lunes, 31 de mayo de 2010

Con los ojos vendados





En una prensa dividida por las corrientes de opinión, a menudo pienso que la única publicación a todas luces independiente del país es este humilde blog que me empeño en publicar cada mañana. Fieles al color de su ideología, los lectores se inclinan por los periódicos que las abanderan y desdeñan en su totalidad las otras opciones en la seguridad de que son absolutamente opuestas a sus propias tendencias.
Yo no se hasta que punto los periodistas contratados por las editoriales se ven obligados a seguir una línea en los contenidos de sus artículos, pero la impresión que vive desde fuera el observador, es que los uniformes partidistas han terminado por imponerse a la profesionalidad de los que se dedican a perseguir noticias.
Es casi imposible partir de una objetividad completa cuando uno se sienta a escribir y qué duda cabe que existe una influencia de la doctrina de cada cual que se refleja meridianamente en la narración personal de los hechos, pero el principio fundamental del periodista ha de ser primordialmente la búsqueda de la verdad y la constatación de lo que acaece sin atisbo de disfraces que maquillen los asuntos.
En esta andadura que me impongo como una obligación cotidiana y que se ha convertido en un motivo de ilusión pero también en un informe diario de la realidad que me rodea, enseguida he podido descubrir que no es posible estar siempre de acuerdo con una trayectoria determinada.
Indiscutiblemente, sería mucho más fácil contentar a los que coinciden en mi opinión general con soflamas demoledoras contra quienes se encuentran al otro lado de mi espectro ideológico, pero mi dignidad individual e innegociable, me obliga a la necesidad de criticar constructivamente a los que están cerca de mis posturas y también si el caso se diera, ensalzar las propuestas de quienes no coinciden con mi filosofía de la vida.
Debo a los se asoman a diario a mi ventana la honestidad de no caer en la tentación del engaño y la certeza de que mientras me leen estarán siempre inmersos en un mundo en el que no caben ni la insinceridad ni la sumisión a organismos manipuladores de las palabras que salen de mi pluma.
A menudo, ya lo he dicho en reiteradas ocasiones, me gustaría ser más optimista en el panorama con el que me levanto cada mañana, decir que nos espera un futuro mejor y que la confianza en los que me gobiernan me permite seguir con mi rutina en la seguridad de que son un ejemplo de decoro profesional y limpieza de miras pero sería incorrecto por mi parte maquillar la verdad creando falsas expectativas en quienes acceden a estas letras.
Esta lección tan sencilla de retener para quien apenas acaba de empezar en estos menesteres de la información, parece haber quedado relegada a un pasado en el que todavía el poder de la prensa radicaba fundamentalmente en contrastar la investigación para llevarla hasta los usuarios sin una pizca de manipulación o intrusismo.
Y es por eso que hoy quiero reivindicar que se puede y apelar a la conciencia de quien llega a las masas a través de un periódico de tirada nacional influyendo con sus comentarios en el ánimo de los que de buena fe, confían en la autenticidad de lo que escriben. El periodista ha de ir con los ojos vendados sin atender a las tentaciones que el camino le ofrece. Acaso algunos debieran tomarse un momento para pensar cuanta importancia tienen unas letras impresas en la dirección de la vida de los otros y dirigir su esfuerzo a conseguir que lo que publican en los medios pueda ser considerado al menos, un canto a la libertad de expresión y un modelo de imparcialidad en el relato.


domingo, 30 de mayo de 2010

In extremis





No acaban de ponerse de acuerdo loa agentes sociales `para llevar a cabo la tan cacareada reforma laboral que nos anuncian como imprescindible para remontar la crisis.
Los magnates del capitalismo nunca podrían adoptar una postura de conformidad con los logros de las clases trabajadoras y ahora que han conseguido hipotecar a los Estados, ahogan a los dirigentes con exigencias que vuelvan a llevar las aguas a un cauce del que, a su juicio, nunca debieron salir.
La lucha continuada de los asalariados y lo que con ella se ha conseguido a lo largo del tiempo, claramente no reportaba ya los beneficios millonarios con que acostumbraban a cerrar su gestión y con la vista puesta en la rentabilidad de los mercados asiáticos, la salida no era otra que la de provocar un caos financiero del que obtener a todas luces , una sumisión urgente que iguale los horarios laborales y los sueldos con aquellos aportando un crecimiento escandaloso de las divisas de los que tienen el poder. El desgarrador crecimiento del paro y las carencias en las necesidades más primarias, han ido minando a la sociedad hasta el punto de convertir en una prioridad absoluta la consecución de un puesto de trabajo, al precio que sea.
La Reforma laboral desde luego, no es realmente una cuestión de urgencia para los obreros. No puede serlo desde el momento que se instruye desde el recorte de nuestros derechos y nos obliga a replantear nuestro itinerario dentro de unas nuevas premisas que exigen trabajar más por menos o a padecer una inestabilidad en un empleo del que resultará mucho más fácil despedirnos. La reforma es urgente para empequeñecer las deudas creadas por nuestros políticos ahora convertidos en marionetas del capital y para los socios fundadores de un sistema globalizado cuya ambición no se satisface suficientemente.
Debemos saber que la oratoria decadente de quienes nos representan está muy lejos de reflejar una realidad que nos incumbe plenamente y nos aleja de un futuro prometedor en el que desenvolvernos con plena autonomía material para lanzarnos de bruces a un laberinto donde seremos dominados hasta donde los señores del dinero quieran permitir.
No nos cuentan los líderes sindicales cuales son las pretensiones que ponen encima de la mesa de negociación el resto de los participantes. No someten a plebiscito qué cuestiones podrían ser aceptadas y cuales son inadmisibles para el bienestar general como si temieran que la respuesta pudiera ser de una rotundidad incontestable.
Pero la marcha de las negociaciones ha de ser de una transparencia absoluta ya que las clases populares somos en realidad los verdaderos afectados por las decisiones tomadas y los únicos sufridores de pérdidas que probablemente, jamás podremos volver a recuperar.
Nuestra mayor preocupación ahora, es a quien exigir responsabilidades en este despropósito que nos conduce irremediablemente a una existencia desesperanzadora y que nos muestra un mañana bastante tenebroso para nuestros hijos. Alguien tendrá que cargar con el peso de tantas concesiones y enmendar en la medida de lo posible, la dirección en la que el mundo habrá de moverse para llegar a ser justo y equilibrado con aquellos que lo habitan.
Sería un suicidio permitir una manipulación orquestada sobre nuestras conciencias, condescender a nuestra desintegración sin plantar cara o alzar la voz frente a quienes usurpan nuestras funciones en beneficio propio sin demostrar siquiera un mínimo interés en el sufrimiento de las masas.
No hay otro modo más que apelar a la unidad para dar una contestación decisiva a quienes nos obligan a renunciar al porvenir, ya sea en una mesa de negociación o por decreto. Empecemos a desterrar el recuerdo de un pasado en el que una vez fuimos aparentemente felices y mirémonos ahora desmembrados por la insolidaridad de los que aspiran a poseernos en su totalidad.
Si callamos, nada podremos exigir cuando lo peor sea irremediable y habremos de soportar de por vida, la vergüenza de haber sido cobardes una vez.

