martes, 30 de noviembre de 2010

Bajo qué bandera



Uno, inocentemente, piensa que pertenece a un País con soberanía propia, que goza de absoluta independencia en la toma de las decisiones que le atañen, que es dueño de administrar justicia en los asuntos delictivos que le conciernen y que, en resumen, es libre de discernir lo que resulta más conveniente a sus intereses, sin injerencias extranjeras, en lo que se ha dado en llamar, asuntos patrios.
Hemos compartido muchas veces la mala opinión que se tiene sobre la función de nuestros enrocados jueces, fiscales y responsables de la administración ecuánime de la justicia, sobre los ciudadanos y ahora sabemos, además, que altos cargos estrechamente vinculados con este mundillo desastroso, pierden frecuentemente la poca dignidad que aún conservaban y se ponen a las órdenes de funcionarios de la nación más poderosa del mundo, arrastrándose ante sus designios, con la fidelidad ,mal entendida, de un perro temeroso del castigo que pueda aplicarle su enfurecido amo.
El ocho de abril del año 2003, el cámara José Couso resultaba muerto, en una acción premeditada de fuerzas estadounidenses contra un hotel de Irak, habitado íntegramente por periodistas, que, en esos momentos, llevaban la cobertura del conflicto armado.
Desde entonces, su familia y todas las personas de bien, que desde el primer momento consideraron el hecho como un vil asesinato, han estado, sistemáticamente, reclamando justicia y los autores del crimen, siguen gozando de total impunidad, mientras los encargados de mover el asunto, en un descarado alarde de hipocresía, no sólo no investigaban la verdad, sino que consentían en ser violentamente presionados por el gobierno de Washington para que el caso fuera, finalmente, olvidado.
No cabe mayor ignominia. No hay calificativos aplicables al señor Conde Pumpido, fiscal general del Estado ESPAÑOL, capaz de someter su voluntad y los intereses de sus compatriotas, en este caso luctuosos, al mandato tiránico de la supuesta madre de todas las democracias.
Es de rigor preguntar bajo qué bandera militan nuestros representantes judiciales, quién mueve realmente los hilos de los que nos gobiernan y en qué grado de indefensión nos encontramos los ciudadanos de a pie, cuando nos enfrentamos a la magnitud de un coloso, capaz de cualquier cosa, para salvaguardar su imagen impoluta de defensor de las causas de otros.
Sospechosamente, una de las exigencias establecidas en las conversaciones entre las partes, era la de que, bajo ningún concepto, el caso pudiera llegar a manos del Juez Garzón, ya que, su opinión sobre la aplicación de la justicia internacional, resultaba subversiva, a los ojos “inocentes” de los buenos hermanos de Norteamérica.
Imaginamos que a la familia de José Couso, la noticia le habrá caído como un gran jarro de agua fría. En quién podrán confiar a partir de este momento, es una incógnita de difícil respuesta, que probablemente mermará significativamente su ánimo y sobre todo, su esperanza en aclarar las circunstancias en que perdieron a José y en que paguen su culpa los culpables.
No están solos, por supuesto. Todas las personas de bien, nos unimos al escalofrío que habrá recorrido su espalda y no cejaremos en el intento de que su causa sea, finalmente, llevada ante unos tribunales independientes.
La opinión que se genera en nosotros es la de ser, al fin y a la postre, apátridas sin derechos, marionetas de la feroz gestión de los magnates sin escrúpulos que poseen todas las riendas que manejan el mundo. Y el dolor de saber que nuestra libertad termina, en cuanto choca con los intereses del Coloso, nos deja sin argumentos, hasta para escribir esta crónica, no sea que desde alguna oficina siniestra, muestren un interés desmesurado por la libertad que se demuestra en este blog, y me lo anulen sin mediar palabra.


lunes, 29 de noviembre de 2010

Crónica del evento

El resultado de las elecciones catalanas, consiguió eclipsar, totalmente, el notición familiar del año, sin darme oportunidad de hacer una pequeña referencia, siempre en clave de humor, a lo acontecido el pasado Sábado y que representó, al fin, para mi hija, uno de los días más felices de su vida.
No empezamos muy bien, porque a pesar de haber seguido la tradición de llevar los huevos a las puñeteras clarisas, amaneció lloviendo a mares, con un viento semi huracanado que levantaba a un santo del suelo y sin perspectivas de cambio, a corto ni largo plazo, lo que nos hizo adoptar una postura de resignación, con lo que más tarde se confirmaría, como una boda pasada por agua. Nos asaltó la tentación de pasar de nuevo por el convento y exigir la devolución inmediata de los huevos, porque, aunque las aparentemente dóciles monjitas, hicieron promesa de rezar porque luciera un sol radiante, o claramente no hicieron los deberes, o sus súplicas fueron desoídas de la manera más burda.
Sin embargo, una vez asumida la idea de la posible mojadura, probablemente acompañada de congelación, ya que la sensación térmica rozaba la tiritona, comenzaron los innumerables preparativos y nos dio una risa floja, que ya nos acompañó hasta la misma hora del enlace, en que fue sustituida por los nervios de rigor, que en parte, paliaron la presencia y el apoyo de los buenos amigos.
Y a raíz de ahí, todo salió a pedir de boca. A ratos más satisfactorio para unos, y a ratos, para otros, según creencias y gustos, como suele suceder en estos y casi todos los casos.
La novia, estaba radiante, hermosa y como rodeada de un aura de felicidad, que, particularmente, me causaba una sensación maravillosa, como si en un instante, viera que mi objetivo en la vida, se desarrollaba en vivo y en directo delante de mis ojos.
Las reacciones, no se hicieron esperar. Hubo quien no pudo contener las lágrimas y quienes, como yo, aguantamos estoicamente el tirón, a pesar de que el corazón latía con fuerza y la emotividad salpicaba la piel con un toque repentino, cercano al escalofrío.
Pero, poder reunir a la familia alrededor de la misma mesa, reencontrarse con amigos que habían venido desde lejos para acompañarnos en el trance, ver vibrar a los más queridos, sin perder la ilusión porque no fallara ni faltara nada, la alegría desbordante de los jóvenes, que no desfallecieron un instante en su interés por la diversión, compensaron los sinsabores y cansancio de los últimos tiempos y acabaron por crear una magnífica atmósfera que se prolongó hasta la amanecida.
Y aunque en la mayoría de los casos, resultaba difícil reconocer quien se escondía detrás de las galas que se lucieron en el evento, hay que ser consecuente y admitir, que un poco de potingue, puesto por manos expertas aquí y allá, acaba obrando maravillas, incluso en las que, como yo, ya tenemos unos añitos.
En fin, mientras escribo estas líneas, los ya recién casados, viajan a Egipto y los demás, tratamos de recomponernos del vapuleo sufrido de unos meses acá, intentando con fuerza desconectar de la parafernalia que rodea a este tipo de acontecimientos para volver a la normalidad cotidiana que tanto hemos echado de menos.
Y ahora que lo pienso, no sé bien si voy a ser capaz de vivir sin la modista, el fotógrafo, la esteticién, la peluquera, la ponedora de uñas de porcelana, la organizadora de banquetes nupciales, el agente de viajes, el oficiante de la ceremonia, la orquesta, y el teléfono sonando las veinticuatro horas del día.
También a mi hija, creo, le costará un imperio sacar de su vida a toda esta caterva de seres absorbentes, así que, antes de caer en un aburrimiento total, tal vez se decida a darme la satisfacción de hacerme abuela, cosa, esa sí, que me encantaría probar, porque debe ser algo delicioso.


domingo, 28 de noviembre de 2010

Quien siembra vientos...

