdió su importancia
la vieja fragancia que adorna tu pelo.
Tu intocable recuerdo voló, el café se acabó
y con él el dolor que nublaba mi cielo.
Recogí aquellas letras malditas
de viejas palabras bañadas de olvido,
e hilvané con tu estúpido adiós
un poema de amor casi descolorido.
Tres borrachos cerraban el bar
suplicando una más con dolor lastimero,
coreando la bella canción
del viejo cantautor deslenguado y rockero.
Empañado el cristal se quejó
de haber aprisionado a un puñado de dedos
y en lo oscuro del viejo rincón
mi vida amaneció renaciendo de nuevo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El tesoro andalusí

Por primera vez en la historia de nuestra relativamente joven democracia, la siempre vituperada Andalucía se ha decidido a olvidar su tradicional voto de izquierdas para sumarse, a la desesperada, a la moda del cambio anunciado por la derecha, aunque manteniendo un gobierno autonómico regido aún, por el partido socialista.
Por ser la tierra en que he nacido, me consta que este voto ha sido fruto de la terrible indignación de haber sido colocados a la cabeza de las regiones con mayor índice de paro en el mundo y del hartazgo de más de veinticinco años de mandato por parte de unos dirigentes que en los últimos tiempos, no han sabido estar a la altura que esperaba la fidelidad de sus electores, abandonándolos a una suerte peor aún que la del resto de pobladores de las otras partes del territorio nacional.
No es de extrañar la alegría de los populares ni su machaconería en centrar su campaña en nuestros pueblos y ciudades con la intención de tomar al asalto esta región, hasta ahora hostil, dado el número de habitantes que la poblamos y su fuerza real en el panorama político de la nación.
Pero no han de engañarse los vencedores creyendo que de la noche a la mañana han sido capaces de transformar nuestro pensamiento en conservador o borrado de nuestra memoria los años de ignorancia y abandono que nos regalaron cada vez que estuvieron en la cresta de la ola. Debe quedarles claro que el voto andaluz no representa en modo alguno un triunfo de su corriente política, sino un castigo contundente al mal hacer de sus antecesores y a los casos de corrupción que viniendo de parte de la izquierda, parecen aún más graves e intolerables.
No deben apresurarse pues, en hacer juicios de valores engañosos ni a dar por sentado que en los próximos comicios autonómicos volverán a saborear las mieles del triunfo, terminando de teñir de azul el mapa de la península. Mucho tiene que llover de aquí a entonces y la situación es lo suficientemente mala como para vaticinar que será grande el desgaste de los recién llegados en poco tiempo y pequeños los avances tangibles que las clases humildes experimenten en su vida cotidiana, que es en definitiva lo que inclina su voto en las urnas.
Los andaluces pese a quién pese, ya no somos aquella masa de ignorantes que esclavos de la pobreza y del miedo, obedecían la voz del terrateniente subyugando su propia voluntad, sin derecho a la libertad de expresión o pensamiento. Hemos aprovechado como nadie los años que se nos han brindado para salir del pozo oscuro en el que malvivíamos y hecho uso de todos los recursos que se han puesto a nuestro alcance colocándonos con enorme esfuerzo, incluso por encima de las regiones que siempre gozaron de los mejores privilegios, Ya no se nos compra con un trozo de pan, ni somos el hazmerreír del mundo, engalanados con los manidos trajes de faralaes que tantos malos entendidos han traído a nuestra casa.
La búsqueda de nuestra identidad ha recorrido un largo y tortuoso camino hasta llegar aquí y se ha liberado de los tópicos impuestos sobre nuestro pecho como símbolo de una diferencia monstruosa que durante años ha sido nuestro peor enemigo.
Y puede que nuestro particular idioma, la facultad para integrar a los que vienen de otras culturas, o la tendencia a la alegría que caracteriza a nuestra gente, probablemente por razones meramente climáticas, confunda a los que miran desde lejos haciéndoles pensar que somos un pueblo facilón al que se engaña con promesas de futuro que luego se olvidarán.
Nada más lejos de la verdad que dar estos supuestos por ciertos, porque los andaluces están, estamos, en este preciso momento, aguardando en el cruce de caminos para cerciorarnos de que cuánto se nos dijo se cumpla a la mayor brevedad, sin importarnos para nada volver a cambiar de dirección, si detectamos el más mínimo hedor a mentira o comprobamos jugadas sucias en el transcurso de estos meses.
Esta tierra nuestra, nos parece, es un enorme tesoro a cuidar, milenario, universalista, rico en matices, en culturas varias y también en nuevos valores salidos de los sacrificios inenarrables de los que un día nos propusimos reinventar otra forma de ser andaluces.
Hace mal la derecha en pensar que ha puesto su bandera entre nosotros, si su intención es la de manipularnos con vagas palabras, en la creencia de que perdonaremos sus errores, dada la gravedad de la situación que sufrimos. El tiempo de perdonar, de soportar en silencio el maltrato, la discriminación y la saña con que tradicionalmente se nos trataba, pasó. Y yo me aventuro a dar por seguro que no volverá nunca. No lo consentiríamos, desde luego.








domingo, 27 de noviembre de 2011

La incógnita Rajoy

Acostumbrado a tener que esconder sus intenciones en su propia casa política, el próximo presidente del gobierno ha desarrollado un sentido del ocultismo, que trae de cabeza a los españoles, sin que se les desvelen las claves precisas de cuáles serán las nuevas directrices por las que regirse, en cuanto se complete el traspaso de poderes.
El hermetismo que rodea a Rajoy, no augura buenas perspectivas para aquellos que le otorgaron su voto ni favorece su nivel de popularidad en estos primeros días, después del triunfo.
No llega ni una sola noticia sobre los nombres de los que podrían ser ministrables, de manera que resulta prácticamente imposible adivinar qué ala del partido será la elegida para efectuar el prometido cambio en el que se sustentó su campaña.
Los primeros contactos del líder le sitúan exactamente en la línea que muchos esperábamos de él, es decir, en el bando de los banqueros y los grandes empresarios, con los que ha comenzado a confraternizar en la sede de su partido, sin que por el momento, haya habido un solo intento de acercamiento a las filas de los trabajadores, ni a través de los sindicatos, ni a nivel de calle, a pesar de haber estado repitiendo hasta la saciedad, durante la campaña electoral, que su mayor preocupación era el sufrimiento de las familias afectadas por el desempleo y gestionar un futuro mejor para ellas.
Su aspiración de caer en Europa como el salvador de un país al borde de la quiebra, tampoco ha dado los frutos apetecidos que esperaban sus correligionarios, ya que la prima de riesgo de España fluctúa en la cuerda floja tendida sobre el abismo y las bolsas no han experimentado las subidas que vaticinarían una mejora inmediata de la situación.
Ninguno de estos factores ha conseguido sacar al anacoreta Rajoy de su actual retiro, para poner sobre la mesa sus intenciones reales de gobierno. Pasada la borrachera insufrible de su triunfo electoral, sigue guardando en la manga sus cartas de juego y mantiene a todo el país en vilo, a la espera de conocer algunas de las decisiones que tomará y en qué afectarán a la mayoría, ávida de saber en qué sectores se practicarán los recortes.
La prensa oficial, casi toda al lado del recién llegado, ni siquiera menciona la posibilidad de que los problemas de Rajoy hayan empezado en el mismo seno de su entorno y hurta a los lectores la encarnizada lucha que sin duda, se está produciendo en el Partido Popular, por entrar a formar parte del nuevo gobierno, entre las tendencias mayoritarias que pueblan esta formación, desde la ultraderecha hasta el centro, y sus naturales enfrentamientos por conseguir un poco de poder.
No es de esperar que el recalcitrante sector liderado por Esperanza Aguirre, Mayor Oreja o el propio Aznar, se conformen con pasar a un segundo plano de la vida política, dejando en manos del ala más liberal del partido la batuta directora de la próxima legislatura, sin intervenir como ha sido hasta ahora su costumbre, para tratar de acercarnos cada vez más a sus peligrosas teorías neo capitalistas.
Algunas señales ya corroboran lo que digo. Parece por ejemplo evidente, que la señora Botella se desmarca a pasos agigantados de Aguirre, con los ojos puestos en la alcaldía de Madrid, en cuanto Gallardón ocupe su escaño en el congreso y ya nadie se atreve a defender las teorías de conspiración de Mayor Oreja sobre Euskadi, sabiendo con seguridad que el nuevo jefe de gobierno habrá de reunirse con los abertzales, en el momento en que empiecen sus rondas de contactos con las demás formaciones políticas.
Será curioso ver cómo tratan de salvar la ropa los que durante ocho años han sido los peores detractores de Rajoy, incluido Jiménez Los Santos, que llegó a llamarle Mari complejines, en su incendiario programa radiofónico, y en más de una ocasión.
Aguirre, incluso se atrevió a salir al balcón la noche de la derrota, a pesar de haber conspirado por activa y por pasiva contra Rajoy para ocupar su cargo, si hubiera sido posible, e impasible ante el desbarajuste que en su partido hubieran podido ocasionar sus continuas salidas de tono.
Con tales elementos a su espalda, resulta lógico que el futuro presidente permanezca en silencio hasta haber tomado posesión de su cargo y eluda hacer referencia a cualquier cuestión que tenga que ver con futuras políticas, para no empezar a ser atacado por aquellos con los que no decida contar, incluso antes de haber probado el sabor del poder.
Mientras, los socialistas tratan de recomponer su desesperada situación, deseando perder de vista a Zapatero, único artífice de la derrota sufrida en las urnas y esperando el milagro de que un nuevo congreso les traiga un líder con el que empezar a subir la dura cuesta de una recuperación que probablemente será dolorosa. Pero ésa es otra historia y sobre ella hablaremos otro día.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Esperando a Hugo