jueves, 27 de mayo de 2010

En mis zapatos

Para entender al que tenemos enfrente no existe una lección mas esclarecedora que la de ponerse en su lugar. Hay posiciones que quedan tan lejos de una comprensión por nuestra parte, que sólo calzar los zapatos del otro y situarnos en su lado de la historia puede llegar a convencernos de lo que haríamos en su situación.
Esta debiera ser una práctica habitual obligatoria al menos una vez en nuestras vidas, pues contribuiría notablemente al destierro de la intolerancia y a la humanización de los radicalismos exagerados que conducen a una falta total de entendimiento.
Así, cuando nuestros políticos repiten hasta la saciedad que comprenden la posición de funcionarios y jubilados ante las últimas medidas adoptadas por el gobierno, su afirmación resulta por lo menos, incompleta y faltan datos que prueben que ese entendimiento pudiera siquiera acercarse a ser auténtico.
Adopten sus señorías la personalidad de los afectados: Abandonen por unos días el Congreso y trasládense durante un solo mes, por ejemplo, a la conserjería de un Instituto de barrio, cambien sus coches oficiales por un utilitario de segunda mano, soporten los atascos mañaneros hasta llegar a su lugar de trabajo ,dejen sus chalets de la Moraleja y acomódense en un piso de protección oficial de setenta metros en un barrio de la periferia, reciban en su nómina la magnífica cantidad de mil euros y empiecen a organizar el pago de los recibos de la hipoteca, la luz, el agua, el teléfono y los impuestos de circulación y la contribución urbana: distribuyan el sobrante en hacer una compra en un centro comercial donde los precios fluctúan de acuerdo a mercado, cambien los viajes al extranjero por una semana en un apartamento compartido en la playa más cercana o, como mucho, en la casa del pueblo y en vez de acudir a las cenas del palacio real, las inauguraciones de los locales de moda y a cualquier otro evento de la categoría de sus señorías, tómense una mala cerveza en el bar de la esquina sin poderse siquiera permitir una tapa de tortilla, porque los mil euros hace tiempo que se acabaron y ya empiezan a acumular deudas para el mes que viene. Además, han de prescindir de las tiendas de lujo para adquirir la ropa que llevan (la pague quien la pague) y aficionarse a los mercadillos de la zona para poder vestir de una manera decente, reducir la paga de sus hijos cuando salen a la calle, apuntarlos a los colegios públicos y olvidarse de los estudios en Estados Unidos o los master de perfeccionamiento para que su educación llegue a ser completa. Prescindan del Club de tenis, el palco del Bernabeu o las entradas del rally de Montecarlo porque lo más cerca que estarán del deporte será el sillón de su casa o el Polideportivo municipal.
Si se ponen enfermos, su sueldo no dará para mantener el gasto que supone una compañía privada y sus muy ilustres posaderas habrán de soportar estoicamente las nueve horas en las urgencias de los hospitales públicos, su dolencia no podrá ser inmediatamente operada y entrarán a formar parte de una lista de espera en la que no es extraño acabar muerto y, por si fuera poco, tendrán que ir a trabajar todos los días sin los periodos vacacionales a que se acostumbraron cuando ingresaron en la política y el único regalo que recibirán será una agenda de plástico malo que les repartirán en navidad como deferencia a los servicios prestados y para que no olvide el calendario laboral.
Y ahora, encuéntrense con que quien ocupó su lugar en este trueque, les sorprende anunciándoles que a los mil euros que tanto estiró para cubrir sus necesidades vitales, se les recortan un cinco por ciento por decreto, que debe ponerse manos a la obra para ver de qué modo es capaz de hacer lo mismo con menos dinero y autoconvénzase de que es culpable de la crisis y que encima, ha de prestar dinero a la banca,
Y cuando experimenten todo esto, podrán decir con toda propiedad que nos comprenden y nosotros, cuando hayamos sufrido en carne propia todos los privilegios que las ajetreadas vidas de sus señorías tienen, seguramente entenderemos también. Y no querremos volver jamás al estado inicial en que nos encontrábamos ni conservar el recuerdo de las experiencias pasadas cuando en vez de ustedes, éramos nosotros.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Saber dónde mirar




El grado de crispación de un país es el caldo de cultivo ideal para confundir la mirada de quienes los habitan. Los pueblos son cómodos por naturaleza y necesitan la figura del líder como representante de su voz y de sus esperanzas.
La necesidad de ser gobernado se acentúa en los tiempos difíciles y es propensa a la manipulación ideológica por parte de quienes ansían el poder por encima de todas las cosas.
Es lícito delegar responsabilidades por medio de las urnas y desear la pronta resolución de los problemas depositando en los políticos nuestra confianza, pero habría que estar preparado ante los encantadores de serpientes que se ofrecen a la salvación de las masas y de cuyos antecesores nos quedó tan ingrato recuerdo.
Es fácil encabezar un movimiento aglutinador e ilusionante que reúna a los se3gidores mas desfavorecidos alrededor de un liderazgo. No hay más que ahondar una y otra vez en un recordatorio sistemático de las carencias sin permitir a los individuos que olviden su malestar , insinuando que la única salida posible estaría en el camino que le ofrecen determinadas manos. También es fácil excluir a quienes desde el principio demuestran una clara oposición, sólo hay que inventar una excusa y provocar desde la sombra una psicosis que aconseje su desaparición de la escena para que el bienestar colectivo pueda ser alcanzado. Se ha de acompañar esto con un discurso enardecedor capaz de alterar las conciencias y hacer que se unan bajo la protección indispensable de quien capitanea el movimiento…y habremos creado un fascismo.
La única medicina contra esta enfermedad de nuestro tiempo sería una consideración de los hechos mucho más coherente. La huída hacia adelante del hombre moderno habría de pasar forzosamente por una mirada individual y razonada de la situación en la que se encuentra y una participación colectiva en el esfuerzo de la reconstrucción de un mundo en el que quepamos todos.
Por ello es necesario saber dónde mirar y aplicar desde la libertad de elección los mecanismos que preserven los principios de los individuos, sen cuales fueren sus tendencias ideológicas y su criterio.
Perder la dignidad permitiendo la alienación de los pueblos es un peligro que debemos evitar significando con nuestra actitud ante la vida que nuestra prioridad es la de conservar nuestro propio pensamiento.
Obligatoriamente, habremos de estar alerta porque probablemente los Mesías llegarán ejercitando su mágica persuasión para arrastrarnos hacia un camino que no tendrá vuelta atrás y no podremos asombrarnos si después creamos una historia que nos avergonzará para siempre.


martes, 25 de mayo de 2010

Banqueros con sotana





La intervención del Banco de España en Caja Sur plantea una disyuntiva difícil de superar para quienes miramos desde fuera la sin razón que provoca esta crisis y los acontecimientos que se suceden aceleradamente ante nuestras miradas atónitas de neófitos en estas materias.
Uno tiene la errónea idea de que las religiones proceden siempre de doctrinas que procuran primordialmente, un bien para el ser humano y que el sacerdocio ha de partir de una ejemplificación transparente de los dogmas que una fe determinada conlleva. La lectura de los llamados libros sagrados para los practicantes, habrían de suponer una ejecución estricta de los principios fundamentales de esa religión que reclamara explicaciones a aquellos que se apartaran del camino incurriendo en lo que ellos llaman pecado.
Roza el escándalo el hecho trascendental de que la religión católica y por ende sus representantes directos, sean dueños de una Banca. Si no recuerdo mal, su ideario ha de estar sin discusión, al lado de los pobres y su más fiel representante, Jesucristo, se despojó de todos sus bienes materiales para dedicarse al predicamento de su fe desdeñando a los mercaderes e incluso expulsándolos de los templos.
Por el contrario, las altas jerarquías eclesiásticas que han encabezado la dirección de Caja Sur, se han negado sistemáticamente a una fusión beneficiosa para la conservación de los puestos de trabajo de los empleados de esta entidad y han preferido la intervención del Estado con tal de no renunciar a los rendimientos que a título personal, les reportaba su itinerario curricular al frente del organismo.
Curiosamente, en esta época convulsa que sacude a Europa tambaleando los cimientos de sus estructuras económicas en una lucha feroz y despiadada contra los derechos laborales y el bienestar de la sociedad, nadie ha mencionado en ningún momento que haya el menor atisbo de crisis en los Estados Vaticanos, a pesar de ser uno de los más pequeños del mundo.
Esta paradoja hiere la susceptibilidad incluso de los creyentes más recalcitrantes poniendo en tela de juicio la totalidad de un ideario que entra en clara contradicción con las prácticas diarias de sus dirigentes y lleva a una reflexión humanamente lógica sobre la autenticidad de los pilares en que esta religión se asienta y qué es lo verdaderamente importante de su fondo y su historia.
La sensatez indicaría la necesidad perentoria de que quienes todo lo tienen organizaran un plan urgente de ayuda para satisfacer las necesidades de los menesterosos como mandan los cánones, pero la respuesta de estos religiosos metidos a banqueros y comerciantes es el más absoluto silencio.
Obligatoriamente, su credibilidad ya bastante debilitada por los casos de pederastia, el machismo exacerbado y su intolerancia hacia grupos de homosexuales e incluso simplemente laicos, su ingerencia continuada en los asuntos de Estado y su apoyo incondicional a las clases poderosas , incurre gravemente en una degeneración intolerable para las personas de bien, que no hacen otra cosa que preguntarse con qué autoridad moral se atreven aún a exigir ayuda monetaria de los ciudadanos si no es para otra cosa que la de mantener un modo de vida exuberante al que no quieren renunciar, simplemente.
Los países europeos debieran exigir una explicación transparente de los devaneos del Vaticano con la economía y desde luego, retirar de inmediato cualquier tipo de acuerdo que beneficie su acumulación de riquezas y la usura que demuestran sus accionistas más relevantes.
No me extraña que su única carencia se base en un decrecimiento de las vocaciones religiosas ya que su ejemplo no puede ser más descorazonador para quienes albergaran una mínima dosis de fe y que se ven ahora abandonados en el abismo de las terribles tinieblas de un materialismo feroz totalmente alejado de la misericordia o el amor hacia el prójimo.