Nunca sabremos qué pensaría el señor Rodríguez Zapatero que iba a pasar en las elecciones catalanas. Su excesiva confianza en sí mismo, probablemente le ha jugado una mala pasada, ofreciéndole una edulcorada visión de su gestión, absolutamente lejana de la realidad que percibimos los que sufrimos las consecuencias de sus coqueteos con el capitalismo, es decir, los trabajadores, que somos los que, al final, acudimos a las urnas.
Bueno, pues ya se le han despejado las dudas y, como habrá podido comprobar, esa clase obrera, a la que se ha dedicado a mancillar durante la última etapa de su mandato, ha dado una respuesta contundente a su nefasta tarea y ha apeado del poder a su representante en Cataluña, en una debacle electoral nunca conocida hasta ahora en esa zona del territorio.
Como resultaba evidente, Convergencia ha vencido sobradamente en los comicios, y lo que es peor, la derecha del Partido Popular, ha conseguido situarse como tercera fuerza política, acompañada también, por un par de pequeños partidos emergentes, de corte claramente independentista.
Esta es la muestra exacta, de lo que ocurrirá en el resto del País, si las medidas económicas del gobierno siguen haciendo más caso a las órdenes de Europa, que a la llamada desesperada de un pueblo que no consigue ya soportar más vejaciones en su propia dignidad y que desea con vehemencia, una política económica que soluciones el gravísimo problema de desempleo que azota a miles de familias.
No nos valen las consignas dictadas desde Alemania o Francia, cuya economía ya emerge de la crisis, con un reforzamiento claramente favorable para sus intereses, ni nos convencen las explicaciones que nos da la señora Salgado como fiel seguidora de los designios que le dictan al oído desde las grandes instancias. Es insuficiente, como ellos mismos nos dirían, para las clases trabajadoras, este giro bestial que está dando un partido, teóricamente de izquierdas, y la gente se plantea, como es normal, un cambio urgente que los saque del pozo en el que se encuentra sepultada y dónde cada día que transcurre, le son apretadas las clavijas hasta asfixiarla en su totalidad.
Avisado queda el PSOE, con voz rotunda, de que quien siembra vientos, recoge tempestades y su vertiginosa caída en Cataluña, no es otra cosa, que una demostración de su ineficacia en llevar las riendas de la nación, quiera ahora darle, el cariz que desee, a fuerza de maquillaje post electoral, de ese que nadie cree cuando lo oye a través de los medios.
Es tal el hartazgo de las clases trabajadoras, que la primera respuesta que ha podido dar, ha dejado las cosas en su sitio.
Vaya pues, el señor presidente, fijando bien su mirada en las barbas del señor Montilla, y echando las suyas a remojo, porque esto será lo que obtenga en cualquiera de las consultas que haga y la respuesta de funcionarios, pensionistas, parados, amas de casa y estudiantes, por poner un ejemplo profesional de quienes representamos a los votantes que un día le dimos el poder.

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jueves, 25 de noviembre de 2010

Con la fecha en los talones





La búsqueda de temas que tratar, cuando los argumentos personales te apabullan y te dejan sin tiempo para dedicarlos a cuestiones generales, resulta ardua, sobre todo si el cansancio acumulado en los días anteriores, sobrepasa los límites de la imaginación y te dejan fuera de onda, sin remisión posible.
Siento pena de tener que hojear la prensa sin detenerme en artículo alguno, tener que pasar ampliamente de poder escuchar la radio o darme cuenta que cuando enciendo la televisión para ver los informativos, ya han llegado a los deportes.
La marcha vertiginosa de los acontecimientos familiares, definitivamente va a poder conmigo, pues ya no sé si voy o vengo, me estalla la agenda de cosas por hacer, y ni siquiera puedo renunciar a mis obligaciones domésticas porque mi sentido de la responsabilidad, creo que me hace ser mucho más tonta de lo que hasta ahora había creído.
Quiero que pase el tiempo y poder retomar una dulce rutina que me permita reencontrarme con mi yo, de forma apacible, sin sobresaltos de última hora, sin la incertidumbre de no saber qué me deparará el mañana o dónde acabarán mis pobres y mancillados huesos al final de la jornada.
Quiero que alcancemos de nuevo la estabilidad que tanto nos había costado conseguir y volver a ser una persona normal, morirme de aburrimiento si me da la gana, e incluso hacer un viajito, con mi ya regresado compañero, en el que disfrutar de la belleza de un simple paisaje, en el rincón más recóndito de nuestra maravillosa geografía.
De todas formas, he caído en la cuenta de las cosas que soy capaz de hacer por amor, filial en este caso, y hasta me siento orgullosa cuando echo la vista atrás y miro la transformación que ha experimentado mi vida, sobre todo en el último mes.
Creo que encima, vamos a tener una boda pasada por agua, si las previsiones meteorológicas no fallan, y es bastante probable que pesquemos un resfriado, pues se aproxima una ola de frío polar, nada compatible con nuestras galas de finas gasas y los zapatos de corte veraniego que luciremos en el evento.
Ya os contaré. Emitiré un gran suspiro, me calzaré mis imprescindibles zapatillas, me daré un corte de pelo de los que hacen época y volveré a reconocerme en el espejo, afortunadamente. Retomaré con avidez la lectura, me engancharé de nuevo al tren del mundo, me cabrearé un poco todos los días, como siempre, con las injusticias, con los capitalistas, con la banca, con la iglesia, con el alcalde de mi pueblo y su subida de impuestos, con los políticos, con los corruptos, con la televisión basura, con la manipulación descarada de los medios, con los prepotentes, con los ineptos, con las instituciones, con la puta legislatura y los señores que la practican, con los ladrones de esperanza y, cómo no, con la maldita crisis y sus efectos, pero regresaré a mi camino y lo haré a mi manera.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Unas gotitas de apatía

Todo el País está pendiente del resultado de las elecciones catalanas. Naturalmente, nos preocupa el conflicto de Corea y sólo algunos con cierta conciencia social, mantenemos la mirada en Haití y la terrible epidemia de cólera, que azota, como siempre, a los más desfavorecidos, redundando en la ya terrible desgracia de este pueblo, que continúa hacinado en las calles, sin resquicio alguno de que la ayuda internacional tenga algún efecto sobre su tragedia.
Nuestros políticos andan a la caza de descubrir los trapos sucios de los demás, a la gresca, sin percatarse los ahora gobernantes, de sus ínfimas posibilidades de victoria, los populares, con un ego excesivamente subido, celebrando una mejora en votos bastante improbable, y Convergencia intentando atar cabos por si tras su, muy previsible triunfo, le hiciera falta pactar para hacerse con la presidencia de la Generalitat.
Ni buscando afanosamente en los anales de nuestra más reciente historia, encontraríamos una situación parecida a la que vivimos en la actualidad. Primero, porque jamás habíamos padecido una crisis tan grande, y en segundo lugar, porque la pérdida casi total de ideología de estos contendientes por alcanzar el poder, tampoco había sido nunca tan evidente.
Quiero confesar que por primera vez, ni siquiera estoy pendiente de los discursos de campaña. Son todos en el fondo tan iguales, que no responden, para nada, a las perspectivas que, en mi imaginación se cuecen, para resolver el único problema que, realmente, preocupa en la calle y que no es otro, que la desorbitada cifra de parados que colapsan las oficinas del INEM, a la búsqueda de alguna posibilidad de poder ganarse el pan con el sudor de la frente.
La bolsa se arrastra por su reluciente parquet, en espera de un milagro económico que el sistema no es capaz de producir y nuestras esperanzas de mejora, al depender enteramente de los magnates capitalistas, no auguran buenos vientos para la clase obrera.
Y en estas estamos, todos metidos en un mismo paquete de desilusión, que tal vez se reflejen dejando una grave abstención en los comicios que se avecinan, demostrando el desinterés general que suscitan en nosotros los políticos y la desconfianza en su gestión que nos embarga sin remedio.
No está previsto que suceda nada que pueda, de momento, cambiar la situación. Ni siquiera la visita de Benedicto XVI, parece haber causado el menor efecto, al alza, en nuestra paupérrima economía y hasta el nuevo ministro de trabajo ha sido ya abducido por el efecto Zapatero y ha empezado a afirmar que la reforma de las pensiones, resulta estrictamente necesaria.
En casa, pasado mañana se nos casa la niña y han empezado a llegar los primeros invitados, mermando considerablemente mi tiempo para dedicarlo a escribir en esta pequeña ventana que compartimos. Me vais a disculpar la apatía, pero ahora he de pensar, por decreto, sólo en la banalidad de estar lo más bella posible el día del enlace. Se lo debo a mi hija y pienso conseguirlo.

