lunes, 15 de abril de 2013

Gente corriente


Reaparece María Dolores de Cospedal, siete semanas después de su rocambolesca explicación sobre el despido de Bárcenas y lo hace, tratando de evitar las preguntas que sobre su prolongada ausencia, seguramente, querrían hacerle los informadores y protagonizando un virulento ataque frontal contra los participantes en los escarches, a los que ha comparado, literalmente, con los nazis y los militantes de ETA.
Entretanto, Manos Limpias, que ya actuó como acusación contra el Juez Garzón, estaba arremetiendo contra Ada Colau, denunciándola por acoso y dejando muy claro, por si alguien aún lo dudaba, que están dispuestos a querellarse periódicamente, contra cualquier caso que ellos puedan considerar como cercano a la izquierda.
La opinión de Cospedal no es personal, sino que forma parte de las consignas que parecen haber recibido todos los miembros del Partido Popular y sus incondicionales tertulianos televisivos, lo que viene a corroborar que  la disciplina de partido que se practica en Génova, se ha convertido en absolutamente obligatoria para los militantes de esta formación, a los que difícilmente se   les deja un solo resquicio de libertad de pensamiento y cuya opinión, por lo que vemos, ha de coincidir, necesariamente, con la de todos sus compañeros, haciendo que sus declaraciones públicas se conviertan en tediosas, por la reiteración de contenidos.
Curiosamente, y mientras hablan de totalitarismo cuando se refieren a los escraches, ellos mismos están practicando esta despreciable táctica, desde el momento en que se obliga a la militancia a seguir mansamente las consignas emitidas desde la dirección de un Partido, que no está dispuesto a permitir una sola rendija de discrepancia, que pudiera dar a entender que existe tolerancia con los escraches, aunque fuera  por meros problemas de conciencia.
Es esta, la enésima teoría de conspiración lanzada por los con servadores, que con su actitud, se encargan de atribuir a la izquierda de este País, una especie de inteligencia privilegiada para inventar ardides, más propias de las cortes palaciegas de la Edad Media, donde las luchas por el poder eran encarnizadas y permanentes, que de sociedades del siglo veintiuno, donde aunque no fuera más que por la experiencia adquirida durante tanto tiempo, las cosas suelen hacerse de otra manera menos burda que la que ellos pretenden.
Porque si las formaciones de izquierda que conforman el arco político español, hubieran sido responsables de cuantas conspiraciones les ha ido atribuyendo la derecha desde que inauguramos la Democracia, difícilmente podrían estar ahora gobernando España el señor Rajoy y los suyos, pues habrían desaparecido del mapa, aniquilados por las maldades de sus perversos adversarios, para no volver a levantarse nunca.
No queda otro remedio que pensar, que de ser ciertas las suposiciones conservadoras, nuestras izquierdas han de ser, sin duda, las más torpes del mundo, pues una y otra vez fracasan estrepitosamente en sus innumerables intentos de derrotar a la derecha y siempre son descubiertos en plena práctica del complot y sin haber conseguido uno solo de los objetivos pretendidos, lo cuál debe ser absolutamente frustrante, para los ideólogos de tales planes.
Pero es que además, no hay más que echar una ojeada a quienes se manifiestan últimamente en las calles de nuestras ciudades para que quede claro que se tratan de ciudadanos normales, inmensamente agobiados por las políticas que contra ellos se practican. Ancianos, jóvenes, padres y madres de familia, en general sin filiación política, que  claman contra quienes consideran responsables de su inseguridad y que en este caso son del Partido Popular, porque es quien se encarga de las labores de gobierno.
Por descontado, que tachar de etarras o nazis a estas personas va más allá de la mera especulación y raya descaradamente en lo inmoral, cuando se trata de un intento de manipular la realidad verdadera y no solo hiere la honorabilidad de los ciudadanos que únicamente ejercen su derecho a la protesta, sino que podría generar un sentimiento de violencia en quienes se sienten mancillados impunemente desde las más altas instancias del poder, encontrándose en plena indefensión para rebatir dichos argumentos.
Puede que Manos Limpias, por ejemplo, cuente con innumerables recursos para poder dedicarlos a gastos judiciales, querellándose contra todo bicho viviente, ahora que la justicia se ha puesto por las nubes, pero los habitantes de España están en crisis y no pueden permitirse acudir a la Ley, cada vez que alguien les injuria, con manifestaciones o actos como los referidos anteriormente.
Menos mal que la ciudadanía hace ya tiempo que aprendió a discernir entre lo verdadero y lo falso y nadie que conozca mínimamente los movimientos surgidos en esta etapa de nuestras vidas, va a creer una sola palabra de lo que le digan los líderes del PP, sobre todo tras la experiencia que estamos teniendo con la aplicación de sus promesas electorales, cuyo incumplimiento ha demostrado, con creces, que todo era una gran mentira. 

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