lunes, 24 de mayo de 2010

Dobles vertientes





Desearía tener la oportunidad de sentarme una mañana ante el papel y poder escribir una buena noticia, huir de la oscuridad que nos envuelve y asomar la cabeza a un mundo distinto más acorde con la justicia social que no se viera empañado por la infelicidad de los hombres.
Al principio pensé que la creación de la célula artificial que nos anunciaba la prensa la semana pasada representaba un punto de esperanza para la curación de enfermedades tanto físicas como medioambientales y que su hallazgo podría tal vez ser uno de los más importantes conseguidos en un laboratorio.
Debo sin embargo adolecer de un mecanismo oculto que me alerta de la doble vertiente de las cosas y de un sentido estricto de la ética que me mueve inconscientemente a reconsiderarlo todo pidiendo una segunda lectura que lleve más allá de la simple noticia.
Quizá se trate de una desconfianza inducida por la visión terrorífica de lo que nos rodea y de cómo los intereses creados son capaces de obrar transformaciones aberrantes de sucesos de los que en principio, no cabría esperarse ningún mal. O probablemente, el reflejo de pasadas experiencias irremediablemente augura nubarrones de tormenta sobre las mansas aguas de todas nuestras alegrías inmiscuyendo las doctrinas económicas en cualquier paso adelante que demos, arrastrando nuestros avances hacia terrenos pantanosos.
Hasta los propios autores del descubrimiento reclaman medidas urgentes que regulen la ética de su evolución para que no sea mal empleado en terrenos de inminente peligro. Ya han demostrado su interés las Industrias petroleras y aunque se omite, estoy segura que también las de armamento, cuyos escabrosos fines no conoceremos jamás.
Contemplando la presunción de inocencia, es de suponer que los creadores de la nueva célula, no abrigarán otra esperanza que la de no hacer mal a nadie, pero sin capital no hay investigación y la falta de colaboración en el proyecto podría terminar relegándolo al ostracismo u obligando a sus progenitores a rendirse al soborno de las empresas si su deseo es el de seguir trabajando.
Es por eso, que mi primera impresión de alegría, de pensamiento positivo y ánimo enfervorizado hacia lo que sería a todas luces una buena noticia, pronto se torna en suspicacia relativamente bien fundada y se nubla el horizonte mientras vaticino un futuro incierto a las consecuencias de este hallazgo.
Ojala y la duda ofendiera y las mías no fueran más que elucubraciones de quien anda escarmentado del mundo en el que vive, pero mucho me temo que la esencia de las buenas noticias son y serán un simple referente de lo que pudo ser si el ser humano no anduviera más que en la dirección que le marca el camino de su propia ambición.

domingo, 23 de mayo de 2010

Lo que en el fondo importa





Haciendo uso de un derecho constitucional reconocido, los Sindicatos convocaron el pasado día veinte concentraciones de funcionarios por todo el país. Este fue el primero de los eventos previstos para demostrar la disconformidad de los trabajadores de la función pública con el decretazo que les priva de parte de su salario justamente ganado y que puede convertirse en una medida exportable a otros ámbitos de la sociedad como remedio a una crisis que otros mucho más poderosos provocaron.
Dada la gravedad de estos acontecimientos, era de esperar una participación masiva en estas convocatorias para tratar de contrarrestar el atropello por imposición a que se somete a un colectivo numeroso de personas que teóricamente, deben sentir que su modus vivendi se devalúa llevándoles a ajustar el presupuesto en algunos casos, de manera insostenible.
Pero quizá son otras cosas las que en el fondo importan y me remitiré al caso de Sevilla, como ejemplo de lo que realmente puede dar de sí la participación ciudadana y en consecuencia, lo que se puede adivinar que pasará en días venideros, como en el paro convocado para el ocho de Junio. Siendo esta ciudad una de las cuatro más importantes de España, el número de trabajadores afectados por las medidas del gobierno es tan amplio como para suponer que su contest5ación habría de ser multitudinaria y escandalosa.
Sin embargo, los organizadores cifraron el número de participantes en apenas dos mil. Mientras, y para que sirva como ejemplo vergonzante a quien pueda leer estas líneas, cien mil personas acudían a la ¨gloriosa¨ llegada del la copa de fútbol del Rey ganada el día anterior por un equipo de la ciudad.
¿Qué se puede esperar de quien antepone una memez semejante al logro de sus propios derechos y hace como si le fuera la vida en un evento económico-deportivo mientras su dignidad salarial es pisoteada desde arriba con toda impunidad?
Esperar que otros nos defiendan abandonando a su suerte a los compañeros comprometidos para después beneficiarse de lo conseguido en condiciones de igualdad es un acto de cobardía y desconsideración inaceptable.
Quizás quienes prefirieron hacer el ridículo llorando por las calles de la ciudad detrás de unos cuantos jugadores que multiplican por mucho sus ingresos con respecto a los de la clase trabajadora, no tienen más que lo que en el fondo merecen y no son dignos de que ningún organismo, ni compañero, ni persona de bien, les incluya en una causa por la que no demuestran sentir ni siquiera incomodidad o tristeza.
Y espero equivocarme al afirmar, que seguramente en sus lugares de trabajo han sido y serán los primeros en poner el grito en el cielo quejándose del decreto y vociferando lo que habría que hacer, siempre comprometiendo a otros en lo que es su lucha y sentándose a esperar la solución del problema servida en bandeja de plata.
Yo reniego de estos energúmenos y me avergüenzo de que pertenezcan a una clase obrera limpia y luchadora de la que debieran ser excluidos para no ser aceptados jamás.






jueves, 20 de mayo de 2010

Los conflictos creados




Se suele tachar de utópicos a los que abogan por la desaparición de los ejércitos pensando que esta opinión proviene siempre de una juventud antisistema empeñada en boicotear con bastante sonoridad los actos oficiales de los gobiernos.
Sería muy largo explicar en profundidad de dónde nace la oposición al militarismo pero muchos de nosotros hemos radicalizado esta postura con el paso del tiempo y a medida que avanzamos en experiencia, nos asentamos en una visión del mundo que puede prescindir de la parafernalia del armamento y de aquellos que lo manejan.
Basta echar una mirada al panorama de los conflictos para convencerse de que siempre empeoran con la intervención de los ejércitos y que meras escaramuzas de ámbito local que podrían ser resueltas con el diálogo o la diplomacia, tiñen de sangre las calles de las ciudades en cuanto entran en juego los carros blindados y aún las armas más rudimentarias.
El ejemplo de Bangkok se asoma a nuestras ventanas demostrando una vez más esta teoría. Las tropas cargan sobre una población civil fundamentalmente de origen campesino cuyas barricadas formadas por neumáticos son derribadas por los tanques sin consideración hacia la vida de ancianos o niños inermes.
No se qué tipo de paranoia invade la mente humana cuando nos dan una herramienta capaz de matar. Quizá se nos dispara un resorte de ambición de poder y perdemos toda perspectiva de raciocinio para asentarnos en una postura de fuerza. Esta demencia nos convierte en psicópatas despiadados sin un atisbo de conmiseración hacia los débiles y nos transporta a una vorágine de violencia de la que ya no somos capaces de salir.
El peligro de caer en esta perversa obsesión es inminente cuando los gobiernos nos otorgan un mecanismo de legalidad vigente para llevar a cabo estas acciones y nos proporcionan los más sofisticados instrumentos para aplicar la represión. Si todo esto se alimenta con la arenga de un desmesurado patriotismo, el resultado acaba siendo un cóctel explosivo de hombría mal entendida que termina por transformarnos en pequeños tiranos sin consideración para con nuestros congéneres.
Pero detrás de esta descripción simplista se esconde uno de los más grandes negocios del mundo y la industria armamentista se ve a diario obligada a organizar conflictos para asegurar su beneficiosa subsistencia obviando que el objetivo de su rentabilidad son las vidas de los seres humanos de todo el planeta. No interesa cerrar las academias militares ni firmar pactos por el desarme universal, sino manipular a las masas a través del miedo alentando la idea de que los enemigos son cada vez mayores y más peligrosos. Fomentar el terror se ha convertido en un juego macabro pero eficaz en las declaraciones periódicas de las más absurdas guerras.
Podríamos deducir que en el fondo lo que subyace es un miedo cerval de unas naciones hacia otras y una tensa espera de que se produzca un ataque en cualquier momento.
Sin embargo, el tímido nacimiento de los movimientos antimilitaristas ponen un rayo de esperanza en este túnel de sin razón y una gran parte de la juventud se conciencia de la inutilidad de las acciones armadas ejercitando su libre derecho a no participar de esta farsa. No son buenos los recuerdos que dejan a su paso los ejércitos. Nos hace falta la inversión empleada en los ministerios de defensa. Los ciudadanos somos mayoritariamente pacíficos y acaso la utopía de la desaparición de todas las tropas está cerca.


