martes, 31 de agosto de 2010

Desesperadamente solo




Sin dar tiempo a que empiece Septiembre, aún en la prórroga irregularmente cálida del periodo vacacional, se inician las conversaciones políticas en un intento a la desesperada por encontrar apoyos favorecedores de la permanencia en el poder.
Dicen las lenguas opositoras, proclives a cierta maledicencia y a incitar licenciosamente a rebeliones favorecedoras de un cambio a su favor, que los días de este gobierno están contados y que el presidente Zapatero acusa los efectos de su espantosa soledad que le llevarán a una rendición incondicional ante la perspectiva de un otoño tormentoso.
Los Nacionalistas Vascos aprovechan la coyuntura arrimando la golosa ascua de las mejoras en la autodeterminación a su nada desdeñable palmarés de extorsiones continuadas a los gobiernos centrales en una manipulación maquiavélica del panorama político ante el decoroso silencio de un Lendakahari López que ha luchado denodadamente por acabar con la supremacía que los ha mantenido veinte años en el poder euskaldún, todo hay que decirlo, sin demasiada brillantez en los resultados obtenidos.
A veces, más convendría tirar la toalla conservando cierto honor, que permanecer estáticamente asentado en una incómoda posición al precio de una pérdida total de la dosis de pundonor necesaria para no caer en el ridículo.
Si la trayectoria de este presidente no hubiera lesionado tan gravemente los derechos de los trabajadores, si se hubiera afrontado la crisis con un atisbo de sinceridad y con la valentía suficiente para exigir su resolución a quienes avariciosamente la provocaron, la angustiosa situación que ahora vive el partido más antiguo del arco político español no se hubiera producido jamás.
Con o sin alianzas, la batalla está perdida de antemano y es de estimar que si se continúa por el fatídico sendero elegido, la hecatombe electoral que se produzca en los próximos comicios sea de tal magnitud. que volver a contar con la confianza de los ciudadanos resulte una labor bastante improductiva si no se cambian diametralmente las posturas y las personas.
Y lo peor es que a este gobierno no se le recordará por sacarnos de la guerra de Irak, ni por legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, ni por aprobar la ley de dependencia ni por ninguno de sus logros sociales, sino por haber sido el primer gobierno que, declarándose de izquierdas, se atrevió a bajar el sueldo a los trabajadores y a propiciar el despido libre pisoteando los logros sindicales obtenidos durante siglos de durísima lucha.
Lo peor, es que el interés que se había despertado por las cosas públicas se ha transformado en una corriente de indignación generalizada y en un descrédito para nuestros representantes sólo comparable al que provocan los delincuentes comunes que se atreven a arrastrar a las personas por las calles para obtener cualquier botín.
Lo peor es que ni siquiera sabemos qué consecuencias directas nos traerá el halo de santidad con el que se auto corona la derecha que, desgraciadamente, obtendrá fácilmente el relevo en la alternancia del poder.
Y se consiga o no mitigar la desesperada soledad con pactos interesados de última hora con socios de dudosa fidelidad, no será esto más que una forma de prolongar la espantosa agonía en que nos encontramos ahora con una vida artificial que en nada puede favorecer una curación espontánea, sino dejar al paciente en una situación de desahucio del que ningún prestigioso médico será capaz de sacarle jamás.

Arenas calientes




España siempre estará en deuda con el pueblo saharaui. Por la clase de relación que mantuvimos con su territorio durante muchos años y sobre todo, por la forma en que lo abandonamos cuando nos marchamos de allí.
Pero para Marruecos, el del Sahara es sólo uno más de los litigios soterrados que mantiene contra nuestro país en una interminable lista de reivindicaciones territoriales que, de vez en cuando, hieren un poco las relaciones de alianza que se mantienen de cara a la galería porque no queda más remedio que guardar determinadas apariencias.
Nadie pone en duda la buena intención de las asociaciones de amigos del pueblo saharaui que ayudan a reclamar una autodeterminación para esta zona de arenas calientes, pero la ingenuidad de viajar hasta el Aaiún pretendiendo manifestarlo abiertamente ocupando las calles de la ciudad con pancartas alusivas a este hecho, acarrea una peligrosidad evidente que los cooperantes debieran conocer y asumir.
El recuerdo cercano de nuestra propia dictadura seguramente dictaría con claridad meridiana los acontecimientos que podrían esperar en Marruecos a quienes, siendo extranjeros, contradijeran por una u otra razón los designios de su gobierno y como hasta hace poco aquí, la presencia de una policía secreta directamente relacionada con la represión, sería con toda seguridad esperable en cualquier suceso que rompiera la “normalidad” de su vida cotidiana.
A menudo cometemos el error de creer que la democracia se haya instalada en todas partes y pecamos de enarbolar nuestra libertad de expresión donde quiera que vayamos como si dicha libertad se encontrara establecida por decreto en cualquier territorio que pisamos en un ejercicio de desmemoria, que incluso nos desliga de nuestra historia más cercana y de lo difícil que resultó ganarla tras casi cincuenta años de silencio y ostracismo.
No se puede negociar al mismo nivel con aquellos que hacen de la dictadura una forma de gobierno, es más, seguramente no entra dentro del código ético que debiera mover a los hombres, ni siquiera entablar relaciones comerciales con quienes pisotean a diario los derechos humanos de nuestros semejantes, pero ya que se hace, ya que se pasa por alto la primera exigencia que cualquier nación debería cumplir para desenvolverse en el ámbito de las relaciones internacionales, al menos habría que tomar las precauciones necesarias para que hechos como los acontecidos recientemente en El Aaiún con los activistas españoles no volvieran a repetirse.
Se dirá que no debe abandonarse al pueblo saharaui a su suerte y esto sería verdad si el abandono no se hubiera producido ya hace más de treinta años.
Por otra parte, debieran ser los ciudadanos de Marruecos los que apostaran por un cambio político en su país, sobre todo para despegar de la terrible situación de miseria y analfabetismo que sufre el grueso de su población mientras los de arriba gozan de niveles escandalosos de bienestar y riqueza, pero en última instancia, nuestro gobierno no debiera tolerar situaciones dañosas para nuestros compatriotas en aras de una diplomacia mal entendida que en nada contribuye para mejorar las relaciones ni para establecer lazos amistosos tan frágiles como los ya existentes.
Quizá una llamada al orden a tiempo aclarara a los representantes de Marruecos que la razón de la fuerza no abre puertas indefinidamente sino que es la fuerza de la razón la que al hacer a los individuos más libres, los catapulta lejos de la ignorancia y la oscuridad haciéndolos mucho más felices pisen la cantidad de tierra que pisen.


