domingo, 29 de abril de 2012

Podía ser peor

Cuando el 15 de Mayo del pasado año, los españoles salieron masivamente a la calle para protestar contra la trayectoria de los políticos y en especial, por las medidas que adoptaba el gobierno de Zapatero, todos pensaban que el futuro no podía ser peor. Ahora que está a punto de cumplirse el aniversario de aquella efeméride, hemos comprobado con amargura que lo que ya entonces empezaban a vaticinar los movimientos de resistencia, ha superado todas las expectativas posibles y que no tiene visos de detenerse si en breve, no encuentra la ciudadanía alguna manera de parar la locura que parece afectar al ejecutivo de Rajoy, con sus agresivas reformas y recortes, siempre en contra del bienestar de las mayorías.
El error de otorgar el poder a los conservadores, que ya auguraba una escalada de malestar para las clases humildes, ha colocado al partido de las derechas en una privilegiada situación de mayoría absoluta, que le permite gobernar a golpe de látigo, sin ninguna fisura en su intención de responder a las exigencias de Europa, aunque coloque al borde de la ruina a su propio país y acabe por enterrar los derechos de sus habitantes, poniéndoles en una difícil posición, imposible de superar si no se cuenta con la salvaguarda del dinero.
Los cuatro millones de parados de entonces se han convertido en casi seis y de todas las decisiones que se han tomado como excusa para solucionar esta crisis, ninguna se ha encaminado particularmente a la creación rápida de empleo, ni a nada que tenga que ver con el futuro de unos trabajadores, cansados de recorrer las calles en busca de una oportunidad para volver a la vida laboral activa.
Un millón setecientas mil personas no perciben, a día de hoy, ningún tipo de prestación ni subsidio y cada vez son más las familias con todos sus miembros desempleados, sobre todo si están formadas por mayores y jóvenes, los más perjudicados por la Reforma Laboral aprobada por el PP.
Víctimas además de un deterioro en organismos como los educativos y los sanitarios, que se consideraban como pilares indestructibles de la sociedad, los españoles no paran de asombrarse a diario con cada una de las noticias que les llegan, esperando nuevos recortes en cada aparición televisada de los ministros y soportando un atentado contra su inteligencia, cada vez que tratan de convencerles de que el camino hacia la pobreza, se está recorriendo por su bien.
Un oscuro presidente, que dirige desde las sombras toda esta maquinaria infernal, sin atreverse a dar la cara ante su pueblo, probablemente avergonzado por haber alcanzado el mando de la nación mintiendo descaradamente sobre sus intenciones de gobierno, se atreve aún a comunicar que a partir de esta semana, todos los viernes se harán públicos nuevos recortes, que le permitan cumplir con los objetivos de déficit que le marcan desde Europa, aun a sabiendas de que con ellos arrastra a la ruina más absoluta a una sociedad acostumbrada a desenvolverse con holgura, contando sólo con su propio esfuerzo.
Entretanto, los auténticos artífices de la crisis, encabezados por banqueros, estafadores y evasores de impuestos y seguidos por empresarios sin escrúpulos dispuestos a triplicar su beneficio a costa de esclavizar a sus empleados, son atendidos por el ejecutivo con exquisitos cuidados y beneficiados por las medidas adoptadas, hasta el punto de premiar sus culpas con inyecciones de dinero y amnistías fiscales, directamente sacados del sacrificio exhaustivo de un País, que está harto de sufragar el saqueo a que lo someten la ineptitud de su clase política y la inexistencia de una justicia que castigue con dureza a los delincuentes financieros.
El largo periodo de hibernación protagonizado por los Sindicatos ha colocado en total indefensión a los ciudadanos, por mucho que en los últimos tiempos parezcan querer retomar su credibilidad perdida y por ello resulta difícil que su capacidad de convocatoria pueda ser exitosa, pues se han ganado a pulso el rechazo popular, con su transigencia continuada a cuántas propuestas se les hacían, no se sabe si por miedo o por acomodación placentera.
Y aunque la crispación está empezando a recorrer el territorio con velocidad, el pesimismo continua apoderándose de los españoles, inmovilizándolos con una estrategia de terror hábilmente alimentada por Rajoy y los suyos, llegando casi a convencerlos de que la protesta podría empeorar la situación hasta traer consecuencias insoportables y arrebatándoles en cierto modo, la poca dosis de dignidad que aún les quedaba para empezar a decir basta.
Pero este camino del cadalso, que va dejando en sus orillas a muchos millones de ciudadanos y que pasa por encima de toda una generación de jóvenes abocados al más estrepitoso de los fracasos, no puede en modo alguno, ser recorrido con sumisión y en silencio, como si las pérdidas sufridas por las personas no afectaran a los que aún quedan en pie, ni hubiera otras posibilidades que sopesar para reinventar un sistema de distribución de la riqueza.
Es por eso, que ahora que se aproxima un nuevo 15 de Mayo, en condiciones mucho peores que las que ya vivíamos el pasado año, habría que retomar con vigor los principios que entonces se establecieron y volver a gritar desde todos los rincones del país el descontento, la indignación y la repulsa que sentimos hacia quienes se aprovecharon del voto de los incautos para hacernos bajar hasta las profundidades de un infierno en el que quemar nuestra dignidad, convirtiéndonos en esclavos de un sistema insaciable.
Ningún gobierno ha podido resistir jamás la oposición masiva de su pueblo.

jueves, 26 de abril de 2012

En la intimidad

Cambio por unos días la precitación de las noticias por el dulce cuidado de mi nieto de cuatro meses, para que sus padres puedan disfrutar un poco de las fiestas de la tierra y retomar el encuentro con viejos amigos, de los que la reciente paternidad los apartó, por motivos más que evidentes.
Es éste un trabajo placentero, de esos que se hacen por amor, dejando inmediatamente a un lado cualquier cosa que interfiera en su desarrollo y que nada tiene que ver, en los tiempos que corren con fines lucrativos, ni crematísticos, ni sentimentales, además de aportar una renovación de experiencias, casi olvidadas por el inevitable paso del tiempo.
Todo ha cambiado tanto desde que una protagonizaba eventos de esta categoría, que no queda otra que tomar notas para no fracasar en el intento de suplir el bienhacer de estos nuevos progenitores absolutamente entregados y también para no defraudar en nada al recién llegado miembro de la familia, porque a pesar de ser un tierno infante poco entrenado aún en hacer crítica de cuanto acontece a su alrededor, parece ser un auténtico experto en demostrar sonoramente su desagrado cuando algo no complace sus expectativas y podría decirse, que apunta maneras en tener opiniones personales sobre los que le rodeamos, premiándonos o castigándonos con sonrisa o llanto, en cada una de nuestras actuaciones.
En mi caso, habría que decir haciendo honor a la verdad, que mantenemos una relación plenamente satisfactoria, casi desde el primer momento en que nos vimos y que hay una complicidad de hecho en nuestras mutuas miradas y caricias, sin que nadie pueda negar que ejercemos los dos, a la perfección, nuestras respectivas funciones de abuela y nieto.
Pero hasta ahora, no habíamos compartido momentos de nocturnidad, por lo cual estamos ambos un poco nerviosos por lo que se nos avecina, yo preguntándome si seré capaz de salir airosa de nuestra primera noche juntos y él calculando para sus adentros hasta dónde podrá llevar su tierno modo de abusar de mi bondad, prolongando su estancia en el mundo de los mayores un poco más de lo que es habitual en la rutina que sus padres le tienen impuesta.
He de admitir que conmigo lo tiene ciertamente fácil, pues le basta con dedicarme unas cuantas sonrisas y balbuceos para hacerme caer rendida a sus pies, sin que me sea posible negarle absolutamente nada de lo que me pida, a pesar de no articular aún palabra. Y aunque procuro seguir al pie de la letra la interminable letanía de instrucciones impuestas por sus progenitores, me tomo alguna que otra licencia, sucumbiendo sin miramientos a determinados caprichos que no me parecen nocivos para la estabilidad del infante, ni para la relación familiar que mantiene a diario, entre los muros de su casa.
Excusa mis pecados el hecho de que la situación durará sólo unos días y será fácil reconducir las pequeñas desviaciones del camino trazado, sin tener que afanarse demasiado, pues resulta asombrosa la capacidad de entendimiento que ahora tienen los niños de cuatro meses y cómo son capaces de calibrar qué talante tiene quien se encuentra en cada momento con ellos.
De momento, he tenido que esperar a que encontrara el sueño para escribir este artículo y mañana, ya veremos si tengo un momento para poder hacerlo, pero los escritores también tenemos intimidad…y ésta es ahora mismo la mía.