miércoles, 19 de mayo de 2010

Barrer puertas adentro





Hablando de austeridad, aplicar fórmulas supuestamente magistrales sobre un sector de la población para resolver la grave crisis que nos ocupa representa un tímido ahorro claramente insuficiente. Debe ser gratificante colocarse medallas ante los mandatarios europeos mientras se lamentan las circunstancias que le obligan a uno a poner en práctica una política descarnada que resquebraja la estabilidad de muchas familias e intentar hacer creíble que ésa es la panacea contra los males que nos azotan.
Como se ha demostrado por los hechos acaecidos durante los últimos años, existe sin embargo un terreno resbaladizo en el que nadie se atreve a fiscalizar y que representa un agujero permanente de fuga de capitales y corrupción a todos los niveles: los Ayuntamientos.
Me permitiré sugerir al señor Presidente que emplee el montante descontado de los sueldos de los funcionarios en abrir investigaciones exhaustivas en estos cotos cerrados de manipulación y despilfarro , en la certeza de que encontrará una manera mucho más rápida y tangible de acabar con sus necesidades económicas e incluso me atrevería a asegurar que al final podría disponer de fondos sobrantes para la creación de empleo.
Ya resulta vergonzoso que los alcaldes elegidos por los ciudadanos cobren sueldos que oscilan entre los 79.000 y los 43.000 euros en los tiempos que corren, sobre todo cuando a menudo su gestión al frente de las corporaciones resultan claramente infructuosas a juzgar por las deudas millonarias que acumulan los Ayuntamientos a lo largo y ancho del país.
El destino del cobro de impuestos, de las subvenciones recibidas y de los múltiples ingresos de los Consistorios es siempre para los ciudadanos un enigma, pero el no estar afectados de ceguera nos lleva a diario a la contemplación de obras que se hacen y deshacen una y otra vez, inversiones millonarias en ornamentos colosales absolutamente innecesarios e incluso el incumplimiento de sus funciones por parte de empleados que utilizan su horario laboral en acciones privadas sin que nadie les vigile. Por no hablar de las deficiencias en acudir a las llamadas de los ciudadanos cuando se trata de una queja o desperfecto que requiera una rápida intervención para la solución de un problema urgente.
Por otra parte, estamos tan acostumbrados a convivir con los escándalos de corrupción que ya casi no resulta novedoso lo que debiera escandalizarnos e indignarnos hasta hacernos enfurecer. Y sin embargo, ese dinero con el que se enriquecen los corruptos es aportado por nosotros con máximo esfuerzo y casi nunca es ni siquiera recuperado en los casos en los que la justicia ha llegado a intervenir.
Poner freno a estas barbaridades que atentan contra la médula social de un estado es obligación de los gobiernos que realmente, debieran afrontar estos hechos con una contundencia feroz encargando auditorias mucho más asiduas y esclareciendo ante los contribuyentes hasta el último punto de estos agujeros negros de evasión de capitales cuyo destino nadie conoce.
No es ya cuestión de partidos políticos. El ciudadano tiene la percepción de que las corruptelas igualan a las ideologías y da por sentado la deshonestidad de sus representantes e incluso envidia íntimamente su suerte. Tristemente, la realidad no hace otra cosa que darles una y otra vez la razón.
Así que esta sugerencia que hago al gobierno de meter el dedo en esta herida que supura permanentemente y no cicatriza, no es más que la voz de la calle plasmada en estas letras.
Señor Presidente: hay que empezar por barrer la propia casa, desinfectarla y airearla, despedir a los empleados ladrones y eliminar estipendios innecesarios si queremos que la economía familiar funcione. Ya verá como a final de mes hasta puede ahorrar unas perrillas.

martes, 18 de mayo de 2010

La verdad de la leyenda

No hay cosa peor en el mundo que convertirse en objetivo de las iras ajenas. Las leyendas negras suelen ser fáciles de crear y se expanden a golpe de rumor creciendo de una manera vertiginosa. Después resulta casi imposible demostrar la inocencia y si el monstruo es lo suficientemente grande, matarlo puede ser una utopía inalcanzable de por vida.
La fama adquirida `por los funcionarios de este país es sin duda, una de esas leyendas, la envidia y el objeto de deseo de los ciudadanos de a pie que los contemplan como posesores de un puesto de trabajo vitalicio sin muchas complicaciones, con un horario cómodo, vacaciones interminables y en general, con un carácter terrorífico en el trato con los demás a pesar de cobrar de ellos.
Es por eso, que tras conocerse las últimas medidas adoptadas por el gobierno, una inmensa mayoría de las personas encuestadas, han mostrado una clara satisfacción con la medida de la reducción de salarios para el personal de los organismos públicos y en cambio se han dolido de la congelación de las pensiones o la retirada del cheque bebé.
Pero la realidad del funcionario empieza con una serie de años dedicados rigurosamente al estudio en espera de acudir a un examen multitudinario y casi siempre durísimo en el que habrá de competir a muerte para conseguir una plaza. Detrás suele estar el sacrificio de toda una familia puesta a disposición del opositor a tiempo completo y un desembolso económico alto para conseguir la preparación que las pruebas exigen.
Alimentar la idea de que el funcionariado español es por naturaleza negligente supone un claro atentado contra la profesionalidad y el buen hacer de miles de profesores, médicos, científicos y personas de buena voluntad que ponen a diario su buen criterio y su saber estar al servicio de los demás ciudadanos. Juzgar al todo por el comportamiento de una minoría es injusto e incluso incoherente.
Esa vida maravillosa que muchos imaginan detrás de estos trabajadores, pasa a menudo por penalidades desconocidas para la mayoría, como tener que desenvolverse en condiciones de precariedad en el ámbito laboral o residir durante años lejos de su ciudad de origen sin que los sueldos se correspondan para nada con las funciones que realizan.
Sin embargo, es bastante común justificar las tropelías del gobierno de turno aduciendo la estabilidad en el empleo como si llegar a ocupar las plazas que desempeñan fuera un regalo llovido del cielo conseguido por arte de magia o por intervención divina.
Muy al contrario, la rebaja de estos salarios es la punta del iceberg que abre la puerta a las anunciadas reformas laborales que se avecinan y la aquiescencia que se demuestra ante este hecho, no hace otra cosa que dar facilidades a los gobernantes para decidir en un futuro próximo otras medidas de igual o mayor rigidez que podrían afectar al grueso de la población. Los funcionarios de este país no son una clase privilegiada a parte que se ha convertido de repente en objetivo de unos dirigentes justicieros, son el comienzo de una campaña desfavorecedora para los intereses de las clases obreras y un claro atentado claramente anticonstitucional para los derechos adquiridos de un grupo de iguales.
Prestar oídos a la palabrería que justifica un atentado de tamaña categoría es tirar piedras contra el propio tejado y querer comparar el nivel de vida de quienes no poseen más que el fruto del sudor con las grandes fortunas de los especuladores invasores de impuestos que por cierto, escapan indemnes a cualquier tipo de reforma o exigencia.
Es por esto que ha llegado el momento de desprendernos de sambenitos pasados de moda que equiparan la situación actual con los puestos concedidos en pago a la sumisión durante la dictadura franquista y salir a la calle en apoyo de los compañeros que han tenido la desgracia de ser los primeros en esta sin razón que les priva de lo que les corresponde a golpe de decreto.
La exigencia debe ir en otra dirección: que se haga cargo de la crisis quien la provocó y no fueron los funcionarios ni nosotros.

