El auténtico alcance de la llegada de Podemos a la política
nacional, va en relación directa con la dureza de los ataques dedicados a esta formación, por parte de numerosos
líderes de los dos Partidos mayoritarios y a los que acaba de sumarse Felipe
González, que sabe bien por su experiencia que el bipartidismo tiene la
obligación de frenar a Pablo Iglesias, si no quiere correr el riesgo de ser
desbancado definitivamente, en las próximas elecciones Municipales.
No nos han cogido de extraño sus afirmaciones, teniendo en
cuenta la derechización que ha sufrido el discurso del ex Presidente en los
últimos tiempos y hasta puede que su intervención venga a confirmar la
inquietud que ha provocado el triunfo de estos recién llegados en las Europeas,
en quienes habían hecho de la alternancia en el poder, un modo de vida fácil en
el que permanecer eternamente.
Las críticas sin piedad que van llegando desde todos los
frentes y sobre todo de los dirigentes del PP, que hasta ahora no han sabido en
carne propia lo que es la verdadera indignación y que no están dispuestos a conformarse con que
un joven casi desconocido, cuyo aspecto haría cruzar a la acera de enfrente a
la mayoría de sus militantes, sea capaz de arrancarles, en solo cuatro meses,
una parcela de poder, que les priva de esa mayoría absoluta de la que habían
venido disfrutando y abusando, desde hace dos años y medio.
Y como no hay mejor defensa que un buen ataque, la
justificación a la enorme pérdida de votos sufrida hace unos días ha de ser buscada
en el agravio permanente a quien, en cierto modo, la provocó, en lugar de en
una autocrítica feroz, que sería lo que correspondería a la magnitud de su
fracaso.
Ahora toca “prevenir” a los españoles de este “comunista
peligroso” , amante del modelo político venezolano y simpatizante de un
extremismo sin paliativos, siempre según las fuentes cercanas al PP, que armado
con la fuerza de la palabra, ha conseguido embaucar a las masas, hasta
conducirlas, como el flautista de Hamelín, hasta las mismas puertas de los
colegios electorales, para obtener a través de sus votos, un modo de terminar
con la regalada vida que disfrutaban, gracias a las bondades de nuestro
magnánimo Presidente de gobierno.
Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver, entender
que la reacción de los ciudadanos no es
más que el fruto de una indignación que es producto de las medidas que han
venido adoptando Rajoy y su gobierno, está de momento, vetado a todos aquellos
que se nutren de las doctrinas conservadoras y que en ningún momento se han
dignado a escuchar la opinión que se estaba gestando en las calles, a causa de
su manera de tramitar la política del país y que nos ha llevado a todos, a la
situación de absoluta emergencia que ahora padecemos.
Así que los ataques indiscriminados que se están produciendo
contra Podemos, bien pueden acarrear un efecto contrario al que se pretende,
consiguiendo que la curiosidad del elector le conduzca a informarse sobre lo
que pretende la formación de Pablo Iglesias y ayudando a muchos de ellos a
sentirse identificados con las propuestas reflejadas en su programa, que es
verdad, que nada tienen que ver con las de los grandes Partidos.
Porque los ciudadanos, si son libres, lo son en primer lugar
para pensar de motu propio a quién desean apoyar o no, con sus votos y para
decidir qué camino les gustaría tomar, para que su País saliera del precipicio
en que ha caído, estando en manos de los que ahora nos gobiernan.
Pero como el miedo suele ser el peor de los consejeros y la
pérdida de poder trae consigo, de seguro, una eliminación inmediata de ciertos
privilegios, no queda otro remedio a quienes aún lo tienen, que inventar
estrategias y urdir teorías de conspiraciones, con las que intentar mantenerse
en la cresta de la ola, el mayor tiempo que se pueda.
Por lo menos, parecen haber entendido que la fuerza está en
nuestras manos y no en las suyas. Y esto, por sí mismo, es ya un avance de
considerables dimensiones.