Un frenético rosario de visitas hospitalarias, me ha impedido durante varios días sentarme a escribir y me ha colocado en las incómodas salas de espera de sendos Centros Públicos, en los que la paciencia es un don que se aprende practicando y el que, como yo nunca la tuvo, acaba por aceptarla como parte de su propio destino.
Cerca ya del final de su embarazo, a mi hija y a su babé no les ha quedado más remedio que echarse en brazos de los magníficos profesionales que gestionan esto de la maternidad, ya que el pequeño Hugo parecía decidido a permanecer sentado en el vientre y predestinado a un nacimiento por cesárea que iba a ser programada para la próxima semana, después de realizar todas las pruebas pertinentes, en los increíbles aparatos ultramodernos que ahora controlan cualquier anomalía que pueda surgir en el periodo de gestación.
Él aún no lo sabe, pero es probable que sea uno de los últimos pacientes atendidos en el maravilloso régimen de sanidad pública que disfrutamos hasta ahora y la verdad, no se han ahorrado medios en procurar que su nacimiento sea lo más feliz posible, ya que los médicos que lo siguen han puesto toda la carne en el asador, hasta conseguir una maniobra que parece increíble.
Gracias a la buena observación de la situación del feto, por parte de una doctora de no más de treinta y cinco años, anteayer organizaron una acción conjunta que parece llamarse en su jerga ininteligible “versión” y tras monitorizar a la futura madre durante cuatro o cinco horas, consiguieron girar desde fuera al bebé, hasta colocarlo en el oportuno lugar de nacimiento, de manera indolora y evitando así mismo la operación prevista, hasta que llegue el momento del alumbramiento que ahora será, gracias a ellos, totalmente natural.
Lógicamente, ninguno de nosotros ha querido perderse el acontecimiento y de ahí, la permanencia a tiempo completo lo más cerca posible de los pacientes. Los mayores, alucinados por los adelantos científicos que en nuestra época eran impensables y los jóvenes, en solidaridad y apoyo con madre y niño, un poco asustados ante la situación padecida y ahora, afortunadamente, recuperados en su totalidad, tras el éxito rotundo de la torsión.
Ahora sólo nos queda a todos esperar al pequeño Hugo, con la relativa tranquilidad que da saber que su formación se completará con normalidad, e ir acabando de prepararlo todo para su llegada, tal como habíamos previsto y con la ilusión propia de estos eventos gozosos.
Ya sabemos que nacerá en tiempos revueltos, pero con la seguridad de que le procuraremos toda la felicidad que esté en nuestras manos y con la esperanza de que pondremos todo el empeño posible en que vaya creciendo en una sociedad mejor que la que conocemos, más igualitaria y menos cruel.
Será educado, creo, fundamentalmente, por buenas personas, con sólidas creencias que, probablemente, le serán transmitidas íntegramente y por tanto, también aportará desde la experiencia que vaya adquiriendo, su propio apoyo a la época que le toque vivir, ayudando a que sea lo mejor posible para sus contemporáneos.
Como futura abuela, ustedes comprenderán que mi atención en los próximos días estará plenamente centrada en esta espera y puede que falte a esta obligación que me impuse hace año y pico o mis noticias giren escandalosamente hacia lo personal, olvidando un poco, la indignación y el malestar que en todos nosotros producen la clase política y su permanente especulación con los derechos de los humildes.
Pero ahora, mi `prioridad es transmitir a mi hija y al nuevo miembro de la familia los incontables beneficios de la felicidad, reír con ellos, abrazarlos, acogerlos y ayudarlos a desenvolverse en la nueva situación que les aguarda y disfrutar plenamente de su incomparable compañía.
Es éste un momento que uno nunca se puede perder.

martes, 22 de noviembre de 2011

Volver a empezar

Mientras España vive la resaca de los resultados electorales, el pueblo egipcio vuelve a tomar la plaza Tahrir, en contra del cariz que han tomado los acontecimientos, desde que el tirano Mubarak fue derrotado por la presión ciudadana.
Un ejercito ávido de perpetuarse en el poder, ha ido dilatando la convocatoria de las elecciones democráticas que suponía la primera reivindicación de los millares de personas que permanecieron acampadas en este lugar, ya convertido en icono para todos los que se han sumado a la revolución de los jazmines.
Confiados porque sus fuerzas armadas se habían negado desde el primer momento a reprimir las manifestaciones populares, los egipcios pusieron toda su esperanza en que, una vez iniciado el proceso para una normalización del país, se pondrían a las órdenes del primer gobierno salido de las urnas, sin contar con las dilatadas experiencias que otros pueblos han tenido que soportar, de aquellos que manejan la fuerza de las armas.
La erótica del poder, probablemente, ha tentado poderosamente a los militares de mayor graduación haciéndoles pensar que, pasado el tiempo, las aguas volverían a su cauce y la gente se olvidaría de aquello que exigió, conformándose con un cambio de caras, en las altas esferas que controlan la gobernanza de su nación.
La facilidad con que los ejércitos se perpetúan en el poder, nos es de sobra conocida, por la abundancia de ejemplos que se han dado a lo largo y ancho del planeta y por las terribles consecuencias que estas experiencias han dejado, en el recuerdo de todos nosotros.
Sin embargo, al no tratarse aquí de un golpe de Estado organizado, sino de una suerte de carambolas azarosas, la evolución del problema egipcio será sin duda diferente a cuántas hemos vivido con anterioridad y será interesante seguirla, para quienes confiamos desde el primer momento, en la posibilidad de que esta nación milenaria, subiera al carro de la democracia, reconquistando los derechos que le fueron hurtados por tan larga tiranía.
Como era de esperar, un pueblo que nada tiene que perder, está dispuesto a no hacer concesiones que no satisfagan sus peticiones y a llegar hasta el final en la defensa de sus intereses y los militares deben contar con que no se producirá una rendición pacífica, como seguramente esperaban, al ser los dueños del armamento necesario para aplastar la rebelión.
Podría temerse sin embargo, que el problema derivara al modo de lo sucedido en Libia y que la democracia tuviera un elevado costo en vidas humanas, manchando así la hermosa aventura emprendida por los pueblos árabes en pos de la libertad.
Es de esperar, no obstante, algún tipo de ofrecimiento por parte de la junta militar, en un intento a la desesperada por no deshacerse de los privilegios adquiridos, pero la extrema situación de pobreza que soporta el pueblo egipcio, no puede ser, en modo alguno, subyugada por vanas promesas que nunca se cumplirán.
Expectantes ante la cadena de acontecimientos que se abren ante nuestros ojos, no podemos hacer otra cosa que aguardar y desear a los desheredados del mundo que la fuerza de su unión consiga desterrar cualquier forma de esclavitud que silencie la voluntad de los pueblos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Quien siembra vientos...