miércoles, 25 de abril de 2012

Negar la evidencia

Fastidia bastante colocarse delante de la televisión para ver las noticias, no ya porque de antemano se sabe que uno será sometido a un continuo sobresalto, a tenor de las circunstancias en que se encuentra el País, sino porque además de gravarnos a diario con algún nuevo recorte que afecta nuestra calidad de vida, los miembros de este gobierno, en apenas cuatro meses de mandato, se han convertido en auténticos expertos en negar la evidencia.
Todos sabíamos que lo eran en culpabilizar a quienes no comulgaban con sus ideas de cualquier evento negativo que amenazara la estabilidad de la nación, pero lo hacían con tales dosis de suficiencia, que una gran parte de la gente llegó a pensar que tenían en sus manos todas las soluciones necesarias para sacarnos del negro agujero en el que nos encontrábamos y les otorgó su confianza, solo y únicamente para este fin.
Pero ahora que ya gozan del ansiado poder por el que tan duramente pelearon durante los ocho años de gobierno socialista, no sólo no han sido capaces de mejorar la situación, sino que la han empeorado considerablemente, con todas y cada una de las reformas y medidas que han venido adoptando desde que se constituyeron para regir nuestros destinos.
Y aunque la voz del calle, que es el mejor barómetro para calibrar el descontento, brama en contra de los recién llegados maldiciendo el momento en que les apoyaron en las urnas y todas las evidencias de los mercados, las bolsas y los malditos índices de la prima de riesgo gritan muy a las claras que nos han llevado a la más profunda de las miserias, ellos lo niegan afirmando, con media sonrisa de autosuficiencia, que todo está yendo mejor.
Al no tener el sufrido españolito la facultad de contestar en directo a cualquier afirmación falaz hecha desde las gradas del Parlamento, el único consuelo que le queda, al tener que soportar este tipo de afirmaciones, es desgañitarse delante del aparato de TV llamando mentiroso al orador de turno, con la carta de despido en una mano y las putas recetas de la seguridad social en la otra, que demuestran fehacientemente, por ejemplo, que tanto las políticas de empleo, como las sanitarias, son un auténtico fracaso, pues no sólo han aumentado considerablemente las listas del paro desde que se fue el maldito Zapatero, sino que además, en este caso, nos toca pagar más por los mismos medicamentos que necesitamos para la enfermedad crónica que padecemos, por no hablar de otros muchos temas, que llenarían la mesa que tenemos delante de pruebas en contra del argumento que esgrimen los ministros populares.
Y lo peor es que ni siquiera se inmutan mientras manipulan sus argumentos para entontecer a las masas, con las triquiñuelas que inventan para disfrazar la verdad de un color rosa que raya en la horteridad más absoluta, sino que además han adoptado una actitud de superioridad, que sugiere que están muy por encima del resto de los mortales, a los que probablemente consideran pobres imbéciles incapaces de entender el lenguaje que manejan, cuando hablan de macroeconomía.
Con la pretensión de acabar convenciéndonos de cualquier desgracia es siempre por nuestro bien, escondidos detrás de esa imagen de empollones de Empresariales que es común a todo el gabinete, han ido sacando la famosa agenda oculta que tanto cacareó la oposición durante la campaña electoral y nos están empujando sibilinamente al borde del abismo, pretendiendo, para más INRI, contar con nuestra aprobación y aquiescencia para acudir al matadero.
Pues va a ser que no. Porque los españoles hace tiempo que aprendimos a descifrar el lenguaje político y sabemos leer entre líneas cuando se trata de tergiversar la verdad con trucos baratos de mala magia. Sabemos que no salen conejos de una chistera vacía y también por qué hemos llegado a esta situación y quiénes son culpables de nuestras desgracias. Sabemos reconocer al instante si nuestra situación empeora y que no puede ser en bien de nadie aquello que causa dolor, por mucho que se empeñen en persuadirnos.
Esto es un poco como las técnicas empleadas por los maltratadotes hacia sus víctimas. Te pego porque te quiero. Pues quiéreme menos, por favor. Nada que me desfavorezca puede ser recibido de buen grado y menos aún cuando el castigo afecta al grueso de una población al completo y encima trata de robarle paulatinamente todos los derechos fundamentales que había ido adquiriendo a lo largo de una vida de lucha.
La desfachatez de pretender que aceptemos sin rechistar estos argumentos, es un atentado constante a nuestra inteligencia y pide a gritos una respuesta de contundencia, en la calle, en escritos masivos enviados al Parlamento, o en el intento de ser recibidos por los parlamentarios alguna vez, para poder expresar libremente nuestras objeciones y protestas.
Claro que entre las próximas medidas quieren intervenir los contenidos de lo publicado en Internet y hasta es probable que páginas como ésta, desaparezcan por decreto de la circulación cualquier día. Pero que no se cansen. Ya encontraremos otro modo de hacer llegar al mundo la verdad.

martes, 24 de abril de 2012

De usar y tirar




No estaría mal ir comprendiendo que la clase empresarial de nuestro país, dista mucho de ser como la del resto del mundo.
Es ésta nuestra, una tierra de pícaros en la que se acostumbra a hacer de la pequeña estafa un modo de vida, que en poco o en nada se parece a la solemne seriedad que se maneja en el entorno laboral, pasando las fronteras.
Así, durante la época de bonanza, cuando el ladrillo hacía de oro a cuántos se decidieran a montar un negocio que tuviera que ver con la vivienda, a nadie importaba si cientos de miles de emigrantes entraban de forma clandestina en España o si se preocupaban o no de solventar su situación legal, una vez instalados entre nosotros. Lo importante era que resultaba infinitamente barato contratarlos y endosarles las labores más duras en la obra, o en un campo abandonado masivamente por nuestros paisanos, en su afán de trasladarse a los medios urbanos para acudir a la llamada del cemento.
Nadie protestaba entonces de la contribución que los “legales” hacían a las arcas de la Seguridad Social, ni preocupaba que los sin papeles se empadronaran en nuestros pueblos y ciudades, a cambio de recibir la necesaria atención médica.
Era fundamental, eso sí, que estuvieran dispuestos a realizar labores ingratas por la mitad del salario de uno de nuestros obreros, que limpiaran nuestras casas, que cuidaran a nuestros ancianos, niños y enfermos, y que no molestaran con ningún tipo de reivindicación que pudiera alterar la festiva vorágine de nuestra incipiente riqueza.
Pero ahora que las cosas se están poniendo feas y ha habido que dar marcha atrás en nuestras aspiraciones de lujo y boato, los extranjeros representan una pesada carga difícil de asumir y se empieza a convertir en urgente encontrar una salida que los devuelva a su lugar de origen, o los coloque en una situación de legalidad desde la que contribuir, también ellos, a subsanar la difícil situación que atravesamos, pagando religiosamente los mismos impuestos que tan poco importaba antes si pagaban o no.
Por eso el Gobierno Rajoy se está dando prisa en hacerles entender que su etapa española ha concluido y ha empezado por retirarles el derecho a utilizar la sanidad pública, aunque su intención es la de modificar la Ley de Extranjería, para blindar las fronteras impidiendo su paso.
Con una falta de caridad incomprensible, dado su aireado catolicismo, niegan a los enfermos atención si no cotizan a las arcas del Estado y en cierto modo, les empuja a tomar una patera de vuelta al lugar de dónde vinieron, cerrando cualquier posibilidad de integración a personas que ya se movían por nuestras calles con la misma naturalidad que cualquiera de nosotros.
No puede haber mayor crueldad. Usar y abusar de la mano de obra barata que tanto convino en los buenos tiempos a nuestra poderosa clase empresarial, para arrojar a esos mismos obreros al abismo de la miseria cuando todo se ha hundido a causa de la codicia, y cerrar los ojos al drama personal de los más débiles, intentando esconder la profunda xenofobia que subyace, bajo estas nuevas medidas discriminatorias, en lo más necesario.
Naturalmente, a los que manejan el dinero poco o nada interesan estas penosas historias, puesto que no han hecho otra cosa que cambiar a los individuos sometidos a explotación por españoles desesperados por un paro insoportable y con la potestad de ponerlos en la calle si no se atienen a sus exigencias, dado el poder que les ha sido otorgado por la nueva Reforma Laboral.
Indiscutiblemente, la falta de atención médica conseguirá un éxodo masivo de una gran parte de extranjeros, a los que no quedará otro remedio que regresar a sus países, sin haber conseguido realizar el sueño que les trajo hasta aquí, buscando un futuro mejor.
Pero lo auténticamente justo sería compartir a partes iguales con ellos, también esta parte de nuestra historia, de manera que pudieran mantener sus derechos en igual medida que nosotros, ahora que quizá lo necesitan incluso mucho más, que los ciudadanos de aquí.
Para el hombre, no mirar atrás tratando de ignorar las desgracias ajenas, no es más que una forma de envilecimiento que deja en evidencia la poca bondad que nos caracteriza como especie y maltratar a los débiles, una manera de tiranización que acaba con cualquier esperanza en un futuro igualitario y digno.

lunes, 23 de abril de 2012

Un doloroso indulto

Las familias de los fallecidos en el accidente del Yak 42 no cesan de recibir golpes bajos desde que tuviera lugar su desgracia.
A la dolorosa pérdida de sus seres queridos hubieron entonces de añadir una escandalosa confusión en la identificación de los cadáveres y el infinito desprecio de las autoridades al mando en aquella época, encabezados por el hoy embajador en Londres, señor Trillo.
Tras haber dado sepultura a los que creían sus parientes, descubrieron que lo que se escondía debajo de aquellas fosas era un conglomerado de restos apresuradamente repatriados, que nunca les permitieron ver y cuyos nombres fueron confundidos, de manera que se entrecruzaron las identidades de los fallecidos en una ignominiosa chapuza, que pretendía ocultar la contratación a bajo precio de un avión de dudosa seguridad, que como todos sabemos, acabó estrellándose.
Tras largos y penosos años de continua lucha para llegar al fondo del asunto y después de haber obtenido como única respuesta un solo juicio, en el que un par de militares fueron condenados a unas penas de cárcel que nunca se llevaron a la práctica, el Gobierno Razjoy, en una muestra de “magnanimidad”, concedió hace unos días el indulto a los implicados, dando un atroz carpetazo a un incidente, que el PP siempre ha estado deseando enterrar.
La sociedad española que ya entonces asistió atónita al suceso y que se posicionó de inmediato con los familiares de las víctimas y con su indignación por la pésima gestión del gobierno Aznar en aquella macabra pantomima, vuelve a mirar con recelo esta resolución de una justicia, que se aparta a pasos agigantados de sus objetivos primeros, para confundirse en una bruma espesa de favoritismos, incomprensibles para el buen funcionamiento de de los Estados modernos.
No es de extrañar que los afectados hayan decidido no cesar en su pugna, del mismo modo en que no lo haría cualquiera que se encontrara en una tesitura semejante y que se duelan de no haber sido capaces de desentrañar la verdad de lo que ocurrió a los suyos, a pesar de haberlo intentado durante varias legislaturas y con gobiernos de distinto signo.
Nadie, dicen, les ha pedido a día de hoy perdón por la incomprensible experiencia que se vieron obligados a soportar, ni se ha juzgado, desde su punto de vista, a todos los culpables de lo ocurrido, ni se les ha ofrecido, al menos, una solidaridad que ayude a sobrellevar unas heridas, imposibles de cerrar hasta que no encajen todas y cada una de las piezas.
Al inaceptable mutismo de las altas instancias, se suma también que probablemente, el paso del tiempo termine con el recuerdo de esta historia sin resolver, enterrando en un olvido no deseado a las víctimas y diluyendo la lucha de los suyos, a base de cansancio.
Como ya hemos dicho otras veces, alargar determinados conflictos en el tiempo, no es más que una manera de enconarlos, potenciando un odio no deseado que nunca tendrá fin, si no se encuentra el camino de la verdad y se recorre para empezar a perdonar.
Este indulto, que viene a poner el dedo en la llaga de una serie de familias, que siguen su batalla en soledad por reivindicar lo que ocurrió con sus seres queridos, es la historia de todos nosotros y merece el respeto y la consideración de cualquiera que se considere persona de bien y parte de un pueblo, demasiado harto de mentiras.
Si hubo indicios de prevaricación en la contratación de aquel avión, queremos saberlo, al igual que de dónde salió la orden para contratarlo y de quién partió. Queremos que se nos explique por qué las identificaciones fueron erróneas y qué prisa se tenía en sepultar a los fallecidos, al organizar una serie de ceremonias, sólo un par de días después del accidente y sin permitir que los familiares abrieran los féretros.
A pesar de haber pasado quizá, demasiado tiempo, nos unimos a las familias de los afectados, que bien podían haber sido los nuestros, en su afán por no permitir que caiga en olvido aquella parte de sus vidas y nos dolemos también de la injusticia que para con ellos representa este perdón a los condenados, aunque ya todos sabemos, ellos y nosotros, que la justicia española está herida de muerte.


