Este comienzo de Primavera, que más parece una prolongación
del duro Invierno, nos obsequia por fin con un día de sol, aunque los
meteorólogos anuncien la llegada de nuevas lluvias, como si el panorama gris
que se abate sobre nosotros se confundiera con lo que ocurre en el entorno,
envuelto en un manto de tristeza.
No esperábamos, a estas alturas de la vida tener que acostumbrarnos
a malvivir y a ser maltratados por vicisitudes que se escapan a nuestro entendimiento
que parecen conjugarse en contra de todos nosotros, augurándonos un futuro incierto.
Pero esta maldita crisis que unos cuantos provocaron para que
la padezcamos las mayorías, se va prolongando en el tiempo sin que nadie hasta
ahora haya tenido la suficiente voluntad ni valor, para combatirla de frente y
retomar el camino de una justicia social que sería la única capaz de
devolvernos la perdida alegría.
Uno lo siente más por los jóvenes, que ni siquiera han tenido
la oportunidad de disfrutar de un periodo de bonanza que les permita
desarrollar su personalidad libremente, ocupándose cada cual en lo que le
marque su vocación y pudiendo elegir el lugar en el que quieren afrontar el
resto de sus vidas, junto a quienes ellos elijan.
Sin embargo la historia, que siempre sucede cíclicamente, probablemente
acabará por ofrecerles la ocasión de cambiar la penuria por algo
mucho más placentero, que al menos les permita respirar, libres del yugo que
les atenaza, aunque seguramente hayan de
ganárselo volviendo a recorrer el camino de duro batallar que sus antecesores
ya anduvieron y que ha terminado, por mano de otro hombres, reducido a cenizas.
Todo, los mayores ya lo sabemos, es susceptible de ser
cambiado, aunque mucha gente se pierda en el intento y este sistema que ha
quedado obsoleto y que en lugar de propiciar la felicidad de la gente, está
convirtiendo vivir en una aventura azarosa, no será una excepción, después de
más de veinte siglos de permanencia sobre el planeta.
Es este un tiempo de revolución, como lo fueron otros muchos
que ahora conocemos por los libros e igual que a aquellos que vivieron en otras
épocas difíciles, a nosotros también nos ha llegado la hora del compromiso.
La etapa en que estamos inmersos, al menos, se va librando de
la crudeza tradicionalmente cruenta de las guerras y es más una lucha
psicológica entre seres inteligentes en la que unos tratan de imponer su
hegemonía por medio del miedo y otros, intentamos no dejarnos amedrentar por la
angustia, poniendo freno en la medida de lo posible, al sinfín de amenazas que
trae consigo la miseria.
Y sin embargo, nunca una masa tan enorme de gente fue tan
valiente, ni resistió con tanta dignidad un ataque tan virulento.
Eso quiere decir que toda la lucha pasada ha servido,
fundamentalmente, para aumentar mayestáticamente nuestro nivel de inteligencia,
porque en lugar de responder al ataque con pura violencia, batallamos a diario
desde un pacifismo innegociable, que aún puede irritar más a los atacantes, por
tratarse de una inesperada respuesta.
Este invierno terminará. Puede que no sea pronto, pero nuestra
paciencia es infinita. Desde que el mundo es mundo, siempre acaba llegando año
tras año, la Primavera.
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