martes, 23 de noviembre de 2010

Vientos de contienda




La lluvia pertinaz con que nos saluda este Otoño, que no nos permite disfrutar de dos días seguidos de sol y nos obliga a refugiarnos en casa, buscando un calor mucho más propio del invierno, acaba por minar un poco el ánimo, ya tocado por las malas noticias que se producen a nuestro alrededor, como si nos hubiera tocado vivir una de esas rachas nefastas de las que no se sale nunca.
Hoy los coreanos se atacan los unos a los otros, por si no hubieran tenido ya bastante con aquella guerra, que nos suena lejana, y que sólo conocemos ligeramente, por la mención que a ella se hace en algunas películas americanas.
La palabra guerra, tiene espantosas connotaciones de dolor y de espanto. Es igual dónde se produzca, nos pille o no cercana, siempre deja tras de sí un reguero de vidas rotas, de inocencias violadas y de un terror insuperable hacia nuestra misma especie, que roza los límites de la razón con su inexplicable cadena de violencias.
Poco importará hoy a los coreanos que haya bajado la bolsa en España a causa del hundimiento económico de Irlanda, o si la madre iglesia autoriza o no el uso del preservativo en casos muy contados, sin el apoyo de su curia más recalcitrante. Hoy, a los coreanos, seguramente, lo único que les preocupará será encontrar un rincón donde sobrevivir a su propia tragedia e incluso hallar una remota posibilidad de huir hacia pacíficos territorios donde no les roce, siquiera, su enquistado conflicto.
Oigo deslizarse la lluvia a través de los cristales, con una exagerada melancolía y me invade una sensación de profunda tristeza al comprobar lo poco que hemos aprendido los seres humanos en tantos años de existencia.
¿Qué puede ser tan grave que nos lleve a tomar entre las manos un arma y acabar con la vida de otro, como demostración de un odio ancestral que ni siquiera termina cuando la persona que teníamos enfrente exhala su último suspiro? ¿Qué clase de enseñanza hemos sido capaces de asimilar si aún cuando contemplando, en vivo y en directo, las atrocidades que somos capaces de hacernos, no se nos mueve la conciencia para dar un paso atrás y recapacitar sobre nuestros actos?
¿A quien interesa realmente que se diezme la población mundial como para dedicar su tiempo a recrudecer viejos rencores hasta hacerlos desembocar en un alzamiento armado donde probar cualquier artilugio letal de inquietantes repercusiones posteriores?
Verdaderamente, el maldito mundo se mueve exclusivamente por intereses económicos y aquellos que se hallan en su cima, en otra dimensión que el resto de los mortales, aquellos que ni siquiera se detienen ya a contar sus desorbitados beneficios, son .desgraciadamente, los amos de nuestro triste universo.
Y aunque lo sabemos, la ratonera en que nos encontramos atrapados tiene un candado exageradamente grande para nuestras frágiles manos de tristes trabajadores y es tal nuestra simpleza, que comprender los entresijos del sofisticado engranaje de estos seres sin rostro, escapa, literalmente, de nuestras posibilidades de entendimiento, humanas y limitadas, al fin, sin la maldad necesaria para hacer de nuestros semejantes, juguetes rotos con los que enriquecernos y divertirnos.
Entre tanta mala conciencia, alguien ha repartido a los niños de Afganistán ejemplares de “El principito”, traducido a su lengua. Un bello gesto que quizá pueda darles una perspectiva del mundo diferente a la que ven diariamente en los humildes poblados en los que sobreviven: que en el mundo, además de la guerra existen valores por los que merece mucho más la pena luchar, el amor y la amistad, por ejemplo. Tal vez también debieran hacerlos llegar a los poderosos.




lunes, 22 de noviembre de 2010

Paradojas clericales

¡Alabado sea Dios! Al fin se han abierto los ojos cerrados de la más alta jerarquía de la Iglesia Católica, apostólica, romana y su máxima autoridad en la tierra, habiendo recapacitado largamente, ha descubierto las ventajas del uso del condón, eso sí, sólo en determinadas situaciones.
Desde que la propagación del sida se relacionara directamente con la práctica de las relaciones sexuales sin protección, la postura inamovible del papado abogaba por la castidad, como único medio de no adquirir la enfermedad por contagio y sus ayudantes más cercanos, a saber, una masa ingente de carcamales ochentones que detentan el grado de cardenales u obispos, seguían a pies juntillas las instrucciones de su jefe, vociferando en contra de cualquier método anticonceptivo, ya que consideraban como función principal de la pareja, la procreación.
Y tampoco se han apeado ahora del burro, no vayan a creer, pues los casos excepcionales en que podría tolerarse el uso del preservativo, se refieren, literalmente, a aquellos en que se adopte el sexo como profesión, es decir, cuando anda de por medio la prostitución como medio de vida.
A poco que se reflexione sobre la noticia, se cae rápidamente en la cuenta, que se sigue considerando pecado mortal, atajar el paso de los espermatozoides cuando la relación la lleva a cabo una pareja normal, teóricamente limpia de cualquier acto moralmente reprobable, incluso santificada por el sacramento del matrimonio, que acude semanalmente a misa, que cuenta sus más elementales errores a su confesor y que cumple escrupulosamente sus dictados pero, por razones individuales, decide, por ejemplo, no concebir más hijos. Su vida ejemplar, a los ojos de los jerarcas vaticanos, se va directamente al garete, sin importar su intachable conducta anterior y su condenación está asegurada únicamente porque, a lo peor, su situación económica no es la más acertada para admitir a nuevos miembros en la unidad familiar o porque, acaso, uno de los dos es portador del VIH, por razones que ahora no vienen al caso, y no desea contagiar al otro.
Pero he aquí que la mano santa se abre milagrosamente si una mujer de la vida, pecadora impenitente, sin remilgos a la hora de meterse en la cama con cualquiera que le ofrezca una satisfacción económica, para hacer cosas que, seguramente, escapan a la santidad espiritual de los mandatarios vaticanos, y la magnanimidad se hace patente de manera repentina permitiendo que la infección no se propague a sus clientes que, desde luego, no son precisamente angelitos de la corte celestial y casi siempre arrastran consigo, una conducta de infidelidad nada grata para la vida familiar que proclaman a los cuatro vientos los señores vestidos de púrpura.
Nada dice el escrito de si la benevolencia papal llega también a los muchísimos casos de pederastia que están creciendo como hongos entre las filas de los que lidera. No estaría nada bien infectar a niños inocentes con una enfermedad relacionada muy directamente con las prácticas homosexuales, si se realizan sin la debida protección, y, desde luego, aquellos que llegan a la degradación de aprovecharse de los más débiles en un abuso indescriptible de autoridad, probablemente ya han recorrido un largo camino de aberraciones anteriores con las que podrían haber contraído el SIDA, por derecho.
No sé si ahora que se han abierto las puertas del cielo a determinados pecadores, los demás podremos pasar también, aunque sea por una rendija, al paraíso celestial que se nos ha negado sistemáticamente, simplemente por ser portadores de lesa humanidad. Tal vez se reblandezcan las oscuras e inquebrantables membranas de los corazones de quienes se creen con derecho a juzgarnos o a darnos unas lecciones de moralidad, que nunca son medidas con el mismo rasero cuando se trata de la curia.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Pánico en las aulas

El único delito que podría achacarse a los docentes sería el de intentar, por todos los medios, abrir camino a sus alumnos en su vida futura.
Por lo general, las personas que eligen la enseñanza como profesión, suelen ser idealistas vocacionales que sueñan con mejorar el nivel cultural de los jóvenes, a base de entrega y paciencia, pero el tópico extendido de que disfrutan de largas vacaciones y de cortas jornadas laborales, ha ido minando la idea que de ellos tiene la sociedad y, por añadidura, asentando en la mente de los estudiantes una falta de respeto que, en la mayoría de los casos, proviene íntegramente de los comentarios que oyen en sus casas.
Esa imagen grabada a fuego en el pensamiento general, sumada al desconocimiento de valores que nuestra juventud arrastra en los últimos años, a la soledad que padecen debido a la falta de tiempo que les dedican sus padres y a la protección exagerada que la ley les ofrece cuando cometen un delito, ha convertido la enseñanza en una carrera peligrosa, repleta de agresiones verbales y físicas, que ningún gobierno hasta ahora se atreve a atajar, en la medida que le corresponde.
La noticia de varios alumnos implicados en un tiroteo a las viviendas privadas de sus maestros, a pesar de la gravedad de los hechos, no es más que otro paso, en la interminable lista de actos deleznables, que a diario se producen en innumerables centros del país, en muchos casos, con la colaboración directa de unos progenitores que no son precisamente, un ejemplo para sus alterados hijos.
Si no se toman pronto medidas ejemplares que eviten radicalmente que estos hechos se sigan produciendo, al final llegaremos a encontrarnos frente a un problema similar al de la violencia de género, que ya nadie podrá parar, por muchos ministerios de ayuda que se saquen de la manga los políticos de turno, los mismos que ahora se inhiben, en su totalidad, de lo que se cuece en las aulas de todo nuestro territorio.
Casualmente, aún no se ha llegado a un resultado de muerte en la persona de un enseñante, pero según el cariz que están tomando los acontecimientos, no sería de extrañar que una noticia como esta, abriera el día menos pensado las portadas de todos los telediarios.
Quizá convendría aleccionar a unos padres excesivamente relajados con la educación de sus hijos, para que de una vez, asumieran que la educación de sus vástagos corresponde en exclusividad a quienes decidieron traerlos al mundo, y que la labor de los Colegios e Institutos, no es otra, más que la de ofrecer formación académica, siempre dentro de unas normas establecidas de respeto cívico.
En dos palabras: a los hijos hay que mandarlos a la Escuela ya educados, preocuparse de que, a ser posible, no sean portadores de armas blancas o de fuego, como en el episodio antes comentado, y desde luego, con la clara idea de que la persona que tienen enfrente, su profesor, no es un monigote del que mofarse, ni un colega al que insultar, ni una figura de papel con la que practicar el lanzamiento de cuchillos o el tiro al blanco.
La justicia, debe categóricamente proteger, sin fisuras, al profesorado y si para ello hay que cambiar una ley del menor que no satisface ya a nadie, ni demuestra beneficios para los no tan tiernos infantes, no quedará otro remedio que hacerlo, ya que la permisividad actual deja sólo la evidencia de una degradación de costumbres significativamente peligrosa.
El apoyo de las familias a los que se encargan de sus hijos a diario, debe ser total y la reprobación a lo medios utilizados por determinados bárbaros contra cualquier disciplina impuesta a quienes suelen ser un problema en casa y en la clase, ha de ser correspondida con medidas contundentes desde la inspección, que sólo parece preocuparse por alcanzar un porcentaje elevado de aprobados, dejando a sus trabajadores en la más completa indefensión.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sin argumentos