domingo, 22 de abril de 2012

Los votos de Rajoy

Está demostrando el PP con sus actos, que tiene una concepción equivocada de lo que significa recibir los votos de los españoles.
Amparado en una continuada promesa de acabar con la crisis, tras la desastrosa gestión de Zapatero en la última legislatura, Rajoy obtuvo la confianza de casi 11.000.000 de españoles y tomó posesión como Presidente de la Nación, aclamado por los suyos como si se tratara de un héroe.
Pero recibir un apoyo que le permite una mayoría absoluta en el Parlamento nunca debe asociarse a tener la libertad de hacer y deshacer, por decreto, cualquier idea que atente directamente contra los intereses del pueblo y quién así lo crea, como es su caso, incurre en el gravísimo error de ser confundido con un dictador que actúa según su conveniencia, sin contar con la opinión fundamental de los ciudadanos, que al final, son los que sufren los sinsabores de una política de agresividad que los coloca a diario en el filo de la navaja.
No olvidemos que según el último recuento, la población española ronda los 60.000.000 de almas y que por tanto, los votantes que apoyaron a Rajoy en las últimas elecciones constituyen una auténtica minoría, aunque el sistema le permita gobernar en solitario, sin contar con la opinión que representan al grueso del panorama electoral.
En sólo cuatro meses de gestión, esa libertad ficticia que se toma Rajoy, ha traído al país las medidas más lesivas para la mayoría, de cuántas se habían tomado antes, incluyendo el periodo franquista.
Se han subido los impuestos, instaurado el despido libre y bajado considerablemente la cuantía de los finiquitos, exagerado la represión en cualquier acto de protesta, derogado la Ley de aborto aprobada con anterioridad, establecido el copago de medicinas en la sanidad , subido casi un cincuenta por ciento las tasas de matrícula universitaria, incrementado el número de horas trabajadas para el personal docente, rebajada la contribución a la investigación, aprobada una amnistía fiscal para los defraudadores de impuestos y otorgado a los empresarios un poder absoluto para decidir sobre el destino de los trabajadores, según su criterio, perdido el control de Repsol en Argentina, y decidido acabar con el modelo democrático de la TV pública, para ponerla en manos de alguien designado a dedo por el propio Partido Popular. Peligra la Ley de los Matrimonios Gay, la modificación de la Ley de Extranjería, y se prevé una subida del IVA a corto plazo, si la insaciable Europa sigue consintiendo que suba la prima de riesgo y las bolsas continúan bajando.
Sinceramente, si los españoles fueran consultados sobre todas y cada una de estas medidas, casi un cien por cien contestarían que no dieron su apoyo al señor Rajoy para que las llevara a cabo, sobre todo si mientras tanto no se ha creado un solo puesto de trabajo y encima, peligran los existentes, a causa de las reformas aplicadas por el gobierno que preside.
De celebrarse elecciones en este momento, Rajoy perdería por goleada, a pesar de su corta gestión al frente del país y con toda seguridad, al partido que representa le costaría levantar cabeza en el futuro para volver a gobernarnos, porque la mayoría centrista que fue el auténtico artífice de su victoria, ha empezado con su llegada a sufrir en carne propia todos aquellos recortes que inició Zapatero contra algunos colectivos, y ahora forma parte de los económicamente “represaliados”, con el agravante de haber contribuido con su voto, a tamaña monstruosidad.
Nada de esto era verdaderamente necesario, ni ha dado el menor atisbo de esperanza a la situación que atravesábamos, pues no se ha corregido en absoluto el negro camino que nos vemos obligados a recorrer, a causa de la codicia demostrada por banqueros y políticos, que salen indemnes de esta crisis.
Estos sacrificios que se nos exigen, culpabilizándonos de un desastre que no provocamos nosotros, el descaro de hacernos responsables de una mala gestión protagonizada exclusivamente por la sumisión a determinados poderes y la incapacidad para gobernar a favor de los pueblos, resultan sin duda imperdonables, si además atacan directamente a las raíces del bienestar social y nos privan de la libertad de poder decir basta, al menos hasta que pasen cuatro años.
Desoír la voz popular se ha convertido en algo habitual para este gobierno, que ya tiene en contra a estudiantes, funcionarios, pensionistas, trabajadores y parados de este país, sin que parezca que le importe, a juzgar por la agenda que tiene previsto poner en práctica y que preludia un estado de malestar general de incalculables consecuencias.
Alguien habría de informar a Rajoy de que no cuenta en modo alguno, con el permiso de su pueblo para gestionar de esta manera el poder que se le otorgó, ni para hacer y deshacer a su antojo leyes y convenios, como si en lugar de ser un Presidente democráticamente elegido se tratara de un tirano que se apodera por la fuerza de un territorio, para su interés personal, obviando las necesidades vitales de la gente y traicionando la confianza que en él depositaron, obnubilados por sus falsas promesas.
Y no vale excusarse en que la herencia recibida no fue lo buena que se esperaba. Los no entendidos en la materia, ya sabíamos que el panorama que se cernía sobre nuestras cabezas era incierto y el PP, como principal partido de la oposición, contaba con muchos más recursos que la gente de a pie para tener una idea aproximada de cuál era la situación, y aún así se comprometió en la campaña a que en sus manos estaba la solución de esta crisis. Olvidó desde luego decir cuál era el precio que la ciudadanía tendría que pagar por ello y los métodos que emplearía para lograrlo. Tampoco dijo, desde luego, cuál era su idea de la solución, ni hacia dónde nos conduciría su afán reformista, porque de haberlo dicho, hoy no estaría sentado en el trono de poder que tanto deseaba.



jueves, 19 de abril de 2012

No hay perdón

De todas las equivocaciones posibles, las que afectan gravemente a la dignidad de otros, seguramente son las peores y cuando a la indignidad sufrida se añade además una nutrida dosis de profunda injusticia, la falta suele a menudo convertirse en algo imperdonable.
Una vez hecho el daño, de nada sirve disculparse intentando tocar la fibra sensible de quién lo sufrió ni escudarse en una ignorancia, a menudo ficticia, para intentar enterrar el error en la profundidad del olvido, pues la dignidad es el único e intransferible tesoro que posee el ser humano para recordar que lo es y por tanto, ha de ser guardado celosamente como algo inviolable, sin conceder la oportunidad de que el caso pueda volver a repetirse.
En esta época convulsa que nos ha tocado vivir, se da un fenómeno de extraordinaria sensibilización cuando se juzgan las acciones de las figuras representativas de los países y aunque se intenta minimizar los sinsabores que produce comprobar que la corrupción suele convertirse en algo habitual en cuánto se relaciona con la política, todo se magnifica si mientras tanto, el estado de pobreza que soportan los ciudadanos comienza a ser verdaderamente alarmante.
El safari del rey, cuyo valor económico podría considerarse auténticamente desorbitado, hiere pues la poca dignidad que aún le queda a su pueblo, a los trabajadores que ven mermar sus posibilidades de llevar una vida decorosa y a los que ya nada tienen que perder, habiendo dejado en el camino cualquier posibilidad de futuro.
Hiere en lo más profundo a la nación que quien es considerado como su cabeza visible , se desligue alegremente de los problemas que afectan a los ciudadanos, embarcándose en aventuras lúdicas de dudoso gusto, que no dejan de pisotear el destino que nos aguarda, con una esperpéntica mueca de humor negro, incomprensible para la gente honrada.
Hiere que nos hayamos enterado de la peripecia a causa de una fractura de cadera y saber que de haber transcurrido todo sin incidentes, jamás hubiéramos tenido noticia del asunto, cuidadosamente silenciado por el entorno de la casa real y el grueso de la prensa del país.
Hiere que al soberano le permita su conciencia disfrutar de viajes como este, mientras una gran parte de su pueblo ha de vivir subsidiada por la caridad del Estado y el resto contempla a diario cómo sus gobernantes recortan de partidas imprescindibles como la Educación o la Sanidad, mientras se mantienen las cifras destinadas a una Familia Real, que luego las dilapida en tales eventos.
Hiere tener que asimilar que la desgracia que nos acompaña nos afecta exclusivamente a nosotros, que a diario nos vemos obligados a oír cómo se nos exigen sacrificios, se nos vapulea en nuestros principios y se nos va privando de todos los derechos, al mismo tiempo en que nuestro soberano se pone el mundo por montera y abandona el territorio patrio para desplazarse a la otra punta del mundo en pos de excitantes y costosas experiencias.
Por eso, de nada vale la estrategia de colocarse ante las cámaras para pedir un oportuno perdón que a nadie convence y que no cura en absoluto, la indignación que despierta caer en la cuenta de que vivimos realidades tan diferentes.
No hay perdón para quien abandonando sus deberes, fomentando con sus actos unas diferencias tan insalvables, para quien se aparta conscientemente de la rectitud de su obligado camino, desentendiéndose de la triste verdad que nos acompaña y se coloca en una inusitada situación de privilegio, sin ni siquiera haber pasado por el refrendo de las urnas, cometiendo un inexcusable pecado de egoísmo personal, pasando por encima del bien de la mayoría.
No se puede restar importancia a esta falta de responsabilidad real, ni se debe permitir que se repitan episodios como éste y de algún modo, habría que ir planteándose con rigor, hasta qué punto es lícito mantener en un puesto al que no hace honor, a quien lo ocupa por apellido y que tanto nos cuesta, en un momento en el que se precisa de todos los recursos para superar una crisis que nos arrastra irremediablemente a un negro camino sin retorno.
No nos permite nuestro honor hacer borrón y cuenta nueva ante la injustificada pasividad del monarca y es obligación nuestra exigir una conducta ejemplar por su parte, lejos del lujo propio de una sociedad medieval que hace tiempo quedó enterrada en la profundidad de la historia, acabando con el vasallaje de los pueblos y concediendo a los ciudadanos la oportunidad de elegir libremente a sus gobernantes.