El sentimiento de extrañeza que parecen haber causado los resultados electorales en una gran parte de los medios de comunicación, no puede ser en modo alguno, auténtico.
El abono con que el Partido Socialista ha estado tratando los campos del país, durante sus últimos años de mandato, ya prometían la desolación de esta cosecha y preludiaban un tiempo largo de sequía para los que, embelesados con los sueños de grandeza que les ofrecía la impiedad de los capitalistas, traicionaron la confianza de su pueblo, sucumbiendo a las exigencias de los poderosos.
Múltiples advertencias les avisaban de lo que podía suceder y su persistencia en actitudes poco éticas, más cercanas a las políticas conservadoras de las más recalcitrantes derechas que a su propio ideario, han ido horadando el sentimiento de simpatía de las clases humildes, hasta provocar un derrocamiento legal, que estaba cantado.
Han desoído las voces de la calle, que clamaban ante la indefensión que sentían los millones de desempleados que traspasaban el umbral de la pobreza, a causa de las reformas laborales impuestas; han desafiado a colectivos enteros interviniendo los salarios, congelando las pensiones de los mayores y negando la evidencia de que la crisis nos estaba llevando a una situación crítica sólo en avenencia con las leyes de los mercados y en contraposición absoluta a las auténticas y perentorias necesidades de los ciudadanos, y han abusado del poder que un día les otorgó una mayoría que buscaba, como todas las mayorías, un punto de apoyo para sus justas reivindicaciones y que se ha visto obligada a ir reconociendo su absoluta soledad, sin que nadie explicara con claridad los motivos de su infinita pérdida.
El Partido Socialista no perdió las elecciones ayer. Empezó a perderlas en el mismo instante en que se posicionó de espaldas a la voluntad popular y no fue capaz de rectificar los errores que nos estaban llevando al tortuoso camino sin retorno que trazaban La Banca y los Estados más poderosos de Europa, ávidos de llevar a cabo la colonización encubierta de sus hermanos más débiles.
Empezó a perderlas el día en que eligió sustituir la franqueza por la mentira y no fue capaz de plantear la cruda verdad a los ciudadanos que dependían de sus acciones, sometiéndolos a una multitud de vejaciones sin móvil aparente, hasta provocar en ellos una indignación de tal índole, que no encuentra comparación posible en ningún otro episodio de nuestra historia.
Naturalmente, los ahora vencedores, se propusieron desde el primer momento aprovechar la inutilidad manifiesta de quienes nos gobernaban y emprender una reconquista del voto perdido en 2004. Habían aprendido con su propia pérdida, que los pueblos no saben perdonar a los mentirosos.
El camino, para ellos, ha sido fácil y sin incidencias. Cada error cometido por Zapatero, ha sido diestramente envuelto en una promesa de esperanza y ya se sabe, que cuando no queda nada que perder, todos nos agarramos a un clavo ardiendo.
La abultada victoria de ayer demuestra primero, que la ingenuidad de los pueblos no tiene límites y en segundo lugar, que la estrategia del cambio ha dado el resultado apetecido.
La extrema dificultad del momento y el presumible giro a la derecha que en las políticas sociales habrá, se encargarán de poner las cosas en su sitio y probablemente, los conservadores acaben por volver a decepcionar a cuántos decidieron ayer, ejercer su derecho al voto.
Empieza la siembra popular, con una subida de la prima de riesgo, que no trae precisamente buenos augurios a este comienzo de legislatura. Dentro de cuatro años, Rajoy tendrá, exactamente lo que merezca, igual que ayer lo tuvo Zapatero, que sembró vientos y ahora recoge tempestades.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Ausencia de emoción

Buscaba yo hasta ayer, una razón que me arrastrara hasta las urnas para ejercer un derecho por el hubiera matado en mis años adolescentes y evocaba la hermosa emoción de aquella primera vez en que absolutamente ebria de recién estrenada libertad, aguardé hasta que abrieron el colegio, deseando expresar mi elección a través de mi bien ganado voto.
Tenía yo entonces veinticuatro años y una maleta cargada de confianza para depositar en todos aquellos que estrenarían un Parlamento construido sobre los escombros de una dictadura de cuarenta años, pero cimentado con los sueños de un país que se merecía la esperanza, después de la oscuridad.
Acostumbrados a convivir con el miedo, los españoles de entonces acometimos el futuro con una valentía probablemente irrepetible, resignándonos a dejar en muchos casos, dormir nuestro pasado y a curar las heridas con el bálsamo de encontrar por fin un camino por el que transitar sin ataduras y en el que nunca más se nos robara nuestro derecho a la verdad.
Esa verdad, tantas veces disfrazada después por los discursos partidistas, pisoteada por las ansias de poder de los asesinos de todas las ideología, adornada por el artificio grandilocuente de espejismos transitorios, ofrecidos como cebo para aniquilar el raciocinio de los hombres, ha quedado tristemente relegada a un olvido forzoso y ya no queda nadie dispuesto a defenderla, en este mundo que habitamos ahora.
Aquellos que se presentaron ante nosotros con las manos abiertas, desnudas de ambición, aspirando a dirigir la formación de un estado libre, aupando la bandera de una democracia que igualara a todos los hombre en la consecución de una vida mejor, han sucumbido a las apetecibles tentaciones de los mercados y han pasado de ocupar los escaños en que nos representaban, a los cómodos sillones que otorgan los despiadados dominios económicos y ya no viven para los hombres, sino para las cifras.
Ausentes de emoción, estas elecciones de hoy no son más que un aburrido trámite para cambiar al títere que preside el teatro de nuestra tragedia y nuestro miedo ya no se enfrenta al rostro de un enemigo conocido contra el que combatir hasta la extenuación, sino a una suerte de adversidades virtuales, incorpóreas, sin rostro y sin destino conocido al que llegar, para hacer visible nuestra indignación.
La intriga de conocer al ganador no remueve a los ciudadanos inermes ante su predeterminado porvenir y poco importa la orientación que tome a partir de mañana el recién llegado, porque la muerte de las ideas es un hecho y estamos a merced de otros vientos mucho más turbulentos que los que nos acompañaron hasta ahora.
Caerán en saco roto las promesas que se han sucedido durante estos días y el tiempo demostrará nuevamente, cómo nos han vuelto a mentir. Apelarán a nuevos argumentos para mortificarnos, denigrarán hasta el hartazgo a los que les antecedieron y serán sojuzgados por los mismos, hasta que o el mundo estalle, o todos seamos para siempre esclavos de este nuevo orden que ni siquiera comprendemos.





jueves, 17 de noviembre de 2011

El camino del poder

Condenados a la exclusividad de las noticias económicas, los medios de comunicación europeos andan enfrascados hasta las cejas teniendo que familiarizarse con términos, hasta ahora desconocidos, por la mayoría de sus cronistas.
La triste actualidad cotidiana, nos sacude cada mañana con noticias peores que las del día anterior y ni siquiera nos ofrece el sosiego del descanso nocturno, ya que el mercado de valores no conoce reposo y hay que estar absolutamente pendiente de su evolución, ante la posibilidad de que en cualquier momento se produzca un crac y un nuevo país caiga en la desgracia de tener que ser rescatado.
A los legos en estas materias, nos cuesta trabajo asumir que se llame rescate a un préstamo con intereses usureros que no puede hacer otra cosa, más que sumergir a las naciones en un abismo aún más profundo, del que probablemente no puedan volver a salir.
En este orden de cosas, nuestra prima de riesgo se ha vuelto a disparar, acercándose peligrosamente al número 500, poniéndose casi a la altura de la italiana y sobrepasando con creces la cifra alcanzada por Grecia cuando necesitó del rescate.
Se ha acojonado Rajoy al comprender que su cantada victoria no influye siquiera un poquito, en mejorar nuestra desastrosa situación y se ha atrevido a rebelarse, solo un poco, contra la costumbre que se va asentando en Europa de prescindir de las urnas, para asentar en la presidencia de los gobiernos a los banqueros retirados, no sea que al final no pueda sentarse en la Moncloa, con lo que le ha costado llegar a la posibilidad de hacerlo.
Pero habrá de aceptar los designios del capital, del mismo modo que antes lo hicieron los cinco millones de parados del país, los pensionistas, los funcionarios, los trabajadores y todos aquellos que nos vemos obligados a caminar por esa cuerda floja que no conocen los políticos, pero que a veces, también se extiende debajo de sus pies.
No esperaba él tan amarga victoria, ni contaba con el disgusto de tener que comprobar en carne propia que al final, tampoco pertenece a la clase privilegiada que gobierna el mundo, pero como decimos los izquierdosos que tanto detesta, el dinero no tiene corazón y no se compadece de las penurias de los más pequeños.
Todo esto habrá dado un subidón a su adversario político, que estará frotándose las manos en algún autobús por los caminos de España, regocijándose al contemplar que de nada han servido a la derecha española sus presunciones chulescas desde los púlpitos mitineros y que hasta puede que con un poco de suerte, la gente se replantee el voto apelando al conocido refrán de que más vale malo conocido, que bueno por conocer.
Pero para los que manejan el cotarro de verdad, es indiferente el resultado de nuestras elecciones y no cambia el rumbo establecido desde las alturas, quién de estos dos acabe detentando el título de presidente, ya que éste no es más que un apelativo honorario, viendo la evolución que lleva el camino predeterminado que para nosotros han trazado con antelación los que gobiernan nuestras vidas.
Así que sea quien sea el ganador, no le quedará otro remedio que seguir los mandatos de los poderosos, porque ninguno de los dos apunta maneras de contestatario, ni está interesado en abandonar una unión europea, que acabará firmando nuestra sentencia de muerte, movida por la avaricia que la corrompe.
Mañana, no quedará otro remedio que seguir comentando la evolución de la economía, si queremos mantenernos en la brecha de la rabiosa actualidad, y probablemente, las noticias no sean nada halagüeñas, tal y como tampoco hoy lo han sido las que acabo de referir. Cosas del Dios Dinero, ya saben.

