viernes, 30 de diciembre de 2011

El año más incierto

Si los historiadores tuvieran que definir con una sola palabra lo que ha representado el año2011 en el mundo, quizá ninguna lo calificaría mejor que “incierto”.
Veníamos, es verdad, arrastrando una dura crisis, absolutamente diferente a otras muchas que sucedieron anteriormente y precisamente por esa desazón que produce en los hombres el miedo a lo desconocido, este año que se va nos ha dejado un cúmulo de sensaciones diversas, con las que no sabemos muy bien cómo enfrentarnos.
Ha sido un tiempo, además, azotado por catástrofes naturales, como la de Japón, capaces de poner al borde del abismo todas las previsiones de la raza humana, como si los elementos se conjugaran palideciendo cualquier perspectiva de esperanza y dejara sentada la premisa de que vivimos en la más absoluta soledad, en un siglo en el que las comunicaciones hacen posible establecer contacto inmediato con cualquier parte del planeta.
Pero es cierto que a veces la fatalidad viene a demostrarnos lo efímero de nuestra existencia, probando nuestra capacidad de tolerancia con durísimas pruebas que escapan a nuestra inteligencia y que nos obliga a aceptar nuestro destino, recordándonos nuestra ridícula pequeñez, en una especie de broma macabra.
Es entonces cuando surge la inevitable pregunta de si es lícita nuestra angustia por temas que en estas circunstancias resultan banales, como la economía o la política, que tanta indignación nos producen y que, indiscutiblemente, pierden toda su importancia, cuando se trata de luchar por la supervivencia.
Y sin embargo, el mero hecho de sobrevivir no convierte al hombre en un ser pleno, porque no vale de mucho pasar por la vida careciendo de los valores que marcan nuestra diferencia con las bestias, como la libertad de decidir nuestro propio destino, o la satisfacción de trabajar en aquello que elegimos y amamos.
Si yo tuviera que decantarme por un solo hecho que marcara la diferencia en este año que nos deja, a pesar de todo, nunca lo haría por la tragedia japonesa, sino que detendría los ojos esperanzados en los levantamientos de los pueblos árabes, que para nada pensaron en conservar la vida, cuando decidieron lanzarse a la calle reclamando para ellos mismos, un mundo mejor.
Su lucha a la desesperada definiría perfectamente la esencia de lo que significa ser hombre y su amplitud de miras al desdeñar el bienestar personal, en favor del bienestar de las mayorías, podría representar claramente un ejemplo para el resto de la humanidad, perdida en una vorágine de mercados de valores que devora cualquier atisbo de sensibilidad, de piedad y de justicia, estableciendo diferencias cada vez más hondas entre individuos de una misma especie.
Toda esta incertidumbre que nos atemoriza, no es en principio, más que un miedo cerval a perder nuestras posesiones materiales y la devastadora fiebre de riqueza que sacude las sociedades civilizadas, martirizando a los seres que las habitan, es un borrón que pone una nebulosa sobre nuestras cabezas, tratando de aniquilar lo que verdaderamente nos es imprescindible.
El enigmático futuro que nos aguarda sucederá para nosotros, según nuestro propio comportamiento y es por eso, que a la hora de establecer las prioridades que nos moverán a vivirlo, debemos ser extremadamente cuidadosos.
En este año ya hemos aprendido que nadie velará por nosotros. Que los sistemas de gobierno están salpicados de una podredumbre incurable que necesita urgentemente un tratamiento de choque que sacuda los cimientos de una sociedad demasiado acomodada y estéril.
Y la profunda renovación necesaria para el bien común, no será, eso está claro, dirigida por ninguno de estos políticos entregados a los brazos de las finanzas, ni por los dueños del Capital, empecinados en convertirnos en esclavos sin mente.
El que entra, espero, será un año de hallazgos. Y siempre dependerá de dónde decidamos buscar, para que seamos capaces o no de trazar nuevos caminos. Ojala que la elección sea la correcta.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Congelar la pobreza

La varita mágica con la que Rajoy anunciaba, en su campaña electoral, una salida para la crisis, se está empezando a derretir dejando al descubierto quiénes serán los que pagarán los excesos de la especulación de la Banca.
La vileza de congelar el salario mínimo interprofesional, uno de los más bajos de Europa, constituye un ataque directo contra los más desfavorecidos y agrava su ya difícil situación para hacer frente a los gastos que se precisan, para cubrir las necesidades primarias.
Precisamente el mismo día en que conocemos la partida destinada a sufragar los gastos de la familia Real, realmente muy por encima de los que cualquier español medio podría obtener con duras horas de trabajo, se anticipa la intención de esta medida, que atenta contra las clases humildes, favoreciendo de nuevo los intereses de un tipo de empresarios sin escrúpulos, nada interesados en encontrar un camino para salir del atolladero en que estamos metidos y que buscan ahora, en la figura del líder de la derecha, un apoyo total para canalizar su avidez de obtener beneficios, sin ofrecer prestaciones a cambio.
Naturalmente, la congelación del salario mínimo no es más que la antesala de la instauración de los mini empleos de cuatrocientos euros, sugeridos por Europa, y que acabarán por aceptar los desempleados de larga duración, si se les aprietan convenientemente las tuercas, acabando de esta manera con la estabilidad del mercado laboral español y estableciendo un abismo entre clases, desconocido para los ciudadanos de nuestro país, desde hace por lo menos, cincuenta años.
Estamos asistiendo, por capítulos, a un desmoronamiento progresivo de la ilusión creada en las clases medias durante los años de bienestar, que alimentaba la idea ficticia de acercarse a la riqueza y que ha desembocado finalmente, por la sórdida actitud de los que manejan el dinero en el mundo, en una situación de amargura extrema, que escenifica el abandono real en que nos encontramos los que basamos nuestra vida en el esfuerzo de nuestro trabajo.
Se ha convertido en cotidiano el hecho de ver cómo las empresas se deshacen de los trabajadores más antiguos para, sin que ninguna institución se atreva a remediarlo, nutrirse de nuevo personal al que obligan a firmar contratos basura, bajo la obligación de aceptar horarios maratonianos y al que poder despedir sin costo alguno, con la aquiescencia del nuevo gobierno conservador.
Nada esperamos ya los trabajadores de las negociaciones que puedan llevar a cabo nuestros subvencionados Sindicatos, que en lugar de establecer medidas drásticas de lucha que contrarresten las aspiraciones a la asiática de la patronal, no hacen otra cosa que admitir cada vez más recortes, con tal de no perder la situación de privilegio en que se encuentran los que tienen la suerte de ocupar, en sus filas, un puesto de liberado, que les coloca en el bando de los que no han de vérselas con las largas colas del INEM.
Lo peor es que el hambre empieza a anestesiar las ideologías, con su sombra implacable, y que para los que rozan el umbral de la más absoluta pobreza, el caramelo envenenado de un contrato, de la clase que sea, se convierte en un pequeño sostén, que palia en cierto modo su situación de miseria.
Aterrorizada por la perspectiva de fatalidad que extienden nuestros políticos en sus discursos, la población se está dejando llevar como un rebaño, a las puertas de un matadero que terminará por aniquilar sus derechos, colocándola en peor posición, incluso, que la de los obreros de siglos atrás, cuando eran esclavizados en las fábricas de los abuelos de estos magnates de ahora.
Y sin embargo, si no somos capaces de alzar la cabeza en defensa de nuestra dignidad, y aceptamos cualquier condición impuesta que convierta nuestras vidas en un infierno sin retorno, el espíritu de lucha que nos había colocado en una situación de igualdad, al entablar negociaciones con los dueños del capital, habrá muerto.
Ya ni siquiera importa formar parte de una sociedad civilizada, ni poseer ciertas dosis de cultura o educación, o que nos gobierne una supuesta democracia. El fantasma del capital, amenazándonos con sus garras, del modo más sibilino conocido hasta ahora en la historia, nos amordaza consiguiendo vencernos y no hacemos nada por evitarlo.
No se debe esperar más. Es indispensable hacer saber al gobierno Rajoy nuestro descontento con estas medidas que atentan directamente contra la médula espinal del pueblo y hacerlo, de una manera sonora y contundente, sin contar con la pantomima sindical que nos ofrece el panorama desolador de la desesperanza que nos hace llegar lo que vemos.
Debemos convencernos de que nuestra soledad termina en cuanto nos acompañan los demás y apoyarnos los unos en los otros para encontrar la fuerza. Es cuanto nos queda para seguir andando.

martes, 27 de diciembre de 2011

La importancia del voto andaluz



Sin arriesgar una sola medida contundente hasta que no se celebren las elecciones autonómicas en Andalucía, el ex banquero reconvertido en ministro de economía del gobierno Rajoy, inicia su andadura recurriendo al manido tema de la recesión, mientras la clase empresarial machaca reiterativamente a la opinión pública, intentando conseguir cuanto antes que el despido libre se convierta en una realidad, que les permita terminar con los contratos indefinidos, para hacerse con nuevos trabajadores carentes de todo derecho.
Que el nuevo presidente de la nación aún no se haya atrevido a dar el paso exigido por los que manejan el dinero, se debe a que falta a su triunfo electoral el apoyo de una de las autonomías más grandes del territorio, que durante más de veinte años se ha resistido a otorgar su confianza a los conservadores, de manera permanente.
Mientras no se asegure el voto andaluz, el partido popular no puede permitirse dar pasos en falso llevando a cabo medidas impopulares, como volver a rebajar el sueldo a los funcionarios o la entrada en vigor de los mini empleos aconsejados por la madre Europa, porque un traspiés en la carrera electoral que se iniciará en los próximos meses, supondría un grave deterioro para el recién estrenado gobierno, que se vería obligado a lidiar con una oposición imprevista, que torcería todos sus planes de poder absoluto, sobre todo si pinta de rojo todo el sur del país.
De ahí, caminar con pies de plomo en estos primeros momentos. De ahí, la tenacidad en ocultar las verdaderas intenciones de mandato y de ahí, la estrategia de ir minando con un catastrofismo creciente la mentalidad del pueblo, para empujar a los andaluces a seguir el mismo sendero que el resto de sus conciudadanos, cuando se reclame su participación en las urnas.
Enrocado en su postura de ambigüedad, el Partido Popular trata sibilinamente de hacer pasar el tiempo, hasta conseguir el apetecible objetivo del voto andaluz, sin dar muestras de lo que después podría venírsenos encima, si finalmente lo alcanzaran.
Sin embargo, parece un insulto contar de antemano con la indignación de los ciudadanos y jugar con ella para, una vez utilizada convenientemente, ponerse al servicio de los mandatos europeos, en detrimento de los logros sociales conseguidos y en beneficio de quienes siempre manejaron, a su propio favor, los beneficios obtenidos de la explotación descarada de los trabajadores.
Las señales que llegan insistentemente desde otras comunidades autónomas, ya gobernadas por el partido popular, o como en el caso de Cataluña, en manos de otros conservadores, no son alentadoras precisamente.
Los recortes practicados en las partidas concernientes a las prestaciones sociales, y sobre todo los referidos a la Sanidad pública y a la enseñanza estatal, van dejando indicios de lo que podría ser el camino a seguir por Rajoy, una vez instalado en el poder, sin oposición alguna que pueda controlarlo.
La importancia del voto andaluz, es pues, inestimable y en las manos de los habitantes de esta autonomía podría encontrase el futuro de todo el país y por añadidura, de los que lo habitamos.
Resulta imprescindible realizar un análisis diario de la actualidad, leer cuidadosamente entre líneas lo que se nos ofrece y mantenerse alerta, hasta decidir cuidadosamente y libres de miedos, a quienes conviene otorgar la confianza, porque una vez hecho el recuento de las urnas, ya no habría marcha atrás y ya no quedaríá motivo alguno que frenase la avaricia de los empresarios, ávidos de volver a instaurar entre nosotros jornadas interminables de trabajo, a cambio de los salarios de hambre que acabaremos aceptando, para que no nos pongan en la calle sin indemnización alguna.