lunes, 17 de mayo de 2010

Permítanme un inciso






La observación de lo que nos rodea puede llegar a ser un ejercicio de sana reflexión para aquellos que mostramos un mínimo interés por ser portadores de noticias. A veces no se trata tanto de contar hechos concretos, sino de relatar una sucesión de acontecimientos que aparentemente, nada tienen que ver entre si pero que sin embargo, por mera intuición uno coloca en un mismo hábitat dentro de su cabeza.
Es como si una suerte de azares confluyera a la vez en lugares distintos produciendo una reacción en cadena que se presenta ante nosotros como una historia completa. Permítanme un inciso en mi columna diaria para ilustrar el ejemplo.
Hoy me he bajado de la cama viendo el rostro abatido del presidente Zapatero, en quién tantas esperanzas pusimos después de aquel cuatro de Marzo. Es ahora la suya una imagen de absoluta desolación, el espectro macabro de un hundimiento asumido que se debate en los últimos estertores de agonía antes de afrontar una tragedia irremediable, un reflejo esperpéntico de la soledad que debe experimentar quien se traiciona a sí mismo.
Mientras, el vertido de la plataforma Deepwater Horizon avanza imparable destrozando cuanta vida marina le rodea sin que los grandes potentados del petróleo sean capaces de ofrecer una solución a tan espantosa tragedia dado que emplean su capital en nuevas prospecciones y nuevas tecnologías que incrementen sus beneficios. La tristeza del rostro de la madre tierra ennegrecida por la vileza de estos canallas, no ha lugar a comentarios, habla por sí misma.
Crece la inestabilidad extrema en las calles de Bangkok como prueba evidente de la dificultad que constituye para los ciudadanos prescindir de un gobierno y del aislamiento a que son sometidos los pueblos sin importar el coste en vidas humanas que suponga el mantenimiento del poder.
Otro tipo de individualidad mucho más cercano al narcisismo ha poseído al dueño de los trajes más comentados de la historia que no siente rubor en alardear de haber defenestrado al ministro Bermejo y al juez Garzón mientras esboza una espléndida sonrisa. Es el suyo el rostro del ganador y no oculta su satisfacción por serlo.
Los americanos persisten en su empeño de hacer frente al terrorismo y continúan desactivando coches bomba al mismo tiempo que hacen lo posible por que el dólar recupere su hegemonía sobre el euro, sabe Dios a costa de cuantas conspiraciones encubiertas.
Y todo esto, que teóricamente serían columnas distintas de las páginas de cualquier periódico, íntimamente parece interrelacionarse constituyendo una velada forma de exterminio de todo un modo de vida y nos hace (a mi, al menos,) considerar la posibilidad de que la inestabilidad está invadiendo nuestros espacios con el ánimo de arrastrarnos a una suerte incierta. Ganar, perder, mucho depende de quién calibre la balanza, de quién mueva los hilos de la marioneta, de quién lleve las riendas de nuestro mundo.
También el grueso de la población está solo. Mucho más que sus dirigentes y sobre todo, sin poder ser partícipe de su propio destino. Asistimos a la voladura de los cimientos de un modelo de sociedad sin ser conscientes de que el enemigo se sienta en nuestra mesa. Y lo que es peor, estamos tan acostumbrados a la mansedumbre, que casi no recordamos cómo levantar la cabeza.
Acaso si pasáramos de la mera observación a una implicación paulatina en los problemas comunes, estas páginas desordenadas de un mismo periódico cobraran por fin un sentido único y fuéramos capaces de abrir un camino entre tanta maleza. Sería el triunfo de la mente sobre la fuerza bruta.




domingo, 16 de mayo de 2010

Jueces del ayer




La sospechosa unanimidad con que se produce la defenestración del juez Garzón quiebra del todo la confianza de los ciudadanos en la justicia. Otra vez la voz de la calle se encuentra frontalmente con el muro de incomprensión de un poder que supuestamente la representa. No se tiene en cuenta la opinión que internacionalmente avala la trayectoria del juez ni el clamor los familiares de las víctimas del franquismo. Prima el corporativismo frente a lo que erróneamente se consideran injerencias en su deliberaciones y se obvia la raíz del problema o simplemente, no interesa llegar a ella.
Todos sabemos que la caída del magistrado conlleva el efecto primordial de parar el caso Gurtel y a la vez en cierto modo, cierra todas las puertas a la esperanza de recuperar los cadáveres que permanecen enterrados en las cunetas desde los tiempos de la dictadura. Lo primero, nos niega la oportunidad de llegar a conocer los entresijos de una trama de corrupción de probables efectos nefastos para el Partido Popular y lo segundo nos arrebata de nuevo la posibilidad de conocer la verdad de nuestra propia historia impidiendo que las heridas cicatricen en todos aquellos que nunca recibieron justicia.
Privar a un país de su derecho a lo uno y a lo otro constituye o debería constituir un delito contra la rectitud que atenta contra los principios democráticos alterando la paz de las conciencias. Castigar a un hombre por su honradez o por su empeño denodado en el descubrimiento de la verdad va contra cualquier norma en un estado de derecho.
Poco pueden hacer los ciudadanos ante el endiosamiento de los poderes jurídicos y desde luego, nada nos está permitido en contra de su fallo inapelable pero aún es lícita la libertad de expresión para poder al menos, posicionarnos ante las barbaridades cometidas en nombre de la justicia.
Se han desoído los consejos de grandes hombres de la judicatura a los que se ha tildado poco menos que de terroristas de estado, se han obviado los múltiples artículos de la prensa internacional a favor de la labor de Garzón y en un alarde de vanidad sin precedentes, la resolución se ha tomado más como una afirmación de poder que como una decisión ecuánime e imparcial. Incluso han querido asegurarse de que no haya lugar a la impunidad en el nuevo destino al que el señor Garzón pudiera dirigirse.
La ausencia de toda humildad es patente en este episodio negro de nuestra historia e incluso podría sentar un precedente de claro autoritarismo en la administración de la ley ya que no es satisfacción suficiente haber convertido en cadáver al juez más objetivo del momento actual, sino que además, sería muy conveniente dar sepultura eterna al finado, a ser posible, en una de las cunetas que nunca llegarán a descubrirse.
Me pregunto con qué clase de defensa cuenta el ciudadano si sus más altos representantes forman parte de este elenco de estrellas eclipsadas que deambulan por la cúspide de su propio engreimiento sin preocuparse de su auténtico cometido. Y qué clase de país tolera tácitamente que esta casta de individuos retrógrados y cercanos a posturas fascistoides se auto declaren garantes de los derechos de sus habitantes.
El único consuelo que nos queda es el de desear con todas nuestras fuerzas no tener que acudir jamás a una sala de justicia ni depender para nada de sentencias salidas de mentes tan retorcidas y torpes.






jueves, 13 de mayo de 2010

Esa linea invisible




La fragilidad de la línea que nos separa de lo inmoral queda a menudo al descubierto en el instante en que nos vendemos por un precio. Somos al fin y al cabo criaturas humanas y el bien y el mal son una dualidad inherente a nuestra especie.
Esa línea invisible que permanece bajo nuestros pies acompañándonos toda la vida, está situada para cada cual en un lugar diferente y es una tentación permanente que nos causa inquietud en su actitud beligerante contra nuestra voluntad de hacer lo correcto.
Atravesar al otro lado puede ser cuestión de un momento. En una fracción de segundo somos capaces de tomar una decisión errónea de la que podremos arrepentirnos toda la vida e incluso no llegar a rozar el arrepentimiento si esa decisión nos reporta gratificantes beneficios de algún tipo.
No me cabe la menor duda de que todos tenemos un precio. Casi siempre material, debo añadir, pero a veces incluso nos vemos obligados a vendernos para salvaguardar nuestras conexiones sentimentales o incluso por miedo. El terror justifica muchas cosas. Las amenazas, la tortura, el dolor, la miseria, podrían ser eximentes perfectamente lógicos para quien se rinde a la falta de ética para con los demás e incluso podrían generar una corriente de misericordia que acabaría disculpando su falta.
Aún así, todos en nuestra intimidad escuchamos lo que se llama la voz de la conciencia que no es otra cosa, que ese desasosiego perturbador que te turba sin permitirte el descanso y que en cierta manera te orienta hacia el otro lado con su silencio ensordecedor.
Hoy me pregunto si nuestros líderes dispondrán del tiempo necesario para reflexionar sobre sus acciones y si serán conscientes del peso que sus decisiones arrastran sobre las vidas de los otros.
Cuando los actos son individuales y sólo afectan a quienes los cometen convirtiéndose en errores o aciertos, sus consecuencias quedan reducidas al plano de la unicidad. Pero cuando otros seres humanos dependen de la elección de un camino equivocado, la cosa se complica y es el elector el responsable directo del triunfo o del fracaso de una comunidad que en principio, obró de buena fe cuando le votó como su legítimo representante.
He aquí la importancia en estos casos de mantener unos principios inamovibles, una voluntad férrea que no pueda jamás inclinar la balanza hacia el lado de la traición y una profunda vocación de servicio que ya no tenga nada que ver con nuestro propio precio y todo con el precio de la colectividad que no es otro, que el bienestar común y un mínimo coste de sufrimiento.
Pero parece que ya no es tiempo de voluntades sino de obediencias, que se han truncado los catecismos ideológicos que nos aventaron con una brisa de libertad y que las líneas de la moralidad se han borrado a golpe de capital arrastrando en su marea a nuestros líderes a un terreno de sumisión en el que una negativa se considera un suicidio político. Los grandes hombres son ahora los más ricos y no los reyes del pensamiento. La nueva filosofía imperante se escribe en las cintas de las cajas registradoras y no en los cuadernos de los ideólogos. Cualquier posibilidad de reflexión es abortada de inmediato por cifras abrumadoras que nos amenazan con la extinción. Las ideas son condenadas a la soledad como si de un delito se tratasen y la autoestima del hombre es minada hasta ser convertida en una sombra fugaz sin opinión en una escalada sin precedentes hacia una anulación total de su cerebro.
No debemos permitir esta tragedia. ¿Qué somos sin nuestro raciocinio, sin nuestra voluntad, sin la libertad de elección, sin nuestra ideología?
Habrá que asentar de nuevo los pies en el suelo y ahondar para que la línea de la moralidad se remarque con claridad meridiana de tal suerte, que quien la cruce sepa que lo ha hecho y que hacerlo tendrá unas consecuencias.
Hace tiempo que tomamos la decisión de abandonar la ignorancia y bajo ningún concepto debemos dejar que nos arrastren de nuevo a ella. Cueste lo que cueste.