Sabiéndose ganador

Creyéndose ya dueño del Ente Público, acudió anoche Rajoy a una entrevista, incluida en la segunda edición del telediario, en la que desde el primer momento fue tratado por la presentadora como el ganador real de las próximas elecciones.
Mucho más sereno que el día del debate, tocó de pasada en el tiempo que le correspondió, toda suerte de temas relacionados con el gobierno de España, sin aclarar demasiado su auténtico programa y aún se permitió la licencia de criticar la dureza con que ha sido tratado por sus propios compañeros, en estos años como jefe de la oposición.
Se preocupó muy mucho de dulcificar su habitual discurso, obviando su manida crítica contra los socialistas y trató por todos los medios de atraer los votos de los colectivos más numerosos, esta vez, sin un papel que guiara sus palabras y en un clima de distendida conversación, sabiéndose ya, casi presidente.
Tras un repaso a los temas económicos, sin una sola referencia a cuáles serán las medidas que adoptará para capear el fiero temporal que azota a la vieja Europa y claramente posicionado al lado de los empresarios, como mandan los cánones de la ideología a la que representa, se atrevió a prometer a los trabajadores una rápida recuperación del empleo perdido, siempre contando con la buena voluntad de unos banqueros dispuestos a volver a conceder créditos, pero sin ofrecer una garantía específica que asegure su devolución.
Pasó conscientemente por alto la situación contagiosa que atraviesan países como Grecia o Italia, probablemente ilusionado con que el eje franco- alemán le permita saborear el poder por el que tan duramente ha luchado, sin intervenir de inmediato en nuestra nación, colocando al frente a uno de sus interventores, como se está poniendo de moda.
Habrá que anotar específicamente las promesas hechas a los siete millones de pensionistas y recordárselas en su momento, si se atreve a recortar de esa partida, dejando una duda razonable sobre las cabezas de los funcionarios, de los que se compadeció por su pérdida de poder adquisitivo, pero sin prometerse a no volver a rebajarlo y expresando claramente su voluntad de no convocar nuevas plazas, al menos en los próximos cuatro años.
Ni una sola referencia a los recortes solapados que están sufriendo la enseñanza y la sanidad en las comunidades autónomas que ya gobiernan los suyos, como si las entendederas del pueblo español no alcanzaran un mínimo nivel para la comprensión de los problemas que sufre y una ceguera colectiva se hubiera adueñado de nosotros, dejándonos en el limbo de cuánto padecemos en carne propia.
Habló sí, de los gastos excesivos de las comunidades autónomas, sin especificar por ejemplo, que a la cabeza de éstos se hallan la de Madrid o Valencia y no hizo alusión alguna a los múltiples casos de corrupción que han salpicado a sus militantes a todo lo largo y ancho de nuestro territorio.
Ambiguo y escurridizo, como siempre, falto del carisma que requiere un presidente con empaque, trató otra vez de dar esquinazo a temas como el de los matrimonios entre homosexuales o la ley del aborto, colocándose al lado de las posiciones defendidas por la Iglesia a la que pertenece, intentando no ser tachado por los obispos de hereje indeseable.
Fue sin embargo llamativo y mucho, que no fuera capaz de oponerse con su acostumbrada rotundidad a la negociación con ETA, sin hacer referencia en ningún momento a sus militantes como terroristas y dejando, supongo, cierta incertidumbre entre las víctimas, a las que tanto ha utilizado antes y durante la campaña electoral, como moneda de cambio, en sus continuas trifulcas con el partido en el gobierno.
Por primera vez, lanzó un mensaje subliminal a personajes como Esperanza Aguirre, Mayor Oreja o el propio Aznar, al referirse a ellos sin nombrarlos, cuando se quejó del arduo camino que le ha tocado recorrer hasta llegar aquí y afianzando su cercanía con la misma postura de moderación que dejó ver, cuando incluyó a Gallardón en las listas para el congreso por la ciudad de Madrid.
Sabiéndose ganador, relajó posturas hasta ahora innegociables y sacó más partido a su petición formal de votos, que en ninguno de sus enfervorizados mítines, plagados de nacionalismo español, trasnochado y violento.
Ni que decir tiene, que ni yo ni otras muchas víctimas de la indignación depositaremos nuestra papeleta a favor de su candidatura. Sigue, como los demás, sin representar a los ciudadanos de a pie, ni trae la solución a los acuciantes problemas diarios con que nos enfrentamos, ni consigue cambiar, con su ambigüedad, la intención de ninguno de nosotros, que por cierto, recordaremos al detalle sus promesas y se las recordaremos, sin ningún género de dudas, como siempre, desde los púlpitos de las calles que no pensamos abandonar.

martes, 15 de noviembre de 2011

La dulce espera

Convencida de que los asuntos personales son, en definitiva, los únicos capaces de elevar la ilusión en este mundo en que vivimos, decido dejar de lado esta tarde el seguimiento de cualquier noticia relacionada con las futuras elecciones y las enrevesadas teorías de los usureros europeos y dedicar mi tiempo a imaginar el primer encuentro con mi nieto, que se producirá si todo va bien, en un par de semanas.
No me avergüenza en absoluto confesar que es éste, uno de los momentos más dulces que he vivido, sólo comparable a la maravillosa sensación que tuve cada vez que fui madre, aunque aderezado con la serenidad que da la madurez y la experiencia acumulada durante el recorrido de los años, pasados a mi entender, con demasiada rapidez, para quien ahora se enfrenta al reto de guiar una nueva vida, abriendo un nuevo ciclo a la esperanza.
Ir siguiendo la evolución de este niño en el vientre materno, gracias a las nuevas tecnologías, es todo un lujo impensable hace sólo unas décadas porque te permiten contemplar in situ, cómo va convirtiéndose en persona, e incluso escudriñar con nitidez dentro de sus pequeños órganos, adivinando los progresos de su funcionamiento en cada una de las visitas al tocólogo, hasta completar su grandiosa perfección, ya cerca del alumbramiento.
Sin estar con nosotros, su próxima llegada es toda una revolución para la familia, que se encuentra apiñada alrededor de la futura madre, procurándole placidez en estos momentos de angustia en que la incertidumbre se apodera de ella, como si no fuera a ser capaz de afrontar con valentía la increíble labor que tiene por delante y su instinto maternal no existiera allanándole todos los caminos que ahora le parecen abismos.
Está mi hija, con esa belleza inexplicable que adorna a las mujeres únicamente cuando están a punto de obrar este milagro, como si el mundo se detuviese en sus ojos impacientes reflejando en ellos un brillo especial incomparable. Repasa mentalmente que todo está a punto, acaricia continuamente su abultado vientre mientras se mueve con la torpeza lógica que da lo avanzado de su estado y focaliza cualquier conversación con sus dudas, como si el acertijo que tiene planteado fuera el primero de la historia y los viejos pudiéramos responder a todas las preguntas que se nos formulan con la sabiduría del más experto.
Los demás hacemos lo posible por suavizar las asperezas de algunos comentarios de la gente de alrededor, que se empeñan reiterativamente en referir las penurias de algún parto difícil y procuramos restar importancia al asunto, esgrimiendo el nunca bien ponderado argumento, de que todos los seres humanos que habitan la tierra, se encontraron en la misma disyuntiva alguna vez.
Y sin embargo, pasado el tiempo, ni siquiera recordará la angustia de los días previos al parto y sólo se referirá a ellos de pasada, centrándose en tratar de explicar la felicidad que sintió cuando vio por primera vez a su hijo y lo llamó y él se identificó plenamente con ella cuando lo acercó a su corazón. Pasarán los años y le parecerá que siempre estuvo en su vida, como si un toque mágico hubiera borrado el sufrimiento, dejando únicamente el recuerdo de la abundancia personal que alcanzó cuando se entendieron sin hablarse.
Así que mientras escribo estas letras, no hago otra cosa que pensar en la inmensa suerte que me acompaña, al poder ser testigo directo de esta humilde historia de amor. Yo también la conservaré intacta en la memoria y la veré como una nueva prolongación de mí misma, de nosotros, de todos los que en el fondo quiero y siempre querré.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Promesas electorales

