viernes, 30 de diciembre de 2011

El año más incierto

Si los historiadores tuvieran que definir con una sola palabra lo que ha representado el año2011 en el mundo, quizá ninguna lo calificaría mejor que “incierto”.
Veníamos, es verdad, arrastrando una dura crisis, absolutamente diferente a otras muchas que sucedieron anteriormente y precisamente por esa desazón que produce en los hombres el miedo a lo desconocido, este año que se va nos ha dejado un cúmulo de sensaciones diversas, con las que no sabemos muy bien cómo enfrentarnos.
Ha sido un tiempo, además, azotado por catástrofes naturales, como la de Japón, capaces de poner al borde del abismo todas las previsiones de la raza humana, como si los elementos se conjugaran palideciendo cualquier perspectiva de esperanza y dejara sentada la premisa de que vivimos en la más absoluta soledad, en un siglo en el que las comunicaciones hacen posible establecer contacto inmediato con cualquier parte del planeta.
Pero es cierto que a veces la fatalidad viene a demostrarnos lo efímero de nuestra existencia, probando nuestra capacidad de tolerancia con durísimas pruebas que escapan a nuestra inteligencia y que nos obliga a aceptar nuestro destino, recordándonos nuestra ridícula pequeñez, en una especie de broma macabra.
Es entonces cuando surge la inevitable pregunta de si es lícita nuestra angustia por temas que en estas circunstancias resultan banales, como la economía o la política, que tanta indignación nos producen y que, indiscutiblemente, pierden toda su importancia, cuando se trata de luchar por la supervivencia.
Y sin embargo, el mero hecho de sobrevivir no convierte al hombre en un ser pleno, porque no vale de mucho pasar por la vida careciendo de los valores que marcan nuestra diferencia con las bestias, como la libertad de decidir nuestro propio destino, o la satisfacción de trabajar en aquello que elegimos y amamos.
Si yo tuviera que decantarme por un solo hecho que marcara la diferencia en este año que nos deja, a pesar de todo, nunca lo haría por la tragedia japonesa, sino que detendría los ojos esperanzados en los levantamientos de los pueblos árabes, que para nada pensaron en conservar la vida, cuando decidieron lanzarse a la calle reclamando para ellos mismos, un mundo mejor.
Su lucha a la desesperada definiría perfectamente la esencia de lo que significa ser hombre y su amplitud de miras al desdeñar el bienestar personal, en favor del bienestar de las mayorías, podría representar claramente un ejemplo para el resto de la humanidad, perdida en una vorágine de mercados de valores que devora cualquier atisbo de sensibilidad, de piedad y de justicia, estableciendo diferencias cada vez más hondas entre individuos de una misma especie.
Toda esta incertidumbre que nos atemoriza, no es en principio, más que un miedo cerval a perder nuestras posesiones materiales y la devastadora fiebre de riqueza que sacude las sociedades civilizadas, martirizando a los seres que las habitan, es un borrón que pone una nebulosa sobre nuestras cabezas, tratando de aniquilar lo que verdaderamente nos es imprescindible.
El enigmático futuro que nos aguarda sucederá para nosotros, según nuestro propio comportamiento y es por eso, que a la hora de establecer las prioridades que nos moverán a vivirlo, debemos ser extremadamente cuidadosos.
En este año ya hemos aprendido que nadie velará por nosotros. Que los sistemas de gobierno están salpicados de una podredumbre incurable que necesita urgentemente un tratamiento de choque que sacuda los cimientos de una sociedad demasiado acomodada y estéril.
Y la profunda renovación necesaria para el bien común, no será, eso está claro, dirigida por ninguno de estos políticos entregados a los brazos de las finanzas, ni por los dueños del Capital, empecinados en convertirnos en esclavos sin mente.
El que entra, espero, será un año de hallazgos. Y siempre dependerá de dónde decidamos buscar, para que seamos capaces o no de trazar nuevos caminos. Ojala que la elección sea la correcta.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Congelar la pobreza

La varita mágica con la que Rajoy anunciaba, en su campaña electoral, una salida para la crisis, se está empezando a derretir dejando al descubierto quiénes serán los que pagarán los excesos de la especulación de la Banca.
La vileza de congelar el salario mínimo interprofesional, uno de los más bajos de Europa, constituye un ataque directo contra los más desfavorecidos y agrava su ya difícil situación para hacer frente a los gastos que se precisan, para cubrir las necesidades primarias.
Precisamente el mismo día en que conocemos la partida destinada a sufragar los gastos de la familia Real, realmente muy por encima de los que cualquier español medio podría obtener con duras horas de trabajo, se anticipa la intención de esta medida, que atenta contra las clases humildes, favoreciendo de nuevo los intereses de un tipo de empresarios sin escrúpulos, nada interesados en encontrar un camino para salir del atolladero en que estamos metidos y que buscan ahora, en la figura del líder de la derecha, un apoyo total para canalizar su avidez de obtener beneficios, sin ofrecer prestaciones a cambio.
Naturalmente, la congelación del salario mínimo no es más que la antesala de la instauración de los mini empleos de cuatrocientos euros, sugeridos por Europa, y que acabarán por aceptar los desempleados de larga duración, si se les aprietan convenientemente las tuercas, acabando de esta manera con la estabilidad del mercado laboral español y estableciendo un abismo entre clases, desconocido para los ciudadanos de nuestro país, desde hace por lo menos, cincuenta años.
Estamos asistiendo, por capítulos, a un desmoronamiento progresivo de la ilusión creada en las clases medias durante los años de bienestar, que alimentaba la idea ficticia de acercarse a la riqueza y que ha desembocado finalmente, por la sórdida actitud de los que manejan el dinero en el mundo, en una situación de amargura extrema, que escenifica el abandono real en que nos encontramos los que basamos nuestra vida en el esfuerzo de nuestro trabajo.
Se ha convertido en cotidiano el hecho de ver cómo las empresas se deshacen de los trabajadores más antiguos para, sin que ninguna institución se atreva a remediarlo, nutrirse de nuevo personal al que obligan a firmar contratos basura, bajo la obligación de aceptar horarios maratonianos y al que poder despedir sin costo alguno, con la aquiescencia del nuevo gobierno conservador.
Nada esperamos ya los trabajadores de las negociaciones que puedan llevar a cabo nuestros subvencionados Sindicatos, que en lugar de establecer medidas drásticas de lucha que contrarresten las aspiraciones a la asiática de la patronal, no hacen otra cosa que admitir cada vez más recortes, con tal de no perder la situación de privilegio en que se encuentran los que tienen la suerte de ocupar, en sus filas, un puesto de liberado, que les coloca en el bando de los que no han de vérselas con las largas colas del INEM.
Lo peor es que el hambre empieza a anestesiar las ideologías, con su sombra implacable, y que para los que rozan el umbral de la más absoluta pobreza, el caramelo envenenado de un contrato, de la clase que sea, se convierte en un pequeño sostén, que palia en cierto modo su situación de miseria.
Aterrorizada por la perspectiva de fatalidad que extienden nuestros políticos en sus discursos, la población se está dejando llevar como un rebaño, a las puertas de un matadero que terminará por aniquilar sus derechos, colocándola en peor posición, incluso, que la de los obreros de siglos atrás, cuando eran esclavizados en las fábricas de los abuelos de estos magnates de ahora.
Y sin embargo, si no somos capaces de alzar la cabeza en defensa de nuestra dignidad, y aceptamos cualquier condición impuesta que convierta nuestras vidas en un infierno sin retorno, el espíritu de lucha que nos había colocado en una situación de igualdad, al entablar negociaciones con los dueños del capital, habrá muerto.
Ya ni siquiera importa formar parte de una sociedad civilizada, ni poseer ciertas dosis de cultura o educación, o que nos gobierne una supuesta democracia. El fantasma del capital, amenazándonos con sus garras, del modo más sibilino conocido hasta ahora en la historia, nos amordaza consiguiendo vencernos y no hacemos nada por evitarlo.
No se debe esperar más. Es indispensable hacer saber al gobierno Rajoy nuestro descontento con estas medidas que atentan directamente contra la médula espinal del pueblo y hacerlo, de una manera sonora y contundente, sin contar con la pantomima sindical que nos ofrece el panorama desolador de la desesperanza que nos hace llegar lo que vemos.
Debemos convencernos de que nuestra soledad termina en cuanto nos acompañan los demás y apoyarnos los unos en los otros para encontrar la fuerza. Es cuanto nos queda para seguir andando.

