Se instala el viento de Levante en el sur, elevando las
temperaturas casi tanto como las de la vida política y amanece en el País tras
una noche de húmeda vigilia, en la que todos hemos tenido tiempo para pensar en
lo que puede suceder este día.
Llega la hora de la verdad, en una fecha en que muchos
españoles andarán por las carreteras, en el inicio de unas vacaciones que bien
pudieran ser forzosas para Rajoy, si entre unos y otros fuerzan su dimisión, a
causa de este caso de Bárcenas, que está consiguiendo anular totalmente
cualquier resquicio de credibilidad que pudiera quedarle, acercándole
peligrosamente a la trama de corrupción presuntamente organizada por los
habitantes de Génova y que hoy se discute, por fin, en el seno del Parlamento.
La radio será, con toda probabilidad, el medio más utilizado
en un día como el de hoy, para que los españoles puedan seguir las
intervenciones de los diputados en el Congreso y para que después de una
incomprensible espera, este escurridizo Presidente que nos gobierna se
digne contestar a las graves acusaciones
que pesan contra él y su Partido, sin posibilidad de escapar al acoso que de
seguro ejercerá la oposición, ávida de conocer con toda su crudeza, los hechos
y dispuesta a pedir su marcha, al considerar que el escándalo hace imposible su
continuidad en el poder.
Si nada cambia en el transcurso de esta calurosa mañana, la
estrategia ensayada por Rajoy podría seguir en la misma línea empleada hasta
ahora, es decir, negando cualquier implicación en este enrevesado asunto y
abominando de un innombrado Bárcenas, al que ha estado animando a través de
mensajes de móvil, prácticamente hasta el mismo momento de su entrada en
prisión, pero del que ahora se desliga, procurando evadirse de cualquier
responsabilidad, a pesar de aparecer en sus papeles, como uno de los
perceptores de sobresueldos.
La espadas están en alto y está claro que los grupos
parlamentarios no dejarán pasar la ocasión de aprovechar sus intervenciones
para propiciar la caída del padre de las medidas más nefastas aplicadas hasta
ahora en este País, estando como están, hartos de no poder anular ninguna de
ellas, a causa de la mayoría absoluta con que cuenta el PP y que hace imposible
su derrota en las votaciones del Parlamento, al menos, hasta dentro de un par
de años.
Con el apoyo de la indignación que se registra en la calle,
es de prever que sus señorías se dejen la vida en la defensa de los múltiples
argumentos que Relacionan a Rajoy con el caso Bárcenas y en tratar de
arrancarle algo parecido a una confesión, que confirme que conocía lo que
estaba ocurriendo en un despacho pegado al suyo, en el que se movían enormes
cantidades de dinero destinado a fines igual de oscuros que la procedencia del
mismo.
No bastará la intención de sopesar la palabra del Presidente con la del delincuente ex tesorero, ni las
explicaciones que dé, podrán ser superficiales y sin contenido, porque el
fragor de esta batalla está alcanzando límites que la convierten en una de las
más encarnizadas que se han librado hasta hoy en el Parlamento y la gravedad de los hechos no da lugar a conformismo,
ni a la inocencia que haría falta para creer en la palabra de quien con su
actitud, ha intentado por todos los medios, evitar la comparecencia.
Tampoco los medios se andarán con remilgos. El interés
rabioso de la actualidad, calienta las rotativas y la prensa espera
ansiosamente rentabilizar la demanda de información de los ciudadanos,
resarciéndose de las pérdidas que también a este sector, ha traído la política
de este Presidente.
Cuando muchos españoles lleguen hoy a su destino vacacional,
la suerte estará echada y por el bien de todos, esperamos al menos, estar más
cerca de la verdad y que todo se resuelva como mejor convenga a este pueblo,
demasiado cansado de confiar en el
milagro que mejore su vida.