miércoles, 18 de abril de 2012

La Sanidad no es gratuita




Puede que la imagen que los extranjeros tengan de la Sanidad Pública española sea la de unos Hospitales de lujo puestos al servicio de los ciudadanos por el Estado y el de unos medicamentos de calidad regalados, para uso y disfrute del usuario, cada vez que necesita tomarlos.
Nada más lejos de la realidad, Pues el Sistema Sanitario español se nutre de las aportaciones mensuales descontadas a los trabajadores de su sueldo durante toda su vida laboral y que vienen a suponer, en un salario medio, del orden de un 22% del mismo, e inclusive durante la jubilación, aunque en menor medida, se continúa tributando para esta causa.
Así que esta reforma sanitaria que ahora plantea el Partido Popular , que incluye una subida en el coste de los fármacos y que es conocida popularmente como co-pago, viene a representar una nueva contribución de los trabajadores a algo que ya pagaban sobradamente con sus impuestos y que por tanto, debiera ser bautizado desde ahora como re-pago, en referencia a que es un aporte suplementario para obtener algo que ya se obtenía por un precio menor.
Tampoco todos los españoles hacen un uso continuado de los servicios médicos que se les ofrecen, pues por regla general, la dieta mediterránea consigue que este pueblo nuestro goce de buena salud, por lo que las visitas a los facultativos no son, en absoluto, algo habitual en nuestra vida, afortunadamente para nosotros.
De hecho, somos muchos los que por convicción personal, huimos del trato con los médicos, hasta donde nuestras fuerzas nos dejan, y procuramos que nuestro contacto con ellos sea el menor posible, ya que está demostrado que este es un país que se automedica para curar las pequeñas dolencias y en el que se tiene bastante confianza en el consejo de nuestros profesionales farmacéuticos, sin tener que perder el tiempo en las largas colas de los ambulatorios de la seguridad social.
Con toda probabilidad, un noventa por ciento de los catarros comunes, por ejemplo, son atacados directamente con el recurrente paracetamol sin visita al facultativo, igual que las dolencias relacionadas con traumatismos leves, o cualquier otra enfermedad que no revista excesiva gravedad para el paciente, aunque éstos, naturalmente, siguen cotizando puntualmente a las arcas del Estado y en estos casos, en particular, costeándose los medicamentos necesarios en su totalidad.
Si es verdad que cuando la necesidad obliga, no queda otro remedio que hacer uso de la Sanidad Pública, pero teniendo en cuenta que el porcentaje de pacientes graves ha de ser necesariamente mucho menor que el de los que gozan de buena salud, las aportaciones de todos sin excepción, debieran cubrir con holgura todas las carencias de los enfermos, sin necesidad de establecer ahora recorte alguno, de ninguna clase, en este sistema tan bien ideado, que tan buenos resultados ha dado, durante tantos años.
Otra cosa es la gestión que se haga con el montante obtenido a este fin de los bolsillos de los contribuyentes y es ahí donde se plantea la duda, sobre todo después de haber comprobado con tanta asiduidad que lo recaudado por el Estado suelen ser desviado hacia las cuentas particulares de algunos políticos sin escrúpulos, sin que nunca se llegue a saber qué fue de ello, ni vuelva a recuperarse jamás, a pesar de los muchos procesos abiertos que condenan por corrupción a estos malhechores.
Algo de esto debe haber ocurrido con las cuentas de la Seguridad Social, hasta anteayer con un superavit que era la envidia del mundo entero y ahora en una penuria excepcional, que “obliga” casi a privatizar el sistema, con fuertes recortes, en perjuicio de los sufridos usuarios.
Claro está que las alarmantes cifras de paro que padecemos han podido contribuir a esta inexplicable hecatombe, pero es que los recortes exigidos ahora, tampoco serán empleados, precisamente, en la creación de puestos de trabajo, sino que además de ellos, se está reduciendo personal en los hospitales y ambulatorios del país.
La crisis con Argentina ha relegado a la noticia del ya referido re-pago a un lugar escondido en toda la prensa, aunque realmente, a los españoles nos afecta mucho más esta subida en el precio de los medicamentos, que las rabietas de la arrabalera Presidenta Kirchner cuando decide nacionalizar a Repsol.
En cierto modo, los políticos suelen adolecer de este mal sin excepciones. A la Argentina le da por hacer patria expoliando la petrolera y a Rajoy por ir privatizando la Sanidad de manera encubierta. Ni el pueblo argentino, ni nosotros, entendemos una sola palabra de las razones que los mueven a hacer estas cosas.

martes, 17 de abril de 2012

A vueltas con la docencia


A vueltas con la docencia

Sin que el Partido Socialista e Izquierda Unida hayan llegado aún a un acuerdo para el Gobierno en Andalucía, sobrevienen los primeros enfrentamientos con el poder Central, a causa de los recortes exigidos en el área de Educación, cuya aplicación pondría en la calle a más de dos mil profesores interinos.
Como en otros casos, tampoco esta medida impuesta por Rajoy va encaminada a la creación de puestos de trabajo, sino a la destrucción de los mismos, demostrándose una vez más la total inutilidad de cuántos pasos se van dando, en lo que los conservadores consideran su intento para terminar con la crisis.
Los profesores interinos, aclaro, son aquellos que no obtuvieron plaza en las oposiciones o aprobaron con una nota que no les permitió el acceso a la misma, y que se hallan insertos en unas listas para trabajar, sustituyendo a los dueños de dichas plazas, cuando causan baja por motivos médicos o por otras razones de corte administrativo.
Naturalmente, si los interinos no son tenidos en cuenta para los fines que hasta ahora se consideraban de su competencia, su despido repercutirá de forma alarmante en la calidad de la enseñanza, pues en primer lugar, las bajas que se produzcan a partir de ahora, podrán ser difícilmente cubiertas pon las plantillas de los Centros, ya que ésto supondría o un aumento inmediato de su jornada laboral, o que los cursos permanezcan sin profesor el tiempo que se prolongue la enfermedad del docente.
Imaginemos, por ejemplo, que una profesora de Lengua disfruta de una baja maternal de cuatro meses, como marca la ley, en pleno curso escolar. Hasta ahora, la Delegación de su provincia enviaba a un interino a cubrir su puesto, hasta su incorporación al mismo, consiguiendo de este modo que los alumnos no sufriesen carencias en la asignatura en cuestión, pero con los nuevos recortes y con los interinos en la calle, sería el Departamento de Lengua, suponemos, el que habría de hacerse cargo de las horas correspondientes al largo periodo de ausencia de esta titular, lo cual es bastante peliagudo, pues los demás docentes ya tendrían repartidos sus horarios y probablemente, el curso afectado habría de ser atendido por personas distintas, para no interrumpir la dinámica de todo el Centro, aún en el caso de un aumento del horario laboral.
Estos alumnos serían absolutamente discriminados por la medida, ya que la relación necesaria entre ellos y el profesor se vería seriamente dañada al tener que atender la demanda de varios individuos, cada cuál con su método de enseñanza y sin llegar a conocerlos nunca, por la brevedad de sus intervenciones, siempre en el caso de que la baja acabara por cubrirse y no ocurriera que no se encontrara una salida a tan disparatada historia.
Amparándose en que las competencias en el área de Educación están íntegramente transferidas a la Comunidad, Andalucía no ha tardado en reaccionar de forma negativa a las exigencias de los Populares en esta materia y parece estar dispuesta a desafiar los mandatos del poder central, posicionándose a favor de mantener el Sistema Educativo tal y como se encuentra ahora.
Pero hay muchas maneras de hacer cumplir a los demás aquello que no quieren y se teme que esta oposición pueda ser castigada con contundencia desde Moncloa, apretando todo lo posible las tuercas en otras partidas económicas, que sí dependan de su poder.
La lucha promete ser titánica y los docentes y alumnos de otras Comunidades ya se han lanzado a las calles en una clamorosa protesta contra los recortes que en su caso se harán efectivos, al encontrarse su territorio bajo la regencia conservadora del PP.
A esto habrá que sumar ya mismo, la respuesta popular a las medidas que tocan de cerca la Sanidad, en la que ya han empezado a notarse retrasos en las listas de espera o carencias de determinadas prestaciones, siempre en perjuicio de los pacientes, a quienes, por supuesto se siguen descontando los impuestos correspondientes, ofreciéndoles a cambio una rebaja considerable en los temas relacionados con su salud.
Si Rajoy quiere autoconvencerse de la necesidad perentoria de estas disposiciones, el pueblo se encargará de recordarle a diario que se está equivocando gravemente. Y si su aspiración era permanecer en el poder sine díe, debe estar empezando a caer en la cuenta de que sus posibilidades de conseguirlo se limitarán, a duras penas, a los cuatro años de esta legislatura. Eso, si llega y no nos intervienen antes desde Europa y lo apean de su puesto para colocar a un gestor, preferiblemente un banquero retirado, que gestione la crisis sin tener que pasar las urnas.

lunes, 16 de abril de 2012

Tangazo argentino

A media tarde de ayer, Cristina Fernández de Kirchner marcaba un gol por sorpresa al gobierno de Mariano Rajoy, anunciando la nacionalización de las acciones que la empresa Repsol tiene en la compañía YPF y expulsando, casi al mismo tiempo, a todos los directivos de sus despachos, en un gesto sin precedentes en la historia de las relaciones comerciales hispanoamericanas.
Hace sólo unos días que el ministro de Industria José Manuel Soria había dado por cerrado este conflicto, que sonaba como inminente en los medios de comunicación argentinos, quedando a la espera de establecer negociaciones conjuntas para aclarar un posible futuro de esta compañía, que Repsol sacó de una situación ruinosa, hace unos cuantos años.
En un discurso con tintes absolutamente populistas, que incluyó un emocionado recuerdo a la memoria de su marido fallecido, la Presidenta argentina apelaba a un espíritu nacionalista y justificaba la intervención como una necesidad de autoabastecimiento energético, ahora que la compañía produce beneficios, gracias a las inversiones españolas.
El conflicto deja a Mariano Rajoy en la tesitura de necesitar ayuda internacional para la resolución de un problema, que sin duda dará una pauta a la hora de saber con qué ayudas puede contar y hasta qué punto tomarán partido a su favor sus socios europeos, ahora que verdaderamente resulta imprescindible su respaldo.
Sin embargo, la pregunta del momento es con qué remanentes piensa el gobierno argentino mantener en funcionamiento la empresa intervenida y resulta sin duda curioso, que esta intervención se produzca sólo un día después de la finalización de la Cumbre de Estados Americanos, en la que Kirchner mantuvo una reunión con Obama, sin que se produjera por parte de este último, parece, ninguna objeción a los planes puestos en práctica en la tarde de ayer.
Habría que añadir que las acciones que las empresas estadounidenses tienen en esta compañía no se ven afectadas por la intervención y que resulta más que probable que se cuente con próximas inversiones en ella, que pudieran dejar en forma velada su control, en manos de socios mucho más poderosos que los españoles.
El pulso que se crearía ahora entre los intereses de la Unión europea y los norteamericanos en el cono sur podría tomar derroteros muy distintos, según se enfrente la resolución del problema y sin entrar en el juego del patrioterismo barato, se podría decir que si la reacción de nuestros socios en Europa no es suficientemente contundente, el perjuicio causado por la intervención afectaría mayormente a los pequeños inversores españoles que pusieron sus ahorros en las acciones de esta compañía.
A la espera de la respuesta del ejecutivo español, el “tangazo” argentino ha sido descomunal y no por esperado, menos doloroso, pues es fácil privatizar una empresa deficitaria para recuperarla, años después, cuando sus compradores la han convertido en rentable y ya no representa una rémora para las arcas de un país.
Y lo peor es que el ejemplo puede cundir afectando a otras sociedades españolas establecidas en el mismo territorio, como Telefónica o MAPFRE, que deben estar temblando ante lo sucedido, pensando que mañana pudiera darse un caso similar con ellas, para perjuicio de la economía española, aquí y en el exterior.
Este suceso viene a aumentar la gruesa cartera de problemas que ya cargaba el Gobierno del Partido Popular y pone a la economía española en el punto de mira de los organismos internacionales, produciendo reacciones aún más negativas que las que ya soportábamos en los últimos meses.
Nada esperamos tampoco de parte de países como Venezuela o Bolivia, cuya opinión es siempre a favor de las nacionalizaciones de las empresas, por su demostrada ideología intervencionista.
Habrá que aguardar la reacción de los mercados en los próximos días, pero el panorama no puede ser más desolador.