lunes, 30 de agosto de 2010

Las nefastas alianzas

Las alianzas entre países, tan celebradas por todos los políticos, acarrean a veces efectos nefastos. Tratan de disfrazarnos la intervención militar en otros territorios con un halo de ayuda humanitaria que confiere a las misiones que en ellos se desarrollan una leyenda de bien intencionada caridad para con los que los habitan, como si el mundo más desarrollado se preocupara verdaderamente de la suerte de los pobres.
Pero la realidad es que capitaneados por Estados Unidos estamos ayudando a invadir naciones a quienes negamos el derecho a la autodeterminación provocando con nuestra presencia el favorecimiento de un estado de guerra.
Y es verdad que si nos ponemos en el lugar de los pueblos invadidos también a nosotros nos recorre un escalofrío que inmediatamente genera una discrepancia violenta para con los invasores. No es de extrañar por tanto, que careciendo de las posibilidades armamentísticas de los reyes del desarrollo, la vía rápida para oponerse a la sumisión sea la guerra de guerrillas y los atentados personales contra las tropas extranjeras.
Esta es la situación de Afganistán, donde soldados españoles están perdiendo inútilmente la vida en tareas que no les corresponden seguramente, otra vez, para colaborar con los poderosos que se dicen nuestros aliados siempre para oportunas intervenciones de este tipo pero que nos consideran ciudadanos de segunda si se trata de temas económicos o de mayor relevancia.
Pedir que nuestras tropas salgan de cualquier territorio ocupado parece una fantasía sólo alimentada por grupos minoritarios e incluso se considera de recibo alimentar el rencor de nuestro pueblo contra quienes defienden su soberanía disfrazándonos la cruda verdad con fábulas pseudo religiosas bien intencionadas.
Pero es hora de regresar y permitir a cada cual decidir libremente su forma de gobierno, acabar de raíz con el intervencionismo paternalista de occidente que no ha hecho otra cosa que dedicarse a colonizar para esquilmar riquezas abandonando a los pueblos a su suerte cuando ya no quedaba nada y provocar, por ejemplo, el triste espectáculo que presenta África en la actualidad.
Aunque ahora hemos aprendido a hacerlo de una forma mucho más sibilina y ya no recurrimos a la esclavización abierta de los pobres, ahora simplemente, imponemos nuestra supremacía por las armas y esperamos que encima nos den las gracias por tratar de convertirlos en gente como nosotros.
Mala memoria tiene el Presidente Zapatero cuando permite que sigamos inmersos en la guerra de Afganistán sin mover un dedo por evitarlo. Parece que ya nada queda de aquel hombre que nos ilusionó retirando a nuestros soldados de Irak y que pareció plantarle cara al país más poderoso del mundo negándose a sus exigencias. Por eso, entre otras muchas cosas que ya hemos referido otras veces, no tendrá ninguna posibilidad futura de repetir mandato, pero tampoco de embaucarnos con sus verdades maquilladas de benefactor de oprimidos.

jueves, 26 de agosto de 2010

En las entrañas de la tierra

Afortunadamente, el hombre conserva aún su capacidad de asombro y a veces se dan hechos que parecen sobrevenidos de la sobrenaturalidad para suavizar los continuos horrores con que transcurre la existencia.
Como salidos de la misma muerte, un grupo de mineros chilenos consigue a duras penas sobrevivir a más de setecientos metros de profundidad tras un accidente común en su profesión y al que muy pocos ganan la batalla.
Este milagro laico que saltaba a todos los medios de comunicación hace unos días, ha logrado sin duda emocionar al mundo entero, como si se tratara de un truculento guión cinematográfico, alimentando la esperanza de que la vida es posible incluso en las más adversas circunstancias.
Un presidente chileno que apenas podía articular palabra, mostraba a las cámaras de televisión un mensaje escrito en un pequeño trozo de papel que no era otra cosa más que la prueba evidente de que en la inmensa negrura de la mina nadie se daba por vencido y se seguía alimentando la esperanza de volver a ver la luz.
Parece mentira que la mano del hombre, que tantos episodios negros lidera, sea capaz al mismo tiempo de apostar denodadamente por el salvamento de unos cuantos de sus semejantes cuando lo necesitan con urgencia.
Dicen que el rescate será largo y costoso, calculan unos cuatro meses, pero todo apunta a que será un éxito seguro si las vías de comunicación siguen manteniéndose y las enfermedades respetan a los sepultados en tan largo cautiverio.
Y aunque un episodio de tal índole debe marcar para el resto de la vida, la aventura del riesgo que conlleva, el esfuerzo de quienes lo protagonizan –tanto arriba, como en la oscuridad- es un símbolo indiscutible del espíritu solidario de la condición humana y de cómo recónditos sentimientos de bondad pueden a veces aflorar a la superficie sin causar rubor a nadie.
Será seguramente difícil para este grupo de hombres reincorporarse al mundo de la luz tras tantos meses de pura tiniebla, readaptarse a respirar el aire contaminado de la ciudad en la cantidad que cada cual precise e incluso retomar la movilidad en espacios abiertos cuando abandonen el habitáculo en que habrán de desenvolverse en el futuro más próximo, pero es posible que el agradecimiento a la preocupación de toda la sociedad por su suerte permanezca en su recuerdo el resto de sus vidas eclipsando en cierta medida el horror de su peor momento.
Y cuando por fin emerjan de las entrañas de la tierra, probablemente se haya fortalecido la opinión que tuvieran sobre sus semejantes que habrán demostrado sobradamente que todavía merece la pena confiar en la bondad de los hombres.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Querer y poder




