El Tribunal Constitucional portugués acaba de ofrecer a
Europa una auténtica lección sobre la independencia de la Justicia, al fallar a
favor de los funcionarios y jubilados
del país vecino, a quienes su gobierno había convertido, igual que aquí,
en blanco de sus políticas de recortes, al hurtarles el derecho a una de sus
pagas extraordinarias, además de haberles rebajado con anterioridad, el salario
que percibían.
Dice con todo fundamento la sentencia, que tales hechos
vulneran gravemente el principio de igualdad entre los ciudadanos y coloca al
gobierno luso y por ende a sus socios europeos, en la tesitura de tener que
rehacer sus perspectivas de ahorro de otro modo, que nada tenga que ver con el
claro incumplimiento de contrato que estaban practicando, con una parte de la
población, sin responsabilidades en la gravedad de la crisis.
Mariano Rajoy no ha tardado en intentar establecer las que él
considera enormes “diferencias” entre España y Portugal, a través de González
Pons, en previsión de que la sentencia
empiece a movilizar a los funcionarios españoles, que se sienten idénticamente
discriminados por las medidas aplicadas por el PP, para invitar a los jueces de
nuestro Constitucional a fallar a favor de la ciudadanía, recuperando así una
parte importantísima del prestigio perdido, durante unos años de clara
connivencia con el poder, que le ha restado todo atisbo de imparcialidad, a los
ojos de una población, absolutamente indignada por lo que viene sucediendo, sin
que la Justicia haga nada por establecer veredictos en beneficio de la
sociedad, en lugar de hacerlo, siempre, a favor de los políticos.
Con una opinión pública escandalizada por casos tan
significativos como el de Bárcenas y los
sobresueldos o el de Urdangarín y la hija del Rey, ahora también imputada por
el Juez Castro, un fallo del Constitucional que legalizara las políticas de
Rajoy, podría complicar enormemente una estabilidad social, a punto de romperse
como consecuencia de los numerosísimos casos de corrupción que se van
descubriendo y que colocan a la clase política en el peor momento de su
historia, a causa de su ineptitud para solucionar los problemas que aquejan a
un País, al que están llevando al borde
del precipicio, con su errático gobierno.
La independencia del Poder judicial, resulta pues, en estos
momentos, una baza absolutamente imprescindible para rebajar la tensión
existente entre los ciudadanos, que al encontrarse durante este último año en
total indefensión jurídica, como demuestran los casos de los desahucios o las
Preferentes, ansían poder contar al menos con la idea de que llegadas sus
quejas a los tribunales, éstos decidan, con total equidad, a favor de las
víctimas y no de las frías Instituciones que las colocaron, exactamente, en el punto en que
están y que las abandonaron a su suerte, al mismo tiempo que les robaban de
manera paulatina toda una suerte de derechos sociales tan necesarios como la
educación o la salud.
Que hay jueces que están hartos de la situación que vivimos,
es claro y notorio y no a todos ellos podrá hacerse lo que se hizo a Garzón en
su momento, apartándoles de la judicatura con argumentos que nunca convencieron
a nadie, sobren todo si van creciendo en número y no ceden a las presiones
sobrevenidas desde un poder que se encuentra en sí mismo en el punto de mira, a
merced de que su ex tesorero decida sacar un as de la manga, que demuestre la
veracidad del asunto de los sobresueldos en un dinero negro, que no es
precisamente una muestra de solidaridad con la situación que atraviesan los
seis millones de parados que ha traído su reforma laboral hasta las oficinas
del INEM.
Los argumentos de Rajoy son una huída hacia adelante, en
previsión de males mayores y por el bien de todos nosotros, esperamos que no
consigan el objetivo de presionar a los encargados de pronunciarse a favor o en
contra de los funcionarios españoles y que ahora, además, ya cuentan con el
precedente que han sentado los jueces lusos, sin que el mundo se haya hundido,
ni Europa haya sido capaz de pronunciar una sola palabra en contra de su
sentencia.
No todo le va a salir al líder del PP como tuviera previsto.
Sobre todo porque es urgente que entienda que ser Presidente de una Nación no
significa manipular en su favor el funcionamiento de todos los organismos ni
estar siempre en posesión de la verdad, con una infalibilidad similar a la del
Papa de Roma.
Ha de saber que unas veces se gana y otras se pierde y que
los votos que le otorgaron los españoles y que le colocaron donde está no son
un pasaporte vitalicio a un lugar de
privilegio desde el que manejar con total impunidad nuestras vidas.
Sentencias como la portuguesa empiezan a poner las cosas,
justamente, en el lugar que les corresponde y ojala que la justicia brillara
siempre igual, allá donde los hombres requirieran alguna vez de ella.
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