Los maravillosos cuentos de hadas que nos relatan los presidenciables durante todas las campañas electorales, hacen que a los ingenuos se les dispare la imaginación y alimenten sueños de vida relajada y espejismos de futuros gozosos.
Es fácil en esta etapa que vivimos, convencer a los ciudadanos de que el futuro no puede ser peor y la bendita inocencia que nos caracteriza por naturaleza, es carnaza apetecible para los que ansían el poder, sin que importe demasiado o nada, los medios utilizados para conseguirlo.
Si por curiosidad anotáramos en un papel todas las promesas que los políticos nos hacen cuando se aproximan unos comicios y tuviéramos el tesón de releer cuántas se han cumplido después de un mandato de cuatro años, la decepción que sufriríamos sería tal, que podría constituir una razón de peso para no volver a votar en el resto de nuestra vida.
Está el ciudadano tan indefenso ante el incumplimiento de cuántas cosas se le prometen para recaudar su voto, que es el blanco perfecto al que apuntar, sin tener que responder después, si todo resultara un vil engaño.
Por costumbre, los políticos suelen decir que son servidores de los pueblos y que no les mueve otra ambición que la de lograr el bien común, cada uno apelando a su propia ideología, pero las circunstancias tan particulares que sobrellevamos, los miles de casos de corruptelas económicas y morales que presenciamos a diario y el distanciamiento atroz entre su clase y la nuestra, viene a demostrar con claridad meridiana, que el supuesto servidor se mueve a unos niveles significativamente más altos que los nuestros.
Resultando una falacia esta cuestión primordial, cualquier cosa que nos prometan estará contaminada, por añadidura y nada podremos esperar del cumplimiento de estas promesas salidas de los labios de mentirosos de carrera.
Pero si se estableciera una ley que permitiera al ciudadano cursar denuncia por cada incumplimiento y se tipificara como delito grave jugar con la buena voluntad de la gente por medio del engaño, cambiaría sensiblemente nuestra indefensión y más de uno pensaría detenidamente qué prometer, ante el riesgo de acabar condenado o inhabilitado para el ejercicio de la política.
Esta podría ser la primera causa de indignación que moviese a no acudir a las urnas para votar a estos modernos charlatanes del siglo XXI, cuyo elixir curalotodo es vendido de plaza en plaza como la panacea universal, aunque después resulte ser tan fraudulento, como aquellos botes de agua coloreada que ofrecían los sacamuelas desde sus carromatos a los incautos que querían oírles.
Cada vez que llega un periodo electoral, tenemos la impresión de que a nuestro alrededor se está montando la estafa del siglo. Oímos una y otra vez, a unos y a otros, la misma palabrería manida, en los mismos escenarios, con los mismos comparsas y las mismas ofertas. En nada se diferencian los discursos de la izquierda y la derecha y en el horizonte político no queda una sola opción que represente los intereses de los ciudadanos ni que ofrezca soluciones reales y factibles para los graves problemas que nos acucian.
Y no es que la Democracia haya fracasado como sistema político, sino que los que han de aplicar estrictamente las normas de su funcionamiento se han encargado, con su proceder, de ir desvirtuando los valores que se pensaron como indispensables, cuando se concibió este concepto.
La insalvable brecha que nos separa de nuestros dirigentes y de nuestros políticos en general, hace urgente una llamada drástica de atención por parte de los pueblos, para recuperar su legítimo derecho a elegir como representantes a personas decentes, que luchen en verdad por el interés de la mayoría y no por dividendos bancarios o posiciones personales de privilegio.
Por eso se impone no votar el día veinte, no seguir el juego a especuladores ni a sociedades anónimas sin rostro, empecinadas en destrozar cualquier logro social que arañe un poco sus enormes beneficios.
Quedarse en casa, no introducir ninguna papeleta en la urna y que esta alternativa se convierta en mayoritaria, sería un paso adelante para alejar de nuestra triste existencia a los que año tras año, nos han decepcionado sin cumplir absolutamente ninguno de sus compromisos.





domingo, 13 de noviembre de 2011

La tragedia italiana

Cierra Italia la era Berlusconi apresuradamente, con un final truculento que recuerda a los de las películas americanas, en que la justicia aparta de la escena a los malvados haciendo prevalecer la verdad y en el cine de barrio en el que se proyecta, el público enfervorizado, dedica un aplauso al triunfo del bien, aunque en el fondo, no le cuadren los argumentos.
Se marcha el semidiós pagano contra su voluntad, empujado violentamente a la mazmorra de la cruda realidad que le aguarda, tras perpetuarse durante diecisiete años en el poder, de todas las maneras posibles y habiendo dejado tras de sí toda una lista de violaciones flagrantes de las leyes y una de las imágenes más vergonzosas, de cuántos líderes nos han rodeado, en estos años truculentos que nos han tocado presenciar.
Nunca sabremos por qué el pueblo italiano votaba reiterativamente a este rocambolesco personaje, poniendo su porvenir a su merced y perdonándole todas las hazañas que protagonizaba, como si el destino les hubiera condenado a tener que soportarlo, sin tener la más mínima posibilidad de apartarlo de su camino.
Y tampoco ahora es la opinión de los italianos la que lo lleva al retiro forzoso, sino toda una suerte de cataclismos económicos encadenados que se vuelven contra él, forzándolo a bajar del pedestal que se había construido, en su locura personal de sueños de grandeza.
Sin embargo, la situación en que deja al país, sumido en una ruina, hasta ayer mismo disfrazada por sus seguidores de laureles de triunfo, abre un amplio horizonte de dudas sobre las pretensiones de sus votantes y pone en el punto de mira también, a los que hasta ahora le abrazaban como socio de honor en la comunidad europea, con una especie de tácita complicidad hacia sus tremebundas historias.
Hasta el último momento, ha tratado el payaso de recoger apoyos en socios de indistinta condición, apurando las posibilidades de, como otras veces, salir victorioso de las corruptelas que se han urdido a su alrededor, tal vez consciente de su deuda con la justicia y temiendo que el abandono del poder traiga consigo un ajuste de cuentas ineludible, con todos aquellos a los que durante sus años de gloria perjudicó, burlándose de la ley y actuando siempre en beneficio propio.
Su imagen de gigoló archioperado, saliendo por la puerta de atrás de la escena política, habla por sí misma y no necesita comentarios que aclaren la caída estrepitosa del ídolo hortera, que hizo de la inmoralidad una forma de supervivencia.
Lo malo es que el nuevo gobierno de coalición que llevará las riendas de Italia a partir de ahora y que no ha consentido la participación de ningún miembro que tenga que ver con Berlusconi, tiene demasiadas semejanzas con el griego y también lo dirigirá alguien venido directamente de las entrañas del poder económico y no de la voluntad del pueblo soberano.
El Estado-Empresa, llevado por un gestor comercial se está convirtiendo en el modelo de moda en Europa y deja pocas opciones a los políticos de carrera, cambiando abiertamente las democracias por Sociedades Anónimas sin ideologías, sólo preocupadas por generar beneficios para sus opulentos representados, sin contar con la opinión de los ciudadanos de a pie.
Llegados a este punto, uno empieza a preguntarse de qué sirven por ejemplo, las campañas electorales, como la que ahora mismo está en marcha en España, si lo mas probable es que el efecto contagio embadurne la situación forzándonos también a caer en manos de algún ex banquero de élite, que encamine nuestro destino hacia el punto común que ya tienen decidido para todos nosotros.
Por primera vez en la vida, ver caer a un tirano trae consigo la incertidumbre de no saber si lo que llega no será aún peor y el amargo sabor que deja en la boca la contemplación impotente de lo que está ocurriendo en nuestro mundo, no tiene comparación conocida, en la historia pasada y presente.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sobre el volcán

