Se intuye en el gobierno actual, una cierta intención de
hacer desaparecer veladamente el sistema de pensiones, a juzgar por las últimas
medidas que proponen y que pretenden subir la edad de jubilación por encima de
los sesenta y siete años, además de aumentar los años de cotización, si se
quiere cobrar la pensión máxima.
La gran incógnita que se plantea ahora, no es otra que la de
averiguar de qué manera habrán de
afrontar su vida laboral los españoles que tengan la suerte de que la muerte no
les pille trabajando y de haber conseguido mantenerse en activo en la empresas
del futuro, que gozan plena impunidad para despedir libremente a cualquiera de
sus asalariados, a bajo coste y sin complicación alguna.
A nadie parece
habérsele ocurrido establecer una diferenciación absolutamente necesaria, entre
los diferentes tipos de trabajo ni en el esfuerzo físico que para ellos se
requiere y que resultará prácticamente imposible de realizar a ciertas edades,
si se consideran los problemas de salud lógicos de la senilidad y que son
inherentes a la condición humana y su naturaleza.
Pero este y otros muchos problemas, habrán de afrontarse más
pronto que tarde y arbitrar una solución para resolverlos, o bien dotar a la
Seguridad Social de un buen montante de fondos de nueva creación, para afrontar
las innumerables bajas que se han de producir, en cuanto los ancianos en activo
se conviertan en multitud y sus fuerzas no les permitan desarrollar su
actividad laboral a pleno rendimiento.
Claro que si la tónica actual continúa, el número de
trabajadores que lleguen a cumplir la edad de jubilación como asalariados será
mínimo, ya que los casos de despido en mayores de cincuenta años, se están
multiplicando como por arte de magia y las posibilidades de volver a emplearse
para este colectivo, resultan prácticamente irrisorias, por no decir que es
imposible que vuelvan a encontrar una nueva ocupación, lo que acarrea un grave
deterioro económico, en el cálculo de la pensión correspondiente.
Tampoco los más jóvenes lo tienen nada fácil. Con más de un
cincuenta por ciento de paro, la edad de encontrar un primer empleo se está
retrasando peligrosamente, dificultando en extremo que puedan llegar nunca a
ser merecedores de una pensión máxima, al carecer del cómputo de años necesarios
para ello.
También la precariedad de los actuales salarios juega en
contra de los trabajadores, lo que con toda probabilidad les conducirá al hecho
cierto de tener que estar en activo toda la vida, si quieren tener cubiertas de
manera digna todas sus necesidades, sin poder contar con la posibilidad de un
retiro medianamente cómodo, al haberse el estado desentendido de lo que hasta
ahora era de su competencia, pero que con toda seguridad, pasará en un futuro.
a ser de la nuestra.
No hay duda de que a Europa parece molestarle sobremanera
todo lo que huela a público y no ceja en su empeño de destruir las
Instituciones que tanto esfuerzo nos ha costado construir y que ahora, contando
con el apoyo incondicional de Mariano Rajoy, se están yendo al garete.
Sanidad, Educación y ahora el Sistema de Pensiones, en unos
años habrán pasado, de seguir por este camino, a ser un recuerdo grato de los
años de bonanza, que sólo quedará en la memoria de los que alguna vez las
disfrutamos , pero que nuestros descendientes ni siquiera conocerán, a tenor de
las circunstancias que vivimos.
La desmantelación de lo público , aunque se esté forjando a
pasos lentos, no deja de ser un hecho inaceptable, que en modo alguno se puede
permitir y que merece una contundente respuesta, por parte de todos, sobre todo
si la pérdida que sufrimos es causa directa del pago del Rescate de la Banca
que ha sido causante de todas nuestras desdichas, pero que ahora exige esta
contribución para ser saneada, mientras nos deja como herencia, toda la
inseguridad que conlleva no tener derecho a ningún tipo de futuro.
La desvergüenza de los políticos que nos gobiernan no puede
ser mayor y la despreocupación que demuestran hacia los problemas sociales que
sufre la mayoría de su pueblo, no deja lugar a dudas sobre su ineptitud para
solventar con acierto la salida de la crisis y para gestionar el presente y el
porvenir de aquellos a quienes, teóricamente, representan.
Ya no podemos más y saber que habremos de trabajar durante
toda nuestra vida, quizá sea la gota que haga rebosar, finalmente, el vaso ya
lleno. de nuestra paciencia.
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