Mientras el Presidente del País ofrecía toda suerte de explicaciones en el Parlamento, en un intento desesperado por justificar la cadena de errores que, durante su mandato, nos ha llevado a la cifra inaudita de cinco millones de parados, una prioridad personal, me llevaba a la última prueba médica que aún me quedaba por hacer, una resonancia del cráneo, y en cierto modo, me ahorraba el bochorno de ver en directo cómo todos los grupos del arco político, reprobaban por unanimidad la gestión de los socialistas en el poder.
De todas las acusaciones vertidas sobre el asunto, sólo Gaspar Llamazares, cuando le acusaba de haber traicionado su ideología, ha parecido quedar al margen de las encarnizadas luchas por el poder que se intuyen en los demás partidos.
No me cabe la menor duda de que el clamor por anticipar las elecciones, lleva consigo la idea fija de aprovechar el mal momento que atraviesa el PSOE, para conseguir el mayor número posible de representantes en la Cámara, haciendo leña del árbol caído.
Un presidente bastante más derrotista que de costumbre, se ha defendido con argumentos débiles porque posiblemente era consciente de la razón que asistía a sus detractores en todos y cada uno de sus discursos, acudiendo a los acostumbrados ataques salidos de tono que últimamente dedica desde su atalaya a quienes le contradicen, pero los datos terroríficos le acompañan como una sombra alargada que se ha pegado a sus pies, sin dejarlo desembarazarse de su nefasta influencia.
Tan triste me resulta el estrepitoso abandono de la preciosa doctrina que caracteriza al socialismo, que incluso, en cierto modo, he agradecido pasar un rato dentro de un claustrofóbico tubo de metal, sometida a la tortura de toda clase de ruidos estridentes, con tal de no asistir a la caída inevitable de este gobierno en el pozo de profunda oscuridad, al que va destinado sin remedio.
Las elecciones catalanas serán, probablemente, la primera de las pruebas evidentes del final de esta etapa caracterizada por el atropello a la dignidad de los trabajadores y si aún así, la actitud obstinada del señor Zapatero, no se apeara de las nefastas perspectivas con las que ya amenaza, todo lo que venga detrás le pasará factura y acabará pagando caro su alejamiento de las clases populares y su adoración por los oropeles de los magnates europeos.
Parece estar a la espera de tener en las manos los resultados de los comicios, como si no fuera capaz de creer, aún estando meridianamente claro, que somos víctimas de sus continuos errores, sin que lleguemos nunca a ver la luz.
Para completar, resulta escandaloso el silencio que guarda sobre la situación crítica que en estos días sufre el pueblo saharaui.
Al final, vamos a tener que pensar que elegimos en 2004 al hombre equivocado, que ni era realmente socialista, ni capaz de abarcar las labores que exige presidir un país, dada su negativa a ver u oír cualquier cosa que represente un problema.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tiro al negro

Los asesores del Partido Popular para los comicios catalanes, en un alarde de imaginación inaudita, han tenido la “feliz” idea, de crear un juego interactivo, en el que su candidata Alicia Sánchez- Camacho, convertida en una especie de heroína repartidora de justicia, va bombardeando todo aquello que molesta al ánimo, de natural caduco, de sus militantes, incluidos los emigrantes sin papeles que tanto molestan a la derecha.
Esta demostración de racismo, lanzada, creo, para medir la reacción de los electores, deja entrever una vez más, la cercanía ideológica que el principal partido de la oposición mantiene con las formaciones ultraderechistas que están resurgiendo en Europa.
Las críticas llovidas desde todos los flancos, no han dejado otra opción que acudir a la excusa del tan manido error de impresión, que viene a socorrer, junto con la visita de la protagonista del spot, a un grupo de emigrantes de color, a los ya poco afortunados militantes del PP catalán, tras haber quedado en evidencia a los ojos de los ciudadanos de bien.
Acudiendo a una memoria no demasiado lejana, resultará fácil recordar, la durísima oposición de los populares a todo lo que signifique abrir fronteras, su nacionalismo exacerbado con los símbolos que ellos consideran como patrios, y la machacona cantinela que protagonizaron cuando inventaron aquello del efecto llamada.
Además, mientras ayer se apresuraron a pedir disculpas por el dichoso jueguecito, el alcalde de Motril, perteneciente a sus filas por mas señas, desmantelaba un campamento chabolista de rumanos, al más puro estilo del presidente francés, ofreciendo a sus pobladores dinero para regresar inmediatamente a su país, sin dar otras opciones.
Si estas dos muestras de intolerancia no son puro racismo, si las actitudes demostradas por esta formación no discriminan con toda claridad a seres humanos que, por circunstancias de toda índole, se ven obligados a emigrar, no se me ocurre cómo definir esta actitud y me falta idioma para calificar dichas posturas inflexibles.
Y uno, que quiere convencerse de la civilización de la derecha, que con buena voluntad, desea alejar los recuerdos del pasado para intentar hacer un hueco en su mentalidad a los que proceden de otro tiempo y circunstancia, se ve continuamente obligado a volver la vista atrás, cuando suceden estas cosas, e incluso a retomar el convencimiento de que una cosa es la imagen que ofrecen de cara a la galería y otra, muy distinta, la que guardan en el cofre de su ideario más profundo.
No tienen, afortunadamente, ninguna posibilidad en Cataluña. Ellos lo saben, y nosotros también lo sabemos. Y si quedara alguna duda, yo les aclaro que estas elecciones, las va a ganar Convergencia y Unió, asentada en el corazón pequeño burgués de los catalanes, por muchas y variadas razones y que su intento de introducir el tiro al negro en su ya ridícula campaña electoral, no ha de traerles otra cosa, más que la consecuencia de dejar al descubierto su feroz xenofobia y su obsoleta posición ante un mundo que se nutre de todo tipo de seres humanos, de toda clase, raza o condición. Si leen con atención ese catecismo que tanto esgrimen en sus manifestaciones católico-apostólicas, seguramente aprenderán que su Dios ya militaba en un bando totalmente contrario al que ahora ellos predican.

martes, 16 de noviembre de 2010

El cliente impasible

Con frecuencia, nos horrorizan las historias que suele contar la policía, cada vez que desarticula un negocio relacionado con el tráfico de mujeres.
La profesión más antigua del mundo, se nutre ahora del engaño generalizado, para traer a chicas de otros países, con un supuesto contrato de trabajo- generalmente relacionado con la hostelería- que al final resulta ser un auténtico calvario de reclusión forzosa. en un burdel, donde son sometidas a todo tipo de crueles vejaciones, a cambio de pagar una deuda contraída con aquellos que las esclavizan con jornadas de trabajo ininterrumpidas, de las que no pueden escapar.
Parece que este negocio, en principio legal, en el caso de que las trabajadoras lo fueran por voluntad propia, es la tercera fuente de producción de dinero negro y genera auténticas fortunas a quienes los regentan, e incluso suben los niveles de poder adquisitivo de los pueblos en los que son instalados.
Pero detrás de cada mujer obligada a practicar la prostitución por medio de la fuerza, la amenaza y el miedo, existe un ser humano privado del derecho fundamental de la libertad y un episodio inenarrable de sufrimiento permanente, que poco parece importar a una sociedad, cuyo único deseo es el de no complicarse la vida con gente de la calaña que se mueve en estos territorios.
De todos es archiconocido lo que se cuece en estos locales, y sin embargo, llama poderosamente la atención la afluencia masiva de clientes que los frecuentan, a pesar de que la información que nos llega de ellos, no puede ser más aterradora para quienes nos consideramos personas normales, dentro de una supuesta civilización que, en principio, respeta los derechos humanos.
La pregunta es si la importancia del instinto sexual y su pronta satisfacción, puede llegar a ser más importante para los asiduos que la violenta deshumanización con que son tratadas las jóvenes con las que se van a la cama.
¿Qué clase de persona ignora los episodios de angustia de otra y sólo se preocupa de su satisfacción personal, abandonando luego el local de los horrores, creyendo haber pagado un servicio con unas pocas monedas? ¿Qué clase de conciencia aterradora permite a estos clientes volver a casa y contemplar sin inquietud el rostro de sus hijas, que tuvieron la suerte de no necesitar emigrar para vivir, y no recordar los ojos asustados de la muchacha que dejaron atrás horas antes, sin establecer un elemento de comparación entre ambas? ¿Cómo pueden siquiera dormir un solo día o pasar una sola noche, sin compadecerse de ellas?
Si hay justicia, la complicidad de estos clientes impasibles, que van a los Clubes de carretera y no denuncian lo que en ellos se cuece, está más que probada y su frialdad al encarar este asunto, es seriamente merecedora de un castigo ejemplar, tanto o más grande aún que el del proxeneta que las trajo. Ambos consideran seguramente a las mujeres, exclusivamente carne, sin cerebro ni sentimientos, deshechos de los que aprovecharse en propio beneficio, lucrativo o instintivo, para después devolverlas a un mundo en el que ya no tendrán jamás un sitio, si tienen la suerte de no terminar en una cuneta con el cuello rebanado.
No basta con las campañas orientativas, ni con la información o la ayuda que oferta el instituto de la mujer, ni con multas simbólicas que no resultan nada disuasorias, como prueba la proliferación de este tipo de negocios. Las penas deben ser ejemplares y adecuadas para quienes, sin conciencia, ignoran que el ser humano, de cualquier sexo, es algo más que unos genitales, que merece respeto y consideración, sobre todo cuando busca una vía para escapar de la pobreza.
La cuestión es bien fácil: sin clientes, se acabó el negocio.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Oídos sordos