La situación de permanente alerta que vive la pequeña isla de El Hierro, tiene en vilo a la totalidad de sus habitantes, que permanecen con los ojos fijos en las erupciones volcánicas que emergen del mar, acabando con la fauna piscícola que suponía una gran parte de su sustento.
La opinión de los expertos en el tema se limita a la evacuación nocturna de los barrios más próximos al fenómeno, que se han convertido en auténticas ciudades fantasmas, en las que parece haber desaparecido la vida y a las que sus vecinos no se atreven a volver, horrorizados por la posibilidad de ser sorprendidos por una explosión inesperada.
Llama la atención desde lejos, la aparente tranquilidad con que se está manejando esta crisis, restando importancia a la infinidad de movimientos sísmicos que a diario sacuden la isla y también a la toxicidad de los gases emitidos por el sumergido volcán, que han empezado a resultar nocivos para quien los respira, sin que momentáneamente, haya que lamentar víctimas.
Poca ayuda está recibiendo de la península este pequeño enclave canario, cuyo caso pone en evidencia la poca información que se maneja en estas materias y la imposibilidad de una previsión fiable de la posible evolución que pueden tomar los acontecimientos.
Otros casos de consecuencias irreparables, que por desgracia hemos tenido que presenciar en los últimos tiempos, podrían ahora llegar a darnos una pauta de actuación para tomar con prontitud, una decisión sobre qué hacer en este asunto.
Hoy se apuntaba la posibilidad de un entaponamiento en el cráter del volcán que podría acrecentar los niveles de los movimientos sísmicos, si la lava no logra salir con facilidad por su vía natural, a la superficie.
Tal vez habría que plantearse una evacuación total de la isla y que se mantuvieran en ella, sólo los grupos de trabajo que fueran menester para descubrir las posibilidades reales de futuro que aguardan a los ciudadanos que residen allí.
Empecinarse en permanecer encima de la boca del volcán, no parece la solución más acertada y en cierto modo, juega con la vida de los ciudadanos de El Hierro, que, como es natural, tratan por todos los medios de no tener que abandonar sus posesiones, ni el entorno natural de sus vidas.
Pero sería peor una situación de emergencia apresurada, en un territorio rodeado por un mar cuya temperatura ha subido más de once grados en los últimos días y que podría convertirse en una prisión insalvable para la población, si en un momento determinado sobreviniera una tragedia.
La premura en tomar una decisión no es gratuita, en vista del peligro que representa la prolongación en el tiempo de una serie de síntomas que no parecen remitir, sino que se van agravando por momentos cada nuevo día.
No vendría mal, por cierto, una visita de los candidatos a las elecciones al lugar para interesarse, in situ, por el futuro de estas personas que no por lejanas, son menos españolas.
Pero se conjugan allí varios factores que hacen prácticamente imposible que esto llegue a darse: uno, que a ningún político le es grato poner en peligro su propia vida y otro, que el número de votos de los habitantes de El Hierro no es significativo para la adjudicación del poder, ni puede inclinar la balanza cuando el día 20 acudamos a las urnas.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Una herida incurable

Ahogada en una guerra de números negativos, Europa camina a la deriva por un mar de incertidumbre, en medio de una tormenta interminable en la que ni siquiera se espera una mejoría que tranquilice a los estados.
Naciones milenarias, cunas de la cultura occidental, quedan reducidas a ceniza y van perdiendo paulatinamente su identidad, tras una cortina de conceptos económicos, que escapan a la bisoñez de los ciudadanos de a pie, nunca antes educados para comprender estas materias y atenazados por el miedo a una pobreza que creían lejana, mientras vivieron el espejismo de su riqueza pasajera.
Al borde mismo del rescate, Italia se tambalea en la cuerda floja intentando decidir cómo caer para que resulte menos doloroso y Berlusconi promete a regañadientes su esperada dimisión, no sin antes haber dejado resueltos los compromisos de reformas exigidos por sus prestamistas.
Grecia sigue sin dar con el hombre adecuado para hacerse cargo de la ruina en que se encuentra inmersa, probablemente porque a ningún político moderno le interesa dirigir un país, en el que no se pueda llenar los bolsillos.
Los carroñeros que manejan las finanzas y que son los únicos que al final saldrán beneficiados de la crisis, revolotean incesantemente intentando sacar de sus escuálidas presas, algún trozo de carne que llevar hasta el escondite en que hacen aprovisionamiento de fondos y la imagen de prestigio que nuestro continente tenía, queda ahora en un simple recuerdo apisonado por la insaciable avaricia de aquellos que nos prometieron que con ellos alcanzaríamos la felicidad.
La caótica situación ni siquiera permite atisbar un resquicio de esperanza. Tratan de hacernos ver que la vida sigue, nos drogan con la fantasía de sus promesas electorales imposibles de cumplir y aparecen en sus reuniones de alto nivel con trajes de diseño, mientras nos tiran a la cara nuestra propia miseria y hacen de nuestros hijos una legión de desempleados sin futuro.
Ya no nos quedan dioses a los que implorar el milagro de la salvación en esta sociedad que ha cambiado sus creencias por letras de cambio y cada día es más espantosa la sensación de soledad que experimentan los pueblos, abandonados a su suerte por la corrupción de sus políticos.
Y mientras nuestras voces suenan en las calles rebelándose contra la tiranía despiadada de los poderosos, los mercados de valores siguen emitiendo millones de dígitos, jugando al alza y a la baja con nuestro provenir, sin consultar siquiera si estamos de acuerdo con el camino que nos marcan.
Ahora amenazan a las naciones asiáticas, pronosticando que tampoco ellas se librarán del azote que reprime a los occidentales y hasta, probablemente, exigirán también allí reformas que esclavicen aún más a los trabajadores, cuyas condiciones laborales ya son de una dureza infinita.
Alguien tiene que parar esta locura colectiva que nos aliena y alzarse contra ella con fuerza, hasta extirpar de raíz su malignidad, de manera que no vuelva nunca a reproducirse.
La humanidad está herida de muerte, aunque su enemigo no tenga forma física ni residencia en lugar conocido.

martes, 8 de noviembre de 2011

El banquero presidente

Aún con la resaca de los resultados del debate electoral, publicados a todo color en las portadas de todos los diarios y francamente decepcionados por el partidismo que nuestra prensa demuestra, procuramos seguir nuestro camino fijando nuestra mirada en otras noticias, aunque por los ríos de tinta que ésta acarrea, parece que el mundo se paró anoche delante de un televisor.
A pesar de que ambos debatientes pasaron de puntillas por el tema de las relaciones internacionales y en concreto de las nuestras con Europa, la convulsa situación que atraviesa nuestro continente sigue dando titulares de extrema importancia, cuyos contenidos pueden, incluso, pasar desapercibido en las páginas de los diarios y sin embargo, resultar decisivos para el futuro que nos aguarda.
La macro crisis griega, que tantos quebraderos de cabeza está dando a los socios europeos y cuya resolución tiene visos de haberse iniciado con la marcha de Papandreu y la idea de un gobierno de concentración nacional, pone ahora en primera línea de fuego la dificultad de encontrar un presidente que se atreva a torear la horrible decadencia del país y contente a la vez, a todos los grupos que conforman su arco político en el parlamento.
Si sólo se tratase de debatir sobre el hombre adecuado para tal fin, el problema sería de índole interna y correspondería únicamente a los griegos conseguir un acuerdo satisfactorio para ellos, en esta cuestión.
Pero empieza a sonar con insistencia el nombre de Lukas Papademos para el puesto y es de ley indagar la procedencia de este personaje, en cuyas manos estaría no sólo el gobierno de su nación, sino también las consecuencias que de su gestión se proyectase sobre otros países enfermos de gravedad, como el nuestro, sin ir más lejos.
Conviene aclarar a la mayor brevedad que Lukas Papademos ocupó la vicepresidencia del banco central europeo y que proviene, por tanto, del mismo centro de uno de los organismos económicos más relevantes a nivel mundial, cuya posición durante el periodo de crisis, nunca se ha caracterizado precisamente, por entender los problemas de los humildes.
Si como se prevé un banquero acaba por sentarse en el sillón de mando dl estado griego, el precedente podría desatar una cadena de reacciones entre sus compañeros de profesión, ávidos de poder y de insaciable avaricia, abriendo un camino hacia la consolidación de una tiranía económica legalmente constituida, que en ningún caso permitiría ningún avance social que pudiera mermar un ápice su sed de beneficios.
La intrusión de los banqueros en los parlamentos podría cambiar el curso de la historia de manera nefasta y enterrar para siempre cualquier posibilidad de vida digna para los ciudadanos de cualquier país.
Por desgracia, ya vemos a diario cuál es el comportamiento de la banca en relación a los problemas que padecemos y a todos nos vienen a la mente las imágenes lamentables de la multitud de desahucios sufridos por las clases populares, en total desamparo, ante sus implacables leyes.
La gravedad de esta noticia, anulada por el brillo multicolor del debate televisivo de ayer, merece un análisis más profundo que el que se está haciendo de ella, en nuestros manipulados medios de comunicación.
A mí, me intranquiliza sobremanera que llegue a ser realidad y por nuestro bien espero, que un ramalazo de cordura inspire a los políticos griegos, antes de permitir que su nación caiga en manos de estos especuladores sin escrúpulos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El debate