domingo, 15 de abril de 2012

La fractura borbónica

Mientras el pueblo español hace números sin conseguir llegar a fin de mes y la amenaza de una intervención económica se cierne sobre los presupuestos más austeros de la historia de la Democracia, la cabeza visible de nuestro Estado se marcha de safari a Botswana y sufre allí una aparatosa caída, que le obliga a regresar al país, para ser operado en una Clínica privada, considerada de lujo entre los medios sanitarios.
Los ciudadanos contemplan atónitos la grieta que se abre entre su modo de vida y el de esta monarquía constitucionalmente impuesta, que despilfarra medios económicos frente al empobrecimiento general y que se permite alardear de ellos, a pesar de que provienen de las arcas estatales, en un inusitado derroche empleado en fines totalmente lúdicos, sin demostrar un mínimo de solidaridad con los millones de desempleados que malviven con el subsidio mensual de cuatrocientos euros.
No es que el monarca no tenga derecho a unas vacaciones, que lo tiene en igual medida que el resto de los españoles, sino que su condición debiera obligarle a compartir también la penuria generalizada que nos azota en los últimos tiempos, colocándole en una posición de estrechez, absolutamente reñida con cualquier costosa afición que le aleje de sus compromisos laborales, que necesariamente han de pasar por procurar el bienestar de su pueblo, por encima de sus apetencias personales y la de todos los miembros que integran su muy prolífera parentela.
Además, una vez sufrido el accidente, ni siquiera ha demostrado apoyo al Sistema Sanitario Público, al poner su recuperación en manos de especialistas de la medicina privada, como si implícitamente estuviera de acuerdo con los futuros recortes que piensa poner en práctica el gobierno y que de tan mala fama gozan entre la totalidad de la ciudadanía.
Sin ahorrar medios, un equipo médico destinado en cuerpo y alma a su pronta recuperación, trabaja a marchas forzadas para ponerle de pie a la mayor brevedad posible, mientras los ciudadanos bajo su mandato soportan interminables listas de espera en los hospitales públicos, sobre todo si se trata de operaciones traumatológicas, que suelen tardar meses en ser realizadas.
Al caso Urdangarín y al del ex yerno que coloca armas de fuego en manos de un niño de doce años, habrá de sumarse ahora este descubrimiento vergonzoso de cómo se emplean los caudales en la Casa Real, coincidiendo por cierto con el aniversario de la proclamación de la segunda República, sin que se produzca una intervención gubernamental inmediata, que ponga freno a un dispendio tan desaconsejable, en la etapa que vivimos.
Ya resulta suficientemente gravoso tener que mantener una Institución como la Monarquía, como para comprobar que su actitud dista considerablemente de lo que sería el cumplimiento estricto de su deber, al ignorar enteramente, con sus actos, la agónica situación que atravesamos a consecuencia de esta interminable crisis, que en nada parece afectar sin embargo, a la vida de lujo que lleva la cabeza coronada que nos representa a los ojos del mundo.
Cuidar con celo esta imagen, debiera ser una condición indiscutible inherente al cargo y dice poco de los asesores que aconsejan al soberano y que no consiguen reprimir estos impulsos insolidarios que le alejan del deber, en el momento más inoportuno, propiciando una creciente impopularidad que en nada beneficia al futuro de un sistema de gobierno, francamente trasnochado y caduco.
Y no se conforma Su Majestad con alimentar su afición a la cinegética dando caza a conejos en los cotos del territorio patrio, sino que se deja fotografiar ante el cadáver de un desgraciado elefante, escopeta en ristre, para que nadie pueda dudar de la veracidad de sus andanzas, cuando la imagen en cuestión se publique en la prensa internacional, con los consiguientes comentarios al uso y con más libertad informativa que en las rotativas de aquí.
Esta fractura borbónica pues, no afectará solo a la cadera don de Juan Carlos, sino que puede a la vez empezar a fisurar el apoyo que el pueblo ha venido dándole, como recompensa a su intervención en el 23F, a pesar de que la lejanía de la fecha hace propicio comenzar a olvidar lo entonces ocurrido para centrarse en los problemas que nos acucian aquí y ahora.
Sin poder dar crédito a lo que ven, los vapuleados españolitos se preguntan si es lícito mantener con el escaso margen económico que les dejan los recortes practicados sobre su sueldo, estos desmanes africanos y otros muchos que nunca llegarán a saber, si no se producen por su causa accidentes que precisen de intervención médica.
Sin perder el sentido del humor, me quedo con un comentario que oí esta mañana:
-¡Qué mala suerte ha tenido el Rey!- decía un paisano- ¡Mira que caerse ahora que han quitado la Ley de Dependencia!




jueves, 12 de abril de 2012

¿Qué teme la Derecha?

Con la precipitación acostumbrada de los últimos días, el Gobierno de Rajoy pretende ahora decretar una Ley que castigue con cárcel a todos aquellos que, a través de las nuevas tecnologías, convoquen o inciten a convocar manifestaciones espontáneas, que puedan a criterio de la autoridad competente, provocar desórdenes callejeros.
Desde que los españoles ganamos los derechos de expresión y reunión, tras la muerte de Franco, habíamos dado por sentado que la época negra en que se consideraba delito emitir opiniones contrarias al régimen y expresar con libertad una protesta, solos o en compañía de otros, habían quedado atrás para siempre y que la libertad se había instalado entre nosotros como una forma natural inherente a nuestra esencia humana, sin que nada hiciera presagiar que después de treinta y cinco años, pudiera criminalizarse de nuevo, algo que costó tanto conseguir.
Pero han bastado tres meses de gobierno del PP y unas cuantas protestas colectivas, incluida la de la Huelga General, para sobresaltar las conciencias conservadoras que nunca fueron, la verdad, demasiado partidarias de este tipo de eventos.
Ya habíamos empezado a oír hablar de una revisión del derecho de huelga y soportado múltiples acusaciones, si decidíamos sumarnos a cualquier acto con participación numérica alta, como si de repente estuvieran resucitando fantasmas de un pasado todavía cercano en el tiempo y se tratara de hacernos callar, como fuera, cuando nuestra opiniones no coincidían con las que se dictaban desde el poder.
¿Qué teme la derecha cuando decide lesionar de esta forma la voz libre de los ciudadanos, recurriendo a subterfugios que ilegalizan nuestras formas de expresión, con excusas que nada tienen que ver con los auténticos motivos que nos mueven a convocar o acudir a los actos de protesta?
¿Se puede decir que un sistema es auténticamente democrático mientras se toman estas medidas, más propias de regímenes totalitarios, en los que discrepar se castiga violentamente?
¿Es constitucionalmente lícito atentar contra la libertad de opinión de los ciudadanos, llevándolos ante los tribunales y exigiendo su encarcelamiento, en el caso de que su sentir no coincida con lo impuesto desde el poder y qué línea marcaría lo que se pudiera considerar un desorden callejero, que de inmediato criminalizaría a quien lo provocara, aumentando su posible condena?
Habría que recordar que nada temían estos mismos cuando tomaban las calles, con los Obispos en avanzadilla, para recriminar las Leyes del Aborto o la de los Matrimonios entre homosexuales, llegando a increpar a Ministros del antiguo gobierno, sin que se les considerara por ello alteradores del orden público, ni se les condenara a prisión como a vulgares ladrones.
También habría que dejar claro que no es delito pertenecer a formaciones opuestas a la ideología conservadora que el PP representa y que precisamente en esa pluralidad reside la grandeza de una auténtica Democracia, que es la que permite la convivencia pacífica de los ciudadanos de toda condición o credo, como queda establecido en nuestra propia Constitución.
Pero el temor de la derecha está estrechamente relacionado con que si los levantamientos populares se hacen cada vez más frecuentes, pueda sobrevenirles una pérdida de poder y naturalmente, la forma de evitarlo es comenzar a silenciar las voces discrepantes de los que no tememos decir la verdad. La palabra siempre tuvo más fuerza que las armas y no resulta grata a quienes cuya única ambición es permanecer al mando de las naciones al precio que sea.
Así que probablemente, más de uno de nosotros seremos, a partir de ahora, acusados de banquillo por motivos ideológicos que incitan a los demás a no dejarse esclavizar y a decirlo, teniendo que pasar, de nuevo, a una especie de clandestinidad operativa que nos permita seguir alzando la voz en contra de lo que consideremos injusto.
Evidentemente, no vamos a conformarnos con esta represión encubierta que pretende acallarnos, a base de una violencia administrativa, amparada en una suerte de legalidad absolutamente ilícita. Ya hemos vivido antes una situación como ésta y aquí seguimos, pese a quien pese.