Debo empezar pidiendo perdón a mis lectores por estos días de impredecible abandono, pero a veces las cosas se tuercen dando a las buenas intenciones un giro inesperado que evita que sigan el camino que nos marcamos haciéndonos ir por otro diametralmente opuesto.
Como comenté, marché hacia tierras del norte llevando este ordenador en el que escribo, pensando en dedicar un rato para contar las impresiones de los lugares que visitara pero evidentemente para alcanzar esta meta hubiera necesitado tener a mi alcance una buena conexión a Internet ya que resulta imprescindible en este medio en el que nos movemos. No ha sido así y por tanto, estos últimos días he podido comprobar que la tecnología no está tan al alcance de la mano como en principio podía pensarse aunque a decir verdad, enseguida me conformé con la imposibilidad de escribir y no ha resultado tan malo dedicarse al descanso y a la mera vida contemplativa sin otra preocupación que la de decidir qué visitar cada mañana.
He estado, eso sí, pendiente de las noticias e incluso confesaré que a ratos ardía en deseos de comunicar mis pensamientos, pero una cosa es querer y otra bien distinta poder, como todos sabemos.
Destacaré sin embargo de entre todas las cosas que han pasado en este tiempo, los incidentes en la frontera de Melilla y la liberación de los cooperantes secuestrados. Por lo demás, más de lo mismo, unos contra otros y el paro en aumento.
Quede mi hipotético cuaderno de viaje resumido en varias cosas asombrosas con las que me he topado en los caminos: la maravillosa ciudad de Lugo, con sus callejones encantadores y sus gentes abiertas a quienes los invadimos, los verdes paisajes que confluyen entre sus ríos, la majestuosidad de sus campos repletos de toda una multitud de peregrinos en marcha hacia Santiago, la impresionante belleza del monasterio de Samos a pesar de la verborrea politizada del fraile que lo enseña y que explica la desamortización de Mendizábal encontrando una muy intencionada similitud con la crisis actual; la serenidad verdiazul de la playa de las Catedrales y los imaginarios secretos guardados en sus cuevas sólo visitables durante la bajamar en un maravilloso paseo entre arenas blancas.
Impresionante también la restauración de la Catedral de León, para mí sin duda la más bella, que entre los turistas que ocupan la plaza, te da la impresión de estarla viendo por primera vez, como si fuera el día de su estreno, con su gótico detallista y sus luminosas vidrieras multicolor salpicando la piedra de alegres tonalidades indescriptibles. Delicioso también callejear por el barrio húmedo ( a pesar del calor sofocante de estos días) y el siempre sorprendente encuentro con la obra de Gaudí que emerge desde el modernismo en un curioso anacronismo llamativo y precioso.
Y sobre todo, haber formado parte de estos entornos aunque haya sido únicamente de manera efímera y poder guardar el tesoro de un buen recuerdo, de la buena compañía y de la riqueza de un país últimamente tan castigado por los malos tiempos.
Ahora toca volver y retomar los senderos de lo cotidiano, fijar la mirada en cosas nuevas, hacer otra vez de traductor de situaciones que nos son comunes, abrir la ventana que cerré hace poco tiempo, aunque por la intensidad con que he vivido, haya parecido toda una eternidad.



jueves, 12 de agosto de 2010

Hacer camino

Marcho el lunes a tierras gallegas y castellanas en la esperanza de encontrar un horizonte diferente que me aparte durante unos días de esta calurosa rutina que nos trae de cabeza.
Siempre es grato volver a Galicia para perderse en sus verdes paisajes de interior o disfrutar el azul de sus embravecidos mares de frías aguas oceánicas. Al ser la tierra de mi abuela materna, se asienta en mí como algo propio e inseparable de mi yo más profundo haciéndome fundirme con su esencia de una forma especial.
Castilla en cambio, es adusta en alma y paisaje, poco dada a los alardes festivos de otras comunidades, aunque rica también en la desnudez de sus páramos inmensos donde la soledad se convierte en necesaria e invita a la meditación.
No estaré fuera muchos días pero he pensado, para no abandonar a mis lectores, quizá escribir un pequeño cuaderno de viaje donde relatar mis impresiones sobre lo que vaya encontrando y así poder mantener el vínculo
que ya me une a ellos irremediablemente.
No esperen grandes cosas, advierto, pues no soy experta en arte, ni en geografía, ni dada a grandes riesgos aventureros que me lleven a lanzarme de puentes o navegar los rápidos de un río, así que me limitaré simplemente a describir los sentimientos que me inspiren los pequeños descubrimientos que se me crucen en el camino, pues al fin y al cabo sólo somos caminantes intentando encontrar un poco de felicidad.
Procuraré por una vez, detenerme en la belleza dando un poco de lado a la seriedad de los asuntos porque no me cabe la menor duda que seguirán ahí cuando vuelva con fuerza renovada para retomar la vida en mi entorno.
Quería agradecer el apoyo recibido durante estos meses y la mano tendida de cuántos dedicáis vuestro tiempo a esta aprendiz de escritora que emborrona a diario unas páginas de la realidad que sabe compartida.
Aunque es verdad que para mí no ha habido nunca placer más grande que escribir, ni nada más necesario que hacerlo para seguir viviendo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Longevidad y orgullo