martes, 27 de diciembre de 2011

La importancia del voto andaluz



Sin arriesgar una sola medida contundente hasta que no se celebren las elecciones autonómicas en Andalucía, el ex banquero reconvertido en ministro de economía del gobierno Rajoy, inicia su andadura recurriendo al manido tema de la recesión, mientras la clase empresarial machaca reiterativamente a la opinión pública, intentando conseguir cuanto antes que el despido libre se convierta en una realidad, que les permita terminar con los contratos indefinidos, para hacerse con nuevos trabajadores carentes de todo derecho.
Que el nuevo presidente de la nación aún no se haya atrevido a dar el paso exigido por los que manejan el dinero, se debe a que falta a su triunfo electoral el apoyo de una de las autonomías más grandes del territorio, que durante más de veinte años se ha resistido a otorgar su confianza a los conservadores, de manera permanente.
Mientras no se asegure el voto andaluz, el partido popular no puede permitirse dar pasos en falso llevando a cabo medidas impopulares, como volver a rebajar el sueldo a los funcionarios o la entrada en vigor de los mini empleos aconsejados por la madre Europa, porque un traspiés en la carrera electoral que se iniciará en los próximos meses, supondría un grave deterioro para el recién estrenado gobierno, que se vería obligado a lidiar con una oposición imprevista, que torcería todos sus planes de poder absoluto, sobre todo si pinta de rojo todo el sur del país.
De ahí, caminar con pies de plomo en estos primeros momentos. De ahí, la tenacidad en ocultar las verdaderas intenciones de mandato y de ahí, la estrategia de ir minando con un catastrofismo creciente la mentalidad del pueblo, para empujar a los andaluces a seguir el mismo sendero que el resto de sus conciudadanos, cuando se reclame su participación en las urnas.
Enrocado en su postura de ambigüedad, el Partido Popular trata sibilinamente de hacer pasar el tiempo, hasta conseguir el apetecible objetivo del voto andaluz, sin dar muestras de lo que después podría venírsenos encima, si finalmente lo alcanzaran.
Sin embargo, parece un insulto contar de antemano con la indignación de los ciudadanos y jugar con ella para, una vez utilizada convenientemente, ponerse al servicio de los mandatos europeos, en detrimento de los logros sociales conseguidos y en beneficio de quienes siempre manejaron, a su propio favor, los beneficios obtenidos de la explotación descarada de los trabajadores.
Las señales que llegan insistentemente desde otras comunidades autónomas, ya gobernadas por el partido popular, o como en el caso de Cataluña, en manos de otros conservadores, no son alentadoras precisamente.
Los recortes practicados en las partidas concernientes a las prestaciones sociales, y sobre todo los referidos a la Sanidad pública y a la enseñanza estatal, van dejando indicios de lo que podría ser el camino a seguir por Rajoy, una vez instalado en el poder, sin oposición alguna que pueda controlarlo.
La importancia del voto andaluz, es pues, inestimable y en las manos de los habitantes de esta autonomía podría encontrase el futuro de todo el país y por añadidura, de los que lo habitamos.
Resulta imprescindible realizar un análisis diario de la actualidad, leer cuidadosamente entre líneas lo que se nos ofrece y mantenerse alerta, hasta decidir cuidadosamente y libres de miedos, a quienes conviene otorgar la confianza, porque una vez hecho el recuento de las urnas, ya no habría marcha atrás y ya no quedaríá motivo alguno que frenase la avaricia de los empresarios, ávidos de volver a instaurar entre nosotros jornadas interminables de trabajo, a cambio de los salarios de hambre que acabaremos aceptando, para que no nos pongan en la calle sin indemnización alguna.