lunes, 26 de diciembre de 2011

El discurso del Rey

El malestar de la población, por las andanzas de Urdangarín, ha aumentado la expectación general por el discurso que todos los años- por Navidad- nos ofrecen todas las cadenas de televisión, y en el que Rey suele dar su opinión a cerca de los problemas del país.
Se hubiera considerado un gran error dejar pasar la ocasión sin referirse, veladamente, a la actuación de su yerno, al que ha prohibido expresamente presentarse a la cena de nochebuena en Zarzuela, en un intento a la desesperada por no añadir leña al fuego vivo de la polémica que la prensa ha levantado, sobre la trama de corrupción que se cierne sobre las empresas que dirigía.
Como no podía ser de otra manera, el discurso del rey ha proclamado la igualdad para todos en la justicia y ha incidido en que la ejemplaridad es un factor imprescindible, en todos los miembros de la familia real, aunque sin hacer alusión explícita al ex jugador de balonmano, ni a su hija, que parece haberle acompañado en su andadura, sin haberse pronunciado en ningún momento sobre la ilegalidad de sus actuaciones, que dada su condición de esposa, debía conocer al dedillo.
La verdad en este asunto, es que los españoles tampoco están seguros de que entre dentro de la legalidad aprovechar los obsoletos derechos de sucesión que sostienen a la institución monárquica viva, en los tiempos que corren. Mantener económicamente el tren de vida de la extensa cohorte familiar que acompaña al Borbón, habiendo cinco millones de desempleados en el país, no parece precisamente conforme a derecho y si además viene a sumarse al dispendio desmesurado que la clase política precisa para sus asuntos personales, se convierte en insostenible.
Esto lo debe tener muy en cuenta quién quiera que sea el que elabora las intervenciones del monarca ante la nación y por ello, se le apremia a torear la indignación generalizada de la población, dando una de cal y otra de arena ante las cámaras, pero sin renunciar a la posición de privilegio que detenta, para la que ya tiene designada sucesión para dos generaciones, en las personas de su hijo y su nieta.
El pueblo espera con impaciencia que la fiscalía acabe imputando al yerno real, en el grado en que su implicación exija, y sobre todo, que no ocurra como en otros muchísimos casos de corrupción, que terminan en agua de borrajas y se diluyen en la nada con el paso del tiempo.
Pero con la llegada al poder del PP, acostumbrado a manejar las frecuentes corruptelas de los suyos con mano de artista, difícilmente la justicia dejará caer su pesada mano contra nadie que tenga que ver directamente con la institución monárquica que ellos defienden a capa y espada, por estar más cercana a su ideología que a la de cualquier partido de izquierdas.
Es más, en su discurso de investidura, Rajoy se refirió varias veces al país como “El reino de España”, negando cualquier posibilidad de que nuestro territorio pudiera convertirse alguna vez en república, como mandaría la época histórica que vivimos, ya que hace tiempo que abandonamos la Edad Media, aunque algunos no gusten de reconocerlo.
Pero admitir que la soberanía ha de residir únicamente en el pueblo, está lejos de ser una verdad compartida por los conservadores, que en otro tiempo habrían pertenecido al estamento de la nobleza, y que siguen desde luego conservando una memoria elitista, que por nada del mundo se arriesgarían a perder.
Y aunque al señor Urdangarín no se le conoce ideología política, la sabiduría popular hace tiempo que lo situó en las filas de la derecha, dado su innegable aprovechamiento del “braguetazo” dado, tras su boda con la hija del Rey.
Da igual que su confinamiento americano no permita ahondar en el alcance de su implicación. Su culpabilidad se nos atoja innegable y habría que exigir la devolución inmediata de lo sustraído, además de la retirada para siempre de la jugosa subvención percibida del erario público. Que busque trabajo en las colas del INEM, como cualquier de nuestros parados.



viernes, 23 de diciembre de 2011

Los amigos de Mariano

Las circunstancias personales que han llevado a Rajoy al poder han sido tan truculentas, en el seno de su propio partido, que probablemente no le han dejado otra salida que fraguar una sutil venganza contra el núcleo duro que ha tratado continuamente de desbancarle.
La lista ministerial que nos ofrece es más un club de amigos de cuyas lealtades no se puede dudar, que un gabinete de choque contra la dura crisis que azota al país y cuya resolución ha prometido por activa y por pasiva, el recién estrenado presidente.
Se ha librado de un plumazo de gente como Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, que constituían para él un permanente azote despiadado, pero puede que falto de otros nombres, ha colocado en puestos decisivos a personajes de dudosa valía y extraña procedencia.
El ministro de economía viene directamente, por ejemplo, de uno de los bancos causantes de la crisis actual y su único aval es el estrepitoso fracaso obtenido por la entidad a la que pertenecía, así que difícilmente encontrará un camino a seguir para librarnos del atolladero en que nos hallamos envueltos y hasta es probable, que sus gestiones tengan cierta similitud con las llevadas a cabo por las entidades que otorgaron hipotecas basura en Estados Unidos y que han puesto al mundo, al borde de la bancarrota.
La incansable Soraya se encuentra ahora con una dosis excesiva de poder, como pago a sus años de fidelidad para con su líder y el titular de educación está recién salido de cualquiera de los debates televisivos en los que se ha dedicado a participar, por cierto, con posiciones más bien cercanas a esa derecha recalcitrante que mira con superioridad a la gente de izquierdas, de la que parece mofarse de forma continua.
La herencia aznarista, personificada en Ana Pastor y Miguel Arias Cañete, persigue a Rajoy como una sombra de la que es imposible zafarse y a la señora Mato aún la acompañan los ecos del estupendo descapotable que la trama Gurtel regaló a su ex marido, a cambio de los favores otorgados y de la que ella trató inútilmente de desligarse.
Al fin alcanza Ruíz Gallardón un buen sitio en el que poder demostrar sus dotes de diplomacia y caballerosidad, lejos del acecho de los populares de Madrid y de las garras siniestras del líder de la radio de la derecha y aunque su marcha deja el Ayuntamiento en manos de la esposa del ex presidente, se nota que respira aliviado por el peso que acaba de quitarse de encima.
Queda, eso si, la capital en manos de dos mujeres cuya ideología se halla más cerca de cierta entidad religiosa que de ninguna corriente política, en detrimento de aquellos madrileños a los que les pareció que el PP se encontraba en una postura ciertamente centrista, pero a veces, poder mirar los acontecimientos sin velos que oculten su intencionalidad, es bueno para descubrir dónde está cada cuál y poder decidir, en un futuro, si se quiere repetir o no la intención de voto.
Borracho aún, por el dulce sabor del triunfo, Rajoy está como pez en el agua rodeado de un grupo de amigos personales que harán lo que puedan porque su proyecto, mejor o peor, nada tenga que temer de los más cercanos, dándole al menos un respiro para que empiece a ser él mismo.
Las crónicas que se escriban de aquí en adelante dependerán pues, únicamente de sus acciones y las de su equipo. Ya no estarán ni Zapatero, ni los verdugos de su casa, para echarles la culpa de nada.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad. "Una novela para Julia"