Por una suerte de catastróficas desdichas, los dictadores suelen ser longevos y orgullosos. Estas poscaracterísticas son muy nocivas para quienes padecen su sistema de gobierno porque aún siendo muy ancianos, conservan una altanería que demuestra un nulo arrepentimiento por sus actos.
Lo vivimos de primera mano con Franco que, casi en el final de su vida, mantuvo firme el pulso para firmar cinco sentencias de muerte que dejaron bien claro que aún detentaba el `poder. Lo vimos en Pinochet, que abandonó la silla de ruedas en la bajada del avión a su llegada a Chile después de pasar un tiempo desasosegado en una reclusión forzosa en Londres y ayer volvimos a verlo en Vileda que ,a sus ochenta y cuatro años, sacó redaños para abandonar la sala de su juicio al percibir que el juez Garzón se encontraba en ella.
En este último caso y también en los dos anteriores, las leyes de punto final mantuvieron salvaguardado el falso honor de los opresores en un intento a la desesperada de evitar conflictos sangrientos entre sus partidarios y los represaliados y sólo la valentía de algunos jueces al incoar causas contra sus crímenes ayudó a las familias a no tener que padecer un injusto silencio por más tiempo.
No son de extrañar los abucheos que Baltasar Garzón hubo de soportar ayer en Argentina a pesar de las consignas que aclamaban por igual a Franco, falangistas y la Eta demostrando un desconocimiento perogrullo de qué sitio ha ocupado cada cuál en nuestra historia.
Antes, el juez había asistido a un acto de apoyo a la candidatura de las abuelas de Plaza de Mayo al Nóbel de la Paz siendo recibido en esta ocasión, entre aclamaciones de quienes le agradecen haber buscado un hilo conductor en el esclarecimiento de lo que pasó con sus hijos y nietos desaparecidos.
Nos ha quedado claro quienes se han ocupado en nuestro país en defenestrar al magistrado y qué clase de ideología profesan siendo fácil establecer una conexión entre los abucheadores argentinos y los que aquí que ahora aún tratan de enterrar las vergüenzas de los crímenes cometidos en una posguerra de cuarenta años.
Argentina tiene al menos la suerte de poder ver al dictador en el banquillo sometido al juicio que el negara a sus víctimas y ser testigo de la condena que habrá de cumplir en la que, probablemente, será su última morada.
Algunos españoles miran con cierta envidia al país amigo en un anhelo mudo de poder algún día aclarar las historias de sus antecesores asumiendo incluso que nunca se juzgará a los culpables ni tendrán un resarcimiento moral por las injusticias que los suyos padecieron.
El poco apoyo de parte de la judicatura que ha recibido Garzón hará imposible una investigación exhaustiva de las desapariciones y muertes en la dictadura franquista, como si un destino aciago ya estuviera escrito para los que perdimos la guerra civil.

martes, 10 de agosto de 2010

Controladores controlados

Andan los viajeros con las carnes abiertas esperando que la élite preclara que forman los controladores aéreos decida si va o no a la huelga en este Agosto bochornoso de clima y ámbito político.
Desde que el ministro Blanco decidiera desvelar la verdad sobre sus honorarios están revoloteando como moscas alrededor de un pastel que no se sabe bien qué lleva dentro, pero que se antoja envenenado para los pobres curritos que se disponen a disfrutar de unas merecidas vacaciones después de un año de duro trabajo.
Hay que hablar de éllos no ya porque el paro anunciado sea noticia, sino por la desfachatez que conlleva reclamar subidas salariales desde la opulencia, afrentando al resto de la población laboral que se ha comido una pérdida de su triste poder adquisitivo incluso entendiendo con resignación que de algún modo hay que salir de la crisis y que está claro que no la pagará quien la provocó, sino aquellos con nómina impresa en la estricta legalidad del ministerio de hacienda.
Ya se sabe que este recorte también ha afectado a los controladores, pero no es lo mismo recortar de doce mil euros anuales que de trescientos mil y si no me creen, miren la cartilla de ahorros de unos y otros, verán como comprueban in situ que las cifras difieren considerablemente.
Por supuesto que está sujeto a derecho que cualquier colectivo ejerza su potestad de convocar una huelga, pero algo llamado pundonor debe ser suficiente para frenar los anhelos reivindicativos de quien es posesor de privilegios nunca soñados por los demás colectivos en toda la historia sindical que se recuerda hasta la fecha.
Pero quien está acostumbrado a ganar sin esfuerzo, se niega sistemáticamente a ceder ni siquiera una pequeña parcela de su riqueza y le da igual el sufrimiento ajeno y las privaciones de sus conciudadanos que se ven obligados a mendigar ridículos subsidios para poder malvivir.
Sin embargo, alguien con una postura tan egocéntrica, no puede pretender despertar simpatía en el grueso de una población que contempla atónita el grueso de las cifras que estos señores manejan preguntándose a cuántas huelgas tendrían que acudir para situarse en un nivel ligeramente parecido al suyo.
Es triste tener que llamar la atención a quienes por motivación propia debieran ser más solidarios con su entorno real y sobre todo, es inaceptable ceder al chantaje emocional de este gremio que hasta ahora no ha hecho otra cosa más que aprovecharse de una patronal que cada verano veía reducirse su nivel de ingresos en las fechas críticas en que los españoles solemos salir de vacaciones.
Si tanto tiran de la cuerda los empresarios en otras negociaciones, no se entiende por qué ceden en la más injusta de todas sin ni siquiera aparecer en los medios de comunicación explicando su posición en el conflicto. Y aún cederán en las pretensiones de esta gente, aunque luego supliquen al gobierno ayuda monetaria porque el sector caiga en pérdidas millonarias, como cada año.