lunes, 26 de diciembre de 2011

El discurso del Rey

El malestar de la población, por las andanzas de Urdangarín, ha aumentado la expectación general por el discurso que todos los años- por Navidad- nos ofrecen todas las cadenas de televisión, y en el que Rey suele dar su opinión a cerca de los problemas del país.
Se hubiera considerado un gran error dejar pasar la ocasión sin referirse, veladamente, a la actuación de su yerno, al que ha prohibido expresamente presentarse a la cena de nochebuena en Zarzuela, en un intento a la desesperada por no añadir leña al fuego vivo de la polémica que la prensa ha levantado, sobre la trama de corrupción que se cierne sobre las empresas que dirigía.
Como no podía ser de otra manera, el discurso del rey ha proclamado la igualdad para todos en la justicia y ha incidido en que la ejemplaridad es un factor imprescindible, en todos los miembros de la familia real, aunque sin hacer alusión explícita al ex jugador de balonmano, ni a su hija, que parece haberle acompañado en su andadura, sin haberse pronunciado en ningún momento sobre la ilegalidad de sus actuaciones, que dada su condición de esposa, debía conocer al dedillo.
La verdad en este asunto, es que los españoles tampoco están seguros de que entre dentro de la legalidad aprovechar los obsoletos derechos de sucesión que sostienen a la institución monárquica viva, en los tiempos que corren. Mantener económicamente el tren de vida de la extensa cohorte familiar que acompaña al Borbón, habiendo cinco millones de desempleados en el país, no parece precisamente conforme a derecho y si además viene a sumarse al dispendio desmesurado que la clase política precisa para sus asuntos personales, se convierte en insostenible.
Esto lo debe tener muy en cuenta quién quiera que sea el que elabora las intervenciones del monarca ante la nación y por ello, se le apremia a torear la indignación generalizada de la población, dando una de cal y otra de arena ante las cámaras, pero sin renunciar a la posición de privilegio que detenta, para la que ya tiene designada sucesión para dos generaciones, en las personas de su hijo y su nieta.
El pueblo espera con impaciencia que la fiscalía acabe imputando al yerno real, en el grado en que su implicación exija, y sobre todo, que no ocurra como en otros muchísimos casos de corrupción, que terminan en agua de borrajas y se diluyen en la nada con el paso del tiempo.
Pero con la llegada al poder del PP, acostumbrado a manejar las frecuentes corruptelas de los suyos con mano de artista, difícilmente la justicia dejará caer su pesada mano contra nadie que tenga que ver directamente con la institución monárquica que ellos defienden a capa y espada, por estar más cercana a su ideología que a la de cualquier partido de izquierdas.
Es más, en su discurso de investidura, Rajoy se refirió varias veces al país como “El reino de España”, negando cualquier posibilidad de que nuestro territorio pudiera convertirse alguna vez en república, como mandaría la época histórica que vivimos, ya que hace tiempo que abandonamos la Edad Media, aunque algunos no gusten de reconocerlo.
Pero admitir que la soberanía ha de residir únicamente en el pueblo, está lejos de ser una verdad compartida por los conservadores, que en otro tiempo habrían pertenecido al estamento de la nobleza, y que siguen desde luego conservando una memoria elitista, que por nada del mundo se arriesgarían a perder.
Y aunque al señor Urdangarín no se le conoce ideología política, la sabiduría popular hace tiempo que lo situó en las filas de la derecha, dado su innegable aprovechamiento del “braguetazo” dado, tras su boda con la hija del Rey.
Da igual que su confinamiento americano no permita ahondar en el alcance de su implicación. Su culpabilidad se nos atoja innegable y habría que exigir la devolución inmediata de lo sustraído, además de la retirada para siempre de la jugosa subvención percibida del erario público. Que busque trabajo en las colas del INEM, como cualquier de nuestros parados.



viernes, 23 de diciembre de 2011

Los amigos de Mariano

Las circunstancias personales que han llevado a Rajoy al poder han sido tan truculentas, en el seno de su propio partido, que probablemente no le han dejado otra salida que fraguar una sutil venganza contra el núcleo duro que ha tratado continuamente de desbancarle.
La lista ministerial que nos ofrece es más un club de amigos de cuyas lealtades no se puede dudar, que un gabinete de choque contra la dura crisis que azota al país y cuya resolución ha prometido por activa y por pasiva, el recién estrenado presidente.
Se ha librado de un plumazo de gente como Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, que constituían para él un permanente azote despiadado, pero puede que falto de otros nombres, ha colocado en puestos decisivos a personajes de dudosa valía y extraña procedencia.
El ministro de economía viene directamente, por ejemplo, de uno de los bancos causantes de la crisis actual y su único aval es el estrepitoso fracaso obtenido por la entidad a la que pertenecía, así que difícilmente encontrará un camino a seguir para librarnos del atolladero en que nos hallamos envueltos y hasta es probable, que sus gestiones tengan cierta similitud con las llevadas a cabo por las entidades que otorgaron hipotecas basura en Estados Unidos y que han puesto al mundo, al borde de la bancarrota.
La incansable Soraya se encuentra ahora con una dosis excesiva de poder, como pago a sus años de fidelidad para con su líder y el titular de educación está recién salido de cualquiera de los debates televisivos en los que se ha dedicado a participar, por cierto, con posiciones más bien cercanas a esa derecha recalcitrante que mira con superioridad a la gente de izquierdas, de la que parece mofarse de forma continua.
La herencia aznarista, personificada en Ana Pastor y Miguel Arias Cañete, persigue a Rajoy como una sombra de la que es imposible zafarse y a la señora Mato aún la acompañan los ecos del estupendo descapotable que la trama Gurtel regaló a su ex marido, a cambio de los favores otorgados y de la que ella trató inútilmente de desligarse.
Al fin alcanza Ruíz Gallardón un buen sitio en el que poder demostrar sus dotes de diplomacia y caballerosidad, lejos del acecho de los populares de Madrid y de las garras siniestras del líder de la radio de la derecha y aunque su marcha deja el Ayuntamiento en manos de la esposa del ex presidente, se nota que respira aliviado por el peso que acaba de quitarse de encima.
Queda, eso si, la capital en manos de dos mujeres cuya ideología se halla más cerca de cierta entidad religiosa que de ninguna corriente política, en detrimento de aquellos madrileños a los que les pareció que el PP se encontraba en una postura ciertamente centrista, pero a veces, poder mirar los acontecimientos sin velos que oculten su intencionalidad, es bueno para descubrir dónde está cada cuál y poder decidir, en un futuro, si se quiere repetir o no la intención de voto.
Borracho aún, por el dulce sabor del triunfo, Rajoy está como pez en el agua rodeado de un grupo de amigos personales que harán lo que puedan porque su proyecto, mejor o peor, nada tenga que temer de los más cercanos, dándole al menos un respiro para que empiece a ser él mismo.
Las crónicas que se escriban de aquí en adelante dependerán pues, únicamente de sus acciones y las de su equipo. Ya no estarán ni Zapatero, ni los verdugos de su casa, para echarles la culpa de nada.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad. "Una novela para Julia"

