martes, 10 de noviembre de 2015

La Revolución sin cabeza


Tras la euforia de ayer, el Parlamento catalán celebra el debate para la investidura del que habrá de ser su próximo Presidente de Gobierno, aunque todo parece indicar que esto no se conseguirá en primera votación, al estar la CUP en contra de la candidatura de Mas y haber proclamado mil veces que nunca le votarían, por la vinculación del Partido que representa con los múltiples casos de corrupción acaecidos en Cataluña, en los últimos tiempos.
Entretanto, en Madrid, se busca afanosamente una manera legal de frenar el proceso independentista que la mayoría parlamentaria catalana dio por iniciado ayer y Rajoy, por primera vez, se ve obligado a tratar con máxima urgencia el asunto que nos ocupa, intentando  encontrar aliados para la aplicación de las medidas que seguramente tomará, sólo o en compañía de otros.
Pero la Revolución catalana, que ya ha construido el tejado que resguarde de todas las inclemencias venideras a los habitantes de su “nueva República”, carece sin embargo de un líder que cuente con el respaldo de las mayorías para llevar a cabo el proyecto, lo que supone una fractura en la cimentación que bien podría hacer tambalearse por sí misma, toda la estructura que está por construir, aún sin que el Gobierno  español se vea obligado a personarse en la causa.
Puede que el ego de Artur Mas, muy subido por la trascendencia de los últimos acontecimientos, no le permita discernir que si persiste en la decisión de mantenerse como candidato a la Presidencia, los pasos que los independentistas han dado de manera acelerada hasta ayer, pueden irse al garete y que todos las promesas que ha venido haciendo a la sociedad catalana alrededor del sueño separatista, podrían venirse abajo ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la votación de la investidura.
De ser así, la tregua que se ofrece a Rajoy no tiene precio y la revolución descabezada habrá de transcurrir de manera mucho más sosegada de lo que a los secesionistas les gustaría, al estar peligrosamente cerca la celebración de las Generales, que con toda probabilidad traerá para España, un cambio en el color del Gobierno.
Si el proceso de la investidura no logra resolverse con prontitud, los nacionalistas catalanes ya no podrán utilizar la baza del inmovilismo de Rajoy, para reforzar sus argumentos y podría ocurrir, de cambiar los protagonistas en ambos bandos del conflicto, que se abra un nuevo proceso de negociación, al que todos deseamos más fortuna que al anterior y que todo se ralentice.
Esto colocaría a Mas en un fuera de juego que quizá ayudaría a los catalanes a valorar con más frialdad la labor realizada durante los años de gobierno y a tener una opinión mucho más objetiva de lo que ha sido su periodo como Presidente de la Comunidad y si ha conseguido o no el beneplácito de los ciudadanos, como gestor de los asuntos de Cataluña.
La presión que debe estar sufriendo la CUP para que todo esto no se produzca, ha de ser sin duda, explícitamente violenta, pero ceder ahora, votar a Mas para la Presidencia, obviar los gravísimos  casos de corrupción que salpican a Convergencia y abrir los brazos a una alianza ideológicamente imposible, representaría en sí mismo, una traición a los principios que predica la CUP, del todo imperdonable.
Hay veces, que el interés de la actualidad supera con mucho a cualquier posible ficción y que los enrevesados caminos de la política terminan por conducirnos a situaciones absolutamente distintas a las que, en un principio se imaginaron. Ésta parece ser una de ellas y por lo complicado de la historia, ni siquiera se puede predecir qué pasará en los dos minutos siguientes.
Un lujo para los que relatamos los sucesos.


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