Cerrando la funda de sus gafas, Julia vio amanecer el día de Nochebuena en la completa soledad de su casa. Había estado toda la noche escribiendo y la cafetera aún mantenía el calor, colocada al lado de sendas tazas vacías.
Se desperezó vencida por el cansancio de estar sentada durante tantas horas y echó un vistazo a través de los visillos a una aurora sanguinolenta cuajada de nubes deshilachadas que se movían por el efecto del viento. Una luz lejana delataba la presencia de algún vecino madrugador o de un noctámbulo que volvía, una vez acabada la fiesta.
A finales del verano decidió cambiar de ciudad, agobiada por la estresante vida que le robaba la posibilidad de desarrollarse como persona, convirtiéndola en una autómata dirigida por una mano invisible que controlaba todos sus movimientos. Hastiada del ritmo frenético, de la polución y de un trabajo que iba degenerando cada vez más hacia la esclavitud, contó sus ahorros y tomó un tren hacia el norte, con la intención de vivir de las rentas, mientras cumplía su sueño de escribir un libro.
No tener familia ayudaba bastante a desligarse de las ataduras y saltar al vacío en busca de un destino realmente incierto, además de aportar la sensación de que todo sería mucho más fácil, al no dejar a nadie atrás.
Su última aventura amorosa había terminado de mala manera y reafirmado en ella la idea de que los hombres de su edad no entendían, ni querían entender, de igualdad entre los sexos.
Él era un catedrático de universidad, dedicado además de a la docencia, a dar prestigiosas conferencias a lo largo y ancho del mundo, sobre unos temas de física teórica, por lo visto importantes para los defensores del medio ambiente, pero absolutamente ininteligibles para la gente de a pie, mucho más preocupada ahora por la economía, que por enrevesados supuestos, cuyos términos ni siquiera les sonaban por haberlos oído alguna vez.
Al final, venció la insalvable separación entre ciencia y humanismo, ayudada también por la dejación absoluta que en materias domésticas tenía el genio ausente de la realidad, una vez que se le conocía en la convivencia.
Desde que había llegado aquí, ni una sola vez contactaron por teléfono, por lo que Julia dedujo que habría sido rápida su sustitución, seguramente por alguna de aquellas alumnas que revoloteaban obnubiladas a su alrededor, deseosas de que él les dedicara algo más que palabras. Así que asumió que el adiós era para siempre y empezó a descubrir la vida del entorno, que no era otra que la rutina de un barrio pequeño, donde no faltaba ninguno de los personajes típicos de esas historias que cuentan los grandes escritores, cuando se trasladan a su infancia.
Sin embargo, había crecido en ella la sensación de haberse desligado totalmente de su mundo anterior al comprobar que la solidez de sus amistades se había resquebrajado demasiado pronto. Al principio, todos le preguntaban si le iba bien y qué tal se desenvolvía en su nuevo destino, cómo llevaba el libro, si había conocido a alguien interesante o incluso si se había permitido aventuras de una noche con algún guapo galán solitario con el que hubiera contactado por casualidad.
Pero después, cada cuál volvió a sus obligaciones y Julia empezó a ser para ellos un recuerdo, alguien que una vez pasó por su lado y se marchó para no volver, entrando a formar parte del olvido.
No obstante, disponer de todas las horas a merced de la voluntad, le descubrió una libertad de acción inusitada y una forma de administrar el tiempo, lejana para la mayoría de los mortales. Así que se deshizo de la rutina establecida durante largos años de dependencia y lo mismo desayunaba de madrugada, que dormía plácidamente durante toda la tarde para levantarse con el silencio de la recién iniciada noche, para escribir.
Su libro era un relato de experiencias acumuladas durante más de cuarenta años y no tenía otra pretensión más que la de demostrarse a sí misma su capacidad para la literatura y superar el reto de conseguir un sueño dormido de juventud.
Pero es verdad que esta afición puesta ahora en práctica, había transformado su esencia paulatinamente, aportándole como única preocupación, la fuerza necesaria para enfrentarse al papel en blanco en algún momento del día. El resto del tiempo, respiraba para abrazar esa felicidad y las cosas que hasta entonces habían sido verdaderamente importantes, habían dejado de existir para hacer hueco únicamente al deseo apremiante y arrebatador de unir palabras para ir moldeando una historia.
Había ratos en que la realidad se confundía con el relato entrelazándose peligrosamente hasta hacerse uno sólo, e incluso había comenzado a dirigirse en voz alta a los personajes creados haciéndolos suyos, sufriendo por ellos y permitiéndoles cambiar el rumbo de sus destinos a merced de las necesidades que iban surgiendo, con un poder sobre su mente creadora, mucho mayor que cualquier fuerza conocida, humana o sobrenatural.
Así que llegó el momento en que toda la cordura de su cultura aprendida fue sustituida por una curiosidad incontrolable por saber lo que ocurriría en la siguiente página que saliera de sus manos y la relación con aquellos habitantes del papel, se hizo familiar y cercana, hasta el punto de llegar a consultarles cosas tan simples como qué comprar para la cena o si debía o no acudir al médico cuando se encontraba enferma.
A veces le inquietaba qué haría cuando por fin el libro estuviera terminado y entonces empezaba a padecer un principio de duelo, sintiendo su ficticia pérdida y consolándose con el recuerdo fresco de los instantes vividos en compañía de aquellos seres de ficción.
Pero enseguida se reponía del trance y volvía a introducirse en la trama imaginando nuevas situaciones para continuar la novela e incluso había traído hasta su presente actual la acción y los protagonistas vestían la ropa de moda, compraban en las mismas tiendas que ella e iban a la par con el calendario dedicándose a una rutina similar a la suya, aunque aderezada con pinceladas de la natural emoción que agiliza un relato nacido de la imaginación de cualquier escritor que se precie.
Había puesto a cada uno un rostro con el que llegaba a soñar en las horas de reposo y en muchas ocasiones trasladaba esos sueños al papel, dando tintes de un surrealismo onírico a la trama, que la acercaban a la perfección de los literatos experimentados en sus obras maestras.
Su mundo virtual había sin embargo agrandado la pequeñez real del entorno hasta convertirla en un horizonte ilimitado de deseos, realizables sólo a merced de la voluntad que pusiera en desarrollar las acciones y el ahínco que empleara en llevarlas a puerto.
Aquel día también era Navidad en el libro. Julia empezó por levantar de la cama al amante perfecto y en tomar una ducha con él antes de salir a pasear por las calles de una ciudad de rascacielos, en la que las luces centelleaban construyendo efímeras estrellas de neón y en las que el sonido de las canciones dulzonas escritas para este fin, inundaban las aceras plagadas de una nieve menuda.
Compró el vestido más hermoso para una jornada perfecta. Rojo carmesí, con un enorme lazo apoyado en el único hombro que ocultaba y unos vertiginosos tacones a juego que dejaban al descubierto sus dedos pequeños y blancos. Una mirada de admiración iluminó el rostro del amante, que asintió con la cabeza, contento por la elección.
Hizo también una descripción detallada de la pobreza que se desparramaba por las aceras de la urbe, rogando a los afortunados compradores un poco de ayuda para acercarse, aunque sólo fuera una noche, al mundo deslumbrante de la felicidad. Pero ella y sus protagonistas no eran de esa clase, sino de la que pasa de largo ignorando a los desfavorecidos por la fortuna, amagando un gesto de superioridad que les asegura un sitio preferente en la época que les toca vivir.
A media mañana habían llegado las compras del supermercado y el horno ya estaba caliente para dejar entrar a los suculentos manjares pensados para la cena. El amante, vestido con un delantal, llenaba bandejas de canapés preparados con mil fruslerías, todas ellas apetecibles.
No paraba de sonar el teléfono confirmando asistencias a la fiesta. Julia se había inventado un padre rico y protector, una madre elegante e inteligente y dos hermanos que nunca tuvo, emparejados con mujeres un poco insoportables. Todos ellos tenían un sitio reservado en la mesa aquella noche, además de algunos íntimos inseparables, con los que solía mantener interesantes veladas plagadas de ágiles conversaciones y copas cargadas de alcohol.
A las tres de la tarde, se despertó sobre el ordenador rodeada de la luz sobrecogedora que preludiaba una tarde de prisas..
En pijama y aún sin asearse, sintió un leve mareo que la mantuvo durante un rato con los ojos fijos en el último párrafo escrito sin ser capaz de volver a escribir.
Al final arruinaré la cena-se dijo- y envió una jaqueca a su protagonista para meterse con ella en la cama.
Desasosegada por la premura de tiempo, apenas fue capaz de conciliar unos escasos minutos de sueño y corrió hasta el teclado para empezar sobre él a supervisar la colocación de la mesa.
Un viento helado se coló imprudente por la ventana del salón y sacudió con un escalofrío sus muslos al descubierto, pero sus manos no eran capaces de detener la minuciosa descripción de la decoración ampulosa de la casa, ni los besos robados que el amante deslizaba fogosamente por la nuca de su personaje y movida,quizás, por la mala sensación que recorría su cuerpo, vio con cierto estupor como la mujer lo rechazaba, inmersa en la vorágine de los preámbulos de la fiesta.
Después, sin mediar palabra, se vistieron los dos en medio de un cortante silencio que contradijo toda la previsión que sobre el evento habían hecho durante los días anteriores, pero Julia enseguida encauzó la situación analizando los pensamientos de cada cual y decidiendo que la educación que había dado a sus personajes sabrían simular armonía si, llegado el momento, no habían solucionado sus diferencias.
Al final cerró la ventana y se fumó lentamente un cigarrillo mientras sonreía por la ilusión de volver a ver a los suyos.
Un primer punto de penumbra asomó tras los tejados de los edificios como un anuncio de la tranquila oscuridad de su noche perfecta. Desdeñó cualquier signo de sensiblería que pudiera torcer su intención de celebrar la navidad con los protagonistas de su historia y dio dos sorbos a la primera botella que cogió del mueble bar, cerrando los ojos a cualquier otra cosa que viniera de fuera.
La pantalla iluminada, la llamó con la voz dulce y conocida de las musas, atrayéndola hasta sí con la fuerza virulenta de un huracán desmedido. Y ella se abandonó al eco que elegía entre todos los demás, su nombre.
Papá y mamá llegaron sobre las siete y media. Los abrazó de un modo especial porque no les veía desde hacía meses y porque el recuerdo de sus progenitores auténticos empezaba a desvanecerse tras su pérdida. Se entretuvo incluso, en acariciarlos con mansedumbre mientras les dedicaba toda una gama de adjetivos generosos y estudió minuciosamente sus facciones para preservarlas de un futuro olvido, cuando ya no estuvieran. La charla se hizo agradable, cercana y desinhibida, hasta el punto de conseguir paliar el regusto amargo que en los amantes había dejado la discusión por la tarde.
Los hermanos y amigos se fueron uniendo gradualmente a la fiesta, engalanados con una gama multicolor de tejidos rimbombantes satinados por toda una suerte de brillos eléctricos que convertían la habitación en una especie de árbol de navidad decorado por figuras humanas. A todos ellos dio Julia una personalidad contundente, marcando las diferencias naturales que se dan en los grupos familiares, con sus grandezas y sus miserias.
Y allí estaba ella. Con su vestido rojo, era la anfitriona perfecta. Recibiendo las felicitaciones y el amor de todos los presentes, única por primera vez, soberana de un reino construido tan solo con simples palabras.
Le asaltó de repente el recuerdo insolente de las últimas navidades vividas. Esperando hasta más de las doce al inminente profesor en el salón del pequeño apartamento, con la mesa puesta para dos y las velas casi derretidas ahogando con chorros de cera la base de los platos. Con el caldo pasado de calentarlo una y otra vez durante las horas de incertidumbre…y su llegada.Harto de copas, casi sin ser capaz de articular palabra. Acompañarle a la habitación, desvestirle, echarle en la cama casi inerte y volver a mirar los platos cuidadosamente colocados, con las copas a juego y las flores ya casi marchitas reflejando la muerte anunciada de su patética historia de amor.
Pero ya nada de eso importaba. La distancia había obrado su efecto milagroso y Julia era ahora la mujer del vestido rojo a la que todo el mundo quería, la diosa pagana y libre que protagonizaba una vida meticulosamente alejada de cualquier fracaso, inventada exclusivamente por ella y para ella, donde ya no cabía esperar imprevistos que demolieran los sueños, ni presencias inoportunas que tiñeran de violencia la paz del hogar.
Aquella noche, estaba desatando los instintos que había reprimido por las imposiciones legales que le imponía la sociedad que la rodeaba. Se había desecho, sin lamentarlo, de toda la carga emotiva que se interponía entre ella y la felicidad. Ya no importaba siquiera si era verdad o no lo que estaba viviendo.
Despidió a la familia en la puerta, con la mejor de sus sonrisas. Tras cerrarla, se quitó los zapatos y se miró al espejo que colgaba armoniosamente sobre el pequeño mueble de la entrada. Nunca había estado tan radiante.
Sintió como la adrenalina se colaba por los dedos de los pies a raudales, inyectando una savia renovadora que subió por las piernas y se asentó en el pecho proporcionándole una calma desconocida que se mezcló con los latidos de su corazón.
Un punto de luz blanca cruzó la habitación instalándose sobre su frente dando una luminosidad a su rostro que de pronto borró las huellas de su pasado turbulento.
Julia había superado el reto de sus primeras navidades en soledad. Ahora tenía toda la vida por delante para reescribir su novela.




Quisiera desear a mis lectores, con este cuento, felicidad para afrontar el año futuro y esperanza para creer que a pesar de todo, los sueños también son posibles. Gracias por la fidelidad que me demuestran, leyéndome a diario.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

La nobleza innoble

En estos días de ausencia, dedicados al cien por cien a los cuidados de nuestro primer nieto, la desconexión con los problemas del mundo ha sido total y he de reconocer, que no hemos echado de menos la rabiosa actualidad, saciados como estábamos, con la contemplación de este milagro de la vida, que llena de alegría nuestra casa.
Resignados a quedar en manos de un gobierno aún más conservador que el saliente, no nos coge de extraño ninguna de las palabras pronunciadas por el señor Rajoy antes de ser investido Presidente, ni nos sorprende la reacción de ninguna de las variopintas oposiciones sobre esta materia, ya que todo se desarrolla con una previsión tal, que no hace falta tener muchas luces para entender el mensaje subliminal que se oculta bajo los manidos discursos de nuestros nuevos representantes en el Parlamento.
Estamos los españoles en general, demasiado indignados con los nuevos casos de corrupción, sobre todo con el que salpica de lleno a la Casa Real, en la persona del impoluto Urdangarín, al parecer pringado hasta el cuello en una oscura trama de engañifas, impropias de quién no necesita absolutamente nada para llevar una vida de rey, nunca mejor dicho.
No va por buen camino la nobleza, a juzgar también por las asombrosas declaraciones del esperpéntico Cayetano Martínez de Irujo, cuyo destartalado sueño consiste, siempre según su calenturienta mentalidad, en batirse en duelo con los jornaleros andaluces que no tienen ansias de mejorar su calidad de vida y que además cobran la “escandalosa” cifra de cuatrocientos euros, que queman al hijo de la Duquesa de Alba como si salieran de su lustroso patrimonio, por otra parte, nutrido por jugosas subvenciones europeas, a las que no renuncia,, por cierto.
Nada mejor podría esperarse de un personaje nacido en una familia de incalculable fortuna, a quien no se conoce otro trabajo que el de galopar a lomos de sendos caballos y algún que otro romance de tinte escandaloso, de ésos que vuelven loca a la prensa del corazón y que pasaría desapercibido de no ser por tener una madre que se encarga a diario de llamar la atención con sus modelitos estrambóticos, más propios de una comuna hippy de los años sesenta, que de una señora octogenaria, cabeza de una de las casas nobles más poderosas del planeta.
Es fácil opinar sobre los demás desde la tribuna de la cursilería, sin tener que hacer absolutamente ningún esfuerzo para cubrir las necesidades cotidianas, pero la recalcitrante posición en que se encuentra este señorito de pacotilla, en cuanto a la realidad de Andalucía, no hace otra cosa que demostrar a la opinión pública que su evolución mental ha sido nula y que preferiría desde luego, que aún existiera el derecho de pernada en todas sus tierras y que los trabajadores a su servicio tuvieran todavía que pagarle tributo, en vez de cobrar el sueldo estipulado por la legislación vigente.
Claro que ahora, con la llegada de los suyos al poder, seguramente verá colmadas algunas de sus aspiraciones y saldrá beneficiado con la entrada en vigor de esas leyes que beneficiarán a los más ricos, en detrimento de la clase trabajadora.
Huelga decir que la respuesta de los sindicados obreros del campo ha sido inmediata y que ante la probada insistencia ya demostrada en otras ocasiones, es posible que llegue el día en que este señor tenga que arrepentirse de tan luctuosas declaraciones.
Naturalmente, el slogan de “La tierra para el que la trabaja”, le disgusta profundamente. No podía ser de otro modo. Si tuviera que conservar únicamente las fincas que hubiera trabajado personalmente, su destino sería la nutrida cola del INEM. Una pena.