Cerrando la funda de sus gafas, Julia vio amanecer el día de Nochebuena en la completa soledad de su casa. Había estado toda la noche escribiendo y la cafetera aún mantenía el calor, colocada al lado de sendas tazas vacías.
Se desperezó vencida por el cansancio de estar sentada durante tantas horas y echó un vistazo a través de los visillos a una aurora sanguinolenta cuajada de nubes deshilachadas que se movían por el efecto del viento. Una luz lejana delataba la presencia de algún vecino madrugador o de un noctámbulo que volvía, una vez acabada la fiesta.
A finales del verano decidió cambiar de ciudad, agobiada por la estresante vida que le robaba la posibilidad de desarrollarse como persona, convirtiéndola en una autómata dirigida por una mano invisible que controlaba todos sus movimientos. Hastiada del ritmo frenético, de la polución y de un trabajo que iba degenerando cada vez más hacia la esclavitud, contó sus ahorros y tomó un tren hacia el norte, con la intención de vivir de las rentas, mientras cumplía su sueño de escribir un libro.
No tener familia ayudaba bastante a desligarse de las ataduras y saltar al vacío en busca de un destino realmente incierto, además de aportar la sensación de que todo sería mucho más fácil, al no dejar a nadie atrás.
Su última aventura amorosa había terminado de mala manera y reafirmado en ella la idea de que los hombres de su edad no entendían, ni querían entender, de igualdad entre los sexos.
Él era un catedrático de universidad, dedicado además de a la docencia, a dar prestigiosas conferencias a lo largo y ancho del mundo, sobre unos temas de física teórica, por lo visto importantes para los defensores del medio ambiente, pero absolutamente ininteligibles para la gente de a pie, mucho más preocupada ahora por la economía, que por enrevesados supuestos, cuyos términos ni siquiera les sonaban por haberlos oído alguna vez.
Al final, venció la insalvable separación entre ciencia y humanismo, ayudada también por la dejación absoluta que en materias domésticas tenía el genio ausente de la realidad, una vez que se le conocía en la convivencia.
Desde que había llegado aquí, ni una sola vez contactaron por teléfono, por lo que Julia dedujo que habría sido rápida su sustitución, seguramente por alguna de aquellas alumnas que revoloteaban obnubiladas a su alrededor, deseosas de que él les dedicara algo más que palabras. Así que asumió que el adiós era para siempre y empezó a descubrir la vida del entorno, que no era otra que la rutina de un barrio pequeño, donde no faltaba ninguno de los personajes típicos de esas historias que cuentan los grandes escritores, cuando se trasladan a su infancia.
Sin embargo, había crecido en ella la sensación de haberse desligado totalmente de su mundo anterior al comprobar que la solidez de sus amistades se había resquebrajado demasiado pronto. Al principio, todos le preguntaban si le iba bien y qué tal se desenvolvía en su nuevo destino, cómo llevaba el libro, si había conocido a alguien interesante o incluso si se había permitido aventuras de una noche con algún guapo galán solitario con el que hubiera contactado por casualidad.
Pero después, cada cuál volvió a sus obligaciones y Julia empezó a ser para ellos un recuerdo, alguien que una vez pasó por su lado y se marchó para no volver, entrando a formar parte del olvido.
No obstante, disponer de todas las horas a merced de la voluntad, le descubrió una libertad de acción inusitada y una forma de administrar el tiempo, lejana para la mayoría de los mortales. Así que se deshizo de la rutina establecida durante largos años de dependencia y lo mismo desayunaba de madrugada, que dormía plácidamente durante toda la tarde para levantarse con el silencio de la recién iniciada noche, para escribir.
Su libro era un relato de experiencias acumuladas durante más de cuarenta años y no tenía otra pretensión más que la de demostrarse a sí misma su capacidad para la literatura y superar el reto de conseguir un sueño dormido de juventud.
Pero es verdad que esta afición puesta ahora en práctica, había transformado su esencia paulatinamente, aportándole como única preocupación, la fuerza necesaria para enfrentarse al papel en blanco en algún momento del día. El resto del tiempo, respiraba para abrazar esa felicidad y las cosas que hasta entonces habían sido verdaderamente importantes, habían dejado de existir para hacer hueco únicamente al deseo apremiante y arrebatador de unir palabras para ir moldeando una historia.
Había ratos en que la realidad se confundía con el relato entrelazándose peligrosamente hasta hacerse uno sólo, e incluso había comenzado a dirigirse en voz alta a los personajes creados haciéndolos suyos, sufriendo por ellos y permitiéndoles cambiar el rumbo de sus destinos a merced de las necesidades que iban surgiendo, con un poder sobre su mente creadora, mucho mayor que cualquier fuerza conocida, humana o sobrenatural.
Así que llegó el momento en que toda la cordura de su cultura aprendida fue sustituida por una curiosidad incontrolable por saber lo que ocurriría en la siguiente página que saliera de sus manos y la relación con aquellos habitantes del papel, se hizo familiar y cercana, hasta el punto de llegar a consultarles cosas tan simples como qué comprar para la cena o si debía o no acudir al médico cuando se encontraba enferma.
A veces le inquietaba qué haría cuando por fin el libro estuviera terminado y entonces empezaba a padecer un principio de duelo, sintiendo su ficticia pérdida y consolándose con el recuerdo fresco de los instantes vividos en compañía de aquellos seres de ficción.
Pero enseguida se reponía del trance y volvía a introducirse en la trama imaginando nuevas situaciones para continuar la novela e incluso había traído hasta su presente actual la acción y los protagonistas vestían la ropa de moda, compraban en las mismas tiendas que ella e iban a la par con el calendario dedicándose a una rutina similar a la suya, aunque aderezada con pinceladas de la natural emoción que agiliza un relato nacido de la imaginación de cualquier escritor que se precie.
Había puesto a cada uno un rostro con el que llegaba a soñar en las horas de reposo y en muchas ocasiones trasladaba esos sueños al papel, dando tintes de un surrealismo onírico a la trama, que la acercaban a la perfección de los literatos experimentados en sus obras maestras.
Su mundo virtual había sin embargo agrandado la pequeñez real del entorno hasta convertirla en un horizonte ilimitado de deseos, realizables sólo a merced de la voluntad que pusiera en desarrollar las acciones y el ahínco que empleara en llevarlas a puerto.
Aquel día también era Navidad en el libro. Julia empezó por levantar de la cama al amante perfecto y en tomar una ducha con él antes de salir a pasear por las calles de una ciudad de rascacielos, en la que las luces centelleaban construyendo efímeras estrellas de neón y en las que el sonido de las canciones dulzonas escritas para este fin, inundaban las aceras plagadas de una nieve menuda.
