Reaparece María Dolores de Cospedal, siete semanas después de
su rocambolesca explicación sobre el despido de Bárcenas y lo hace, tratando de
evitar las preguntas que sobre su prolongada ausencia, seguramente, querrían
hacerle los informadores y protagonizando un virulento ataque frontal contra
los participantes en los escarches, a los que ha comparado, literalmente, con
los nazis y los militantes de ETA.
Entretanto, Manos Limpias, que ya actuó como acusación contra
el Juez Garzón, estaba arremetiendo contra Ada Colau, denunciándola por acoso y
dejando muy claro, por si alguien aún lo dudaba, que están dispuestos a
querellarse periódicamente, contra cualquier caso que ellos puedan considerar
como cercano a la izquierda.
La opinión de Cospedal no es personal, sino que forma parte
de las consignas que parecen haber recibido todos los miembros del Partido
Popular y sus incondicionales tertulianos televisivos, lo que viene a
corroborar que la disciplina de partido
que se practica en Génova, se ha convertido en absolutamente obligatoria para
los militantes de esta formación, a los que difícilmente se les deja un solo resquicio de libertad de
pensamiento y cuya opinión, por lo que vemos, ha de coincidir, necesariamente,
con la de todos sus compañeros, haciendo que sus declaraciones públicas se
conviertan en tediosas, por la reiteración de contenidos.
Curiosamente, y mientras hablan de totalitarismo cuando se
refieren a los escraches, ellos mismos están practicando esta despreciable
táctica, desde el momento en que se obliga a la militancia a seguir mansamente
las consignas emitidas desde la dirección de un Partido, que no está dispuesto
a permitir una sola rendija de discrepancia, que pudiera dar a entender que
existe tolerancia con los escraches, aunque fuera por meros problemas de conciencia.
Es esta, la enésima teoría de conspiración lanzada por los
con servadores, que con su actitud, se encargan de atribuir a la izquierda de
este País, una especie de inteligencia privilegiada para inventar ardides, más
propias de las cortes palaciegas de la Edad Media, donde las luchas por el
poder eran encarnizadas y permanentes, que de sociedades del siglo veintiuno,
donde aunque no fuera más que por la experiencia adquirida durante tanto
tiempo, las cosas suelen hacerse de otra manera menos burda que la que ellos
pretenden.
Porque si las formaciones de izquierda que conforman el arco
político español, hubieran sido responsables de cuantas conspiraciones les ha
ido atribuyendo la derecha desde que inauguramos la Democracia, difícilmente
podrían estar ahora gobernando España el señor Rajoy y los suyos, pues habrían
desaparecido del mapa, aniquilados por las maldades de sus perversos
adversarios, para no volver a levantarse nunca.
No queda otro remedio que pensar, que de ser ciertas las
suposiciones conservadoras, nuestras izquierdas han de ser, sin duda, las más
torpes del mundo, pues una y otra vez fracasan estrepitosamente en sus
innumerables intentos de derrotar a la derecha y siempre son descubiertos en
plena práctica del complot y sin haber conseguido uno solo de los objetivos
pretendidos, lo cuál debe ser absolutamente frustrante, para los ideólogos de
tales planes.
Pero es que además, no hay más que echar una ojeada a quienes
se manifiestan últimamente en las calles de nuestras ciudades para que quede
claro que se tratan de ciudadanos normales, inmensamente agobiados por las
políticas que contra ellos se practican. Ancianos, jóvenes, padres y madres de
familia, en general sin filiación política, que
claman contra quienes consideran responsables de su inseguridad y que en
este caso son del Partido Popular, porque es quien se encarga de las labores de
gobierno.
Por descontado, que tachar de etarras o nazis a estas
personas va más allá de la mera especulación y raya descaradamente en lo
inmoral, cuando se trata de un intento de manipular la realidad verdadera y no
solo hiere la honorabilidad de los ciudadanos que únicamente ejercen su derecho
a la protesta, sino que podría generar un sentimiento de violencia en quienes
se sienten mancillados impunemente desde las más altas instancias del poder,
encontrándose en plena indefensión para rebatir dichos argumentos.
Puede que Manos Limpias, por ejemplo, cuente con innumerables
recursos para poder dedicarlos a gastos judiciales, querellándose contra todo
bicho viviente, ahora que la justicia se ha puesto por las nubes, pero los
habitantes de España están en crisis y no pueden permitirse acudir a la Ley,
cada vez que alguien les injuria, con manifestaciones o actos como los
referidos anteriormente.
Menos mal que la ciudadanía hace ya tiempo que aprendió a
discernir entre lo verdadero y lo falso y nadie que conozca mínimamente los
movimientos surgidos en esta etapa de nuestras vidas, va a creer una sola
palabra de lo que le digan los líderes del PP, sobre todo tras la experiencia
que estamos teniendo con la aplicación de sus promesas electorales, cuyo
incumplimiento ha demostrado, con creces, que todo era una gran mentira.
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