domingo, 11 de diciembre de 2011

La llegada de Hugo

Arropado por una enorme expectación familiar, Hugo vio por primera vez el mundo en la madrugada del día 10. Fue recibido por el planeta con un eclipse de luna y un gran esfuerzo de su madre, que lo parió de forma totalmente natural después de varios días de dolores intensos.
Sus casi tres kilos de hermosa humanidad enseguida cautivaron a los que a partir de ahora seremos su familia. El milagro de perfección que supone la contemplación de sus diminutos dedos, aferrándose con ahínco a su recién estrenada vida, sus ojillos enturbiados aún por la niebla natural de su circunstancia y oír por primera vez su llanto comprobando que tiene voz, colma todo el asombro depositado durante meses en este preciso momento, trayendo hasta nosotros una sensación de plena felicidad.
Los que han pasado por esta experiencia convendrán conmigo en que es absolutamente distinto a la de tener un hijo, pues se mezclan en la interminable espera, la impaciencia por conocer al recién llegado y la angustia infinita de no poder hacer nada para evitar o suavizar el sufrimiento de su madre, a la que una vez tuviste en circunstancias casi idénticas a las que ella atraviesa ahora.
También es otro el sentido de protección que desarrollas, mucho más sereno que cuando la juventud remueve las vísceras colocándote como responsable de toda la vida del niño, porque la moderación que dan los años te hacen entender, con claridad meridiana, que nunca se ahorran esfuerzos por procurar a los que quieres una buena vida y, en general, se acaba triunfando en este cometido, alcanzando el equilibrio deseado cuando os encontrasteis por primera vez.
Realmente, estremece comprobar el instantáneo nacimiento de una corriente de amor recíproca con el pequeño ser que tienes enfrente, a quien ayer ni siquiera imaginabas, como si todos los resortes de la mejor clase de humanidad se pusieran en marcha, despertando emociones dormidas que desbordan cualquier nivel imaginado con anterioridad cuando se acercaba el encuentro.
Ver al niño arropado por la calidez de su madre, el brillo indescriptible de los ojos de la que hace solo unos instantes ponía todo su sacrificio al servicio de su alumbramiento, y comprender que los dos están dispuestos para iniciar una vida juntos, resulta sobrecogedor y, verdaderamente, faltan palabras para describir los sentimientos.
Ahora reposaremos la experiencia, investigaremos formas de acercamiento para hacer fácil la adaptación al futuro que viene, y disfrutaremos de los placeres que nos aguardan sin dar lugar al desaliento.
Hugo tiene toda la vida por delante y nada entiende de los problemas que azotan al mundo, ni del desamor o el silencio. Las manos de su madre arropándolo contra su pecho son la mejor bienvenida para él. Y, para nosotros, lo mejor es su sonrisa.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Volver a la esclavitud

La propuesta del Banco Central Europeo para España, sugiriendo la creación de mini empleos remunerados con un salario de cuatrocientos euros, es el insulto más grande recibido por los trabajadores, desde que iniciada la revolución industrial, se hacinaban en las ciudades huyendo del campo, a cambio de unas cuantas monedas.
Invitan además, por si fuera poco, a que el asalariado gestione por su cuenta los gastos de la seguridad social, liberando así a los empresarios de cualquier prestación a las arcas del Estado, en aplicación de una nueva y malévola teoría que sobrepasa incluso, los límites del más feroz de los capitalismos y devuelve al siglo XVIII las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos, obligados a trabajar por cuenta de otro.
Puede que el Banco Central Europeo tenga una imagen distorsionada de España, creyéndola más cerca de cualquier país tercermundista que de la comunidad en la que está inmersa y piense que los cinco millones de parados que conviven aquí, aceptarían cualquier tipo de contrato que se les ofreciese, denigrando los derechos sociales conseguidos y sin un atisbo de lucha por mantenerlos, pero esta usura institucional, que sasesina las normas más elementales de pacífica convivencia entre las clases y anula la dignidad personal de la ciudadanía, asfixiándola con exigencias tan inaceptables, ha de tener contundente respuesta y no tardarán en producirse alteraciones sociales que lo demuestren.
Sin embargo, la poca representación demostrada por los Sindicatos en los últimos tiempos, da lugar a pensar que ésta será una lucha en solitario para los trabajadores, frente a los colosos empresariales que pretenden devolverlos a un clima de esclavitud.
Tampoco se espera demasiada colaboración por parte del Parido Popular, que ha corrido a los brazos del eje franco-alemán, deseoso de sucumbir a sus insólitas peticiones de recortes que fortalezcan aún más su hegemonía en Europa. Nunca un partido conservador se puso de parte de los débiles y ahora que ya no quedan formaciones de izquierda gestionando los gobiernos del continente, la solidez de su unidad será un tanque aplastando cualquier atisbo de protesta que contradiga sus directrices clasistas.
Pero esta ofensa de incalculables dimensiones hecha por el BCE, hubiera merecido una salida a los medios instantánea por parte de Rajoy, que se empleó a fondo en su campaña afirmando que el paro sería su preocupación esencial.
Lo peor es que este tipo de empleo-basura, disfraza las estadísticas permitiéndole a quien gobierna la presunción de haber disminuido el desempleo, sin hacer distinciones entre los tipos de contrato con que se lleva a cabo la gestión.
Para Rajoy será pues fácil, contarnos que ha conseguido crear por ejemplo, un millón de puestos de trabajo, sin especificar que lo que se recibe a cambio de ellos es exactamente la misma cantidad que la de los subsidios de hambre establecidos por su antecesor.
Si además llegamos a permitir que la seguridad social corra a cargo de los asalariados, la batalla de la sanidad pública se habrá perdido y solo tendrá derecho a recibir atención médica, la parte de la población que pueda costearse acudir a un centro, cuando enferma.
La desfachatez de creer que los españoles permanecemos en la ignorancia propia de nuestra posguerra y que su conformismo será eterno, parece más una broma de mal gusto, que una línea seria para terminar con la crisis que nos azota.
Pasar por este aro, nos colocaría en una posición de difícil retorno y nos convertiría en marionetas en manos de estos malhechores con traje y corbata que se pasean por sus elegantes edificios decidiendo nuestro destino, como dioses modernos, que ejemplifican el grado de maldad que los hombres pueden llegar a ejercer sobre sus semejantes.

martes, 6 de diciembre de 2011

Nada que celebrar

Habiendo pisoteado nuestros políticos todos los derechos adquiridos por los trabajadores, durante esta última etapa de crisis, llegan los españoles al Día de la Constitución este año, con la sensación de no tener nada que celebrar y el dolor natural que produce saber que de nada han servido los artículos de la Carta Magna para solucionar los problemas de desigualdad que se están produciendo continuamente en el país.
Posiblemente, la actual transición de poderes, en nada deslucirá los actos previstos para disfrute y solaz de nuestros gobernantes salientes y futuros, que pondrán toda la carne en el asador intentando demostrarnos las múltiples cualidades con que fue adornada nuestra vida, con la elaboración del Documento..
Pero subyace un regusto amargo capaz de empañar cualquier proposición que venga de manos de los que dicen representarnos: los españoles ya no creemos en la honestidad de los políticos de turno y la buena voluntad con que fue escrita la Constitución ha muerto ahogada en un océano de corrupción y mentira que impide con su suciedad, cualquier esperanza de futuro.
Las Instituciones ocupan para nosotros la escala más ínfima, dada su natural tendencia a desoír reiterativamente nuestros gritos de socorro. La línea que nos separa de aquellos en los que depositamos nuestra confianza, se ha convertido en una frontera insalvable, salpicada de escarpadas alambradas que la hacen inaccesible y gravada por aranceles impagables para un `pueblo cada vez más empobrecido por la mala gestión de los que debieran ser, ante todo, el reflejo nítido de la voz de los ciudadanos.
Es más, los gastos que acarrean este tipo de eventos, no hacen otra cosa que aumentar la indignación de los que nos vemos sometidos por decreto a soportar cada vez más recortes en nuestro nivel adquisitivo, para comprobar finalmente, que nuestras aportaciones forzosas son destinadas a alimentar el ego de los que se sientan en los escaños de los parlamentos, sin consideración a la pobreza que padecen los cinco millones de españoles, que ahora ocupan su tiempo en las colas de las oficinas del INEM, buscando una salida urgente a su desamparo laboral.
Carentes de ayuda y esperanza, lo que aguardan de sus políticos es la firmeza de una resolución que los saque del negro pozo en el que habitan. Y les importa un carajo que la corona luzca sus mejores galas en un día como este o la lista detallada del catering ofrecido tras los actos institucionales organizados para tal fin, o la palabrería vana de los discursos huecos de sus señorías, que conmemoran el cumpleaños de algo que ya no sirve para nada.
Los españoles hoy, ajustan las cuentas del Estado, intentando demostrarse a sí mismos cuánto se puede ahorrar, sin contar otra vez con los bolsillos de los honrados trabajadores que pagan sin culpa la crisis. No pueden ni quieren consentir el despilfarro institucional que en nada contribuye a la denostada paz social, cada vez más cerca del desastre.
Puede que llegue el día en que algunos tengan que rendir cuentas de su desatención manifiesta a la llamada de sus representados y paguen con la misma moneda que nosotros, esta vergonzosa despreocupación por el destino de su propio pueblo.
Claro que para eso, lo primero sería empezar a instalar una justicia real a la que poder acudir con la certeza, de que no habrá compasión para los que cometen el peor de los delitos conocidos: el genocidio incruento y solapado que va minando la voluntad de los ciudadanos, con dosis cada vez más elevadas de alienación y miedo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Un punto de incredulidad

Entrando en el principio de un largo puente y con la sensación de estar a la espera de nuevas medidas de recorte, por parte del gobierno conservador que se constituirá próximamente, no pueden escapar a nuestra observación una serie de cuestiones, que hacen difícil de creer una realidad que se nos da como cierta, pero que hace aguas si analizamos a fondo la rutina de los que nos rodean.
Hemos empezado el fin de semana en nuestra ciudad con la celebración de la final de la Copa Davis. El acontecimiento tenístico ha supuesto un éxito rotundo de público y los empresarios de hostelería hablan de un cien por cien de ocupación hotelera que supone una buena inyección de ingresos para nuestra paupérrima economía.
Teniendo en cuenta que la más barata de las entradas rozaba los doscientos euros y que se calculan en 27.000 los espectadores que han disfrutado del evento, la idea de la enorme cifra de paro que se baraja en el caso de Sevilla, no cuadra con el dispendio que supone para un desempleado, gastar la mitad de su subsidio para un fin lúdico de estas características.
Por otra parte, la Dirección General de tráfico ha cifrado en diez millones y medio la cantidad personas desplazadas a otros lugares durante estos días, con el consiguiente desembolso económico que acarrea para una familia moverse de su ciudad de destino para disfrutar de otros nuevos, a los que difícilmente se podría acceder, si su situación fuera tan desesperada como a diario se comenta.
Se habla poco de los efectos que la economía sumergida podría tener sobre un país como el nuestro, pero sin olvidar a los que están sufriendo verdaderamente el azote de la crisis, habremos de admitir que cosas como las anteriormente expuestas, ponen un punto de incredulidad en los corazones angustiados de los ciudadanos, que ven en los otros un modo de vivir que no se corresponde precisamente, con el de una sociedad roza los niveles de la pobreza.
Esto nos hace desconfiar de la veracidad de las estadísticas para pensar inmediatamente en que la picaresca se extiende a pasos agigantados por el territorio nacional, convirtiéndose en una costumbre generalizada, que mina grandemente la economía nacional y disfraza el trasfondo de miedo que nos acompaña, permitiendo conscientemente que ciertos individuos cobren prestaciones de las arcas del Estado, mientras trabajan para empresarios sin escrúpulos que defraudan al fisco, ahorrándose el correspondiente montante de impuestos que de otro modo, tendrían que asumir.
Una rápida mirada a los bares, centros comerciales, cines y zonas de ocio instalados por toda nuestra geografía, podría ponernos sobre aviso de cómo se desarrolla un día normal en cualquier ciudad, mientras nuestros gobernantes siguen apretando el cinturón a los que cuentan con un sueldo fijo, agobiándolos con continuos recortes que al final, hacen que la crisis sea costeada siempre por los mismos.
No parecen funcionar las medidas de vigilancia que eviten que estas situaciones se produzcan, lo cuál carecería de importancia si no supusiera un agravio comparativo para la honradez de aquellos que contribuyen religiosamente a las arcas comunes, mientras otros se zafan de sus obligaciones, haciendo mella en el mismo corazón de las prestaciones sociales que a todos corresponderían.
Naturalmente, este tipo de hechos no hacen otra cosa que aumentar el patrimonio de los más poderosos y alimentar sus ansias de grandeza, permitiendo irregularidades intolerables, que terminan en paraísos fiscales, como todos sabemos.
De nada vale parece, apelar a la conciencia colectiva de los españoles, ni sacar a la luz determinados casos que hieren la sensibilidad del más duro, con su injusticia manifiesta.
Probablemente, de nada valdrá apelar a nuestros nuevos gobernantes para que dediquen parte de su tiempo a combatir el persistente engaño que padecemos y a investigar o castigar su procedencia. Estarán demasiado ocupados en complacer las exigencias europeas, en lugar de centrarse en combatir los males endémicos que subyacen en las entrañas del país.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Ignorando a las PYMES

