Cuando el 15 de Mayo del pasado año, los españoles salieron masivamente a la calle para protestar contra la trayectoria de los políticos y en especial, por las medidas que adoptaba el gobierno de Zapatero, todos pensaban que el futuro no podía ser peor. Ahora que está a punto de cumplirse el aniversario de aquella efeméride, hemos comprobado con amargura que lo que ya entonces empezaban a vaticinar los movimientos de resistencia, ha superado todas las expectativas posibles y que no tiene visos de detenerse si en breve, no encuentra la ciudadanía alguna manera de parar la locura que parece afectar al ejecutivo de Rajoy, con sus agresivas reformas y recortes, siempre en contra del bienestar de las mayorías.
El error de otorgar el poder a los conservadores, que ya auguraba una escalada de malestar para las clases humildes, ha colocado al partido de las derechas en una privilegiada situación de mayoría absoluta, que le permite gobernar a golpe de látigo, sin ninguna fisura en su intención de responder a las exigencias de Europa, aunque coloque al borde de la ruina a su propio país y acabe por enterrar los derechos de sus habitantes, poniéndoles en una difícil posición, imposible de superar si no se cuenta con la salvaguarda del dinero.
Los cuatro millones de parados de entonces se han convertido en casi seis y de todas las decisiones que se han tomado como excusa para solucionar esta crisis, ninguna se ha encaminado particularmente a la creación rápida de empleo, ni a nada que tenga que ver con el futuro de unos trabajadores, cansados de recorrer las calles en busca de una oportunidad para volver a la vida laboral activa.
Un millón setecientas mil personas no perciben, a día de hoy, ningún tipo de prestación ni subsidio y cada vez son más las familias con todos sus miembros desempleados, sobre todo si están formadas por mayores y jóvenes, los más perjudicados por la Reforma Laboral aprobada por el PP.
Víctimas además de un deterioro en organismos como los educativos y los sanitarios, que se consideraban como pilares indestructibles de la sociedad, los españoles no paran de asombrarse a diario con cada una de las noticias que les llegan, esperando nuevos recortes en cada aparición televisada de los ministros y soportando un atentado contra su inteligencia, cada vez que tratan de convencerles de que el camino hacia la pobreza, se está recorriendo por su bien.
Un oscuro presidente, que dirige desde las sombras toda esta maquinaria infernal, sin atreverse a dar la cara ante su pueblo, probablemente avergonzado por haber alcanzado el mando de la nación mintiendo descaradamente sobre sus intenciones de gobierno, se atreve aún a comunicar que a partir de esta semana, todos los viernes se harán públicos nuevos recortes, que le permitan cumplir con los objetivos de déficit que le marcan desde Europa, aun a sabiendas de que con ellos arrastra a la ruina más absoluta a una sociedad acostumbrada a desenvolverse con holgura, contando sólo con su propio esfuerzo.
Entretanto, los auténticos artífices de la crisis, encabezados por banqueros, estafadores y evasores de impuestos y seguidos por empresarios sin escrúpulos dispuestos a triplicar su beneficio a costa de esclavizar a sus empleados, son atendidos por el ejecutivo con exquisitos cuidados y beneficiados por las medidas adoptadas, hasta el punto de premiar sus culpas con inyecciones de dinero y amnistías fiscales, directamente sacados del sacrificio exhaustivo de un País, que está harto de sufragar el saqueo a que lo someten la ineptitud de su clase política y la inexistencia de una justicia que castigue con dureza a los delincuentes financieros.
El largo periodo de hibernación protagonizado por los Sindicatos ha colocado en total indefensión a los ciudadanos, por mucho que en los últimos tiempos parezcan querer retomar su credibilidad perdida y por ello resulta difícil que su capacidad de convocatoria pueda ser exitosa, pues se han ganado a pulso el rechazo popular, con su transigencia continuada a cuántas propuestas se les hacían, no se sabe si por miedo o por acomodación placentera.
Y aunque la crispación está empezando a recorrer el territorio con velocidad, el pesimismo continua apoderándose de los españoles, inmovilizándolos con una estrategia de terror hábilmente alimentada por Rajoy y los suyos, llegando casi a convencerlos de que la protesta podría empeorar la situación hasta traer consecuencias insoportables y arrebatándoles en cierto modo, la poca dosis de dignidad que aún les quedaba para empezar a decir basta.
Pero este camino del cadalso, que va dejando en sus orillas a muchos millones de ciudadanos y que pasa por encima de toda una generación de jóvenes abocados al más estrepitoso de los fracasos, no puede en modo alguno, ser recorrido con sumisión y en silencio, como si las pérdidas sufridas por las personas no afectaran a los que aún quedan en pie, ni hubiera otras posibilidades que sopesar para reinventar un sistema de distribución de la riqueza.