lunes, 9 de agosto de 2010

La casa de los locos



De toda la vida, la Federación Socialista Madrileña y quienes la integran han protagonizado sonoras broncas al acercarse las elecciones.
Han sido siempre una especie de corte del líder del partido asumiendo, por propia iniciativa, una importancia capital que los eleva por encima del resto de los compañeros de filas, sobre todo si militan en provincias.
Esta postura pretenciosa de creerse superiores al resto de los mortales viene provocando una hecatombe que se repite periódicamente en cuanto se empieza a hablar de la confección de las listas electorales y constituye un bochornoso espectáculo que casi siempre acaba con la celebración de unas primarias que no siempre ganan los mejores.
Una vez más, la guerra acaba de empezar a micrófono abierto y de momento, tres candidatos se atribuyen un hipotético resultado en las urnas prescindiendo de cualquier disciplina de partido y un poco al olor del poder que otorga el gobierno local de la Capital de España.
Desde Moncloa apoyan a Trinidad Jiménez, que ya lo intentó antes sin éxito conocido y que anda enfrascada en el difícil ministerio de sanidad contando con cierta popularidad más por su carácter que por sus obras y que se atreve a enfrentarse a Tomás Gómez que ostenta el título de alcalde más votado de España en su pueblo de Parla, pero que no satisface las expectativas de la dirección del partido aunque sí las de sus camaradas de la federación.
Y mientras esta casa de locos sin gobierno de nadie zozobra en un mar revuelto de intrigas palaciegas, la señora Aguirre y el señor Gallardón deben estar frotándose las manos emocionados por repetir resultados en los próximos comicios.
Los barcos sin timón suelen navegar a un naufragio seguro y la Federación Socialista Madrileña, en su deseo soberbio de autogobierno, no será la excepción que confirme la regla.
Volverán a perder en Madrid, pues no demuestran seguridad en sus proyectos mientras se enzarzan en zancadillas traicioneras entre compañeros. Sin hablar de programas, su imagen es la de una pandilla de indocumentados empeñados en conseguir la gloria de un puesto vitalicio que les asegure su propio bienestar.
Perderán, porque ni siquiera el cinturón industrial de Madrid está conforme con las leyes de reforma laboral aprobadas por el gobierno y los años gloriosos del voto rojo fuertemente atado a las corrientes sindicales han dado paso al desencanto generalizado de unos trabajadores desposeídos de sus derechos.
Perderán porque los populares se han sentado plácidamente a esperar el resultado de los despropósitos acaecidos durante el último año y los madrileños están satisfechos con el acabado de las obras de Gallardón y no es el de Madrid un pueblo que se arriesgue a cambios imprevistos.
Así que en el fondo, esta lucha encarnizada que protagonizan los posibles candidatos, no es más que una dura batalla en una guerra perdida de antemano y una carnicería por saber cuál será la imagen vergonzante de quien tendrá que dar la cara el día después. No basta con la fama que reportan los flashes de los fotógrafos, también hay que transmitir seguridad y manejar un proyecto que convenza de que uno está en la política no para servirse a sí mismo, sino para servir a los demás.







domingo, 8 de agosto de 2010

La voz de la conciencia

Inequívocamente, los de mi generación nacimos con un exagerado sentido del deber adosado a la espalda. Los que nos antecedieron habían chocado con el muro de una guerra civil que rompió la monotonía de su existencia cambiando a quemarropa su concepción de lo importante y dada su crueldad, sumiéndolos, a su término, en una especie de conformismo impuesto que acabó con cualquier esperanza de felicidad.
Tal vez por eso nuestra infancia, en general, fue gris y pobre de sensaciones que augurasen la posibilidad de un futuro mejor. Las carencias físicas e intelectuales que sobrevolaron sobre nosotros durante tanto tiempo obligaron a nuestros ojos a la contemplación de una oscuridad en nuestros progenitores de la que nunca hemos sido capaces de deshacernos y la privación forzosa de cualquier resquicio de libertad o conocimiento, más allá de la doctrina de los vencedores, sembró en nuestro interior un deseo fehaciente de poder algún día, ofrecer a nuestros hijos un entorno abierto en el que poder cumplir cualquiera de sus sueños.
Sin duda, nuestro momento histórico nos ha condicionado hasta tal punto, que el protagonismo individual al que teníamos derecho, en la mayoría de los casos, se ha visto eclipsado por una suerte de sacrificio incruento que nos ha conducido a una absoluta abnegación en el puntual cumplimiento de nuestras responsabilidades con nuestros padres y nuestros hijos.
Creo que no podíamos en conciencia, negar a los primeros la oportunidad de endulzar los últimos años de su vida guiándoles hasta un camino de luz que se les negó sistemáticamente durante los años de la dictadura y tampoco consentir que aquellos a quienes habíamos engendrado intuyeran siquiera un mínimo riesgo de que unas circunstancias tan adversas pudieran llegar a repetirse.
Hemos, sin afán de presunción, dedicado la vida a los unos y los otros obviando conscientemente la importancia de la nuestra y en cierto modo, añorando lo que hubiera sido de nosotros de ser capaces de hacer a un lado nuestro sentido del deber.
Nunca en este país ha existido una generación como la nuestra y dado el individualismo que se percibe en el entorno actual, resulta lógico poner en tela de juicio que sea viable que el fenómeno vuelva a repetirse.
Afortunadamente, las circunstancias que acontecieron en el momento de nuestro nacimiento quedan sólo vigentes en las páginas de los libros de historia e incluso se da la circunstancia de que al hacer alusión a éllas, a nosotros mismos nos parece que ha pasado una eternidad y que no interesan a nadie. En la mayor parte de los casos, hemos perdido a los que nos antecedieron y nuestros jóvenes hijos han contado con la inestimable suerte de heredar una nación infinitamente más libre y exenta de carencias.
Aunque este cumplimiento riguroso del deber nos ha arrastrado a situaciones individuales no siempre gratas, hay que reconocer que casi siempre puede más el orgullo que la necesidad de gloria y mirar hacia el futuro con la paz que reporta ser rigurosos con la obligación genera un estado emocional altamente satisfactorio.
No sé si alguien, alguna vez, reconocerá públicamente nuestra contribución al estado de bienestar, pero es indiscutible que el trato humano con el que hemos afrontado la vida ha dado frutos innegables a la sociedad reportando una buena vejez a los que nos concibieron y un campo abierto de posibilidades infinitas a los hijos que decidimos tener.
No es fácil vivir para los demás y mucho menos, reconocer que los demás han dado su vida por uno, pero quisiera dejar constancia aquí de la impresionante labor que hemos llevado a cabo los que nacimos con el papel de cuidadores asignado como una parte más de una realidad sin demasiadas perspectivas.
Lo asumimos y protagonizamos hasta con alegría, como si se tratara de algo inherente a nuestra condición, aunque hayamos dejado tantas cosas atrás en el camino…