Si algún día llega a saberse la verdad de lo que está pasando en el Aaiún, no será precisamente por la objetividad de la prensa de Marruecos. Amordazados por los fortísimos lazos de la dictadura que gobierna el país, la versión de los hechos que ofrecen al mundo, sin rubor, no es otra, que la que dicta en sus oídos el eco poderoso de quien los tiraniza.
Entretanto, la comunidad internacional, incluida España, cierra los ojos al conflicto y vuelve la espalda a las atrocidades, por todos archiconocidas, que se cometen con el sufrido pueblo saharaui, que no hace otra cosa que conservar la valentía de reclamar su propia identidad, en una negativa rotunda a entrara a formar parte de un gobierno que no es precisamente un ejemplo de libertad y democracia.
Algo contará el grupo de valientes activistas que ha logrado adentrarse en un territorio inmensamente vigilado, para echar una mano a los olvidados que padecen la feroz represión que estos días, parece practicarse con mayor saña contra los que se atreven a levantar la voz.
El estreno como ministra de Asuntos Exteriores de Trinidad Jiménez, no ha podido ser más nefasto. Su inhibición forzada ante unos acontecimientos que nos tocan particularmente de cerca, y su falta de contundencia en reclamar una rápida resolución del problema, es una gota más que añadir a la vertiginosa caída que protagoniza, en todos los ámbitos, el gobierno del señor Zapatero.
Pero ahora, andan enredados en el comienzo de la campaña electoral catalana, en un intento desesperado por suavizar la catástrofe que se avecina para su partido, en unas urnas que, probablemente, no harán otra cosa que repartir un poco de necesaria justicia.
Sin embargo, la urgencia de tomar decisiones que den un sitio que habitar como suyo, a los olvidados Saharauis, no puede ni debe posponerse en función de los intereses partidistas, que nunca han de estar por encima de las necesidades humanas, cueste o no cueste, la salida del poder.
La sordera incurable que este gobierno padece, que se niega a prestar atención a la voz de la calle, que enmascara lo verdaderamente importante con el cuento de un talante diplomático, claramente perjudicial e inútil, habría de ser tratada con una rotundidad inapelable en cualquiera de los comicios convocados, en la esperanza, de que la caída estrepitosa que se les venga encima, sirva como una cura imprescindible de humildad a quienes se creen intocables allá en su urna de cristal, blindada al clamor popular de los que los aupamos al poder esperando de ellos algo muy diferente.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El orgullo nacional

Cuando el manto negro de la censura se cernía sobre todas las actividades artísticas, sin hacer una sola concesión a nada que saliera del redil impuesto por la larga dictadura franquista, Luís García Berlanga, en clave de humor irónico y mordaz, ya se las ingeniaba para torear a los esbirros administradores de silencio, sin que se percataran del mensaje oculto que encerraba cada una de sus películas.
De todos es sabido que la más exitosa de todas fue, sin duda, “Bienvenido Mister Marshall”, y es cierto, que contiene elementos por los que merece la fama que la acompaña, pero mi preferida es, indiscutiblemente, “Plácido”, que tuve la suerte de admirar, de reestreno, allá por los finales de los setenta, en una sala de cine de barrio en Madrid.
La crítica feroz hacia la nueva burguesía, surgida de entre los vencedores de la guerra civil, con su fanatismo religioso incluido, con sus obras de supuesta caridad, con sus señoronas organizadoras de roperos parroquiales y otras actividades que siempre demostraban con toda claridad quienes estaban por encima, en aquella sociedad creada desde la crueldad de un golpe de estado, queda absolutamente reflejada, sin tapujos, en esta obra maestra del cine español.
Aconsejo a quien no haya tenido la suerte de verla, que lo haga, y pronto se dará cuenta del magnífico argumento que tiene delante, no sólo por el reflejo de la época histórica en la que fue rodada, sino porque contiene componentes de una rabiosa actualidad, ahora que con la crisis, se ha elevado el nivel de pobreza.
Creo que de Berlanga ya estará dicho casi todo, se habrá ensalzado su valentía en los años oscuros, su frescura en los tiempos de la transición, su agilidad narrativa en cualquiera de las cintas de su prolífica carrera y que, junto con otro puñado de cineastas, fue durante un tiempo, lo único interesante de un cine español rayano en la chabacanería y la horterada de la risa fácil.
Pero su compromiso real durante toda la vida con las causas de los más necesitados, su militancia, a través del trabajo, en favor de los más débiles, su arte para ridiculizar a los poderosos mostrando toda la galería de sus defectos y aberraciones morales, lo convierten en un orgullo nacional difícil de borrar para los amantes del séptimo arte.
Yo propondría una revisión periódica de su filmografía. A quien no la conozca, ya le adelanto que lo pasará estupendamente, pues todo lo encauzaba este hombre a través del humor, pero además, si se hace un análisis más profundo de lo que se está viendo, pronto se empieza a comprender que nunca se quedaba en la superficie de lo que reflejaba y que su obra tiene también el regusto amargo de que las situaciones esperpénticas que planteaba, por desgracia, no eran otra cosa que la más estricta realidad.
Se va el maestro, con elegancia, sin dar ruido, como los caballeros, habiendo cumplido con su deber, como los buenos y dejando un legado profesional y humano digno de admiración, en ambas vertientes.
De haber podido, seguramente habría narrado su propia despedida, con ciertos tintes de exageración y humor negro, pero eso sí, sin esperar otra cosa del respetable, más que una carcajada de complicidad, porque bajo su ironía, habría alguna lección magistral de quién sabe qué cosa.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Uno de esos momentos...

La alegría desbordante de mis hijas, con los preparativos de la boda, se vuelve contagiosa adquiriendo la facultad de cambiar el cansancio por una actividad frenética de la que no se quiere escapar.
Su risa ahora, es una de esas imágenes que, sin duda, recordaré toda mi vida, pues si un objetivo he tenido desde que nacieron, es que alcanzaran la felicidad.
Están estos días en una fase de belleza especial, dulce y chispeante, como gritándole al mundo sin pudor que gozan de una existencia plena y que atraviesan una etapa a la que no quisieran renunciar, convirtiéndola, por arte de magia, en una eternidad de magnífica plenitud.
Andan trasteando las calles, las tiendas, las casas de unos y de otros, reuniéndose a todas horas sin un motivo específico, eligiendo piezas musicales que escuchan en varias versiones, inventando bailes, recopilando listas interminables de amigos de todas las edades y ,en fin, viviendo a tope esta experiencia, que, desde luego, será irrepetible.
Yo siempre he procurado observarlas desde la distancia, dejándolas hacer a base de aprendizaje permanente, permitiéndoles ir engranando su destino como uno de esos juegos de piezas, que van encajando con dificultad, una sobre otra, hasta alcanzar la construcción deseada, después de mucho esfuerzo e ingenio.
Y ahora que militan en su propio bando, que han formado libremente núcleos nuevos de convivencia, que caminan con paso firme en sus respectivas profesiones y que aún así, necesitan la mutua compañía como si todavía fueran pequeñas, me encanta formar parte de sus iniciativas y me siento realmente orgullosa de que sean particularmente generosas en el plano de los sentimientos.
La teatralidad de los últimos días, acabará pasando, nos bajaremos del escenario en el que estamos expuestos al público de alrededor y llegarán las horas sosegadas de referir los recuerdos de estos momentos que permanecerán en el cuaderno familiar como un acontecimiento imborrable.
Pero ahora, mientras escribo, las oigo hablar entre susurros en otra habitación con una complicidad que siempre tuvieron. No me llega con claridad el contenido de la conversación, ni me interesa verdaderamente conocerlo. En realidad, me basta con la cercanía de sus voces alegres, que revitalizan mi existencia como un ungüento absolutamente necesario para empezar a caminar y aunque nos falta una parte importante de la familia, la unión perfecta que hemos conseguido, basta y sobra para querer detener el tiempo, sin que nos rocen las nubes negras que se ciernen sobre el resto del mundo, porque el nuestro, empieza y termina en los pequeños límites con que acotamos nuestro territorio.






miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las secretas intenciones

No existe una explicación razonable, pero los presidentes de gobierno, cuando dejan de serlo, quizá en un intento de prolongar su popularidad, en cada una de las declaraciones que hacen, se vuelven lenguaraces, unas veces refiriéndose a episodios pasados de los que ellos mismos fueron protagonistas, otras, inmiscuyéndose en los asuntos actuales del Estado con opiniones discrepantes y en muchos casos, ofreciendo versiones sobre los personajes que conocieron, sin que nadie les haya pedido tal cosa.
Ahora aparece Felipe Gonzalez contándonos que para él supuso un terrible dilema moral no dar la orden de acabar con los dirigentes de ETA, reconociendo tácitamente su total implicación en el caso Gal, que tanta repercusión tuvo en su periodo de mandato, y que siempre negó con rotundidad y contundencia. Dice que lo cuenta porque tomó, a su parecer, la decisión correcta, pero es extraño que, dado su nivel de inteligencia, ponga ahora en bandeja de plata al Partido Popular, la reapertura de aquel sucio entramado de terrorismo de Estado, que parecía ya tan lejano en el tiempo.
Por otra parte, George Bush, presume a boca llena de cuántos beneficios le aportó su amistad con el ex presidente Aznar, que su ayuda en la guerra con Irak resultó decisoria y que desde entonces, le considera un gran estadista, cosa que ya intuíamos desde que le permitió poner los pies sobre la mesa de su rancho de Texas. Calla, desde luego el gran bluf que inventaron con las armas de destrucción masiva, que Aznar actuó en contra de la voluntad del pueblo español que salió a la calle en masa reprobando su entrada en el conflicto, y que las directrices de la Onu estaban en contra de los dos, de él mismo, y del señor de bigote que adquirió rápidamente el acento tejano, con haber pasado un par de días en dicho territorio.
Mientras, el Rey de Marruecos, avasalla a los activistas saharauis ordenando a su policía el registro indiscriminado de todos los domicilios, niega el número de muertos habidos durante esta especie de intifada con ánimo independentista y también las detenciones y destierro de los que encuentran, sin que nadie haga nada por frenar el poder dictatorial que detenta este personaje caduco que mantiene una dominación sobre su pueblo, sin dejarlo escapar de las garras de la pobreza.
De esto también saben mucho Bush y Aznar, porque la entrada española en la guerra de Irak tuvo el precio de hacer desistir al monarca marroquí de sus pretensiones expansionistas reclamando Ceuta y Melilla.
Ya había hecho un ridículo intento ocupando el islote Perejil, pero lo que venía inmediatamente después fue anulado desde USA, a cambio de la infeliz aparición del entonces presidente español en la ya famosa foto de las Azores.
No obstante, todas estas declaraciones de los viejos pesos pesados, casi nunca son hechas de manera inocente y traen consigo una intencionalidad oculta de que se produzca algún cambio en cualquier cuestión de actualidad que no va por los derroteros que ellos desearían.
Dicen que Gonzalez trata desesperadamente de hacer desistir a Zapatero de presentarse a la reelección y que puede albergar cierto deseo de volver a la actividad política y Bush, sabiendo cómo funcionan últimamente las cosas en España, quizá cree que enalteciendo las virtudes de su amigo, la balanza se incline del lado de los populares en los siguientes comicios.
Los dos pecan de excesiva vanidad, porque en el fondo, su tiempo ya pasó y sus opiniones, poco o nada interesan a los españoles, a no ser que encuentren con ellas un modo rápido de crear los cerca de cinco millones de puestos de trabajo que esta crisis ha destruido.




martes, 9 de noviembre de 2010

Locura pasajera

Este ajetreo que me traigo entre manos, de andar de casa en casa sin parar en ninguna, me cambia los horarios y las costumbres degenerando en una especie de limbo emocional, que me hace no poder alcanzar el sosiego necesario para sentarme a leer y decidir qué noticia me parece la más interesante para comentarla con vosotros.
Me vais a perdonar, pero a la falta de mi compañero, se suma la proximidad de la boda de mi hija y todos los preparativos que conlleva dicha situación, así que esta semana, puede que mis comentarios os resulten relativamente frívolos, en relación con los que acostumbro a publicar, no obstante, en la vida también es necesaria la frivolidad e incluso me atrevería a decir, que entretenida y recurrente.
A mi en particular, me produce una sensación de asombro permanente, pues de natural soy bastante sencilla, y aunque sé que los temas de actualidad seguramente están teniendo repercusiones que me pierdo, por mi falta de tiempo, pasar el rato ocupada en otros menesteres, se podría decir insustanciales, trae consigo una clase de felicidad basada en la ignorancia, que produce un bienestar lejos de irritaciones y sofocos.
Me imponen la necesidad de estar usando de forma casi permanente, un artilugio que normalmente utilizo por estricta necesidad: el teléfono móvil, lo cual me ha servido para adquirir cierta soltura en su manejo, aunque siempre me cuesta un gran trabajo encontrarlo en el cajón de sastre que tengo por bolso.
No sé os lo he dicho alguna vez, pero yo soy para mi familia, una suerte de consultor sabelotodo, que aporta remedio para cualquier mal y soluciona, sin dilación, los problemas varios que se plantean a todos sus miembros a lo largo del día y ahora, con el padre lejos, alojada provisionalmente en territorio extraño y en espera del gran acontecimiento que se nos avecina, estoy a punto de plantearme cobrar minuta por mis servicios, pero enseguida recupero la cordura y se me escapa una sonrisa.
En vista de estos hechos, mi habitual locura está definitivamente en una fase de aumento que no sé muy bien adonde puede terminar y camino por las calles con tantas cosas en la cabeza, que me temo que voy a tener que aumentar la dosis de tranquilizante que tomo, desde que mi salud se resintió con el susto morrocotudo de la descoordinación en el habla, que al final no ha resultado tan grave como parecía.
En definitiva, la rentabilidad que trae consigo la frivolidad es la de gozar de una desinformación absoluta, caer en la dulce tentación de hacer realidad algún que otro capricho burgués, ya que los pobres también tenemos derecho a comprobar en carne propia cómo viven los ricos, y moverse por ambientes poco frecuentados habitualmente, con la fingida naturalidad de ser asiduo en ellos.
Ya os iré contando la evolución que toman estos eventos. A lo mejor me acostumbro a este modus vivendi incoherente y divertido y me acabo convirtiendo a la doctrina del tea party para contar, desde los escenarios, todas las ridiculeces que pasen por mi trastornada mente de superwoman histérica.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Una separación transitoria

Mi mecenas conyugal me abandona por unos días y cruza el charco por tercera vez, no sin ciertos remilgos a la duración del maldito vuelo, con destino a Chile, donde le esperan unas cuantas jornadas de trabajo y la posibilidad de visitar ciertos lugares emblemáticos, de esos que nos traen recuerdos no siempre gratos y con los que, en muchas ocasiones, hemos confraternizado desde la lejanía de la mal llamada madre patria.
Lleva en su mochila un poema mío, con la intención de depositarlo en la tumba de Pablo Neruda, por quien siempre sentí una adoración infinita y cuya vida, tan estrechamente relacionada con el pueblo español, resulta absolutamente fascinante, en una demostración clarísima de que la creación no está reñida con la militancia y que se puede escribir al amor al mismo tiempo que se lucha contra la injusticia.
Esta separación, provoca en mí una cierta melancolía latente que me hace no parar en ningún sitio ni mantener la mirada atenta a lo que sucede alrededor, como si una parte de mi yo hubiera volado con alas invisibles también cruzando el mar, a la búsqueda de nuevas experiencias.
He sido adoptada en casa de mi hija donde, todo hay que decirlo, me tratan a cuerpo de reina, no me permiten siquiera colaborar en las tareas domésticas y me llevan en volandas por la vida, dejándome un cierto regusto de vetusta inutilidad que no me atrevo a mencionar por prudencia.
Ando también, como sabéis, en manos de los malditos galenos, que desde que han descubierto la poca asiduidad con que les visitaba, no dejan de examinarme con lupa en un alarde de recuperar el tiempo perdido y deseando, creo, encontrar algo por lo que atarme a ellos de forma permanente, aunque de momento les está saliendo mal la jugada y los buenos resultados de todas las torturas a que me han sometido sólo dicen que gozo de una buena salud.
Echo de menos a este santo varón que soporta todas mis neuras desde hace cuarenta años y, sobre todo, añoro enormemente nuestras discusiones sobre los muchos temas en los que discrepamos y el no poder consultarle, como suelo hacer con frecuencia, sobre los argumentos a tratar en esta ventana que ahora él mirará, seguramente, desde el otro lado del mundo. Muchas veces, he de reconocerlo, es mi fuente de inspiración a la hora de sentarme a escribir y, como nos profesamos admiración mutua en las cosas a las que nos dedicamos, también me faltan sus constantes halagos a mi trabajo. A todos nos encanta que nos suban el ego.
Sé que le encantará saber que al señor Trillo le han descubierto un cobro de minutas desorbitadas por servicios legales prestados, y es probable que mañana le amplíe esta información que hoy llevo cogida con alfileres, pues mi agenda ha sido apretada y no he tenido tiempo de profundizar en las noticias políticas. Es probable que ya lo sepa, porque este medio llega a todas partes y es fácil ahora mantener una comunicación con cualquier lugar del planeta, por mucha distancia que te separe del punto que te interesa, pero, por si su jornada laboral ha sido también extenuante, ahí le va la primicia desde este humilde blog que con tanto interés sigue diariamente.
Así que, acomodada en el rincón que me han asignado en este nuevo hogar transitorio, quisiera decirle que vuelva lo más rápidamente posible junto a nosotros, desearle éxito en sus incursiones científicas y rogarle que también lleve mis pasos a los lugares que visite, con la misma emoción con la que yo lo haría de haberle acompañado físicamente en esta andadura fascinante, porque tendrá después que contarme con pelos y señales todo lo que haya visto y sentido en cada rincón de aquel maravilloso país, y yo puede que lo traspase al papel para que el resto del mundo lo comparta.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El falso peregrino