miércoles, 11 de abril de 2012

El jardín de la alegría

Qué verdad es que el hambre agudiza el ingenio y que en los tiempos que vivimos, han de ser bienvenidas las ideas que por su originalidad, se apartan un poco de la penuria que esta crisis ha traído a nuestros corazones, independientemente de que se esté de acuerdo o no con ellas y que lleguen o no a ser puestas en práctica alguna vez por aquellos que las lanzaron.
Todos sabemos de la penuria económica que sufren los ayuntamientos de nuestros pueblos y ciudades, aunque seguramente, este problema tan común en esta etapa crítica que atravesamos, se vea aún más agravado en el caso de poblaciones pequeñas, como podría ser el caso de esta Rasquera (Tarragona), que ocupa hoy nuestra atención.
Nada tienen que ver estos municipios con las deudas que las grandes ciudades han adquirido a base de levantar construcciones faraónicas o aeropuertos fantasmas y quizá por eso, la injusticia de su pobreza es más sangrante que en todos aquellos lugares que llegaron a esta situación, por casos de corrupción o mala gestión política.
Bien, mientras el gobierno Rajoy anda recortando miles de millones de todas aquellas partidas que afectan directamente al bienestar de los ciudadanos, al alcalde de Rasquera, Bernat Pellisa, se le ha ocurrido una manera de sacar a su pueblo de la crisis y a la vez, de ponerse al día en el pago de todas sus deudas, sin tener que acudir a las arcas estatales, ni reformar absolutamente nada de lo establecido en las relaciones laborales, la sanidad o las escuelas.
El proyecto no es otro que alquilar unos terrenos municipales a la Asociación Barcelonesa Cannábica de Autoconsumo (ABCDA), para que los emplee en cultivar marihuana y les pague a cambio, un millón trescientos mil euros, en dos años.
El edil de Ezquerra Repúblicana, en el día de ayer, sometió a referéndum entre sus vecinos la propuesta, obteniendo la aceptación popular, con u n 53% de los votos, aunque no acudiera a las urnas el total de un censo municipal de casi 900 ciudadanos, ni consiguiera el 75%, al que en un principio aspiraba.
Habría que decir, que además de la remuneración económica, la plantación traería al pueblo cuarenta puestos de trabajo y la posibilidad de una renovación futura del contrato, con un innegable aumento de riqueza.
Naturalmente, las recalcitrantes voces de los sesudos varones, se han alzado con ira ante lo que se ha dado en considerar un agravio, e inmediatamente se han puesto en marcha los mecanismos de nuestra brillante justicia, buscando un punto de ilegalidad que paralice tan “descabellado proyecto”, aunque lo cierto es que la ley establece como legal el autoconsumo de marihuana y que para que sea posible ese consumo, alguien habrá de cultivar la maría.
Estableciendo una especie de agravio comparativo, uno se pregunta por qué no se agilizan con igual premura los mecanismos legales cuando se ponen en práctica medidas que lesionan la propia esencia de los individuos, o se les roba alas personas la dignidad ejecutando desahucios que las condenan a la eternidad de una deuda, o se establece una amnistía fiscal para los defraudadores de impuestos, perdonando el delito que cometieron y amparando su anonimato.
Pero nuestros ocupadísimos juristas, que se quejan continuamente de falta material de tiempo y medios para atender las múltiples denuncias que a sus manos llegan, no dudan en volver inmediatamente la vista hasta un punto minúsculo de la geografía catalana, para tratar de desmantelar una idea nada desdeñable por los resultados que daría, pero que hiere sus conciencias bien pensantes de padres salvadores de la patria.
Porque si el fin justifica los medios, como tratan de hacernos creer con este perdón otorgado a los malhechores corruptos que desviaron el dinero público a los paraísos fiscales, una estricta igualdad justificaría también este “alegre” cultivo, si viene a sacar de la desesperación a unos pocos paisanos, de otro modo abocados a una miseria paulatina, propiciada por el olvido de las Administraciones, demasiado empecinadas en atajar el déficit de lugares mayores, con más empaque electoral.
Pero claro, la idea podría sentar un precedente que volara como la pólvora hacia otros pueblos y aldeas en idénticas condiciones que este que nos ocupa y al final, España podría convertírseles en una inmensa plantación de marihuana, que hasta pudiera ser la solución para todos nuestros problemas.


martes, 10 de abril de 2012

Un nuevo paso atrás

Los 10.000 millones de recorte en Sanidad y Educación, caen como una pesada losa sobre las maltrechas espaldas del pueblo español, que ve cómo se difuminan las promesas electorales de Rajoy, sin que ninguna de sus medidas sirva para mejorar nuestra situación, a ojos de la Comunidad Económica Europea.
Afectados por una rigidez que sólo se dirige contra ellos, los ciudadanos empiezan a ser conscientes de estar perdiendo poco a poco lo que con su esfuerzo llegaron a conseguir y comienzan a comprender que, en adelante, su salud y su formación dependerán peligrosamente de su nivel económico, al desaparecer de sus vidas la universalidad que tanto nos envidiaban cierto tipo de naciones mucho más avanzadas que la nuestra.
Este nuevo sacrificio exigido, que viene a sumarse a todos los anteriormente decretados por el gobierno Zapatero y por éste, no consigue frenar la voracidad europea y aún sitúa nuestra prima de riesgo en cifras catastróficamente altas, que parecen aproximarnos de una manera irremediable, al rescate final.
Exactamente igual que ocurrió con Grecia y con Italia, nada basta a los mercados financieros, que probablemente han puesto los ojos en nuestro país como próximo objetivo de su colonización encubierta y que ya ni siquiera se molestan en disimular su avidez, ni con la llegada al poder de sus correligionarios, mientras intentan acelerar todo lo posible la instauración de su feroz sistema neo capitalista en nuestro territorio, independientemente del resultado de las urnas o la voluntad de sus habitantes.
Si nada mejora, cosa bastante previsible, acabaremos por tener también nosotros como Presidente, a cualquier banquero retirado que maneje con soltura las fichas de los mercados, sufriendo una pérdida de identidad, que ya han sufrido en carne propia otros países mediterráneos.
Un buen día nos levantaremos con la noticia de que estamos al borde de la intervención y nos pintarán como necesario un cambio de gobierno que condene nuestra decisión electoral al ostracismo, y que traiga consigo la imposición de alguna figura desconocida, que se haga cargo, in extremis, de la resolución de nuestra continuada crisis.
Entre ese momento y la caída directa en la pobreza, no habrá una distancia demasiado grande y todos aquellos derechos que durante años disfrutamos en el terreno social, como premio a la lucha de varias generaciones, se convertirán en un bonito recuerdo.
De poco servirán ya entonces las salidas masivas a las calles, o la inmolación de los individuos más desafortunados a las puertas de nuestro Parlamento. Habremos aceptado entrar en su juego y no habrá vuelta atrás.
Entretanto, D. Mariano Rajoy permanece en su atalaya de inaccesibilidad, sin que tengamos la suerte de que nos explique en persona los cambios diarios a que nos somete. Quizá no se atreve a enfrentarse a su propia responsabilidad por miedo a una caída vertiginosa de su imagen y delega continuamente en sus bien entrenados colaboradores, para que desglosen unos cambios que más parecen fruto de una precipitación frenética, que de un análisis profundo de los temas que nos preocupan.
Ni una sola referencia, sin embargo, al desbordante problema de desempleo que tan fieramente nos atañe y menos aún a la aplicación inmediata de algún remedio que empiece a frenar el sórdido panorama de los trabajadores. Ninguna exigencia a empresarios ni Banca, auténticos artífices del comienzo de la crisis, ni a los corruptos que estafaron al Estado, esquilmando sus recursos, a lo largo de toda la geografía nacional.
A esta hora, la reacción de los partidos de la oposición sigue siendo de una inusitada tibieza y una vez más, viene a demostrar la impactante soledad y desamparo en que nos encontramos inmersos, huérfanos de auténticas voces que defiendan nuestros intereses de clase, alineándose en nuestras filas.
Nuestro peor enemigo, sin duda, es el desconocimiento de nuestra propia fuerza y dejarnos aniquilar por el miedo que nos produce esta estrategia manipuladora, que no espera otra reacción que el silencio.
Víctimas de nuestra propia incapacidad para la rebeldía, e invadidos por una malsana resignación que paraliza nuestros movimientos, sólo la esperanza de un despertar colectivo hace posible mejorar el futuro incierto. Y las voces libres que se atreven a contar nuestra historia presente, sin la maléfica influencia de ningún poder que las amordace ni las compre.




lunes, 9 de abril de 2012

La falsa caridad

Envanecidos por los favores que les otorga el gobierno Rajoy, descaradamente al lado de la doctrina católica, los obispos españoles han iniciado una particular cruzada, encaminada al exterminio de todas aquellas leyes que supongan un paso adelante, para ciertos asuntos directamente relacionados con la libertad y especialmente reñidos con el afán de ocultismo que ha caracterizado siempre a estos talibanes de sotana.
A pesar de haber mantenido en un espeluznante secreto los abusos sexuales practicados contra menores durante muchos años, por una gran parte de sacerdotes y altos cargos eclesiásticos, a la primera ocasión que se les presenta, y si es televisada mejor, los máximos representantes del Vaticano en nuestro país, no tienen ningún rubor en atacar directamente a la homosexualidad, como si éstas relaciones que ellos dan en considerar aberrantes, no fueran, ni hubieran sido una pauta de su comportamiento, representando entre sus filas un alto índice, aunque siempre relacionando su práctica con acciones delictivas cometidas contra no consentidores indefensos.
Basta indagar en las hemerotecas de cualquier parte del mundo, para tropezar con el atropello que, amparados en una suerte de autoridad divina, han estado perpetrando sobre menores, causando en ellos una serie de traumas que han marcado el transcurso de su vida posterior, en muchos casos sin posible recuperación para los afectados.
Y sin embargo, a pesar de haber exigido a la comunidad un perdón que, verdaderamente, no merecen, parece herir su susceptibilidad el hecho de que los Estados consientan en legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, que deciden libremente unir sus vidas, por amor, con parejas adultas de su misma tendencia, apelando a un derecho constitucional que les iguale con el resto de los ciudadanos, al fin.
Se empecinan en seguir considerando la homosexualidad como una enfermedad curable, que de serlo, colocaría en una embarazosa situación a la larga lista de pederastas que militan en sus filas, dando por sentado que nunca tuvieron el menor deseo de acudir a quienes pudieran devolverlos al camino recto, e incluso reincidieron en su pecado con contumacia, despreciando a la vez, el voto de castidad que juraron, cuando decidieron entrar en su Iglesia.
Condenados según sus propias leyes a los rigores del infierno, son sin embargo mantenidos en sus puestos, mientras se trata de resarcir a las víctimas de los abusos por medio de compensaciones económicas, exigiendo a cambio un silenciamiento permanente de los hechos, en un intento desesperado de evitar el desprestigio que este tipo de delitos causa a menudo entre sus seguidores, que cada vez se encuentran más alejados de la esencia caduca que representa un Magisterio incapaz de evolucionar con los tiempos.
Olvidan que pregonar la caridad no supone una serie de acciones puntuales a favor de unos cuantos desfavorecidos, ni que el Papa lave una vez al año los pies a doce sacerdotes el viernes santo. El sentido de la caridad que el mundo esperaría de los seguidores de Cristo, probablemente estaría más relacionado con un entendimiento entre las personas, absolutamente independiente de su color, creencias o tendencias sexuales, y siempre orientado a pretender la felicidad de los demás, como primera norma de su doctrina.
Arremeter contra la Ley de los matrimonios homosexuales o la del aborto desde un púlpito, es privar a una serie de seres humanos de la libertad de elegir el camino del cristianismo, en el primero de los casos, por el hecho de haber nacido con apetencias sexuales totalmente legítimas y en el segundo, por haber decidido, por razones de índole diversa, que tal vez convendría escuchar, interrumpir un embarazo no deseado, apelando a un derecho de decisión, que en última estancia, siempre ha de ser de la futura madre únicamente.
Por petición explícitade la Iglesia, ya se ha retirado de las escuelas la Educación para la Ciudadanía, con el pretexto de que suponía un adoctrinamiento para los alumnos, aunque la verdad es que la asignatura se limitaba a reflejar situaciones que se han hecho comunes en la sociedad que vivimos y, sin embargo, los sermones emitidos por los sacerdotes y obispos por los rincones de todo el territorio, no parecen representar para la curia romana una forma de influencia para los feligreses, a pesar de que en muchos casos son amenazados con la excomunión, si no acatan al pie de la letra, estos dogmas caducos de su macabro catecismo.
No se entiende que en un Estado constitucionalmente laico, se sigan permitiendo estas ingerencias casi diarias, en asuntos que atañen a la propia dignidad de las personas, ni que políticos de la formación ahora en el poder, se alineen con estas opiniones incendiarias que dejan en total desamparo a los ciudadanos a los que representan. No se entiende que en tiempos de crisis, se sigan otorgando subvenciones a un Estado Vaticano libre de deudas económicas, ni que se aplauda la radicalidad de este terrorismo eclesiástico, que atenta directamente contra los principios de libertad de nuestro pueblo.
No se entiende que no haya una reacción inmediata a este tipo de declaraciones, ni que se permita a individuos como el obispo de Alcalá de Henares hacer uso de la televisión pública para retransmitir a España entera sus opiniones obsoletas, ni que no haya sido llamado al orden por el gobierno, que con su silencio ampara a quien se atreve a semejante “proeza”.
Claro, que como alguien dijo una vez, su Dios siempre ha sido de derechas… y se le nota.

