miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las secretas intenciones

No existe una explicación razonable, pero los presidentes de gobierno, cuando dejan de serlo, quizá en un intento de prolongar su popularidad, en cada una de las declaraciones que hacen, se vuelven lenguaraces, unas veces refiriéndose a episodios pasados de los que ellos mismos fueron protagonistas, otras, inmiscuyéndose en los asuntos actuales del Estado con opiniones discrepantes y en muchos casos, ofreciendo versiones sobre los personajes que conocieron, sin que nadie les haya pedido tal cosa.
Ahora aparece Felipe Gonzalez contándonos que para él supuso un terrible dilema moral no dar la orden de acabar con los dirigentes de ETA, reconociendo tácitamente su total implicación en el caso Gal, que tanta repercusión tuvo en su periodo de mandato, y que siempre negó con rotundidad y contundencia. Dice que lo cuenta porque tomó, a su parecer, la decisión correcta, pero es extraño que, dado su nivel de inteligencia, ponga ahora en bandeja de plata al Partido Popular, la reapertura de aquel sucio entramado de terrorismo de Estado, que parecía ya tan lejano en el tiempo.
Por otra parte, George Bush, presume a boca llena de cuántos beneficios le aportó su amistad con el ex presidente Aznar, que su ayuda en la guerra con Irak resultó decisoria y que desde entonces, le considera un gran estadista, cosa que ya intuíamos desde que le permitió poner los pies sobre la mesa de su rancho de Texas. Calla, desde luego el gran bluf que inventaron con las armas de destrucción masiva, que Aznar actuó en contra de la voluntad del pueblo español que salió a la calle en masa reprobando su entrada en el conflicto, y que las directrices de la Onu estaban en contra de los dos, de él mismo, y del señor de bigote que adquirió rápidamente el acento tejano, con haber pasado un par de días en dicho territorio.
Mientras, el Rey de Marruecos, avasalla a los activistas saharauis ordenando a su policía el registro indiscriminado de todos los domicilios, niega el número de muertos habidos durante esta especie de intifada con ánimo independentista y también las detenciones y destierro de los que encuentran, sin que nadie haga nada por frenar el poder dictatorial que detenta este personaje caduco que mantiene una dominación sobre su pueblo, sin dejarlo escapar de las garras de la pobreza.
De esto también saben mucho Bush y Aznar, porque la entrada española en la guerra de Irak tuvo el precio de hacer desistir al monarca marroquí de sus pretensiones expansionistas reclamando Ceuta y Melilla.
Ya había hecho un ridículo intento ocupando el islote Perejil, pero lo que venía inmediatamente después fue anulado desde USA, a cambio de la infeliz aparición del entonces presidente español en la ya famosa foto de las Azores.
No obstante, todas estas declaraciones de los viejos pesos pesados, casi nunca son hechas de manera inocente y traen consigo una intencionalidad oculta de que se produzca algún cambio en cualquier cuestión de actualidad que no va por los derroteros que ellos desearían.
Dicen que Gonzalez trata desesperadamente de hacer desistir a Zapatero de presentarse a la reelección y que puede albergar cierto deseo de volver a la actividad política y Bush, sabiendo cómo funcionan últimamente las cosas en España, quizá cree que enalteciendo las virtudes de su amigo, la balanza se incline del lado de los populares en los siguientes comicios.
Los dos pecan de excesiva vanidad, porque en el fondo, su tiempo ya pasó y sus opiniones, poco o nada interesan a los españoles, a no ser que encuentren con ellas un modo rápido de crear los cerca de cinco millones de puestos de trabajo que esta crisis ha destruido.




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