Si cada español se decidiera a escribir un relato de todos
los casos que ha provocado esta crisis en su entorno más cercano y lo remitiera
a la Moncloa exigiendo que el Presidente
que nos gobierna los estudiara detalladamente y le ofreciera la oportuna respuesta,
ni Mariano Rajoy, ni su camarilla de Ministros, volverían a tener la
desfachatez de aparecer ante los medios defendiendo la absurda idea, de que ya ha pasado lo peor.
Es fácil hablar de recuperación cómodamente instalado en un
despacho, al cual solo llegan noticias de la fluctuación de los mercados y de
la marcha de la macro economía, pero evitando a la vez, cualquier intento de
acercamiento protagonizado por una ciudadanía a la que se le impide por todos
los medios conocidos, incluida la fuerza, un contacto directo con los políticos
que teóricamente la representan, y que para más inri, fueron elegidos en las
urnas, por medio de sus votos.
La impresión de que esta clase política ha decidido
últimamente apartarse de la realidad terrenal e ignorar olímpicamente la verdad
de lo que está ocurriendo a las familias españolas, se ha extendido a la
totalidad de la opinión pública, minando cualquier atisbo de confianza que se
pudiera albergar en ella y que ha sido destruido artesanalmente, por las conductas
adoptadas durante la gestión de la
crisis, al menos, las de los dos grupos mayoritarios que conforman el
indeseable bipartidismo.
Abandonados en nuestra soledad, a nadie parece importar
nuestra tragedia y parece que nos hemos
o nos han convertido en descoloridas figuras que solo tienen importancia
para cuadrar las cifras del déficit, o para exprimirlas hasta sacar todo el
jugo que tienen, con la única intención de liquidar nuestra larga lista de
deudas.
Pero la gente sigue teniendo corazón y las necesidades
apremiantes que se les han venido encima a causa de un desempleo provocado por
el error de aprobar una Reforma, a la medida de las exigencias europeas, horada
su psicología como una broca de gran calibre, desestabilizando las relaciones
personales más cercanas y convirtiendo, por tanto, la supervivencia, en un
verdadero infierno, del que es imposible salir.
Detrás de las puertas de un hogar en el que ninguno de sus
miembros tiene trabajo, poco o nada soluciona que baje o suba la prima de
riesgo y lo único que auténticamente se hace imprescindible, es que a Rajoy no
se le pase por la cabeza retirar a golpe de decreto, la paupérrima ayuda de
cuatrocientos euros que ofrece el Estado, a todos aquellos que han agotado las
prestaciones de desempleo, al llevar más de dos años ocupando un lugar
permanente, en las filas del INEM.
Ese populismo que tanto ha utilizado el PP durante las
campañas electorales, vendría ahora de perlas, si verdaderamente existe
intención de conocer por dentro la realidad del País que gobierna, aunque fuera
llamando puerta a puerta a los ciudadanos que habitan en nuestras ciudades y
pueblos, y que se hallan totalmente convencidos de que sus problemas personales
no interesan a nadie que tenga que ver con la política…y que por eso, no se
resuelven.
Puede que conociendo la verdad, nuestros políticos se
convencieran de que nuestra más urgente necesidad no estriba en reflotar la
Banca y sí en la creación inmediata de empleo digno, que ayude a las personas a
retomar un camino que ellos destruyeron con su guerra incruenta de cifras.
Tal vez así bajaran de la nube de algodón que les protege de las iras que provocaron
sus actitudes dictatoriales y aprendieran la imprescindible lección de que los
hombres han de estar, siempre, por encima de las cuestiones crematísticas.
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