Tal y como auguró Rubalcaba en el debate televisivo, el representante de la pequeña y mediana empresa española (PYMES), no fue convocado a la reunión de ayer con Mariano Rajoy, no se sabe si porque de hoy en adelante su situación no preocupará al nuevo gobierno, o porque se trata de desligarlo de los grandes grupos empresariales y serán citados con posterioridad.
A nadie se le escapa que son precisamente estos negocios los que más han sufrido la crisis y que se encuentran en franca decadencia, por lo que necesitan soluciones urgentes, si quieren reflotar.
La mayoría de ellos, son empresas familiares que cubren las necesidades de varios de sus miembros y que se nutren de las migajas que dejan los peces grandes, con cuyos precios no pueden competir. Pero en el panorama económico español, son el grueso de los emprendedores y pioneros en la creación de puestos de trabajo, en muchos casos mantenidos, a pesar de las horas amargas que se están soportando.
Naturalmente, el manejo del capital está en manos de sus “hermanos mayores”, que deben ser los que interesan realmente a la ideología conservadora de Rajoy, a la hora de negociar a la baja futuros convenios colectivos que en el caso de las PYMES, tendrán que acatarse a partido jugado, sin que se cuente con su participación parta la elaboración de los mismos.
El hecho de no haber sido citados ayer es un agravio comparativo para los que dependen, y son muchos, de poder salir adelante contando con que la concesión de préstamos se agilice y con que el nuevo presidente quiera hacer de intermediario con los gigantes de la banca, para este fin.
En el punto de mira de los grupos minoritarios y ahora también, dicen, del PSOE, se esperaba con impaciencia que no se les excluyera de las conversaciones, porque parece que hay coincidencia en conceder gran importancia a los beneficios que generan este tipo de negocios que salpican todos los lugares del país.
Empezar una legislatura apartándolos, podría considerarse un primer error imperdonable y daría una idea bastante significativa de cómo se desenvolverá el nuevo gobierno y con qué agentes sociales contará, en los próximos cuatro años.
Si la situación de las PYMES no encuentra una pronta solución, muchas de estas pequeñas y medianas empresas se verán obligadas a cerrar, con el consiguiente aumento del desempleo que ello conllevaría.
Pero es evidente que el Partido Popular tiene los ojos fijos en lugares más altos y que está dispuesto a empezar a cumplir cualquier exigencia que imponga el eje franco-alemán, sin contar con ninguno de los humildes, aunque sean empresarios.
Los inconmensurables esfuerzos hechos por esta gente, tras la debacle de la construcción, no deja lugar a la especulación de que no formen parte, como nosotros, del pueblo soberano.
Ignorar su existencia, obviando la evidencia de sus necesidades de capital o negarles los créditos necesarios para su mantenimiento y crecimiento, avalaría la teoría de un natural acercamiento entre Partido Popular y poder económico, en detrimento de los pequeños, que volverían a quedar en un desamparo absoluto.
Muchos de ellos, la mayoría, han dado su voto a Rajoy convencidos de que sería más fácil recibir ayudas de la derecha que de los socialistas y lo han hecho, con la esperanza de que las relaciones con los administradores del dinero, serían un paseo militar para los que tanto han alardeado de tener en la mano la solución de la crisis.
No contaban con que ya casi nada tiene que ver con las ideologías y mucho con la capacidad de obediencia que tenga quien lidera la política de un país, en un mundo globalizado.
No auguro buen futuro a esta gente. Tampoco a ellos los representa nadie.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Reunión de pastores

El primer encuentro de Mariano Rajoy con Patronal y Sindicatos, parece haber producido una buena impresión en ambas partes y se salda con buenas palabras de los interlocutores hacia las reformas, aún secretas para la mayoría, que les ha relatado el futuro Presidente.
Después de lo ocurrido en los últimos años, esta complacencia sin roces entre los integrantes de la curiosa reunión, no tiene por menos que despertar ciertos recelos en la clase trabajadora, escarmentada por el nulo apoyo recibido hasta ahora, de parte de sus supuestos representantes y por las anteriores exigencias de los empresarios, siempre a favor de reducir cualquier ventaja que pudieran conseguirse, en el plano laboral.
Tampoco es natural un acercamiento a quienes más lo necesitan, por parte de un líder conservador claramente posicionado en la ideología neo liberal que capitanea esta crisis y por tanto, aún antes de revelar las medidas que piensan llevarse a cabo después de la toma de posesión, planea en el ambiente la sombra de más recortes para los mismos bolsillos y un largo tiempo para la resolución del problema de desempleo que padece el país.
Los unos, temen ahora que ha cambiado el signo del gobierno, ser atacados con una reducción o desaparición de las jugosas subvenciones que reciben de parte del estado y que les permite tener una corte de liberados a su servicio cobrando de las arcas públicas.
Los otros, empiezan a frotarse las manos imaginando la creación de un empleo eventual y mal pagado, del que poder despedir a quien les plazca, sin la obligación de indemnizar.
Al PP se le llena la boca recordando la era Aznar y la bonanza económica que trajo consigo su mandato, pero la realidad es que convirtieron en costumbre un tipo de contrato laboral de precariedad infinita, potenciando además a las empresas de trabajo temporal como mediadoras, previo pago de parte del salario correspondiente a cada uno de los empleados.
Es muy probable que en este momento todo se trate de acercar nuestro modelo laboral a los asiáticos, es decir, horarios desmesurados, salarios irrisorios, supresión de la negociación de convenios colectivos y despido libre, además de reducción de cargas fiscales para los empresarios y alguna que otra ayuda para la banca.
Fijándonos en el terrible ejemplo protagonizado por la Generalitat catalana, es de temer también un despido masivo de interinos, la anulación de cualquier convocatoria de plazas en organismos públicos, reducción en el sueldo de los funcionarios y recortes encubiertos en sanidad y enseñanza, como ya se está haciendo en las comunidades gobernadas por el partido popular.
Esta reunión de pastores de hoy, preludia sin duda, ovejas muertas. Lo peor del asunto es que las ovejas somos nosotros y que con toda seguridad, seremos los únicos en seguir pagando la crisis.
Ni una palabra sobre los que más tienen ni sobre exigir a los bancos la devolución de los préstamos otorgados por el gobierno Zapatero. Ni una sola mención a los auténticos culpables de la situación que atravesamos y ni una sola merma en el bienestar de sus señorías, que siguen recibiendo como regalo de bienvenida, un teléfono móvil de última generación, un ordenador personal de alta gama y una tableta digital con la que soportar las tediosas sesiones del Congreso.
En Euskadi, cambian la flota de automóviles de la ertzanza y en Andalucía, gastan cinco millones de euros en informar a los usuarios de la seguridad social, del costo de los servicios recibidos, en caso de enfermedad.
Aún esperamos que alguien alce la voz sobre un despilfarro que podría servir para crear empleo y paliar en cierta medida, la desesperada situación de algunos padres de familia inmersos en la ruina y el espanto.
Poco importa a nuestros políticos esta cuestión, a juzgar por la ignominiosa cobardía con que afrontan el futuro de su pueblo. Incapaces de poner freno a un sistema absolutamente lesivo con la sociedad, sucumben al erotismo de un poder que les proporciona riqueza personal, ignorando la urgencia de resolver los asuntos verdaderamente vitales para los ciudadanos que pusieron en sus manos las riendas del Estado.
La tremenda desilusión de comprobar que pasa el tiempo sin que se tenga en cuenta lo que grita la calle y que cambien los gobiernos y todo siga igual, nos ha quitado cualquier atisbo de esperanza.
Quizá convendrfía recordar, una vez más, que sin embargo, nada serían si nuestros brazos caen, todos al mismo tiempo paralizando la maquinaria de producción.



martes, 29 de noviembre de 2011

Canción para el olvido

Desleyendo una carta de amor
en un triste rincón de un café arrabalero,
escuchando una bella canción
de un viejo cantautor deslenguado y roquero,
me asaltó la increíble intención
de mirar hacia atrás añorando otra vida vida.
En la calle habitaba un mirón
y un pobre acordeón rechinaba en la esquina.
Un macarra apoyado en la barra
agitaba una copa de ron con sus dedos,
calentando el motor de ligarse
a la reina del bar con su look callejero.
Ella ausente, con cierto pudor
melancólicamente tragaba el anzuelo
y la carta de amor se cayó
dejando tus palabras perdidas por el suelo.
Quién tuviera- pensé- veinte años
y todo el valor de creer las mentiras.
Un reloj que marcaba las dos
me miró de reojo y siguió su rutina.
La varita tocó con su magia
el color del lugar transformando mezquina,
calabaza en preciosa carroza y al pobre macarra
en un clon de Sabina.
Se propuso el destino burlón
pintar un corazón entre valles desiertos
y buscó una rendija de luz
por donde iluminar dos destinos inciertos.
Me acordé de la imagen de un mundo
que flota difunto en un mar de dinero
y una lágrima vino a encontrar
el calor de mis ojos la noche de enero.
Sonreí y me dio un subidón
de pura adrenalina
contemplando el disfraz de almidón
de aquel romance urbano hecho de plastilina.
Esperé para ver el final y los dos se perdieron
al final de la calle buscando un sentido a la noche
detrás de algún coche, diciendo te quiero.
Y de pronto perdió su importancia
la vieja fragancia que adorna tu pelo.
Tu intocable recuerdo voló, el café se acabó
y con él el dolor que nublaba mi cielo.
Recogí aquellas letras malditas
de viejas palabras bañadas de olvido,
e hilvané con tu estúpido adiós
un poema de amor casi descolorido.
Tres borrachos cerraban el bar
suplicando una más con dolor lastimero,
coreando la bella canción
del viejo cantautor deslenguado y rockero.
Empañado el cristal se quejó
de haber aprisionado a un puñado de dedos
y en lo oscuro del viejo rincón
mi vida amaneció renaciendo de nuevo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El tesoro andalusí