jueves, 5 de agosto de 2010

Millionaires Club




Un grupo de potentados americanos encabezados por Bill Gates acaban de sorprendernos en medio de la crisis anunciando que destinarán la mitad de sus escandalosas fortunas a causas filantrópicas.
Para nosotros, pobres mortales de sueldecito mensual sería imposible calcular a cuánto podría ascender la suma que estamos manejando, pero probablemente sería suficiente para paliar la hambruna que padece una gran parte de la humanidad.
No aclara muy bien la nota de prensa en qué momento se producirá semejante acontecimiento ni si los miembros de tan curioso Club han pensado en una donación al unísono o si se tratará de acciones individuales a lo largo del tiempo decidiendo cada uno cuándo, cómo y dónde colocará su dinero y a qué irá destinado.
El pobre, por naturaleza, desconfía de estos actos altruistas sobre todo si provienen de quienes manejan el capital al más alto nivel, acostumbrados como estamos, al sufrimiento de sus negociaciones a la baja y de los masivos despidos que se producen en sus empresas.
Tampoco se sabe quién se encargará de administrar o distribuir los fondos ni a qué fines irán destinados pero seguramente, a una gran parte de los banqueros del mundo les encantaría encargarse de tan magnánima obra y de paso, negociar un poco antes de ubicar el efectivo allá donde se necesite verdaderamente.
Es de esperar que a partir de ahora, las listas de menesterosos aflorarán a la superficie de forma masiva y que cualquier proyecto de poca monta reclamará protagonismo para llegar a conseguir su parte en el reparto por lo que habrá que vigilar severamente quienes los promueven y las intenciones que traen a la pugna, porque el hombre es proclive a la avaricia y no le duelen prendas al utilizar las desgracias de sus semejantes si las miras son el enriquecimiento propio.
Incluso puede que el proyecto tenga mucho que ver con una forma de evadir impuestos y que los millonarios del Club, un poco contrariados por tener que contribuir a las arcas del Estado, hayan encontrado un atajo por el que aumentar su felicidad haciendo burla a las leyes del erario público mientras lavan su imagen globalizadota con un poco de misericordia.
Se me perdonará esta razonable desconfianza, que no tiene otro origen más que el de la experiencia acumulada durante los años vividos y la observación silenciosa del comportamiento de los poderosos en el tiempo en que hemos coincidido en este loco mundo.
Esta caridad filantrópica suele tener una segunda parte, una letra minúscula que escapa al ojo del que de buena fe, espera solucionar un problema con una ayuda que le parece mágica. Pero las prestaciones suelen pedir una correspondencia a quienes las reciben y en este caso, la ideología de los miembros de este Club no brilla precisamente por su afinidad con los que preconizan un reparto equitativo de la riqueza.
Así que aguardaremos con reservas a que la iniciativa se ponga en marcha deseando habernos equivocado en nuestras sospechas y rogando que el traspaso de bienes se realice sin trampa ni cartón.
A lo mejor se le ha aparecido a Bill Gates el espectro de Carlos Marx y lo ha poseído transformándolo en proletario concienciado con el grueso de su doctrina.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Sin noticia aparente