Es por eso, que ahora que se aproxima un nuevo 15 de Mayo, en condiciones mucho peores que las que ya vivíamos el pasado año, habría que retomar con vigor los principios que entonces se establecieron y volver a gritar desde todos los rincones del país el descontento, la indignación y la repulsa que sentimos hacia quienes se aprovecharon del voto de los incautos para hacernos bajar hasta las profundidades de un infierno en el que quemar nuestra dignidad, convirtiéndonos en esclavos de un sistema insaciable.
Ningún gobierno ha podido resistir jamás la oposición masiva de su pueblo.
El error de otorgar el poder a los conservadores, que ya auguraba una escalada de malestar para las clases humildes, ha colocado al partido de las derechas en una privilegiada situación de mayoría absoluta, que le permite gobernar a golpe de látigo, sin ninguna fisura en su intención de responder a las exigencias de Europa, aunque coloque al borde de la ruina a su propio país y acabe por enterrar los derechos de sus habitantes, poniéndoles en una difícil posición, imposible de superar si no se cuenta con la salvaguarda del dinero.
Los cuatro millones de parados de entonces se han convertido en casi seis y de todas las decisiones que se han tomado como excusa para solucionar esta crisis, ninguna se ha encaminado particularmente a la creación rápida de empleo, ni a nada que tenga que ver con el futuro de unos trabajadores, cansados de recorrer las calles en busca de una oportunidad para volver a la vida laboral activa.
Un millón setecientas mil personas no perciben, a día de hoy, ningún tipo de prestación ni subsidio y cada vez son más las familias con todos sus miembros desempleados, sobre todo si están formadas por mayores y jóvenes, los más perjudicados por la Reforma Laboral aprobada por el PP.
Víctimas además de un deterioro en organismos como los educativos y los sanitarios, que se consideraban como pilares indestructibles de la sociedad, los españoles no paran de asombrarse a diario con cada una de las noticias que les llegan, esperando nuevos recortes en cada aparición televisada de los ministros y soportando un atentado contra su inteligencia, cada vez que tratan de convencerles de que el camino hacia la pobreza, se está recorriendo por su bien.
Un oscuro presidente, que dirige desde las sombras toda esta maquinaria infernal, sin atreverse a dar la cara ante su pueblo, probablemente avergonzado por haber alcanzado el mando de la nación mintiendo descaradamente sobre sus intenciones de gobierno, se atreve aún a comunicar que a partir de esta semana, todos los viernes se harán públicos nuevos recortes, que le permitan cumplir con los objetivos de déficit que le marcan desde Europa, aun a sabiendas de que con ellos arrastra a la ruina más absoluta a una sociedad acostumbrada a desenvolverse con holgura, contando sólo con su propio esfuerzo.
Entretanto, los auténticos artífices de la crisis, encabezados por banqueros, estafadores y evasores de impuestos y seguidos por empresarios sin escrúpulos dispuestos a triplicar su beneficio a costa de esclavizar a sus empleados, son atendidos por el ejecutivo con exquisitos cuidados y beneficiados por las medidas adoptadas, hasta el punto de premiar sus culpas con inyecciones de dinero y amnistías fiscales, directamente sacados del sacrificio exhaustivo de un País, que está harto de sufragar el saqueo a que lo someten la ineptitud de su clase política y la inexistencia de una justicia que castigue con dureza a los delincuentes financieros.
El largo periodo de hibernación protagonizado por los Sindicatos ha colocado en total indefensión a los ciudadanos, por mucho que en los últimos tiempos parezcan querer retomar su credibilidad perdida y por ello resulta difícil que su capacidad de convocatoria pueda ser exitosa, pues se han ganado a pulso el rechazo popular, con su transigencia continuada a cuántas propuestas se les hacían, no se sabe si por miedo o por acomodación placentera.
Y aunque la crispación está empezando a recorrer el territorio con velocidad, el pesimismo continua apoderándose de los españoles, inmovilizándolos con una estrategia de terror hábilmente alimentada por Rajoy y los suyos, llegando casi a convencerlos de que la protesta podría empeorar la situación hasta traer consecuencias insoportables y arrebatándoles en cierto modo, la poca dosis de dignidad que aún les quedaba para empezar a decir basta.
Pero este camino del cadalso, que va dejando en sus orillas a muchos millones de ciudadanos y que pasa por encima de toda una generación de jóvenes abocados al más estrepitoso de los fracasos, no puede en modo alguno, ser recorrido con sumisión y en silencio, como si las pérdidas sufridas por las personas no afectaran a los que aún quedan en pie, ni hubiera otras posibilidades que sopesar para reinventar un sistema de distribución de la riqueza.
Es por eso, que ahora que se aproxima un nuevo 15 de Mayo, en condiciones mucho peores que las que ya vivíamos el pasado año, habría que retomar con vigor los principios que entonces se establecieron y volver a gritar desde todos los rincones del país el descontento, la indignación y la repulsa que sentimos hacia quienes se aprovecharon del voto de los incautos para hacernos bajar hasta las profundidades de un infierno en el que quemar nuestra dignidad, convirtiéndonos en esclavos de un sistema insaciable.
Ningún gobierno ha podido resistir jamás la oposición masiva de su pueblo.