La entrada triunfal en la Catedral de Santiago de Benedicto XVI, ataviado en la misma puerta con el atuendo de los sacrificados peregrinos, acapara las portadas de los informativos, concediéndole una importancia que para nada se corresponde con la ideología de un estado aconfesional.
No sabemos siquiera, si el país puede permitirse el enorme dispendio que acarrea esta visita, en vista de la difícil crisis que atraviesa, pero quizá este asunto pierda su importancia, si este señor de blanco piensa seguir proponiendo discursos en los que se permite comparar los tiempos que corren, con los previos a la guerra civil que nos azotó en el treinta y seis, quejándose activamente de la pérdida de feligresía que su religión ha experimentado en los últimos años.
No le debe pasar por la cabeza hacer autocrítica, reconociendo los múltiples errores que se cometen bajo su complaciente mandato. Podría, tal vez, interesarse por la penuria que pasan los cuatro millones de parados y, en la medida del poder que ostenta,, prestarles ayuda, como mandan los cánones de su caridad cristiana. Ignora, creo, que es facilísimo perder la fe cuando aprietan las dificultades económicas y que la desesperación es mala consejera en asuntos espirituales, sobre todo si mientras tanto, uno se entera por la prensa que los representantes católicos son adinerados banqueros que se venden al mejor postor, sin reparar en el perjuicio de los pobres.
Tampoco es de ley, que quien dice predicar la paz entre los pueblos se inmiscuya en los asuntos de una Nación sembrando cizaña entre sus habitantes, algunos de ellos con las heridas aún sin cicatrizar, echando leña al fuego de las derechas, mientras las huestes juveniles de las organizaciones más retrógradas, entonan cánticos ñoños, tipo María Ostiz, luciendo sendas camisetas unicolor entre cientos de monjas que en nada se diferencian , con sus tocas, de esos pañuelos que tanto critican cuando los lleva una mujer árabe.
Aprovecha la visita, no obstante, para que el gobierno de Zapatero paralice la reforma religiosa dando una muestra más de su olvido total de su supuesta ideología socialista, y se lo paga arengando a los posibles ganadores de las próximas elecciones, para que en su aterrizaje en el poder, no olviden su procedencia católico apostólica y, a ser posible, suban las prebendas de forma considerable, en agradecimiento por el empujoncito que ahora les da con sus palabras.
Ya quisiera este señor tener alguna de las cualidades de los peregrinos que a diario caminan entre dificultades permanentes por los senderos de Galicia. Ninguno de ellos llega a la Plaza do Obradoiro en papa móvil, sino con los pies llenos de llagas tras una experiencia de reflexión y sacrificio. Ninguno se aloja en palacio alguno, sino en humildes albergues donde reposar tras las duras etapas que el camino conlleva, ni come manjares de rey y con el rey, ni es obsequiado con nada más que la suerte de haber vivido y conocido esta práctica, que suele cambiar sus vidas para siempre.
A ver si hay suerte, y al menos, su paso por esta ciudad, le contagia un poco del espíritu admirable que mueve a las personas que coinciden en el camino, de toda clase, condición y creencia, aportándole la facultad de saber respetar a los no creyentes, permitiéndoles compartir el mismo mundo que pisan sus sandalias, que un día fueron de pescador, y que hoy se han convertido en calzado de oro que aplasta con su paso intolerante la presencia incómoda de los que le contradicen.
Puede que si centrara su tarea y empleara su tiempo en administrar justicia con todos aquellos a quien la iglesia hirió de una manera u otra, en muchos casos destrozando su inocencia, ganara algo a los ojos de su Dios y de un mundo que no entiende el gran alarde de lujo y boato en el que se mueve, mientras millones de seres humanos padecen hambre, soledad y miseria.
Yo también tengo una exigencia urgente, que supongo será secundada por millones de seguidores que esperan un mejor futuro para sus hijos: que el Vaticano reparta sus riquezas, que es el único Estado al que no ha rozado la crisis.




jueves, 4 de noviembre de 2010

Una parada impertinente





Me agarra de improviso una especie de gripe llorona y fastidiosa, que paraliza momentáneamente mi rutina diaria, obligándome a estar pañuelo en ristre, incluso mientras escribo, pues no es cuestión de andar por la vida con el moco colgando.
Acomodada bajo el calor de una manta, ni siquiera me acerco a comprar la prensa y hasta me cuesta trabajo escuchar la radio, ya que mis oídos deben tener dentro una colmena de abejas zumbonas, que complicadas con el dolor de cabeza, parecen ordenar drásticamente al cuerpo que adopte la posición vertical, para poder alcanzar la mínima dosis de comodidad necesaria, que ayude a conciliar la respiración interrumpida por los estornudos continuos que la azotan.
Hago el esfuerzo de no abandonar la ventana que abro a diario hacia vosotros, y en cierto modo, quizá busco el consuelo cómplice de mis lectores, en este día aburrido en el que una inapetencia total me mantiene recluida en mis aposentos sin otra perspectiva, que la de dormitar mientras rumio mi lucha con los virus, con el ánimo de derrotarlos a la mayor brevedad posible.
Prefiero no mirar la televisión, que cada vez me parece peor y más insufrible con ese estar ,a jornada completa, ocupada en averiguar y difundir las interioridades de la gente, yo creo que sin tan siquiera ir a dormir a casa.
No tengo el ánimo para comentar que han asesinado a otra mujer en un nuevo caso de violencia de género, y mucho menos para andar elucubrando sobre la subida del euro sobre el dólar y el perjuicio que esto tendrá sobre nuestras exportaciones, y aunque sé positivamente que ambos temas serían merecedores de toda mi atención, el escalofrío que me recorre la espalda me hace desistir de abordar nada complicado en estas líneas que os hago llegar por mero sentido de responsabilidad voluntariosa.
Pero lo que de verdad me apetece hoy es que me cuiden. Que me arropen amorosamente, hasta que me compadezcan, que me sirvan un caldito caliente con su ramita de hierbabuena, que me regalen alguna chuche con que endulzar el amargo sabor que deja en la boca el maldito catarro y que mis amigos me hagan alguna que otra llamada que me demuestre cuánto me quieren.
Y aunque se acerca el fin de semana, que es sagrado descanso para cualquier trabajador, hoy me vais a permitir la licencia de lamer mis miserias sin acudir a la urgencia de la noticia, porque a decir verdad, hoy me importa un bledo que se hunda el mundo y lo único que me preocupa realmente, es que no se me pase la hora de tomar el paracetamol.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Muñequitas de trapo

