lunes, 29 de abril de 2013

El mundo de los Reyes



Acostumbrados durante siglos a dirigir los destinos de la humanidad por una mera cuestión de apellidos, los Reyes que aún quedan en el siglo XXI y que han logrado superar con éxito todas las revoluciones  que se han ido produciendo a lo largo de la historia, se mantienen aupados en un lugar de privilegio y viven al margen de la realidad que les circunda, en un mundo fantástico de lujo y despreocupación, que dista mucho de la rutina cotidiana, de  los que, probablemente, ellos siguen considerando sus súbditos.
Todos sabemos por propia experiencia, que Europa está inmersa  en una espantosa e interminable crisis y sin embargo, periódicamente, las monarquías de diferentes países de la Unión, organizan una serie de fastos que, contando con el dinero público, están encaminados, única y exclusivamente, a su propio lucimiento personal, ignorando las desventuras que han de sufrir los ciudadanos para sufragar estos gastos que, llamativamente, no están nunca sujetos a recortes.
Hace poco se celebró en Inglaterra el aniversario de la Coronación y ahora, la abdicación de la Reina de Holanda traerá consigo una ceremonia de coronación de su heredero, montada como si se tratara de una superproducción hollywoodiense, aunque todos sepamos que esta producción no estará a cargo de ningún multimillonario americano.
No parece moral en los tiempos que corren, dedicar inmensas partidas de dinero, absolutamente necesarias para  paliar la grave situación social en que nos encontramos, a perpetuar la existencia de una Institución retrógrada y obsoleta, que debió desaparecer con la llegada de la modernidad y que ya ni siquiera tiene una utilidad real en la política de las Naciones, al carecer de poder ejecutivo sus miembros y al haber quedado reducido su papel a una mera cuestión ornamental que sin embargo, supone un despilfarro inaceptable de dinero público, empleado exclusivamente en satisfacer caprichos personales que escapan a toda lógica.
Mientras las naciones del Sur de Europa se ven empujadas al negro abismo de la miseria y sus habitantes son azotados   sin compasión por las medidas de recorte aplicadas por cada uno de sus gobiernos, el comportamiento de las Monarquías que salpican la geografía del Viejo Continente, continúan su camino de pomposidad, protagonizando gestos de insolidaridad para con los ciudadanos, que bien podrían calificarse como estrictamente inmorales.
Pero eso no parece preocupar a las troikas, ni incide en modo alguno en la marcha de los mercados, ni se exige siquiera desde el poder, que desaparezcan del panorama político, para conseguir una reducción de gastos, que seguramente, sería cuantiosa.
No hay reformas laborales que afecten al oficio de Rey, ni despido por razones de inviabilidad de su cargo, ni recortes que impidan al monarca y su prole el uso de la sanidad privada a cargo de la hacienda pública, o que manden a sus descendientes a las más exclusivas escuelas, para completar una educación exquisita, pagada por todos nosotros.
Es más, se considera una especie de agravio estar a favor de la República como sistema de gobierno y una falta de respeto criticar las malas acciones de los soberanos y cuantos les rodean, como si un aura de santidad flotara sobre sus cabezas y su mandato proviniera de un Dios, que estuviera por encima de las urnas en las que se eligen, democráticamente, los Parlamentos.
Nada ha cambiado para las monarquías con la persistencia de esta crisis y ni siquiera han tenido la decencia de ocultar su ostentosa forma de vivir, a los ojos de una sociedad que lo ha perdido todo con la marcha de los acontecimientos actuales.
La Coronación del heredero holandés, será una prueba irrefutable de la certeza de este argumento.
Me pregunto si cuando saluden con la mano a quienes contemplen el paso del cortejo, por un momento siquiera, pensarán en lo que se podría haber hecho, con lo que están empleando en su ceremonia de ensueño.



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