lunes, 1 de abril de 2013

El hombre que nunca reinó



La vida de D. Juan de Borbón sigue siendo para los españoles, una de las grandes incógnitas ocurridas en la historia reciente, aunque bien pudiera haber constituido un capítulo de importancia en la misma, si hubiera llegado a reinar como le correspondía, por línea de sucesión directa.
 La apresurada salida de España del Rey Alfonso XIII y la implantación de la dictadura franquista que trajo consigo el resultado de la guerra civil, logró que los españoles, durante más de cuarenta años, dejaran de prestar atención a las andanzas de la realeza y sólo con la entronización de Juan Carlos en el panorama nacional, volvió a despertar curiosidad la vida y milagros de los Reyes.
Sin embargo, los biógrafos y adeptos del padre del Rey, se encargaron durante mucho tiempo de vender la imagen de una familia real austera, casi rayana en la pobreza, que malvivía en su exilio de Estoril, haciendo esfuerzos inconmensurables por mantener la supervivencia de su estirpe y que en el caso de D. Juan, se vio acompañada también, por la abnegación demostrada cuando tomó la sacrificada decisión de abdicar a favor de quién ahora ocupa la jefatura del Estado.
Puede sin embargo, que la verdad sea bien distinta, a tenor de las últimas averiguaciones que se han llevado a cabo sobre la cuantía del patrimonio que  poseyó y que, naturalmente, pasó a formar parte de la herencia que recibieron sus hijos, tras su fallecimiento.
Cerca de mil millones depositados en bancos suizos, que nunca volvieron a España por consejo de los asesores de los herederos, no son precisamente, un síntoma de parquedad ni pobreza. Es más, constituyen una enorme fortuna para quien nunca tuvo más profesión que la de esperar con impaciencia la oportunidad de recuperar  un sitio en el panorama político de  España, si al dictador le daba por fallecer repentinamente y sin haber trabado un plan escrupuloso de descendencia.
Todo hace suponer que Alfonso XIII no se marchó de aquí con las manos vacías, sino que muy al contrario, consiguió de alguna manera llevarse consigo lo suficiente para mantener a su prole durante el tiempo que duró su exilio romano y para cubrir las espaldas de varias generaciones de Borbones, si este dinero, como se presume, fue el legado que dejó a D. Juan y el que él, después de vivir también de sus rentas, testó para sus hijos.
Esta punta de iceberg, que puede ser el comienzo de una más exhaustiva investigación que aclare por fin el eslabón perdido que faltaba a nuestra historia, acaba de dejar en entredicho a los partidarios de la Monarquía que durante años empeñaron su honor en una defensa denodada de la figura de D.Juan, haciéndole aparecer como un personaje magnánimo, capaz de realizar los más impensables sacrificios a favor de una causa casi perdida, que por avatares que todos conocemos, tuvo un final bastante propicio para sus intereses familiares.
Pero quizá tirando de este hilo pueda llegar a descubrirse que ciertas actitudes de este rey sin corona no se correspondieron en nada con la visión que sobre él teníamos,, dejándonos vislumbrar ciertos matices inesperados  de su personalidad que no dejan de resultar ciertamente chocantes, al demostrar que incluso cuando se carece de reino, no se renuncia a las intrigas palaciegas.
Falta saber quiénes colaboraron con el protagonista de la  historia, proporcionándole un apoyo y asesoramiento que alejaban toda su riqueza de España y si son los mismos que hasta ahora habían considerado oportuno que la fortuna permaneciera en Suiza, en vez de proporcionar  a las arcas de nuestro país, la parte que en impuestos correspondiera a la cantidad manejada.
¿Cuántos secretos más llegarán a ser descubiertos, de la misma o mayor importancia que éste?
La pregunta flota en el aire, pero puede que haya llegado el momento de que cada personaje asuma la responsabilidad que corresponde a sus actos, o en su caso, que sus descendientes se hagan cargo de ella, igual que se hicieron cargo de tan magnífica herencia. 
  

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