Un Rajoy incapaz de coordinar una sola idea sin la ayuda de un papel, se enfrentó anoche a la astucia de un Rubalcaba que sin mirar ninguno, entró directamente en materia asumiendo un cuidado papel de entrevistador agresivo, con la única meta de pasar por alto su participación personal en la gestión del actual gobierno y presentar propuestas nuevas, tratando de denostar el programa electoral de su oponente, que dio la impresión de un desconocimiento total del mismo.
Según el color de las fuentes consultadas, la victoria en el debate se inclina de un lado u otro, pero a la población española le resultaría francamente difícil sacar en claro una intención de voto de las intervenciones que se presenciaron anoche y sobre todo, creer en la veracidad de que lo que se puso sobre la mesa y que se llevará a cabo en los malos momentos que nos aguardan.
El socialista toreó el bloque sobre economía sin admitir pasados errores, haciendo un guiño a varias peticiones propuestas por los movimientos del 15 M, como el impuesto sobre las grandes fortunas y sobre la banca, mientras Rajoy, bastante sorprendido por la estrategia adoptada por su oponente, diluía su intervención sin poder profundizar en las acostumbradas acusaciones que suele proferir en sus mítines, llegando a confundir varias veces, no se sabe si conscientemente, el apellido de su interlocutor con el de el Presidente saliente y evidenciando cierto nerviosismo, aunque sin contestar a ninguna de las preguntas lanzadas al aire sobre su propio programa.
Ninguno de los dos estuvo especialmente brillante ni se pudo entender con claridad qué harán de ganar en los próximos comicios e incluso hubo un momento en que la audiencia tuvo la percepción de que Rajoy estaba a punto de levantarse de su asiento y abandonar el plató, visiblemente disgustado por la actitud inquisitorial de su oponente, que ahondó una y otra vez en un interrogatorio casi de tercer grado, que en ningún momento obtuvo respuesta.
Se pasaron por alto o se trataron casi de puntillas, temas de importancia garrafal, como la política exterior o el problema vasco y ni siquiera se habló, por ejemplo, de la multitud de indignados existentes en el país o sobre la posibilidad de que se produjera un fuerte índice de abstención, en la convocatoria del día veinte.
Un presentador hierático, que no intervino para nada en la puesta en escena, contribuyó en gran medida a que el ambiente de frialdad no se relajara en ningún momento del debate y a que los oradores transmitieran continuamente la imagen de estar allí, únicamente forzados por las circunstancias y no con la intención de pedir la confianza del pueblo español, aunque al final, no desaprovecharan su oportunidad para hacerlo.
No quedaron claras las posturas reales de ninguno y faltó incluso, la brillantez en la oratoria que recordábamos de debates anteriores, todo en favor de un cruce de acusaciones inconexas, sobre cuestiones desgraciadamente pasadas e irreparables.
Tampoco se despejaron las dudas que interesan vitalmente a la población, ni se dejaron entrever las auténticas intenciones de nadie, en el caso de llegar a gobernar.
La soberbia de quien ya se ve ganador y la resignación del que ya lo da todo por perdido, serían el resumen de un debate, que en general, defraudó las expectativas puestas en él y que pasará a la historia como uno de los más anodinos que hemos presenciado, desde que esta costumbre típicamente americana se instaló entre nosotros.
Una sugerencia. No olvide el Partido Popular hacer buena provisión de cuadernos para el futuro presidente. No es nadie sin una hoja que consultar.

El tirón de los pesos pesados

No se puede negar que el morbo de volver a ver juntos, después de tantos años, a Felipe González y Alfonso Guerra, sobre el mismo escenario, tiene su enjundia.
También resulta natural, que al Partido Popular se le ericen los pelos de la nuca de sólo imaginar la mezcla explosiva que puede salir de un discurso bien preparado del más famoso tandem político que ha habido en el país, a pesar de lo que ha llovido en esta legislatura y del aparente retiro de ambos.
Evidentemente, la respuesta popular a tan excepcional convocatoria, ha superado cualquier expectativa previsible y el recinto pensado para la ocasión, se llenó hasta la bandera y hay que decir, en honor a la justicia, que ninguno de los dos oradores defraudaron las esperanzas puestas en ellos y que resultaron ser, como estaba previsto, un gran apoyo para su compañero Rubalcaba, cuyo desparpajo y experiencia, de seguro sacará punta a la valía de las viejas glorias socialistas.
Ya no quedan políticos de esa talla, ni en un bando ni en otro, y hay que reconocer que ha estado bien que hayan decidido olvidar sus pasadas rencillas en el momento delicadísimo que atraviesa su partido, para salvar con su innegable oratoria, cuantos trastos puedan, del naufragio que ha organizado Zapatero, que ha echado por tierra, a golpe de decreto, cuántas teorías se tenían de la ideología socialista y todos los logros que los trabajadores habían ido cosechando, durante largos años de dura lucha.
La veteranía ha empezado por atribuir a las claras el fin de la violencia en Euskadi al actual candidato, llegando a desenterrar viejos fantasmas, como el batallón vasco español que Suárez se sacó de la manga, y olvidando astutamente cualquier referencia a los GAL, de tan infausto recuerdo para el ex presidente.
Han resultado fáciles las comparaciones, teniendo en cuenta que el listón de la lucha antiterrorista esgrimido por la derecha, tiene su tope en un personaje de la categoría de Mayor Oreja, que frente a Rubalcaba, es algo así como el tatarabuelo ideológico de los ultras y que además, últimamente, no hace otra cosa que imaginar conspiraciones contra la unidad de España, un poco en la línea de sus correligionarios Esperanza Aguirre y Trillo, ninguneados ahora, con el ascenso de Gallardón a las listas oficiales de candidatos
En otro tiempo, esta improvisada unión de figurones, hubiera bastado para bajar del pedestal al anodino Rajoy, acrecentando la natural simpatía que por la listeza innata de Rubalcaba, siente la mayor parte del pueblo, pero la profundidad de la crisis que atravesamos y la espantosa gestión que de ella han hecho los socialistas en esta última legislatura, no admite milagros, ni vuelcos electorales y mucho nos tememos, que el gestor del episodio Prestige, se apoltronará en la Moncloa, con amplio respaldo.
Paro ha sido curioso descubrir que la edad no ha mermado la capacidad de arrastre de estos dos animales políticos y que aún una frase bien dicha, en el momento oportuno, es capaz de levantar de su asiento al más escéptico de los mortales.
Cansados como estamos de tanta vulgaridad y tan poca chicha, la imparable verborrea de estos dos, animan la rutina mitinera que mueve la campaña bipartidista y demuestra a la juventud porqué en un momento determinado, los mayores confiamos en ellos.
Ahora solo falta que los otros desentierren a Zaplana y Aceves y pidan un debate televisivo entre Aznar y Felipe, que por cierto, ya ha dicho que estaría dispuesto a llevar a cabo uno por semana, si la ocasión así lo requiriese.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Retomando el inglés

A veces, no conviene envalentonarse intentando convencer a los demás de esa absurda historia que dice que por la mente no pasan los años.
La percepción de que cuando lo que se peinan son casi todo canas, la capacidad de aprender ciertas cosas permanece inalterable, es sólo un espejismo interior, que en cuanto abandona su rincón de idealismo para pasar a la práctica, queda destrozado por la evidencia de que por mucho que uno se empeñe, tiene la edad que tiene y que los caminos que ahora se inician se hallan salpicados de cuestas escarpadas, por las que duele en el alma subir.
Una de estas bravuconadas imperdonables me hizo empecinarme en la idea de retomar el aprendizaje del inglés, abandonado hace más de treinta años y enredar en mi intento a mi muy bien preparada hija, convenciendo también a mi cándido yerno para que me acompañara en mi osadía.
Así que iniciamos la aventura con la ilusión que caracteriza a los principiantes y predeterminamos un horario para tales menesteres creyendo en nuestra bendita inocencia, que en un par de semanas seríamos capaces de hilar una sencilla conversación con un interlocutor anglo hablante, dada nuestra natural inteligencia.
Evidentemente, a mi improvisado compañero, le ayuda la cercanía a sus años estudiantiles y el desparpajo propio de su juventud le proporciona una maravillosa ausencia de miedo al ridículo, pero a mí, el tener que rehacer un hábito de estudio completamente olvidado y el bochorno de cometer errores garrafales en presencia de otros que antes me respetaban, me produce una sensación de pérdida de dignidad indescriptible y una certeza meridiana de merma de facultades, para asimilar con firmeza los nuevos retos que se me imponen como ineludibles.
No recordaba esta impresión desde mis años de colegio, cuando el estómago se me hacía un nudo al tener que repetir las lecciones de la odiada Geografía frente a una de aquellas monjas de toca y bigote, armadas con un imponente puntero de madera, que balanceaban con mirada amenazante.
Yo comprendo la necesidad de empezar a cimentar la materia por conceptos estrictamente necesarios y soy consciente de que mi ignorancia precisa de una base sobre la que poder apoyar temas de mayor envergadura, pero haber olvidado completamente las primeras lecciones estudiadas en otro tiempo, echa abajo mi fama de buena memoria y destroza sin compasión una imagen que me ha costado toda la vida labrar y que ahora languidece, a los acordes del verbo to be.
También gozaba yo de cierto prestigio, en cuanto a mi pronunciación y a mi capacidad de relatar historias en inglés, durante mis años de instituto e incluso era entonces capaz de superar exámenes orales en los que no intervenía el español y hasta me había aprendido la terrible lista de verbos irregulares tan temidos, incluidos sus significados y sus formas.
Y ahora, pobre de mí, por mucho que apelo a mi recuerdo, soy incapaz de ir más allá de cuatro transitivos y tres recurrentes auxiliares, con los que apenas puedo construir un infantiloide relato, sospechosamente parecido a las frases hechas de aquellas primeras cartillas en las que aprendimos a leer.
Desengañada por mi torpeza y arrepentida de haber embarcado en esta odisea a quien me enseña y a quien me acompaña, no me queda otra excusa que apelar a los recurrentes achaques de la edad, para justificar mi momentáneo fracaso.
Únicamente me consuela la obligada lectura de los textos que constituyen la tarea y cuyas tramas rayan en la paranoia del peor de los escritores, a pesar de ser versados en el idioma que manejan o incluso hablarlo desde que nacieron, en Inglaterra por ejemplo.
Quiero pensar que a poco que guarde de este aprendizaje tardío y en cuanto supere mi miedo al ridículo, me voy a atrever a escribir algo mucho más interesante, que estas frases sin pies ni cabeza que se impone traducir, si uno quiere estar a la moda y manejar el inglés con la soltura de un londinense.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El cambio y el miedo

