martes, 2 de abril de 2013

Un largo y crudo invierno



Este comienzo de Primavera, que más parece una prolongación del duro Invierno, nos obsequia por fin con un día de sol, aunque los meteorólogos anuncien la llegada de nuevas lluvias, como si el panorama gris que se abate sobre nosotros se confundiera con lo que ocurre en el entorno, envuelto en un manto de tristeza.
No esperábamos, a estas alturas de la vida tener que acostumbrarnos a malvivir y a ser maltratados por vicisitudes que se escapan a nuestro entendimiento que parecen conjugarse en contra de todos nosotros, augurándonos un futuro incierto.
Pero esta maldita crisis que unos cuantos provocaron para que la padezcamos las mayorías, se va prolongando en el tiempo sin que nadie hasta ahora haya tenido la suficiente voluntad ni valor, para combatirla de frente y retomar el camino de una justicia social que sería la única capaz de devolvernos la perdida alegría.
Uno lo siente más por los jóvenes, que ni siquiera han tenido la oportunidad de disfrutar de un periodo de bonanza que les permita desarrollar su personalidad libremente, ocupándose cada cual en lo que le marque su vocación y pudiendo elegir el lugar en el que quieren afrontar el resto de sus vidas, junto a quienes ellos elijan.
Sin embargo la historia, que  siempre sucede cíclicamente, probablemente acabará por ofrecerles   la ocasión de cambiar la penuria por algo mucho más placentero, que al menos les permita respirar, libres del yugo que les atenaza, aunque seguramente  hayan de ganárselo volviendo a recorrer el camino de duro batallar que sus antecesores ya anduvieron y que ha terminado, por mano de otro hombres, reducido a cenizas.
Todo, los mayores ya lo sabemos, es susceptible de ser cambiado, aunque mucha gente se pierda en el intento y este sistema que ha quedado obsoleto y que en lugar de propiciar la felicidad de la gente, está convirtiendo vivir en una aventura azarosa, no será una excepción, después de más de veinte siglos de permanencia sobre el planeta.
Es este un tiempo de revolución, como lo fueron otros muchos que ahora conocemos por los libros e igual que a aquellos que vivieron en otras épocas difíciles, a nosotros también nos ha llegado la hora del compromiso.
La etapa en que estamos inmersos, al menos, se va librando de la crudeza tradicionalmente cruenta de las guerras y es más una lucha psicológica entre seres inteligentes en la que unos tratan de imponer su hegemonía por medio del miedo y otros, intentamos no dejarnos amedrentar por la angustia, poniendo freno en la medida de lo posible, al sinfín de amenazas que trae consigo la miseria.
Y sin embargo, nunca una masa tan enorme de gente fue tan valiente, ni resistió con tanta dignidad un ataque tan virulento.
Eso quiere decir que toda la lucha pasada ha servido, fundamentalmente, para aumentar mayestáticamente nuestro nivel de inteligencia, porque en lugar de responder al ataque con pura violencia, batallamos a diario desde un pacifismo innegociable, que aún puede irritar más a los atacantes, por tratarse de una inesperada respuesta.
Este invierno terminará. Puede que no sea pronto, pero nuestra paciencia es infinita. Desde que el mundo es mundo, siempre acaba llegando año tras año, la Primavera.



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