Por primera vez en la historia de nuestra relativamente joven democracia, la siempre vituperada Andalucía se ha decidido a olvidar su tradicional voto de izquierdas para sumarse, a la desesperada, a la moda del cambio anunciado por la derecha, aunque manteniendo un gobierno autonómico regido aún, por el partido socialista.
Por ser la tierra en que he nacido, me consta que este voto ha sido fruto de la terrible indignación de haber sido colocados a la cabeza de las regiones con mayor índice de paro en el mundo y del hartazgo de más de veinticinco años de mandato por parte de unos dirigentes que en los últimos tiempos, no han sabido estar a la altura que esperaba la fidelidad de sus electores, abandonándolos a una suerte peor aún que la del resto de pobladores de las otras partes del territorio nacional.
No es de extrañar la alegría de los populares ni su machaconería en centrar su campaña en nuestros pueblos y ciudades con la intención de tomar al asalto esta región, hasta ahora hostil, dado el número de habitantes que la poblamos y su fuerza real en el panorama político de la nación.
Pero no han de engañarse los vencedores creyendo que de la noche a la mañana han sido capaces de transformar nuestro pensamiento en conservador o borrado de nuestra memoria los años de ignorancia y abandono que nos regalaron cada vez que estuvieron en la cresta de la ola. Debe quedarles claro que el voto andaluz no representa en modo alguno un triunfo de su corriente política, sino un castigo contundente al mal hacer de sus antecesores y a los casos de corrupción que viniendo de parte de la izquierda, parecen aún más graves e intolerables.
No deben apresurarse pues, en hacer juicios de valores engañosos ni a dar por sentado que en los próximos comicios autonómicos volverán a saborear las mieles del triunfo, terminando de teñir de azul el mapa de la península. Mucho tiene que llover de aquí a entonces y la situación es lo suficientemente mala como para vaticinar que será grande el desgaste de los recién llegados en poco tiempo y pequeños los avances tangibles que las clases humildes experimenten en su vida cotidiana, que es en definitiva lo que inclina su voto en las urnas.
Los andaluces pese a quién pese, ya no somos aquella masa de ignorantes que esclavos de la pobreza y del miedo, obedecían la voz del terrateniente subyugando su propia voluntad, sin derecho a la libertad de expresión o pensamiento. Hemos aprovechado como nadie los años que se nos han brindado para salir del pozo oscuro en el que malvivíamos y hecho uso de todos los recursos que se han puesto a nuestro alcance colocándonos con enorme esfuerzo, incluso por encima de las regiones que siempre gozaron de los mejores privilegios, Ya no se nos compra con un trozo de pan, ni somos el hazmerreír del mundo, engalanados con los manidos trajes de faralaes que tantos malos entendidos han traído a nuestra casa.
La búsqueda de nuestra identidad ha recorrido un largo y tortuoso camino hasta llegar aquí y se ha liberado de los tópicos impuestos sobre nuestro pecho como símbolo de una diferencia monstruosa que durante años ha sido nuestro peor enemigo.
Y puede que nuestro particular idioma, la facultad para integrar a los que vienen de otras culturas, o la tendencia a la alegría que caracteriza a nuestra gente, probablemente por razones meramente climáticas, confunda a los que miran desde lejos haciéndoles pensar que somos un pueblo facilón al que se engaña con promesas de futuro que luego se olvidarán.
Nada más lejos de la verdad que dar estos supuestos por ciertos, porque los andaluces están, estamos, en este preciso momento, aguardando en el cruce de caminos para cerciorarnos de que cuánto se nos dijo se cumpla a la mayor brevedad, sin importarnos para nada volver a cambiar de dirección, si detectamos el más mínimo hedor a mentira o comprobamos jugadas sucias en el transcurso de estos meses.
Esta tierra nuestra, nos parece, es un enorme tesoro a cuidar, milenario, universalista, rico en matices, en culturas varias y también en nuevos valores salidos de los sacrificios inenarrables de los que un día nos propusimos reinventar otra forma de ser andaluces.
Hace mal la derecha en pensar que ha puesto su bandera entre nosotros, si su intención es la de manipularnos con vagas palabras, en la creencia de que perdonaremos sus errores, dada la gravedad de la situación que sufrimos. El tiempo de perdonar, de soportar en silencio el maltrato, la discriminación y la saña con que tradicionalmente se nos trataba, pasó. Y yo me aventuro a dar por seguro que no volverá nunca. No lo consentiríamos, desde luego.








domingo, 27 de noviembre de 2011

La incógnita Rajoy

Acostumbrado a tener que esconder sus intenciones en su propia casa política, el próximo presidente del gobierno ha desarrollado un sentido del ocultismo, que trae de cabeza a los españoles, sin que se les desvelen las claves precisas de cuáles serán las nuevas directrices por las que regirse, en cuanto se complete el traspaso de poderes.
El hermetismo que rodea a Rajoy, no augura buenas perspectivas para aquellos que le otorgaron su voto ni favorece su nivel de popularidad en estos primeros días, después del triunfo.
No llega ni una sola noticia sobre los nombres de los que podrían ser ministrables, de manera que resulta prácticamente imposible adivinar qué ala del partido será la elegida para efectuar el prometido cambio en el que se sustentó su campaña.
Los primeros contactos del líder le sitúan exactamente en la línea que muchos esperábamos de él, es decir, en el bando de los banqueros y los grandes empresarios, con los que ha comenzado a confraternizar en la sede de su partido, sin que por el momento, haya habido un solo intento de acercamiento a las filas de los trabajadores, ni a través de los sindicatos, ni a nivel de calle, a pesar de haber estado repitiendo hasta la saciedad, durante la campaña electoral, que su mayor preocupación era el sufrimiento de las familias afectadas por el desempleo y gestionar un futuro mejor para ellas.
Su aspiración de caer en Europa como el salvador de un país al borde de la quiebra, tampoco ha dado los frutos apetecidos que esperaban sus correligionarios, ya que la prima de riesgo de España fluctúa en la cuerda floja tendida sobre el abismo y las bolsas no han experimentado las subidas que vaticinarían una mejora inmediata de la situación.
Ninguno de estos factores ha conseguido sacar al anacoreta Rajoy de su actual retiro, para poner sobre la mesa sus intenciones reales de gobierno. Pasada la borrachera insufrible de su triunfo electoral, sigue guardando en la manga sus cartas de juego y mantiene a todo el país en vilo, a la espera de conocer algunas de las decisiones que tomará y en qué afectarán a la mayoría, ávida de saber en qué sectores se practicarán los recortes.
La prensa oficial, casi toda al lado del recién llegado, ni siquiera menciona la posibilidad de que los problemas de Rajoy hayan empezado en el mismo seno de su entorno y hurta a los lectores la encarnizada lucha que sin duda, se está produciendo en el Partido Popular, por entrar a formar parte del nuevo gobierno, entre las tendencias mayoritarias que pueblan esta formación, desde la ultraderecha hasta el centro, y sus naturales enfrentamientos por conseguir un poco de poder.
No es de esperar que el recalcitrante sector liderado por Esperanza Aguirre, Mayor Oreja o el propio Aznar, se conformen con pasar a un segundo plano de la vida política, dejando en manos del ala más liberal del partido la batuta directora de la próxima legislatura, sin intervenir como ha sido hasta ahora su costumbre, para tratar de acercarnos cada vez más a sus peligrosas teorías neo capitalistas.
Algunas señales ya corroboran lo que digo. Parece por ejemplo evidente, que la señora Botella se desmarca a pasos agigantados de Aguirre, con los ojos puestos en la alcaldía de Madrid, en cuanto Gallardón ocupe su escaño en el congreso y ya nadie se atreve a defender las teorías de conspiración de Mayor Oreja sobre Euskadi, sabiendo con seguridad que el nuevo jefe de gobierno habrá de reunirse con los abertzales, en el momento en que empiecen sus rondas de contactos con las demás formaciones políticas.
Será curioso ver cómo tratan de salvar la ropa los que durante ocho años han sido los peores detractores de Rajoy, incluido Jiménez Los Santos, que llegó a llamarle Mari complejines, en su incendiario programa radiofónico, y en más de una ocasión.
Aguirre, incluso se atrevió a salir al balcón la noche de la derrota, a pesar de haber conspirado por activa y por pasiva contra Rajoy para ocupar su cargo, si hubiera sido posible, e impasible ante el desbarajuste que en su partido hubieran podido ocasionar sus continuas salidas de tono.
Con tales elementos a su espalda, resulta lógico que el futuro presidente permanezca en silencio hasta haber tomado posesión de su cargo y eluda hacer referencia a cualquier cuestión que tenga que ver con futuras políticas, para no empezar a ser atacado por aquellos con los que no decida contar, incluso antes de haber probado el sabor del poder.
Mientras, los socialistas tratan de recomponer su desesperada situación, deseando perder de vista a Zapatero, único artífice de la derrota sufrida en las urnas y esperando el milagro de que un nuevo congreso les traiga un líder con el que empezar a subir la dura cuesta de una recuperación que probablemente será dolorosa. Pero ésa es otra historia y sobre ella hablaremos otro día.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Esperando a Hugo

Un frenético rosario de visitas hospitalarias, me ha impedido durante varios días sentarme a escribir y me ha colocado en las incómodas salas de espera de sendos Centros Públicos, en los que la paciencia es un don que se aprende practicando y el que, como yo nunca la tuvo, acaba por aceptarla como parte de su propio destino.
Cerca ya del final de su embarazo, a mi hija y a su babé no les ha quedado más remedio que echarse en brazos de los magníficos profesionales que gestionan esto de la maternidad, ya que el pequeño Hugo parecía decidido a permanecer sentado en el vientre y predestinado a un nacimiento por cesárea que iba a ser programada para la próxima semana, después de realizar todas las pruebas pertinentes, en los increíbles aparatos ultramodernos que ahora controlan cualquier anomalía que pueda surgir en el periodo de gestación.
Él aún no lo sabe, pero es probable que sea uno de los últimos pacientes atendidos en el maravilloso régimen de sanidad pública que disfrutamos hasta ahora y la verdad, no se han ahorrado medios en procurar que su nacimiento sea lo más feliz posible, ya que los médicos que lo siguen han puesto toda la carne en el asador, hasta conseguir una maniobra que parece increíble.
Gracias a la buena observación de la situación del feto, por parte de una doctora de no más de treinta y cinco años, anteayer organizaron una acción conjunta que parece llamarse en su jerga ininteligible “versión” y tras monitorizar a la futura madre durante cuatro o cinco horas, consiguieron girar desde fuera al bebé, hasta colocarlo en el oportuno lugar de nacimiento, de manera indolora y evitando así mismo la operación prevista, hasta que llegue el momento del alumbramiento que ahora será, gracias a ellos, totalmente natural.
Lógicamente, ninguno de nosotros ha querido perderse el acontecimiento y de ahí, la permanencia a tiempo completo lo más cerca posible de los pacientes. Los mayores, alucinados por los adelantos científicos que en nuestra época eran impensables y los jóvenes, en solidaridad y apoyo con madre y niño, un poco asustados ante la situación padecida y ahora, afortunadamente, recuperados en su totalidad, tras el éxito rotundo de la torsión.
Ahora sólo nos queda a todos esperar al pequeño Hugo, con la relativa tranquilidad que da saber que su formación se completará con normalidad, e ir acabando de prepararlo todo para su llegada, tal como habíamos previsto y con la ilusión propia de estos eventos gozosos.
Ya sabemos que nacerá en tiempos revueltos, pero con la seguridad de que le procuraremos toda la felicidad que esté en nuestras manos y con la esperanza de que pondremos todo el empeño posible en que vaya creciendo en una sociedad mejor que la que conocemos, más igualitaria y menos cruel.
Será educado, creo, fundamentalmente, por buenas personas, con sólidas creencias que, probablemente, le serán transmitidas íntegramente y por tanto, también aportará desde la experiencia que vaya adquiriendo, su propio apoyo a la época que le toque vivir, ayudando a que sea lo mejor posible para sus contemporáneos.
Como futura abuela, ustedes comprenderán que mi atención en los próximos días estará plenamente centrada en esta espera y puede que falte a esta obligación que me impuse hace año y pico o mis noticias giren escandalosamente hacia lo personal, olvidando un poco, la indignación y el malestar que en todos nosotros producen la clase política y su permanente especulación con los derechos de los humildes.
Pero ahora, mi `prioridad es transmitir a mi hija y al nuevo miembro de la familia los incontables beneficios de la felicidad, reír con ellos, abrazarlos, acogerlos y ayudarlos a desenvolverse en la nueva situación que les aguarda y disfrutar plenamente de su incomparable compañía.
Es éste un momento que uno nunca se puede perder.