Compró el vestido más hermoso para una jornada perfecta. Rojo carmesí, con un enorme lazo apoyado en el único hombro que ocultaba y unos vertiginosos tacones a juego que dejaban al descubierto sus dedos pequeños y blancos. Una mirada de admiración iluminó el rostro del amante, que asintió con la cabeza, contento por la elección.
Hizo también una descripción detallada de la pobreza que se desparramaba por las aceras de la urbe, rogando a los afortunados compradores un poco de ayuda para acercarse, aunque sólo fuera una noche, al mundo deslumbrante de la felicidad. Pero ella y sus protagonistas no eran de esa clase, sino de la que pasa de largo ignorando a los desfavorecidos por la fortuna, amagando un gesto de superioridad que les asegura un sitio preferente en la época que les toca vivir.
A media mañana habían llegado las compras del supermercado y el horno ya estaba caliente para dejar entrar a los suculentos manjares pensados para la cena. El amante, vestido con un delantal, llenaba bandejas de canapés preparados con mil fruslerías, todas ellas apetecibles.
No paraba de sonar el teléfono confirmando asistencias a la fiesta. Julia se había inventado un padre rico y protector, una madre elegante e inteligente y dos hermanos que nunca tuvo, emparejados con mujeres un poco insoportables. Todos ellos tenían un sitio reservado en la mesa aquella noche, además de algunos íntimos inseparables, con los que solía mantener interesantes veladas plagadas de ágiles conversaciones y copas cargadas de alcohol.
A las tres de la tarde, se despertó sobre el ordenador rodeada de la luz sobrecogedora que preludiaba una tarde de prisas..
En pijama y aún sin asearse, sintió un leve mareo que la mantuvo durante un rato con los ojos fijos en el último párrafo escrito sin ser capaz de volver a escribir.
Al final arruinaré la cena-se dijo- y envió una jaqueca a su protagonista para meterse con ella en la cama.
Desasosegada por la premura de tiempo, apenas fue capaz de conciliar unos escasos minutos de sueño y corrió hasta el teclado para empezar sobre él a supervisar la colocación de la mesa.
Un viento helado se coló imprudente por la ventana del salón y sacudió con un escalofrío sus muslos al descubierto, pero sus manos no eran capaces de detener la minuciosa descripción de la decoración ampulosa de la casa, ni los besos robados que el amante deslizaba fogosamente por la nuca de su personaje y movida,quizás, por la mala sensación que recorría su cuerpo, vio con cierto estupor como la mujer lo rechazaba, inmersa en la vorágine de los preámbulos de la fiesta.
Después, sin mediar palabra, se vistieron los dos en medio de un cortante silencio que contradijo toda la previsión que sobre el evento habían hecho durante los días anteriores, pero Julia enseguida encauzó la situación analizando los pensamientos de cada cual y decidiendo que la educación que había dado a sus personajes sabrían simular armonía si, llegado el momento, no habían solucionado sus diferencias.
Al final cerró la ventana y se fumó lentamente un cigarrillo mientras sonreía por la ilusión de volver a ver a los suyos.
Un primer punto de penumbra asomó tras los tejados de los edificios como un anuncio de la tranquila oscuridad de su noche perfecta. Desdeñó cualquier signo de sensiblería que pudiera torcer su intención de celebrar la navidad con los protagonistas de su historia y dio dos sorbos a la primera botella que cogió del mueble bar, cerrando los ojos a cualquier otra cosa que viniera de fuera.
La pantalla iluminada, la llamó con la voz dulce y conocida de las musas, atrayéndola hasta sí con la fuerza virulenta de un huracán desmedido. Y ella se abandonó al eco que elegía entre todos los demás, su nombre.
Papá y mamá llegaron sobre las siete y media. Los abrazó de un modo especial porque no les veía desde hacía meses y porque el recuerdo de sus progenitores auténticos empezaba a desvanecerse tras su pérdida. Se entretuvo incluso, en acariciarlos con mansedumbre mientras les dedicaba toda una gama de adjetivos generosos y estudió minuciosamente sus facciones para preservarlas de un futuro olvido, cuando ya no estuvieran. La charla se hizo agradable, cercana y desinhibida, hasta el punto de conseguir paliar el regusto amargo que en los amantes había dejado la discusión por la tarde.
Los hermanos y amigos se fueron uniendo gradualmente a la fiesta, engalanados con una gama multicolor de tejidos rimbombantes satinados por toda una suerte de brillos eléctricos que convertían la habitación en una especie de árbol de navidad decorado por figuras humanas. A todos ellos dio Julia una personalidad contundente, marcando las diferencias naturales que se dan en los grupos familiares, con sus grandezas y sus miserias.
Y allí estaba ella. Con su vestido rojo, era la anfitriona perfecta. Recibiendo las felicitaciones y el amor de todos los presentes, única por primera vez, soberana de un reino construido tan solo con simples palabras.
Le asaltó de repente el recuerdo insolente de las últimas navidades vividas. Esperando hasta más de las doce al inminente profesor en el salón del pequeño apartamento, con la mesa puesta para dos y las velas casi derretidas ahogando con chorros de cera la base de los platos. Con el caldo pasado de calentarlo una y otra vez durante las horas de incertidumbre…y su llegada.Harto de copas, casi sin ser capaz de articular palabra. Acompañarle a la habitación, desvestirle, echarle en la cama casi inerte y volver a mirar los platos cuidadosamente colocados, con las copas a juego y las flores ya casi marchitas reflejando la muerte anunciada de su patética historia de amor.
Pero ya nada de eso importaba. La distancia había obrado su efecto milagroso y Julia era ahora la mujer del vestido rojo a la que todo el mundo quería, la diosa pagana y libre que protagonizaba una vida meticulosamente alejada de cualquier fracaso, inventada exclusivamente por ella y para ella, donde ya no cabía esperar imprevistos que demolieran los sueños, ni presencias inoportunas que tiñeran de violencia la paz del hogar.
Aquella noche, estaba desatando los instintos que había reprimido por las imposiciones legales que le imponía la sociedad que la rodeaba. Se había desecho, sin lamentarlo, de toda la carga emotiva que se interponía entre ella y la felicidad. Ya no importaba siquiera si era verdad o no lo que estaba viviendo.
Despidió a la familia en la puerta, con la mejor de sus sonrisas. Tras cerrarla, se quitó los zapatos y se miró al espejo que colgaba armoniosamente sobre el pequeño mueble de la entrada. Nunca había estado tan radiante.
Sintió como la adrenalina se colaba por los dedos de los pies a raudales, inyectando una savia renovadora que subió por las piernas y se asentó en el pecho proporcionándole una calma desconocida que se mezcló con los latidos de su corazón.
Un punto de luz blanca cruzó la habitación instalándose sobre su frente dando una luminosidad a su rostro que de pronto borró las huellas de su pasado turbulento.
Julia había superado el reto de sus primeras navidades en soledad. Ahora tenía toda la vida por delante para reescribir su novela.




