jueves, 19 de junio de 2014

Volver a la realidad


Con el nuevo Rey ya coronado y la Selección española eliminada del mundial de fútbol de Brasil, los ciudadanos vuelven a aterrizar de bruces en la realidad, comprobando que desgraciadamente, ninguno de sus problemas ha desaparecido.
Tras la ceremonia celebrada esta mañana, el paseo de la comitiva real por las calles de Madrid, que Ana Botella se había encargado de engalanar y blindar exageradamente y la especie de Besamanos que se ha organizado justo antes de la Comida ofrecida por los nuevos Reyes, a los curiosos no les ha quedado otro remedio que regresar a sus casas y a los que no lo éramos, ni siquiera se nos ha permitido no ver las imágenes del evento, dada la profusión informativa que han venido ofreciendo todas las cadenas televisivas, siempre sobre este mismo tema.
No a todo el mundo le ha ido tan bien y unos cuantos valientes que se han atrevido a desoír la prohibición de manifestar sus simpatías por la República, han sido literalmente perseguidos por la policía por todo el centro de la Capital, produciéndose algunos enfrentamientos que han terminado en detenciones, sólo por lucir algunas camisetas y banderas republicanas, como si la libertad de expresión de los españoles hubiera desaparecido como derecho, con el estreno en el cargo del nuevo Rey.
Claro que teniendo en cuenta que la señora alcaldesa se ha estado dedicando a enviar a los policías municipales de puerta en puerta, para convencer a los habitantes de los edificios situados en la trayectoria del cortejo real de que engalanaran sus balcones con banderas españolas sufragadas por el Ayuntamiento, no es de extrañar que no estuviera dispuesta a consentir que un grupo de los que ella llama perroflautas, afeara la concienzuda organización en la que había puesto todo su empeño, como monárquica declarada que es y como poco receptiva a todo lo que pueda venir de otro lado, que no sea el situado en la derecha.
Que nos hayan prohibido protestar, no quiere decir que todos los españoles estemos a favor de la Monarquía como sistema de gobierno y menos aún, que nos hayan parecido bien estos fastos y no habría más que echar una mirada a los que han estado aclamando a la comitiva real, para comprender que el número de personas que ocupaban las calles no era, ni por asomo, representativo del pensamiento de una mayoría y sí de los que son en este país a los tradicionales inmovilistas que permanecen anclados a unas ideas más propias del siglo XIX, que de los tiempos que corren en la actualidad.
Tampoco el discurso del recién llegado ha parecido nada progresista y más bien, se ha limitado a repetir las manidas palabras que usan todos aquellos que toman de algún modo posesión del poder, con una declaración de intenciones que después, en casi ningún caso, se cumple.
 Teniendo en cuenta que cualquier cosa que hubiera dicho Felipe en el Parlamento, habría sido hoy recibida con clamorosos aplausos, debido a la magnanimidad de socialistas y populares y sobre todo, a la ausencia de los Partidos que han resuelto no estar presentes en el acto, en consonancia con su pensamiento, no es de extrañar que la única noticia destacable en la toma de poderes haya sido que Mas y Urkullo no hayan aplaudido su intervención, como por otra parte era de esperar, dadas sus intenciones separatistas.
Por otra parte, no consigo entender que aplaudir en un acto de esta índole haya de ser una obligación impuesta por el protocolo a todos los asistentes a él, estén de acuerdo o no, con las palabras que allí se pronuncian y francamente, me alegro de que al menos haya habido algún tipo de discrepancia que pueda demostrar que el cuento color de rosa que nos han pretendido vender esta mañana no era en realidad, tan absolutamente perfecto.
Sobre todo porque en la intimidad de su casa, ahora que el espejismo ha terminado, cada español se estará planteando que mañana tendrá que volver a enfrentarse a sus carencias, exactamente con la misma dificultad con que lo hacía anteayer, sin que la llegada del nuevo Borbón le haya traído ninguna buena nueva.
Y ya no le quedará además, ni siquiera el hipnótico que representaba ver a la selección de fútbol acercarse a la consecución de otro campeonato del mundo, pegado a la pantalla de la televisión… y en silencio.




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