Paralizado-como está- el país genera una falta de noticias que hace que salten a primera plana banalidades que en otra época ni se plantearía referir ningún periódico.
Pero los señores parlamentarios han tenido un año duro y necesitaban con urgencia un periodo vacacional en el que atribularse con la horrible visión profética del otoño venidero y poder afrontar con energía de principiante la guerra abierta que la población declarará contra ellos en cuanto unos y otros recuperemos la cordura que aporta centrarse cada cual en su sitio.
Nos visita la señora Obama originando un despliegue de seguridad que para sí quisiera el mismísimo presidente, pero trae un séquito de cien personas y la ocupación hotelera de lujo agradecerá sin duda el dispendio de la primera dama del mundo para paliar los efectos de una crisis que también ha rascado en los bolsillos generosos de los ricos.
Siguen las detenciones de miembros de ETA sin que este verano todavía nos hayamos llevado el sobresalto de cargas explosivas colocadas en las playas mientras la prensa informa que el cargo de Otegui peligró en la organización como cabeza de los que encabezaban la vía del diálogo para terminar con la violencia.
La prole borbónica ha desembarcado en Mallorca o mejor dicho, embarcado otra vez en el juego de barquitos regateros con que todos los años hace las delicias de los reporteros del corazón y maldita la gracia que tiene que ni siquiera en un periodo difícil como este sean capaces de renunciar a tan costosos entretenimientos.
El señor Mas se duele sorprendido de las acusaciones de corrupción que rondan a su partido mientras el asunto del Liceo muestra las bambalinas económicas evidenciando que bajo los recios cortinajes de la institución cultural se agolpaba la basura sin que nadie se percatara de ello.
Por fin se atreven los controladores aéreos a pronunciar la palabra huelga, sin bajas médicas de por medio, declarando abiertamente la guerra al ministro Blanco no se sabe muy bien con qué pretensiones aunque resultaría por lo menos chocante que sus reivindicaciones fueran económicas con la que está cayendo.
Desciende el paro con la inestimable ayuda de la hostelería estival, suspenden otra vez todos los políticos en las encuestas y la madre Europa nos da un respiro evidentemente lúdico en sus análisis exhaustivos de nuestras posibilidades monetarias, probablemente cargando pilas para la vuelta al calendario laboral y observando en la oscuridad las evoluciones del gobierno en la materia que nos ocupa.
El presidente dice que renuncia a sus vacaciones. Hace bien si no quiere que el desastre alcance dimensiones de total desastre. O a lo peor, anda elucubrando qué nuevos recortes aplicar a los bolsillos de los contribuyentes en cuanto sus señorías vuelvan a ocupar sus escaños y para que la anunciada huelga general lo englobe todo sin tener un nuevo enfrentamiento con los sindicatos en un Septiembre que se promete épico.
Nadie trabaja en el país, bueno, nadie menos los colaboradores de los programas de corazón que copan todas las posibilidades laborales y hasta hacen horas extra en su fantástico mundo de camas calientes y modelitos de bañador de cincuentonas vergonzantes que no admiten que el tiempo también pasa para ellas.





martes, 3 de agosto de 2010

El vuelo del estío

La llamativa soledad de las ciudades vacías con su fantasmagórica imagen de desolación durante los meses de verano, constituye un enigma para el ánimo de difícil resolución para quienes las habitamos.
Pasear por las calles a horas tempranas te convierte en una especie de protagonista de esas producciones catastrofistas americanas en las que siempre un solo hombre sobrevive a uno de esos desastre nucleares que, curiosamente, terminan con todo atisbo de vida sobre la faz del planeta pero respeta la de un individuo que habrá de ingeniárselas para sortear todos los peligros y salir airoso de tan desagradable trance.
Es sin embargo, bastante placentero disfrutar del silencio en que quedaron tus rincones favoritos sin los molestos decibelios que provocan los automóviles en hora punta y las tediosas conversaciones de los transeúntes mientras se dirigen a comenzar una jornada de trabajo entre las prisas estremecedoras de los que no tuvieron anticipación a la hora de levantarse.
Nosotros mismos, aguardamos con ansiedad el momento de ponernos en camino con ese afán viajero que nos convierte en nómadas hacia prados desconocidos y nos hace formar parte de un éxodo generalizado que huye en busca de una dosis de tranquilidad en nuevas latitudes.
¿Por qué será que en estos días nos acompaña la extraña sensación de que en el mundo no sucede nada y nuestra atención se relaja mientras nos dejamos arrastrar por la ensoñación de que somos un poco más felices?
Todo entra en un estado de letargo que vuelve nuestras mentes apáticas a la curiosidad por lo que sucede en nuestro entorno y proclive a sucumbir a la suculenta tentación de la adorable pereza. Pasamos la jornada levitando en un sopor que nos transporta a cualquier zona de sombra de la casa donde dejar caer la osamenta para esforzarnos en tener la mente en blanco mientras esperamos que nos asalte la nocturnidad para sumarnos al ambiente alevoso de las reuniones de amigos.
Los balcones cerrados, los comercios blindados por las metálicas persianas oculta-escaparates, la parálisis institucional, las suplencias, el desbarajuste de las obras municipales, el viento abrasador que hace titilar el asfalto en una suerte de espejismo urbanita,..no son más que síntomas de un mismo mal periódico que nos asalta irremediablemente todos los años: el verano.
La epidemia es terriblemente contagiosa y es de temer que la propagación de sus efectos nos contamine arrastrándonos irremediablemente a querer también nosotros ser descubridores de otros mundos e incluso narradores de las maravillas que en ellos pudiéramos admirar. E incluso, por inercia, haremos las maletas y elegiremos un poco por azar, otro horizonte donde clavar nuestros ojos en lo desconocido y nuestra conciencia observadora en lo que allí acaezca ,sin otro ánimo, que el de transmitirlo, in situ, a los que os interesáis –también- por los pasos que damos cuando nos transformamos en tránsfugas dejando volar la imaginación y los pies sin apenas rozar el suelo.