Quisiera desear a mis lectores, con este cuento, felicidad para afrontar el año futuro y esperanza para creer que a pesar de todo, los sueños también son posibles. Gracias por la fidelidad que me demuestran, leyéndome a diario.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

La nobleza innoble

En estos días de ausencia, dedicados al cien por cien a los cuidados de nuestro primer nieto, la desconexión con los problemas del mundo ha sido total y he de reconocer, que no hemos echado de menos la rabiosa actualidad, saciados como estábamos, con la contemplación de este milagro de la vida, que llena de alegría nuestra casa.
Resignados a quedar en manos de un gobierno aún más conservador que el saliente, no nos coge de extraño ninguna de las palabras pronunciadas por el señor Rajoy antes de ser investido Presidente, ni nos sorprende la reacción de ninguna de las variopintas oposiciones sobre esta materia, ya que todo se desarrolla con una previsión tal, que no hace falta tener muchas luces para entender el mensaje subliminal que se oculta bajo los manidos discursos de nuestros nuevos representantes en el Parlamento.
Estamos los españoles en general, demasiado indignados con los nuevos casos de corrupción, sobre todo con el que salpica de lleno a la Casa Real, en la persona del impoluto Urdangarín, al parecer pringado hasta el cuello en una oscura trama de engañifas, impropias de quién no necesita absolutamente nada para llevar una vida de rey, nunca mejor dicho.
No va por buen camino la nobleza, a juzgar también por las asombrosas declaraciones del esperpéntico Cayetano Martínez de Irujo, cuyo destartalado sueño consiste, siempre según su calenturienta mentalidad, en batirse en duelo con los jornaleros andaluces que no tienen ansias de mejorar su calidad de vida y que además cobran la “escandalosa” cifra de cuatrocientos euros, que queman al hijo de la Duquesa de Alba como si salieran de su lustroso patrimonio, por otra parte, nutrido por jugosas subvenciones europeas, a las que no renuncia,, por cierto.
Nada mejor podría esperarse de un personaje nacido en una familia de incalculable fortuna, a quien no se conoce otro trabajo que el de galopar a lomos de sendos caballos y algún que otro romance de tinte escandaloso, de ésos que vuelven loca a la prensa del corazón y que pasaría desapercibido de no ser por tener una madre que se encarga a diario de llamar la atención con sus modelitos estrambóticos, más propios de una comuna hippy de los años sesenta, que de una señora octogenaria, cabeza de una de las casas nobles más poderosas del planeta.
Es fácil opinar sobre los demás desde la tribuna de la cursilería, sin tener que hacer absolutamente ningún esfuerzo para cubrir las necesidades cotidianas, pero la recalcitrante posición en que se encuentra este señorito de pacotilla, en cuanto a la realidad de Andalucía, no hace otra cosa que demostrar a la opinión pública que su evolución mental ha sido nula y que preferiría desde luego, que aún existiera el derecho de pernada en todas sus tierras y que los trabajadores a su servicio tuvieran todavía que pagarle tributo, en vez de cobrar el sueldo estipulado por la legislación vigente.
Claro que ahora, con la llegada de los suyos al poder, seguramente verá colmadas algunas de sus aspiraciones y saldrá beneficiado con la entrada en vigor de esas leyes que beneficiarán a los más ricos, en detrimento de la clase trabajadora.
Huelga decir que la respuesta de los sindicados obreros del campo ha sido inmediata y que ante la probada insistencia ya demostrada en otras ocasiones, es posible que llegue el día en que este señor tenga que arrepentirse de tan luctuosas declaraciones.
Naturalmente, el slogan de “La tierra para el que la trabaja”, le disgusta profundamente. No podía ser de otro modo. Si tuviera que conservar únicamente las fincas que hubiera trabajado personalmente, su destino sería la nutrida cola del INEM. Una pena.


domingo, 11 de diciembre de 2011

La llegada de Hugo

Arropado por una enorme expectación familiar, Hugo vio por primera vez el mundo en la madrugada del día 10. Fue recibido por el planeta con un eclipse de luna y un gran esfuerzo de su madre, que lo parió de forma totalmente natural después de varios días de dolores intensos.
Sus casi tres kilos de hermosa humanidad enseguida cautivaron a los que a partir de ahora seremos su familia. El milagro de perfección que supone la contemplación de sus diminutos dedos, aferrándose con ahínco a su recién estrenada vida, sus ojillos enturbiados aún por la niebla natural de su circunstancia y oír por primera vez su llanto comprobando que tiene voz, colma todo el asombro depositado durante meses en este preciso momento, trayendo hasta nosotros una sensación de plena felicidad.
Los que han pasado por esta experiencia convendrán conmigo en que es absolutamente distinto a la de tener un hijo, pues se mezclan en la interminable espera, la impaciencia por conocer al recién llegado y la angustia infinita de no poder hacer nada para evitar o suavizar el sufrimiento de su madre, a la que una vez tuviste en circunstancias casi idénticas a las que ella atraviesa ahora.
También es otro el sentido de protección que desarrollas, mucho más sereno que cuando la juventud remueve las vísceras colocándote como responsable de toda la vida del niño, porque la moderación que dan los años te hacen entender, con claridad meridiana, que nunca se ahorran esfuerzos por procurar a los que quieres una buena vida y, en general, se acaba triunfando en este cometido, alcanzando el equilibrio deseado cuando os encontrasteis por primera vez.
Realmente, estremece comprobar el instantáneo nacimiento de una corriente de amor recíproca con el pequeño ser que tienes enfrente, a quien ayer ni siquiera imaginabas, como si todos los resortes de la mejor clase de humanidad se pusieran en marcha, despertando emociones dormidas que desbordan cualquier nivel imaginado con anterioridad cuando se acercaba el encuentro.
Ver al niño arropado por la calidez de su madre, el brillo indescriptible de los ojos de la que hace solo unos instantes ponía todo su sacrificio al servicio de su alumbramiento, y comprender que los dos están dispuestos para iniciar una vida juntos, resulta sobrecogedor y, verdaderamente, faltan palabras para describir los sentimientos.
Ahora reposaremos la experiencia, investigaremos formas de acercamiento para hacer fácil la adaptación al futuro que viene, y disfrutaremos de los placeres que nos aguardan sin dar lugar al desaliento.
Hugo tiene toda la vida por delante y nada entiende de los problemas que azotan al mundo, ni del desamor o el silencio. Las manos de su madre arropándolo contra su pecho son la mejor bienvenida para él. Y, para nosotros, lo mejor es su sonrisa.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Volver a la esclavitud