miércoles, 12 de mayo de 2010

Un llamamiento a la unidad




El efecto dominó del conflicto griego no tarda en manifestarse en nuestro territorio y por primera vez en la historia, un presidente teóricamente socialista, reduce el sueldo a los funcionarios y congela las pensiones con una contundencia sin precedentes.
Avergüenza pensar que estos recortes en los derechos de los trabajadores provengan de un partido que aún lleva la o de obrero en sus siglas y que nace de unas premisas de reparto equitativo de los medios de producción o la riqueza y duele esta rendición al capitalismo feroz en detrimento de los más débiles cuando llega de la mano de los que tendrían, por doctrina, la obligación de defenderlos.
Resulta intolerable que en el discurso parlamentario de todos los partidos no se haga una sola mención a la Banca y lo que es peor, que siendo la culpable de la tremenda crisis que nos azota, salga ilesa manteniendo un volumen similar de beneficios y disfrutando de las ayudas estatales a fondo perdido mientras la vida de los ciudadanos se devalúa sin que nadie haga caso de sus lamentos.
Falta valor para ir a la raíz del problema, para afrontar una nacionalización a gran escala que solucionaría el déficit nacional con sus dividendos millonarios. Es más cómodo no enemistarse con las grandes potencias y cargar sobre las espaldas de los trabajadores los errores de la insaciable avaricia de quienes manejan los hilos del verdadero poder.
Falta honradez para explicar cómo es la situación en que nos encontramos y reconocer que somos meros peones de un sistema globalizado cuya exigencia parece no tener fin.
Falta moralidad para dejar de lamer la mano de los grandes patronos de nuestro siglo ocultos tras sus grandes negocios desde los que nos arrojan las migas de un trabajo cada vez más indigno y cuya fingida magnanimidad cada vez nos acerca más a la degradación y la aniquilación como seres humanos.
Debe pues ser nuestra primera obligación redefinirnos como clase y al igual que entre los de arriba es ley el corporativismo y la unión, hacer de nuestras voces una sola y de nuestra actitud una bandera para defender nuestros intereses que nada tienen que ver con los de los magnates y los grandes economistas.
Para nosotros, ha fallado el sistema y no queda otra opción para nuestra subsistencia que ser radicales en la dirección hacia un cambio total. Podríamos empezar por terminar de un plumazo con nuestra dependencia total de la banca: exigir el pago en mano de las nóminas, cancelar las tarjetas de crédito, retirar el dinero de las cuentas, etc. Y quizá continuar con una abstención total en las elecciones más próximas y por supuesto, una movilización a nivel nacional con paros de los que hacen daño al único lenguaje que se habla en estos tiempos: el dinero.
Sin una clase trabajadora no hay beneficios. Esto es claro y evidente. Sin una clase trabajadora, los cimientos de la sociedad capitalista de tambalean quebrando seriamente los valores en que se asienta, sin una clase trabajadora, se acaban los negocios, las fortunas y el estado de bienestar que les proporcionamos con nuestro esfuerzo durante tanto tiempo, sin una clase trabajadora no hay producción ni en definitiva, clase capitalista.
Ser conscientes de nuestra fuerza, de nuestro potencial y de la necesidad que tiene el poder de nosotros es seguramente, la única vía para cambiar un sistema que nunca nos favoreció y convertirlo en un modelo más acorde con nuestros elementales intereses. Es justo y necesario.











martes, 11 de mayo de 2010

El oro destructor





Volvemos a encontrarnos de frente con la trágica visión de unas imágenes que años atrás se convirtieron para nosotros en tristemente, familiares.
El vertido provocado por la plataforma Deepwater Horizon lleva a las primeras páginas de la prensa las fotografías de los animales embadurnados de crudo , arrastrados irremediablemente a una suerte nefasta de muerte y extinción.
Otra vez, las aguas son altamente contaminadas por una mancha negra que en su avance imparable, escribe sobre el blanco de las olas una destrucción de incalculables consecuencias.
Fresco en nuestra memoria, el recuerdo del Prestige hace que comprendamos en toda su magnitud la naturaleza de este drama. Aún respiramos el fuerte olor que impregnaba las costas de nuestra Galicia y la desolación que supuso para sus habitantes la contemplación de su paisaje derruido.
Paradójicamente, el oro negro síntoma primordial de riqueza en la época que vivimos y cuyo afán de posesión provoca guerras y hunde mercados, puede también ser portador de catástrofes colosales sobre el medio ambiente y portador de amarguras sin fin sobre la vida de los hombres.
Sería lícito preguntarse si la mano del que exprime las entrañas de la tierra en busca de tan codiciada mercancía no debiera estar también dispuesta a devolver un poco de lo ganado a quien tanto beneficio le generó y poner su mente a cavilar una solución anticipada a este tipo de sucesos que con tanta asiduidad se producen pareciendo que siempre nos cogen por sorpresa.
Es obvio que de nada sirven las inversiones millonarias en aparataje de urgencia que no hacen más que demostrar que las leyes de la Naturaleza se cumplen escrupulosamente pasando por encima de nuestra pequeñez manifestando nuestra ignorancia. Es apremiante la antelación, una legislación clara y contundente que avise de las consecuencias de delitos como estos y una voluntad universal de protección de las riquezas naturales frente a la materialidad de las empresas.
Pronto ya no nos quedarán lágrimas para llorar nuestros errores y si finalmente acabamos con el planeta como parece que nos hemos empeñado en conseguir, de nada servirán a quien los tuviere, esos tesoros que fueron amasados sin consideración ni otro respeto más que a una mercadería deshonesta que ya no tendrá razón de ser.
La prepotencia de las multinacionales, su avaricia sin límite y la extensión maléfica de sus tentáculos sobre la pequeñez de los seres humanos corrientes, trata de hacernos ciegos a una realidad con la que nos vemos obligados a convivir y nos cierra la boca restando intencionadamente importancia a las calamidades, asumiendo un papel de dios venturoso salvador y magnánimo.
Creo que debemos sucumbir a la evidencia: el mundo no necesitaría salvadores si antes no lo hubieran hecho derrapar hacia un destino desastroso y la única especie que merece una desaparición fulminante de la faz de la tierra es la de los especuladores capaces de traficar con el futuro de toda una raza.











lunes, 10 de mayo de 2010

De repente, un milagro.





Como por hechizo, se recupera repentinamente la Bolsa con la sola mención de la creación de una especie de caja de resistencia europea que será la muleta de los países más desfavorecidos de la Unión, en caso de necesitarlo.
El abracadabra de los ministros de economía alentando al recorte del gasto público y el compromiso fehaciente de conseguirlo, obra como un bálsamo en la maltrecha situación que atravesamos y el parquet se anima hasta la locura creando una corriente de movilidad monetaria que inunda los mercados de buenas nuevas.
Sale la oposición como siempre, adjudicándose el éxito de la operación y criticando ferozmente al gobierno y al mismo tiempo, pierden en intención de voto quedándose a una distancia mínima de los que según ellos, son los únicos causantes del caos en el que nos movemos mientras los de a pie contemplamos atónitos todas estas escenas sin comprender absolutamente nada.
Es la política de altos vuelos, que nos abruma primero pronosticándonos una bajada sin freno a los infiernos y nos aupa después al infinito creándonos en un mismo día un enorme desconcierto.
Porque mientras suceden estas cosas, cerca de cinco millones de compatriotas siguen engrosando las listas del INEM sin que gobierno, ni oposición, ni los altos estamentos de la Comunidad Económica Europea, aboguen claramente por hacer de esta causa desesperada, el objetivo prioritario de su agenda. Se escudan en reformas laborales que se encaminan claramente a un recorte en los derechos del trabajador, en aumentar el rendimiento, en minimizar el gasto social y en luchar a capa y espada contra toda especulación que pueda devaluar el precio de un dinero que permanece en manos de los poderosos.
Y sin embargo, el gran abismo entre clases que se va instalando de manera sibilina entre nosotros, el endeudamiento de las familias, la trágica agonía de los jóvenes para poder iniciar un camino, no son siquiera mencionados en ninguna de sus actas de reunión, como si fueran un pecado venial que tuvieran, en su magnanimidad, que perdonarnos a diario.
Entretanto, colocados en el borde del precipicio, los ciudadanos abominan de haber depositado su confianza en quienes no parecen merecerla. Ya no le sirven los discursos de buena voluntad fingida, ni las largas sesiones parlamentarias que en lugar de abrir caminos van cerrando puertas, ni los tira y afloja de los partidos que claramente no albergan otra pretensión más que la de destronarse unos a otros para asegurarse una posición de privilegio. Se nos han muerto los principios ideológicos en una guerra librada exclusivamente contra las cifras astronómicas de los grandes emporios y nos hemos cansado de que nadie pronuncie nuestros nombres.
Tenemos claro que saldremos de esta crisis cuando y donde ellos quieran. Seguramente mucho más humillados y empobrecidos de lo que entramos en ella, pero probablemente adscritos de por vida a un odio visceral a la clase política que permitió que nos ahogáramos sin echar un cable al mar de nuestras miserias.
Así que sintiéndolo mucho, toda la euforia que hoy protagonizaron las Bolsas, nos importa un carajo. Ninguno de nosotros se pudo permitir jamás invertir en ella y nuestra única preocupación no es otra que la de saber si tendremmos dónde ir a trabajar mañana.