domingo, 8 de abril de 2012

Una Europa insaciable

Desde que el camino de los ciudadanos y el de la economía eligieron direcciones diametralmente opuestas, los efectos de una crisis, que empezó afectando sólo a los que habían tenido algo que ver con cuanto se relacionaba con la construcción, terminó envolviendo al grueso de los habitantes de los países y haciéndolos depender, desgraciadamente, de los dictámenes que exigían los poderosos.
Este viejo continente, que había sido hasta entonces referente de cultura y libertad para los nuevos mundos, se ha ido transformando paulatinamente, en un ente sin materia corpórea, que aprieta las tuercas a los gobernantes de las naciones, con una voracidad insaciable, que condena inevitablemente a las mayorías, a una situación futura de innegable pobreza.
El servilismo asumido por los políticos de todos los Estados, a favor de unas directrices estrechamente ligadas a un sistema capitalista feroz, va separándolos gradualmente de sus electores y deja en una situación puramente agónica a los regimenes democráticos, convirtiéndolos en esclavos de una nueva forma de dictadura, ejercida más bien, por entidades financieras, que por hombres visibles salidos directamente de las urnas.
En nuestro caso, los errores cometidos por el ejecutivo de Zapartero, que abrió puertas hasta entonces cerradas al intrusismo de las clases poderosas, ha dado paso a una connivencia consentida por el partido conservador en el poder, que en lugar de allanar obstáculos que suavicen la desastrosa subida del desempleo, posibilitando la creación de riqueza, ha dado en seguir al pie de la letra las órdenes de las instituciones mercantiles, estableciendo leyes y recortes, que no hacen otra cosa que empeorar la ya dificilísima existencia de los humildes.
No ha bastado con el endiosamiento ofrecido a la élite empresarial, que pone en sus manos el destino de millones de trabajadores y sus familias, sino que ahora se reclama también un cambio de dirección en los pilares mejor asentados de nuestra sociedad, como son la Educación y la Sanidad pública, consolidadas por años de duro trabajo, para el bien del pueblo.
La colonización encubierta que esta maniobra de una Europa insaciable está ejecutando sobre los sistemas políticos de muchos de sus socios, no deja de ser una conquista de innegables beneficios, para aquellos que en una posición de privilegio, detentan ahora las riendas del poder y que han cambiado la beligerancia ejercida por medio de las armas, por una sutilidad sibilina de guerra psicológica, que acaba por anular a los individuos, con su estrategia del miedo.
El empobrecimiento silencioso y tenaz de las sociedades, acabará por traer una sumisión atroz de las masas a la tiranía impuesta desde las altas esferas económicas, que anulará todo atisbo de dignidad vital, en todos y cada uno de nosotros, generando un tipo de humanidad, claramente dominada por una suerte de carceleros ideológicos, directamente dispuestos a rentabilizar sus métodos de persuasión, en favor de una nueva clase emergente, incorpórea y desconocida, que terminará haciéndose con el poder, sin que nadie conozca los límites de su afán expansionista.
Los grupos de ciudadanos que ya han comprendido lo que está ocurriendo, alzando sus voces en contra de una pérdida absoluta de su libertad y sus derechos, son aún, desgraciadamente, pocos, y en muchos casos, incomprendidos por sus propios compañeros de viaje, que esperan todavía una reacción de aquellos a los que otorgaron su confianza, a través de los votos.
Pero ya ha transcurrido demasiado tiempo y las soluciones que se prometieron durante las campañas electorales no acaban de hacerse realidad, ni se contempla una buena disposición en los elegidos, cuando se trata de cuestiones que puedan beneficiar al grueso de la población, aunque esto suponga abandonar el barco de una comunidad europea, asesina de sus congéneres.
La brutalidad de las medidas requeridas por esta Europa insaciable, hace necesario un despertar colectivo que establezca gruesas barreras, para impedir una degradación total del modo de vida de las mayorías y vuelva a colocar en su sitio a los que se han crecido, arropados por los éxitos conseguidos sobre las naciones del continente.
Porque si la totalidad de los trabajadores se niegan a generar beneficios para otros, directamente sacados de la explotación de los individuos, se rompe la cadena de desenfrenada producción que enriquece a unos cuantos, para que el beneficio de su trabajo sea repartido de una manera justa, entre los que la generan con su esfuerzo.
Para ello, habría que empezar por perder el miedo a quedarse en una indigencia, a la que nos están llevando poco a poco, sin nuestro consentimiento, abducidos por la palabrería de unos supuestos representantes, que carecen de la valentía necesaria para poner freno a una situación de extrema injusticia.
No puede ser más urgente la necesidad de una reacción colectiva, ni ha de hacerse esperar, si queremos salvarnos de un naufragio anunciado, que no tardará en llegar, si permitimos esta dominación absolutamente desfavorable para nuestros intereses.
Ya ni siquiera importa quién convoca las manifestaciones, o si los políticos y sindicalistas las encabezan o no. Las convocatorias sobrevienen ahora, espontáneamente de los individuos y han de ser entendidas como una defensa de la supervivencia general, frente a una aniquilación progresiva de su modo de vida.
Habrá que recordar a los poderosos, que nada son sin la colaboración consentida de los pobres y que el capitalismo, a la postre, precisa del trabajo de todos para ser efectivo.

martes, 3 de abril de 2012

Presupuestos suicidas

Amparado en excusas del pasado, el gobierno de Mariano Rajoy anuncia los recortes previstos para el próximo año, pretextando de entrada, que se tratan de medidas muy drásticas, que exigen un nuevo sacrificio a la ciudadanía, si se quieren alcanzar los objetivos exigidos por Europa y evitar una intervención.
Tras la amnistía Fiscal promulgada en días anteriores, un recorte de veintisiete mil quinientos millones de euros, del gasto público, oscila como una espada de Damocles sobre las cabezas de los españoles, que cierran los ojos esperando que caiga sobre su nuca, en el momento que menos se piense.
Llama poderosamente la atención, sin embargo, el mínimo recorte en gastos relacionados con la defensa, en un país en paz, y la persistencia en mantener acuerdos, como el establecido con la Iglesia Católica, en un país constitucionalmente laico, como si las armas y la religión fueran imprescindibles, en un momento de crisis aguda, como éste.
La agresividad de este enorme tijeretazo en partidas relacionadas con el gasto social es tremenda y pone en serio peligro, no solo a unos cuantos colectivos con necesidades muy específicas, como los que precisan acogerse a la Ley de dependencia o a las mujeres víctimas del mal trato, sino a la totalidad del país, haciendo tambalearse lo invertido en Sanidad o Educación públicas, tan imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestra sociedad, y que tan excelentes resultados habían dado hasta ahora, despertando la envidia de naciones mucho más poderosas que la nuestra.
Otra partida claramente perjudicada por los ajustes, es la de los ingresos destinados a la ciencia y a la investigación, en una especie de razonamiento incomprensible, que nos priva de la posibilidad de un crecimiento puntero, en campos de vanguardia como éstos, condenándonos a un más que probable ostracismo, si ahora se pierde el ritmo de modernidad que habíamos adquirido en los últimos tiempos.
Si no importa la formación, y se nos condena a un cambio paulatino de nuestros bien asentados sistemas sanitario y educativo, llevándonos hacia una privatización que representa un paso atrás en el nivel de bienestar de los ciudadanos ¿qué clase de reforma está llevando a cabo Rajoy, y cuál es el fin que persigue, con estas medidas que acogotan, sin compasión, a las clases medias y humildes del país que regenta?
Solo una temeraria teoría parece sostenerse, en este disparate político que protagoniza la clase conservadora, que intenta desesperadamente convencernos de la necesidad de una destrucción de lo que representa nuestra actual forma de vida: una manipulación total de los poderes económicos sobre los seres humanos y una anulación destructiva de cuanto represente una igualdad relativa entre clases sociales y un respeto por los derechos adquiridos, durante duros años de lucha.
La contestación, por ejemplo, al fracaso electoral del PP en Andalucía, no se ha hecho esperar. Ya han recurrido la pretensión de un pacto con las farmacéuticas para abaratar el precio de los medicamentos, y se proponen recortar considerablemente el aporte estatal a esta comunidad, en relación con su número de habitantes.
Y sin embargo, se sigue permitiendo el pluriempleo de los ministros, que conservan una flota de cinco coches oficiales por cabeza, o se trata de echar tierra encima de casos como el Gurtel, estrechamente relacionado con miembros de mucha importancia en las filas del Partido Popular.
El combate que ahora deberán librar los ciudadanos no permite tregua y ha de ser una tarea diaria, salir a la calle a demostrar la indignación que produce esta indefensión inducida, precisamente, por aquellos a los que el voto de las mayorías colocó donde están, encandiladas por una serie de promesas electorales falaces, que han derivado, por ejemplo, en treinta y ocho mil parados más, este mes de Marzo.
Si la solución de la crisis que nos ofrecen, pasa por la degradación y la pobreza, habremos de oponernos con contundencia, a cualquier iniciativa que surja de quienes se colocan, justo al otro lado de nuestros intereses, abandonándonos a una suerte negra, tejida con pulcritud, ya desde Europa, ya desde las altas esferas de nuestro propio país, sin el valor suficiente para atajar la crisis en sus cimientos, es decir, en la banca que la originó hipotecándonos de por vida, en créditos imposibles de devolver, en cuanto se derrumbó la burbuja inmobiliaria.
Si en lugar de restar del gasto social, se exigiera la inmediata devolución del dinero puesto a disposición de los banqueros y el que se ha sustraído en todos y cada uno de los casos de corrupción acaecidos en los últimos años, España no solo no necesitaría ser rescatada, sino que estaría en el camino de poder recuperar el empleo perdido, por la terrible gestión de sus nefastos políticos.