A pocos días del comienzo de la campaña electoral, los dos partidos mayoritarios en nuestro país, elevan las espadas dejando al descubierto sus estrategias para arrancar el máximo de voto a los sufridos ciudadanos, que padecen en total indefensión sus desastrosas políticas, al servicio del dios del dinero.
Bañado en el brillo suntuoso que da la convicción de vencer, el Partido Popular lleva en su discurso el lema del cambio, aprovechando la dulce inopia en que aún habitan muchos españoles y se pavonea de que cuando ocupen los sillones que dejen libres los socialistas, gestionará la crisis con la brillantez que otrora caracterizó el periodo en que Aznar nos puso a todos un piso a nuestro nombre y nos consiguió la amistad incondicional de personajes de la categoría de Bush, en cuya mesa llegó a poner los pies, sin ningún recato.
El PSOE, cautivo y desarmado por la cadena de errores cometidos al servicio de la cancillera alemana y viendo que el desastre electoral puede ser de dimensiones astronómicas, opta por la estrategia del miedo y retrata en sus folletos colegios y ambulatorios, preconizando la desaparición de estos organismos públicos, en favor del sector privado, si los españolitos se empecinan en otorgar su confianza a las derechas, como parecen augurar los resultados de todas las encuestas.
Mientras calientan motores para el debate televisivo que puede definir el voto de los indecisos, la crudeza de la batalla campal que se avecina, se hace patente en cada una de las medídas intervenciones realizadas ante los medios y los candidatos afilan cuidadosamente sus armas en los cuarteles generales, tirando de los pesos pesados de que disponen e intentando hacernos creer que realmente, sienten algún interés por los problemas que nos acucian.
Están demasiado seguros de que la balanza acabará por inclinarse hacia uno de los dos campos y no les duelen prendas a la hora de recitar promesas incumplibles, de ésas que hacen historia cuando, pasado el tiempo, acaban relegadas al último rincón de sus papeleras de diseño.
La derecha da por perdido el voto de los indignados, a quienes ha venido vituperando repetidamente con calificativos inaceptables y cuenta, eso sí, con el sólido apoyo de los sesudos varones de fortuna, que esperan con ansiedad las prebendas que les traerán los vientos del cambio, que viene avalado por gente procedente de su clase social, como Dios manda.
Los socialistas se ven forzados a hacer ciertas concesiones a la calle, si no quieren quedar desbaratados en el trance y hacen suyas ciertas exigencias salidas directamente de las acampadas de Sol, con el ánimo de atraer a su maltrecho bando a los que aún conservan la ingenuidad de pensar que pueden representar a la izquierda y se ven paralizados por el temor de la privatización con que les amenazan, si Rajoy les gana la partida.
En los tiempos convulsos que atravesamos, ésta es sin duda, la más patética de cuantas campañas se han dado en el país y sus protagonistas, lo más esperpénticos de cuantos se han atrevido a solicitar nuestra confianza, desde la muerte del dictador.
Sordos al clamor popular que niega unánimemente su valía para resolver cualquier asunto relacionado con la vida de los ciudadanos, nos tratan como si fuéramos recién llegados, sin memoria ni noción alguna de lo que sucede a nuestro alrededor y aún pretenden que avalemos su nefasta gestión, volviendo a colocarlos en posiciones de poder desde las que obtener un enriquecimiento personal, a golpe de descarada corrupción y esquilmando nuestros sufridos bolsillos.
Pero al pueblo ya no le valen las estrategias de los colosos, ni la del cambio, ni la del miedo, y es bastante probable que en los próximos comicios, la inmensa mayoría opte por no hacer uso de su derecho al voto, ya que ni nada cambiará para los humildes con quienes proceden del bando de los poderosos, ni nada queda por temer a quien ya lo ha perdido todo.
A ver si las redes sociales cumplen una vez más su función difusora y “ganador” y “perdedor” acaban por ahogarse en nuestra más absoluta indiferencia.

martes, 1 de noviembre de 2011

El desplante griego

Desafiando todos los pronósticos, Papandreu convoca un referéndum en Grecia, para consultar a su pueblo sobre las medidas dictadas desde Europa, como pago del rescate que necesitan para sobrevivir a la crisis.
La reacción de los mercados no se ha hecho esperar, ya que todos los sondeos auguran el descontento del pueblo griego con la multitud de sacrificios que se le vienen exigiendo, hasta hacer insostenible su situación, de lo que se deduce, que su respuesta será una tajante negativa a las proposiciones de continuar con las reformas y por tanto, podría darse una quiebra técnica que forzara a Grecia a regresar a su antigua moneda y a una situación de autarquía, de consecuencias imprevisibles.
Si ésto finalmente sucediera, el efecto dominó probablemente arrastraría consigo a otros hermanos pobres de la Comunidad, incluidos nosotros, y la estabilidad de la moneda única peligraría considerablemente, fortaleciendo nuevamente al dólar, en esta guerra económica de mercados, que los pueblos no acaban de entender, dada su complejidad manifiesta.
Pero la vuelta al dracma podría ser también una puerta de escape para huir de los fantasmas insaciables que pululan sobre las cabezas de los ciudadanos, sin dar tregua a sus aspiraciones de estabilidad y si a duras penas, Grecia consiguiera remontar de este modo, saliendo airosa de su desesperado abismo, podría convertirse en un ejemplo a seguir, por todos los que habiendo cumplido los implacables mandatos de los poderosos, no han conseguido más que sumirse en un pozo aún más oscuro, sin esperanza de llegar a alcanzar nuca la luz.
Nunca sabremos qué ha llevado a Papandreu a solicitar la opinión popular precisamente ahora, ni qué oscuro entramado de intereses se esconde tras su drástica decisión, sobre todo si pierde la moción de confianza que tiene planteada y se ve obligado a abandonar el poder, dejando a su nación en un estado desastroso.
Pero apelando a la vena romántica que mueve a los idealistas, quizá el eje franco alemán estaba necesitando que alguien frenara en seco sus locuras colonialistas, apretando en su cuello la misma soga con que ellos ahorcan a diario las esperanzas de los más débiles.
Exigir aún más sacrificios al pueblo griego, constituiría una especie de llamada a la rebelión popular y un abuso tiránico sobre los derechos de una ciudadanía abocada a una pobreza solemne y cansada de pagar los efectos de crisis de avaricia, de la que en modo alguno, fueron responsables.
Con la imagen de las revueltas de los pueblos árabes fresca aún en las retinas y los recientes triunfos que los pueblos han conseguido sobre los tiranos, sería fácil encontrar un motivo para encender la chispa de una sublevación en nuestra venerable Europa, que sin duda sería seguida de inmediato por los cientos de miles de descontentos que habitan todas las ciudades del continente.
Cabe pues, una pronta reflexión de los que tensan la cuerda, acerca de qué sería lo más conveniente, incluso para ellos, en este sendero vesánico de incongruencias, por el que nos obligan a caminar.
Ahora que la cuna de la Democracia, se balancea sobre la cuerda floja, asfixiada por el incierto futuro que le espera y en la espantosa soledad que experimentan quienes ya nada tienen que perder, se abre una encrucijada de misterio sobre lo que podríasuceder y habrá que decidir sobre la marcha, qué postura adoptar ante la novedad de los acontecimientos.
Será interesante oír lo que sobre el tema tienen que decir nuestros candidatos a ocupar el sillón del poder, aunque al favorito, podrían crecerle los enanos inesperadamente.