La propuesta del Banco Central Europeo para España, sugiriendo la creación de mini empleos remunerados con un salario de cuatrocientos euros, es el insulto más grande recibido por los trabajadores, desde que iniciada la revolución industrial, se hacinaban en las ciudades huyendo del campo, a cambio de unas cuantas monedas.
Invitan además, por si fuera poco, a que el asalariado gestione por su cuenta los gastos de la seguridad social, liberando así a los empresarios de cualquier prestación a las arcas del Estado, en aplicación de una nueva y malévola teoría que sobrepasa incluso, los límites del más feroz de los capitalismos y devuelve al siglo XVIII las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos, obligados a trabajar por cuenta de otro.
Puede que el Banco Central Europeo tenga una imagen distorsionada de España, creyéndola más cerca de cualquier país tercermundista que de la comunidad en la que está inmersa y piense que los cinco millones de parados que conviven aquí, aceptarían cualquier tipo de contrato que se les ofreciese, denigrando los derechos sociales conseguidos y sin un atisbo de lucha por mantenerlos, pero esta usura institucional, que sasesina las normas más elementales de pacífica convivencia entre las clases y anula la dignidad personal de la ciudadanía, asfixiándola con exigencias tan inaceptables, ha de tener contundente respuesta y no tardarán en producirse alteraciones sociales que lo demuestren.
Sin embargo, la poca representación demostrada por los Sindicatos en los últimos tiempos, da lugar a pensar que ésta será una lucha en solitario para los trabajadores, frente a los colosos empresariales que pretenden devolverlos a un clima de esclavitud.
Tampoco se espera demasiada colaboración por parte del Parido Popular, que ha corrido a los brazos del eje franco-alemán, deseoso de sucumbir a sus insólitas peticiones de recortes que fortalezcan aún más su hegemonía en Europa. Nunca un partido conservador se puso de parte de los débiles y ahora que ya no quedan formaciones de izquierda gestionando los gobiernos del continente, la solidez de su unidad será un tanque aplastando cualquier atisbo de protesta que contradiga sus directrices clasistas.
Pero esta ofensa de incalculables dimensiones hecha por el BCE, hubiera merecido una salida a los medios instantánea por parte de Rajoy, que se empleó a fondo en su campaña afirmando que el paro sería su preocupación esencial.
Lo peor es que este tipo de empleo-basura, disfraza las estadísticas permitiéndole a quien gobierna la presunción de haber disminuido el desempleo, sin hacer distinciones entre los tipos de contrato con que se lleva a cabo la gestión.
Para Rajoy será pues fácil, contarnos que ha conseguido crear por ejemplo, un millón de puestos de trabajo, sin especificar que lo que se recibe a cambio de ellos es exactamente la misma cantidad que la de los subsidios de hambre establecidos por su antecesor.
Si además llegamos a permitir que la seguridad social corra a cargo de los asalariados, la batalla de la sanidad pública se habrá perdido y solo tendrá derecho a recibir atención médica, la parte de la población que pueda costearse acudir a un centro, cuando enferma.
La desfachatez de creer que los españoles permanecemos en la ignorancia propia de nuestra posguerra y que su conformismo será eterno, parece más una broma de mal gusto, que una línea seria para terminar con la crisis que nos azota.
Pasar por este aro, nos colocaría en una posición de difícil retorno y nos convertiría en marionetas en manos de estos malhechores con traje y corbata que se pasean por sus elegantes edificios decidiendo nuestro destino, como dioses modernos, que ejemplifican el grado de maldad que los hombres pueden llegar a ejercer sobre sus semejantes.

martes, 6 de diciembre de 2011

Nada que celebrar

Habiendo pisoteado nuestros políticos todos los derechos adquiridos por los trabajadores, durante esta última etapa de crisis, llegan los españoles al Día de la Constitución este año, con la sensación de no tener nada que celebrar y el dolor natural que produce saber que de nada han servido los artículos de la Carta Magna para solucionar los problemas de desigualdad que se están produciendo continuamente en el país.
Posiblemente, la actual transición de poderes, en nada deslucirá los actos previstos para disfrute y solaz de nuestros gobernantes salientes y futuros, que pondrán toda la carne en el asador intentando demostrarnos las múltiples cualidades con que fue adornada nuestra vida, con la elaboración del Documento..
Pero subyace un regusto amargo capaz de empañar cualquier proposición que venga de manos de los que dicen representarnos: los españoles ya no creemos en la honestidad de los políticos de turno y la buena voluntad con que fue escrita la Constitución ha muerto ahogada en un océano de corrupción y mentira que impide con su suciedad, cualquier esperanza de futuro.
Las Instituciones ocupan para nosotros la escala más ínfima, dada su natural tendencia a desoír reiterativamente nuestros gritos de socorro. La línea que nos separa de aquellos en los que depositamos nuestra confianza, se ha convertido en una frontera insalvable, salpicada de escarpadas alambradas que la hacen inaccesible y gravada por aranceles impagables para un `pueblo cada vez más empobrecido por la mala gestión de los que debieran ser, ante todo, el reflejo nítido de la voz de los ciudadanos.
Es más, los gastos que acarrean este tipo de eventos, no hacen otra cosa que aumentar la indignación de los que nos vemos sometidos por decreto a soportar cada vez más recortes en nuestro nivel adquisitivo, para comprobar finalmente, que nuestras aportaciones forzosas son destinadas a alimentar el ego de los que se sientan en los escaños de los parlamentos, sin consideración a la pobreza que padecen los cinco millones de españoles, que ahora ocupan su tiempo en las colas de las oficinas del INEM, buscando una salida urgente a su desamparo laboral.
Carentes de ayuda y esperanza, lo que aguardan de sus políticos es la firmeza de una resolución que los saque del negro pozo en el que habitan. Y les importa un carajo que la corona luzca sus mejores galas en un día como este o la lista detallada del catering ofrecido tras los actos institucionales organizados para tal fin, o la palabrería vana de los discursos huecos de sus señorías, que conmemoran el cumpleaños de algo que ya no sirve para nada.
Los españoles hoy, ajustan las cuentas del Estado, intentando demostrarse a sí mismos cuánto se puede ahorrar, sin contar otra vez con los bolsillos de los honrados trabajadores que pagan sin culpa la crisis. No pueden ni quieren consentir el despilfarro institucional que en nada contribuye a la denostada paz social, cada vez más cerca del desastre.
Puede que llegue el día en que algunos tengan que rendir cuentas de su desatención manifiesta a la llamada de sus representados y paguen con la misma moneda que nosotros, esta vergonzosa despreocupación por el destino de su propio pueblo.
Claro que para eso, lo primero sería empezar a instalar una justicia real a la que poder acudir con la certeza, de que no habrá compasión para los que cometen el peor de los delitos conocidos: el genocidio incruento y solapado que va minando la voluntad de los ciudadanos, con dosis cada vez más elevadas de alienación y miedo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Un punto de incredulidad

