La vida de D. Juan de Borbón sigue siendo para los españoles,
una de las grandes incógnitas ocurridas en la historia reciente, aunque bien
pudiera haber constituido un capítulo de importancia en la misma, si hubiera
llegado a reinar como le correspondía, por línea de sucesión directa.
La apresurada salida
de España del Rey Alfonso XIII y la implantación de la dictadura franquista que
trajo consigo el resultado de la guerra civil, logró que los españoles, durante
más de cuarenta años, dejaran de prestar atención a las andanzas de la realeza
y sólo con la entronización de Juan Carlos en el panorama nacional, volvió a
despertar curiosidad la vida y milagros de los Reyes.
Sin embargo, los biógrafos y adeptos del padre del Rey, se
encargaron durante mucho tiempo de vender la imagen de una familia real
austera, casi rayana en la pobreza, que malvivía en su exilio de Estoril,
haciendo esfuerzos inconmensurables por mantener la supervivencia de su estirpe
y que en el caso de D. Juan, se vio acompañada también, por la abnegación
demostrada cuando tomó la sacrificada decisión de abdicar a favor de quién
ahora ocupa la jefatura del Estado.
Puede sin embargo, que la verdad sea bien distinta, a tenor
de las últimas averiguaciones que se han llevado a cabo sobre la cuantía del
patrimonio que poseyó y que,
naturalmente, pasó a formar parte de la herencia que recibieron sus hijos, tras
su fallecimiento.
Cerca de mil millones depositados en bancos suizos, que nunca
volvieron a España por consejo de los asesores de los herederos, no son
precisamente, un síntoma de parquedad ni pobreza. Es más, constituyen una
enorme fortuna para quien nunca tuvo más profesión que la de esperar con
impaciencia la oportunidad de recuperar
un sitio en el panorama político de España, si al dictador le daba por fallecer
repentinamente y sin haber trabado un plan escrupuloso de descendencia.
Todo hace suponer que Alfonso XIII no se marchó de aquí con
las manos vacías, sino que muy al contrario, consiguió de alguna manera
llevarse consigo lo suficiente para mantener a su prole durante el tiempo que
duró su exilio romano y para cubrir las espaldas de varias generaciones de
Borbones, si este dinero, como se presume, fue el legado que dejó a D. Juan y
el que él, después de vivir también de sus rentas, testó para sus hijos.
Esta punta de iceberg, que puede ser el comienzo de una más
exhaustiva investigación que aclare por fin el eslabón perdido que faltaba a
nuestra historia, acaba de dejar en entredicho a los partidarios de la
Monarquía que durante años empeñaron su honor en una defensa denodada de la
figura de D.Juan, haciéndole aparecer como un personaje magnánimo, capaz de
realizar los más impensables sacrificios a favor de una causa casi perdida, que
por avatares que todos conocemos, tuvo un final bastante propicio para sus
intereses familiares.
Pero quizá tirando de este hilo pueda llegar a descubrirse
que ciertas actitudes de este rey sin corona no se correspondieron en nada con
la visión que sobre él teníamos,, dejándonos vislumbrar ciertos matices
inesperados de su personalidad que no
dejan de resultar ciertamente chocantes, al demostrar que incluso cuando se
carece de reino, no se renuncia a las intrigas palaciegas.
Falta saber quiénes colaboraron con el protagonista de
la historia, proporcionándole un apoyo y
asesoramiento que alejaban toda su riqueza de España y si son los mismos que
hasta ahora habían considerado oportuno que la fortuna permaneciera en Suiza,
en vez de proporcionar a las arcas de
nuestro país, la parte que en impuestos correspondiera a la cantidad manejada.
¿Cuántos secretos más llegarán a ser descubiertos, de la
misma o mayor importancia que éste?
La pregunta flota en el aire, pero puede que haya llegado el
momento de que cada personaje asuma la responsabilidad que corresponde a sus
actos, o en su caso, que sus descendientes se hagan cargo de ella, igual que se
hicieron cargo de tan magnífica herencia.
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