Desencadena la fiscalía anticorrupción en Cataluña, una
tormenta contra la cúpula de Convergencia, por el cobro del tres por ciento,
que ya denunció hace años Maragall y empiezan a producirse detenciones y
registros en la sede de este Partido, sólo unos días después de que Artur Mas
tuviera que declarar en los Juzgados por la convocatoria del Referendum del
pasado Noviembre, convirtiéndose por ello, en el primer mártir de la causa por
la Independencia.
El caso de corrupción, que alcanzó su punto álgido con el
asunto Pujol y que parecía ser conocido y “aceptado” en Cataluña como algo
natural, desde hace quizá demasiado
tiempo, cobra ahora una importancia bien distinta, precisamente por coincidir
con el momento en que las relaciones entre el Partido que gobierna España y el
que preside Mas, se hallan prácticamente rotas, por razones que todos
conocemos.
Si bien es cierto que la trama ha de ser, como todas las
demás, investigada, perseguida y juzgada, consiguiendo que los culpables paguen
por los delitos que cometieron, la aceleración del proceso podría
interpretarse, por parte de los nacionalistas, como un nuevo golpe asestado
desde Madrid, con la intención de
hundir a la Formación de Mas y muy
particularmente a él mismo, si es que fue consentidor de esta práctica o su
nombre apareciera en alguno de los documentos incautados por la policía, como
perceptor de algún sobresueldo.
Lo que llama poderosamente la atención, es que desde que
Maragall denunció en el Parlamento este caso, han transcurrido más de diez
años, en los que se ha dado una alternancia en el poder de PSOE y PP, sin que
ninguno de los dos se ocupara de sacar a la luz esta bomba de relojería, quizá
porque ambos en el pasado, hubieron de
contar con el apoyo de Convergencia, para poder realizar legalmente su labor de
gobierno.
Y es ahora, cuando el problema catalán se ha deteriorado
hasta límites inexplicables, cuando la mitad de la población catalana se
encuentra literalmente enfrentada con el nacionalismo españolista de Madrid y
cuando Mas ha conseguido relanzar su imagen como líder de la catalanidad más
pura, cuando se detona por fin, este artefacto guardado en el armario durante
más de una década, en un empeño a la desesperada por desprestigiar todo aquello
que tenga que ver con el independentismo catalán, justo en el mismo final de
esta legislatura catastrófica.
Naturalmente, las detenciones y los registros, van a ser
inmediatamente utilizados como arma política por los independentistas y de
hecho, Artur Mas, se ha apresurado a solicitar una intervención de urgencia
ante su Parlamento, seguramente, con la intención de anotarse otro tanto en la
lucha personal que mantiene contra Rajoy, aduciendo chantaje político.
Poco o nada, va a importar a una buena parte de la ciudadanía
catalana, hoy por hoy, el cobro del maldito tres por ciento y mucho, lo que van
a considerar un ataque directo contra el Partido que lidera su todavía
Presidente, por lo que la inoportunidad de las merecidísimas imputaciones de la
gente de Convergencia, supone un nuevo y gravísimo error del PP, en relación
con el enquistado asunto de Cataluña.
No sabe Rajoy, está claro, pasar página, ni intentar una
nueva estrategia para encontrar la solución al problema y anda, como siempre
anduvo, empecinado en ganar, por medio de la fuerza, una guerra abierta que no
admite otra vía de resolución, que el diálogo y la paciencia, para llegar al
entendimiento.
La figura de Mas, su trayectoria política, tanto o más
conservadora que la del propio Presidente español, no merece los enormes
favores que el PP le está haciendo.
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