Entrando en el principio de un largo puente y con la sensación de estar a la espera de nuevas medidas de recorte, por parte del gobierno conservador que se constituirá próximamente, no pueden escapar a nuestra observación una serie de cuestiones, que hacen difícil de creer una realidad que se nos da como cierta, pero que hace aguas si analizamos a fondo la rutina de los que nos rodean.
Hemos empezado el fin de semana en nuestra ciudad con la celebración de la final de la Copa Davis. El acontecimiento tenístico ha supuesto un éxito rotundo de público y los empresarios de hostelería hablan de un cien por cien de ocupación hotelera que supone una buena inyección de ingresos para nuestra paupérrima economía.
Teniendo en cuenta que la más barata de las entradas rozaba los doscientos euros y que se calculan en 27.000 los espectadores que han disfrutado del evento, la idea de la enorme cifra de paro que se baraja en el caso de Sevilla, no cuadra con el dispendio que supone para un desempleado, gastar la mitad de su subsidio para un fin lúdico de estas características.
Por otra parte, la Dirección General de tráfico ha cifrado en diez millones y medio la cantidad personas desplazadas a otros lugares durante estos días, con el consiguiente desembolso económico que acarrea para una familia moverse de su ciudad de destino para disfrutar de otros nuevos, a los que difícilmente se podría acceder, si su situación fuera tan desesperada como a diario se comenta.
Se habla poco de los efectos que la economía sumergida podría tener sobre un país como el nuestro, pero sin olvidar a los que están sufriendo verdaderamente el azote de la crisis, habremos de admitir que cosas como las anteriormente expuestas, ponen un punto de incredulidad en los corazones angustiados de los ciudadanos, que ven en los otros un modo de vivir que no se corresponde precisamente, con el de una sociedad roza los niveles de la pobreza.
Esto nos hace desconfiar de la veracidad de las estadísticas para pensar inmediatamente en que la picaresca se extiende a pasos agigantados por el territorio nacional, convirtiéndose en una costumbre generalizada, que mina grandemente la economía nacional y disfraza el trasfondo de miedo que nos acompaña, permitiendo conscientemente que ciertos individuos cobren prestaciones de las arcas del Estado, mientras trabajan para empresarios sin escrúpulos que defraudan al fisco, ahorrándose el correspondiente montante de impuestos que de otro modo, tendrían que asumir.
Una rápida mirada a los bares, centros comerciales, cines y zonas de ocio instalados por toda nuestra geografía, podría ponernos sobre aviso de cómo se desarrolla un día normal en cualquier ciudad, mientras nuestros gobernantes siguen apretando el cinturón a los que cuentan con un sueldo fijo, agobiándolos con continuos recortes que al final, hacen que la crisis sea costeada siempre por los mismos.
No parecen funcionar las medidas de vigilancia que eviten que estas situaciones se produzcan, lo cuál carecería de importancia si no supusiera un agravio comparativo para la honradez de aquellos que contribuyen religiosamente a las arcas comunes, mientras otros se zafan de sus obligaciones, haciendo mella en el mismo corazón de las prestaciones sociales que a todos corresponderían.
Naturalmente, este tipo de hechos no hacen otra cosa que aumentar el patrimonio de los más poderosos y alimentar sus ansias de grandeza, permitiendo irregularidades intolerables, que terminan en paraísos fiscales, como todos sabemos.
De nada vale parece, apelar a la conciencia colectiva de los españoles, ni sacar a la luz determinados casos que hieren la sensibilidad del más duro, con su injusticia manifiesta.
Probablemente, de nada valdrá apelar a nuestros nuevos gobernantes para que dediquen parte de su tiempo a combatir el persistente engaño que padecemos y a investigar o castigar su procedencia. Estarán demasiado ocupados en complacer las exigencias europeas, en lugar de centrarse en combatir los males endémicos que subyacen en las entrañas del país.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Ignorando a las PYMES

Tal y como auguró Rubalcaba en el debate televisivo, el representante de la pequeña y mediana empresa española (PYMES), no fue convocado a la reunión de ayer con Mariano Rajoy, no se sabe si porque de hoy en adelante su situación no preocupará al nuevo gobierno, o porque se trata de desligarlo de los grandes grupos empresariales y serán citados con posterioridad.
A nadie se le escapa que son precisamente estos negocios los que más han sufrido la crisis y que se encuentran en franca decadencia, por lo que necesitan soluciones urgentes, si quieren reflotar.
La mayoría de ellos, son empresas familiares que cubren las necesidades de varios de sus miembros y que se nutren de las migajas que dejan los peces grandes, con cuyos precios no pueden competir. Pero en el panorama económico español, son el grueso de los emprendedores y pioneros en la creación de puestos de trabajo, en muchos casos mantenidos, a pesar de las horas amargas que se están soportando.
Naturalmente, el manejo del capital está en manos de sus “hermanos mayores”, que deben ser los que interesan realmente a la ideología conservadora de Rajoy, a la hora de negociar a la baja futuros convenios colectivos que en el caso de las PYMES, tendrán que acatarse a partido jugado, sin que se cuente con su participación parta la elaboración de los mismos.
El hecho de no haber sido citados ayer es un agravio comparativo para los que dependen, y son muchos, de poder salir adelante contando con que la concesión de préstamos se agilice y con que el nuevo presidente quiera hacer de intermediario con los gigantes de la banca, para este fin.
En el punto de mira de los grupos minoritarios y ahora también, dicen, del PSOE, se esperaba con impaciencia que no se les excluyera de las conversaciones, porque parece que hay coincidencia en conceder gran importancia a los beneficios que generan este tipo de negocios que salpican todos los lugares del país.
Empezar una legislatura apartándolos, podría considerarse un primer error imperdonable y daría una idea bastante significativa de cómo se desenvolverá el nuevo gobierno y con qué agentes sociales contará, en los próximos cuatro años.
Si la situación de las PYMES no encuentra una pronta solución, muchas de estas pequeñas y medianas empresas se verán obligadas a cerrar, con el consiguiente aumento del desempleo que ello conllevaría.
Pero es evidente que el Partido Popular tiene los ojos fijos en lugares más altos y que está dispuesto a empezar a cumplir cualquier exigencia que imponga el eje franco-alemán, sin contar con ninguno de los humildes, aunque sean empresarios.
Los inconmensurables esfuerzos hechos por esta gente, tras la debacle de la construcción, no deja lugar a la especulación de que no formen parte, como nosotros, del pueblo soberano.
Ignorar su existencia, obviando la evidencia de sus necesidades de capital o negarles los créditos necesarios para su mantenimiento y crecimiento, avalaría la teoría de un natural acercamiento entre Partido Popular y poder económico, en detrimento de los pequeños, que volverían a quedar en un desamparo absoluto.
Muchos de ellos, la mayoría, han dado su voto a Rajoy convencidos de que sería más fácil recibir ayudas de la derecha que de los socialistas y lo han hecho, con la esperanza de que las relaciones con los administradores del dinero, serían un paseo militar para los que tanto han alardeado de tener en la mano la solución de la crisis.
No contaban con que ya casi nada tiene que ver con las ideologías y mucho con la capacidad de obediencia que tenga quien lidera la política de un país, en un mundo globalizado.
No auguro buen futuro a esta gente. Tampoco a ellos los representa nadie.