martes, 22 de noviembre de 2011

Volver a empezar

Mientras España vive la resaca de los resultados electorales, el pueblo egipcio vuelve a tomar la plaza Tahrir, en contra del cariz que han tomado los acontecimientos, desde que el tirano Mubarak fue derrotado por la presión ciudadana.
Un ejercito ávido de perpetuarse en el poder, ha ido dilatando la convocatoria de las elecciones democráticas que suponía la primera reivindicación de los millares de personas que permanecieron acampadas en este lugar, ya convertido en icono para todos los que se han sumado a la revolución de los jazmines.
Confiados porque sus fuerzas armadas se habían negado desde el primer momento a reprimir las manifestaciones populares, los egipcios pusieron toda su esperanza en que, una vez iniciado el proceso para una normalización del país, se pondrían a las órdenes del primer gobierno salido de las urnas, sin contar con las dilatadas experiencias que otros pueblos han tenido que soportar, de aquellos que manejan la fuerza de las armas.
La erótica del poder, probablemente, ha tentado poderosamente a los militares de mayor graduación haciéndoles pensar que, pasado el tiempo, las aguas volverían a su cauce y la gente se olvidaría de aquello que exigió, conformándose con un cambio de caras, en las altas esferas que controlan la gobernanza de su nación.
La facilidad con que los ejércitos se perpetúan en el poder, nos es de sobra conocida, por la abundancia de ejemplos que se han dado a lo largo y ancho del planeta y por las terribles consecuencias que estas experiencias han dejado, en el recuerdo de todos nosotros.
Sin embargo, al no tratarse aquí de un golpe de Estado organizado, sino de una suerte de carambolas azarosas, la evolución del problema egipcio será sin duda diferente a cuántas hemos vivido con anterioridad y será interesante seguirla, para quienes confiamos desde el primer momento, en la posibilidad de que esta nación milenaria, subiera al carro de la democracia, reconquistando los derechos que le fueron hurtados por tan larga tiranía.
Como era de esperar, un pueblo que nada tiene que perder, está dispuesto a no hacer concesiones que no satisfagan sus peticiones y a llegar hasta el final en la defensa de sus intereses y los militares deben contar con que no se producirá una rendición pacífica, como seguramente esperaban, al ser los dueños del armamento necesario para aplastar la rebelión.
Podría temerse sin embargo, que el problema derivara al modo de lo sucedido en Libia y que la democracia tuviera un elevado costo en vidas humanas, manchando así la hermosa aventura emprendida por los pueblos árabes en pos de la libertad.
Es de esperar, no obstante, algún tipo de ofrecimiento por parte de la junta militar, en un intento a la desesperada por no deshacerse de los privilegios adquiridos, pero la extrema situación de pobreza que soporta el pueblo egipcio, no puede ser, en modo alguno, subyugada por vanas promesas que nunca se cumplirán.
Expectantes ante la cadena de acontecimientos que se abren ante nuestros ojos, no podemos hacer otra cosa que aguardar y desear a los desheredados del mundo que la fuerza de su unión consiga desterrar cualquier forma de esclavitud que silencie la voluntad de los pueblos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Quien siembra vientos...

El sentimiento de extrañeza que parecen haber causado los resultados electorales en una gran parte de los medios de comunicación, no puede ser en modo alguno, auténtico.
El abono con que el Partido Socialista ha estado tratando los campos del país, durante sus últimos años de mandato, ya prometían la desolación de esta cosecha y preludiaban un tiempo largo de sequía para los que, embelesados con los sueños de grandeza que les ofrecía la impiedad de los capitalistas, traicionaron la confianza de su pueblo, sucumbiendo a las exigencias de los poderosos.
Múltiples advertencias les avisaban de lo que podía suceder y su persistencia en actitudes poco éticas, más cercanas a las políticas conservadoras de las más recalcitrantes derechas que a su propio ideario, han ido horadando el sentimiento de simpatía de las clases humildes, hasta provocar un derrocamiento legal, que estaba cantado.
Han desoído las voces de la calle, que clamaban ante la indefensión que sentían los millones de desempleados que traspasaban el umbral de la pobreza, a causa de las reformas laborales impuestas; han desafiado a colectivos enteros interviniendo los salarios, congelando las pensiones de los mayores y negando la evidencia de que la crisis nos estaba llevando a una situación crítica sólo en avenencia con las leyes de los mercados y en contraposición absoluta a las auténticas y perentorias necesidades de los ciudadanos, y han abusado del poder que un día les otorgó una mayoría que buscaba, como todas las mayorías, un punto de apoyo para sus justas reivindicaciones y que se ha visto obligada a ir reconociendo su absoluta soledad, sin que nadie explicara con claridad los motivos de su infinita pérdida.
El Partido Socialista no perdió las elecciones ayer. Empezó a perderlas en el mismo instante en que se posicionó de espaldas a la voluntad popular y no fue capaz de rectificar los errores que nos estaban llevando al tortuoso camino sin retorno que trazaban La Banca y los Estados más poderosos de Europa, ávidos de llevar a cabo la colonización encubierta de sus hermanos más débiles.
Empezó a perderlas el día en que eligió sustituir la franqueza por la mentira y no fue capaz de plantear la cruda verdad a los ciudadanos que dependían de sus acciones, sometiéndolos a una multitud de vejaciones sin móvil aparente, hasta provocar en ellos una indignación de tal índole, que no encuentra comparación posible en ningún otro episodio de nuestra historia.
Naturalmente, los ahora vencedores, se propusieron desde el primer momento aprovechar la inutilidad manifiesta de quienes nos gobernaban y emprender una reconquista del voto perdido en 2004. Habían aprendido con su propia pérdida, que los pueblos no saben perdonar a los mentirosos.
El camino, para ellos, ha sido fácil y sin incidencias. Cada error cometido por Zapatero, ha sido diestramente envuelto en una promesa de esperanza y ya se sabe, que cuando no queda nada que perder, todos nos agarramos a un clavo ardiendo.
La abultada victoria de ayer demuestra primero, que la ingenuidad de los pueblos no tiene límites y en segundo lugar, que la estrategia del cambio ha dado el resultado apetecido.
La extrema dificultad del momento y el presumible giro a la derecha que en las políticas sociales habrá, se encargarán de poner las cosas en su sitio y probablemente, los conservadores acaben por volver a decepcionar a cuántos decidieron ayer, ejercer su derecho al voto.
Empieza la siembra popular, con una subida de la prima de riesgo, que no trae precisamente buenos augurios a este comienzo de legislatura. Dentro de cuatro años, Rajoy tendrá, exactamente lo que merezca, igual que ayer lo tuvo Zapatero, que sembró vientos y ahora recoge tempestades.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Ausencia de emoción

Buscaba yo hasta ayer, una razón que me arrastrara hasta las urnas para ejercer un derecho por el hubiera matado en mis años adolescentes y evocaba la hermosa emoción de aquella primera vez en que absolutamente ebria de recién estrenada libertad, aguardé hasta que abrieron el colegio, deseando expresar mi elección a través de mi bien ganado voto.
Tenía yo entonces veinticuatro años y una maleta cargada de confianza para depositar en todos aquellos que estrenarían un Parlamento construido sobre los escombros de una dictadura de cuarenta años, pero cimentado con los sueños de un país que se merecía la esperanza, después de la oscuridad.
Acostumbrados a convivir con el miedo, los españoles de entonces acometimos el futuro con una valentía probablemente irrepetible, resignándonos a dejar en muchos casos, dormir nuestro pasado y a curar las heridas con el bálsamo de encontrar por fin un camino por el que transitar sin ataduras y en el que nunca más se nos robara nuestro derecho a la verdad.
Esa verdad, tantas veces disfrazada después por los discursos partidistas, pisoteada por las ansias de poder de los asesinos de todas las ideología, adornada por el artificio grandilocuente de espejismos transitorios, ofrecidos como cebo para aniquilar el raciocinio de los hombres, ha quedado tristemente relegada a un olvido forzoso y ya no queda nadie dispuesto a defenderla, en este mundo que habitamos ahora.
Aquellos que se presentaron ante nosotros con las manos abiertas, desnudas de ambición, aspirando a dirigir la formación de un estado libre, aupando la bandera de una democracia que igualara a todos los hombre en la consecución de una vida mejor, han sucumbido a las apetecibles tentaciones de los mercados y han pasado de ocupar los escaños en que nos representaban, a los cómodos sillones que otorgan los despiadados dominios económicos y ya no viven para los hombres, sino para las cifras.
Ausentes de emoción, estas elecciones de hoy no son más que un aburrido trámite para cambiar al títere que preside el teatro de nuestra tragedia y nuestro miedo ya no se enfrenta al rostro de un enemigo conocido contra el que combatir hasta la extenuación, sino a una suerte de adversidades virtuales, incorpóreas, sin rostro y sin destino conocido al que llegar, para hacer visible nuestra indignación.
La intriga de conocer al ganador no remueve a los ciudadanos inermes ante su predeterminado porvenir y poco importa la orientación que tome a partir de mañana el recién llegado, porque la muerte de las ideas es un hecho y estamos a merced de otros vientos mucho más turbulentos que los que nos acompañaron hasta ahora.
Caerán en saco roto las promesas que se han sucedido durante estos días y el tiempo demostrará nuevamente, cómo nos han vuelto a mentir. Apelarán a nuevos argumentos para mortificarnos, denigrarán hasta el hartazgo a los que les antecedieron y serán sojuzgados por los mismos, hasta que o el mundo estalle, o todos seamos para siempre esclavos de este nuevo orden que ni siquiera comprendemos.





jueves, 17 de noviembre de 2011

El camino del poder

Condenados a la exclusividad de las noticias económicas, los medios de comunicación europeos andan enfrascados hasta las cejas teniendo que familiarizarse con términos, hasta ahora desconocidos, por la mayoría de sus cronistas.
La triste actualidad cotidiana, nos sacude cada mañana con noticias peores que las del día anterior y ni siquiera nos ofrece el sosiego del descanso nocturno, ya que el mercado de valores no conoce reposo y hay que estar absolutamente pendiente de su evolución, ante la posibilidad de que en cualquier momento se produzca un crac y un nuevo país caiga en la desgracia de tener que ser rescatado.
A los legos en estas materias, nos cuesta trabajo asumir que se llame rescate a un préstamo con intereses usureros que no puede hacer otra cosa, más que sumergir a las naciones en un abismo aún más profundo, del que probablemente no puedan volver a salir.
En este orden de cosas, nuestra prima de riesgo se ha vuelto a disparar, acercándose peligrosamente al número 500, poniéndose casi a la altura de la italiana y sobrepasando con creces la cifra alcanzada por Grecia cuando necesitó del rescate.
Se ha acojonado Rajoy al comprender que su cantada victoria no influye siquiera un poquito, en mejorar nuestra desastrosa situación y se ha atrevido a rebelarse, solo un poco, contra la costumbre que se va asentando en Europa de prescindir de las urnas, para asentar en la presidencia de los gobiernos a los banqueros retirados, no sea que al final no pueda sentarse en la Moncloa, con lo que le ha costado llegar a la posibilidad de hacerlo.
Pero habrá de aceptar los designios del capital, del mismo modo que antes lo hicieron los cinco millones de parados del país, los pensionistas, los funcionarios, los trabajadores y todos aquellos que nos vemos obligados a caminar por esa cuerda floja que no conocen los políticos, pero que a veces, también se extiende debajo de sus pies.
No esperaba él tan amarga victoria, ni contaba con el disgusto de tener que comprobar en carne propia que al final, tampoco pertenece a la clase privilegiada que gobierna el mundo, pero como decimos los izquierdosos que tanto detesta, el dinero no tiene corazón y no se compadece de las penurias de los más pequeños.
Todo esto habrá dado un subidón a su adversario político, que estará frotándose las manos en algún autobús por los caminos de España, regocijándose al contemplar que de nada han servido a la derecha española sus presunciones chulescas desde los púlpitos mitineros y que hasta puede que con un poco de suerte, la gente se replantee el voto apelando al conocido refrán de que más vale malo conocido, que bueno por conocer.
Pero para los que manejan el cotarro de verdad, es indiferente el resultado de nuestras elecciones y no cambia el rumbo establecido desde las alturas, quién de estos dos acabe detentando el título de presidente, ya que éste no es más que un apelativo honorario, viendo la evolución que lleva el camino predeterminado que para nosotros han trazado con antelación los que gobiernan nuestras vidas.
Así que sea quien sea el ganador, no le quedará otro remedio que seguir los mandatos de los poderosos, porque ninguno de los dos apunta maneras de contestatario, ni está interesado en abandonar una unión europea, que acabará firmando nuestra sentencia de muerte, movida por la avaricia que la corrompe.
Mañana, no quedará otro remedio que seguir comentando la evolución de la economía, si queremos mantenernos en la brecha de la rabiosa actualidad, y probablemente, las noticias no sean nada halagüeñas, tal y como tampoco hoy lo han sido las que acabo de referir. Cosas del Dios Dinero, ya saben.