lunes, 2 de agosto de 2010

El poder que nos lleva




Una mano misteriosa mueve los hilos del mundo atrayendo hacia sí a quienes lo habitamos en una demostración de poder que sobrepasa los límites de nuestro humilde conocimiento.
Nunca antes había sido tan clara la influencia del dinero sobre las sociedades ni el hombre había conocido jamás una era en la que todos los rincones del universo hubieran sucumbido a la estrategia de unos cuantos afortunados que han ido rodeando a las civilizaciones hasta asfixiarlas con su nefasta influencia de globalización absoluta.
Hace unos años, nos parecía imposible que la Unión Soviética se doblegara a las exigencias del capital, pero pasó y la Rusia de ahora se debate entre la pobreza extrema de la mayoría de su población y la exagerada riqueza de los que subieron al carro de las alianzas con los potentados llegando a crear sus propios imperios sin la deferencia de mirar alrededor.
Hoy Cuba se abre a la posibilidad de la empresa privada y el último reducto del antiguo comunismo comienza también una rendición sin condiciones que probablemente seguirá el ejemplo de sus antecesores soviéticos sometiéndose a la infernal doctrina del dios moneda.
La escasez dará paso a los abismos de clases sociales, a los nuevos ricos, a los pobres de siempre y al comienzo de un camino sin retorno que algunos acabarán arrepintiéndose de haber tomado.
Nuestras vidas son arrastradas por el torrente imparable de la banalidad del consumo creando un nuevo mundo donde no hay sitio para la razón y la ideología.
No sé por qué permitimos que nos instrumentalice esta alucinación adormecedora de conciencias ni entiendo cómo nos negamos a admitir la evidencia de haber caído en una alienación que nos lleva irremediablemente hacia un estado agónico del que parece imposible escapar.
Se han encargado de hacernos creer en una vida placentera que sin embargo tiende a desmoronarse en cuanto un tímido movimiento sacude su mala cimentación provocando un cataclismo que conduce directamente a la nada.
Puede que nuestra esencia humana se haya ido debilitando hasta quedarse sin consciencia para poder discernir lo que verdaderamente conviene a nuestra especie y hasta puede que hayamos llegado al final de esa esencia para aceptar dócilmente un destino que nos aparta de nuestros principios sin darnos la oportunidad de elegir otro.
Y a veces, hasta parece que las cosas que juzgábamos importantes han perdido toda la viveza de su inocente improvisación para caer en las garras de los programadores del mundo que ni siquiera dan una oportunidad al devenir de los pueblos si no es bajo su cetro de mando y sus inflexibles leyes de poder absoluto.
Hace muchísima falta volver al pensamiento, aprender de los errores, huir de los oasis virtuales que se pintan ante nuestros ojos, apartar las cenizas de cuanto se destruyó en este tiempo, cerrar los oídos a los cantos de sirena de los poderosos y mirar hacia adentro para redescubrir que somos hombres, nacemos libres y poseemos la facultad de negarnos a todo aquello que nos reporta autodestrucción o sufrimiento.


domingo, 1 de agosto de 2010

Levante films, presenta



En la gran superproducción que prepara el Partido Popular para cuando se convoquen nuevas elecciones, no se sabe muy bien quien se encarga del casting ni cuantos aspirantes a papeles protagonistas se van a presentar todavía.
Todo parece aparentemente organizado en este Holliwood a la española que ya anuncia a bombo y platillo el éxito de taquilla que sin duda supondrá el estreno en los cines del territorio nacional de la película más cara de todos los tiempos y aunque parece decidido que la estrella por excelencia de la historia será un paciente Mariano Rajoy, no hay certeza de que en el último momento no le salgan oponentes de peso que puedan hacer peligrar el papel que ha esperado durante toda su vida.
Hay viejos actores que no se resignan al silencio estelar que por edad les corresponde y secundarios que darían lo que fuera por subir al nivel de primera figura si se da la oportunidad y el caos institucional lo permite aunque ello supusiera que caigan del reparto los que previsiblemente debían encabezarlo.
En el este, un cómico en ascenso llamado Camps ya se ha adjudicado el rol de Cesar laureado en esta fábula de época sin haber pasado por las oportunas pruebas de cámara ni consultado a quienes financian el evento. Se dice que incluso ha encargado finísimas túnicas a los responsables de vestuario sin escatimar en el precio y que a la señora Cospedal, protagonista femenina del film, no le ha gustado un pelo que los modelos sean incluso mucho más glamurosos que los que ella misma lucirá en la pantalla.
Pero parece que la guerra entre las productoras Génova y Levante no ha hecho mas que empezar y que las exigencias de los divos de una y otra parte añaden cierta intriga a los ya interesantes entresijos que acaecen entre unas bambalinas en las que ya nadie mira al frente por miedo a una puñalada en la espalda.
Los de Levante films cifran sus exigencias en los miles de espectadores que traen a la sala y los de Génova aunque sorprendidos, acceden a regañadientes a sus peticiones porque el cabeza de reparto es aún una incógnita en cuanto al resultado real de la película, sobre todo cuando se trata de un remake de otra anterior en la que un actor con bigote obtuvo cierto éxito.
Secreto sumarísimo es el argumento y el posterior desarrollo de la trama que trata de desbancar-todo el mundo lo sabe- al último estreno de cierta estrella con talante que luego ha resultado ser un bluf y que pronto abandonará la alfombra roja entre los abucheos del público asistente.
Habrá que ir buscando una buena entrada para poder criticar de primera mano la actuación de quienes finalmente se hagan con el reparto y aguardar las opiniones de los espectadores para otorgar premio o castigo a los se han batido en duelos tan sangrientos para hacerse un hueco en un elenco todavía no cerrado.
Pero esa será otra historia y ahora toca disfrutar desde la lejanía de los tirones de moño y zancadillas que se propinan unos a otros en este pasillo de comedias que promete ser mucho más interesante que la superproducción en sí. Y si no… al tiempo.