La conducta del pueblo estadounidense sería, sin duda, un fenómeno a estudiar concienzudamente por los antropólogos. Hace tan sólo un par de años, masas ingentes de personas de toda clase y condición, se movilizaban po el vastísimo territorio del país siguiendo enfervorizadamente al entonces candidato a la presidencia ,Barak Obama, en un alarde de supuesta valentía ,al depositar su confianza en un hombre de color al grito de: Yes, we can.
Tras un periodo relativamente corto de gobierno, el ahora presidente, parece perder una gran parte del apoyo de sus votantes y los republicanos le dan un solemne revolcón en la Cámara y el Senado, ante el asombro del resto de los habitantes del mundo, que no entienden absolutamente nada.
Y en una pirueta aún más enrevesada e incomprensible, dentro del mismo partido republicano, surge con fuerza un movimiento llamado Tea Party, que parece sacado de una de esas películas de los años cuarenta, en las que las funciones se repartían definitivamente por sexos y los guiones se limitaban a tratar temas rancios cargados de moralina, con el propósito de evitar cualquier posibilidad de que la gente se plantease problemas graves de conciencia por los que luchar para acercarse al progreso.
Una serie de muñequitas modosas, se suben a los púlpitos de la oratoria, ataviadas con un look característico de las señoras de los militares que habitaban las bases del territorio americano y que dedicaban todo su tiempo a organizar reuniones en las que hablaban fundamentalmente de cocina, de sus fiestas en los clubes de campo a los que pertenecían y de las colectas destinadas a una supuesta caridad que, bien entendida, no servía para otra cosa que para hacer proselitismo de las supuestas bondades de su obsoleta forma de comportamiento.
Igual que ellas, estas retro barbies también defienden la familia numerosa y berrean contra cualquiera que se oponga a su espíritu pseudo religioso con cualquier proposición de las que, como no podría ser de otro modo, los de su cuerda consideren indecente, marchan pancarta en ristre sobre las ciudades que nunca evolucionaron hacia la modernidad, aclamadas por una clase poderosa a la que siempre interesó esta doctrina y ni siquiera han sido capaces de entender que el papel de la mujer en el mundo, afortunadamente, ya no es el de aceptar lo que le depare un matrimonio y parir camadas de niños rubios que glosen las listas de las academias militares y pequeñas nenitas cabeza hueca que vayan a escuelas dónde las enseñen a cazar maridos ricos que las mantengan el resto de sus vidas.
Preocupa que este ejército de salvación pueda extender sus aterradoras garras de ignorancia por el mundo y que algunas mujeres de otros países, en su afán de creer que todo lo que procede de USA es necesariamente bueno, traten de imitarlas en un intento de que el movimiento avance a lo largo y ancho del planeta llegando a ser visto como algo normal y congruente. Porque lo verdaderamente peligroso, no son estas retrógradas sin cerebro. que dan la cara en las tarimas con la sonrisa puesta y los ojos entornados con largas pestañas, sino sus hombres, que desde la oscuridad, propician una regresión que resultaría ruinosa para los avances conseguidos degenerando nuevamente en una sociedad donde el poder de los ricos se multiplicaría sospechosamente sin, por supuesto, mezclarse con la doctrina que preconizan los humildes trabajadores y cualquiera que esté de acuerdo con mejoras sociales como una ley de aborto libre o el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Pero es verdad, que no se entiende cómo los mismos que aclamaban al presidente hace sólo un bienio, pueden ahora seguir esta pantomima retro, con el mismo entusiasmo, con las mismas lágrimas de supuesta felicidad en los mismos ojos, en los mismos lugares en que abrazaban a quien tenían al lado, fuese cual fuese su color, reclamando una esperanza.
Por si acaso, vaya por delante mi negativa a todas las sugerencias de esta secta de embaucadores reunidos. Yo nunca quise ser Dorys Day y Rock Hudson, como más tarde se demostró, era gay, con lo cual el mito de la familia feliz se vino abajo estrepitosamente.


martes, 2 de noviembre de 2010

Herencia de terror

No está claro que el conflicto vasco tenga arreglo. Las múltiples tentativas de todos los gobiernos democráticos por hallar una solución digna que termine con la violencia que sacude, como un látigo pertinaz, la geografía de la península, se han topado en todas las ocasiones con un muro insalvable de incomprensión y de mutua falta de respeto.
Hay quien ha llegado a pensar, que en realidad no interesa esclarecer una situación que suele ser la estrella de todas las campañas electorales, que ha hecho correr caudalosos ríos de tinta en todos los medios de comunicación, que ha sido el centro de los más sonados acuerdos y desacuerdos entre los grupos del arco político y que mueve a su alrededor toda una sarta de subterfugios barriobajeros por los que debatir casi a diario.
Ahora quiere ETA que se establezca una mediación internacional, teóricamente neutral, para establecer un diálogo en el que las partes pongan sobre la mesa sus exigencias, de un modo similar a lo que ocurrió en Irlanda del Norte, y el gobierno, por una vez apoyado también por el principal partido de la oposición, contesta que la única premisa válida para empezar a discutir es el abandono de las armas.
Es difícil para quien ha llevado una vida de continuo trasiego, de férrea clandestinidad, de lucha armada, acoplarse a un ritmo normal de convivencia y en concreto, el abandono de la arraigada costumbre de practicar la violencia de continuo, resulta prácticamente imposible para quien no conoce ya otro modo de subsistencia.
A pesar de que hace algún tiempo no se producen atentados, y los últimos comunicados de ETA han asegurado una paralización de los actos terroristas, el corazón de la cuestión permanece latente en la cabeza de cuantos habitamos el país, que no acabamos de creer lo que nos dicen, fundamentalmente, cuando las declaraciones provienen de lúgubres encapuchados en ambientes de sordidez extrema y se da la proximidad de un periodo electoral al que sus simpatizantes tienen prohibido presentarse.
Por otro lado, los familiares de las víctimas, ejercen una constante presión para que ni siquiera pueda plantearse la opción de dialogar con los confesos asesinos de sus seres queridos, cuestión verdaderamente comprensible, pues no hay perdón real cuando te arrebatan a alguien de tal manera.
No se sabe muy bien qué pasa por la cabeza de Rubalcaba en estos momentos en los que sus superpoderes han aumentado considerablemente. Quizá anda enredado en otras cosas de mayor urgencia y, en vista de la paralización momentánea de actos sanguinolentos, puede que haya decidido darse un margen para pensar, mientras lidera su maltrecho partido intentando una milagrosa recuperación a base de mordaz discurso.
Tampoco parece hacer demasiado caso a las constantes declaraciones de batasuna, que en una especie de juego a dos bandas, saca tímidamente los pies del plato pidiendo la resolución del conflicto, pero no termina de atreverse a condenar nada de lo que los encapuchados hagan, ni a convencerlos de que entreguen los arsenales que aún deben poseer, a razón de los zulos descubiertos en Francia.
Y así, en esta vorágine nunca esclarecida, el tiempo va pasando inexorablemente, sin que lleguemos a conocer el feliz día en que la paz real sea con nosotros definitivamente. No sé si tendremos la suerte de verlo con nuestros propios ojos, pero por el cariz que toman los acontecimientos, no sería de extrañar que esta fuera la única y triste herencia que podamos legar a nuestros hijos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

la mirada de Josefina

Hay pruebas evidentes de que el amor puede durar para toda la vida. No es cierto que la felicidad llegue a ser eterna, pero sí que hasta las peores circunstancias imaginables, aportan a las personas una capacidad especial para sobrellevar el sufrimiento y que cuando los sentimientos andan por medio, la resignación se acepta como una compañera de viaje con la que convivir mientras duran los sucesos que nos provocan desazón, sin permitirnos dejar de luchar o sucumbir al desaliento.
Era precioso ver todavía, la mirada de Josefina Samper cuando su compañero de siempre, Marcelino Camacho, pronunciaba un discurso en alguna celebración sindical a la que acudía ,esporádicamente, como invitado y contemplar cómo sus ojos se llenaban de lágrimas dejando entrever la gran admiración que por él sentía, a pesar de la durísima existencia que siempre compartieron y de los muchos años que les unían, personalmente y en su causa.
Hemos sentido un hondo pesar cuando este fin de semana la hemos visto acariciar el féretro de su gran amor, con la sencillez que siempre caracterizó a esta mujer valiente que se ha pasado parte de su existencia en una espera inquieta, de malos presagios, de trabas también para élla y su familia, en otra cárcel diferente a la que soportaba su compañero, pero siempre de acuerdo con su pensamiento y apoyando en la sombra cualquier iniciativa que le pudiera ser de ayuda.
Quizá aprendió en el libro de la vida esa admirable entereza que el otro día le permitió recibir los miles de abrazos de quienes se acercaron hasta la capilla ardiente de su marido, recibiendo por igual al príncipe que al mendigo, agradeciendo con esos ojos habladores y limpios, de corazón, el sentimiento generalizado de tristeza que los humildes demostraban por la pérdida de quien ha sido su defensor y, en concreto, por un hombre bueno.
Ahora que se ha marchado la mitad de su esencia, puede que haya llegado el momento de ofrecer un poco de protagonismo a esta mujer abnegada y maravillosa que, probablemente, notará dentro de sí un enorme vacío irrecuperable en el tiempo en que esté aún entre nosotros.
Debe saber que no está sola, que en nuestra memoria también permanece su imagen de alegría en la puerta de la prisión esperando la salida de Marcelino después del indulto, su presencia callada junto a él en los mítines, su lucha codo a codo, sin ínfulas, por los ideales que aceptaron ambos como doctrina, su honrada simplicidad aceptando el segundo plano que le correspondiera en el reparto de los papeles.
Debe saber, que hay una cercanía y un calor humano, procedente de la clase trabajadora, que la envuelve y la mima dándole la justa importancia que tiene en el transcurso de esta historia.
Porque sin ella, sin su aliento, sin su fuerza y sin su voluntariosa dignidad, nada hubiera sido posible y sin su aportación tácita, sin la la limpieza de su mirada amorosa, seguramente, el gran líder se hubiera visto obligado a actuar de otra manera y acaso hoy no estaríamos despidiéndole con el cariño que lo hacemos.