domingo, 9 de mayo de 2010

Los espejos rotos




Todo un mundo de perversos sueños se desliza diariamente bajo la cama de nuestros jóvenes. Subyugados por grandiosas imágenes prefabricadas de rutilante neón, caen rendidos ante los ídolos una y otra vez recompuestos que les ofrecen su perfección a través de todo tipo de pantallas.
El concepto de estética y los cánones de belleza se han impuesto sobre la débil voluntad de quienes han tenido la suerte de vivir una vida fácil, han penetrado en la profundidad de su espíritu arrastrándolos hacia una esclavitud tácita que parece no tener vuelta atrás.
La posibilidad de cambiar la fisonomía con la que nacimos, se ha convertido en una peligrosa rutina que está desembocando en una exigencia clamorosa para conseguir un físico de diseño y la permisividad de los progenitores alimenta las descabelladas ideas de quienes ni siquiera son aún capaces de tomar una decisión con plenitud de facultades.
El bombardeo desconsiderado de engañosa publicidad sobre moda, dietas y cosméticos, los cuerpos esculpidos a golpe de bisturí de actores y modelos, la machacona idealización de la felicidad a través de lo que se considera bello, nos han colocado en una coyuntura tiránica que ni siquiera nos permite una concesión a la naturalidad sin ser mal considerados por quienes nos rodean.
Pero ¿qué queda después de la belleza? . El paso inexorable del tiempo, probablemente nos traiga la respuesta pero difícilmente estaremos preparados para admitirla si basábamos toda nuestra vida en cuestiones estrechamente relacionadas con la visión de nuestra imagen en los espejos.
Resulta indiscutible que negociar con la estabilidad mental de los jóvenes ya debería, per se, constituir un delito. Sin embargo, es tal el volumen de negocio que se mueve alrededor de este submundo sin corazón, que no interesa a los gobiernos terminar de un plumazo con la mentira colectiva de que cualquiera puede ser perfecto.
El amargo cáliz que soportan las familias de los afectados por anorexia, podría ser la punta del iceberg que empieza a mostrar una mínima parte del volumen de daños que la sobre valoración de la estética personal puede traernos. Habría que cuestionarse si todo ese sufrimiento sin salida en la mayoría de los casos, merece la pena sólo por poseer un reflejo engañoso de lo que nos hubiera gustado ser.
Por otra parte, se está haciendo habitual la repetición de un mismo modelo en los escaparates de nuestra juventud que da un aspecto de rebaño al grueso de la población. El mismo corte de pelo, los mismos pechos de silicona, el mismo grosor en los labios, las mismas nalgas y las mismas narices les hacen parecer clones idénticos salidos de la misma probeta de laboratorio o en este caso, de las mismas clínicas de cirugía por las que se animaron a pasar.
La originalidad de lo genuino se diluye en el aire destruyendo aquello que nos diferenciaba de los demás convirtiéndonos en únicos e irrepetibles. A todos nos cabe la culpabilidad de fomentar con nuestro silencio estas posturas descontroladas cercanas a la obsesión y a la locura. Y por tanto, a todos nos cabe el deber de hacer un arma del diálogo para tratar de terminar con esta esclavitud en la que dejamos caer a nuestros hijos para educarlos en la obligación de ser ante todo, personas, sin que el aspecto sea prioritario en su tránsito por la vida ni imprescindible para su felicidad.







jueves, 6 de mayo de 2010

La dulce tentación.





Cuando comencé esta aventura maravillosa de abrir a diario una ventana a mi conciencia para airear sin pudor los pensamientos a través de esta página, lo contemplé como una dulce tentación en la que he acabado cayendo sin remedio.
Tiene algo re realismo mágico esto de acceder a las casas de unos desconocidos irrumpiendo a saco en su paz interior tratando de actuar como un revulsivo de su rutina diaria.
Siempre fui de espíritu inquieto, vehemente, defensora fogosa de aquello en lo que creía y adalid de las causas perdidas contra viento y marea. Todas estas cualidades inherentes a mi carácter, me han acompañado toda la vida y algunas aún se han acentuado con el paso del tiempo.
La dificultad de abordar temas distintos con una periodicidad tan corta es innegable. Yo la he asumido como un reto que me obliga a una disciplina rígida de trabajo y me ayuda a desterrar el fantasma del papel en blanco empujándome con decisión a tratar abiertamente aquellos temas que me interesan.
Es obvio que disfruto plenamente de una libertad de expresión que yo misma me otorgo y que a medida que pasan los días, intento aparcar mis propios miedos en un lugar recóndito a ver si consigo deshacerme de ellos. A esto me ayuda saber que mi pensamiento se encuentra respaldado por otros, que hay cierta afinidad que me une a unos lectores a los que probablemente jamás conoceré, pero que siguen con relativo interés esta panorámica general de un mundo que compartimos.
Arropada por estos minutos de gloria en que me convierto por malabarismos del destino en la escritora que alguien eligió, soy la dueña del Universo y me atrevo con todo.
Por eso quiero agradecer que haya alguien detrás de esta pantalla iluminada sobre la que entrelazo mis palabras y llevar hasta allá donde esté un poco de mi esfuerzo para que las cosas de la vida nos resulten más comprensibles y menos escabrosas de lo que se empeñan en hacernos creer.
Y de vez en cuando, dejar volar mi imaginación por temas intrascendentes como éste, dejar a un lado la inmensa mayoría para ser sólo yo y revelar las debilidades que me asaltan, tan corrientes en mi condición humana.
Ahora no quisiera estar en ninguna otra parte, ni cambiaría estos momentos dulces en los que practico mi vocación por ninguna otra cosa, ni encontraría una ocupación mejor que ésta de rebuscar historias y contarlas en un pedazo de hipotético papel.
Después, cuando me asalten las dudas y se me rompa algo dentro mientras contemplo la vida alrededor desde mi rincón de silencio, volveré a levantar la voz a favor de todos nosotros…seguramente mañana.





miércoles, 5 de mayo de 2010

Las historias vigentes.





Grecia se levanta en un estallido de voluntad popular que reclama que su voz sea oída. Es la primera consecuencia de una crisis que parece no prosperar en busca de una luz al final del túnel. Mientras, los políticos se debaten en una maraña de ineptitud que en nada presagia la esperanza.
Las calles que recorren los ciudadanos griegos son también nuestras calles. Ellos somos nosotros, tú, yo, los que no poseemos más que el esfuerzo de nuestro trabajo y su grito desgarrado es nuestro grito y su desesperación es la nuestra.
Esto no es una algarada caprichosa de unos cuantos utópicos antisistema que lanzan piedras contra las fuerzas del orden en un intento de llamar la atención. Esta es la clase trabajadora que despierta de un letargo inducido cuando se ve despojada de sus derechos por un capitalismo desorbitado que no atiende a otra cosa más que a los beneficios que puedan reportar sus inversiones a lo largo y ancho del planeta.
Es la gota ha colmado el vaso y se ha agotado la paciencia. El hombre se ha cansado de esa explotación silenciosa que ha programado su vida desde las Entidades Financieras hasta conducirla a la negrura espesa del abismo para abandonarlo allí después.
Grecia es pues, un principio ejemplar que reclama solidaridad y contundencia. No cabe flexibilidad cuando todo se ha perdido, ni se han de permitir moratorias en la búsqueda de una solución que satisfaga a la inmensa mayoría. Hay que arrimar el codo y dejar hasta el último aliento en la defensa de unos principios justos. No ha más lugar a las desigualdades, al engaño, a la pérdida de una identidad que fue nuestra porque hace tiempo se ganó sólo con el esfuerzo de nuestras propias herramientas.
Ceder sería aceptar la derrota sin lucha, tolerar que nos cambien un modelo de vida por otro infinitamente peor, volver al hambre, al hacinamiento, a la alienación y a la incultura, retroceder siglos atrás como si los que nos antecedieron, no hubieran existido.
Sin embargo, todas esas historias de un pasado que nos parecía superado, adquieren de pronto una vigencia incontestable y esta época convulsa que nos ha tocado vivir reclama una mirada reconfortante a aquellos tiempos en que el hombre fue capaz de cambiar un camino al que parecía predestinado.
Habrá que salir de los retiros placenteros que disfrutábamos y sopesar cuales son nuestras prioridades en la vida. La primera regla es ser considerados personas. Y la segunda, tener claro que hay muchos tipos de esclavitud, pero que no queremos pertenecer a ninguno de ellos.
Hoy, la voz de los trabajadores del mundo, está en las calles de Grecia. Para que el hombre deje de ser una marioneta cuyos hilos mueven los poderosos y recupere la dirección que le marca su conciencia de clase y su afán de justicia.





martes, 4 de mayo de 2010

Arriba el telón.