Sabiéndose ganador

Creyéndose ya dueño del Ente Público, acudió anoche Rajoy a una entrevista, incluida en la segunda edición del telediario, en la que desde el primer momento fue tratado por la presentadora como el ganador real de las próximas elecciones.
Mucho más sereno que el día del debate, tocó de pasada en el tiempo que le correspondió, toda suerte de temas relacionados con el gobierno de España, sin aclarar demasiado su auténtico programa y aún se permitió la licencia de criticar la dureza con que ha sido tratado por sus propios compañeros, en estos años como jefe de la oposición.
Se preocupó muy mucho de dulcificar su habitual discurso, obviando su manida crítica contra los socialistas y trató por todos los medios de atraer los votos de los colectivos más numerosos, esta vez, sin un papel que guiara sus palabras y en un clima de distendida conversación, sabiéndose ya, casi presidente.
Tras un repaso a los temas económicos, sin una sola referencia a cuáles serán las medidas que adoptará para capear el fiero temporal que azota a la vieja Europa y claramente posicionado al lado de los empresarios, como mandan los cánones de la ideología a la que representa, se atrevió a prometer a los trabajadores una rápida recuperación del empleo perdido, siempre contando con la buena voluntad de unos banqueros dispuestos a volver a conceder créditos, pero sin ofrecer una garantía específica que asegure su devolución.
Pasó conscientemente por alto la situación contagiosa que atraviesan países como Grecia o Italia, probablemente ilusionado con que el eje franco- alemán le permita saborear el poder por el que tan duramente ha luchado, sin intervenir de inmediato en nuestra nación, colocando al frente a uno de sus interventores, como se está poniendo de moda.
Habrá que anotar específicamente las promesas hechas a los siete millones de pensionistas y recordárselas en su momento, si se atreve a recortar de esa partida, dejando una duda razonable sobre las cabezas de los funcionarios, de los que se compadeció por su pérdida de poder adquisitivo, pero sin prometerse a no volver a rebajarlo y expresando claramente su voluntad de no convocar nuevas plazas, al menos en los próximos cuatro años.
Ni una sola referencia a los recortes solapados que están sufriendo la enseñanza y la sanidad en las comunidades autónomas que ya gobiernan los suyos, como si las entendederas del pueblo español no alcanzaran un mínimo nivel para la comprensión de los problemas que sufre y una ceguera colectiva se hubiera adueñado de nosotros, dejándonos en el limbo de cuánto padecemos en carne propia.
Habló sí, de los gastos excesivos de las comunidades autónomas, sin especificar por ejemplo, que a la cabeza de éstos se hallan la de Madrid o Valencia y no hizo alusión alguna a los múltiples casos de corrupción que han salpicado a sus militantes a todo lo largo y ancho de nuestro territorio.
Ambiguo y escurridizo, como siempre, falto del carisma que requiere un presidente con empaque, trató otra vez de dar esquinazo a temas como el de los matrimonios entre homosexuales o la ley del aborto, colocándose al lado de las posiciones defendidas por la Iglesia a la que pertenece, intentando no ser tachado por los obispos de hereje indeseable.
Fue sin embargo llamativo y mucho, que no fuera capaz de oponerse con su acostumbrada rotundidad a la negociación con ETA, sin hacer referencia en ningún momento a sus militantes como terroristas y dejando, supongo, cierta incertidumbre entre las víctimas, a las que tanto ha utilizado antes y durante la campaña electoral, como moneda de cambio, en sus continuas trifulcas con el partido en el gobierno.
Por primera vez, lanzó un mensaje subliminal a personajes como Esperanza Aguirre, Mayor Oreja o el propio Aznar, al referirse a ellos sin nombrarlos, cuando se quejó del arduo camino que le ha tocado recorrer hasta llegar aquí y afianzando su cercanía con la misma postura de moderación que dejó ver, cuando incluyó a Gallardón en las listas para el congreso por la ciudad de Madrid.
Sabiéndose ganador, relajó posturas hasta ahora innegociables y sacó más partido a su petición formal de votos, que en ninguno de sus enfervorizados mítines, plagados de nacionalismo español, trasnochado y violento.
Ni que decir tiene, que ni yo ni otras muchas víctimas de la indignación depositaremos nuestra papeleta a favor de su candidatura. Sigue, como los demás, sin representar a los ciudadanos de a pie, ni trae la solución a los acuciantes problemas diarios con que nos enfrentamos, ni consigue cambiar, con su ambigüedad, la intención de ninguno de nosotros, que por cierto, recordaremos al detalle sus promesas y se las recordaremos, sin ningún género de dudas, como siempre, desde los púlpitos de las calles que no pensamos abandonar.

martes, 15 de noviembre de 2011

La dulce espera

Convencida de que los asuntos personales son, en definitiva, los únicos capaces de elevar la ilusión en este mundo en que vivimos, decido dejar de lado esta tarde el seguimiento de cualquier noticia relacionada con las futuras elecciones y las enrevesadas teorías de los usureros europeos y dedicar mi tiempo a imaginar el primer encuentro con mi nieto, que se producirá si todo va bien, en un par de semanas.
No me avergüenza en absoluto confesar que es éste, uno de los momentos más dulces que he vivido, sólo comparable a la maravillosa sensación que tuve cada vez que fui madre, aunque aderezado con la serenidad que da la madurez y la experiencia acumulada durante el recorrido de los años, pasados a mi entender, con demasiada rapidez, para quien ahora se enfrenta al reto de guiar una nueva vida, abriendo un nuevo ciclo a la esperanza.
Ir siguiendo la evolución de este niño en el vientre materno, gracias a las nuevas tecnologías, es todo un lujo impensable hace sólo unas décadas porque te permiten contemplar in situ, cómo va convirtiéndose en persona, e incluso escudriñar con nitidez dentro de sus pequeños órganos, adivinando los progresos de su funcionamiento en cada una de las visitas al tocólogo, hasta completar su grandiosa perfección, ya cerca del alumbramiento.
Sin estar con nosotros, su próxima llegada es toda una revolución para la familia, que se encuentra apiñada alrededor de la futura madre, procurándole placidez en estos momentos de angustia en que la incertidumbre se apodera de ella, como si no fuera a ser capaz de afrontar con valentía la increíble labor que tiene por delante y su instinto maternal no existiera allanándole todos los caminos que ahora le parecen abismos.
Está mi hija, con esa belleza inexplicable que adorna a las mujeres únicamente cuando están a punto de obrar este milagro, como si el mundo se detuviese en sus ojos impacientes reflejando en ellos un brillo especial incomparable. Repasa mentalmente que todo está a punto, acaricia continuamente su abultado vientre mientras se mueve con la torpeza lógica que da lo avanzado de su estado y focaliza cualquier conversación con sus dudas, como si el acertijo que tiene planteado fuera el primero de la historia y los viejos pudiéramos responder a todas las preguntas que se nos formulan con la sabiduría del más experto.
Los demás hacemos lo posible por suavizar las asperezas de algunos comentarios de la gente de alrededor, que se empeñan reiterativamente en referir las penurias de algún parto difícil y procuramos restar importancia al asunto, esgrimiendo el nunca bien ponderado argumento, de que todos los seres humanos que habitan la tierra, se encontraron en la misma disyuntiva alguna vez.
Y sin embargo, pasado el tiempo, ni siquiera recordará la angustia de los días previos al parto y sólo se referirá a ellos de pasada, centrándose en tratar de explicar la felicidad que sintió cuando vio por primera vez a su hijo y lo llamó y él se identificó plenamente con ella cuando lo acercó a su corazón. Pasarán los años y le parecerá que siempre estuvo en su vida, como si un toque mágico hubiera borrado el sufrimiento, dejando únicamente el recuerdo de la abundancia personal que alcanzó cuando se entendieron sin hablarse.
Así que mientras escribo estas letras, no hago otra cosa que pensar en la inmensa suerte que me acompaña, al poder ser testigo directo de esta humilde historia de amor. Yo también la conservaré intacta en la memoria y la veré como una nueva prolongación de mí misma, de nosotros, de todos los que en el fondo quiero y siempre querré.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Promesas electorales

Los maravillosos cuentos de hadas que nos relatan los presidenciables durante todas las campañas electorales, hacen que a los ingenuos se les dispare la imaginación y alimenten sueños de vida relajada y espejismos de futuros gozosos.
Es fácil en esta etapa que vivimos, convencer a los ciudadanos de que el futuro no puede ser peor y la bendita inocencia que nos caracteriza por naturaleza, es carnaza apetecible para los que ansían el poder, sin que importe demasiado o nada, los medios utilizados para conseguirlo.
Si por curiosidad anotáramos en un papel todas las promesas que los políticos nos hacen cuando se aproximan unos comicios y tuviéramos el tesón de releer cuántas se han cumplido después de un mandato de cuatro años, la decepción que sufriríamos sería tal, que podría constituir una razón de peso para no volver a votar en el resto de nuestra vida.
Está el ciudadano tan indefenso ante el incumplimiento de cuántas cosas se le prometen para recaudar su voto, que es el blanco perfecto al que apuntar, sin tener que responder después, si todo resultara un vil engaño.
Por costumbre, los políticos suelen decir que son servidores de los pueblos y que no les mueve otra ambición que la de lograr el bien común, cada uno apelando a su propia ideología, pero las circunstancias tan particulares que sobrellevamos, los miles de casos de corruptelas económicas y morales que presenciamos a diario y el distanciamiento atroz entre su clase y la nuestra, viene a demostrar con claridad meridiana, que el supuesto servidor se mueve a unos niveles significativamente más altos que los nuestros.
Resultando una falacia esta cuestión primordial, cualquier cosa que nos prometan estará contaminada, por añadidura y nada podremos esperar del cumplimiento de estas promesas salidas de los labios de mentirosos de carrera.
Pero si se estableciera una ley que permitiera al ciudadano cursar denuncia por cada incumplimiento y se tipificara como delito grave jugar con la buena voluntad de la gente por medio del engaño, cambiaría sensiblemente nuestra indefensión y más de uno pensaría detenidamente qué prometer, ante el riesgo de acabar condenado o inhabilitado para el ejercicio de la política.
Esta podría ser la primera causa de indignación que moviese a no acudir a las urnas para votar a estos modernos charlatanes del siglo XXI, cuyo elixir curalotodo es vendido de plaza en plaza como la panacea universal, aunque después resulte ser tan fraudulento, como aquellos botes de agua coloreada que ofrecían los sacamuelas desde sus carromatos a los incautos que querían oírles.
Cada vez que llega un periodo electoral, tenemos la impresión de que a nuestro alrededor se está montando la estafa del siglo. Oímos una y otra vez, a unos y a otros, la misma palabrería manida, en los mismos escenarios, con los mismos comparsas y las mismas ofertas. En nada se diferencian los discursos de la izquierda y la derecha y en el horizonte político no queda una sola opción que represente los intereses de los ciudadanos ni que ofrezca soluciones reales y factibles para los graves problemas que nos acucian.
Y no es que la Democracia haya fracasado como sistema político, sino que los que han de aplicar estrictamente las normas de su funcionamiento se han encargado, con su proceder, de ir desvirtuando los valores que se pensaron como indispensables, cuando se concibió este concepto.
La insalvable brecha que nos separa de nuestros dirigentes y de nuestros políticos en general, hace urgente una llamada drástica de atención por parte de los pueblos, para recuperar su legítimo derecho a elegir como representantes a personas decentes, que luchen en verdad por el interés de la mayoría y no por dividendos bancarios o posiciones personales de privilegio.
Por eso se impone no votar el día veinte, no seguir el juego a especuladores ni a sociedades anónimas sin rostro, empecinadas en destrozar cualquier logro social que arañe un poco sus enormes beneficios.
Quedarse en casa, no introducir ninguna papeleta en la urna y que esta alternativa se convierta en mayoritaria, sería un paso adelante para alejar de nuestra triste existencia a los que año tras año, nos han decepcionado sin cumplir absolutamente ninguno de sus compromisos.