lunes, 2 de abril de 2012

La generación dependiente

La generación mejor preparada de nuestra historia, ve con amargura cómo va transcurriendo su juventud, sin ninguna posibilidad de poner en práctica sus conocimientos, en su propio país, al ser cada vez más altas las tasas de desempleo, que los sitúan, con más de un 50%, a la cabeza de los parados en Europa.
El gran esfuerzo realizado por sus progenitores, que lucharon para que sus hijos pudieran llegar a la Universidad y obtener una formación académica, que acortara las distancias con la de los herederos de las clases pudientes, ha terminado por resultar absolutamente improductivo y condena a salarios de miseria, a los numerosos licenciados y doctores que durante años masificaron las aulas, en lo que constituye un fracaso sin precedentes, para las futuras aspiraciones de esta nación.
El daño que hizo la posibilidad de hacer dinero fácil mientras duró la burbuja inmobiliaria, pone aún en peor situación a los que decidieron abandonar sus estudios para dedicarse a trabajar en la obra, o en cualquiera de los muchos oficios directamente relacionados con ella, dejándolos ahora en una tesitura de difícil resolución, al no estar capacitados, en modo alguno, para ocupar los pocos puestos de trabajo que surgen y mucho menos, para salir al extranjero, donde se les exige una titulación que no tienen, para conseguir un contrato.
El hecho de que más de la mitad de nuestros jóvenes se encuentre sin opciones laborales, forzando a sus progenitores a un esfuerzo adicional para su manutención, cuando han llegado o están al borde del retiro, complica infinitamente el incierto futuro que nos aguarda y propicia un clima de descontento generalizado, casi incompatible con las reformas impuestas por el Gobierno Rajoy, que no auguran, precisamente, un mañana prometedor, ni a los padres ni a los hijos, dada la facilidad que se ha otorgado a los empresarios para el despido y la pobreza de salarios que se prevé, para los empleos de nueva creación.
Si en estos momentos se realizara una encuesta en el país, para averiguar el número exacto de titulados universitarios que se encuentran subempleados, o desempeñando funciones que nada tienen que ver con la profesión que eligieron, la nefasta perspectiva que aparecería ante nuestros ojos, podría quizá dar un enfoque diferente a esta crisis, moviendo a una gran parte de ciudadanos que aún conserva la ingenuidad de pensar que las cosas marchan mucho mejor, de lo que, realmente, se les dice.
Ingenieros, arquitectos, abogados, y toda una suerte de brillantes expedientes académicos, van sobreviviendo como dependientes de grandes superficies o supermercados, con sueldos que no llegan a ser, siquiera, mileuristas, y sin el menor atisbo de encontrar algo que, relacionado con su currículo personal, les coloque en una posición de vida digna, a pesar de haber invertido para intentarlo, un buen montante económico, destinado a ampliar sus conocimientos y toda una vida de sacrificio, propio y familiar, para ser estrellas en cualquier país del mundo, con posibilidades reales de trabajo.
Y aún así, una gran cantidad de ellos parece resignada a su suerte y asume una actitud conformista, claramente propiciada por los que propagan la idea de que estar empleado en estos momentos, es un tesoro por el que estar agradecido.
Pero la realidad, es que infinidad de cerebros locales están siendo desperdiciados en labores ínfimas, cuando podrían estar produciendo riqueza para la Nación, si se aprovecharan las posibilidades reales que cada uno de ellos tendría, colocado en el puesto que corresponde a su nivel intelectual, y no derivado a sectores directamente relacionados con el consumo, con los que nada tienen que ver, ni en nivel, ni en merecimientos.
Si llegan a transcurrir muchos años, sin que se solucione este gravísimo problema, España habrá perdido la mejor oportunidad de su historia de colocarse a la vanguardia mundial de la ciencia, la técnica, y otras áreas punteras para su propio desarrollo y habrá tirado por la borda toda la inversión que los gobiernos anteriores hicieron para conseguir equiparar a nuestros jóvenes, con los de otras naciones más afortunadas, que ya consiguieron un sitio de privilegio en el mundo, siempre alentados por sus compatriotas, y no relegados al silencio.
La iniciativa de los empleos de cuatrocientos euros que propone para los menores de treinta años el ejecutivo del Partido Popular, incide peligrosamente en terminar de enterrar a nuestros universitarios en una vorágine inaceptable de precariedad laboral, que nunca les permitirá aspirar a un futuro digno y deja abierta una puerta que lleva directamente a una situación permanente de dependencia, a esta juventud tan desperdiciada, a la que espera un destino tan triste.
Por ellos, que son parte de todos nosotros y que tienen derecho a desarrollar sus habilidades, del mismo modo en que lo pretendimos tener nosotros, es preciso entender como intolerable, cualquier medida que coarte la posibilidad de un futuro mejor.
Eso, se lo debemos los padres a los hijos y nuestros gobernantes nos lo deben a todos, desde el momento en que dependen de nuestros votos para ocupar el sitio que ocupan, aunque parece que se les ha olvidado quién los colocó donde están y cuál es su primera obligación con el pueblo, es decir, hacer lo mejor para las mayorías, de las que viven.


domingo, 1 de abril de 2012

El perdón de Rajoy

Con urgencia por recuperar el tiempo perdido en las elecciones autonómicas, Mariano Rajoy cumple sus primeros cien días como Presidente de Gobierno, enseñando, al fin, las cartas que durante mucho tiempo ha ocultado, con la esperanza de obtener una buena cantidad de votos de los españoles, que le otorgaran un poder casi absoluto.
Al día siguiente de la huelga general, y ya resignado con los resultados de los comicios, sorprende a los incautos que creyeron en su “apoyo incondicional” a la clase trabajadora, con un Decreto de Amnistía Fiscal, que perdona tácitamente todos los delitos de corrupción cometidos en los últimos años y posibilita a sus autores, y a todos los demás evasores de impuestos, para hacer retornar al país los capitales que ahora se hallan en paraísos fiscales, en condiciones muy ventajosas para ellos y sin que sea revelada su identidad, al resto de los ciudadanos.
Esta maniobra, claramente vejatoria para quienes religiosamente contribuimos con nuestros impuestos al erario público, además de constituir un flagrante agravio comparativo para la mayor parte de nuestra honrada sociedad, apoya descaradamente a los delincuentes de guante blanco, que se atrevieron a estafar al Estado, haciendo desaparecer cuantiosas sumas de dinero, mientras España entraba en la mayor crisis conocida, que hasta ahora sólo han pagado los trabajadores y trabajadoras, sufriendo una merma considerable de nivel adquisitivo y también de derechos fundamentales, que ponen en peligro su supervivencia.
La trama mitinera montada en los periodos electorales, para hacernos creer que la primera preocupación que tenía el Partido Popular era el alto índice de paro que sufríamos, se ve ahora desmontada con esta agresión, que nos afecta de manera directa y que, por el contrario, suma y sigue a favor de los dueños de los capitales, evadidos o no, haciéndolos aún más fuertes, con este perdón de sus delitos.
Suben a la vez artículos fundamentales, como el gas o la luz, mientras la gasolina alcanza el precio más alto de la historia, a consecuencia del apoyo declarado a los países en contra de Irán, y también van al alza los impuestos municipales, al mismo tiempo que se anuncian importantes recortes en materias como la educación o la sanidad, tan directamente ligados a la vida diaria de un sufrido pueblo, que acaba de comprender algo, que los de más edad ya sabíamos: la derecha nunca hace nada por los humildes y menos, estando en el poder.
Este “caritativo” perdón, que podría redimir, por ejemplo, a los implicados en el caso Malaya, en la trama Gúrtel, o incluso al mismo Luís Roldán, si echamos la vista atrás en la historia, ha satisfecho inmediatamente a la clase empresarial, sin que hayan aclarado el motivo de tan efusiva alegría y, evidentemente, habrá resultado de una gran ayuda, para todos aquellos que habiendo delinquido en cuestiones financieras, ven ahora posible gastar el montante de sus operaciones fraudulentas en el país, sin que nadie pregunte de dónde salieron sus fortunas, o qué subterfugios emplearon para ganarlas, sobre todo si en algún momento ocuparon cargos políticos de responsabilidad, que tuvieran que ver con la estafa.
El señor Rajoy, que tanto clamó por la justicia, prometiendo la cadena perpetua a familias desesperadas como la de Marta del Castillo o la de Mari Luz Cortés, empieza ahora su andadura apoyando los delitos fiscales y construyendo un tipo de justicia muy sui generis, totalmente satisfactoria para los dueños de las riquezas, e implacable con los ciudadanos a los que su reforma laboral va a llevar hasta un precipicio, del que será imposible volver.
No se perdonan las deudas adquiridas por los pobres con una banca implacable que los desahucia para adquirir un remanente de viviendas que revender al que pueda pagarlas, ni se reducen las aportaciones de los trabajadores a un fisco demasiado exigente, en los momentos que corren, sino que se aumenta el IRPF , se cierran las líneas de crédito en todo el territorio nacional y hasta se destituye a los inspectores de Hacienda directamente relacionados con los delitos de corrupción, ahondando en una diferencia de clases sociales, desconocida para nosotros, desde hace más de medio siglo.
Visto esto, habrá que suponer que las próximas medidas que se adoptarán habrán de ir, necesariamente, en la misma dirección, y que, probablemente, serán bastante parecidas a las que sus correligionarios nacionalistas ya han aplicado en Cataluña; una forma de copago sanitario encubierto y una reducción drástica en la calidad de la Enseñanza pública, que repercutirá, y mucho, en la educación de nuestros hijos y en la salud de todos nosotros.
Así que lo ocurrido el día veintinueve, tendrá que haber sido el inicio de una serie ininterrumpida de movilizaciones y protestas, que de algún modo den al traste con las pretensiones de un gobierno que, hasta ahora, ni siquiera ha propuesto una sola medida que tenga que ver con la creación de puestos de trabajo y sí muchas que ayudan a despedir impunemente, o a terminar con las prestaciones sociales que nos benefician a todos.
Habrá que volver a salir, antes de que modifiquen la Ley electoral y nos prohíban, por decreto, hasta estar en contra de estos extraños perdones, que no hacen otra cosa que demostrar qué clase de caridad cristiana mueve a nuestro devoto Presidente.