La imposibilidad de encontrar buenas noticias en el panorama informativo parece perseguirnos a través del territorio nacional como una espada de Damocles que nos acecha esperando una distracción por nuestra parte.
La olla de grillos en que se ha convertido la política, la lista interminable de delitos, encabezados por la violencia de género, la decepción generalizada de los ciudadanos con sus representantes y en particular, la mala educación, protagonizan los titulares de la prensa convirtiéndola en casi folletinesca.
A veces dan ganas de abandonar. Ser sordo, mudo y ciego a los malos augurios que nos llegan fotografiados y comentados al detalle y que logran que se nos atragante la comida provocándonos un escalofrío capaz de helar la más dura de las conciencias.
Quizás la proliferación de los medios informáticos, con su celeridad apabullante, contribuya sobremanera a esa saturación de desastres que se ciernen sobre nuestras vidas cotidianas y el tono exasperado de los oradores, se convierta en la guinda que adorna el envenenado pastel que nos sirven sobre las páginas de los diarios.
Pues basta ya. Hay que dar una oportunidad al optimismo, al buen humor, a la risa y a la bonanza de las cosas pequeñas que aunque carecen de valor económico, reconfortan el espíritu. Es un poco, como elaborar una de esas listas de obligado cumplimiento que tanto gustan a los cineastas para incluir en sus historias románticas.
No vendría mal poner una pincelada de humor a la tragedia y dejarnos convencer por el lado menos siniestro de las cosas intentando sacar lo poco de bueno que pudiera haber en ellas para devolvérnoslas mejoradas y reconfortantes.
Se podría suavizar el tono de la escritura, tratar de ser menos hirientes en nuestras afirmaciones sobre los otros, construir en vez de destruir, escudriñar en las historias haciendo menos drásticos sus finales, en fin reírnos de nosotros mismos, de nuestros propios defectos y carencias.
Material no nos falta y son muchos los que podrían ser actores principales de tan grata comedia. Basta una mirada alrededor, una pizca de observación satírica y las ganas de adornar a los personajes y situaciones con una alta dosis de teatralidad.
La función estaría servida.



lunes, 3 de mayo de 2010

La estrategia del miedo




Desde que el hombre descubrió el miedo y sobre todo, desde que el hombre descubrió el miedo de los otros, los más osados lo convirtieron en un arma de poder que ha perdurado a lo largo del tiempo.
El grado de temor es inherente a las personas. Cada cual teme a cosas distintas, pero es común el miedo a lo desconocido y fundamentalmente, el miedo al dolor y la muerte.
Curiosamente, el miedo genera inseguridad y desconfianza en uno mismo, de tal suerte, que un hombre temeroso difícilmente encuentra respuesta para salir airoso de sus miedos.
Esta situación suele degradarnos hasta conseguir una aniquilación total de nuestro pensamiento asentando en nosotros una inquietud creciente que se mueve en nuestro interior creando monstruos irreconciliables con cualquier atisbo de valor o decencia.
Los poderosos, conscientes de que una situación de pánico colectivo puede repercutir ampliamente en la consecución de sus objetivos sin apenas esfuerzo, no han parado de generar estrategias de miedo durante toda la historia de la humanidad. El desconocimiento, la incultura, fueron durante siglos un campo de cultivo ideal para fomentar la proliferación de estas estrategias. Los cataclismos, el Apocalipsis, las leyendas oscurantistas y truculentas, fueron sistemáticamente utilizados para intranquilizar a los que poco o nada tenían.
Pero a medida que el hombre fue adquiriendo luz y conocimientos, se hizo difícil mantener esas teorías y se cambiaron los esquemas. El acceso a la educación del hombre moderno lo convirtió en menos crédulo sin que quedara otro remedio que el de ir reinventando, sobre la marcha, métodos que aún escaparan a su capacidad de comprensión pero que periódicamente, actuaran como revulsivo en las conciencias sobresaltándolas hasta el extremo de hacerlas inestables.
Así empezaron las amenazas terroristas, las armas de destrucción masiva, los virus asesinos y el oportuno hallazgo de explosivos a punto de estallar en los núcleos urbanos más poblados de cualquier urbe principal en el panorama de nuestro mundo.
Cierto es que se han producido atentados que han supuesto una pérdida de vidas irrecuperables, pero ¿quién mueve las siglas de los que ponen las bombas? Nadie lo sabe realmente y uno llega a preguntarse si esas víctimas no serán consideradas más que como un daño colateral de la estrategia del miedo. El horror de la masacre, la visión de los cuerpos ensangrentados, el dolor de los familiares, alertarían fácilmente a la población si se mencionara una mínima posibilidad de que estos hechos pudieran repetirse y por tanto, su espíritu quedaría coaccionado para dar una respuesta contundente si se le pidiera colaboración o respaldo.
Así, seguirían teniendo salida las fábricas de armas, serían viables y ¨necesarias¨ las guerras, justificadas las invasiones de los países y un largo etcétera de situaciones favorables a la economía de los grandes capitalistas.
Habría de verdad que temer al Cambio climático, a la destrucción de la Naturaleza y a las enfermedades físicas y anímicas que nos azotan, pero eso no genera beneficios y ccomo tal, no interesa...



domingo, 2 de mayo de 2010

Ternura entre cenizas.





En el año l928, un recién nacido con importantes minusvalías físicas, fue abandonado en un cajón a las puertas del Hospital provincial de Pontevedra. Así comenzó la historia de Agapito.
Hasta ahí todo entraría dentro de una aceptable rutina, pero a pesar de que nos movemos en un mundo que se nutre generalmente de malas noticias, la vida de este hombre que ahora acaba de morir, me h parecido una pincelada de ternura entre tantas cenizas.
Los hechos son los que han sido, pero se me dispara la vena de escritor y los novelo conmovida por la escueta noticia que he leído en un diario imaginando cómo pudieron ser los acontecimientos que generan una anormalidad humana y maravillosa.
Los mismos facultativos de entonces, examinaron con los escasos medios de que disponían al recién nacido, diagnosticando una inmovilidad en tres de sus miembros.
Quizá arropados por el equipo de enfermeras, se angustiaron por el futuro de la criatura, que no habría de ser otro que su reclusión en un hospicio. Es probable que amparados en las dolencias que padecía y en espera de que una mejor idea aflorara a sus bien pensantes cabezas, tomaron la decisión de ingresarle en el Hospital guardando secretamente la esperanza de que alguien se apiadara de él.
Transcurrido un tiempo prudente y dado su lamentable estado, cualquier posibilidad se hizo menos probable y se tomó la decisión unánime de adoptarlo en la institución y asumir su crianza.
Agapito fue niño, adolescente, joven. Fueron cambiando las generaciones de médicos, de enfermeras. Pasaron miles de pacientes por las salas del Hospital, la Medicina y la vida se modernizaron y a la vez que él, fueron creciendo.
Llegado a la madurez, se le asignó una habitación que hizo suya. Hasta el punto que el Ayuntamiento consintió en empadronarlo en ella, como a cualquier hijo de vecino.
Pronto empezó a colaborar en tareas del hospital para no estar ocioso y se convirtió en parte integrante de un edificio del que se negó sistemáticamente a salir hasta que tuvo más de sesenta años.
A esa edad y por única vez en su vida, accedió a ver el mar.
Es de imaginar su asombro y su alegría ante la grandiosidad inexplicable del Océano. Allí miró al cielo, aspiró la brisa salada, tocó la arena de la playa y volvió para siempre, agradecido por la suerte de haber visto una maravilla, a su refugio tranquilo del Hospital.
Y allí ha permanecido hasta su muerte.
La vida, que en cierta medida fue muy generosa con él, suplió el abandono y la soledad regalándole incontables amigos. Los mismos que ahora lloran su ausencia y hacen perdurable su recuerdo.
Yo, que nunca le conocí, quiero hoy desde mi página hacerlo mi noticia. Su historia me parece una perla de valor incalculable y un ejemplo de solidaridad infinita que merece ser repetida, por inaudita y por hermosa.